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Manaia
Manaia
AtodalacátedradeNarrativas Transmedia
porinspirarnosahacerestoyatodalacátedra
delTallerdeProducciónyEdiciónTransmedia
II,pordarnoslaoportnidaddeseguireneste
trayecto.
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Introducción
Introducción
La tranquila y apacible casa de Manaia está inmersa en un alboro-
to silencioso en aquel día soleado. La joven de cabellos oscuros y ojos
brillantes, apenas rozando la adolescencia, se encuentra inquieta sin sa-
ber exactamente el motivo. Una extraña sensación se apoderaba de ella,
como si su hogar ocultara secretos por descubrir.
Mientras su familia se apresura para los últimos preparativos antes
de partir al tan esperado viaje, Manaia recorre los pasillos con una mi-
rada inquisitiva. Cada rincón parecía cobrar vida ante sus ojos curiosos.
Al cerrarlos podía sentir una energía inexplicable que vibraba en el aire,
como un eco de algo que estaba por venir. ¿Qué es aquello que busca su
corazón inquieto?
La habitación de Manaia se convirtió en su refugio, su santuario
personal donde explora sus emociones en busca de respuestas. Entre li-
bros desgastados, fotografías de su infancia y recuerdos que han perdido
su brillo, intenta descifrar el enigma que se tejía a su alrededor. El reloj
en el estante marcaba cada segundo con un tic-tac enigmático que pare-
cía susurrarle un mensaje oculto.
La tarde avanza, y los preparativos continúan, pero la joven no pue-
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-de desprenderse de esa extraña inquietud. El sol tiñe el horizonte de
tonos dorados y naranjas, y su desconcierto alcanza su punto álgido. Es-
taba a punto de resignarse a la incertidumbre cuando, en un destello de
luz, su celular vibró en la palma de su mano.
Un mensaje de su mejor amiga, con quien compartía risas y confi-
dencias, apareció en la pantalla.
-Cuando llegues a destino, avisame. Espero que te vaya bien. Mantene-
te en contacto. Te quiero!!
Al leer las palabras de aliento y apoyo, el corazón de Manaia se lle-
nó de una cálida calma. Aquel mensaje, sencillo pero significativo, le re-
cordó que siempre tenía a alguien especial en su vida, alguien dispuesto
a compartir sus preocupaciones y alegrías.
En ese instante, las energías raras que rodeaban su hogar parecían
desvanecerse, como si la respuesta a su búsqueda estuviera dentro de
su propio corazón. Con renovada determinación, Manaia se unió a su
familia para la cena, sabiendo que el viaje que les esperaba estaría lleno
de aventuras y descubrimientos, tanto en el mundo exterior como en su
propio interior.
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Capítulo I: El inicio
Capítulo I: El inicio
Hacía 7 años que la familia Rojas no hacía un viaje. Ese fin de se-
mana largo de marzo fue el momento perfecto para el tan anhelado des-
canso. Iban a salir por la mañana temprano y la más chica de la familia,
Manaia, no había preparado ni su valija.
Luego de la cena, Manaia subió a su habitación y empezó a guardar
algunas cosas que no le podían faltar en su viaje. Entre los sahumerios,
cuarzos y collares, la conexión con lo místico era evidente; luego guardó
lo necesario para pasar cuatro días de playa, considerando la posibilidad
de un cambio climático repentino. Cuando terminó de armar el bolso,
miró la hora y se dio cuenta que el tiempo había pasado rápido y ya era
de madrugada. Entonces decidió acostarse y descansar, ya que en unas
horas emprenderian viaje.
Con todo listo, mate en mano y bolsos en el baúl, la familia inició
su viaje. Siendo las 05am arrancaba un viaje lleno de sorpresas para esta
familia. Fueron cuatro horas dónde todos disfrutaron del recorrido. Iban
hablando de lo que querían hacer en estos días, mientras disfrutaban de
la tranquilidad de la ruta y de unos mates muy lavados.
Finalmente la familia Rojas llegó a Nueva Atlantis, un lugar que ha-
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-cía años no visitaban. Antes de ir al hotel decidieron estirar un poco las
piernas y bajar a caminar por el centro de la ciudad, recorriendo esos
lugares que visitaron antes y apreciandolos de otra manera, viendo como
los años los cambiaron y renovaron.
-No recuerdo cuándo fue la última vez que vinimos en familia -co-
mentó Adán, el hijo mayor de la familia mientras pasaban por el salón de
juegos que visitaban de niños-
-No lo sé, pero está todo tan lindo como esa última vez -respondió
Manaia- recuerdo cuando hicimos una competencia de baile y te enojas-
te porque gané y no me hablaste el resto del día.
-Era un joven que no soportaba perder ante su hermana menor
-bromeó él-
Luego de un exhaustivo recorrido por el centro, se dirigieron al
hotel para dejar las cosas y así poder disfrutar de la tarde en la playa.
Manaia, un poco cansada por el viaje, decidió quedarse en el hotel para
ordenar sus pertenencias, mientras su familia por lo contrario decidió ir
a la playa.
Pasado un buen rato, Lia, madre de Manaia, le mandó un mensaje
para preguntarle cómo se encontraba y si ya había terminado de acomo-
dar sus cosas; mientras tanto, ella había decido recorrer el hotel dejando
su celular en la habitación.
Al salir de la habitación, el ambiente cambió repentinamente para
Manaia. Dentro del ascensor sintió una vibra muy extraña. Su vista se
nubló y empezó a ver cosas fuera de lo normal. No estaba ella sola en el
ascensor, sino que había algo más. Cuando llegó a planta baja y las puer-
tas se abrieron, se sintió mareada y desorientada. Una sensación nueva
invadió su cuerpo, una energía viva como queriéndose comunicar con
ella. En ese momento, se desvaneció. Al despertar, una mujer desconoci-
da estaba a su lado ofreciéndole agua y abanicandola con una revista.
-¿Estás bien? , le preguntó la encargada de la limpieza del hotel. Vi
cuando te desmayaste, comiste algo?-dijo la mujer-
-Si, gracias, me siento algo mareada todavía pero ya estoy mejor
-contestó la joven- Gracias por el agua. Creo el viaje el que me mareo.
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Mientras tanto Lia, al no tener respuesta de su hija, decidió volver
al hotel. Al llegar la encontró en la esquina de la recepción charlando
con la desconocida mujer. Preocupada, empezó a interrogarla. Manaia,
quién tenía mil preguntas al respecto de lo que le había pasado, trató de
no darle importancia en ese momento y decidió no decirle a su madre lo
que le había sucedido para evitar un escándalo en plena recepción. Por
lo que cuando le preguntó, sólo le respondió que se había mareado un
poco por no haber comido adecuadamente.
Terminado el interrogatorio, Lía llevó a su hija con el resto de la
familia. Terminaron pasando una linda tarde de playa, en la que jugaron
al vóley y al caer el sol aprovecharon el bar que tenía el hotel. Después
de sacarse algunas fotos, subieron a sus habitaciones para bañarse y salir
otra vez.
Algo que no había notado Manaia en este trayecto, es que desde ese
suceso en la mañana, empezó a responder cortante, sus manos tembla-
ban de vez en cuando y sus acciones demostraban que estaba ansiosa.
Solo la calmaba el cuarzo más grande que tenía. Ese que llevaba a todos
lados.
Durante la cena compartió pocas palabras con la familia, algo fue-
ra de lo normal en ella, ya que era la que normalmente buscaba temas
de conversación. Al regresar al hotel la familia se separó. Padre y madre
fueron a una habitación; y los dos hermanos a la otra. Estos últimos, al
ingresar, empezaron a alistarse para dormir. Al estar solos Adán decidió
indagar sobre lo que le estaba pasando a su hermana.
- ¿Hace cuanto estás con esos síntomas? -dijo él.
- ¿Qué? -respondió nerviosa la menor.
- Noté que tus manos tiemblan. En la cena estuviste cortante, y am-
bos sabemos que no sos así. Tampoco disfrutaste de la playa, y a vos te
encanta la playa. -Se quedó callado unos segundos y continuó.- Mamá
me contó que hoy estuviste algo mareada.
- Ah sí, desde hoy al mediodía. Cuando subí al ascensor vi algo raro
y después de eso me mareé. Al rato llegó mamá. -Ella confiaba lo sufi-
ciente en su hermano, por lo que decidió contarle-
- Tuviste una visión, ¿Verdad? -Su hermana asintió con la cabeza
mientras sacaba unas cosas del cajón, mientras Adán seguía hablando-
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A mí también me pasa. La primera la tuve a tu edad. Hasta donde sé es
algo que heredamos de la bisabuela Adela. Me acuerdo que cuando yo
era chico ella me contó una especie de cuento donde aparecía una piedra
mágica y una buena mujer, en el que en realidad me estaba dando infor-
mación sobre su don.
- ¿Un cuento sobre su don? -cuestionó la joven.
- Sí, una clase de cuento muy especial -respondió el hermano.- La
bisa Adela decía que nuestro don es como una conexión especial con
el mundo que nos rodea. Una forma de ver cosas que otros no pueden
y que solo es algo que se obtiene cada dos generaciones. En su “cuen-
to” -dijo haciendo comillas con sus manos- Ella describía cómo tenía la
capacidad de ver más allá de lo físico, podía percibir las energías y las
emociones de las personas y lugares.
- ¿Y sabés cómo lo descubrió? -dijo mientras tomaba asiento en la
cama-
-El hermano sonrió y le entregó un pequeño objeto brillante- Ella
decía que un día, cuando era muy joven, encontró una piedra especial
en el monte. Era una piedra que irradiaba una luz suave y misteriosa.
Cuando la tocó, sintió una especie de cosquilleo en su piel. A los días
comenzó a tener visiones, podía ver cosas que estaban por suceder, como
pequeños destellos del futuro. Esa piedra se convirtió en su amuleto, en
su conexión con el don.
-Manaia sostuvo la piedra en sus manos, impactada por la historia-
¿Y cómo usaba su don, para qué lo usaba? -preguntó-
-Adán pensó por un momento y respondió- Para ayudar a las per-
sonas. Veía a través de los ojos de los demás, podía entender sus emocio-
nes y necesidades. Cuando alguien estaba triste, ella encontraba la ma-
nera de hacerlos sonreír. Cuando alguien estaba perdido, ella los guiaba
hacia el camino correcto, y cuando alguien necesitaba consuelo, ella
siempre encontraba las palabras adecuadas para reconfortarlos.
-Manaia miró fijamente a su hermano- ¿Y qué pasa con nosotros?
