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¿PETRUS O PETRA?
MATEO 16:18
por
The Mormon Lighthouse
INDICE
INTRODUCCIÓN……………………………………………….….…………........4
CAPÍTULO I.- PETRA…………..……………………….…..….....................5
CAPÍTULO II.- JESUCRISTO, LA ROCA DE ISRAEL.…...................13
CAPÍTULO III.- LA APOSTASÍA…….………………..…………….……….…22
CAPÍTULO IV.- LA RESTAURACIÓN………………………….……..….……49
INTRODUCCIÓN
“El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre,
sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta ROCA edificaré mi iglesia; y las
puertas del Hades no prevalecerán contra ella.” (Mateo 16:15-18)
La palabra “ROCA”, de este pasaje, es la traducción de la palabra griega πέτρᾳ, que se translitera al español como “PETRA”.
Esta palabra se usa muchas veces en la Biblia. Por ejemplo, en 2 Samuel 22:2 se refiere a Jehová: “Dijo: el Señor es mi ROCA
(πέτρᾳ o petra) y mi fortaleza, y mi libertador” (2 Samuel 22:2, Septuaginta griega), en 1 Corintios 10:4 se refiere a Jesucristo: “y
todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y LA ROCA ERA CRISTO
(πέτρᾳ o petra)” (1 Corintios 10:1-4), en Mateo 7:24 se refiere a las palabras de Jesús: “Cualquiera, pues, que me oye estas
palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre LA ROCA (πέτρᾳ o petra)” (Mateo 7:24),
y en Éxodo 17:6 se refiere a una peña: “He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña (πέτρᾳ o petra) en Horeb; y
golpearás la peña (πέτρᾳ o petra), y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los
ancianos de Israel” (Éxodo 17:6).
Ahora bien, de acuerdo con la doctrina de la iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, cuando Jesucristo menciona la
palabra roca en este pasaje, se refiere a la “ROCA DE LA REVELACIÓN”, veamos las palabras de José Smith sobre Mateo 16:18:
“…en sus enseñanzas Jesús dice: ‘sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella’.
¿Qué roca? LA REVELACIÓN” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 335).
O sea, de acuerdo con José Smith, Cristo se refiere a la roca de la revelación, a través de la cual Pedro había recibido el
conocimiento de que Jesús era el Hijo de Dios:
“porque NO TE LO REVELÓ CARNE NI SANGRE, sino mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 16:17)
El apóstol Pablo dijo algo parecido cuando explicó el origen de su conocimiento y sus enseñanzas, veamos:
“Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, NO ES SEGÚN HOMBRE; PUES YO NI LO
RECIBÍ NI LO APRENDÍ DE HOMBRE ALGUNO, SINO POR REVELACIÓN DE JESUCRISTO.” (Gálatas 1:11-12)
Jesucristo es la roca de la revelación. Él es el que se comunica con los Apóstoles y Profetas. Esto gracias a su papel de
mediador, pues, desde la caida de Adán, toda revelación (de Dios a los hombres) viene por medio del Hijo de Dios. De
ahí el título de “Verbo” o “Palabra (Logos en griego) de Dios”. Sin embargo, en el caso de Mateo 16:18, Simón había
recibido su revelación directamente de Dios el Padre.
Esto último, sin embargo, no quiebra el rol de mediador del Hijo, porque el “dar testimonio del Hijo” es algo que el Padre
sí puede hacer. El Padre sí puede dar testimonio del Hijo. Veamos como José Smith, el profeta de la restauración, corrige
el verso 19 del capítulo 1 del evangelio de Juan, restaurando así este principio:
“Y a Dios nadie le vio jamás, EXCEPTO QUE HAYA DADO TESTIMONIO DEL HIJO, pues si no es por medio de él,
nadie puede ser salvo.” (Juan 1:19, Traducción de José Smith)
En el caso específico de Mateo 16:18, cuando Jesucristo dice “sobre esta roca edificaré mi Iglesia” se refiere a la
revelación de Dios a los hombres, en un sentido general, ya sea que ésta venga por medio del Hijo, el gran mediador, o
directamente del Padre (cuando da testimonio del Hijo).
En este libro examinaremos cada una de las evidencias que sostienen la explicación, dada por José Smith (el profeta de
la restauración) sobre el significado de la palabra Roca en Mateo 16:18.
CAPÍTULO 1
PETRA
“Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres,
Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y
yo también te digo, que tú eres Pedro (πέτρος o petrus), y sobre esta ROCA (πέτρᾳ o petra en griego)
edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del
Reino de los Cielos. Y todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en
la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mateo 16:15-19, Reina Valera 1960)
La palabra griega πέτρος (que se translitera al español como “petrus”) se refiere a una piedra o canto rodado
desprendido, incluida una piedra que puede arrojarse o moverse fácilmente. El término πέτρα (que se
translitera al español como “petra”), por el contrario, se refiere a una gran extensión de lecho de roca o un
gran afloramiento de roca. Jesús usa petra (πέτρα) para referirse al suelo rocoso en Mateo 7:24:
πᾶς οὖν ὅστις ἀκούει μου τοὺς λόγους τούτους καὶ ποιεῖ αὐτοὺς ὁμοιώσω αὐτὸν ἀνδρὶ φρονίμῳ ὅστις
ᾠκοδόμησεν τὴν οἰκίαν αὐτοῦ ἐπὶ τὴν πέτραν (Mateo 7:25, Textus Receptus 1533, griego)
Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que
EDIFICÓ SU CASA SOBRE LA ROCA. (Mateo 7:24, Santa Biblia)
Y en Mateo 7:25:
καὶ κατέβη ἡ βροχὴ καὶ ἦλθον οἱ ποταμοὶ καὶ ἔπνευσαν οἱ ἄνεμοι καὶ προσέπεσον τῇ οἰκίᾳ ἐκείνῃ καὶ
οὐκ ἔπεσεν τεθεμελίωτο γὰρ ἐπὶ τὴν πέτραν (Mateo 7:25, Textus Receptus 1533, griego)
Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; Y NO CAYÓ,
PORQUE ESTABA FUNDADA SOBRE LA ROCA. (Mateo 7:25, Santa Biblia)
Por tanto, πέτρα (que se translitera al español como “petra”) se refiere a una gran extensión de lecho de roca o
un gran afloramiento de roca, y πέτρος (“petros”) se refiere a una piedra grande o pequeña:
πέτρος (“petros”) = Piedra (grande o pequeña)
πέτρα ( “petra”) = Roca sólida o cimiento de roca
Hay ocasiones, sin embargo, en las que πέτρα (“petra”) se usa para referirse a una piedra de gran tamaño. No
obstante, la palabra πέτρος (“petros”) jamás se usó para referirse a un lecho de piedra.
Presentamos, a continuación, un esquema que ilustra adecuadamente, los significados de estos dos términos
en los tiempos de Jesús:
En el griego antiguo la palabra πέτρος o πέτρῳ (transliterado al español como “Petros”) se refería a una piedra
pequeña o de buen tamaño. Veamos un ejemplo extraído de la Ilíada, escrita por Homero:
Por tanto, en el griego antiguo (que es el que debemos considerar
aquí) la palabra πέτρος se refería a una piedra (ya sea grande o
pequeña) que los soldados utilizaban para arrojar a los enemigos.
Es pecisamente este término (πέτρος = “petrus”) el que utilizó el
Salvador para explicar el significado del sobrenombre que le puso
a Simón:
καὶ ἤγαγεν αὐτὸν πρὸς τὸν ἰησοῦν ἐμβλέψας δὲ αὐτῷ ὁ
ἰησοῦς εἶπεν σὺ εἶ σίμων ὁ υἱὸς ἰωνᾶ σὺ κληθήσῃ κηφᾶς ὃ
ἑρμηνεύεται πέτρος (Juan 1:42, Textus Receptus, griego)
Y es el mismo término, que Cristo usa en Mateo 16:18, para identificar al apóstol:
κἀγὼ δέ σοι λέγω ὅτι σὺ εἶ πέτρος καὶ ἐπὶ ταύτῃ τῇ πέτρᾳ οἰκοδομήσω μου τὴν ἐκκλησίαν καὶ πύλαι ᾅδου
οὐ κατισχύσουσιν αὐτῆς (Mateo 16:18, Textus Receptus, griego)
“Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le
dijo: Tú eres Simón, el hijo de Jonás; tú te llamarás Cefas
(que quiere decir, Piedra).” (Juan 1:42, Biblia de Jerusalén)
“Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella.” (Mateo 16:18, Santa Biblia)
Sin embargo, en este último pasaje se usan dos términos griegos distintos; πέτρος (“petros”) y πέτρα (“petra”): “Y
yo también te digo, que tú eres Pedro (petrus = “piedra”), y sobre esta roca (petra = “lecho de piedra”)
edificaré mi iglesia; y las puertas del hades no prevalecerán contra ella.” (Mateo 16:18)
¿Por qué se usan dos términos distintos en este pasaje?
Porque cuando Jesús dice “sobre esta roca edificaré mi Iglesia” se refiere a la roca de la revelación. Aquella revelación, a través de
la cual Pedro supo que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios vivo.
La revelación es la roca sobre la cual se cimienta la iglesia de Jesucristo, ya sea que ésta venga por medio de Jesucristo, el gran
mediador, o directamente del Padre (como en el caso de Pedro). La revelación es el lecho de piedra que impide que la iglesia caiga.
Si por alguna razón, dejara de haber revelación, la iglesia si caería, pues la base desaparece. La siguiente ilustración refleja
adecuadamente el papel de Jesús como Roca y como Piedra Angular:
Desde la caída de Adán, toda revelación de Dios a los hombres
viene por medio del Hijo (el gran mediador). En el caso de Pedro,
la revelación (de que Cristo era el hijo de Dios) vino directamente
del Padre. Esto último, sin embargo, no quiebra el rol de mediador
del Hijo, porque “dar testimonio del Hijo” es algo que el padre sí
puede hacer. El Padre puede dar testimonio del Hijo. Veamos
como José Smith, el profeta de la restauración, corrige el verso 19
del capítulo 1 del evangelio de Juan, restaurando así este
principio:
“Y a Dios nadie le vio jamás, EXCEPTO QUE HAYA DADO
TESTIMONIO DEL HIJO, pues si no es por medio de él, nadie
puede ser salvo.” (Juan 1:19, Traducción de José Smith)
En el caso específico de Mateo 16:18, cuando Jesucristo dice
“sobre esta roca edificaré mi Iglesia” se refiere a la revelación
de Dios a los hombres, en un sentido general, ya sea que ésta
venga por medio del Hijo (el gran mediador), o directamente del
Padre (cuando da testimonio del Hijo).
Ejemplos del Padre dando Testimonio del Hijo:
“Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: ESTE ES MI HIJO
AMADO, EN QUIEN TENGO COMPLACENCIA; A ÉL OÍD.” (Mateo 3:17)
“Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción.
Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: ESTE ES MI HIJO AMADO:
¡ESCÚCHALO!” (Véase José Smith Historia 1:17, Perla de Gran Precio)
Otro rol de Jesucristo (además de ser Creador, Juez, Abogado, Mesías, Redentor y Salvador) es ser la “principal piedra del
ángulo”, porque él es quien dirige a la iglesia (Efesios 2:19-20).
“ROCA” O “PIEDRA”
Volviendo a Mateo 16:18, hay quienes piensan que el sentido real de Mateo 16:18 es “tú eres roca y sobre esta roca
edificaré mi Iglesia”.Quienes piensan así, afirman que el sobrenombre de Simón (Pedro = petrus = “piedra”), iba a ser
originalmente “Roca” (“Petra”), pero que se le llamó “Petrus” para evitar darle una connotación “femenina” al sobrenombre
del apóstol, y que si le hubiesen nombrado “Petra” hubiese sido como llamar a un niño “Julia” en vez de “Julio”.
Esto, sin embargo, es incorrecto porque, si así fuera, entonces los israelitas no le habrían llamado “Petra” a Jehová: “Dijo:
Jehová es mi roca y mi fortaleza, y mi libertador” (2 Samuel 22:2)
En la Septuaginta griega, La
palabra “roca” de este
versículo, es la misma que
Jesús usa en Mateo 16:18;
“Petra” (πέτρα), veamos:
PETRUS (O SEA “PIEDRA”)
Respecto del nombre “Petrus” (o sea “piedra”), más que con un guijarro sin
valor, este nombre está relacionado con las piedras a través de las cuales
el señor revelaba su voluntad a Israel; el Urim y Tumim (Luz y Perfección),
y las piedras del pectoral.
Por tanto, el nombre “Pedro” (Petrus=piedra) indicaba, de forma velada,
que él sería el profeta, o vidente, que sucedería a Jesús, luego que el
Señor ascendiera a los cielos. Esto queda corroborado con las palabras de
Cristo:
Como piedra viva, Simón sería un instrumento en las manos del Señor, por medio
del cual Jesucristo dirigiría su iglesia. Los apóstoles y los profetas eran piedras vivas
a través de quienes el Señor revelaría su voluntad. Y el principal de estos apóstoles
y profetas sería Simón Pedro.
A Simón Pedro se le confirieron las llaves del sacerdocio. Es decir, el permiso o
autorización de Jesucristo para abrir y cerrar, tanto en el cielo como en la tierra:
“…Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y
ninguno cierra, y cierra y ninguno abre” (Apocalipsis: 3:7)
“y a ti te daré las llaves del Reino de los Cielos. Y todo lo que ates en la tierra,
quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado
en el cielo» (Mateo 16:19)
CAPÍTULO 2
JESUCRISTO, LA ROCA DE ISRAEL
“Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que
nuestros padres todos estuvieron bajo la nube,
y todos pasaron el mar; y todos en Moisés
fueron bautizados en la nube y en el mar, y
todos comieron el mismo alimento espiritual, Y
TODOS BEBIERON LA MISMA BEBIDA
ESPIRITUAL; PORQUE BEBÍAN DE LA ROCA
ESPIRITUAL QUE LOS SEGUÍA, Y LA ROCA
ERA CRISTO.” (1 Corintios 10:1-4)
Para los israelitas, del Antiguo Testamento, la Roca
era Jehová. Veamos las palabras de David:
“Dijo: Jehová es mi roca y mi fortaleza, y mi
libertador” (2 Samuel 22:2)
En la Septuaginta griega, La
palabra “roca” de este versículo, es
la misma que Pablo usa en 1
Corintios 10:4, veamos:
Compárese con 1 Corintios 10:4:
Jesucristo es el mismo Jehová que acompañó a Israel durante el Éxodo. Fue Jesucristo a quien los israelitas tentaron en el
desierto. Fue Jesucristo quien envió serpientes ardientes a los israelitas, cuando estos se quejaron contra Dios por la falta de
alimento. Veamos como el apóstol Pablo revela esta verdad de una manera sencilla, pero, a su vez, clara. Para esto usaremos la
Biblia de Jerusalén y explicaremos la razón de ello:
“Ni tentemos a Cristo, como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes.” (1 Corintios 10:9, Biblia
de Jerusalén)
La Biblia de Jerusalén muestra, claramente, que fue Cristo quien fue tentado por los israelitas, y que fue él quien envió las
serpientes ardientes. Pero, ¿por qué no hemos usado la Biblia Reina-Valera?
Porque, en este pasaje, la versión Reina-Valera no usa el término que está en el original griego (fuente de su traducción al
español). En lugar de usar “Cristo” (χριστόν = Christós), que es lo que aparece en el original, la Santa Biblia utiliza el término
“Señor”, que no aparece en ninguna parte, de este versículo, en el Textus Receptus de Erasmo, veamos:
μηδὲ ἐκπειράζωμεν τὸν χριστόν καθὼς καί τινες αὐτῶν ἐπείρασαν καὶ ὑπὸ τῶν ὄφεων ἀπώλοντο (1 Corintios 10:9, Textus-
Receptus, griego)
“Ni tentemos al Señor (?), como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes” (1 Corintios 10:9,
Reina-Valera 1960, español)
Cuando Pablo dice que Jesucristo fue la Roca que
acompañó a Israel, durante el Éxodo, se refiere a Jehová:
“Y Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube
para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de
fuego para alumbrarles, a fin de que anduviesen de día y de
noche. Nunca se apartó de delante del pueblo la columna de
nube de día, ni de noche la columna de fuego.” (Éxodo 13:21-22)
Y cuando Pablo aconseja que no tentemos a
Cristo, como algunos de los israelitas le tentaron,
y perecieron por las serpientes (1 Corintios 10:4),
se refiere a Jehová:
“Y habló el pueblo contra Dios y contra
Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto
para que muramos en este desierto? Pues no
hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio
de este pan tan liviano. Y Jehová envió entre
el pueblo serpientes ardientes, que mordían
al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel.”
(Números 21:5-6)
“Ni tentemos a Cristo, como también algunos
de ellos le tentaron, y perecieron por las
serpientes.” (1 Corintios 10:9, Biblia de
Jerusalén)
Por consiguiente, el gran Jehová del Antiguo
Testamento es el mismo Jesucristo. Él era la
roca cuya obra era perfecta:
“Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son justos; Es un Dios de verdad y no hay maldad
en él. Es justo y recto.” (Deuteronomio 32:4)
Como dijo Pablo, Cristo es la Roca espiritual de donde fluye el
alimento y la bebida espiritual:
“Y TODOS BEBIERON LA MISMA BEBIDA ESPIRITUAL;
PORQUE BEBÍAN DE LA ROCA ESPIRITUAL QUE LOS
SEGUÍA, Y LA ROCA ERA CRISTO.” (1 Corintios 10:1-4)
Eso es, precisamente, lo que Jesús le enseñó a la mujer
samaritana:
“Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta
agua, volverá a tener sed; MAS EL QUE BEBIERE DEL AGUA
QUE YO LE DARÉ, NO TENDRÁ SED JAMÁS; SINO QUE EL
AGUA QUE YO LE DARÉ SERÁ EN ÉL UNA FUENTE DE AGUA
QUE SALTE PARA VIDA ETERNA.” (Juan 4:13-14)
El alimento y la bebida espiritual, que emana de la roca espiritual,
es la palabra de Dios:
“Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná,
comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido,
para hacerte saber que NO SÓLO DE PAN VIVIRÁ EL
HOMBRE, MAS DE TODO LO QUE SALE DE LA BOCA DE
JEHOVÁ VIVIRÁ EL HOMBRE.” (Deuteronomio 8:3)
“Él respondió y dijo: Escrito está: NO SÓLO DE PAN VIVIRÁ EL
HOMBRE, SINO DE TODA PALABRA QUE SALE DE LA BOCA
DE DIOS.” (Mateo 4:4)
Recordemos las palabras de Jesús sobre el agua que él nos daría: “mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed
jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para VIDA ETERNA.” (Juan 4:13-14)
“Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién
iremos? TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA.” (Juan 6:68)
En el siguiente versículo, Pedro añade una frase bastante significativa:
“Y nosotros hemos creído y conocemos que TÚ ERES EL CRISTO, EL HIJO DEL DIOS VIVIENTE.” (Juan 6:69)
¿Recuerdan las palabras de Pedro y de Cristo en Mateo 16:16-18?:
“TÚ ERES EL CRISTO, EL HIJO DEL DIOS VIVIENTE. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de
Jonás, PORQUE NO TE LO REVELÓ CARNE NI SANGRE, SINO MI PADRE QUE ESTÁ EN LOS CIELOS. Y yo también te
digo, que tú eres Pedro, y SOBRE ESTA ROCA EDIFICARÉ MI IGLESIA; y las puertas del Hades no prevalecerán contra
ella.” (Mateo 16:16-18)
Pedro recibió su conocimiento por revelación. La revelación, la palabra que proviene de Dios, es la roca que impide que la iglesia
caiga. Desde la caída del hombre, toda revelación de Dios viene por medio del Hijo. De ahí su título de “Verbo” o “Palabra (Logos en
griego) de Dios”. En ese sentido, Jesucristo es también la roca, porque todo lo que Dios quiere dar a conocer al hombre, viene por
medio del Hijo. En el caso de Mateo 16:18, no obstante, Simón había recibido su revelación, directamente, de Dios el Padre. Por
consiguiente, cuando Cristo dice “Sobre esta Roca edificaré mi iglesia”, se refiere a la revelación de Dios a los hombres, en un
sentido general, ya sea que ésta venga por medio del Hijo, el gran mediador, o directamente del Padre (cuando da testimonio del
Hijo).
El hecho de que Pedro haya conocido, por revelación directa del Padre, que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios Viviente, no quiebra
el rol de mediador del Hijo, porque el “dar testimonio del Hijo” es algo que el Padre sí puede hacer. El Padre sí puede dar testimonio
del Hijo: “Y a Dios nadie le vio jamás, EXCEPTO QUE HAYA DADO TESTIMONIO DEL HIJO, pues si no es por medio de él,
nadie puede ser salvo.” (Juan 1:19, Traducción de José Smith)
El siguiente dibujo muestra la vía de la revelación:
La iglesia, que Cristo organizó, era dirigida por revelación de Jesucristo a sus apóstoles y profetas. Esta iglesia estaba edificada
sobre el fundamento de apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo:
“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,
EDIFICADOS SOBRE EL FUNDAMENTO DE LOS APÓSTOLES Y PROFETAS, SIENDO LA PRINCIPAL PIEDRA DEL
ÁNGULO JESUCRISTO MISMO, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el
Señor” (Efesios 2:19-21)
El concepto más antiguo de piedra angular, el que estaba vigente en la época de Jesús, era que se trataba de la primera piedra en
la construcción de una base de una cimentación de albañilería. Es decir, esta piedra se colocaba sobre el terreno y servía de guía
a las demás piedras del cimiento. Todas las otras piedras se establecían en referencia a esta piedra angular, lo que determina la
posición de toda la estructura.
Todos los demás miembros de la Iglesia son piedras vivas que deben edificarse como casa espiritual y sacerdocio santo.
Así lo enseñó el apóstol Pedro:
“Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa,
VOSOTROS TAMBIÉN, COMO PIEDRAS VIVAS, SED EDIFICADOS COMO CASA ESPIRITUAL Y SACERDOCIO
SANTO, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.” (1 Pedro 2:4-5)
Pedro (Petrus=piedra) era, de hecho, una piedra viva. El hecho mismo de haber podido recibir revelación directamente
del Padre, implica que era un instrumento de recepción de revelación, un vidente; como el Urim y Tumim. El apóstol era
una piedra tan importante, que era considerado como columna de la iglesia:
“y reconociendo la gracia que me había sido dada, JACOBO, CEFAS Y JUAN, QUE ERAN
CONSIDERADOS COMO COLUMNAS, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de
compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión.”
