the PINCH PRONG AND SHOCK COLLARS ARE HARMFUL AND THEY MUST BE BAN. A LOT OF PEOPLE IGNORE THAT DANGEROUS THEY ARE AND OTHERS USE THEM TO HURT THEIR HYPOTHETICAL BEST FRIEND.
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Un GEsto sImplE
pEro ImportantE
Emma InfantE. futur animal (www.futuranimal.org) Cursando máster Derecho animal y sociedad
José franCIsCo CapaCés sala. Veterinario clínico
N
o cabe ninguna duda
que el bienestar de los
animales de compañía
ha de ser la máxima prioridad
para propietarios y profesionales veterinarios. El crecimiento
imparable, tanto en cantidad
como en calidad, de conocimientos multidisciplinares sobre los factores que intervienen en la salud de las mascotas
nos obliga a mantenernos ac-
tualizados y a incorporar cambios en nuestra práctica.
En esta ocasión vamos a ocuparnos de la incidencia de los collares, especialmente de cierto tipo
de collares, en la integridad física,
emocional y social de los perros.
Aunque los veterinarios clínicos
de pequeños animales suelen ser
requeridos esencialmente para
solucionar los problemas físicos,
a nadie se le escapa que el dolor
y el malestar de las lesiones intervienen en el carácter, percepción y respuesta al entorno
de los pacientes. Una de las causas más frecuentes de eutanasia
en los perros, es la agresividad.
Es imprescindible, antes de tomar
una decisión de tanta relevancia,
detectar cuales son las causas de
dicho comportamiento. Muchas
veces el dolor cervical o dorsal
genera respuestas desafortunadas. En muchas ocasiones,
ese dolor puede estar motivado
por un más que desafortunado
empleo de collares inapropiados como son los collares de
pinchos, de ahogo o eléctricos.
Paseando por calles y plazas de
nuestras ciudades es frecuente
toparnos con propietarios que pasean con perros, de cualquier raza
y tamaño, sujetos con collares de
pinchos. Pueden ser perros grandes y corpulentos, pero no solo
ellos los sufren. Vemos a personas
que por su envergadura o fuerza
poco adecuada, son incapaces
de controlar a perros jóvenes o de
tamaño medio, que sujetos con
collares inapropiados son paseados por sus propietarios, desconociendo el daño que están causando a su animal. Basta con ver
la variedad de medidas que se
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ofertan de este tipo de collares
para comprender que hay clientes
que los usan con perros jóvenes
o de muy pequeño tamaño. Su
empleo es siempre erróneo
aunque pocas veces el propietario sabe el daño que está infringiendo a su mascota. La explicación pedagógica en estos
casos por parte del veterinario
clínico es la base para el bienestar de ese animal.
En ocasiones, su utilización tiene
una mera y cuestionable función
estética y/o simbólica. Otras veces se justifica como herramienta
educativa. Algunos afirman que
así el perro no tira, y esto no sólo
no es cierto, sino que además el
perro soporta algo que le hace in-
Cada perro es un mundo, los más
sensibles que llevan collar de
ahogo, de pinchos o eléctrico acaban renunciando a interesarse por
lo que les rodea y para algún propietario inclemente tal actitud
puede ser vivida como un triunfo.
feliz. Hay perros con collares de
pinchos que tiran haciendo
caso omiso de un dolor que fi-
Un paseo en el que el perro no
se aleja ni un centímetro del costado de su amo para algunos es
dencial del propietario y una satisfactoria compañía a veces se
consigue espontáneamente mediante un buen vínculo, que en algún caso puede requerir de ejercicios educativos y de alternativas
al castigo como el easy walk.
El collar de pinchos se creó en el
Medievo para proteger a los pe-
Hay perros con collares de pincHos que tiran Haciendo caso omiso de un dolor que
fisiológicamente sufren y no manifiestan, porque la ansiedad supera el efecto de las punzadas
siológicamente sufren y no manifiestan, porque la ansiedad
supera el efecto de las punzadas. En aquellos casos que los
perros no tiran llevando este adminículo punitivo, lo que realmente está más afectado es la relación de confianza que tendría
que existir entre propietario y mascota. Preguntémonos, ¿quién
quiere estar al lado de alguien que
te provoca dolor? Pero la cosa no
queda ahí, si cada vez que un perro se interesa por algo, otro perro,
un olor o cualquier otro estímulo,
un síntoma de dominio aunque
lo que haya en realidad es temor
y angustia. Otros perros, a causa
del dolor generado por los collares nocivos se vuelven más
reactivos y suelen recibir más tirones o descargas que agravan
la conducta. No es infrecuente
que se entre en una escalada de
terribles consecuencias para el
que a priori, con una buena educación de refuerzos positivos,
habría podido ser un magnífico
compañero. Un perro sano y equilibrado debe poder olfatear y ex-
y al adelantarse recibe de manera
automática un pinchazo; en un lugar tan vulnerable como el cuello,
aprenderá por condicionamiento
simple que el entorno es hostil y
la sana curiosidad es dolor.