-preguntó finalmente-
-Nosotros también tenemos ese don. Podemos usarlo de la misma
manera o podemos no darle importancia.
La joven asintió emocionada por la idea de tener el mismo don que su
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bisabuela. Era algo que la conectaba con ella, que la hacía sentir cercana.
Adela falleció cuando ella tenía tan solo dos años de vida, por lo que no
tenían recuerdos juntas.
-¿Y cómo hacemos para aprender a usarlo? -preguntó intrigada-
-Poco a poco. Observando, escuchando y prestando atención a las
señales. Con el tiempo irás descubriendo tus propias habilidades y for-
mas de ayudar a los demás.
Ella sujetó con fuerza la piedra en su mano, decidida a seguir el legado
de su bisabuela y explorar su propio don.
-Hay algo más -dijo él- El otro día ordenando las cajas que había
en el garaje de casa, encontré esto.
-Manaia, confundida, toma lo que su hermano le estaba pasando.
Era una caja pequeña de un azul oscuro. Dentro contenía un mazo de
cartas de oráculo-
Esa noche y después de toda la información, a la joven le costaba
dormir. La curiosidad de seguir conociendo la historia de su bisabuela
y cómo aprendió sobre su don, la consumía. Cuando finalmente logró
dormirse, empezó a exaltarse, a sudar. Estaba teniendo una visión. Fue
tan fuerte que se despertó de un salto.
A su alrededor no había nadie y ya había amanecido. Decidió aga-
rrar su celular y encontró un mensaje de su hermano avisando que esta-
ban desayunando en el primer piso.
-Esa mujer -murmura Manaia, mientras se dirige al baño para alis-
tarse e ir junto a su familia-
Era la segunda visión que tenía, exactamente igual a la primera.
Con la diferencia de que esta vez pudo ver a una mujer y si bien no se
sentía preparada para todo lo que le estaba pasando, pudo manejar la
situación mucho mejor que la anterior y fingir junto a sus padres como
si nada le estuviera pasando.
Ya era el segundo día de las vacaciones, por lo tanto, el segundo
día de playa. Cada integrante de la familia podía elegir qué hacer; Adán
quería jugar al fútbol con unos chicos que había conocido, pero su her-
mana no dejó que eso pasará ya que tenía otros planes. Los hermanos
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pasarían el día juntos. Manaia sacó de su mochila las cartas que su her-
mano le había dado la noche anterior.
-Ya que las encontraste hace muy poco, vamos a descubrir bien lo
que podemos hacer con ellas -dice la pequeña-
-Te había dicho que nosotros podemos elegir usar ese don o no dar-
le importancia y yo elegí no darle importancia, puedo ayudarte con algu-
nas dudas pero no estoy interesado en hacer uso de ese don -le responde
Adán-
-Hablando de esto, hoy vi a una mujer y no se muy bien quién es.
Tampoco estoy segura de conocerla, pero creo que necesita ayuda -dijo
ignorando lo que su hermano le había dicho-
-No Manaia, es muy peligroso tratar de contactarse con el más allá.
No contamos con la misma sabiduría que la bisabuela -habló con enojo-
-La bisa usaba su don para muchas cosas. Yo quiero ser parte, pero
a mi manera. Las épocas no son las mismas y yo quiero hacer uso de este
poder -decidida, la pequeña toma las cartas y se va-
Lo único que tenía Manaia eran esas cartas y las visiones, las cuales
no habían vuelto a aparecer. No sabía por dónde empezar. Totalmente
desorientada pensó en todo lo que le había dicho su hermano. No podía
entender como él teniendo el mismo don que ella, podía hacer la vista
gorda e ignorar la situación.
Se encontraba sentada en la orilla del mar, mirando las cartas, tra-
tando de adivinar qué uso le daba su bisabuela. Esa era la “clave” que
debía adivinar para comenzar a auto-instruirse.
Manaia no entendía bien qué rumbo tomarían sus visiones. Recor-
dó muy bien haber visto una mujer, incluso pudo verle la cara. Estaba
parada frente a ella con los ojos llorosos y una mirada perdida.
Es en ese momento que dejó de divagar en sus pensamientos, volvió
al mundo real y vio a sus padres entrando a una tienda de regalos anti-
guos. Corrió para alcanzarlos.
-¿Acaso me van a comprar un regalo? -dice con una sonrisa pícara
en la cara mirando a sus padres-
-Teníamos pensado comprar un reloj viejo para la casa -contesta-
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-Por qué no miras un poco, capaz te gusta algo y quizá podemos
comprarlo -agrega Lía-
Fue en ese momento dónde la pequeña niña recorre el lugar, y en
uno de los pasillos pudo ver las mismas cartas que traía en su mochila.
Observó esas cartas y decidió tocarlas, mientras buscaba con la vista a su
madre puede observar un cuadro. Era una foto familiar. Las cartas que
estaban en sus manos cayeron al suelo.
Ella conocía a una de las personas de esa foto. Era la mujer de sus
visiones, totalmente helada empezó a sentir un terrible escalofrío. Se
sentía mareada. Su vista empezó a nublarse y muy a lo lejos vió a su ma-
dre acercarse a ella. Mientras más cerca estaba su madre más podía ver el
rostro de aquella mujer, haciendo que el de su madre desaparezca.
-Otra vez no -murmura y se desvanece-
La voz de Lía preocupada por su hija se escuchaba en los pasillos de
la tienda. Mientras su madre la tenía en brazos, la joven abrió sus ojos.
Tratando de entender todo lo que vió en tan solo unos segundos, trató
de unir los puntos. Eran muchas coincidencias en un mismo lugar. En
su mente solo pensaba que algo estaba pasando y debía averiguar bien
qué era. Pero en primer lugar tenía que tranquilizar a sus padres, para así
poder estar sola en algún momento del día y poder volver a ese lugar.
-Estoy bien mamá -se escucha decir por lo bajo-
-Pero qué fue lo que pasó, no entiendo, no te podemos dejar sola
estando así -dice la madre-
-Tranquilicémonos, no debemos exagerar la situación. Pero tampo-
co vamos a descuidar mi bebé. Si algo te está pasando puedes confiar en
nosotros -le dijo su padre-
-5 minutos te dejo sola y no podes estar sin mí hermanita -aparece
Adán, tratando de romper el ambiente con un chiste-
-Suficiente alboroto, ¿no? Podríamos merendar algo. Tengo ham-
bre -dijo Manaia mirando fijamente a los ojos de su hermano, dándole a
entender que necesitaba salir de esa situación, además de que necesita su
apoyo-
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Habían pasado muchas cosas y Manaia no sabía por dónde empe-
zar a contarle a su hermano. Después de todo lo que había pasado, sabía
que no iba a dejar pasar por alto lo sucedido. Algo no cambiaba, seguía
extremadamente segura de sí misma. El primer paso era averiguar qué es
lo que esa mujer quería de ella.
Quiso decirle a su hermano que necesitaba de sus consejos, pero algo
dentro suyo sabía que si le decía lo que tenía planeado hacer, se iba a
enojar y no la iba a ayudar.
-Volví a ver a esa mujer -dice ella-
-Sabes lo que tenes que hacer no? -responde Adán-
-Lo sé, ignorar todo -afirma Manaia-
Luego de la merienda con sus padres, dónde la joven se encargó de
mostrar que estaba bien y que sus padres solo exageraban, fue en busca
de respuestas al lugar dónde pasó todo. Ahí estaba la mujer.
Frente a ella, en una foto colgada en la pared, la vió. Sintió unos escalo-
fríos al volver a mirarla. Estaba por perder la conciencia nuevamente,
Capítulo II: En contra
Capítulo II: En contra
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pero supo manejar la situación y eso no sucedió. Entre su concentra-
ción y curiosidad, vió acercarse a la dueña del lugar.
-Volviste, ¿Estas mejor? -dice alguien-
-Si, gracias -respondió algo asustada-
-No te quise asustar, discúlpame -vuelve a insistir-
-No, está bien. ¿Te puedo hacer una pregunta? La mujer de la foto…
-señala la imagen frente a ellos- ¿Quién es? -Necesitaba saber con urgen-
cia sobre esa mujer-
-Mi hija -con una pequeña sonrisa y lágrimas en los ojos le respon-
dió-
-Perdón por preguntar, no quise ser irrespetuosa -dice la joven- Mi
nombre es Manaia.
-Tranquila, es que hace años que no miro la foto aunque esté ahí
colgada. Solo vinieron muchos recuerdos a la mente -dice la mujer-
-¿Le pasó algo? -preguntó la niña, con ganas de saber más-
-En este lugar casi nadie entra, a no ser que sea temporada de vaca-
ciones ¿Querés tomar un café? Hace mucho no tengo vistas agradables
que quieran saber de mí Isabel -respondió la mujer, mientras daba media
vuelta para ir a la cocina del local-
-Isabel -murmuró la pequeña- ¡Claro! Me gustaría conocer más
-emocionada por saber la historia, tenía sentimientos inexplicables, iba a
conocer más de esa mujer que tanto aparecía en sus visiones-
-Bueno Manaia, Margarita es mi nombre ¡Mucho gusto! -le dijo
mientras le extendía la taza de café con una sonrisa y tomaba asiento-
-Gracias - respondió mientras agarraba la taza de café-
-Después de un breve silencio Margarita comenzó- Isabel me recuerda a
vos de niña. Era así, tan dulce y hermosa. -Da un sorbo a su café y con-
tinua- Me casé a los 23 y por desgracia solo tuve una hija. Me hubiera
encantado tener más hijos. Mi hija creció con el amor absoluto de sus
padres, nunca le faltó nada, siempre fue una buena niña. Educada más
que nada en todo momento. -Hace un gesto de desagrado con su boca
y dice- Entró en la etapa de la adolescencia, y con mi marido nunca le
prohibimos nada. Pero cuando cumplió los 18 su rebeldía se fue de las
manos. Hasta el día de hoy nunca entendí el cambio rotundo en su com-
portamiento. Dejé pasar muchas situaciones diciendo que solo es una
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etapa, que ya se le pasaría. Su padre ya no permitía que nos tratara de esa
forma tan fea e irrespetuosa con la que lo hacía. - Tomó un poco de aire
y continuó-
Hubo una noche dónde los tres discutimos fuerte -En sus ojos se
podían observar las lágrimas acumuladas, esperando a salir- Mi pa-
ciencia con Isabel llegó al límite cuando vi a mi esposo casi al borde de
un paro cardíaco. Descubrí que mi hija se autolesionaba. Todos los días
pienso que era mi culpa. Algo habré hecho mal para que mi niña se hi-
ciera daño. Esa noche algo se salió de control y ella se marchó enojada
golpeando la puerta. Su padre salió detrás de ella, yo no sabía qué hacer.