(Gálatas 2:9)
Pedro, Santiago y Juan ordenando a Matías, quien
reemplazó a Judas Iscariote, como nuevo apóstol.
Pedro, Santiago y Juan acompañando a Jesús
cuando la hija de Jairo volvió a la vida.
A Pedro se le confirieron las llaves del reino. Por tanto, se convirtió en el presidente de los doce apóstoles: “Y a ti te daré las llaves
del Reino de los Cielos. Y todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará
desatado en el cielo” (Mateo 16:19). Estas llaves son la autoridad de Jesucristo como Sumo sacerdote y Rey: “…Esto dice el Santo,
el Verdadero, EL QUE TIENE LA LLAVE DE DAVID, EL QUE ABRE Y NINGUNO CIERRA, Y CIERRA Y NINGUNO ABRE”
(Apocalipsis 3:7)
Es por ello que los profetas que tuvieron las llaves (o sea, la autoridad de Dios) siempre se dirigieron a Cristo para usar dichas llaves;
por ejemplo Elías: “Cuando llegó la hora de ofrecerse el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo: JEHOVÁ DIOS DE
ABRAHAM, DE ISAAC Y DE ISRAEL, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato
tuyo he hecho todas estas cosas. RESPÓNDEME, JEHOVÁ, RESPÓNDEME, para que conozca este pueblo que tú, oh Jehová,
eres el Dios, y que tú vuelves a ti el corazón de ellos. Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las
piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja.” (1 Reyes 18:36-38). Y Pedro: “Y orando, dijeron: TÚ, SEÑOR,
que conoces los corazones de todos, MUESTRA CUÁL DE ESTOS DOS HAS ESCOGIDO, para que tome la parte de este
ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar. Y les echaron suertes, y la suerte
cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles” (Hechos 1:24-26)
Pero ende, Jesucristo es el fundamento principal, y nadie puede poner otro:
“Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.” (1 Corintios 3:11)
“Y ahora bien, recordad, hijos míos, recordad que es sobre la roca de nuestro Redentor, el cual es Cristo, el Hijo de Dios,
donde debéis establecer vuestro fundamento, para que cuando el diablo lance sus impetuosos vientos, sí, sus dardos en el
torbellino, sí, cuando todo su granizo y furiosa tormenta os azoten, esto no tenga poder para arrastraros al abismo de miseria
y angustia sin fin, a causa de la roca sobre la cual estáis edificados, que es un fundamento seguro, un fundamento sobre el
cual, si los hombres edifican, no caerán.” (Helaman 5:12, Libro de Mormón)
Después de la muerte de los apóstoles, dejó de haber revelación, la iglesia de Jesucristo desapareció y sobrevino una apostasía.
CAPÍTULO III
LA APOSTASÍA
LA IGLESIA DE JESUCRISTO FUE INFILTRADA POR LA IGLESIA DEL DIABLO
“Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os
dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si
fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; PORQUE NO VENDRÁ
SIN QUE ANTES VENGA LA APOSTASÍA, Y SE MANIFIESTE EL HOMBRE DE PECADO, EL HIJO DE PERDICIÓN, EL CUAL
SE OPONE Y SE LEVANTA CONTRA TODO LO QUE SE LLAMA DIOS O ES OBJETO DE CULTO; TANTO QUE SE SIENTA EN
EL TEMPLO DE DIOS COMO DIOS, HACIÉNDOSE PASAR POR DIOS.” (2 Tesalonicenses 2:1-4)
Para la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es claro que, después de la muerte de los apóstoles, sobrevino una
apostasía. La iglesia que había organizado Jesucristo desapareció de la tierra, y en su lugar apareció una organización
completamente nueva. De hecho, una de las enseñanzas del Libro de Mormón es que, después de la muerte de los apóstoles, se
fundó una grande iglesia; una iglesia cuyo fundador era el diablo (1 Nefi 13:1-9, Libro de Mormón):
“Y aconteció que el ángel me habló, diciendo: ¡Mira! Y miré, y vi muchas naciones y reinos. Y me dijo el ángel: ¿Qué ves? Y
yo dije: Veo muchas naciones y reinos. Y me dijo él a mí: Estas son las naciones y los reinos de los gentiles. Y aconteció
que vi entre las naciones de los gentiles la formación de una grande iglesia. Y el ángel me dijo: He aquí la formación de una
iglesia que es la más abominable de todas las demás iglesias, que mata a los santos de Dios, sí, y los atormenta y los
oprime, y los unce con un yugo de hierro, y los reduce al cautiverio. Y aconteció que vi esta grande y abominable iglesia, y
vi que el diablo fue su fundador. Y vi también oro y plata y sedas y escarlatas y linos de fino tejido y toda especie de
vestiduras preciosas; y vi muchas rameras. Y el ángel me habló, diciendo: He aquí, el oro y la plata, las sedas y escarlatas,
y los linos de fino tejido, y los preciosos vestidos, y las rameras, son lo que desea esta grande y abominable iglesia. Y
también, por motivo de las alabanzas del mundo, destruyen a los santos de Dios y los reducen al cautiverio.” (1 Nefi 13:1-9)
LA IGLESIA DE CRISTO DESAPARECIÓ DESPUÉS DE LA MUERTE DE LOS APÓSTOLES
La iglesia que Cristo organizó, estaba edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del
ángulo Jesucristo mismo: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros
de la familia de Dios, EDIFICADOS SOBRE EL FUNDAMENTO DE LOS APÓSTOLES Y PROFETAS, SIENDO LA
PRINCIPAL PIEDRA DEL ÁNGULO JESUCRISTO MISMO, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para
ser un templo santo en el Señor” (Efesios 2:19-21)
Luego de la muerte de los apóstoles, se colocaron “otros” fundamentos en la iglesia,
completamente diferentes de los que había colocado Jesucristo. En lugar de apóstoles, y
profetas, apareció el Sumo Pontífice. Sumo Pontifice (Pontifex Maximus en latín) era el título que
se otorgaba en la Antigua Roma al sumo sacerdote del colegio de pontífices (collegium
pontificum) y era el cargo más importante en la antigua religión romana.
Izquierda: miniatura del siglo XIII
que representa al Papa Inocencio VI
en el Concilio de Lyon. Derecha:
sepulcro de Inocencio VI con la
inscripción “Pont-Max” (Pontifex
Maximus).
Inocencio IV se convirtió en Papa en
1243. Durante su pontificado se quemó
en la hoguera a más de 200 cátaros en
un solo día (el 16 de marzo de 1244).
En 1252, Inocencio autorizó en la bula
Ad extirpanda el uso de la tortura para
obtener la confesión de los herejes.
LA INQUISICIÓN
Un ejemplo claro de que, efectivamente, la iglesia había sido infiltrada
por una secta de adoradores del diablo, después de la muerte de los
apóstoles, es la inquisición. El dibujo de la derecha representa la
ejecución de Juana de Arco, quien fue quemada viva luego de ser
condenada por el obispo católico Pierre Cauchon.
El caso de Juana de Arco es ilustrativo: Durante tres meses se la
sometió a interrogatorios sumamente estresantes que afectaron su
salud mental. Con sólo 19 años de edad, fue encadenada y
encerrada en una celda. Después de casi tres meses se la amenazó
con quemarla viva. Aterrada por el miedo de ser quemada viva, negó
todas sus visiones (abjuró), y creyó que se había salvado. Lo que
paso después nos ayuda a comprender lo profundamente maligna
que era la inquisición: La devolvieron a su celda, donde fue abusada,
se la despojó de su ropa y sólo se le dejó ropas de hombre con las
cuales (al no tener otra alternativa) se vistió.
El estar vestida así era considerado, por la iglesia católica de aquel entonces, como un pecado
grave. Para cuando llegó Couchón, a solicitar su “arrepentimiento”, Juana ya se había dado cuenta
que todo estaba preparado, que no se salvaría de la hoguera, y que si se volvía a arrepentir sólo
prolongaría su sufrimiento. Por lo que ya no se “arrepintió”, y la quemaron viva.
Luego los soldados desparramaron las brasas para exponer su cuerpo carbonizado y que así nadie afirmara que
había escapado con vida. Después quemaron sus restos dos veces más para reducirlos a cenizas, tras lo cual
arrojaron sus restos al río Sena.
La antropóloga Margaret Murray, en su libro The Witch-Cult in Western Europe, concluye que la muerte de Juana de
Arco, en la hoguera, fue en realidad un sacrificio humano encubierto: “Las cenizas fueron recogidas y esparcidas
en el agua: un rito habitual en 'las religiones de la cultura primitiva, después del sacrificio del Dios Encarnado.
Vale la pena tener en cuenta, además, que Ruan era una de las ciudades francesas en las que existía todavía
una tradición vigente de sacrificio humano” (Apéndice IV, The Witch-Cult in Western Europe, página 175)
En este punto, resulta clave la reflexión que hace Margaret Murray, respecto del poder que llevó a Juana de Arco a
lograr sus hazañas y a morir en la hoguera: “El caso de Juana es de fácil estudio, porque los documentos son
accesibles. Anatole France advirtió que detrás de Juana alentaba un poder invisible, al que Carlos VII temía, y
del cual acepto ayuda muy en contra de su voluntad. France ve en este poder a un partido dentro de la Iglesia,
y opinaba que ésta estaba dividida internamente. (Apéndice IV, The Witch-Cult in Western Europe, página 172)
Este “poder invisible”, que se había infiltrado en el liderazgo principal de la iglesia en el medioevo, era una “secta” de
adoradores del diablo. Esta secta, eventualmente, consiguió apoderarse de trono papal por muchos siglos,
cumpliendo así la profecía de Pablo: “Porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el
hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es
objeto de culto; TANTO QUE SE SIENTA EN EL TEMPLO DE DIOS COMO DIOS, HACIÉNDOSE PASAR POR
DIOS.” (2 Tesalonicenses 2:1-4)
La mayor cantidad de personas quemadas vivas en la hoguera, en un solo día, por la inquisición, se produjo el 16 de
marzo de 1244. Ese día, más de doscientos cátaros fueron quemados vivos en una enorme hoguera en el prat dels
cremats (prado de los quemados) al pie del castillo de Montsegur, Francia.
La segunda mayor quema de personas en un solo día, se produjo el 22 de diciembre de 1504, en
donde 107 personas fueron quemadas vivas por el inquisidor, y teólogo católico, Diego Rodríguez
de Lucero.
El inquisidor y teólogo católico Diego
Rodríguez de Lucero protagonizó, en
1504, en Córdoba, el mayor auto de fe
jamás celebrado en España, con el
resultado de 107 personas quemadas
vivas en la hoguera, EN UN SOLO DÍA.
La inquisición, o “santo oficio”, desapareció
definitivamente en 1965, año en que se
convierte en la Congregación para la
Doctrina de la Fe (había durado más de 700
años).
ESTEBAN VI
Otro ejemplo de que la iglesia del diablo se había infiltrado en el
papado de la iglesia católica, durante la edad media, es el pontificado
del papa Esteban VI (896-897).
El papa Esteban VI, sucesor de Bonifacio VI (quien había muerto al
poco de ser elegido papa), ordenó, nueve meses después de la
muerte del papa Formoso, exhumar su cadáver y someterlo a juicio
en un concilio que reunió para tal fin. En dicho concilio (conocido como
el sínodo del terror), celebrado bajo la presidencia del mismo papa
Esteban VI, se colocó el cadáver de Formoso en un trono para que
escuchara las acusaciones. Encontrado culpable, se despojó al
cadáver de sus vestiduras, le arrancaron tres dedos de la mano y sus
restos fueron depositados en un lugar secreto. Más tarde, los restos
fueron depositados en el Vaticano, donde yacen hasta el día de hoy.
Existe un ejemplo, análogo al sínodo del terror, en la época actual, que
resulta muy ilustrativo. Este evento se produjo durante el gobierno de
François Duvalier (Papa Doc) en Haití, exactamente el 28 de agosto
de 1964. Ese día, el dictador Haitiano expuso durante 24 horas el
cadáver de uno de sus enemigos políticos en el aeropuerto de Puerto
Príncipe.
Ahora bien, Duvalier no era un devoto cristiano, sino practicante de la
brujería Vudú. ¿Puede percibir usted, amigo lector, las implicaciones
de esta analogía?
CAPÍTULO 4: LAS INDULGENCIAS Y EL PAPA LEON X
Otro ejemplo más, de que la iglesia del diablo se había infiltrado en el papado de la iglesia católica, durante la edad media, es
el pontificado del papa León X (1475 - 1521) y su relación con la venta de indulgencias en los tiempos de Martín Lutero.
Las indulgencias, en la época de Lutero, tienen su origen en la necesidad de fondos del papa León X para hacer frente a los
costos de la construcción de la basílica de San Pedro.
El papa León X autorizó al arzobispo Alberto de Maguncia para realizar la venta de indulgencias. Éste último comisionó al fraile
dominico Johann Tetzel para vender unos certificados que perdonaban “tvtti li peccati” (todos los pecados). Estos certificados
recibieron el nombre de indulgencias. Esta es la razón por la que Martín Lutero inició su revolución que culminó en el cisma
definitivo entre católicos y protestantes en 1517.
Tres años después, en 1520, León X (el papa de las indulgencias) ordenó el
arresto de Gian Paolo Baglioni, señor de Perugia. Baglioni fue encarcelado por
la Guardia Pontificia en el Castillo de Sant'Angelo, donde fue torturado y
decapitado. Con este asesinato, León X logró apoderarse de la ciudad de
Perugia y sus territorios adyacentes.
Gian Paolo Baglioni, señor de Perugia, fue
encarcelado, torturado y decapitado por orden del
papa León X.
ALEJANDRO VI
Moneda acuñada con el perfil del papa Alejandro VI, Rodrigo Borgia,
y su título “Pontifex Maximus” (“Sumo Pontífice”). Ese era el título
que se otorgaba en la Antigua Roma al sumo sacerdote del colegio
de pontífices (collegium pontificum) y era el cargo más importante
en la antigua religión romana.
Basta conocer la historia del Papa Alejandro VI, Rodrigo Borgia, para darse cuenta que la iglesia que había organizado
Jesucristo ya no estaba sobre la tierra. Alejandro VI usaba arsénico, mezclado con otras sustancias, para producir la muerte de
sus opositores, en 24 horas, tras terribles sufrimientos.
En la actualidad se ha tratado de maquillar la verdad histórica de Alejandro VI. Los revisionistas papales afirman que todo lo
malo que se dice de Rodrigo Borgia (el papa Alejandro VI) fue inventado por sus enemigos protestantes y judíos. Esto no es
verdad, pues, quienes redactaron los mayores excesos, cometidos por Alejandro, fueron hombres de su mayor confianza.
Por ejemplo, el evento conocido como “el Banquete de las Castañas” (el mayor rito de fertilidad llevado a cabo en el mismísimo
vaticano) fue registrado con todo detalle por el secretario apostólico y maestro de ceremonias Johannes Burchard en el Liber
Notarum.
En el libro “A World Lit only by Fire”, el escritor William R. Manchester (quien obtuvo la Medalla Nacional de Humanidades en
2001) informa que el Banquete de las Castañas se llevó a cabo la noche del 31 de octubre de 1501, tal como lo informa
Wikipedia en inglés bajo la entrada “Banquet of Chestnuts” (y no el 30 de octubre como dice Wikipedia en español). O sea, ese
“banquete” se llevó a cabo en Halloween. En otras palabras, fue un rito de fertilidad propio de la brujería medieval.
Otro ejemplo lo constituye la acusación de incesto con su hija Lucrecia. Esa acusación no sale de la boca de ningún protestante
sino del cardenal Ascanio Sforza, quien había sido nombrado por el papa Sixto IV, y se había hecho famoso por su habilidad
diplomática y por su rol fundamental en el cónclave de 1492, donde salió electo el mismo Alejandro VI.
PAPA JUAN XII (JOHN XII)
Veamos ahora el caso del pontificado del Papa Juan XII.
El Papa Juan XII estaba completamente corrompido. Su residencia
pontificia de Letrán se llenó de mujeres, eunucos y esclavos y se
convirtió en escenario de excesos y de orgías. Veamos lo que dice
la misma enciclopedia católica sobre este Papa:
“Después de la muerte del pontífice reinante, Agapito II,
Octavio, entonces de diez y ocho años, fue efectivamente
escogido como su sucesor el 16 de diciembre de 955, y adoptó
el nombre de Juan. La autoridad temporal y espiritual en Roma
fue así de nuevo unificada en una sola persona – un hombre
inmoral, ordinario, cuya vida fue tal que del palacio Lateranense
se hablaba como de un burdel, y la corrupción moral en Roma
llegó a ser objeto de repudio general. Guerra y persecución
agradaban más a este papa que el gobierno eclesiástico.”
(véase
https://web.archive.org/web/20090505165533/http://ec.aciprensa.co
m/j/juan12papa.htm Enciclopedia Católica - Artículo sobre Papa
Juan XII].
En el 960 d.C., ante la amenaza que representaba Berengario de lvrea, el papa Juan XII llamó en su socorro al
rey alemán Otón el Grande. Otón venció a Berengario y entró triunfante en Roma. El 2 de febrero del 962, con su
esposa, Adelaida, recibió la corona imperial.
Juan Xll juró a Otón todo lo que éste quiso, pero el juramento duró sólo el tiempo que Otón permaneció en
Roma. Tan pronto como el séquito imperial abandonó la Urbe, el papa expidió cartas a los bizantinos, a los
húngaros y a los príncipes italianos proponiéndoles alianzas contra el flamante emperador. Estos mensajes
fueron interceptados y llevados a Otón, quien se dirigió de nuevo a la Ciudad Eterna.
Naturalmente, Juan XII no esperó a que llegara: se dio a la fuga llevando consigo el tesoro de la Iglesia. Otón
hizo entonces jurar a los romanos que no elegirían papa sin su autorización y, el 4 de diciembre del año 963,
pronunció la deposición de Juan XII, nombrando en aquel mismo día a su sucesor; León Vlll.
Considerando que ya había puesto las cosas en orden, Otón regresó a Alemania. Pero el papa depuesto sólo
esperaba ese momento para reaparecer en Roma. Efectivamente, en febrero del 964 Juan XII entró en Roma.
León Vlll logró escapar por muy poco. A los que no tuvieron esa suerte les sacaron los ojos, les cortaron las
manos, les arrancaron las orejas o les cortaron la nariz. La venganza del papa depuesto fue espantosa.
Avisado Otón, se apresuró a ir, una vez más, a Roma. Más no tuvo ocasión de castigar personalmente al
culpable. Juan XII murió de apoplejía en pleno acto sexual el 14 de mayo de 964.
JOHANNES ANGLICUS, LA PAPISA JUANA
a siguiente es la cubierta del libro “Pope Joan - The covered-up
pontificate of a woman” (“Papisa Juana – El pontificado
encubierto de una mujer”) publicado en 2021 por el arqueólogo
australiano Michael Habicht de la Flinders University (Universidad
de Flinders) en Adelaide, Australia.
En este libro, Michael Habitch prueba, de manera irrebatible, la
existencia de una mujer Papa (Johannes Anglicus) en el siglo IX,
que murió dando a luz en plena procesión. Michael Habitch,
quien comienza su libro con mucha diplomacia, finalmente
demuestra, con evidencia irrefutable, que la papisa Juana
asumió el pontificado desde el 856 d.C. hasta el 858 d.C. No sólo
eso, sino que pone al descubierto una serie de manipulaciones
de documentos (incluyendo el Liber Pontificalis) para colocar a
Benedicto III, como Papa, entre los años 855 d.C. y 858 d.C.,
cuando en realidad había sido Sumo Pontífice desde el 853 d.C
hasta 856 d.C.
Michael Habitch demuestra que la Papisa Juana fue, de hecho, el diacono de Benedicto III. Este diacono era, en realidad,
una mujer, y fue amante de Benedicto III hasta el día de su muerte. Johannes Anglicus (la Papisa Juana) asumió el
pontificado en 586 d.C.
Una de las ciencias que usa Michael Habicht, que prueban que la Papisa fue un personaje real, es la numismática (ciencia
que estudia las monedas, los billetes y las medallas).
La siguiente moneda, descubierta por Habitch, contiene
el monograma del nombre de la papisa Juana (el dibujo
le pertenece al mismo Michael Habitch):
Dejemos que Habitch mismo nos explique. Para ello
reproduciremos dos párrafos de su libro:
“En el siglo IX la acuñación de los papas se combinaba
principalmente con la acuñación del Imperio Francés
que combinaba el monograma papal y la inscripción
SCS PETRVS (San Petrus) con el reverso del emperador
gobernante (es decir, con el nombre del emperador y su
monograma o el monograma de Roma). Esto nos
permite fechar las monedas utilizando las fechas de
reinado registradas.”
“Es un denier (denario francés) que muestra en el
adverso el Monograma IoHANIs (con S sobre la
ligadura), y la inscripción habitual + SCS PETRVS:
El reverso da el monograma ROMA en el centro y, rodeando el
monograma, la inscripción: LVDOWICVS IMP (se refiere al
emperador Luis II): El diseño de la letra y el estilo general de la
moneda son similares a los de León IV y Benedicto III. La
naturaleza tridimensional del monograma papal es especial y
diferente de los demás. Se diferencia claramente de las monedas
firmemente atribuidas al Papa Johannes VIII y, por lo tanto, debe
colocarse antes de Nicolás I.”
Veamos ahora las monedas de la papisa Juana, y de los papas que la
precedieron y la sucedieron:
Benedicto III, desde 853 d.C
hasta 856 d.C. Nota: es imposible
que Benedicto III asumiera el papado
el 29 de setiembre de 855 porque hay
monedas de él junto con el emperador
Lotario, quien murió el 28 de setiembre
de 855.
Juana (Johannes Anglicus o
Juan el Inglés) desde 856 d.C.
hasta 858 d.C.
Nicolás I, desde 858 d.C hasta
867 d.C.
Ahora veremos la moneda de Juan VIII. El reverso de esta moneda no
contiene la palabra “Roma”, ni el nombre del emperador. En lugar de ello
aparece la imagen de San Pedro con la inscripción SCS PETRVS. Y en el
adverso aparece el monograma papal rodeado por el nombre del
emperador.
Juan VIII, desde 872 d.C a 882
d.C.
Finalmente, el monograma de la papisa Juana “IoHANIs” comienza a escribirse, correctamente, partiendo de la “I”
del lado derecho (por eso la “o” va abajo). En cambio, el de Juan VIII parte, incorrectamente, en la “I” del lado
izquierdo (por eso la “o” va arriba).