plorar objetos, superficies, congéneres, humanos propios y extraños y reaccionar animada y
educadamente ante los estímulos
de un placentero y necesario paseo cotidiano. Una distancia pru-
rros pastores de los ataques de
los lobos. Obviamente entonces
las estructuras punzantes apuntaban hacia afuera. No sabemos
muy bien a quien se le ocurrió invertir el sentido de las púas. Creyeron que poniendo hacia el interior la collera punzante, los perros recibían el estímulo adverso
suficiente para que su fuerza no
superase la de su amo. No es infrecuente tratar lesiones externas producidas por el uso inadecuado de estos collares, escoriaciones debidas a los pinchos y
depilaciones causadas por un
exceso de presión, pero quizás
sean más abundantes las lesiones musculoesqueléticas que
una vez diagnosticadas no sabemos, o si, como se han podido
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producir, siendo el uso de estos
collares inadecuados una posible causa. El caso de Lobo, un
perro utilizado para la vigilancia
que salvo la vida de milagro al
ser rescatado por la policía local
y por un veterinario de los servicios del ayuntamiento en las cocheras de una empresa, no es infrecuente. En el informe constaba que el perro tenía “heridas
sangrantes, al parecer por collar
punzante de castigo” provocadas supuestamente por el uso
prolongado de un instrumento en
el centro de adiestramiento.
En algunos foros se aduce que
los collares con eslabones de
punta ligeramente roma tienen
un uso meramente instructivo y
agresivos logran cambios rápidos, pero momentáneos, de
comportamiento, a costa de hacer sufrir al animal y de las secuelas que estamos comentando. La realidad es que en nuestro país no hay legislación que
limite el uso puntual o continuado
de collares disuasorios e incuestionablemente lesivos. También la
divulgación de su uso en televisión
talaciones - se resiente el vínculo
con los cuidadores y voluntarios,
aumenta el riesgo de inhibición o
reactividad y lo que exige un mayor número de intervenciones veterinarias y de administración de
fármacos. A nuestro entender la
balanza está claramente decantada recomendando su destierro
definitivo.
promovida por showmans ajenos
a la formación veterinaria puede
estar reforzando o incrementado
Los collares con dispositivos
eléctricos son esencialmente
perniciosos, tanto si descargan
electricidad como citronella. Todos sabemos qué se siente con
una descarga eléctrica (calam-
su utilización. Por desgracia en
España no existe normativa que
los prohíba como si la hay en
Suiza, Austria, Nueva Zelanda o
Australia. En otras latitudes no ha
sido necesaria la redacción de un
cuerpo legal, la implicación de los
brazo) y todos podemos empatizar con lo terrible que es la idea
de que se produzca de manera inopinada, continua, intensa y en un
el estrés – por miedo, dolor o confusión- está demostrado que reduce la capacidad de
aprendizaje así que su uso compromete su función educativa
se limita su práctica a los profesionales. El estrés – por miedo,
dolor o confusión- está demostrado que reduce la capacidad
de aprendizaje así que su uso
compromete su función educativa. La falta de una regulación
oficial de los profesionales del
adiestramiento canino permite
el ejercicio de personas poco
capacitadas, que con la recomendación de ciertas técnicas
punitivas y ciertos collares
profesionales y la concienciación
de los dueños de perros ha hecho
que desaparezcan del mercado y
sean vistos como uno vestigio de
un lejano pasado inquisitorial.
Como nota positiva podemos afirmar que existen cada vez más
centros y protectoras que, más
allá de particulares sensibilizados,
están eliminando y desaconsejado estos collares. Por nombrar
dos podemos hablar de ANAA en
Madrid y del CAAC de Barcelona,
pero seguramente hay muchos
otros y van en aumento. El uso del
collar de ahogo está generalizado
en los centros en los que hay muchos animales por qué no requiere
ajustarse a una talla, son duraderos, son baratos y son fáciles de
poner. En el otro lado de la balanza
está que se aumenta el estrés del
animal - ya excesivo en estas ins-
lugar especialmente sensible. La
repercusión neuromuscular de
las descargas es negativa en la
totalidad de los casos, psíquicamente debilitante y en algunos casos ha generado quemaduras de gran importancia. La
rehabilitación psicoemocional
de perros víctimas de estos collares resulta muy costosa
cuando no imposible. Dueños
que buscan soluciones inmediatas y control total sin esfuerzo ni
compasión pueden comprar en
cualquier tienda collares que sin
ser baratos – aunque cada vez
más porque su ineficacia invita a
saldarlos- que pueden proceder
de fabricantes carentes de garantías y por tanto suministrar voltajes que son claramente un maltrato. Los collares de citronella,
aunque menos frecuentes, suelen usarse para inhibir el ladrido.