Solo trataba de buscar explicaciones para entender. -Vuelve a tomar un
trago de café, Manaia la escuchaba atenta- Pasaron varias horas y ningu-
no de los dos regresaba, en ese momento me empecé a preguntar si acaso
debí haber ido detrás de ellos. Estaba concentrada en mis pensamientos
y me sonó el teléfono. Me estaban dando la peor noticia de mi vida. Los
perdí a los dos en una noche. -En ese momento una lágrima cayó por
su mejilla- Fui al hospital y me informaron que mi marido tuvo un paro
cardíaco del cuál no sobrevivió e Isabel…
-Tranquila, no es necesario que sigas -dice Mania suavemente
mientras estira su brazo por encima de la mesa para tomar la mano de
Margarita-
-Isabel se había suicidado. Hasta el día de hoy me culpo por todo, y
tal vez sea así, si tan solo hubiera salido detrás de ellos no hubiera pasa-
do tanta desgracia. Tampoco entiendo que es lo que pasó esa noche, solo
encontraron a mi marido tirado en el piso e isabel sobre un charco de su
propia sangre -respondió llorando Margarita-
-Lo siento mucho -dice Manaia- Estos días ví a su hija -Comenta
abruptamente la joven- tal vez crea que estoy loca pero hace unos días
que su hija aparece en mi mente tratando de decirme algo, la veo en mis
visiones. En los ojos de su hija vi oscuridad y a la vez una tristeza que no
lograba comprender, pero ahora entiendo lo que me quería decir. Marga-
rita, usted no tuvo la culpa de nada, debe dejar de echarse la culpa y de-
jar que su hija descanse en paz. Todavía no soy tan buena en esto como
para decirle por qué su hija se hacía daño, pero de algo estoy segura, y es
que usted no es culpable de nada -terminó Mania, tratando de tranquili-
zar a la señora-
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-Sos bruja. Loca no estás porque te creo. Gracias, mientras me con-
tabas esto sentí un alivio tan grande en el corazón. El pasado debe ser
enterrado, quedando solo lo bueno. Muchas gracias por tu visita y com-
pañía Manaia -dice mientras se para y la abraza- mirate, solo sos una
niña pero me ayudaste mucho -con una leve sonrisa margarita la acom-
paña a la salida-
-Fue un placer conocerte Margarita, ¡nos vemos! -le dice mientras
sale por la puerta del local-
Manaia se encontraba muy feliz. Sentía que había arreglado un vín-
culo de madre e hija. Aunque hay que admitir que evitó contarle ciertas
cosas, como por ejemplo, la razón de la muerte de las personas que más
amaba. En su desmayo, pudo ver cómo Isabel le contaba a su padre la
razón del por qué se hacía daño, y fue en ese momento dónde el hom-
bre sufrió el infarto. Ella no pudo con eso, sentía que tenía la culpa de la
muerte de su padre, y por esa razón decidió quitarse la vida.
La verdad a veces no es tan buena y lastima. Por esa razón decidió
evitar la totalidad de la historia y traerle un poco de paz a esa pobre mu-
jer.
Mientras la pequeña caminaba por la playa dirigiéndose hacia el
hotel, se encontró con su hermano. Decidió contarle todo lo que había
pasado, convencida de que eso le gustaba y quería seguir ayudando.
El poder comunicarse con otras almas le hacía sentir que tenía un
propósito a cumplir. Fue algo satisfactorio para ella ver la paz que sintió
esa mujer cuando le contó todo lo que había visto, y no quería dejar de
vivir eso nunca.
Los hermanos Rojas, ambos con personalidades muy fuertes, se en-
contraban en medio de una acalorada discusión en la habitación del ho-
tel. La tensión en el aire era palpable, mientras sus voces se alzaban cada
vez más.
-¡Manaia, no puedo creer que no hayas hecho lo que te pedí! Te
dije claramente que ignoraras todo eso, que te alejaras. Es muy peligroso
-dijo Adán al enterarse que su hermana había ido por más con el don-
-No puede ser que vivas así, evitando esto que claramente va más
allá de todo. Saber que puedo ayudar a las personas y traerles algo de
calma es algo que no pienso dejar pasar. Podés darme todos los consejos
que creas necesarios, pero si los tomo o no es problema mío -contestó
totalmente enojada la pequeña-
-Todo tiene un límite, y mi paciencia con vos ya colapsó -respon-
dió mirando con decepción a su hermana-
Luego de la feroz pelea con su hermano Manaia no sabía cómo
seguir. Ella solo quería ayudar, explorar, descubrir para dónde la pue-
den llevar todos esos dones que tenía. No sabía como explicarlo, pero se
sentía segura de sí misma, y no iba a dejar de ir tras ello, por más de que
le traía varios problemas con Adán.
Sentada en la habitación, después de que su hermano se fuera azo-
tando la puerta, la pequeña quería contarles a sus padres lo que ocurría.
Sentía que debía hacerlo, pero le daba terror que actúen igual que Adán,
que no acepten su decisión y que no le permitieran hacer usos de sus
dones.
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Capítulo III: Una ayuda más
Capítulo III: Una ayuda más
Era el tercer día y el sol se escondía mientras las nubes se asoma-
ban, dejando el cielo de un gris oscuro, acompañado de un viento que
daba miedo. La habitación del hotel estaba repleta de humo del palo san-
to y los cuatro integrantes de la familia Rojas se encontraban reunidos
en la misma habitación, ya que habían decidido ver una película todos
juntos, no pasó mucho tiempo cuándo las gotas empezaron a caer, per-
mitiendo apreciar la lluvia desde las ventanas del hotel San Jerónimo.
A pesar que el clima había arruinado sus planes, los Rojas supieron
aprovechar el día de lluvia, Manaia estaba preparada por sí esto ocurría,
había seleccionado varios juegos de mesa de los que tenían en su casa,
por lo que pasaron el día comiendo y viendo películas. Mientras estaban
acomodando todo, la menor de la familia decidió contarle a sus padres
lo que le estaba pasando.
Era el momento perfecto para hacerlo, y la pequeña Manaia ya ha-
bía decidido contarles a sus padres todo lo que había sucedido desde que
llegaron a Nueva Atlantis.
Inhaló profundamente y les dijo a sus padres que quería hablar con
ellos de algo importante, se notaba que la niña estaba nerviosa, sus ma-
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nos empezaron a sudar y las palabras salían entrecortadas de su boca.
Podía sentir la mirada de enojo de su hermano.
Y así fue como la niña les contó a su padres todo lo sucedido, que
sus visiones sólo aparecen cuando ella menos lo espera; que sólo tuvo
dos visiones, ambas de la misma mujer totalmente desconocida. Con
una sonrisa y lágrimas en los ojos Manaia contó que pudo resolver ese
misterio, que se trataba de un vínculo de madre e hija, y la que se contac-
taba con ella era la hija pidiéndole por la paz de su madre. Que se sentía
feliz por eso, aunque no se sentía preparada para todo lo que iba a vivir
por el resto de su vida, pero ese vínculo que ella pudo arreglar, era ese
mismo vínculo que Manaia sentía respecto con su bisabuela,el don era
algo que las unía y tal vez lo único que tenía de ella. Quería fortalecer esa
fuerza, le gustaba y disfrutaba de poder ayudar a los demás.
Adán sin desperdiciar la oportunidad, también decidió contar lo
que le venía pasando durante los últimos tres años, sus pesadillas, el te-
rror de dormir y no poder despertarse por el simple hecho de que él eli-
gió ignorar todo lo que veía y sentía, creía que esas almas lo lastimarían y
como castigo aparecían en sus sueños pidiendo algo. Todo lo que él veía
eran cosas horribles. Al terminar de contarles a sus padres todo lo que ha
vivido, y confesandole a su hermana que esas eran las razones por las que
él estaba tan negado de que haga uso del don, el joven rompe en llanto.
Él sólo quería proteger a su hermana.
Los padres, totalmente sorprendidos por todo lo que acababan de
enterarse, abrazaron a sus hijos. Lágrimas caían de los ojos de cada inte-
grante de la familia Rojas, cuando Lía confiesa que sabía sobre los pode-
res, las visiones y de toda la historia de Adela, sabía que era algo que se
heredaba pero nunca imaginó que sus hijos serían los que obtuvieran ese
don, era algo extraordinario poder ver almas, y mucho más poder comu-
nicarse con ellas. Aunque no dejaba de ser peligroso, ya que si algo salía
mal con algún alma en pena, podrían quedarse encerrados en sus pro-
pias visiones o sueños.
Por otro lado, estaba Demian, fascinado con todo lo que había escucha-
do, con un sentimiento de culpa por nunca haberse dado cuenta de lo
que les pasaba a sus hijos, se encontraba aterrado por todo, pero sus ni-
ños eran valientes y al parecer su mujer sabía qué hacer para ayudar a sus
hijos, y él estaría siempre a su lado, apoyando a su familia.
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No pasó mucho tiempo de la charla que tuvieron los Rojas, que los
hermanos se conectaron, sufriendo ambos una misma visión, totalmen-
te aislados del mundo real, empezaron a ver cosas como nunca antes,
su unión era tan fuerte que hasta podían sentir lo que las almas estaban
sintiendo. Su madre estaba a su lado, con un vaso de agua y una botella
de alcohol para cuando sus hijos se desmayaran poder despertarlos.
Al finalizar la visión, ambos caen a los brazos de sus padres, quienes
estaban listos para ayudarlos; los hermanos Rojas despiertan mirándo-
se fijamente sin entender muy bien lo que habían visto, pero totalmente
dispuestos a resolver este nuevo caso juntos, como siempre debió ser.
Sus padres, orgullosos de lo que sus hijos habían decidido, se ponen
absolutamente a su disposición. Manaia le pide a su padre que agarre un
cuaderno y lápiz para que anotará todo lo que la pequeña le iba a decir
que vió, el padre corre en busca de lo que le habían pedido, y con mucha
atención empieza a escribir todo lo que su hija le decía. Si bien no podía
recordar bien algunas cosas, la niña empieza diciendo lo que había visto,
o cree, haber visto.
Un sótano muy viejo, del cual probablemente ya nadie sabía su exis-
tencia, con juguetes en el piso, un acolchado, como si alguien viviera ahí
o hubiera sufrido sus últimos días ahí. Al mismo tiempo, Adán agrega
que había sentido el miedo de un niño. No sabían si esto era algo que
estaba sucediendo en el presente, o simplemente algo del pasado, ya que
el sótano daba indicios de estar abandonado, pero Adán llegó a ver un
lavarropas de ésta época, incluso logró ver la casa por fuera.