Esto implica que el monograma de la papisa Juana es el precursor (el que se fabricó primero), pues, no contiene
errores de deletreo, y está mejor trabajado en detalles de relieve. Es evidente que el acuñador de Juan VIII no sólo
no participó en la confección de la moneda de la papisa Juana, sino que, además, interpretó mal el monograma
cuando lo copió para la moneda de Juan VIII.
Esto explicaría la afirmación hecha por Botho Conrad, en su obra Crónica Picturatum (1489 d.C.), sobre que Luis II
fue coronado, como emperador por el Papa Juan en 856 d.C. Algo que hasta ahora se consideraba absurdo, pues,
se asumía que Botho se refería a Juan VIII, quien fue Papa más de una década después del coronamiento de Luis
II (véase las siguientes fuentes: Botho Conrad. 1489. Chronicon Brunsvicensium Picturatum Diaclecto Saxonica
Conscriptum [p. 299]. Edited by Gottfried Wilhelm Leibniz. 1711th ed. http://digital.ub.uni-
duesseldorf.de/ihd/content/pageview/3258958 )
El papa Juan, a quien Botho Conrad se refería, era a la papisa Juana (el diacono travestido de Benedicto III) quien
asumió el pontificado en 856 d.C.
MÁS EVIDENCIAS DE LA EXISTENCIA DE LA PAPISA JUANA
Es importante notar que uno de los documentos más antiguos, que menciona a la papisa Juana como un
personaje real, es el Chronicon Pontificum et Imperatorum (Crónica de los Pontífices y Emperadores),
escrito por el Arzobispo católico Martin de Opava, quien fuera confesor del Papa Alejandro IV y sus sucesores,
Urbano IV, Clemente IV, Gregorio X, Inocencio V, Adriano V y Juan XXI. Esto es lo que él escribió sobre la Papisa
Juana:
“Juan Anglicus, nacido en Maguncia, fue Papa durante dos años, siete meses y cuatro días y murió en
Roma, tras lo cual quedó una vacante en el papado de un mes. Se afirma que este Juan era una mujer, que
siendo niña había sido conducida a Atenas vestida de hombre por cierto amante suyo. Allí llegó a dominar
una diversidad de ramas del conocimiento, hasta que no tuvo igual, y, luego, en Roma, enseñó artes
liberales y tuvo grandes maestros entre sus estudiantes y audiencia. En la ciudad surgió una alta opinión
de su vida y su saber; y fue elegida Papa. Mientras era Papa, sin embargo, quedó embarazada de su
compañero. Por ignorancia del momento exacto en el que se esperaba el nacimiento, dio a luz a un niño
mientras estaba en procesión desde San Pedro hasta Letrán, en una calle que alguna vez se llamó Vía
Sacra (el camino sagrado) pero que ahora se conoce como la "calle evitada". entre el Coliseo y la iglesia
de San Clemente. Tras su muerte, se dice que fue enterrada en ese mismo lugar. El Señor Papa siempre se
desvía de la calle, y muchos creen que esto se hace por aborrecimiento del evento. Tampoco está incluida
en la lista de los Santos Pontífices, tanto por su sexo femenino como por la complejidad del asunto.”
Esto no lo escribió ningún protestante o enemigo de la Iglesia Católica. Esto fue escrito por el confesor de siete
papas. De hecho, el arzobispo Martin de Opava murió en 1278, más de 200 años antes del nacimiento de Martín
Lutero.
Las fuentes más antiguas, relacionadas con la existencia de la papisa Juana, fueron encontradas por el
profesor protestante (calvinista) de filosofía y teología Friedrich Spanheim (1632-1701). Spanheim vino de
Ginebra y enseñó en Leiden (Holanda), donde recogió unas 500 referencias y las publicó en su libro "De
Papa foemina inter Leonem IV et Benedictum III, Disquisitio Historica" en 1691 (Spanheim 1691).
Hasta 1736, se publicaron tres traducciones al francés bajo el título "Historie de la Papesse Jeanne"
(Spanheim 1736).
Spanheim encontró la primera evidencia de Juana en las obras de Anastasio Bibliothecarius, quien trabajó
como bibliotecario del Vaticano bajo el papa Adriano II. Michael Habicht comenta lo siguiente respecto de
Anastasio: “Una de sus tareas era mantener actualizado el libro oficial de crónicas de los Papas
(Liber Pontificalis) e introducir información relevante del papa actual. Anastasio tuvo la oportunidad
perfecta de suprimir toda la información sobre la papisa, al menos en los documentos oficiales del
Vaticano (Stanford 2009, 32-33). Por lo tanto, se puede entender que Johanna está ausente en gran
parte de los documentos de la iglesia y se ha conservado principalmente en la tradición oral, textos
no oficiales y pasajes y cartas pasados por alto (Stanford 2009, 33). Spanheim se refirió a un
documento en el que Anastasio fue comisionado para borrar el pontificado de Juana de la tradición
(Stanford 2009, 34). Esto fue posible porque la iglesia y los monasterios tenían un monopolio casi
completo de los libros hasta el año 1200 d.C. aproximadamente. Sólo después del año 1200 d.C. los
escritores en las ciudades comenzaron a producir libros para no clérigos ricos. La primera evidencia
de Johanna parece indicar, por tanto, un encubrimiento consciente de su pontificado entre León IV y
Nicolás I a mediados del siglo IX.” (“Papisa Juana – El pontificado encubierto de una mujer”, por Michael
Habicht, página 22)
MÁS EVIDENCIAS SOBRE LA EXISTENCIA DE LA PAPISA JUANA
Se plantea la cuestión de si se han conservado los acontecimientos históricos del presunto pontificado de la Papisa
Juana (Gössmann 1994, 251-253). Porque se argumenta que ni un solo privilegio eclesiástico ha sobrevivido de la
Papisa, ni una carta de ella, ni una carta de un rey o emperador a Roma se sabe que fue dirigida a Johnannes Anglicus.
Sobre esto Michael Habicht dice los siguiente: “Morris puede probar en su estudio que éste no es el caso: Los
Siglos de Magdeburgo, una crónica protestante, antipapalista, afirmaba que Æthelwulf, el Rey de Wessex (Un
Reino en el Sur de Inglaterra y Cornualles) coincide con el papado de la papisa (Flacius et al. 1559, Cent. IX, X,
columna 500-502; Gössmann 1994, 251; Kerner y Hebers 2010, 121, placa 43-44) El monarca reinó alrededor de
839 a 858 d.C.” (“Papisa Juana – El pontificado encubierto de una mujer”, por Michael Habicht, página 23)
Michael Habitch añade que el rey Æthelwulf hizo generosas donaciones a la Papisa, y además, explica la transición de
Benedicto III a Johannes Anglicus (la Papisa) en el 856 d.C: “Æthelwulf hizo generosas donaciones a la Papisa y
también viajó a Roma. La visita puede limitarse con seguridad al año 856 debido a los textos fuente (Morris
1985, 25). Morris especuló que fue el Papa Benedicto III y su preferido, el Diácono Juan (alias Juana), quien debe
haber recibido al Rey Æthelwulf en Roma, según el Liber Pontificalis (Morris 1985, 26-27). Morris asume que
Benedicto III había sido Papa desde el año 854, la visita habría tenido lugar en su segundo y último año. Por lo
tanto, se especula con buenos argumentos que Æthelwulf pudo haber sido testigo de la muerte de Benedicto III
y haber visto la toma de posesión de su sucesor Johannes Anglicus antes de partir a Francia, donde casó a su
hija Judith con el Rey Carlos el Calvo de Franconia Occidental. Este matrimonio tuvo lugar el 1 de octubre de
856 d.C. (Morris 1985, 27). Los Magdeburger Zenturien, por otra parte, también afirman que Johannes Anglicus
recibió a Æthelwulf. El cambio de cargo de Benedicto III a Johannes Anglicus puede, por tanto, limitarse a la
primavera o al verano 856.” (“Papisa Juana – El pontificado encubierto de una mujer”, por Michael Habicht, página 23)
LA ESCULTURA DE BERNINI
El escultor italiano Lorenzo Bernini
colocó, en la basílica de San Pedro,
ocho esculturas que representan el
rostro de la papisa en las diferentes
etapas de su parto. La última de
estas ocho esculturas representa al
bebe recién nacido:
A continuación
presentamos las
esculturas completas de
dos de estos rostros.
Nótese la tiara papal
sobre la cabeza de la
mujer, las llaves de San
Pedro, y el rostro del
diablo en la base de la
escultura:
EL BUSTO EN LA CATEDRAL DE SIENA
En el siglo XVII, el cardenal Baronious (Baronio, Cesare,
Cardenal, 1538-1607), bibliotecario del Vaticano, escribió
que uno de los 170 bustos de terracota, esculpidos dentro
de la catedral de Siena, era de la Papisa Juana, y que había
permanecido allí por cerca de 200 años.
En la base del busto se había grabado la inscripción
“Johanna Papa Femina”. Baronious también señala que,
durante el renacimiento, el papa Clemente VIII ordenó que el
busto fuera transformado en el Papa Zacarías. El busto se
puede ver hasta el día de hoy en la catedral de Siena:
Este “arreglo”, o “maquillaje”, se hizo, básicamente, por el temor al protestantismo triunfante, de Martín Lutero, de
aquellos años.
Para conocer mayores detalles sobre este busto, puede acudir a la siguiente fuente: The She-Pope: a quest for the
truth behind the mystery of Pope Joan, escrita por Peter Stanford (1999).
Incluso la misma enciclopedia católica (que niega hasta el paroxismo la existencia de la Papisa Juana) no tuvo más
remedio que aceptar que, por más de 200 años, hubo un busto, en la catedral de Siena, que representaba a la
Papisa Juana, de cuya existencia nadie dudaba en aquel entonces, veamos:
“Aceptación Crédula: En los siglos XIV y XV ya se contaba a esta papisa como personaje histórico, de cuya
existencia nadie dudaba. Ella tenía su lugar entre los bustos tallados que se encontraban en la catedral de
Siena. Bajo Clemente VIII, y a petición suya, se transformó su busto en el del Papa Zacarías.” (Papisa Juana,
Enciclopedia Católica)
LA CALLE DE LA PAPISA Y LA ESTATUA DESTRUIDA
La suplantación de Juana obligó a la Iglesia a evitar en lo sucesivo pasar por la iglesia de San Clemente, lugar del parto, en el
trayecto del Vaticano a Letrán.
En 1486 John Burchard, obispo de Estrasburgo y Maestro papal de Ceremonias bajo el Papa Inocencio VIII (1503-13), Alejandro
VI (1492-1503), Pío III (1503) y Julio II (1503-13), organizó una procesión para Inocencio VI que rompió con la tradición de evitar
la ruta directa. En su Líber Notarum registra la dura crítica a la que se hizo acreedor como resultado de su decisión:
«En su ida, así como en su regreso, él (el Papa) vino por la ruta del Coliseo, y por aquella calle recta donde LA ESTATUA
DEL PAPA MUJER (IMAGO PAPISSAE) está localizada en recuerdo, se dice, por haber dado allí a luz a un niño el Papa
Juan VII (u VIII). Por esta razón muchos dicen que a los Papas no se les permite pasar a caballo por allí. Por lo tanto, el
señor arzobispo de Florencia, el obispo de Massano, y Hugo de Bencii, el subdiácono apostólico, me enviaron una
reprimenda» (Líber Notarum, John Burchard; RISS, XXXII pt. 1, vol. I, p.176).
La estatua de la Papisa (imago papissae) que aquí menciona Burchard en el año 1486, también fue vista por Martín Lutero
cuando visitó Roma a finales de 1510. Lutero hizo un comentario acerca de la estatua, expresando su sorpresa de que los papas
permitiesen que un objeto tan embarazoso permaneciera en un lugar público. La estatua que Lutero vio era la de una mujer con
vestiduras papales, sosteniendo un niño y un cetro (Véase la obra La Légende de la Papesse Jeanne, Eugene Müntz, 1900,
p.333).
En cuanto a la misteriosa desaparición de la estatua de la Papisa, existe el testimonio de Elias Hasenmuller quien en la última
década del siglo XVI fue informado de que la estatua había sido arrojada al río Tíber por Pío V (1566-72). Según lo registra el
mismo Hasenmuller en su obra Historia lesuitici Ordinis (1593, p.315). Esto explica también por qué el famoso Cardenal jesuita
Roberto Belarmino (1542-1621), quien intervino como miembro del Santo Oficio en el juicio contra Galileo, cuando hace
referencia a la estatua en su obra De Summo Pontífice en 1577, siempre se refiere a ella en tiempo pasado, con la clara
implicación que la estatua en ese entonces ya no existía.
Vicus Papissae: La Calle de la papisa. Este es
el lugar en el que la Papisa Juana dio a luz un
bebé, en plena procesión. Aquí murió Johannes
Anglicus, pero el estremecedor recuerdo, de lo
acontecido en esta calle, ha perdurado a través
de los siglos
La estatua, que se encontraba dentro del
santuario enrejado, fue reemplazada por una
imagen de la Virgen María y el niño Jesús; una
especie de sincretismo.
Sobre la ermita (o santuario enrejado) de la Papisa, Michael Habicht dice lo siguiente: “La
ermita de la Papisa Juana se encuentra en la carretera que une San Giovanni in
Laterano con la Via dei Santi Quatro, donde la carretera sube con mucha pendiente. El
santuario no es mucho más grande que un cuartel de guardia, ha sido repintado
recientemente y ya no se ve tan deteriorado como se ve en los libros de Morris y
Stanford (Morris 1985, fig. Placa VII; Stanford 2009, fig. 9 y 10). La pintura descolorida en
el santuario enrejado indudablemente representa a la Virgen María con el Niño Jesús y
no a la papa. Sin embargo, el lugar es considerado el "Santuario de la Papisa", y a
diferencia de muchos otros santuarios de la ciudad de Roma, las flores, las minúsculas
y otras cosas se ponen repetidamente en los bares. La historia que Peter Stanford
cuenta en su libro sobre la Papisa es correcta, el lugar goza de una veneración secreta
(Stanford 2009, 9-12)” (“Papisa Juana – El pontificado encubierto de una mujer”, por Michael
Habicht, página 6)
LA ESTATUA VIVIENTE
La siguiente estatua se encuentra en el Vaticano, en el atrio,
en lo alto, a la derecha. Se dan explicaciones opuestas para
la estatua: Ya sea un Papa de la temprana edad media sin
nombre o la representación alegórica de "la Iglesia". Fue
realizada en 1720, por Giuseppe Frascari. Esta estatua, sin
embargo, no representa a la iglesia sino a la papisa Juana.
Veamos la razón de esto: En apocalipsis 12:1 se describe a
la iglesia de la siguiente forma:
“Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida
del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su
cabeza una corona de doce estrellas.” (apocalipsis 12:1)
Ahora comparemos la estatua con un cuadro que representa
a la Iglesia descrita en apocalipsis 12, y con la imagen de la
Papisa del tarot de Marsella. Veremos que la estatua no
reúne los elementos relacionados con la personificación de
la iglesia descrita en el apocalipsis, pero sí reúne todas las
características que el Tarot de Marsella le adjudica a la
Papisa (Papa Mujer):
Respecto de la erudición y el gran conocimiento de la papisa Juana, razón por la cual se usa el libro como un símbolo
de ella, recordemos las palabras de Martín de Opava:
“Se afirma que este Juan era una mujer, que siendo niña había sido conducida a Atenas vestida de hombre por
cierto amante suyo. Allí llegó a dominar una diversidad de ramas del conocimiento, hasta que no tuvo igual, y,
luego, en Roma, enseñó artes liberales y tuvo grandes maestros entre sus estudiantes y audiencia. En la ciudad
surgió una alta opinión de su vida y su saber; y fue elegida Papa.” (Chronicon Pontificum et Imperatorum [Crónica de
los Pontífices y Emperadores])
La estatua lleva un libro
abierto, al igual que la
carta de la Papisa del
tarot de Marsella.
Además, lleva puesta en
la cabeza una tiara Papal
Regnum de la Edad
Media Alta (época del
pontificado de Juana), y
lleva en las manos las
llaves del apóstol Pedro
(símbolo Papal).
Finalmente va vestida
con una túnica de
obispo, y no hay ninguna
luna debajo de sus pies.
Papa Leon VIII
(963–964) con
la tiara papal
Regnum de la
Edad Media
Alta (476 - 1000
d.C.)
LA SILLA
Geoffroy de Courlon, monje de St.-Pierre-le-Vif de Sens, en el siglo XIII, informó que los romanos tenían la costumbre de
comprobar el sexo masculino del papa con una silla especial con un agujero (véase las obras de Kerner y Hebers 2010, 29;
Spanheim 1725; Stanford 2009).
“Esta declaración oficial de los expertos eclesiásticos (de que sólo por “torpeza”, el papa recién elegido se sentaba
sobre un inodoro en un acto público) es difícil de aceptar en esta etapa, al menos para el lector de hoy,
especialmente porque también hay representaciones correspondientes de cómo se probaba y proclamaba el sexo
del Papa: "habet" (tiene [genitales masculinos]) (Kerner y Hebers 2010, 30, Fig. 12). ” (“Papisa Juana – El pontificado
encubierto de una mujer”, página 11)
Los revisionistas papales dicen que fue un malentendido de
la gente sencilla, quienes malinterpretaron una ceremonia de
elevación papal que comenzó a realizarse desde el Papa
Pascual II en 1099: “El papa recién elegido tenía que tomar
asiento en dos sillones calados que estaban frente al oratorio
del Palacio de Letrán. Sentarse tenía el significado de tomar
posesión. El hecho de que no usara tronos normales, sino
asientos de inodoro antiguos, fue quizás por simple torpeza.
Sin embargo, puesto que la gente entendía que el hecho
mismo de sentarse en un inodoro (en un acto público) era
extraño y desconocido, la gente sencilla inventó su propia
explicación. Según la interpretación del pueblo, se decía que
el sexo del Papa había sido puesto a prueba a través de la
apertura” ("Papst-Fabeln des Mittelaltes“, Von Döllinger
[1863 y reimpresa en 1890].
Respecto de esto Michael Habicht dice lo siguiente:
Michael Habicht continúa reflexionando y dice: “Si los Papas no hubieran usado tales asientos de inodoro con un agujero, tal
vez la teoría nunca hubiera surgido - ¿o era, en realidad, un ritual desarrollado sólo para probar el verdadero sexo
biológico del papa y para evitar cualquier otro caso de un papa femenino? Ahora, que (presuntamente) se tenga que
probar el sexo masculino de un nuevo papa, esto implica que el riesgo de tener un papa femenino era una preocupación
real” (“Papisa Juana – El pontificado encubierto de una mujer”, página 11)
El clérigo y escritor católico Félix Hemmerlin escribió, en 1440, un texto muy positivo sobre la Papisa Juana (Hemmerlin 1440,
Cap. 27; Reber 1846, 241; Gössmann 1994, 79, Nota 17). Después de alabar su reinado, Hemmerlin cuenta también la historia de
la silla papal (sedia stercoraria) en el Laterano, con la que, según indica, se ponía a prueba el sexo de cualquier nuevo papa
elegido para evitar otra Papisa Juana, (Reber 1846, 241). Sobre las palabras de Hemerlin, acerca de la silla, Michael Habicht dice:
“He aquí un clérigo católico que contradice abiertamente la explicación oficial de las sillas de la iglesia. Y esto no es
propaganda protestante, pues fue escrito en 1440 d.C.” (“Papisa Juana – El pontificado encubierto de una mujer”, página 24)
Habet! (“¡Los
tiene!”)
ilustración de
Johan Wolf en
el Lectionum
Memorabilium
Reconditarum
Centenarii XVI
(1600).
Detalle de la ilustración de Johan Wolf
CONCLUSIÓN DEL CAPÍTULO III
Luego de la muerte de los apóstoles, la iglesia de Jesucristo desapareció de la tierra. Los obispos, que sobrevivieron a las
persecuciones, se esforzaron por mantener una organización cristiana que siguiese practicando las enseñanzas de Cristo. Estas
enseñanzas, sin embargo, fueron contaminadas por filosofías de los hombres mezcladas con las escrituras, lo cual permitió que
“lobos rapaces” y “falsos profetas” se infiltraran en el cristianismo post-apostólico:
“Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y
de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen
cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.” (Hechos 20:29-30)
“Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla,
porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz.” (2 Corintios 11:13-14)
CAPÍTULO 4
LA RESTAURACIÓN
El profeta, sus dos consejeros y los doce apóstoles de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Detrás
de ellos, las estatuas conmemorativas de Jesucristo y sus doce apóstoles originales.
Como vimos en los capítulos anteriores, la iglesia, que Cristo organizó, estaba dirigida por revelación de Jesucristo a sus
apóstoles y profetas. Esta iglesia estaba edificada sobre el fundamento de apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del
ángulo Jesucristo mismo:
“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,
EDIFICADOS SOBRE EL FUNDAMENTO DE LOS APÓSTOLES Y PROFETAS, SIENDO LA PRINCIPAL PIEDRA DEL
ÁNGULO JESUCRISTO MISMO, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el
Señor” (Efesios 2:19-21)
En Efesios 2:19-20 se dice que Cristo es la piedra angular. El concepto más antiguo de piedra angular, el que estaba vigente
en la época de Jesús, era que se trataba de la primera piedra en la construcción de una base de una cimentación de
albañilería. Es decir, esta piedra se colocaba sobre el terreno y servía de guía a las demás piedras del cimiento. Todas las
otras piedras se establecían en referencia a esta piedra angular, lo que determina la posición de toda la estructura.
Después de la muerte de Cristo, la iglesia de Jesucristo desapareció y sobrevino una apostasía.
La iglesia de Jesucristo está nuevamente sobre la tierra, pues, fue restaurada el 6 de abril de 1830. En la actualidad, tal como
en tiempos pasados, es dirigida por Jesucristo mismo a través de la revelación a sus apóstoles y profetas.
¿Cómo ha sido esto posible?
A continuación, presentaremos la historia de la restauración de la Iglesia de Jesucristo, por conducto de un profeta moderno,
José Smith, en estos últimos días (Véase José Smith Historia, Perla de Gran Precio):
“Nací en el año de nuestro Señor mil ochocientos cinco, el día veintitrés de diciembre, en el pueblo de Sharon,
condado de Windsor, estado de Vermont… Tendría yo unos diez años de edad, cuando mi padre, que también se
llamaba José [Joseph] Smith, salió del estado de Vermont y se trasladó a Palmyra, condado de Ontario (hoy Wayne),
estado de Nueva York. Como a los cuatro años de la llegada de mi padre a Palmyra, se mudó con su familia a
Manchester, en el mismo condado de Ontario.