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Lo que hacen es generar una experiencia desagradable por inundación del olfato. Es algo poco respetuoso teniendo en cuenta la relevancia de su sensibilidad olfativa y suele
ir buscando la inhibición de un reflejo
que, en ocasiones, es apropiado.
Evidentemente es más oportuno
emplear técnicas de educación y
modificación de conducta que refuercen los buenos comportamientos, que recurrir a la didáctica pedestre del castigo que no
tiene ninguna base científica y
ni refrendo moral.
Hace ya más de veinte años que
un psicólogo y conductista canino
sueco llamado Anders Hallgren
hiciera un interesante y riguroso
estudio sobre el dolor de espalda
como causa de comportamientos anómalos en perros1. Un elevado porcentaje de animales etiquetados de conflictivos o problemáticos lo son como
consecuencia directa de problemas de espalda. Esta afirmación
tan rotunda tiene como base el estudio de una muestra amplia y significativa con un método respetuoso y en línea con las exigencias
científicas que se realizó en 1992.
Hallgren se hizo acompañar de especialistas en quiropráctica y evaluó el comportamiento referido por
los dueños y el estado general de
la columna de más de 400 canes.
Los resultados son más que concluyentes: un 63% de los perros
presentan algún tipo de anomalía en la columna que les puede
generar malestar, dolor o limitaciones. A todos estos síntomas
les podríamos añadir una respuesta mal interpretada por
parte de sus responsables como
desobediencia u hostilidad. Algo
menos de la totalidad de los perros
analizados que habrían sufrido tirones sufren secuelas. Como indica en el texto “los principales causantes de las lesiones parecen ser
incidentes externos y violentos,
que obligan al perro a tensar los
músculos rápidamente y con mucha brusquedad… (y) los tirones de
la correa”. Estamos hablando de
un 91 por ciento. Según manifestaciones del propio autor realizadas
recientemente, este reconoce que
dada la importancia e incidencia de
tal cuestión, sería interesante aumentar el número de estudios. Ha
observado rigurosamente como
por culpa de los collares los músculos de cuello se tensan en extremo, especialmente cuando se
usa el collar de ahogo, que compromete el riego sanguíneo cerebral y como consecuencia pueden producirse cefaleas, estrés y
cambios de carácter. Afirma,
además, que en su práctica ha
podido detectar que no solo el
cuello padece con estos collares
si no que la tráquea puede verse
afectada de forma considerable,
de forma leve en algunos casos,
y en otros, incluso llegar provocar
el colapso. Sin necesidad de grandes despliegues técnicos podemos
observar como un perro con un collar de ahogo al tirar varia la coloración de sus mucosas y la intensidad
de la irrigación de sus ojos y no da
síntoma alguno de bienestar. De
nuevo Hallgren nos indica que ha
observado casos de perros agresivos que han dejado de serlo
cuando se les ha cambiado el collar por un arnés confortable y se
le han proporcionado masajes
cotidianos en el cuello. La mundialmente conocida educadora
noruega Turid Rugaas reconoce
estar en consonancia con este
estudio y con muchos otros si-
milares realizados las últimas
dos décadas. Ella da un paso más
allá, para ella, los collares están
contraindicados y sólo sería
oportuno el uso de arneses además de una oportuna educación
en positivo.
En cualquier caso si se persiste en
el uso de collar que éste sea ancho
y nunca de castigo, eléctrico o de
ahogo. Al ser preguntado el prestigioso veterinario e investigador
Lluís Ferrer este dijo: “¿Collar de
castigo? Es absolutamente prescindible y cruel. No hay ninguna
necesidad de utilizarlo y apoyo
las iniciativas destinadas a prohibirlo“. Como máximos responsables de la salud y bienestar de
los animales que nos son confiados, los veterinarios haríamos
bien dando un paso adelante
contra este tipo de collares, informando de manera adecuada
y ofreciendo alternativas que repercutan positivamente en lo que
más importa: la propiedad responsable y el bienestar animal.
notas
1
Hallgren, Anders. PROBLEMAS DE ESPALDA EN LOS
PERROS, Estudio de investigación. KNS Ediciones. 2010.