La lluvia seguía cayendo en Nueva Atlantis, pero no detendría a la
familia, los cuatro se abrigaron y salieron a recorrer las calles con el auto.
Pasaron un buen rato dando vueltas sin ninguna pista, hasta que Manaia
vuelve a tener una pequeña visión del niño, rogando que se apuraran.
Solo pudo escuchar su voz, el lugar estaba a oscuras.
La familia no entendía qué pasaba, terminaron en una calle en muy
mal estado, causando que el auto se les quedara encajado a mitad de ca-
mino. Sin dudarlo bajan los cuatro del auto y empiezan a caminar bus-
cando ayuda en alguna casa cercana para poder sacar el auto, caminaron
bastante y lo único que podían ver a su alrededor era campo. Asombra-
dos por no conocer esta parte de la costa, siguen caminando esperanza-
dos por encontrar algo, o alguien.
21
Muy a lo lejos se apreciaba como salía humo de una casa, felices, se
dirigen al lugar. Mientras se iban acercando, Adán avisa a su familia que
esa era la casa que había visto en la visión. Debían entrar y averiguar lo
que pasaba, pero no podían entrar sólo porque sí pidiendo explicaciones,
entonces los Rojas arman un plan y lo llevan a cabo.
Se acercan a la casa y golpean la puerta, la cual es abierta por un
hombre de aproximadamente unos 50 años, que de muy mala gana pre-
gunta que querían. En ese momento, es dónde Demian toma la inicia-
tiva, contándole al hombre que se les había quedado el auto a un par de
kilómetros y sus celulares no tenían batería, pidiendo si podían entrar
para comunicarse con alguien del hotel y así pedir ayuda. Al principio el
hombre no accedía, se notaba que estaba nervioso, pero la insistencia de
Demian hizo que los dejara pasar por solo unos segundos para realizar la
llamada.
El plan comienza y Manaia pide entrar al baño; el hombre la mira
y le señala dónde queda. Lia pide un vaso de agua y le pregunta si vivía
solo, el hombre se dirige a la cocina contestando que sí, que era un hom-
bre solitario. Todo está saliendo acorde a lo planeado.
Adán ingresa a la cocina tratando de comenzar una conversación con
aquel hombre, para distraerlo mientras que su padre se dirigía a analizar
la casa junto con su hermana.
En la casa había sólo dos habitaciones, y una era de un niño. Pa-
dre e hija decidieron apurar el paso, pero no encontraban indicios de un
ingreso a algún sótano por ningún lado. O al menos hasta que entran a
la habitación principal, que pisan una parte del piso que hacía un ruido
extraño; ambos se miraron y levantaron esa parte de madera. Al hacerlo,
se dan cuenta que se trataba del sótano y bajaron de inmediato.
Un fuerte olor los invade por completo, causando que la peque-
ña Manaia vomitara. Al Demian prender la linterna del celular, ambos
quedaron helados con lo que estaban viendo; delante de ellos había un
pequeño cajón fúnebre y a su lado una mujer desangrándose. Ella aún
estaba con vida, su pulso era muy leve pero su corazón seguía latiendo.
Manaia, nerviosa y con las manos temblorosas, llama a la policía, con-
tando lo que estaba pasando y pidiendo una ambulancia con urgencia.
Al finalizar la llamada, escuchan un fuerte golpe que venía de arri-
ba, Demian le pide a su hija que se quedara junto a la mujer y apretara la
22
herida para detener la sangre.
Él sube las escaleras y ve a su esposa tratando de levantarse del piso
mientras que su hijo se encontraba en una lucha con el dueño de la casa.
Corre a ayudar a su hijo, pero lo que no sabía era que el hombre tenía un
cuchillo y en el forcejeo logra hacer un corte en su brazo.
Por un momento todo se detiene y ve a Lia golpear al hombre por
detrás con una sartén en la cabeza, causando que cayera al suelo desma-
yado. Lia abraza a su hijo preguntando cómo se encontraba, mientras
que a lo lejos se escuchaban las sirenas acercarse, la familia se encontra-
ba en shock con todo lo que había sucedido.
Ya en el hospital dando sus testimonios a la policía y evitando toda
la parte de que sus hijos tenían visiones y que llegaron a la casa gracias
a ellos, los Rojas se encontraban aliviados. Lo que los hermanos habían
visto era un niño pidiendo ayuda, ese mismo niño era quién estaba en el
cajón del sótano, escondido, y la ayuda que él pedía era para su madre, y
le había dicho a Manaia que se apurara porque a su madre no le quedaba
mucho tiempo de vida..
La familia había hecho un gran trabajo, la mujer estaba hospitaliza-
da y ya se encontraba en un buen estado de salud. Mientras que el hom-
bre estaba tras las rejas.
El momento más difícil fue cuando la mujer despertó, tenían que
contarle todo lo que había pasado, y los encargados de hacerlo fueron
Adán y Manaia.
23
Capítulo IV: Unidos es mejor
Capítulo IV: Unidos es mejor
La familia está más unida luego de haber resuelto el caso del niño.
Los padres de los jóvenes videntes, supieron manejar la situación y
acompañar a sus hijos en el proceso de descubrimiento. Era algo difícil
para ellos ver a sus hijos en esa situación, cómo los jóvenes podían ver
otro mundo, cosas fuera de lo normal, y que ellos lo único que podían
hacer era ayudar con cosas externas y proteger a sus hijos. Después de
la repercusión que tuvo el caso de Isabel y del niño, las voces en Nueva
Atlantis se hacían escuchar, todos opinaban de que algo estaba pasando.
Mientras recorrían las calles durante la radiante mañana que les
tocó luego de aquel día de lluvia, Manaia vuelve a tener una de sus visio-
nes. Esta vez fue totalmente extraña, ya que vio a su bisabuela tratando
de decirle algo; algo que Manaia en ese momento no supo descifrar.
Sentía que su bisabuela quería ayudarla y tal vez advertirle algo.
Manaia despierta algo desilusionada por no saber manejar muy bien sus
dones, pero su familia estaba ahí, dispuesta a ayudarla y no dejarla sola.
Lia aprovecha para hacer una parada técnica y frenar a comer algo ya
que notaba que su hija quedó muy abrumada luego de ver a su bisabue-
la. Durante el almuerzo ninguno podía fingir que nada hubiera pasado,
24
por lo que empezaron a sacar sus propias conclusiones e hipótesis de lo
que Adela quería decirles. Mientras se encuentran conversando, Manaia
puede ver a su bisabuela pasar por detrás de sus padres, dirigiéndose al
baño. La niña mira a su familia, les muestra una sonrisa y les dice que
iría al baño. Al llegar allí, la menor ve claramente a su bisabuela, ésta la
mira y sonríe. La joven intenta acercarse pero de lo impactada que estaba
no podía ni dar un paso, por lo que el alma de Adela comienza a hablar,
usando las palabras justas: “Hay un hecho que tenes que lograr detener,
no puede suceder”. La adolescente se encontraba confundida, quiso res-
ponder pero Adela ya no estaba. Confundida, sale del baño en busca de
sus padres. Al verlos rompe en llanto y abraza a su madre pidiéndole que
salieran de ahí, sin dudarlo, Demian agarra las cosas y se dirigen a un
lugar más tranquilo para su hija.
Mientras caminaban por la playa, Manaia contó lo que había pasa-
do, que había algo que debía evitar. Lo único que sabían es que era algo
que todavía no había pasado. Al regresar al hotel, la pequeña trata de
comunicarse con Adela para pedirle ayuda, de alguna manera lo logra, y
se da cuenta que su bisabuela estaba ahí siempre, dispuesta a ayudar.
Si bien Adela no le contó cómo sería, le informó a su bisnieta que a
la persona que debía ayudar era a su hermano. Tenía que evitar que algo
le pasara. Esta vez prefirió no contar nada a su familia ya que el proble-
ma se trataba de uno de ellos. No estaba segura de si hacía bien en ocul-
tarlo pero no quería preocuparlos. Por otro lado, Adán estaba frustrado
porque no tenía ninguna visión. Se sentía inútil al no poder ayudar a su
hermana.
El mayor podía sentir como su corazón iba a mil, estaba empezan-
do a sudar y cae desmayado lentamente delante de su hermana. Desespe-
rada, Manaia corre junto a él, como pudo lo recostó en la cama, llamó a
un doctor y a sus padres.
El médico no supo darles un informe de lo que al joven le pasaba,
no encontraba nada extraño. “Parece ser una gripe debido al cambio de
clima que hubo, tal vez tuvo un pico de fiebre y eso provocó el desmayo”
fueron las palabras que utilizó; dejó algunos medicamentos por si volvía
a decaer o por si levantaba fiebre y se retiró.
La fiebre no tardó en aparecer nuevamente, el joven empezó a alu-
cinar y a decir cosas sin sentido. Su hermana no sabía cómo ayudarlo,
25
junto con su madre trataron de bajarle la fiebre con paños de agua fría en
la frente. Es cuando Manaia está haciendo cambio de estos, que Adán le
toma la mano y le dice que sus dones corrían peligro.
Por un momento Manaia no le dio importancia, creyendo que era
producto de su estado de salud, pero al pensar un poco y al atar un par
de cabos, se dió cuenta que su hermano se encontraba así porque proba-
blemente esté perdiendo sus dones debido a que nunca los usó, y al usar-
los no lo hizo controladamente.
Manaia junto con sus padres, buscaron una solución para ayudar
a Adán. Se encontraban en la habitación del hotel desesperados por-
que no quedaba mucho tiempo, el miedo de perderlo consumía a toda
la familia. Lágrimas caían en la cara de la menor, pidiendo perdón a su
bisabuela por no poder evitar lo que estaba pasando, y por no haber pre-
sentido que el que corría peligro era alguien de su sangre.
Manaia empezó a recordar momentos con su hermano, recuerdos
que incluso había olvidado. Como aquel día cuando eran tan solo unos
niños que en una pelea de juguetes Adán la golpeó accidentalmente
causando que se le cayera un diente que tenía flojo en ese momento.
Sonríe por ese recuerdo. Estaba teniendo una lluvia de hermosos recuer-
dos y la razón era Adela, que estaba ayudando a su bisnieta desde otra
perspectiva, mandando fuerzas para que vuelva a confiar en ella. Entre
tantos recuerdos, hay uno especial, de una charla muy importante con su
hermano, que fué cuando él le contaba la historia del inicio de sus dones,
dónde Adán le comenta cómo y para qué usaba los poderes Adela.