Once personas integraban su familia, a saber, mi padre Joseph Smith; mi madre, Lucy Smith (cuyo apellido de soltera
era Mack, hija de Solomon Mack); mis hermanos Alvin (fallecido el 19 de noviembre de 1823, a los veinticinco años de
edad), Hyrum, yo, Samuel Harrison, William, Don Carlos, y mis hermanas Sophronia, Catherine y Lucy.
Durante el segundo año de nuestra residencia en Manchester, surgió en la región donde vivíamos una agitación
extraordinaria sobre el tema de la religión. Empezó entre los metodistas, pero pronto se generalizó entre todas las
sectas de la comarca. En verdad, parecía repercutir en toda la región, y grandes multitudes se unían a los diferentes
partidos religiosos, ocasionando no poca agitación y división entre la gente; pues unos gritaban: “¡He aquí!”; y otros:
“¡He allí!”. Unos contendían a favor de la fe metodista, otros a favor de la presbiteriana y otros a favor de la bautista.
Porque a pesar del gran amor expresado por los conversos de estas distintas creencias en el momento de su
conversión, y del gran celo manifestado por los clérigos respectivos, que activamente suscitaban y fomentaban este
cuadro singular de sentimientos religiosos —a fin de lograr convertir a todos, como se complacían en decir, pese a la
secta que fuere— sin embargo, cuando los conversos empezaron a dividirse, unos con este partido y otros con aquel,
se vio que los supuestos buenos sentimientos, tanto de los sacerdotes como de los conversos, eran más fingidos que
verdaderos; porque siguió una escena de gran confusión y malos sentimientos —sacerdote contendiendo con
sacerdote, y converso con converso— de modo que toda esa buena voluntad del uno para con el otro, si es que alguna
vez la abrigaron, se había perdido completamente en una lucha de palabras y contienda de opiniones.
Por esa época tenía yo catorce años de edad. La familia de mi padre se convirtió a la fe presbiteriana; y cuatro de ellos
ingresaron a esa iglesia, a saber, mi madre Lucy, mis hermanos Hyrum y Samuel Harrison, y mi hermana Sophronia.
Durante estos días de tanta agitación, invadieron mi mente una seria reflexión y gran inquietud; pero no obstante la
intensidad de mis sentimientos, que a menudo eran punzantes, me conservé apartado de todos estos grupos, aunque
concurría a sus respectivas reuniones cada vez que la ocasión me lo permitía. Con el transcurso del tiempo llegué a
inclinarme un tanto a la secta metodista, y sentí cierto deseo de unirme a ella, pero eran tan grandes la confusión y la
contención entre las diferentes denominaciones, que era imposible que una persona tan joven como yo, y sin ninguna
experiencia en cuanto a los hombres y las cosas, llegase a una determinación precisa sobre quién tenía razón y quién no.
Tan grande e incesante eran el clamor y el alboroto, que a veces mi mente se agitaba en extremo. Los presbiterianos
estaban decididamente en contra de los bautistas y de los metodistas, y se valían de toda la fuerza del razonamiento,
así como de la sofistería, para demostrar los errores de aquellos, o por lo menos, hacer creer a la gente que estaban en
error. Por otra parte, los bautistas y los metodistas, a su vez, se afanaban con el mismo celo para establecer sus propias
doctrinas y refutar las demás.
En medio de esta guerra de palabras y tumulto de opiniones, a menudo me decía a mí mismo: ¿Qué se puede hacer? ¿Cuál
de todos estos grupos tiene razón; o están todos en error? Si uno de ellos es verdadero, ¿cuál es, y cómo podré saberlo?
Agobiado bajo el peso de las graves dificultades que provocaban las contiendas de estos grupos religiosos, un día estaba
leyendo la Epístola de Santiago, primer capítulo y quinto versículo, que dice: Y si alguno de vosotros tiene falta de
sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.
Ningún pasaje de las Escrituras jamás penetró el corazón de un hombre con más fuerza que este en esta ocasión, el mío.
Pareció introducirse con inmenso poder en cada fibra de mi corazón. Lo medité repetidas veces, sabiendo que si alguien
necesitaba sabiduría de Dios, esa persona era yo; porque no sabía qué hacer, y a menos que obtuviera mayor
conocimiento del que hasta entonces tenía, jamás llegaría a saber; porque los maestros religiosos de las diferentes
sectas entendían los mismos pasajes de las Escrituras de un modo tan distinto, que destruían toda esperanza de resolver
el problema recurriendo a la Biblia.
Finalmente llegué a la conclusión de que tendría que permanecer en tinieblas y confusión, o de lo contrario, hacer lo que
Santiago aconsejaba, esto es, recurrir a Dios. Al fin tomé la determinación de “pedir a Dios”, habiendo decidido que si él
daba sabiduría a quienes carecían de ella, y la impartía abundantemente y sin reprochar, yo podría intentarlo.
Por consiguiente, de acuerdo con esta resolución mía de recurrir a Dios, me retiré al bosque para hacer la prueba. Fue por
la mañana de un día hermoso y despejado, a principios de la primavera de 1820. Era la primera vez en mi vida que hacía tal
intento, porque en medio de toda mi ansiedad, hasta ahora no había procurado orar vocalmente.
Después de apartarme al lugar que previamente había designado, mirando a mi derredor y encontrándome solo, me
arrodillé y empecé a elevar a Dios el deseo de mi corazón. Apenas lo hube hecho, cuando súbitamente se apoderó de mí
una fuerza que me dominó por completo, y surtió tan asombrosa influencia en mí, que se me trabó la lengua, de modo que
no pude hablar. Una densa obscuridad se formó alrededor de mí, y por un momento me pareció que estaba destinado a
una destrucción repentina.
Mas esforzándome con todo mi aliento por pedirle a Dios que me librara del poder de este enemigo que se había
apoderado de mí, y en el momento en que estaba para hundirme en la desesperación y entregarme a la destrucción —no a
una ruina imaginaria, sino al poder de un ser efectivo del mundo invisible que ejercía una fuerza tan asombrosa como yo
nunca había sentido en ningún otro ser— precisamente en este momento de tan grande alarma vi una columna de luz, más
brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí.
No bien se apareció, me sentí libre del enemigo que me había sujetado. Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba de mí
a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo,
señalando al otro: Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!
Había sido mi objeto recurrir al Señor para saber cuál de todas las sectas era la verdadera, a fin de saber a cuál unirme.
Por tanto, luego que me hube recobrado lo suficiente para poder hablar, pregunté a los Personajes que estaban en la luz
arriba de mí, cuál de todas las sectas era la verdadera (porque hasta ese momento nunca se me había ocurrido pensar que
todas estuvieran en error), y a cuál debía unirme.
Se me contestó que no debía unirme a ninguna, porque todas estaban en error; y el Personaje que me habló dijo que todos
sus credos eran una abominación a su vista; que todos aquellos profesores se habían pervertido; que “con sus labios
me honran, pero su corazón lejos está de mí; enseñan como doctrinas los mandamientos de los hombres,
teniendo apariencia de piedad, mas negando el poder de ella”.
De nuevo me mandó que no me uniera a ninguna de ellas; y muchas otras cosas me dijo que no puedo escribir en esta
ocasión. Cuando otra vez volví en mí, me encontré de espaldas mirando hacia el cielo. Al retirarse la luz, me quedé sin
fuerzas, pero poco después, habiéndome recobrado hasta cierto punto, volví a casa. Al apoyarme sobre la mesilla de la
chimenea, mi madre me preguntó si algo me pasaba. Yo le contesté: “Pierda cuidado, todo está bien; me siento bastante
bien”. Entonces le dije: “He sabido a satisfacción mía que el presbiterianismo no es verdadero”. Parece que desde los años
más tiernos de mi vida el adversario sabía que yo estaba destinado a perturbar y molestar su reino; de lo contrario, ¿por qué
habían de combinarse en mi contra los poderes de las tinieblas? ¿Cuál era el motivo de la oposición y persecución que se
desató contra mí casi desde mi infancia?
Algunos predicadores y otros profesores de religión rechazan el relato de la Primera Visión — Se desata la persecución
contra José Smith — Él testifica de la realidad de la visión. (Versículos 21–26).
A los pocos días de haber visto esta visión, me encontré por casualidad en compañía de uno de los ministros metodistas,
uno muy activo en la ya mencionada agitación religiosa; y hablando con él de asuntos religiosos, aproveché la oportunidad
para relatarle la visión que yo había visto. Su conducta me sorprendió grandemente; no solo trató mi narración livianamente,
sino con mucho desprecio, diciendo que todo aquello era del diablo; que no había tales cosas
como visiones ni revelaciones en estos días; que todo eso había cesado con los apóstoles, y que no volvería a haber más.
Sin embargo, no tardé en descubrir que mi relato había despertado mucho prejuicio en contra de mí entre los profesores de
religión, y fue la causa de una fuerte persecución, cada vez mayor; y aunque no era yo sino un muchacho desconocido,
apenas entre los catorce y quince años de edad, y tal mi posición en la vida que no era un joven de importancia alguna en el
mundo, sin embargo, los hombres de elevada posición se fijaban en mí lo suficiente para agitar el sentimiento público en mi
contra y provocar con ello una encarnizada persecución; y esto fue general entre todas las sectas: todas se unieron para
perseguirme.
En aquel tiempo me fue motivo de seria reflexión, y frecuentemente lo ha sido desde entonces, cuán extraño que un
muchacho desconocido de poco más de catorce años, y además, uno que estaba bajo la necesidad de ganarse un
escaso sostén con su trabajo diario, fuese considerado persona de importancia suficiente para llamar la atención de
los grandes personajes de las sectas más populares del día; y a tal grado, que suscitaba en ellos un espíritu de la
más rencorosa persecución y vilipendio. Pero, extraño o no, así aconteció; y a menudo fue motivo de mucha tristeza
para mí.
Sin embargo, no por esto dejaba de ser un hecho el que yo hubiera visto una visión. He pensado desde entonces que
me sentía igual que Pablo, cuando presentó su defensa ante el rey Agripa y refirió la visión, en la cual vio una luz y
oyó una voz. Mas con todo, fueron pocos los que le creyeron; unos dijeron que estaba mintiendo; otros, que estaba
loco; y se burlaron de él y lo vituperaron. Pero nada de esto destruyó la realidad de su visión. Había visto una visión,
y él lo sabía, y toda la persecución debajo del cielo no iba a cambiar ese hecho; y aunque lo persiguieran hasta la
muerte, aun así, sabía, y sabría hasta su último aliento, que había visto una luz, así como oído una voz que le habló; y
el mundo entero no pudo hacerlo pensar ni creer lo contrario.
Así era conmigo. Yo efectivamente había visto una luz, y en medio de la luz vi a dos Personajes, los cuales en
realidad me hablaron; y aunque se me odiaba y perseguía por decir que había visto una visión, no obstante, era
cierto; y mientras me perseguían, y me vilipendiaban, y decían falsamente toda clase de mal en contra de mí por
afirmarlo, yo pensaba en mi corazón: ¿Por qué me persiguen por decir la verdad? En realidad, he visto una visión; y,
¿quién soy yo para oponerme a Dios? O, ¿por qué piensa el mundo hacerme negar lo que realmente he visto?
Porque había visto una visión; yo lo sabía, y sabía que Dios lo sabía; y no podía negarlo, ni osaría hacerlo; por lo
menos, sabía que haciéndolo, ofendería a Dios y caería bajo condenación.
Mi mente ya estaba satisfecha en lo que concernía al mundo sectario: que mi deber era no unirme a ninguno de ellos,
sino permanecer como estaba hasta que se me dieran más instrucciones. Había descubierto que el testimonio de
Santiago era cierto: que si el hombre carece de sabiduría, puede pedirla a Dios y obtenerla sin reproche.
Moroni se aparece a José Smith — El nombre de José se tomará para bien y para mal entre todas las naciones — Moroni le habla
del Libro de Mormón, de los juicios venideros del Señor y cita muchos pasajes de las Escrituras — Se le revela el lugar donde
estaban escondidas las planchas de oro — Moroni continúa instruyendo al Profeta. (Versículos 27–54).
Seguí con mis ocupaciones comunes de la vida hasta el veintiuno de septiembre de mil ochocientos veintitrés, sufriendo
continuamente severa persecución de toda clase de individuos, tanto religiosos como irreligiosos, por motivo de que yo
seguía afirmando que había visto una visión.
Durante el tiempo que transcurrió entre la ocasión en que vi la visión y el año mil ochocientos veintitrés —
habiéndoseme prohibido unirme a las sectas religiosas del día, cualquiera que fuese, teniendo pocos años, y perseguido
por aquellos que debieron haber sido mis amigos y haberme tratado con bondad; y que si me creían engañado, debieron
haber procurado de una manera apropiada y cariñosa rescatarme— me vi sujeto a toda especie de tentaciones; y,
juntándome con toda clase de personas, frecuentemente cometía muchas imprudencias y manifestaba las debilidades de
la juventud y las flaquezas de la naturaleza humana, lo cual, me da pena decirlo, me condujo a diversas tentaciones,
ofensivas a la vista de Dios. Esta confesión no es motivo para que se me juzgue culpable de cometer pecados graves o
malos, porque jamás hubo en mi naturaleza la disposición para hacer tal cosa. Pero sí fui culpable de levedad, y en
ocasiones me asociaba con compañeros joviales, etc., cosa que no correspondía con la conducta que había de guardar
uno que había sido llamado por Dios como yo. Mas esto no le parecerá muy extraño a cualquiera que se acuerde de mi
juventud y conozca mi jovial temperamento natural.
Como consecuencia de estas cosas, solía sentirme censurado a causa de mis debilidades e imperfecciones. De modo
que, por la noche del ya mencionado día veintiuno de septiembre, después de haberme retirado a la cama, me puse
a orar, pidiéndole a Dios Todopoderoso perdón de todos mis pecados e imprudencias; y también una manifestación para
saber de mi condición y posición ante él; porque tenía la más absoluta confianza de obtener una manifestación divina,
como previamente la había tenido.
Encontrándome así, en el acto de suplicar a Dios, vi que se aparecía una luz en mi cuarto, y que siguió aumentando hasta
que la habitación quedó más iluminada que al mediodía; cuando repentinamente se apareció un personaje al lado de mi
cama, de pie en el aire, porque sus pies no tocaban el suelo.
Llevaba puesta una túnica suelta de una blancura exquisita. Era una blancura que excedía a cuanta cosa terrenal jamás
había visto yo; y no creo que exista objeto alguno en el mundo que pueda presentar tan extraordinario brillo y blancura.
Sus manos estaban desnudas, y también sus brazos, un poco más arriba de las muñecas; y de igual manera sus pies, así
como sus piernas, poco más arriba de los tobillos. También tenía descubiertos la cabeza y el cuello, y pude darme cuenta
de que no llevaba puesta más ropa que esta túnica, porque estaba abierta de tal manera que podía verle el pecho.
No solo tenía su túnica esta blancura singular, sino que toda su persona era gloriosa más de lo que se puede describir, y
su faz era como un vivo relámpago. El cuarto estaba sumamente iluminado, pero no con la brillantez que había en torno
de su persona. Cuando lo vi por primera vez, tuve miedo; mas el temor pronto se apartó de mí.
Me llamó por mi nombre, y me dijo que era un mensajero enviado de la presencia de Dios, y que se llamaba Moroni; que
Dios tenía una obra para mí, y que entre todas las naciones, tribus y lenguas se tomaría mi nombre para bien y para mal,
o sea, que se iba a hablar bien y mal de mí entre todo pueblo.
Dijo que se hallaba depositado un libro, escrito sobre planchas de oro, el cual daba una relación de los antiguos
habitantes de este continente, así como del origen de su procedencia. También declaró que en él se encerraba
la plenitud del evangelio eterno cual el Salvador lo había comunicado a los antiguos habitantes.
Asimismo, que junto con las planchas estaban depositadas dos piedras, en aros de plata, las cuales, aseguradas a
un pectoral, formaban lo que se llamaba el Urim y Tumim; que la posesión y uso de estas piedras era lo que constituía a
los “videntes” en los días antiguos, o anteriores, y que Dios las había preparado para la traducción del libro.
Después de decirme estas cosas, empezó a citar las profecías del Antiguo Testamento. Primero citó parte del tercer
capítulo de Malaquías, y también el cuarto y último capítulo de la misma profecía, aunque variando un poco de la forma
en que se halla en nuestra Biblia. En lugar de citar el primer versículo cual se halla en nuestros libros, lo hizo de esta
manera:
Porque, he aquí, viene el día que arderá como un horno, y todos los soberbios, sí, todos los que obran inicuamente,
arderán como rastrojo; porque los que vienen los quemarán, dice el Señor de los Ejércitos, de modo que no les dejará ni
raíz ni rama.
Entonces citó el quinto versículo en esta forma: He aquí, yo os revelaré el sacerdocio por medio de Elías el Profeta, antes
de la venida del grande y terrible día del Señor.
También expresó el siguiente versículo de otro modo: Y él plantará en el corazón de los hijos las promesas hechas a los
padres, y el corazón de los hijos se volverá a sus padres. De no ser así, toda la tierra sería totalmente asolada a su venida.
Aparte de estos, citó el undécimo capítulo de Isaías, diciendo que estaba por cumplirse; y también los versículos veintidós
y veintitrés del tercer capítulo de los Hechos, tal como se hallan en nuestro Nuevo Testamento. Declaró que ese profeta era
Cristo, pero que aún no había llegado el día en que “toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo”,
sino que pronto llegaría.
Citó, además, desde el versículo veintiocho hasta el último, del segundo capítulo de Joel. También indicó que todavía no se
cumplía, pero que se realizaría en breve; y declaró, además, que pronto entraría la plenitud de los gentiles. Citó muchos
otros pasajes de las Escrituras y expuso muchas explicaciones que no pueden mencionarse aquí.
Por otra parte, me manifestó que cuando yo recibiera las planchas de que él había hablado —porque aún no había llegado
el tiempo para obtenerlas— no habría de enseñarlas a nadie, ni el pectoral con el Urim y Tumim, sino únicamente a aquellos
a quienes se me mandase que las enseñara; si lo hacía, sería destruido. Mientras hablaba conmigo acerca de las planchas,
se manifestó a mi mente la visión de tal modo que pude ver el lugar donde estaban depositadas; y con tanta claridad y
distinción, que reconocí el lugar cuando lo visité.
Después de esta comunicación, vi que la luz en el cuarto empezaba a juntarse en derredor del personaje que me había
estado hablando, y así continuó hasta que el cuarto una vez más quedó a obscuras, exceptuando alrededor de su persona
inmediata, cuando repentinamente vi abrirse algo como un conducto que iba directamente hasta el cielo, y él ascendió
hasta desaparecer por completo, y el cuarto quedó tal como había estado antes de aparecerse esta luz celestial.
Me quedé reflexionando sobre la singularidad de la escena, y maravillándome grandemente de lo que me había dicho este
mensajero extraordinario, cuando en medio de mi meditación, de pronto descubrí que mi cuarto empezaba a iluminarse de
nuevo, y, en lo que me pareció un instante, el mismo mensajero celestial apareció una vez más al lado de mi cama.
Empezó, y otra vez me dijo las mismísimas cosas que me había relatado en su primera visita, sin la menor variación;
después de lo cual me informó de grandes juicios que vendrían sobre la tierra, con gran desolación causada por el hambre,
la espada y las pestilencias; y que esos penosos juicios vendrían sobre la tierra en esta generación. Habiéndome referido
estas cosas, de nuevo ascendió como lo había hecho anteriormente.
Ya para entonces eran tan profundas las impresiones que se me habían grabado en la mente, que el sueño había huido de
mis ojos, y yacía dominado por el asombro de lo que había visto y oído. Pero cual no sería mi sorpresa al ver de nuevo al
mismo mensajero al lado de mi cama, y oírlo repasar y repetir las mismas cosas que antes; y añadió una advertencia,
diciéndome que Satanás procuraría tentarme (a causa de la situación indigente de la familia de mi padre) a que obtuviera las
planchas con el fin de hacerme rico. Esto él me lo prohibió, y dijo que, al obtener las planchas, no debía tener presente
más objeto que el de glorificar a Dios; y que ningún otro motivo había de influir en mí sino el de edificar su reino; de lo
contrario, no podría obtenerlas.
Después de esta tercera visita, de nuevo ascendió al cielo como antes, y otra vez me quedé meditando en lo extraño de lo
que acababa de experimentar; cuando casi inmediatamente después que el mensajero celestial hubo ascendido la tercera
vez, cantó el gallo, y vi que estaba amaneciendo; de modo que nuestras conversaciones deben de haber durado toda
aquella noche.
Poco después me levanté de mi cama y, como de costumbre, fui a desempeñar las faenas necesarias del día; pero al querer
trabajar como en otras ocasiones, hallé que se me habían agotado a tal grado las fuerzas, que me sentía completamente
incapacitado. Mi padre, que estaba trabajando cerca de mí, vio que algo me sucedía y me dijo que me fuera a casa. Partí de
allí con la intención de volver a casa, pero al querer cruzar el cerco para salir del campo en que estábamos, se me acabaron
completamente las fuerzas, caí inerte al suelo y por un tiempo no estuve consciente de nada.
Lo primero que pude recordar fue una voz que me hablaba, llamándome por mi nombre. Alcé la vista y, a la altura de mi
cabeza, vi al mismo mensajero, rodeado de luz como antes. Entonces me relató otra vez todo lo que me había referido la
noche anterior, y me mandó ir a mi padre y hablarle acerca de la visión y los mandamientos que había recibido.
Obedecí; regresé a donde estaba mi padre en el campo, y le declaré todo el asunto. Me respondió que era de Dios, y me dijo
que fuera e hiciera lo que el mensajero me había mandado. Salí del campo y fui al lugar donde el mensajero me había dicho
que estaban depositadas las planchas; y debido a la claridad de la visión que había visto tocante al lugar, en cuanto llegué
allí, lo reconocí.
Cerca de la aldea de Manchester, condado de Ontario, estado de Nueva York, se levanta una colina de tamaño regular, y la
más elevada de todas las de la comarca. Por el costado occidental del cerro, no lejos de la cima, debajo de una piedra de
buen tamaño, yacían las planchas, depositadas en una caja de piedra. En el centro, y por la parte superior, esta piedra era
gruesa y redonda, pero más delgada hacia los extremos; de manera que se podía ver la parte céntrica sobre la superficie
del suelo, mientras que alrededor de la orilla estaba cubierta de tierra.