Al recordar esto, la niña sonrió y corrió en busca de la caja que le
había dado su hermano ese día. Ahí estaba la piedra que le pertenecía a
su bisabuela, que a los ojos de cualquiera era una simple piedra, pero a
los ojos de Manaia irradiaba luz y energía positiva. Sin pensarlo mucho
va junto a su hermano, agarra su mano y coloca la piedra en ella, sin
saber si lo que hacía estaba bien pero su intuición le decía que todo iba a
mejorar.
Al levantar la vista ve a sus padres abrazados con una sonrisa en su
rostro y por unos segundos le pareció ver a su bisabuela junto a ellos,
también sonriéndole, eso le dio esperanzas.
Pasaron la noche todos juntos rodeando a Adán, esperando mejoras du-
rante la noche. Al amanecer el joven abrió sus ojos y pidió que por favor
le den un poco de espacio porque tanto amor lo empalagaba, todos ríen
al ver que se encontraba en perfectas condiciones, como si nada hubiera
pasado.
Al Adán ya estar mejor, Manaia decide alejarse un poco de su familia y
agradecer al universo, y especialmente a su bisabuela, por la ayuda que le
brindó a su familia. Ya todo estaba en orden de nuevo.
26
Capítulo V: Luz
Capítulo V: Luz
Luego de todo lo ocurrido en Nueva Atlantis, que al principio se-
rían unas mini vacaciones para poder descansar y pasar tiempo juntos,
resultó ser un mar de sorpresas, aunque no se pueden quejar, ya que pa-
saron momentos juntos que tal vez no como lo habían pensado pero se
llevaban momentos muy fuertes para recordar, ya era hora de guardar
todo y dar la vuelta a casa.
Esa mañana después del desayuno, los Rojas se dan cuenta que ese
día era el último. No sabían muy bien cómo despedirse del lugar, tampo-
co sabían si serían interrumpidos por las visiones de sus hijos causando
así la vuelta para ayudar a un alma en pena. Pero optaron por la opción
de salir a disfrutar de la playa.
Adán mira su cuello y ve el collar con la piedra, instantáneamente
mira a su hermana buscando alguna explicación. Su hermana le contó
que cuando se había debilitado, la piedra de su bisabuela lo ayudó a re-
cuperarse. Adán sin pensarlo dos veces se lo sacó y se lo dió a su herma-
na, diciéndole que es algo que le pertenece y que ayudarlo a no morir tal
vez es lo que esté haciéndola débil ahora a ella. Un poco confundida ante
la reacción de su hermano tomó la piedra y pensó que tal vez él tenía
27
razón, ya que no estaba de muchos ánimos últimamente y solo quería
regresar a casa.
Esa piedra para sus ojos era mágica, un amuleto de la suerte pero
que debía recargarse de energía para poder sobrevivir a todo lo que aún
le falta pasar en esta vida. Por lo lejos se escuchaba los gritos de Lía apu-
rando a sus hijos para ir a la playa, los hermanos sonríen y salen antes de
que esos gritos se conviertan en retos.
Todo estaba bien, la familia se la pasó a puro juegos, mates, música
y comida, algo que en la familia Rojas nunca faltaba. Con la panza llena
decidieron jugar al voley y tal vez no fue la mejor decisión, pero las car-
cajadas al ver cómo Demian, su padre caía de un resbalón, se convirtió
en la mejor parte del viaje para la familia.
El sol empezaba a caer, dejando ver el cielo anaranjado. Totalmen-
te cansados empiezan a guardar sus cosas para poder dirigirse al hotel y
terminar de empacar para empezar su viaje de vuelta. Antes de dirigirse
al hotel, Adán avisa a sus padres que junto a su hermana iban a caminar
un poco por la playa por última vez y que luego los alcanzaban.
Manaia y Adán empiezan a caminar por una parte de la costa que no
conocían, era un lugar muy bonito, con piedras grandes que en algunas
partes causaban cataratas. La menor se encontraba fascinada con lo que
veía, el atardecer de fondo lo hacía mucho más bonito. Se sentía muy
diferente, algo extraordinario pasaba por su cuerpo, algo que no podía
explicar. Su hermano le señala el collar. Este estaba brillando de una ma-
nera extraordinaria, que a los ojos de otras personas encandilaba; una
pequeña brisa golpeaba en el lugar, Manaia se deja llevar por lo que sen-
tía y extendió sus brazos, dejando que la recarga energética entrará en
su cuerpo, los sentimientos que en ese momento pasaban por el cuerpo
de la niña eran totalmente de otro mundo. La piedra no dejaba de brillar
y Manaia podía sentir como su poder crecía y se hacía mucho más fuer-
te. Un golpe en seco la trae en la realidad, miró a su hermano y ambos
sonríen por el momento extraordinario que acababan de pasar.
La vuelta al hotel fue un momento muy emotivo para ambos, se la pasa-
ron hablando de cómo se sentía cada uno con todo lo que había pasado
ese fin de semana largo. Cuando llegaron al hotel, sus padres ya estaban
28
listos para volver a casa.
29
Capítulo VI: ¿Es el fin?
Capítulo VI: ¿Es el fin?
La familia Rojas finalmente llegó a La Plata, su ciudad, donde los
misterios parecían estar tejidos en cada esquina. Era el escenario perfec-
to para lo que estaba por venir. Tan pronto como pusieron un pie en la
ciudad, Manaia tuvo una nueva visión, más clara y poderosa que cual-
quier otra que hubiera experimentado antes.
La visión los llevó a un lugar secreto, una cripta oculta en lo pro-
fundo del cementerio. Allí, descubrieron pistas sobre eso qué había des-
concertado a los habitantes de La Plata durante décadas, esto, involucra
una serie de desapariciones inexplicables que habían afectado a numero-
sas familias en la ciudad.
El misterio de las desapariciones estaba profundamente relacionado
con eventos sobrenaturales que habían ocurrido hace décadas en la gran
ciudad. La familia Rojas descubrió que Adela, su bisabuela, había estado
involucrada en investigaciones similares durante su vida. Adela, cono-
cida en la ciudad por su don y su habilidad para ayudar a las almas en
pena, había dejado pistas ocultas que ahora los guiaban en la dirección
correcta. A medida que la familia exploraba el oscuro pasado del caso,
experimentaron una creciente sensación de que su querida Adela los
30
acompañaba en espíritu.
El caso resultó ser más complicado y oscuro de lo que habían ima-
ginado. Las desapariciones parecían estar relacionadas con un antiguo
culto que había operado en las sombras durante generaciones. A medida
que avanzaban en la investigación, las tensiones y el agotamiento co-
menzaron a afectar a todos, pero ninguna persona fue tan afectada como
Manaia. Cada visión la debilitaba, como si estuviera gastando su energía
vital para ver más allá del límite de la realidad.
La familia estaba al tanto del sacrificio que Manaia estaba haciendo,
pero también sentían que estaban cumpliendo con el legado de Adela.
Todos compartían la preocupación por ella, pero también la admiración
por su fuerza y dedicación. No obstante, nadie sabía cuánto más podría
soportar. La intriga de si podría seguir usando su don sin poner en ries-
go su propia vida atormentaba a toda la familia.
En una noche oscura y tormentosa, cuando estaban a punto de
acercarse a la verdad final, Manaia tuvo una visión reveladora que la
conectó con Adela de una manera más profunda y espiritual. Esta visión
no solo les proporcionó las respuestas que habían estado buscando, sino
también un rayo de esperanza. Descubrió una manera de utilizar su don
sin poner en peligro su salud, aprendiendo a controlarlo y a canalizarlo
de manera más efectiva con la ayuda de aquel cuarzo que su hermano le
había dado, perteneciente a su bisabuela. Con este nuevo conocimiento
y con la influencia de Adela guiándolos, la familia Rojas siguió adelante,
enfrentando el último desafío del caso.
Finalmente, lograron resolverlo y hacer justicia. El misterio que
había atormentado a la familia durante tanto tiempo se desentrañó por
completo, y sintieron que Adela estaba orgullosa de su familia y de cómo
lo habían honrado.
Manaia, logró comprender a su hermano, ya que como él le había
dicho en aquella habitación del hotel, aunque los dones que habían here-
dado eran poderosos, también requerían responsabilidad y cuidado. Para
su suerte, Manaia, encontró la manera de equilibrar su vida y su habili-
dad única, honrando el legado espiritual de su querida bisabuela Adela.
El futuro seguía siendo incierto, pero la familia Rojas estaba lista
para enfrentar cualquier desafío que se les presentara, sabiendo que su
amor, unidad e influencia de su querida bisabuela eran más fuertes que
31
cualquier misterio que pudiera surgir en el camino.
O al menos eso creían, aprendieron a ser fuertes, a utilizar correcta-
mente sus dones pero no siempre se triunfa. Cada caso que resolvían era
traer un mal con ellos. Sin darse cuenta, aquel día en el cementerio un
mal maligno se apoderó de un integrante de la familia.
Pasaron algunos días en los cuáles los cambios de humor se empezaron
a notar en Lía, sus hijos lo notaron rápidamente pero no entendían el
por qué, la joven sentía que su poder no estaba en condiciones de ayudar
a su madre, el cuarzo que la acompañaba desde el día uno no serviría
como lo hizo aquel día con Adán.
El mal no tardó mucho en apoderarse de la mujer, la familia unía
todas sus fuerzas para ayudarla pero era inútil, incluso trataron de invo-
car a Adela pero fue peor. Adan tuvo una visión de que debían llevar a
su madre al cementerio, tenían miedo y no entendían por qué tenían que
llevarla ahí, aunque en el fondo, se cuestionan si ese fue el lugar dónde el
mal se apoderó de Lía.
Con lágrimas en los ojos, la atan completamente de manos y pies
para que no se lastime, y la suben al auto. Cuando llegan al cementerio,
Manaia decide unir su poder con su hermano para salvar a su madre, sus
ojos estaban tan cegados de miedo y rencor que se olvidó por completo
que ambos aún estaban débiles. “Con amor lo van a lograr” escuchan
que les dice su padre, ambos se miran y sonríen.
Lia ya no era ella, el mal era tan fuerte que ya no reconocía a sus
propios hijos. Su padre, desde lejos, podía ver cómo sus niños invocaban
algo, cómo unían todas sus fuerzas para salvar a su madre. Una fuerza y
luz brillante ilumina por completo el lugar, haciendo caer a los herma-
nos.