Habiendo quitado la tierra, conseguí una palanca que logré introducir debajo de la orilla de la piedra, y con un ligero
esfuerzo la levanté. Miré dentro de la caja, y efectivamente vi allí las planchas, el Urim y Tumim y el pectoral, como lo había
dicho el mensajero. La caja en que se hallaban estaba hecha de piedras, colocadas en una especie de cemento. En el fondo
de la caja había dos piedras puestas transversalmente, y sobre estas descansaban las planchas y los otros objetos que las
acompañaban.
Intenté sacarlas, pero me lo prohibió el mensajero; y de nuevo se me informó que aún no había llegado la hora de sacarlas,
ni llegaría sino hasta después de cuatro años, a partir de esa fecha; pero me dijo que fuera a ese lugar precisamente un año
después, y que él me esperaría allí; y que siguiera haciéndolo así hasta que llegara el momento de obtener las planchas.
De acuerdo con lo que se me había mandado, acudía al fin de cada año, y en cada ocasión encontraba allí al mismo
mensajero, y en cada una de nuestras entrevistas recibía de él instrucciones e inteligencia concernientes a lo que el Señor
iba a hacer, y cómo y de qué manera se conduciría su reino en los últimos días.” (Véase José Smith Historia, Perla de Gran
Precio)
El 6 de abril de 1830 un grupo de unas sesenta personas se reunió en la casa de troncos de
Peter Whitmer, padre, en Fayette, Nueva York. Allí José Smith organizó oficialmente la Iglesia, el
nombre de la cual se designó por revelación; La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos
Días.
Templo de Roma, construido por la Iglesia de Jesucristo de los Santos
de los Últimos Días, y dedicado el 10 de marzo de 2019. Antes de la
segunda venida de Cristo se construirá un templo en Jerusalén
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¿PETRUS O PETRA?

  • 1.
  • 2. ¿PETRUS O PETRA? MATEO 16:18 por The Mormon Lighthouse
  • 3. INDICE INTRODUCCIÓN……………………………………………….….…………........4 CAPÍTULO I.- PETRA…………..……………………….…..….....................5 CAPÍTULO II.- JESUCRISTO, LA ROCA DE ISRAEL.…...................13 CAPÍTULO III.- LA APOSTASÍA…….………………..…………….……….…22 CAPÍTULO IV.- LA RESTAURACIÓN………………………….……..….……49
  • 4. INTRODUCCIÓN “El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta ROCA edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.” (Mateo 16:15-18) La palabra “ROCA”, de este pasaje, es la traducción de la palabra griega πέτρᾳ, que se translitera al español como “PETRA”. Esta palabra se usa muchas veces en la Biblia. Por ejemplo, en 2 Samuel 22:2 se refiere a Jehová: “Dijo: el Señor es mi ROCA (πέτρᾳ o petra) y mi fortaleza, y mi libertador” (2 Samuel 22:2, Septuaginta griega), en 1 Corintios 10:4 se refiere a Jesucristo: “y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y LA ROCA ERA CRISTO (πέτρᾳ o petra)” (1 Corintios 10:1-4), en Mateo 7:24 se refiere a las palabras de Jesús: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre LA ROCA (πέτρᾳ o petra)” (Mateo 7:24), y en Éxodo 17:6 se refiere a una peña: “He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña (πέτρᾳ o petra) en Horeb; y golpearás la peña (πέτρᾳ o petra), y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel” (Éxodo 17:6). Ahora bien, de acuerdo con la doctrina de la iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, cuando Jesucristo menciona la palabra roca en este pasaje, se refiere a la “ROCA DE LA REVELACIÓN”, veamos las palabras de José Smith sobre Mateo 16:18: “…en sus enseñanzas Jesús dice: ‘sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella’. ¿Qué roca? LA REVELACIÓN” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 335). O sea, de acuerdo con José Smith, Cristo se refiere a la roca de la revelación, a través de la cual Pedro había recibido el conocimiento de que Jesús era el Hijo de Dios: “porque NO TE LO REVELÓ CARNE NI SANGRE, sino mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 16:17)
  • 5. El apóstol Pablo dijo algo parecido cuando explicó el origen de su conocimiento y sus enseñanzas, veamos: “Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, NO ES SEGÚN HOMBRE; PUES YO NI LO RECIBÍ NI LO APRENDÍ DE HOMBRE ALGUNO, SINO POR REVELACIÓN DE JESUCRISTO.” (Gálatas 1:11-12) Jesucristo es la roca de la revelación. Él es el que se comunica con los Apóstoles y Profetas. Esto gracias a su papel de mediador, pues, desde la caida de Adán, toda revelación (de Dios a los hombres) viene por medio del Hijo de Dios. De ahí el título de “Verbo” o “Palabra (Logos en griego) de Dios”. Sin embargo, en el caso de Mateo 16:18, Simón había recibido su revelación directamente de Dios el Padre. Esto último, sin embargo, no quiebra el rol de mediador del Hijo, porque el “dar testimonio del Hijo” es algo que el Padre sí puede hacer. El Padre sí puede dar testimonio del Hijo. Veamos como José Smith, el profeta de la restauración, corrige el verso 19 del capítulo 1 del evangelio de Juan, restaurando así este principio: “Y a Dios nadie le vio jamás, EXCEPTO QUE HAYA DADO TESTIMONIO DEL HIJO, pues si no es por medio de él, nadie puede ser salvo.” (Juan 1:19, Traducción de José Smith) En el caso específico de Mateo 16:18, cuando Jesucristo dice “sobre esta roca edificaré mi Iglesia” se refiere a la revelación de Dios a los hombres, en un sentido general, ya sea que ésta venga por medio del Hijo, el gran mediador, o directamente del Padre (cuando da testimonio del Hijo). En este libro examinaremos cada una de las evidencias que sostienen la explicación, dada por José Smith (el profeta de la restauración) sobre el significado de la palabra Roca en Mateo 16:18.
  • 6. CAPÍTULO 1 PETRA “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro (πέτρος o petrus), y sobre esta ROCA (πέτρᾳ o petra en griego) edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del Reino de los Cielos. Y todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mateo 16:15-19, Reina Valera 1960) La palabra griega πέτρος (que se translitera al español como “petrus”) se refiere a una piedra o canto rodado desprendido, incluida una piedra que puede arrojarse o moverse fácilmente. El término πέτρα (que se translitera al español como “petra”), por el contrario, se refiere a una gran extensión de lecho de roca o un gran afloramiento de roca. Jesús usa petra (πέτρα) para referirse al suelo rocoso en Mateo 7:24: πᾶς οὖν ὅστις ἀκούει μου τοὺς λόγους τούτους καὶ ποιεῖ αὐτοὺς ὁμοιώσω αὐτὸν ἀνδρὶ φρονίμῳ ὅστις ᾠκοδόμησεν τὴν οἰκίαν αὐτοῦ ἐπὶ τὴν πέτραν (Mateo 7:25, Textus Receptus 1533, griego) Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que EDIFICÓ SU CASA SOBRE LA ROCA. (Mateo 7:24, Santa Biblia) Y en Mateo 7:25: καὶ κατέβη ἡ βροχὴ καὶ ἦλθον οἱ ποταμοὶ καὶ ἔπνευσαν οἱ ἄνεμοι καὶ προσέπεσον τῇ οἰκίᾳ ἐκείνῃ καὶ οὐκ ἔπεσεν τεθεμελίωτο γὰρ ἐπὶ τὴν πέτραν (Mateo 7:25, Textus Receptus 1533, griego) Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; Y NO CAYÓ, PORQUE ESTABA FUNDADA SOBRE LA ROCA. (Mateo 7:25, Santa Biblia)
  • 7. Por tanto, πέτρα (que se translitera al español como “petra”) se refiere a una gran extensión de lecho de roca o un gran afloramiento de roca, y πέτρος (“petros”) se refiere a una piedra grande o pequeña: πέτρος (“petros”) = Piedra (grande o pequeña) πέτρα ( “petra”) = Roca sólida o cimiento de roca Hay ocasiones, sin embargo, en las que πέτρα (“petra”) se usa para referirse a una piedra de gran tamaño. No obstante, la palabra πέτρος (“petros”) jamás se usó para referirse a un lecho de piedra.
  • 8. Presentamos, a continuación, un esquema que ilustra adecuadamente, los significados de estos dos términos en los tiempos de Jesús: En el griego antiguo la palabra πέτρος o πέτρῳ (transliterado al español como “Petros”) se refería a una piedra pequeña o de buen tamaño. Veamos un ejemplo extraído de la Ilíada, escrita por Homero:
  • 9. Por tanto, en el griego antiguo (que es el que debemos considerar aquí) la palabra πέτρος se refería a una piedra (ya sea grande o pequeña) que los soldados utilizaban para arrojar a los enemigos. Es pecisamente este término (πέτρος = “petrus”) el que utilizó el Salvador para explicar el significado del sobrenombre que le puso a Simón: καὶ ἤγαγεν αὐτὸν πρὸς τὸν ἰησοῦν ἐμβλέψας δὲ αὐτῷ ὁ ἰησοῦς εἶπεν σὺ εἶ σίμων ὁ υἱὸς ἰωνᾶ σὺ κληθήσῃ κηφᾶς ὃ ἑρμηνεύεται πέτρος (Juan 1:42, Textus Receptus, griego) Y es el mismo término, que Cristo usa en Mateo 16:18, para identificar al apóstol: κἀγὼ δέ σοι λέγω ὅτι σὺ εἶ πέτρος καὶ ἐπὶ ταύτῃ τῇ πέτρᾳ οἰκοδομήσω μου τὴν ἐκκλησίαν καὶ πύλαι ᾅδου οὐ κατισχύσουσιν αὐτῆς (Mateo 16:18, Textus Receptus, griego) “Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: Tú eres Simón, el hijo de Jonás; tú te llamarás Cefas (que quiere decir, Piedra).” (Juan 1:42, Biblia de Jerusalén) “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.” (Mateo 16:18, Santa Biblia) Sin embargo, en este último pasaje se usan dos términos griegos distintos; πέτρος (“petros”) y πέτρα (“petra”): “Y yo también te digo, que tú eres Pedro (petrus = “piedra”), y sobre esta roca (petra = “lecho de piedra”) edificaré mi iglesia; y las puertas del hades no prevalecerán contra ella.” (Mateo 16:18) ¿Por qué se usan dos términos distintos en este pasaje?
  • 10. Porque cuando Jesús dice “sobre esta roca edificaré mi Iglesia” se refiere a la roca de la revelación. Aquella revelación, a través de la cual Pedro supo que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios vivo. La revelación es la roca sobre la cual se cimienta la iglesia de Jesucristo, ya sea que ésta venga por medio de Jesucristo, el gran mediador, o directamente del Padre (como en el caso de Pedro). La revelación es el lecho de piedra que impide que la iglesia caiga. Si por alguna razón, dejara de haber revelación, la iglesia si caería, pues la base desaparece. La siguiente ilustración refleja adecuadamente el papel de Jesús como Roca y como Piedra Angular: Desde la caída de Adán, toda revelación de Dios a los hombres viene por medio del Hijo (el gran mediador). En el caso de Pedro, la revelación (de que Cristo era el hijo de Dios) vino directamente del Padre. Esto último, sin embargo, no quiebra el rol de mediador del Hijo, porque “dar testimonio del Hijo” es algo que el padre sí puede hacer. El Padre puede dar testimonio del Hijo. Veamos como José Smith, el profeta de la restauración, corrige el verso 19 del capítulo 1 del evangelio de Juan, restaurando así este principio: “Y a Dios nadie le vio jamás, EXCEPTO QUE HAYA DADO TESTIMONIO DEL HIJO, pues si no es por medio de él, nadie puede ser salvo.” (Juan 1:19, Traducción de José Smith) En el caso específico de Mateo 16:18, cuando Jesucristo dice “sobre esta roca edificaré mi Iglesia” se refiere a la revelación de Dios a los hombres, en un sentido general, ya sea que ésta venga por medio del Hijo (el gran mediador), o directamente del Padre (cuando da testimonio del Hijo).
  • 11. Ejemplos del Padre dando Testimonio del Hijo: “Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: ESTE ES MI HIJO AMADO, EN QUIEN TENGO COMPLACENCIA; A ÉL OÍD.” (Mateo 3:17) “Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: ESTE ES MI HIJO AMADO: ¡ESCÚCHALO!” (Véase José Smith Historia 1:17, Perla de Gran Precio) Otro rol de Jesucristo (además de ser Creador, Juez, Abogado, Mesías, Redentor y Salvador) es ser la “principal piedra del ángulo”, porque él es quien dirige a la iglesia (Efesios 2:19-20). “ROCA” O “PIEDRA” Volviendo a Mateo 16:18, hay quienes piensan que el sentido real de Mateo 16:18 es “tú eres roca y sobre esta roca edificaré mi Iglesia”.Quienes piensan así, afirman que el sobrenombre de Simón (Pedro = petrus = “piedra”), iba a ser originalmente “Roca” (“Petra”), pero que se le llamó “Petrus” para evitar darle una connotación “femenina” al sobrenombre del apóstol, y que si le hubiesen nombrado “Petra” hubiese sido como llamar a un niño “Julia” en vez de “Julio”. Esto, sin embargo, es incorrecto porque, si así fuera, entonces los israelitas no le habrían llamado “Petra” a Jehová: “Dijo: Jehová es mi roca y mi fortaleza, y mi libertador” (2 Samuel 22:2) En la Septuaginta griega, La palabra “roca” de este versículo, es la misma que Jesús usa en Mateo 16:18; “Petra” (πέτρα), veamos:
  • 12. PETRUS (O SEA “PIEDRA”) Respecto del nombre “Petrus” (o sea “piedra”), más que con un guijarro sin valor, este nombre está relacionado con las piedras a través de las cuales el señor revelaba su voluntad a Israel; el Urim y Tumim (Luz y Perfección), y las piedras del pectoral. Por tanto, el nombre “Pedro” (Petrus=piedra) indicaba, de forma velada, que él sería el profeta, o vidente, que sucedería a Jesús, luego que el Señor ascendiera a los cielos. Esto queda corroborado con las palabras de Cristo: Como piedra viva, Simón sería un instrumento en las manos del Señor, por medio del cual Jesucristo dirigiría su iglesia. Los apóstoles y los profetas eran piedras vivas a través de quienes el Señor revelaría su voluntad. Y el principal de estos apóstoles y profetas sería Simón Pedro. A Simón Pedro se le confirieron las llaves del sacerdocio. Es decir, el permiso o autorización de Jesucristo para abrir y cerrar, tanto en el cielo como en la tierra: “…Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre” (Apocalipsis: 3:7) “y a ti te daré las llaves del Reino de los Cielos. Y todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo» (Mateo 16:19)
  • 13. CAPÍTULO 2 JESUCRISTO, LA ROCA DE ISRAEL “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, y todos comieron el mismo alimento espiritual, Y TODOS BEBIERON LA MISMA BEBIDA ESPIRITUAL; PORQUE BEBÍAN DE LA ROCA ESPIRITUAL QUE LOS SEGUÍA, Y LA ROCA ERA CRISTO.” (1 Corintios 10:1-4) Para los israelitas, del Antiguo Testamento, la Roca era Jehová. Veamos las palabras de David: “Dijo: Jehová es mi roca y mi fortaleza, y mi libertador” (2 Samuel 22:2) En la Septuaginta griega, La palabra “roca” de este versículo, es la misma que Pablo usa en 1 Corintios 10:4, veamos: Compárese con 1 Corintios 10:4:
  • 14. Jesucristo es el mismo Jehová que acompañó a Israel durante el Éxodo. Fue Jesucristo a quien los israelitas tentaron en el desierto. Fue Jesucristo quien envió serpientes ardientes a los israelitas, cuando estos se quejaron contra Dios por la falta de alimento. Veamos como el apóstol Pablo revela esta verdad de una manera sencilla, pero, a su vez, clara. Para esto usaremos la Biblia de Jerusalén y explicaremos la razón de ello: “Ni tentemos a Cristo, como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes.” (1 Corintios 10:9, Biblia de Jerusalén) La Biblia de Jerusalén muestra, claramente, que fue Cristo quien fue tentado por los israelitas, y que fue él quien envió las serpientes ardientes. Pero, ¿por qué no hemos usado la Biblia Reina-Valera? Porque, en este pasaje, la versión Reina-Valera no usa el término que está en el original griego (fuente de su traducción al español). En lugar de usar “Cristo” (χριστόν = Christós), que es lo que aparece en el original, la Santa Biblia utiliza el término “Señor”, que no aparece en ninguna parte, de este versículo, en el Textus Receptus de Erasmo, veamos: μηδὲ ἐκπειράζωμεν τὸν χριστόν καθὼς καί τινες αὐτῶν ἐπείρασαν καὶ ὑπὸ τῶν ὄφεων ἀπώλοντο (1 Corintios 10:9, Textus- Receptus, griego) “Ni tentemos al Señor (?), como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes” (1 Corintios 10:9, Reina-Valera 1960, español) Cuando Pablo dice que Jesucristo fue la Roca que acompañó a Israel, durante el Éxodo, se refiere a Jehová: “Y Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que anduviesen de día y de noche. Nunca se apartó de delante del pueblo la columna de nube de día, ni de noche la columna de fuego.” (Éxodo 13:21-22)
  • 15. Y cuando Pablo aconseja que no tentemos a Cristo, como algunos de los israelitas le tentaron, y perecieron por las serpientes (1 Corintios 10:4), se refiere a Jehová: “Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano. Y Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel.” (Números 21:5-6) “Ni tentemos a Cristo, como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes.” (1 Corintios 10:9, Biblia de Jerusalén) Por consiguiente, el gran Jehová del Antiguo Testamento es el mismo Jesucristo. Él era la roca cuya obra era perfecta: “Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son justos; Es un Dios de verdad y no hay maldad en él. Es justo y recto.” (Deuteronomio 32:4)
  • 16. Como dijo Pablo, Cristo es la Roca espiritual de donde fluye el alimento y la bebida espiritual: “Y TODOS BEBIERON LA MISMA BEBIDA ESPIRITUAL; PORQUE BEBÍAN DE LA ROCA ESPIRITUAL QUE LOS SEGUÍA, Y LA ROCA ERA CRISTO.” (1 Corintios 10:1-4) Eso es, precisamente, lo que Jesús le enseñó a la mujer samaritana: “Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; MAS EL QUE BEBIERE DEL AGUA QUE YO LE DARÉ, NO TENDRÁ SED JAMÁS; SINO QUE EL AGUA QUE YO LE DARÉ SERÁ EN ÉL UNA FUENTE DE AGUA QUE SALTE PARA VIDA ETERNA.” (Juan 4:13-14) El alimento y la bebida espiritual, que emana de la roca espiritual, es la palabra de Dios: “Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que NO SÓLO DE PAN VIVIRÁ EL HOMBRE, MAS DE TODO LO QUE SALE DE LA BOCA DE JEHOVÁ VIVIRÁ EL HOMBRE.” (Deuteronomio 8:3) “Él respondió y dijo: Escrito está: NO SÓLO DE PAN VIVIRÁ EL HOMBRE, SINO DE TODA PALABRA QUE SALE DE LA BOCA DE DIOS.” (Mateo 4:4)
  • 17. Recordemos las palabras de Jesús sobre el agua que él nos daría: “mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para VIDA ETERNA.” (Juan 4:13-14) “Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA.” (Juan 6:68) En el siguiente versículo, Pedro añade una frase bastante significativa: “Y nosotros hemos creído y conocemos que TÚ ERES EL CRISTO, EL HIJO DEL DIOS VIVIENTE.” (Juan 6:69) ¿Recuerdan las palabras de Pedro y de Cristo en Mateo 16:16-18?: “TÚ ERES EL CRISTO, EL HIJO DEL DIOS VIVIENTE. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, PORQUE NO TE LO REVELÓ CARNE NI SANGRE, SINO MI PADRE QUE ESTÁ EN LOS CIELOS. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y SOBRE ESTA ROCA EDIFICARÉ MI IGLESIA; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.” (Mateo 16:16-18) Pedro recibió su conocimiento por revelación. La revelación, la palabra que proviene de Dios, es la roca que impide que la iglesia caiga. Desde la caída del hombre, toda revelación de Dios viene por medio del Hijo. De ahí su título de “Verbo” o “Palabra (Logos en griego) de Dios”. En ese sentido, Jesucristo es también la roca, porque todo lo que Dios quiere dar a conocer al hombre, viene por medio del Hijo. En el caso de Mateo 16:18, no obstante, Simón había recibido su revelación, directamente, de Dios el Padre. Por consiguiente, cuando Cristo dice “Sobre esta Roca edificaré mi iglesia”, se refiere a la revelación de Dios a los hombres, en un sentido general, ya sea que ésta venga por medio del Hijo, el gran mediador, o directamente del Padre (cuando da testimonio del Hijo). El hecho de que Pedro haya conocido, por revelación directa del Padre, que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios Viviente, no quiebra el rol de mediador del Hijo, porque el “dar testimonio del Hijo” es algo que el Padre sí puede hacer. El Padre sí puede dar testimonio del Hijo: “Y a Dios nadie le vio jamás, EXCEPTO QUE HAYA DADO TESTIMONIO DEL HIJO, pues si no es por medio de él, nadie puede ser salvo.” (Juan 1:19, Traducción de José Smith)
  • 18. El siguiente dibujo muestra la vía de la revelación:
  • 19. La iglesia, que Cristo organizó, era dirigida por revelación de Jesucristo a sus apóstoles y profetas. Esta iglesia estaba edificada sobre el fundamento de apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, EDIFICADOS SOBRE EL FUNDAMENTO DE LOS APÓSTOLES Y PROFETAS, SIENDO LA PRINCIPAL PIEDRA DEL ÁNGULO JESUCRISTO MISMO, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor” (Efesios 2:19-21) El concepto más antiguo de piedra angular, el que estaba vigente en la época de Jesús, era que se trataba de la primera piedra en la construcción de una base de una cimentación de albañilería. Es decir, esta piedra se colocaba sobre el terreno y servía de guía a las demás piedras del cimiento. Todas las otras piedras se establecían en referencia a esta piedra angular, lo que determina la posición de toda la estructura.
  • 20. Todos los demás miembros de la Iglesia son piedras vivas que deben edificarse como casa espiritual y sacerdocio santo. Así lo enseñó el apóstol Pedro: “Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, VOSOTROS TAMBIÉN, COMO PIEDRAS VIVAS, SED EDIFICADOS COMO CASA ESPIRITUAL Y SACERDOCIO SANTO, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.” (1 Pedro 2:4-5) Pedro (Petrus=piedra) era, de hecho, una piedra viva. El hecho mismo de haber podido recibir revelación directamente del Padre, implica que era un instrumento de recepción de revelación, un vidente; como el Urim y Tumim. El apóstol era una piedra tan importante, que era considerado como columna de la iglesia: “y reconociendo la gracia que me había sido dada, JACOBO, CEFAS Y JUAN, QUE ERAN CONSIDERADOS COMO COLUMNAS, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión.” (Gálatas 2:9) Pedro, Santiago y Juan ordenando a Matías, quien reemplazó a Judas Iscariote, como nuevo apóstol. Pedro, Santiago y Juan acompañando a Jesús cuando la hija de Jairo volvió a la vida.
  • 21. A Pedro se le confirieron las llaves del reino. Por tanto, se convirtió en el presidente de los doce apóstoles: “Y a ti te daré las llaves del Reino de los Cielos. Y todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mateo 16:19). Estas llaves son la autoridad de Jesucristo como Sumo sacerdote y Rey: “…Esto dice el Santo, el Verdadero, EL QUE TIENE LA LLAVE DE DAVID, EL QUE ABRE Y NINGUNO CIERRA, Y CIERRA Y NINGUNO ABRE” (Apocalipsis 3:7) Es por ello que los profetas que tuvieron las llaves (o sea, la autoridad de Dios) siempre se dirigieron a Cristo para usar dichas llaves; por ejemplo Elías: “Cuando llegó la hora de ofrecerse el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo: JEHOVÁ DIOS DE ABRAHAM, DE ISAAC Y DE ISRAEL, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas. RESPÓNDEME, JEHOVÁ, RESPÓNDEME, para que conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios, y que tú vuelves a ti el corazón de ellos. Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja.” (1 Reyes 18:36-38). Y Pedro: “Y orando, dijeron: TÚ, SEÑOR, que conoces los corazones de todos, MUESTRA CUÁL DE ESTOS DOS HAS ESCOGIDO, para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar. Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles” (Hechos 1:24-26) Pero ende, Jesucristo es el fundamento principal, y nadie puede poner otro: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.” (1 Corintios 3:11) “Y ahora bien, recordad, hijos míos, recordad que es sobre la roca de nuestro Redentor, el cual es Cristo, el Hijo de Dios, donde debéis establecer vuestro fundamento, para que cuando el diablo lance sus impetuosos vientos, sí, sus dardos en el torbellino, sí, cuando todo su granizo y furiosa tormenta os azoten, esto no tenga poder para arrastraros al abismo de miseria y angustia sin fin, a causa de la roca sobre la cual estáis edificados, que es un fundamento seguro, un fundamento sobre el cual, si los hombres edifican, no caerán.” (Helaman 5:12, Libro de Mormón) Después de la muerte de los apóstoles, dejó de haber revelación, la iglesia de Jesucristo desapareció y sobrevino una apostasía.
  • 22. CAPÍTULO III LA APOSTASÍA LA IGLESIA DE JESUCRISTO FUE INFILTRADA POR LA IGLESIA DEL DIABLO “Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; PORQUE NO VENDRÁ SIN QUE ANTES VENGA LA APOSTASÍA, Y SE MANIFIESTE EL HOMBRE DE PECADO, EL HIJO DE PERDICIÓN, EL CUAL SE OPONE Y SE LEVANTA CONTRA TODO LO QUE SE LLAMA DIOS O ES OBJETO DE CULTO; TANTO QUE SE SIENTA EN EL TEMPLO DE DIOS COMO DIOS, HACIÉNDOSE PASAR POR DIOS.” (2 Tesalonicenses 2:1-4) Para la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es claro que, después de la muerte de los apóstoles, sobrevino una apostasía. La iglesia que había organizado Jesucristo desapareció de la tierra, y en su lugar apareció una organización completamente nueva. De hecho, una de las enseñanzas del Libro de Mormón es que, después de la muerte de los apóstoles, se fundó una grande iglesia; una iglesia cuyo fundador era el diablo (1 Nefi 13:1-9, Libro de Mormón): “Y aconteció que el ángel me habló, diciendo: ¡Mira! Y miré, y vi muchas naciones y reinos. Y me dijo el ángel: ¿Qué ves? Y yo dije: Veo muchas naciones y reinos. Y me dijo él a mí: Estas son las naciones y los reinos de los gentiles. Y aconteció que vi entre las naciones de los gentiles la formación de una grande iglesia. Y el ángel me dijo: He aquí la formación de una iglesia que es la más abominable de todas las demás iglesias, que mata a los santos de Dios, sí, y los atormenta y los oprime, y los unce con un yugo de hierro, y los reduce al cautiverio. Y aconteció que vi esta grande y abominable iglesia, y vi que el diablo fue su fundador. Y vi también oro y plata y sedas y escarlatas y linos de fino tejido y toda especie de vestiduras preciosas; y vi muchas rameras. Y el ángel me habló, diciendo: He aquí, el oro y la plata, las sedas y escarlatas, y los linos de fino tejido, y los preciosos vestidos, y las rameras, son lo que desea esta grande y abominable iglesia. Y también, por motivo de las alabanzas del mundo, destruyen a los santos de Dios y los reducen al cautiverio.” (1 Nefi 13:1-9)
  • 23. LA IGLESIA DE CRISTO DESAPARECIÓ DESPUÉS DE LA MUERTE DE LOS APÓSTOLES La iglesia que Cristo organizó, estaba edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, EDIFICADOS SOBRE EL FUNDAMENTO DE LOS APÓSTOLES Y PROFETAS, SIENDO LA PRINCIPAL PIEDRA DEL ÁNGULO JESUCRISTO MISMO, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor” (Efesios 2:19-21) Luego de la muerte de los apóstoles, se colocaron “otros” fundamentos en la iglesia, completamente diferentes de los que había colocado Jesucristo. En lugar de apóstoles, y profetas, apareció el Sumo Pontífice. Sumo Pontifice (Pontifex Maximus en latín) era el título que se otorgaba en la Antigua Roma al sumo sacerdote del colegio de pontífices (collegium pontificum) y era el cargo más importante en la antigua religión romana. Izquierda: miniatura del siglo XIII que representa al Papa Inocencio VI en el Concilio de Lyon. Derecha: sepulcro de Inocencio VI con la inscripción “Pont-Max” (Pontifex Maximus). Inocencio IV se convirtió en Papa en 1243. Durante su pontificado se quemó en la hoguera a más de 200 cátaros en un solo día (el 16 de marzo de 1244). En 1252, Inocencio autorizó en la bula Ad extirpanda el uso de la tortura para obtener la confesión de los herejes.
  • 24. LA INQUISICIÓN Un ejemplo claro de que, efectivamente, la iglesia había sido infiltrada por una secta de adoradores del diablo, después de la muerte de los apóstoles, es la inquisición. El dibujo de la derecha representa la ejecución de Juana de Arco, quien fue quemada viva luego de ser condenada por el obispo católico Pierre Cauchon. El caso de Juana de Arco es ilustrativo: Durante tres meses se la sometió a interrogatorios sumamente estresantes que afectaron su salud mental. Con sólo 19 años de edad, fue encadenada y encerrada en una celda. Después de casi tres meses se la amenazó con quemarla viva. Aterrada por el miedo de ser quemada viva, negó todas sus visiones (abjuró), y creyó que se había salvado. Lo que paso después nos ayuda a comprender lo profundamente maligna que era la inquisición: La devolvieron a su celda, donde fue abusada, se la despojó de su ropa y sólo se le dejó ropas de hombre con las cuales (al no tener otra alternativa) se vistió. El estar vestida así era considerado, por la iglesia católica de aquel entonces, como un pecado grave. Para cuando llegó Couchón, a solicitar su “arrepentimiento”, Juana ya se había dado cuenta que todo estaba preparado, que no se salvaría de la hoguera, y que si se volvía a arrepentir sólo prolongaría su sufrimiento. Por lo que ya no se “arrepintió”, y la quemaron viva.
  • 25. Luego los soldados desparramaron las brasas para exponer su cuerpo carbonizado y que así nadie afirmara que había escapado con vida. Después quemaron sus restos dos veces más para reducirlos a cenizas, tras lo cual arrojaron sus restos al río Sena. La antropóloga Margaret Murray, en su libro The Witch-Cult in Western Europe, concluye que la muerte de Juana de Arco, en la hoguera, fue en realidad un sacrificio humano encubierto: “Las cenizas fueron recogidas y esparcidas en el agua: un rito habitual en 'las religiones de la cultura primitiva, después del sacrificio del Dios Encarnado. Vale la pena tener en cuenta, además, que Ruan era una de las ciudades francesas en las que existía todavía una tradición vigente de sacrificio humano” (Apéndice IV, The Witch-Cult in Western Europe, página 175) En este punto, resulta clave la reflexión que hace Margaret Murray, respecto del poder que llevó a Juana de Arco a lograr sus hazañas y a morir en la hoguera: “El caso de Juana es de fácil estudio, porque los documentos son accesibles. Anatole France advirtió que detrás de Juana alentaba un poder invisible, al que Carlos VII temía, y del cual acepto ayuda muy en contra de su voluntad. France ve en este poder a un partido dentro de la Iglesia, y opinaba que ésta estaba dividida internamente. (Apéndice IV, The Witch-Cult in Western Europe, página 172) Este “poder invisible”, que se había infiltrado en el liderazgo principal de la iglesia en el medioevo, era una “secta” de adoradores del diablo. Esta secta, eventualmente, consiguió apoderarse de trono papal por muchos siglos, cumpliendo así la profecía de Pablo: “Porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; TANTO QUE SE SIENTA EN EL TEMPLO DE DIOS COMO DIOS, HACIÉNDOSE PASAR POR DIOS.” (2 Tesalonicenses 2:1-4) La mayor cantidad de personas quemadas vivas en la hoguera, en un solo día, por la inquisición, se produjo el 16 de marzo de 1244. Ese día, más de doscientos cátaros fueron quemados vivos en una enorme hoguera en el prat dels cremats (prado de los quemados) al pie del castillo de Montsegur, Francia.
  • 26. La segunda mayor quema de personas en un solo día, se produjo el 22 de diciembre de 1504, en donde 107 personas fueron quemadas vivas por el inquisidor, y teólogo católico, Diego Rodríguez de Lucero. El inquisidor y teólogo católico Diego Rodríguez de Lucero protagonizó, en 1504, en Córdoba, el mayor auto de fe jamás celebrado en España, con el resultado de 107 personas quemadas vivas en la hoguera, EN UN SOLO DÍA. La inquisición, o “santo oficio”, desapareció definitivamente en 1965, año en que se convierte en la Congregación para la Doctrina de la Fe (había durado más de 700 años).
  • 27. ESTEBAN VI Otro ejemplo de que la iglesia del diablo se había infiltrado en el papado de la iglesia católica, durante la edad media, es el pontificado del papa Esteban VI (896-897). El papa Esteban VI, sucesor de Bonifacio VI (quien había muerto al poco de ser elegido papa), ordenó, nueve meses después de la muerte del papa Formoso, exhumar su cadáver y someterlo a juicio en un concilio que reunió para tal fin. En dicho concilio (conocido como el sínodo del terror), celebrado bajo la presidencia del mismo papa Esteban VI, se colocó el cadáver de Formoso en un trono para que escuchara las acusaciones. Encontrado culpable, se despojó al cadáver de sus vestiduras, le arrancaron tres dedos de la mano y sus restos fueron depositados en un lugar secreto. Más tarde, los restos fueron depositados en el Vaticano, donde yacen hasta el día de hoy. Existe un ejemplo, análogo al sínodo del terror, en la época actual, que resulta muy ilustrativo. Este evento se produjo durante el gobierno de François Duvalier (Papa Doc) en Haití, exactamente el 28 de agosto de 1964. Ese día, el dictador Haitiano expuso durante 24 horas el cadáver de uno de sus enemigos políticos en el aeropuerto de Puerto Príncipe. Ahora bien, Duvalier no era un devoto cristiano, sino practicante de la brujería Vudú. ¿Puede percibir usted, amigo lector, las implicaciones de esta analogía?
  • 28. CAPÍTULO 4: LAS INDULGENCIAS Y EL PAPA LEON X Otro ejemplo más, de que la iglesia del diablo se había infiltrado en el papado de la iglesia católica, durante la edad media, es el pontificado del papa León X (1475 - 1521) y su relación con la venta de indulgencias en los tiempos de Martín Lutero. Las indulgencias, en la época de Lutero, tienen su origen en la necesidad de fondos del papa León X para hacer frente a los costos de la construcción de la basílica de San Pedro. El papa León X autorizó al arzobispo Alberto de Maguncia para realizar la venta de indulgencias. Éste último comisionó al fraile dominico Johann Tetzel para vender unos certificados que perdonaban “tvtti li peccati” (todos los pecados). Estos certificados recibieron el nombre de indulgencias. Esta es la razón por la que Martín Lutero inició su revolución que culminó en el cisma definitivo entre católicos y protestantes en 1517. Tres años después, en 1520, León X (el papa de las indulgencias) ordenó el arresto de Gian Paolo Baglioni, señor de Perugia. Baglioni fue encarcelado por la Guardia Pontificia en el Castillo de Sant'Angelo, donde fue torturado y decapitado. Con este asesinato, León X logró apoderarse de la ciudad de Perugia y sus territorios adyacentes. Gian Paolo Baglioni, señor de Perugia, fue encarcelado, torturado y decapitado por orden del papa León X.
  • 29. ALEJANDRO VI Moneda acuñada con el perfil del papa Alejandro VI, Rodrigo Borgia, y su título “Pontifex Maximus” (“Sumo Pontífice”). Ese era el título que se otorgaba en la Antigua Roma al sumo sacerdote del colegio de pontífices (collegium pontificum) y era el cargo más importante en la antigua religión romana. Basta conocer la historia del Papa Alejandro VI, Rodrigo Borgia, para darse cuenta que la iglesia que había organizado Jesucristo ya no estaba sobre la tierra. Alejandro VI usaba arsénico, mezclado con otras sustancias, para producir la muerte de sus opositores, en 24 horas, tras terribles sufrimientos. En la actualidad se ha tratado de maquillar la verdad histórica de Alejandro VI. Los revisionistas papales afirman que todo lo malo que se dice de Rodrigo Borgia (el papa Alejandro VI) fue inventado por sus enemigos protestantes y judíos. Esto no es verdad, pues, quienes redactaron los mayores excesos, cometidos por Alejandro, fueron hombres de su mayor confianza. Por ejemplo, el evento conocido como “el Banquete de las Castañas” (el mayor rito de fertilidad llevado a cabo en el mismísimo vaticano) fue registrado con todo detalle por el secretario apostólico y maestro de ceremonias Johannes Burchard en el Liber Notarum. En el libro “A World Lit only by Fire”, el escritor William R. Manchester (quien obtuvo la Medalla Nacional de Humanidades en 2001) informa que el Banquete de las Castañas se llevó a cabo la noche del 31 de octubre de 1501, tal como lo informa Wikipedia en inglés bajo la entrada “Banquet of Chestnuts” (y no el 30 de octubre como dice Wikipedia en español). O sea, ese “banquete” se llevó a cabo en Halloween. En otras palabras, fue un rito de fertilidad propio de la brujería medieval. Otro ejemplo lo constituye la acusación de incesto con su hija Lucrecia. Esa acusación no sale de la boca de ningún protestante sino del cardenal Ascanio Sforza, quien había sido nombrado por el papa Sixto IV, y se había hecho famoso por su habilidad diplomática y por su rol fundamental en el cónclave de 1492, donde salió electo el mismo Alejandro VI.
  • 30. PAPA JUAN XII (JOHN XII) Veamos ahora el caso del pontificado del Papa Juan XII. El Papa Juan XII estaba completamente corrompido. Su residencia pontificia de Letrán se llenó de mujeres, eunucos y esclavos y se convirtió en escenario de excesos y de orgías. Veamos lo que dice la misma enciclopedia católica sobre este Papa: “Después de la muerte del pontífice reinante, Agapito II, Octavio, entonces de diez y ocho años, fue efectivamente escogido como su sucesor el 16 de diciembre de 955, y adoptó el nombre de Juan. La autoridad temporal y espiritual en Roma fue así de nuevo unificada en una sola persona – un hombre inmoral, ordinario, cuya vida fue tal que del palacio Lateranense se hablaba como de un burdel, y la corrupción moral en Roma llegó a ser objeto de repudio general. Guerra y persecución agradaban más a este papa que el gobierno eclesiástico.” (véase https://web.archive.org/web/20090505165533/http://ec.aciprensa.co m/j/juan12papa.htm Enciclopedia Católica - Artículo sobre Papa Juan XII].
  • 31. En el 960 d.C., ante la amenaza que representaba Berengario de lvrea, el papa Juan XII llamó en su socorro al rey alemán Otón el Grande. Otón venció a Berengario y entró triunfante en Roma. El 2 de febrero del 962, con su esposa, Adelaida, recibió la corona imperial. Juan Xll juró a Otón todo lo que éste quiso, pero el juramento duró sólo el tiempo que Otón permaneció en Roma. Tan pronto como el séquito imperial abandonó la Urbe, el papa expidió cartas a los bizantinos, a los húngaros y a los príncipes italianos proponiéndoles alianzas contra el flamante emperador. Estos mensajes fueron interceptados y llevados a Otón, quien se dirigió de nuevo a la Ciudad Eterna. Naturalmente, Juan XII no esperó a que llegara: se dio a la fuga llevando consigo el tesoro de la Iglesia. Otón hizo entonces jurar a los romanos que no elegirían papa sin su autorización y, el 4 de diciembre del año 963, pronunció la deposición de Juan XII, nombrando en aquel mismo día a su sucesor; León Vlll. Considerando que ya había puesto las cosas en orden, Otón regresó a Alemania. Pero el papa depuesto sólo esperaba ese momento para reaparecer en Roma. Efectivamente, en febrero del 964 Juan XII entró en Roma. León Vlll logró escapar por muy poco. A los que no tuvieron esa suerte les sacaron los ojos, les cortaron las manos, les arrancaron las orejas o les cortaron la nariz. La venganza del papa depuesto fue espantosa. Avisado Otón, se apresuró a ir, una vez más, a Roma. Más no tuvo ocasión de castigar personalmente al culpable. Juan XII murió de apoplejía en pleno acto sexual el 14 de mayo de 964.
  • 32. JOHANNES ANGLICUS, LA PAPISA JUANA a siguiente es la cubierta del libro “Pope Joan - The covered-up pontificate of a woman” (“Papisa Juana – El pontificado encubierto de una mujer”) publicado en 2021 por el arqueólogo australiano Michael Habicht de la Flinders University (Universidad de Flinders) en Adelaide, Australia. En este libro, Michael Habitch prueba, de manera irrebatible, la existencia de una mujer Papa (Johannes Anglicus) en el siglo IX, que murió dando a luz en plena procesión. Michael Habitch, quien comienza su libro con mucha diplomacia, finalmente demuestra, con evidencia irrefutable, que la papisa Juana asumió el pontificado desde el 856 d.C. hasta el 858 d.C. No sólo eso, sino que pone al descubierto una serie de manipulaciones de documentos (incluyendo el Liber Pontificalis) para colocar a Benedicto III, como Papa, entre los años 855 d.C. y 858 d.C., cuando en realidad había sido Sumo Pontífice desde el 853 d.C hasta 856 d.C.
  • 33. Michael Habitch demuestra que la Papisa Juana fue, de hecho, el diacono de Benedicto III. Este diacono era, en realidad, una mujer, y fue amante de Benedicto III hasta el día de su muerte. Johannes Anglicus (la Papisa Juana) asumió el pontificado en 586 d.C. Una de las ciencias que usa Michael Habicht, que prueban que la Papisa fue un personaje real, es la numismática (ciencia que estudia las monedas, los billetes y las medallas). La siguiente moneda, descubierta por Habitch, contiene el monograma del nombre de la papisa Juana (el dibujo le pertenece al mismo Michael Habitch): Dejemos que Habitch mismo nos explique. Para ello reproduciremos dos párrafos de su libro: “En el siglo IX la acuñación de los papas se combinaba principalmente con la acuñación del Imperio Francés que combinaba el monograma papal y la inscripción SCS PETRVS (San Petrus) con el reverso del emperador gobernante (es decir, con el nombre del emperador y su monograma o el monograma de Roma). Esto nos permite fechar las monedas utilizando las fechas de reinado registradas.” “Es un denier (denario francés) que muestra en el adverso el Monograma IoHANIs (con S sobre la ligadura), y la inscripción habitual + SCS PETRVS:
  • 34. El reverso da el monograma ROMA en el centro y, rodeando el monograma, la inscripción: LVDOWICVS IMP (se refiere al emperador Luis II): El diseño de la letra y el estilo general de la moneda son similares a los de León IV y Benedicto III. La naturaleza tridimensional del monograma papal es especial y diferente de los demás. Se diferencia claramente de las monedas firmemente atribuidas al Papa Johannes VIII y, por lo tanto, debe colocarse antes de Nicolás I.” Veamos ahora las monedas de la papisa Juana, y de los papas que la precedieron y la sucedieron: Benedicto III, desde 853 d.C hasta 856 d.C. Nota: es imposible que Benedicto III asumiera el papado el 29 de setiembre de 855 porque hay monedas de él junto con el emperador Lotario, quien murió el 28 de setiembre de 855.
  • 35. Juana (Johannes Anglicus o Juan el Inglés) desde 856 d.C. hasta 858 d.C. Nicolás I, desde 858 d.C hasta 867 d.C. Ahora veremos la moneda de Juan VIII. El reverso de esta moneda no contiene la palabra “Roma”, ni el nombre del emperador. En lugar de ello aparece la imagen de San Pedro con la inscripción SCS PETRVS. Y en el adverso aparece el monograma papal rodeado por el nombre del emperador. Juan VIII, desde 872 d.C a 882 d.C.
  • 36. Finalmente, el monograma de la papisa Juana “IoHANIs” comienza a escribirse, correctamente, partiendo de la “I” del lado derecho (por eso la “o” va abajo). En cambio, el de Juan VIII parte, incorrectamente, en la “I” del lado izquierdo (por eso la “o” va arriba). Esto implica que el monograma de la papisa Juana es el precursor (el que se fabricó primero), pues, no contiene errores de deletreo, y está mejor trabajado en detalles de relieve. Es evidente que el acuñador de Juan VIII no sólo no participó en la confección de la moneda de la papisa Juana, sino que, además, interpretó mal el monograma cuando lo copió para la moneda de Juan VIII. Esto explicaría la afirmación hecha por Botho Conrad, en su obra Crónica Picturatum (1489 d.C.), sobre que Luis II fue coronado, como emperador por el Papa Juan en 856 d.C. Algo que hasta ahora se consideraba absurdo, pues, se asumía que Botho se refería a Juan VIII, quien fue Papa más de una década después del coronamiento de Luis II (véase las siguientes fuentes: Botho Conrad. 1489. Chronicon Brunsvicensium Picturatum Diaclecto Saxonica Conscriptum [p. 299]. Edited by Gottfried Wilhelm Leibniz. 1711th ed. http://digital.ub.uni- duesseldorf.de/ihd/content/pageview/3258958 ) El papa Juan, a quien Botho Conrad se refería, era a la papisa Juana (el diacono travestido de Benedicto III) quien asumió el pontificado en 856 d.C.