Era inútil todo lo que hacían, pero debían intentarlo, la luz desa-
parece y los tres integrantes de la familia Rojas pueden ver con claridad
cómo las almas en penas se adueñaron del cuerpo de su madre, ya era
tarde, muy tarde. No sólo era una sino varias almas oscuras en ella, los
hermanos ya no podían hacer nada, no tenían más fuerzas, lloraban de
tristeza.
El cuerpo de Lía cae y una nube negra se forma en la ciudad, permitien-
do escuchar los truenos. La fuerza oscura que se contenía en el cuerpo
de Lia, pudo reunir varias almas y salir de su cuerpo de inmediatamen-
32
Luego de aquella noche nada fue lo mismo, los tres Rojas tenían
una mezcla de emociones, pero la que más marcada quedó fue Manaia,
ya no quería saber nada con usar sus poderes, de qué servían si no pudo
salvar a la persona que más ama, su guía en todo esto. Pero por el otro
lado, sentía sed de venganza, Manaia sabía que ese mal tan poderoso que
desapareció en aquella nube oscura, era un peligro para la ciudad, para
ella y para su familia, pero no sabía qué hacer para volver a dar con él...
33
Epílogo
Epílogo
Con el sol en la cara, una pequeña brisa de viento que causa alboro-
to en el pelo de la adolescente, mates y un breve sonido de música ligera,
así es como la familia Rojas regresa a su hogar, después de unos días agi-
tados.
Las noticias de la valiente lucha de Manaia contra el mal se extien-
den rápidamente, y los habitantes de la ciudad se ven envueltos en un
ambiente de misterio y temor. Los rumores comienzan a circular, susu-
rrando sobre una antigua maldición que acecha las calles y los corazones
de aquellos que habitan allí.
A medida que el tiempo avanza, sucesos extraños e inexplicables
suceden en la Plata. Luces parpadeantes, sombras que se mueven de for-
ma inquietante y voces que susurran en la oscuridad. Los habitantes se
encuentran atrapados en un constante estado de alerta, sin saber quién
podría ser el próximo objetivo de las fuerzas malignas que aún persisten.
El pánico se extendió tan rápido que muchos habitantes se vieron
dispuestos a abandonar la ciudad en busca de un refugio seguro. Sin
embargo, estaban aquellos que se negaban a huir, decididos a enfrentar el
mal de frente y descubrir la verdad detrás de la brujería que los acosa. 34
Un pequeño grupo de valientes se unió, investigando los oscuros
rincones de la ciudad en busca de pistas que los llevaran hacia la secta de
brujos. Con cada paso que daban, se adentraban en un mundo de magia
negra y rituales prohibidos, donde la vida y la muerte se encontraban en
un frágil equilibrio.
La ciudad está entre la espada y la pared, el temor los consume
pero deben hacer algo, ¿pedirán ayuda a sus vecinos?
¿Acaso la familia Rojas podrá resolver éste caso que acecha en su ciu-
dad?
35
Índice
Índice
Introducción - 4
Capítulo I
Capítulo I: El inicio - 6
Capítulo II
Capítulo II: En contra - 13
Capítulo III
Capítulo III: Una ayuda más - 18
Capítulo IV
Capítulo IV: Unidos es mejor - 23
Capítulo V
Capítulo V: Luz - 27
Capítulo VI
Capítulo VI: ¿Es el fin? - 30
Epílogo - 34
36
Una narrativa realizada por
Una narrativa realizada por
Camila García, Maite Nuñez, Anahí
Camila García, Maite Nuñez, Anahí
Cabañas y Xiomara Tiburzi
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Manaia

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  • 7. -de desprenderse de esa extraña inquietud. El sol tiñe el horizonte de tonos dorados y naranjas, y su desconcierto alcanza su punto álgido. Es- taba a punto de resignarse a la incertidumbre cuando, en un destello de luz, su celular vibró en la palma de su mano. Un mensaje de su mejor amiga, con quien compartía risas y confi- dencias, apareció en la pantalla. -Cuando llegues a destino, avisame. Espero que te vaya bien. Mantene- te en contacto. Te quiero!! Al leer las palabras de aliento y apoyo, el corazón de Manaia se lle- nó de una cálida calma. Aquel mensaje, sencillo pero significativo, le re- cordó que siempre tenía a alguien especial en su vida, alguien dispuesto a compartir sus preocupaciones y alegrías. En ese instante, las energías raras que rodeaban su hogar parecían desvanecerse, como si la respuesta a su búsqueda estuviera dentro de su propio corazón. Con renovada determinación, Manaia se unió a su familia para la cena, sabiendo que el viaje que les esperaba estaría lleno de aventuras y descubrimientos, tanto en el mundo exterior como en su propio interior. 5
  • 8. Capítulo I: El inicio Capítulo I: El inicio Hacía 7 años que la familia Rojas no hacía un viaje. Ese fin de se- mana largo de marzo fue el momento perfecto para el tan anhelado des- canso. Iban a salir por la mañana temprano y la más chica de la familia, Manaia, no había preparado ni su valija. Luego de la cena, Manaia subió a su habitación y empezó a guardar algunas cosas que no le podían faltar en su viaje. Entre los sahumerios, cuarzos y collares, la conexión con lo místico era evidente; luego guardó lo necesario para pasar cuatro días de playa, considerando la posibilidad de un cambio climático repentino. Cuando terminó de armar el bolso, miró la hora y se dio cuenta que el tiempo había pasado rápido y ya era de madrugada. Entonces decidió acostarse y descansar, ya que en unas horas emprenderian viaje. Con todo listo, mate en mano y bolsos en el baúl, la familia inició su viaje. Siendo las 05am arrancaba un viaje lleno de sorpresas para esta familia. Fueron cuatro horas dónde todos disfrutaron del recorrido. Iban hablando de lo que querían hacer en estos días, mientras disfrutaban de la tranquilidad de la ruta y de unos mates muy lavados. Finalmente la familia Rojas llegó a Nueva Atlantis, un lugar que ha- 6
  • 9. -cía años no visitaban. Antes de ir al hotel decidieron estirar un poco las piernas y bajar a caminar por el centro de la ciudad, recorriendo esos lugares que visitaron antes y apreciandolos de otra manera, viendo como los años los cambiaron y renovaron. -No recuerdo cuándo fue la última vez que vinimos en familia -co- mentó Adán, el hijo mayor de la familia mientras pasaban por el salón de juegos que visitaban de niños- -No lo sé, pero está todo tan lindo como esa última vez -respondió Manaia- recuerdo cuando hicimos una competencia de baile y te enojas- te porque gané y no me hablaste el resto del día. -Era un joven que no soportaba perder ante su hermana menor -bromeó él- Luego de un exhaustivo recorrido por el centro, se dirigieron al hotel para dejar las cosas y así poder disfrutar de la tarde en la playa. Manaia, un poco cansada por el viaje, decidió quedarse en el hotel para ordenar sus pertenencias, mientras su familia por lo contrario decidió ir a la playa. Pasado un buen rato, Lia, madre de Manaia, le mandó un mensaje para preguntarle cómo se encontraba y si ya había terminado de acomo- dar sus cosas; mientras tanto, ella había decido recorrer el hotel dejando su celular en la habitación. Al salir de la habitación, el ambiente cambió repentinamente para Manaia. Dentro del ascensor sintió una vibra muy extraña. Su vista se nubló y empezó a ver cosas fuera de lo normal. No estaba ella sola en el ascensor, sino que había algo más. Cuando llegó a planta baja y las puer- tas se abrieron, se sintió mareada y desorientada. Una sensación nueva invadió su cuerpo, una energía viva como queriéndose comunicar con ella. En ese momento, se desvaneció. Al despertar, una mujer desconoci- da estaba a su lado ofreciéndole agua y abanicandola con una revista. -¿Estás bien? , le preguntó la encargada de la limpieza del hotel. Vi cuando te desmayaste, comiste algo?-dijo la mujer- -Si, gracias, me siento algo mareada todavía pero ya estoy mejor -contestó la joven- Gracias por el agua. Creo el viaje el que me mareo. 7
  • 10. Mientras tanto Lia, al no tener respuesta de su hija, decidió volver al hotel. Al llegar la encontró en la esquina de la recepción charlando con la desconocida mujer. Preocupada, empezó a interrogarla. Manaia, quién tenía mil preguntas al respecto de lo que le había pasado, trató de no darle importancia en ese momento y decidió no decirle a su madre lo que le había sucedido para evitar un escándalo en plena recepción. Por lo que cuando le preguntó, sólo le respondió que se había mareado un poco por no haber comido adecuadamente. Terminado el interrogatorio, Lía llevó a su hija con el resto de la familia. Terminaron pasando una linda tarde de playa, en la que jugaron al vóley y al caer el sol aprovecharon el bar que tenía el hotel. Después de sacarse algunas fotos, subieron a sus habitaciones para bañarse y salir otra vez. Algo que no había notado Manaia en este trayecto, es que desde ese suceso en la mañana, empezó a responder cortante, sus manos tembla- ban de vez en cuando y sus acciones demostraban que estaba ansiosa. Solo la calmaba el cuarzo más grande que tenía. Ese que llevaba a todos lados. Durante la cena compartió pocas palabras con la familia, algo fue- ra de lo normal en ella, ya que era la que normalmente buscaba temas de conversación. Al regresar al hotel la familia se separó. Padre y madre fueron a una habitación; y los dos hermanos a la otra. Estos últimos, al ingresar, empezaron a alistarse para dormir. Al estar solos Adán decidió indagar sobre lo que le estaba pasando a su hermana. - ¿Hace cuanto estás con esos síntomas? -dijo él. - ¿Qué? -respondió nerviosa la menor. - Noté que tus manos tiemblan. En la cena estuviste cortante, y am- bos sabemos que no sos así. Tampoco disfrutaste de la playa, y a vos te encanta la playa. -Se quedó callado unos segundos y continuó.- Mamá me contó que hoy estuviste algo mareada. - Ah sí, desde hoy al mediodía. Cuando subí al ascensor vi algo raro y después de eso me mareé. Al rato llegó mamá. -Ella confiaba lo sufi- ciente en su hermano, por lo que decidió contarle- - Tuviste una visión, ¿Verdad? -Su hermana asintió con la cabeza mientras sacaba unas cosas del cajón, mientras Adán seguía hablando- 8