  • 37. MÁS EVIDENCIAS DE LA EXISTENCIA DE LA PAPISA JUANA Es importante notar que uno de los documentos más antiguos, que menciona a la papisa Juana como un personaje real, es el Chronicon Pontificum et Imperatorum (Crónica de los Pontífices y Emperadores), escrito por el Arzobispo católico Martin de Opava, quien fuera confesor del Papa Alejandro IV y sus sucesores, Urbano IV, Clemente IV, Gregorio X, Inocencio V, Adriano V y Juan XXI. Esto es lo que él escribió sobre la Papisa Juana: “Juan Anglicus, nacido en Maguncia, fue Papa durante dos años, siete meses y cuatro días y murió en Roma, tras lo cual quedó una vacante en el papado de un mes. Se afirma que este Juan era una mujer, que siendo niña había sido conducida a Atenas vestida de hombre por cierto amante suyo. Allí llegó a dominar una diversidad de ramas del conocimiento, hasta que no tuvo igual, y, luego, en Roma, enseñó artes liberales y tuvo grandes maestros entre sus estudiantes y audiencia. En la ciudad surgió una alta opinión de su vida y su saber; y fue elegida Papa. Mientras era Papa, sin embargo, quedó embarazada de su compañero. Por ignorancia del momento exacto en el que se esperaba el nacimiento, dio a luz a un niño mientras estaba en procesión desde San Pedro hasta Letrán, en una calle que alguna vez se llamó Vía Sacra (el camino sagrado) pero que ahora se conoce como la "calle evitada". entre el Coliseo y la iglesia de San Clemente. Tras su muerte, se dice que fue enterrada en ese mismo lugar. El Señor Papa siempre se desvía de la calle, y muchos creen que esto se hace por aborrecimiento del evento. Tampoco está incluida en la lista de los Santos Pontífices, tanto por su sexo femenino como por la complejidad del asunto.” Esto no lo escribió ningún protestante o enemigo de la Iglesia Católica. Esto fue escrito por el confesor de siete papas. De hecho, el arzobispo Martin de Opava murió en 1278, más de 200 años antes del nacimiento de Martín Lutero.
  • 38. Las fuentes más antiguas, relacionadas con la existencia de la papisa Juana, fueron encontradas por el profesor protestante (calvinista) de filosofía y teología Friedrich Spanheim (1632-1701). Spanheim vino de Ginebra y enseñó en Leiden (Holanda), donde recogió unas 500 referencias y las publicó en su libro "De Papa foemina inter Leonem IV et Benedictum III, Disquisitio Historica" en 1691 (Spanheim 1691). Hasta 1736, se publicaron tres traducciones al francés bajo el título "Historie de la Papesse Jeanne" (Spanheim 1736). Spanheim encontró la primera evidencia de Juana en las obras de Anastasio Bibliothecarius, quien trabajó como bibliotecario del Vaticano bajo el papa Adriano II. Michael Habicht comenta lo siguiente respecto de Anastasio: “Una de sus tareas era mantener actualizado el libro oficial de crónicas de los Papas (Liber Pontificalis) e introducir información relevante del papa actual. Anastasio tuvo la oportunidad perfecta de suprimir toda la información sobre la papisa, al menos en los documentos oficiales del Vaticano (Stanford 2009, 32-33). Por lo tanto, se puede entender que Johanna está ausente en gran parte de los documentos de la iglesia y se ha conservado principalmente en la tradición oral, textos no oficiales y pasajes y cartas pasados por alto (Stanford 2009, 33). Spanheim se refirió a un documento en el que Anastasio fue comisionado para borrar el pontificado de Juana de la tradición (Stanford 2009, 34). Esto fue posible porque la iglesia y los monasterios tenían un monopolio casi completo de los libros hasta el año 1200 d.C. aproximadamente. Sólo después del año 1200 d.C. los escritores en las ciudades comenzaron a producir libros para no clérigos ricos. La primera evidencia de Johanna parece indicar, por tanto, un encubrimiento consciente de su pontificado entre León IV y Nicolás I a mediados del siglo IX.” (“Papisa Juana – El pontificado encubierto de una mujer”, por Michael Habicht, página 22)
  • 39. MÁS EVIDENCIAS SOBRE LA EXISTENCIA DE LA PAPISA JUANA Se plantea la cuestión de si se han conservado los acontecimientos históricos del presunto pontificado de la Papisa Juana (Gössmann 1994, 251-253). Porque se argumenta que ni un solo privilegio eclesiástico ha sobrevivido de la Papisa, ni una carta de ella, ni una carta de un rey o emperador a Roma se sabe que fue dirigida a Johnannes Anglicus. Sobre esto Michael Habicht dice los siguiente: “Morris puede probar en su estudio que éste no es el caso: Los Siglos de Magdeburgo, una crónica protestante, antipapalista, afirmaba que Æthelwulf, el Rey de Wessex (Un Reino en el Sur de Inglaterra y Cornualles) coincide con el papado de la papisa (Flacius et al. 1559, Cent. IX, X, columna 500-502; Gössmann 1994, 251; Kerner y Hebers 2010, 121, placa 43-44) El monarca reinó alrededor de 839 a 858 d.C.” (“Papisa Juana – El pontificado encubierto de una mujer”, por Michael Habicht, página 23) Michael Habitch añade que el rey Æthelwulf hizo generosas donaciones a la Papisa, y además, explica la transición de Benedicto III a Johannes Anglicus (la Papisa) en el 856 d.C: “Æthelwulf hizo generosas donaciones a la Papisa y también viajó a Roma. La visita puede limitarse con seguridad al año 856 debido a los textos fuente (Morris 1985, 25). Morris especuló que fue el Papa Benedicto III y su preferido, el Diácono Juan (alias Juana), quien debe haber recibido al Rey Æthelwulf en Roma, según el Liber Pontificalis (Morris 1985, 26-27). Morris asume que Benedicto III había sido Papa desde el año 854, la visita habría tenido lugar en su segundo y último año. Por lo tanto, se especula con buenos argumentos que Æthelwulf pudo haber sido testigo de la muerte de Benedicto III y haber visto la toma de posesión de su sucesor Johannes Anglicus antes de partir a Francia, donde casó a su hija Judith con el Rey Carlos el Calvo de Franconia Occidental. Este matrimonio tuvo lugar el 1 de octubre de 856 d.C. (Morris 1985, 27). Los Magdeburger Zenturien, por otra parte, también afirman que Johannes Anglicus recibió a Æthelwulf. El cambio de cargo de Benedicto III a Johannes Anglicus puede, por tanto, limitarse a la primavera o al verano 856.” (“Papisa Juana – El pontificado encubierto de una mujer”, por Michael Habicht, página 23)
  • 40. LA ESCULTURA DE BERNINI El escultor italiano Lorenzo Bernini colocó, en la basílica de San Pedro, ocho esculturas que representan el rostro de la papisa en las diferentes etapas de su parto. La última de estas ocho esculturas representa al bebe recién nacido: A continuación presentamos las esculturas completas de dos de estos rostros. Nótese la tiara papal sobre la cabeza de la mujer, las llaves de San Pedro, y el rostro del diablo en la base de la escultura:
  • 41. EL BUSTO EN LA CATEDRAL DE SIENA En el siglo XVII, el cardenal Baronious (Baronio, Cesare, Cardenal, 1538-1607), bibliotecario del Vaticano, escribió que uno de los 170 bustos de terracota, esculpidos dentro de la catedral de Siena, era de la Papisa Juana, y que había permanecido allí por cerca de 200 años. En la base del busto se había grabado la inscripción “Johanna Papa Femina”. Baronious también señala que, durante el renacimiento, el papa Clemente VIII ordenó que el busto fuera transformado en el Papa Zacarías. El busto se puede ver hasta el día de hoy en la catedral de Siena: Este “arreglo”, o “maquillaje”, se hizo, básicamente, por el temor al protestantismo triunfante, de Martín Lutero, de aquellos años. Para conocer mayores detalles sobre este busto, puede acudir a la siguiente fuente: The She-Pope: a quest for the truth behind the mystery of Pope Joan, escrita por Peter Stanford (1999). Incluso la misma enciclopedia católica (que niega hasta el paroxismo la existencia de la Papisa Juana) no tuvo más remedio que aceptar que, por más de 200 años, hubo un busto, en la catedral de Siena, que representaba a la Papisa Juana, de cuya existencia nadie dudaba en aquel entonces, veamos: “Aceptación Crédula: En los siglos XIV y XV ya se contaba a esta papisa como personaje histórico, de cuya existencia nadie dudaba. Ella tenía su lugar entre los bustos tallados que se encontraban en la catedral de Siena. Bajo Clemente VIII, y a petición suya, se transformó su busto en el del Papa Zacarías.” (Papisa Juana, Enciclopedia Católica)
  • 42. LA CALLE DE LA PAPISA Y LA ESTATUA DESTRUIDA La suplantación de Juana obligó a la Iglesia a evitar en lo sucesivo pasar por la iglesia de San Clemente, lugar del parto, en el trayecto del Vaticano a Letrán. En 1486 John Burchard, obispo de Estrasburgo y Maestro papal de Ceremonias bajo el Papa Inocencio VIII (1503-13), Alejandro VI (1492-1503), Pío III (1503) y Julio II (1503-13), organizó una procesión para Inocencio VI que rompió con la tradición de evitar la ruta directa. En su Líber Notarum registra la dura crítica a la que se hizo acreedor como resultado de su decisión: «En su ida, así como en su regreso, él (el Papa) vino por la ruta del Coliseo, y por aquella calle recta donde LA ESTATUA DEL PAPA MUJER (IMAGO PAPISSAE) está localizada en recuerdo, se dice, por haber dado allí a luz a un niño el Papa Juan VII (u VIII). Por esta razón muchos dicen que a los Papas no se les permite pasar a caballo por allí. Por lo tanto, el señor arzobispo de Florencia, el obispo de Massano, y Hugo de Bencii, el subdiácono apostólico, me enviaron una reprimenda» (Líber Notarum, John Burchard; RISS, XXXII pt. 1, vol. I, p.176). La estatua de la Papisa (imago papissae) que aquí menciona Burchard en el año 1486, también fue vista por Martín Lutero cuando visitó Roma a finales de 1510. Lutero hizo un comentario acerca de la estatua, expresando su sorpresa de que los papas permitiesen que un objeto tan embarazoso permaneciera en un lugar público. La estatua que Lutero vio era la de una mujer con vestiduras papales, sosteniendo un niño y un cetro (Véase la obra La Légende de la Papesse Jeanne, Eugene Müntz, 1900, p.333). En cuanto a la misteriosa desaparición de la estatua de la Papisa, existe el testimonio de Elias Hasenmuller quien en la última década del siglo XVI fue informado de que la estatua había sido arrojada al río Tíber por Pío V (1566-72). Según lo registra el mismo Hasenmuller en su obra Historia lesuitici Ordinis (1593, p.315). Esto explica también por qué el famoso Cardenal jesuita Roberto Belarmino (1542-1621), quien intervino como miembro del Santo Oficio en el juicio contra Galileo, cuando hace referencia a la estatua en su obra De Summo Pontífice en 1577, siempre se refiere a ella en tiempo pasado, con la clara implicación que la estatua en ese entonces ya no existía.
  • 43. Vicus Papissae: La Calle de la papisa. Este es el lugar en el que la Papisa Juana dio a luz un bebé, en plena procesión. Aquí murió Johannes Anglicus, pero el estremecedor recuerdo, de lo acontecido en esta calle, ha perdurado a través de los siglos La estatua, que se encontraba dentro del santuario enrejado, fue reemplazada por una imagen de la Virgen María y el niño Jesús; una especie de sincretismo. Sobre la ermita (o santuario enrejado) de la Papisa, Michael Habicht dice lo siguiente: “La ermita de la Papisa Juana se encuentra en la carretera que une San Giovanni in Laterano con la Via dei Santi Quatro, donde la carretera sube con mucha pendiente. El santuario no es mucho más grande que un cuartel de guardia, ha sido repintado recientemente y ya no se ve tan deteriorado como se ve en los libros de Morris y Stanford (Morris 1985, fig. Placa VII; Stanford 2009, fig. 9 y 10). La pintura descolorida en el santuario enrejado indudablemente representa a la Virgen María con el Niño Jesús y no a la papa. Sin embargo, el lugar es considerado el "Santuario de la Papisa", y a diferencia de muchos otros santuarios de la ciudad de Roma, las flores, las minúsculas y otras cosas se ponen repetidamente en los bares. La historia que Peter Stanford cuenta en su libro sobre la Papisa es correcta, el lugar goza de una veneración secreta (Stanford 2009, 9-12)” (“Papisa Juana – El pontificado encubierto de una mujer”, por Michael Habicht, página 6)
  • 44. LA ESTATUA VIVIENTE La siguiente estatua se encuentra en el Vaticano, en el atrio, en lo alto, a la derecha. Se dan explicaciones opuestas para la estatua: Ya sea un Papa de la temprana edad media sin nombre o la representación alegórica de "la Iglesia". Fue realizada en 1720, por Giuseppe Frascari. Esta estatua, sin embargo, no representa a la iglesia sino a la papisa Juana. Veamos la razón de esto: En apocalipsis 12:1 se describe a la iglesia de la siguiente forma: “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.” (apocalipsis 12:1) Ahora comparemos la estatua con un cuadro que representa a la Iglesia descrita en apocalipsis 12, y con la imagen de la Papisa del tarot de Marsella. Veremos que la estatua no reúne los elementos relacionados con la personificación de la iglesia descrita en el apocalipsis, pero sí reúne todas las características que el Tarot de Marsella le adjudica a la Papisa (Papa Mujer):
  • 45. Respecto de la erudición y el gran conocimiento de la papisa Juana, razón por la cual se usa el libro como un símbolo de ella, recordemos las palabras de Martín de Opava: “Se afirma que este Juan era una mujer, que siendo niña había sido conducida a Atenas vestida de hombre por cierto amante suyo. Allí llegó a dominar una diversidad de ramas del conocimiento, hasta que no tuvo igual, y, luego, en Roma, enseñó artes liberales y tuvo grandes maestros entre sus estudiantes y audiencia. En la ciudad surgió una alta opinión de su vida y su saber; y fue elegida Papa.” (Chronicon Pontificum et Imperatorum [Crónica de los Pontífices y Emperadores]) La estatua lleva un libro abierto, al igual que la carta de la Papisa del tarot de Marsella. Además, lleva puesta en la cabeza una tiara Papal Regnum de la Edad Media Alta (época del pontificado de Juana), y lleva en las manos las llaves del apóstol Pedro (símbolo Papal). Finalmente va vestida con una túnica de obispo, y no hay ninguna luna debajo de sus pies. Papa Leon VIII (963–964) con la tiara papal Regnum de la Edad Media Alta (476 - 1000 d.C.)
  • 46. LA SILLA Geoffroy de Courlon, monje de St.-Pierre-le-Vif de Sens, en el siglo XIII, informó que los romanos tenían la costumbre de comprobar el sexo masculino del papa con una silla especial con un agujero (véase las obras de Kerner y Hebers 2010, 29; Spanheim 1725; Stanford 2009). “Esta declaración oficial de los expertos eclesiásticos (de que sólo por “torpeza”, el papa recién elegido se sentaba sobre un inodoro en un acto público) es difícil de aceptar en esta etapa, al menos para el lector de hoy, especialmente porque también hay representaciones correspondientes de cómo se probaba y proclamaba el sexo del Papa: "habet" (tiene [genitales masculinos]) (Kerner y Hebers 2010, 30, Fig. 12). ” (“Papisa Juana – El pontificado encubierto de una mujer”, página 11) Los revisionistas papales dicen que fue un malentendido de la gente sencilla, quienes malinterpretaron una ceremonia de elevación papal que comenzó a realizarse desde el Papa Pascual II en 1099: “El papa recién elegido tenía que tomar asiento en dos sillones calados que estaban frente al oratorio del Palacio de Letrán. Sentarse tenía el significado de tomar posesión. El hecho de que no usara tronos normales, sino asientos de inodoro antiguos, fue quizás por simple torpeza. Sin embargo, puesto que la gente entendía que el hecho mismo de sentarse en un inodoro (en un acto público) era extraño y desconocido, la gente sencilla inventó su propia explicación. Según la interpretación del pueblo, se decía que el sexo del Papa había sido puesto a prueba a través de la apertura” ("Papst-Fabeln des Mittelaltes“, Von Döllinger [1863 y reimpresa en 1890]. Respecto de esto Michael Habicht dice lo siguiente:
  • 47. Michael Habicht continúa reflexionando y dice: “Si los Papas no hubieran usado tales asientos de inodoro con un agujero, tal vez la teoría nunca hubiera surgido - ¿o era, en realidad, un ritual desarrollado sólo para probar el verdadero sexo biológico del papa y para evitar cualquier otro caso de un papa femenino? Ahora, que (presuntamente) se tenga que probar el sexo masculino de un nuevo papa, esto implica que el riesgo de tener un papa femenino era una preocupación real” (“Papisa Juana – El pontificado encubierto de una mujer”, página 11) El clérigo y escritor católico Félix Hemmerlin escribió, en 1440, un texto muy positivo sobre la Papisa Juana (Hemmerlin 1440, Cap. 27; Reber 1846, 241; Gössmann 1994, 79, Nota 17). Después de alabar su reinado, Hemmerlin cuenta también la historia de la silla papal (sedia stercoraria) en el Laterano, con la que, según indica, se ponía a prueba el sexo de cualquier nuevo papa elegido para evitar otra Papisa Juana, (Reber 1846, 241). Sobre las palabras de Hemerlin, acerca de la silla, Michael Habicht dice: “He aquí un clérigo católico que contradice abiertamente la explicación oficial de las sillas de la iglesia. Y esto no es propaganda protestante, pues fue escrito en 1440 d.C.” (“Papisa Juana – El pontificado encubierto de una mujer”, página 24) Habet! (“¡Los tiene!”) ilustración de Johan Wolf en el Lectionum Memorabilium Reconditarum Centenarii XVI (1600). Detalle de la ilustración de Johan Wolf
  • 48. CONCLUSIÓN DEL CAPÍTULO III Luego de la muerte de los apóstoles, la iglesia de Jesucristo desapareció de la tierra. Los obispos, que sobrevivieron a las persecuciones, se esforzaron por mantener una organización cristiana que siguiese practicando las enseñanzas de Cristo. Estas enseñanzas, sin embargo, fueron contaminadas por filosofías de los hombres mezcladas con las escrituras, lo cual permitió que “lobos rapaces” y “falsos profetas” se infiltraran en el cristianismo post-apostólico: “Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.” (Hechos 20:29-30) “Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz.” (2 Corintios 11:13-14)
  • 49. CAPÍTULO 4 LA RESTAURACIÓN El profeta, sus dos consejeros y los doce apóstoles de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Detrás de ellos, las estatuas conmemorativas de Jesucristo y sus doce apóstoles originales. Como vimos en los capítulos anteriores, la iglesia, que Cristo organizó, estaba dirigida por revelación de Jesucristo a sus apóstoles y profetas. Esta iglesia estaba edificada sobre el fundamento de apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, EDIFICADOS SOBRE EL FUNDAMENTO DE LOS APÓSTOLES Y PROFETAS, SIENDO LA PRINCIPAL PIEDRA DEL ÁNGULO JESUCRISTO MISMO, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor” (Efesios 2:19-21)
  • 50. En Efesios 2:19-20 se dice que Cristo es la piedra angular. El concepto más antiguo de piedra angular, el que estaba vigente en la época de Jesús, era que se trataba de la primera piedra en la construcción de una base de una cimentación de albañilería. Es decir, esta piedra se colocaba sobre el terreno y servía de guía a las demás piedras del cimiento. Todas las otras piedras se establecían en referencia a esta piedra angular, lo que determina la posición de toda la estructura. Después de la muerte de Cristo, la iglesia de Jesucristo desapareció y sobrevino una apostasía. La iglesia de Jesucristo está nuevamente sobre la tierra, pues, fue restaurada el 6 de abril de 1830. En la actualidad, tal como en tiempos pasados, es dirigida por Jesucristo mismo a través de la revelación a sus apóstoles y profetas. ¿Cómo ha sido esto posible?
  • 51. A continuación, presentaremos la historia de la restauración de la Iglesia de Jesucristo, por conducto de un profeta moderno, José Smith, en estos últimos días (Véase José Smith Historia, Perla de Gran Precio): “Nací en el año de nuestro Señor mil ochocientos cinco, el día veintitrés de diciembre, en el pueblo de Sharon, condado de Windsor, estado de Vermont… Tendría yo unos diez años de edad, cuando mi padre, que también se llamaba José [Joseph] Smith, salió del estado de Vermont y se trasladó a Palmyra, condado de Ontario (hoy Wayne), estado de Nueva York. Como a los cuatro años de la llegada de mi padre a Palmyra, se mudó con su familia a Manchester, en el mismo condado de Ontario. Once personas integraban su familia, a saber, mi padre Joseph Smith; mi madre, Lucy Smith (cuyo apellido de soltera era Mack, hija de Solomon Mack); mis hermanos Alvin (fallecido el 19 de noviembre de 1823, a los veinticinco años de edad), Hyrum, yo, Samuel Harrison, William, Don Carlos, y mis hermanas Sophronia, Catherine y Lucy. Durante el segundo año de nuestra residencia en Manchester, surgió en la región donde vivíamos una agitación extraordinaria sobre el tema de la religión. Empezó entre los metodistas, pero pronto se generalizó entre todas las sectas de la comarca. En verdad, parecía repercutir en toda la región, y grandes multitudes se unían a los diferentes partidos religiosos, ocasionando no poca agitación y división entre la gente; pues unos gritaban: “¡He aquí!”; y otros: “¡He allí!”. Unos contendían a favor de la fe metodista, otros a favor de la presbiteriana y otros a favor de la bautista. Porque a pesar del gran amor expresado por los conversos de estas distintas creencias en el momento de su conversión, y del gran celo manifestado por los clérigos respectivos, que activamente suscitaban y fomentaban este cuadro singular de sentimientos religiosos —a fin de lograr convertir a todos, como se complacían en decir, pese a la secta que fuere— sin embargo, cuando los conversos empezaron a dividirse, unos con este partido y otros con aquel, se vio que los supuestos buenos sentimientos, tanto de los sacerdotes como de los conversos, eran más fingidos que verdaderos; porque siguió una escena de gran confusión y malos sentimientos —sacerdote contendiendo con sacerdote, y converso con converso— de modo que toda esa buena voluntad del uno para con el otro, si es que alguna vez la abrigaron, se había perdido completamente en una lucha de palabras y contienda de opiniones.
  • 52. Por esa época tenía yo catorce años de edad. La familia de mi padre se convirtió a la fe presbiteriana; y cuatro de ellos ingresaron a esa iglesia, a saber, mi madre Lucy, mis hermanos Hyrum y Samuel Harrison, y mi hermana Sophronia. Durante estos días de tanta agitación, invadieron mi mente una seria reflexión y gran inquietud; pero no obstante la intensidad de mis sentimientos, que a menudo eran punzantes, me conservé apartado de todos estos grupos, aunque concurría a sus respectivas reuniones cada vez que la ocasión me lo permitía. Con el transcurso del tiempo llegué a inclinarme un tanto a la secta metodista, y sentí cierto deseo de unirme a ella, pero eran tan grandes la confusión y la contención entre las diferentes denominaciones, que era imposible que una persona tan joven como yo, y sin ninguna experiencia en cuanto a los hombres y las cosas, llegase a una determinación precisa sobre quién tenía razón y quién no. Tan grande e incesante eran el clamor y el alboroto, que a veces mi mente se agitaba en extremo. Los presbiterianos estaban decididamente en contra de los bautistas y de los metodistas, y se valían de toda la fuerza del razonamiento, así como de la sofistería, para demostrar los errores de aquellos, o por lo menos, hacer creer a la gente que estaban en error. Por otra parte, los bautistas y los metodistas, a su vez, se afanaban con el mismo celo para establecer sus propias doctrinas y refutar las demás. En medio de esta guerra de palabras y tumulto de opiniones, a menudo me decía a mí mismo: ¿Qué se puede hacer? ¿Cuál de todos estos grupos tiene razón; o están todos en error? Si uno de ellos es verdadero, ¿cuál es, y cómo podré saberlo? Agobiado bajo el peso de las graves dificultades que provocaban las contiendas de estos grupos religiosos, un día estaba leyendo la Epístola de Santiago, primer capítulo y quinto versículo, que dice: Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Ningún pasaje de las Escrituras jamás penetró el corazón de un hombre con más fuerza que este en esta ocasión, el mío. Pareció introducirse con inmenso poder en cada fibra de mi corazón. Lo medité repetidas veces, sabiendo que si alguien necesitaba sabiduría de Dios, esa persona era yo; porque no sabía qué hacer, y a menos que obtuviera mayor conocimiento del que hasta entonces tenía, jamás llegaría a saber; porque los maestros religiosos de las diferentes sectas entendían los mismos pasajes de las Escrituras de un modo tan distinto, que destruían toda esperanza de resolver el problema recurriendo a la Biblia.
  • 53. Finalmente llegué a la conclusión de que tendría que permanecer en tinieblas y confusión, o de lo contrario, hacer lo que Santiago aconsejaba, esto es, recurrir a Dios. Al fin tomé la determinación de “pedir a Dios”, habiendo decidido que si él daba sabiduría a quienes carecían de ella, y la impartía abundantemente y sin reprochar, yo podría intentarlo. Por consiguiente, de acuerdo con esta resolución mía de recurrir a Dios, me retiré al bosque para hacer la prueba. Fue por la mañana de un día hermoso y despejado, a principios de la primavera de 1820. Era la primera vez en mi vida que hacía tal intento, porque en medio de toda mi ansiedad, hasta ahora no había procurado orar vocalmente. Después de apartarme al lugar que previamente había designado, mirando a mi derredor y encontrándome solo, me arrodillé y empecé a elevar a Dios el deseo de mi corazón. Apenas lo hube hecho, cuando súbitamente se apoderó de mí una fuerza que me dominó por completo, y surtió tan asombrosa influencia en mí, que se me trabó la lengua, de modo que no pude hablar. Una densa obscuridad se formó alrededor de mí, y por un momento me pareció que estaba destinado a una destrucción repentina. Mas esforzándome con todo mi aliento por pedirle a Dios que me librara del poder de este enemigo que se había apoderado de mí, y en el momento en que estaba para hundirme en la desesperación y entregarme a la destrucción —no a una ruina imaginaria, sino al poder de un ser efectivo del mundo invisible que ejercía una fuerza tan asombrosa como yo nunca había sentido en ningún otro ser— precisamente en este momento de tan grande alarma vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí. No bien se apareció, me sentí libre del enemigo que me había sujetado. Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo! Había sido mi objeto recurrir al Señor para saber cuál de todas las sectas era la verdadera, a fin de saber a cuál unirme. Por tanto, luego que me hube recobrado lo suficiente para poder hablar, pregunté a los Personajes que estaban en la luz arriba de mí, cuál de todas las sectas era la verdadera (porque hasta ese momento nunca se me había ocurrido pensar que todas estuvieran en error), y a cuál debía unirme.
  • 54. Se me contestó que no debía unirme a ninguna, porque todas estaban en error; y el Personaje que me habló dijo que todos sus credos eran una abominación a su vista; que todos aquellos profesores se habían pervertido; que “con sus labios me honran, pero su corazón lejos está de mí; enseñan como doctrinas los mandamientos de los hombres, teniendo apariencia de piedad, mas negando el poder de ella”. De nuevo me mandó que no me uniera a ninguna de ellas; y muchas otras cosas me dijo que no puedo escribir en esta ocasión. Cuando otra vez volví en mí, me encontré de espaldas mirando hacia el cielo. Al retirarse la luz, me quedé sin fuerzas, pero poco después, habiéndome recobrado hasta cierto punto, volví a casa. Al apoyarme sobre la mesilla de la chimenea, mi madre me preguntó si algo me pasaba. Yo le contesté: “Pierda cuidado, todo está bien; me siento bastante bien”. Entonces le dije: “He sabido a satisfacción mía que el presbiterianismo no es verdadero”. Parece que desde los años más tiernos de mi vida el adversario sabía que yo estaba destinado a perturbar y molestar su reino; de lo contrario, ¿por qué habían de combinarse en mi contra los poderes de las tinieblas? ¿Cuál era el motivo de la oposición y persecución que se desató contra mí casi desde mi infancia? Algunos predicadores y otros profesores de religión rechazan el relato de la Primera Visión — Se desata la persecución contra José Smith — Él testifica de la realidad de la visión. (Versículos 21–26). A los pocos días de haber visto esta visión, me encontré por casualidad en compañía de uno de los ministros metodistas, uno muy activo en la ya mencionada agitación religiosa; y hablando con él de asuntos religiosos, aproveché la oportunidad para relatarle la visión que yo había visto. Su conducta me sorprendió grandemente; no solo trató mi narración livianamente, sino con mucho desprecio, diciendo que todo aquello era del diablo; que no había tales cosas como visiones ni revelaciones en estos días; que todo eso había cesado con los apóstoles, y que no volvería a haber más. Sin embargo, no tardé en descubrir que mi relato había despertado mucho prejuicio en contra de mí entre los profesores de religión, y fue la causa de una fuerte persecución, cada vez mayor; y aunque no era yo sino un muchacho desconocido, apenas entre los catorce y quince años de edad, y tal mi posición en la vida que no era un joven de importancia alguna en el mundo, sin embargo, los hombres de elevada posición se fijaban en mí lo suficiente para agitar el sentimiento público en mi contra y provocar con ello una encarnizada persecución; y esto fue general entre todas las sectas: todas se unieron para perseguirme.
  • 55. En aquel tiempo me fue motivo de seria reflexión, y frecuentemente lo ha sido desde entonces, cuán extraño que un muchacho desconocido de poco más de catorce años, y además, uno que estaba bajo la necesidad de ganarse un escaso sostén con su trabajo diario, fuese considerado persona de importancia suficiente para llamar la atención de los grandes personajes de las sectas más populares del día; y a tal grado, que suscitaba en ellos un espíritu de la más rencorosa persecución y vilipendio. Pero, extraño o no, así aconteció; y a menudo fue motivo de mucha tristeza para mí. Sin embargo, no por esto dejaba de ser un hecho el que yo hubiera visto una visión. He pensado desde entonces que me sentía igual que Pablo, cuando presentó su defensa ante el rey Agripa y refirió la visión, en la cual vio una luz y oyó una voz. Mas con todo, fueron pocos los que le creyeron; unos dijeron que estaba mintiendo; otros, que estaba loco; y se burlaron de él y lo vituperaron. Pero nada de esto destruyó la realidad de su visión. Había visto una visión, y él lo sabía, y toda la persecución debajo del cielo no iba a cambiar ese hecho; y aunque lo persiguieran hasta la muerte, aun así, sabía, y sabría hasta su último aliento, que había visto una luz, así como oído una voz que le habló; y el mundo entero no pudo hacerlo pensar ni creer lo contrario. Así era conmigo. Yo efectivamente había visto una luz, y en medio de la luz vi a dos Personajes, los cuales en realidad me hablaron; y aunque se me odiaba y perseguía por decir que había visto una visión, no obstante, era cierto; y mientras me perseguían, y me vilipendiaban, y decían falsamente toda clase de mal en contra de mí por afirmarlo, yo pensaba en mi corazón: ¿Por qué me persiguen por decir la verdad? En realidad, he visto una visión; y, ¿quién soy yo para oponerme a Dios? O, ¿por qué piensa el mundo hacerme negar lo que realmente he visto? Porque había visto una visión; yo lo sabía, y sabía que Dios lo sabía; y no podía negarlo, ni osaría hacerlo; por lo menos, sabía que haciéndolo, ofendería a Dios y caería bajo condenación. Mi mente ya estaba satisfecha en lo que concernía al mundo sectario: que mi deber era no unirme a ninguno de ellos, sino permanecer como estaba hasta que se me dieran más instrucciones. Había descubierto que el testimonio de Santiago era cierto: que si el hombre carece de sabiduría, puede pedirla a Dios y obtenerla sin reproche.
  • 56. Moroni se aparece a José Smith — El nombre de José se tomará para bien y para mal entre todas las naciones — Moroni le habla del Libro de Mormón, de los juicios venideros del Señor y cita muchos pasajes de las Escrituras — Se le revela el lugar donde estaban escondidas las planchas de oro — Moroni continúa instruyendo al Profeta. (Versículos 27–54). Seguí con mis ocupaciones comunes de la vida hasta el veintiuno de septiembre de mil ochocientos veintitrés, sufriendo continuamente severa persecución de toda clase de individuos, tanto religiosos como irreligiosos, por motivo de que yo seguía afirmando que había visto una visión. Durante el tiempo que transcurrió entre la ocasión en que vi la visión y el año mil ochocientos veintitrés — habiéndoseme prohibido unirme a las sectas religiosas del día, cualquiera que fuese, teniendo pocos años, y perseguido por aquellos que debieron haber sido mis amigos y haberme tratado con bondad; y que si me creían engañado, debieron haber procurado de una manera apropiada y cariñosa rescatarme— me vi sujeto a toda especie de tentaciones; y, juntándome con toda clase de personas, frecuentemente cometía muchas imprudencias y manifestaba las debilidades de la juventud y las flaquezas de la naturaleza humana, lo cual, me da pena decirlo, me condujo a diversas tentaciones, ofensivas a la vista de Dios. Esta confesión no es motivo para que se me juzgue culpable de cometer pecados graves o malos, porque jamás hubo en mi naturaleza la disposición para hacer tal cosa. Pero sí fui culpable de levedad, y en ocasiones me asociaba con compañeros joviales, etc., cosa que no correspondía con la conducta que había de guardar uno que había sido llamado por Dios como yo. Mas esto no le parecerá muy extraño a cualquiera que se acuerde de mi juventud y conozca mi jovial temperamento natural. Como consecuencia de estas cosas, solía sentirme censurado a causa de mis debilidades e imperfecciones. De modo que, por la noche del ya mencionado día veintiuno de septiembre, después de haberme retirado a la cama, me puse a orar, pidiéndole a Dios Todopoderoso perdón de todos mis pecados e imprudencias; y también una manifestación para saber de mi condición y posición ante él; porque tenía la más absoluta confianza de obtener una manifestación divina, como previamente la había tenido. Encontrándome así, en el acto de suplicar a Dios, vi que se aparecía una luz en mi cuarto, y que siguió aumentando hasta que la habitación quedó más iluminada que al mediodía; cuando repentinamente se apareció un personaje al lado de mi cama, de pie en el aire, porque sus pies no tocaban el suelo.
  • 57. Llevaba puesta una túnica suelta de una blancura exquisita. Era una blancura que excedía a cuanta cosa terrenal jamás había visto yo; y no creo que exista objeto alguno en el mundo que pueda presentar tan extraordinario brillo y blancura. Sus manos estaban desnudas, y también sus brazos, un poco más arriba de las muñecas; y de igual manera sus pies, así como sus piernas, poco más arriba de los tobillos. También tenía descubiertos la cabeza y el cuello, y pude darme cuenta de que no llevaba puesta más ropa que esta túnica, porque estaba abierta de tal manera que podía verle el pecho. No solo tenía su túnica esta blancura singular, sino que toda su persona era gloriosa más de lo que se puede describir, y su faz era como un vivo relámpago. El cuarto estaba sumamente iluminado, pero no con la brillantez que había en torno de su persona. Cuando lo vi por primera vez, tuve miedo; mas el temor pronto se apartó de mí. Me llamó por mi nombre, y me dijo que era un mensajero enviado de la presencia de Dios, y que se llamaba Moroni; que Dios tenía una obra para mí, y que entre todas las naciones, tribus y lenguas se tomaría mi nombre para bien y para mal, o sea, que se iba a hablar bien y mal de mí entre todo pueblo. Dijo que se hallaba depositado un libro, escrito sobre planchas de oro, el cual daba una relación de los antiguos habitantes de este continente, así como del origen de su procedencia. También declaró que en él se encerraba la plenitud del evangelio eterno cual el Salvador lo había comunicado a los antiguos habitantes. Asimismo, que junto con las planchas estaban depositadas dos piedras, en aros de plata, las cuales, aseguradas a un pectoral, formaban lo que se llamaba el Urim y Tumim; que la posesión y uso de estas piedras era lo que constituía a los “videntes” en los días antiguos, o anteriores, y que Dios las había preparado para la traducción del libro. Después de decirme estas cosas, empezó a citar las profecías del Antiguo Testamento. Primero citó parte del tercer capítulo de Malaquías, y también el cuarto y último capítulo de la misma profecía, aunque variando un poco de la forma en que se halla en nuestra Biblia. En lugar de citar el primer versículo cual se halla en nuestros libros, lo hizo de esta manera: Porque, he aquí, viene el día que arderá como un horno, y todos los soberbios, sí, todos los que obran inicuamente, arderán como rastrojo; porque los que vienen los quemarán, dice el Señor de los Ejércitos, de modo que no les dejará ni raíz ni rama.
  • 58. Entonces citó el quinto versículo en esta forma: He aquí, yo os revelaré el sacerdocio por medio de Elías el Profeta, antes de la venida del grande y terrible día del Señor. También expresó el siguiente versículo de otro modo: Y él plantará en el corazón de los hijos las promesas hechas a los padres, y el corazón de los hijos se volverá a sus padres. De no ser así, toda la tierra sería totalmente asolada a su venida. Aparte de estos, citó el undécimo capítulo de Isaías, diciendo que estaba por cumplirse; y también los versículos veintidós y veintitrés del tercer capítulo de los Hechos, tal como se hallan en nuestro Nuevo Testamento. Declaró que ese profeta era Cristo, pero que aún no había llegado el día en que “toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo”, sino que pronto llegaría. Citó, además, desde el versículo veintiocho hasta el último, del segundo capítulo de Joel. También indicó que todavía no se cumplía, pero que se realizaría en breve; y declaró, además, que pronto entraría la plenitud de los gentiles. Citó muchos otros pasajes de las Escrituras y expuso muchas explicaciones que no pueden mencionarse aquí. Por otra parte, me manifestó que cuando yo recibiera las planchas de que él había hablado —porque aún no había llegado el tiempo para obtenerlas— no habría de enseñarlas a nadie, ni el pectoral con el Urim y Tumim, sino únicamente a aquellos a quienes se me mandase que las enseñara; si lo hacía, sería destruido. Mientras hablaba conmigo acerca de las planchas, se manifestó a mi mente la visión de tal modo que pude ver el lugar donde estaban depositadas; y con tanta claridad y distinción, que reconocí el lugar cuando lo visité. Después de esta comunicación, vi que la luz en el cuarto empezaba a juntarse en derredor del personaje que me había estado hablando, y así continuó hasta que el cuarto una vez más quedó a obscuras, exceptuando alrededor de su persona inmediata, cuando repentinamente vi abrirse algo como un conducto que iba directamente hasta el cielo, y él ascendió hasta desaparecer por completo, y el cuarto quedó tal como había estado antes de aparecerse esta luz celestial. Me quedé reflexionando sobre la singularidad de la escena, y maravillándome grandemente de lo que me había dicho este mensajero extraordinario, cuando en medio de mi meditación, de pronto descubrí que mi cuarto empezaba a iluminarse de nuevo, y, en lo que me pareció un instante, el mismo mensajero celestial apareció una vez más al lado de mi cama.
  • 59. Empezó, y otra vez me dijo las mismísimas cosas que me había relatado en su primera visita, sin la menor variación; después de lo cual me informó de grandes juicios que vendrían sobre la tierra, con gran desolación causada por el hambre, la espada y las pestilencias; y que esos penosos juicios vendrían sobre la tierra en esta generación. Habiéndome referido estas cosas, de nuevo ascendió como lo había hecho anteriormente. Ya para entonces eran tan profundas las impresiones que se me habían grabado en la mente, que el sueño había huido de mis ojos, y yacía dominado por el asombro de lo que había visto y oído. Pero cual no sería mi sorpresa al ver de nuevo al mismo mensajero al lado de mi cama, y oírlo repasar y repetir las mismas cosas que antes; y añadió una advertencia, diciéndome que Satanás procuraría tentarme (a causa de la situación indigente de la familia de mi padre) a que obtuviera las planchas con el fin de hacerme rico. Esto él me lo prohibió, y dijo que, al obtener las planchas, no debía tener presente más objeto que el de glorificar a Dios; y que ningún otro motivo había de influir en mí sino el de edificar su reino; de lo contrario, no podría obtenerlas. Después de esta tercera visita, de nuevo ascendió al cielo como antes, y otra vez me quedé meditando en lo extraño de lo que acababa de experimentar; cuando casi inmediatamente después que el mensajero celestial hubo ascendido la tercera vez, cantó el gallo, y vi que estaba amaneciendo; de modo que nuestras conversaciones deben de haber durado toda aquella noche. Poco después me levanté de mi cama y, como de costumbre, fui a desempeñar las faenas necesarias del día; pero al querer trabajar como en otras ocasiones, hallé que se me habían agotado a tal grado las fuerzas, que me sentía completamente incapacitado. Mi padre, que estaba trabajando cerca de mí, vio que algo me sucedía y me dijo que me fuera a casa. Partí de allí con la intención de volver a casa, pero al querer cruzar el cerco para salir del campo en que estábamos, se me acabaron completamente las fuerzas, caí inerte al suelo y por un tiempo no estuve consciente de nada. Lo primero que pude recordar fue una voz que me hablaba, llamándome por mi nombre. Alcé la vista y, a la altura de mi cabeza, vi al mismo mensajero, rodeado de luz como antes. Entonces me relató otra vez todo lo que me había referido la noche anterior, y me mandó ir a mi padre y hablarle acerca de la visión y los mandamientos que había recibido.
  • 60. Obedecí; regresé a donde estaba mi padre en el campo, y le declaré todo el asunto. Me respondió que era de Dios, y me dijo que fuera e hiciera lo que el mensajero me había mandado. Salí del campo y fui al lugar donde el mensajero me había dicho que estaban depositadas las planchas; y debido a la claridad de la visión que había visto tocante al lugar, en cuanto llegué allí, lo reconocí. Cerca de la aldea de Manchester, condado de Ontario, estado de Nueva York, se levanta una colina de tamaño regular, y la más elevada de todas las de la comarca. Por el costado occidental del cerro, no lejos de la cima, debajo de una piedra de buen tamaño, yacían las planchas, depositadas en una caja de piedra. En el centro, y por la parte superior, esta piedra era gruesa y redonda, pero más delgada hacia los extremos; de manera que se podía ver la parte céntrica sobre la superficie del suelo, mientras que alrededor de la orilla estaba cubierta de tierra. Habiendo quitado la tierra, conseguí una palanca que logré introducir debajo de la orilla de la piedra, y con un ligero esfuerzo la levanté. Miré dentro de la caja, y efectivamente vi allí las planchas, el Urim y Tumim y el pectoral, como lo había dicho el mensajero. La caja en que se hallaban estaba hecha de piedras, colocadas en una especie de cemento. En el fondo de la caja había dos piedras puestas transversalmente, y sobre estas descansaban las planchas y los otros objetos que las acompañaban. Intenté sacarlas, pero me lo prohibió el mensajero; y de nuevo se me informó que aún no había llegado la hora de sacarlas, ni llegaría sino hasta después de cuatro años, a partir de esa fecha; pero me dijo que fuera a ese lugar precisamente un año después, y que él me esperaría allí; y que siguiera haciéndolo así hasta que llegara el momento de obtener las planchas. De acuerdo con lo que se me había mandado, acudía al fin de cada año, y en cada ocasión encontraba allí al mismo mensajero, y en cada una de nuestras entrevistas recibía de él instrucciones e inteligencia concernientes a lo que el Señor iba a hacer, y cómo y de qué manera se conduciría su reino en los últimos días.” (Véase José Smith Historia, Perla de Gran Precio)
  • 61. El 6 de abril de 1830 un grupo de unas sesenta personas se reunió en la casa de troncos de Peter Whitmer, padre, en Fayette, Nueva York. Allí José Smith organizó oficialmente la Iglesia, el nombre de la cual se designó por revelación; La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Templo de Roma, construido por la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y dedicado el 10 de marzo de 2019. Antes de la segunda venida de Cristo se construirá un templo en Jerusalén