  • 11. A mí también me pasa. La primera la tuve a tu edad. Hasta donde sé es algo que heredamos de la bisabuela Adela. Me acuerdo que cuando yo era chico ella me contó una especie de cuento donde aparecía una piedra mágica y una buena mujer, en el que en realidad me estaba dando infor- mación sobre su don. - ¿Un cuento sobre su don? -cuestionó la joven. - Sí, una clase de cuento muy especial -respondió el hermano.- La bisa Adela decía que nuestro don es como una conexión especial con el mundo que nos rodea. Una forma de ver cosas que otros no pueden y que solo es algo que se obtiene cada dos generaciones. En su “cuen- to” -dijo haciendo comillas con sus manos- Ella describía cómo tenía la capacidad de ver más allá de lo físico, podía percibir las energías y las emociones de las personas y lugares. - ¿Y sabés cómo lo descubrió? -dijo mientras tomaba asiento en la cama- -El hermano sonrió y le entregó un pequeño objeto brillante- Ella decía que un día, cuando era muy joven, encontró una piedra especial en el monte. Era una piedra que irradiaba una luz suave y misteriosa. Cuando la tocó, sintió una especie de cosquilleo en su piel. A los días comenzó a tener visiones, podía ver cosas que estaban por suceder, como pequeños destellos del futuro. Esa piedra se convirtió en su amuleto, en su conexión con el don. -Manaia sostuvo la piedra en sus manos, impactada por la historia- ¿Y cómo usaba su don, para qué lo usaba? -preguntó- -Adán pensó por un momento y respondió- Para ayudar a las per- sonas. Veía a través de los ojos de los demás, podía entender sus emocio- nes y necesidades. Cuando alguien estaba triste, ella encontraba la ma- nera de hacerlos sonreír. Cuando alguien estaba perdido, ella los guiaba hacia el camino correcto, y cuando alguien necesitaba consuelo, ella siempre encontraba las palabras adecuadas para reconfortarlos. -Manaia miró fijamente a su hermano- ¿Y qué pasa con nosotros? -preguntó finalmente- -Nosotros también tenemos ese don. Podemos usarlo de la misma manera o podemos no darle importancia. La joven asintió emocionada por la idea de tener el mismo don que su 9
  • 12. bisabuela. Era algo que la conectaba con ella, que la hacía sentir cercana. Adela falleció cuando ella tenía tan solo dos años de vida, por lo que no tenían recuerdos juntas. -¿Y cómo hacemos para aprender a usarlo? -preguntó intrigada- -Poco a poco. Observando, escuchando y prestando atención a las señales. Con el tiempo irás descubriendo tus propias habilidades y for- mas de ayudar a los demás. Ella sujetó con fuerza la piedra en su mano, decidida a seguir el legado de su bisabuela y explorar su propio don. -Hay algo más -dijo él- El otro día ordenando las cajas que había en el garaje de casa, encontré esto. -Manaia, confundida, toma lo que su hermano le estaba pasando. Era una caja pequeña de un azul oscuro. Dentro contenía un mazo de cartas de oráculo- Esa noche y después de toda la información, a la joven le costaba dormir. La curiosidad de seguir conociendo la historia de su bisabuela y cómo aprendió sobre su don, la consumía. Cuando finalmente logró dormirse, empezó a exaltarse, a sudar. Estaba teniendo una visión. Fue tan fuerte que se despertó de un salto. A su alrededor no había nadie y ya había amanecido. Decidió aga- rrar su celular y encontró un mensaje de su hermano avisando que esta- ban desayunando en el primer piso. -Esa mujer -murmura Manaia, mientras se dirige al baño para alis- tarse e ir junto a su familia- Era la segunda visión que tenía, exactamente igual a la primera. Con la diferencia de que esta vez pudo ver a una mujer y si bien no se sentía preparada para todo lo que le estaba pasando, pudo manejar la situación mucho mejor que la anterior y fingir junto a sus padres como si nada le estuviera pasando. Ya era el segundo día de las vacaciones, por lo tanto, el segundo día de playa. Cada integrante de la familia podía elegir qué hacer; Adán quería jugar al fútbol con unos chicos que había conocido, pero su her- mana no dejó que eso pasará ya que tenía otros planes. Los hermanos 10
  • 13. pasarían el día juntos. Manaia sacó de su mochila las cartas que su her- mano le había dado la noche anterior. -Ya que las encontraste hace muy poco, vamos a descubrir bien lo que podemos hacer con ellas -dice la pequeña- -Te había dicho que nosotros podemos elegir usar ese don o no dar- le importancia y yo elegí no darle importancia, puedo ayudarte con algu- nas dudas pero no estoy interesado en hacer uso de ese don -le responde Adán- -Hablando de esto, hoy vi a una mujer y no se muy bien quién es. Tampoco estoy segura de conocerla, pero creo que necesita ayuda -dijo ignorando lo que su hermano le había dicho- -No Manaia, es muy peligroso tratar de contactarse con el más allá. No contamos con la misma sabiduría que la bisabuela -habló con enojo- -La bisa usaba su don para muchas cosas. Yo quiero ser parte, pero a mi manera. Las épocas no son las mismas y yo quiero hacer uso de este poder -decidida, la pequeña toma las cartas y se va- Lo único que tenía Manaia eran esas cartas y las visiones, las cuales no habían vuelto a aparecer. No sabía por dónde empezar. Totalmente desorientada pensó en todo lo que le había dicho su hermano. No podía entender como él teniendo el mismo don que ella, podía hacer la vista gorda e ignorar la situación. Se encontraba sentada en la orilla del mar, mirando las cartas, tra- tando de adivinar qué uso le daba su bisabuela. Esa era la “clave” que debía adivinar para comenzar a auto-instruirse. Manaia no entendía bien qué rumbo tomarían sus visiones. Recor- dó muy bien haber visto una mujer, incluso pudo verle la cara. Estaba parada frente a ella con los ojos llorosos y una mirada perdida. Es en ese momento que dejó de divagar en sus pensamientos, volvió al mundo real y vio a sus padres entrando a una tienda de regalos anti- guos. Corrió para alcanzarlos. -¿Acaso me van a comprar un regalo? -dice con una sonrisa pícara en la cara mirando a sus padres- -Teníamos pensado comprar un reloj viejo para la casa -contesta- 11
  • 14. -Por qué no miras un poco, capaz te gusta algo y quizá podemos comprarlo -agrega Lía- Fue en ese momento dónde la pequeña niña recorre el lugar, y en uno de los pasillos pudo ver las mismas cartas que traía en su mochila. Observó esas cartas y decidió tocarlas, mientras buscaba con la vista a su madre puede observar un cuadro. Era una foto familiar. Las cartas que estaban en sus manos cayeron al suelo. Ella conocía a una de las personas de esa foto. Era la mujer de sus visiones, totalmente helada empezó a sentir un terrible escalofrío. Se sentía mareada. Su vista empezó a nublarse y muy a lo lejos vió a su ma- dre acercarse a ella. Mientras más cerca estaba su madre más podía ver el rostro de aquella mujer, haciendo que el de su madre desaparezca. -Otra vez no -murmura y se desvanece- La voz de Lía preocupada por su hija se escuchaba en los pasillos de la tienda. Mientras su madre la tenía en brazos, la joven abrió sus ojos. Tratando de entender todo lo que vió en tan solo unos segundos, trató de unir los puntos. Eran muchas coincidencias en un mismo lugar. En su mente solo pensaba que algo estaba pasando y debía averiguar bien qué era. Pero en primer lugar tenía que tranquilizar a sus padres, para así poder estar sola en algún momento del día y poder volver a ese lugar. -Estoy bien mamá -se escucha decir por lo bajo- -Pero qué fue lo que pasó, no entiendo, no te podemos dejar sola estando así -dice la madre- -Tranquilicémonos, no debemos exagerar la situación. Pero tampo- co vamos a descuidar mi bebé. Si algo te está pasando puedes confiar en nosotros -le dijo su padre- -5 minutos te dejo sola y no podes estar sin mí hermanita -aparece Adán, tratando de romper el ambiente con un chiste- -Suficiente alboroto, ¿no? Podríamos merendar algo. Tengo ham- bre -dijo Manaia mirando fijamente a los ojos de su hermano, dándole a entender que necesitaba salir de esa situación, además de que necesita su apoyo- 12
  • 15. Habían pasado muchas cosas y Manaia no sabía por dónde empe- zar a contarle a su hermano. Después de todo lo que había pasado, sabía que no iba a dejar pasar por alto lo sucedido. Algo no cambiaba, seguía extremadamente segura de sí misma. El primer paso era averiguar qué es lo que esa mujer quería de ella. Quiso decirle a su hermano que necesitaba de sus consejos, pero algo dentro suyo sabía que si le decía lo que tenía planeado hacer, se iba a enojar y no la iba a ayudar. -Volví a ver a esa mujer -dice ella- -Sabes lo que tenes que hacer no? -responde Adán- -Lo sé, ignorar todo -afirma Manaia- Luego de la merienda con sus padres, dónde la joven se encargó de mostrar que estaba bien y que sus padres solo exageraban, fue en busca de respuestas al lugar dónde pasó todo. Ahí estaba la mujer. Frente a ella, en una foto colgada en la pared, la vió. Sintió unos escalo- fríos al volver a mirarla. Estaba por perder la conciencia nuevamente, Capítulo II: En contra Capítulo II: En contra 13
  • 16. 14 pero supo manejar la situación y eso no sucedió. Entre su concentra- ción y curiosidad, vió acercarse a la dueña del lugar. -Volviste, ¿Estas mejor? -dice alguien- -Si, gracias -respondió algo asustada- -No te quise asustar, discúlpame -vuelve a insistir- -No, está bien. ¿Te puedo hacer una pregunta? La mujer de la foto… -señala la imagen frente a ellos- ¿Quién es? -Necesitaba saber con urgen- cia sobre esa mujer- -Mi hija -con una pequeña sonrisa y lágrimas en los ojos le respon- dió- -Perdón por preguntar, no quise ser irrespetuosa -dice la joven- Mi nombre es Manaia. -Tranquila, es que hace años que no miro la foto aunque esté ahí colgada. Solo vinieron muchos recuerdos a la mente -dice la mujer- -¿Le pasó algo? -preguntó la niña, con ganas de saber más- -En este lugar casi nadie entra, a no ser que sea temporada de vaca- ciones ¿Querés tomar un café? Hace mucho no tengo vistas agradables que quieran saber de mí Isabel -respondió la mujer, mientras daba media vuelta para ir a la cocina del local- -Isabel -murmuró la pequeña- ¡Claro! Me gustaría conocer más -emocionada por saber la historia, tenía sentimientos inexplicables, iba a conocer más de esa mujer que tanto aparecía en sus visiones- -Bueno Manaia, Margarita es mi nombre ¡Mucho gusto! -le dijo mientras le extendía la taza de café con una sonrisa y tomaba asiento- -Gracias - respondió mientras agarraba la taza de café- -Después de un breve silencio Margarita comenzó- Isabel me recuerda a vos de niña. Era así, tan dulce y hermosa. -Da un sorbo a su café y con- tinua- Me casé a los 23 y por desgracia solo tuve una hija. Me hubiera encantado tener más hijos. Mi hija creció con el amor absoluto de sus padres, nunca le faltó nada, siempre fue una buena niña. Educada más que nada en todo momento. -Hace un gesto de desagrado con su boca y dice- Entró en la etapa de la adolescencia, y con mi marido nunca le prohibimos nada. Pero cuando cumplió los 18 su rebeldía se fue de las manos. Hasta el día de hoy nunca entendí el cambio rotundo en su com- portamiento. Dejé pasar muchas situaciones diciendo que solo es una
  • 17. 15 etapa, que ya se le pasaría. Su padre ya no permitía que nos tratara de esa forma tan fea e irrespetuosa con la que lo hacía. - Tomó un poco de aire y continuó- Hubo una noche dónde los tres discutimos fuerte -En sus ojos se podían observar las lágrimas acumuladas, esperando a salir- Mi pa- ciencia con Isabel llegó al límite cuando vi a mi esposo casi al borde de un paro cardíaco. Descubrí que mi hija se autolesionaba. Todos los días pienso que era mi culpa. Algo habré hecho mal para que mi niña se hi- ciera daño. Esa noche algo se salió de control y ella se marchó enojada golpeando la puerta. Su padre salió detrás de ella, yo no sabía qué hacer. Solo trataba de buscar explicaciones para entender. -Vuelve a tomar un trago de café, Manaia la escuchaba atenta- Pasaron varias horas y ningu- no de los dos regresaba, en ese momento me empecé a preguntar si acaso debí haber ido detrás de ellos. Estaba concentrada en mis pensamientos y me sonó el teléfono. Me estaban dando la peor noticia de mi vida. Los perdí a los dos en una noche. -En ese momento una lágrima cayó por su mejilla- Fui al hospital y me informaron que mi marido tuvo un paro cardíaco del cuál no sobrevivió e Isabel… -Tranquila, no es necesario que sigas -dice Mania suavemente mientras estira su brazo por encima de la mesa para tomar la mano de Margarita- -Isabel se había suicidado. Hasta el día de hoy me culpo por todo, y tal vez sea así, si tan solo hubiera salido detrás de ellos no hubiera pasa- do tanta desgracia. Tampoco entiendo que es lo que pasó esa noche, solo encontraron a mi marido tirado en el piso e isabel sobre un charco de su propia sangre -respondió llorando Margarita- -Lo siento mucho -dice Manaia- Estos días ví a su hija -Comenta abruptamente la joven- tal vez crea que estoy loca pero hace unos días que su hija aparece en mi mente tratando de decirme algo, la veo en mis visiones. En los ojos de su hija vi oscuridad y a la vez una tristeza que no lograba comprender, pero ahora entiendo lo que me quería decir. Marga- rita, usted no tuvo la culpa de nada, debe dejar de echarse la culpa y de- jar que su hija descanse en paz. Todavía no soy tan buena en esto como para decirle por qué su hija se hacía daño, pero de algo estoy segura, y es que usted no es culpable de nada -terminó Mania, tratando de tranquili- zar a la señora-
  • 18. 16 -Sos bruja. Loca no estás porque te creo. Gracias, mientras me con- tabas esto sentí un alivio tan grande en el corazón. El pasado debe ser enterrado, quedando solo lo bueno. Muchas gracias por tu visita y com- pañía Manaia -dice mientras se para y la abraza- mirate, solo sos una niña pero me ayudaste mucho -con una leve sonrisa margarita la acom- paña a la salida- -Fue un placer conocerte Margarita, ¡nos vemos! -le dice mientras sale por la puerta del local- Manaia se encontraba muy feliz. Sentía que había arreglado un vín- culo de madre e hija. Aunque hay que admitir que evitó contarle ciertas cosas, como por ejemplo, la razón de la muerte de las personas que más amaba. En su desmayo, pudo ver cómo Isabel le contaba a su padre la razón del por qué se hacía daño, y fue en ese momento dónde el hom- bre sufrió el infarto. Ella no pudo con eso, sentía que tenía la culpa de la muerte de su padre, y por esa razón decidió quitarse la vida. La verdad a veces no es tan buena y lastima. Por esa razón decidió evitar la totalidad de la historia y traerle un poco de paz a esa pobre mu- jer. Mientras la pequeña caminaba por la playa dirigiéndose hacia el hotel, se encontró con su hermano. Decidió contarle todo lo que había pasado, convencida de que eso le gustaba y quería seguir ayudando. El poder comunicarse con otras almas le hacía sentir que tenía un propósito a cumplir. Fue algo satisfactorio para ella ver la paz que sintió esa mujer cuando le contó todo lo que había visto, y no quería dejar de vivir eso nunca. Los hermanos Rojas, ambos con personalidades muy fuertes, se en- contraban en medio de una acalorada discusión en la habitación del ho- tel. La tensión en el aire era palpable, mientras sus voces se alzaban cada vez más. -¡Manaia, no puedo creer que no hayas hecho lo que te pedí! Te dije claramente que ignoraras todo eso, que te alejaras. Es muy peligroso -dijo Adán al enterarse que su hermana había ido por más con el don-
  • 19. -No puede ser que vivas así, evitando esto que claramente va más allá de todo. Saber que puedo ayudar a las personas y traerles algo de calma es algo que no pienso dejar pasar. Podés darme todos los consejos que creas necesarios, pero si los tomo o no es problema mío -contestó totalmente enojada la pequeña- -Todo tiene un límite, y mi paciencia con vos ya colapsó -respon- dió mirando con decepción a su hermana- Luego de la feroz pelea con su hermano Manaia no sabía cómo seguir. Ella solo quería ayudar, explorar, descubrir para dónde la pue- den llevar todos esos dones que tenía. No sabía como explicarlo, pero se sentía segura de sí misma, y no iba a dejar de ir tras ello, por más de que le traía varios problemas con Adán. Sentada en la habitación, después de que su hermano se fuera azo- tando la puerta, la pequeña quería contarles a sus padres lo que ocurría. Sentía que debía hacerlo, pero le daba terror que actúen igual que Adán, que no acepten su decisión y que no le permitieran hacer usos de sus dones. 12 17
  • 20. 18 Capítulo III: Una ayuda más Capítulo III: Una ayuda más Era el tercer día y el sol se escondía mientras las nubes se asoma- ban, dejando el cielo de un gris oscuro, acompañado de un viento que daba miedo. La habitación del hotel estaba repleta de humo del palo san- to y los cuatro integrantes de la familia Rojas se encontraban reunidos en la misma habitación, ya que habían decidido ver una película todos juntos, no pasó mucho tiempo cuándo las gotas empezaron a caer, per- mitiendo apreciar la lluvia desde las ventanas del hotel San Jerónimo. A pesar que el clima había arruinado sus planes, los Rojas supieron aprovechar el día de lluvia, Manaia estaba preparada por sí esto ocurría, había seleccionado varios juegos de mesa de los que tenían en su casa, por lo que pasaron el día comiendo y viendo películas. Mientras estaban acomodando todo, la menor de la familia decidió contarle a sus padres lo que le estaba pasando. Era el momento perfecto para hacerlo, y la pequeña Manaia ya ha- bía decidido contarles a sus padres todo lo que había sucedido desde que llegaron a Nueva Atlantis. Inhaló profundamente y les dijo a sus padres que quería hablar con ellos de algo importante, se notaba que la niña estaba nerviosa, sus ma-
  • 21. 19 nos empezaron a sudar y las palabras salían entrecortadas de su boca. Podía sentir la mirada de enojo de su hermano. Y así fue como la niña les contó a su padres todo lo sucedido, que sus visiones sólo aparecen cuando ella menos lo espera; que sólo tuvo dos visiones, ambas de la misma mujer totalmente desconocida. Con una sonrisa y lágrimas en los ojos Manaia contó que pudo resolver ese misterio, que se trataba de un vínculo de madre e hija, y la que se contac- taba con ella era la hija pidiéndole por la paz de su madre. Que se sentía feliz por eso, aunque no se sentía preparada para todo lo que iba a vivir por el resto de su vida, pero ese vínculo que ella pudo arreglar, era ese mismo vínculo que Manaia sentía respecto con su bisabuela,el don era algo que las unía y tal vez lo único que tenía de ella. Quería fortalecer esa fuerza, le gustaba y disfrutaba de poder ayudar a los demás. Adán sin desperdiciar la oportunidad, también decidió contar lo que le venía pasando durante los últimos tres años, sus pesadillas, el te- rror de dormir y no poder despertarse por el simple hecho de que él eli- gió ignorar todo lo que veía y sentía, creía que esas almas lo lastimarían y como castigo aparecían en sus sueños pidiendo algo. Todo lo que él veía eran cosas horribles. Al terminar de contarles a sus padres todo lo que ha vivido, y confesandole a su hermana que esas eran las razones por las que él estaba tan negado de que haga uso del don, el joven rompe en llanto. Él sólo quería proteger a su hermana. Los padres, totalmente sorprendidos por todo lo que acababan de enterarse, abrazaron a sus hijos. Lágrimas caían de los ojos de cada inte- grante de la familia Rojas, cuando Lía confiesa que sabía sobre los pode- res, las visiones y de toda la historia de Adela, sabía que era algo que se heredaba pero nunca imaginó que sus hijos serían los que obtuvieran ese don, era algo extraordinario poder ver almas, y mucho más poder comu- nicarse con ellas. Aunque no dejaba de ser peligroso, ya que si algo salía mal con algún alma en pena, podrían quedarse encerrados en sus pro- pias visiones o sueños. Por otro lado, estaba Demian, fascinado con todo lo que había escucha- do, con un sentimiento de culpa por nunca haberse dado cuenta de lo que les pasaba a sus hijos, se encontraba aterrado por todo, pero sus ni- ños eran valientes y al parecer su mujer sabía qué hacer para ayudar a sus hijos, y él estaría siempre a su lado, apoyando a su familia.
  • 22. 20 No pasó mucho tiempo de la charla que tuvieron los Rojas, que los hermanos se conectaron, sufriendo ambos una misma visión, totalmen- te aislados del mundo real, empezaron a ver cosas como nunca antes, su unión era tan fuerte que hasta podían sentir lo que las almas estaban sintiendo. Su madre estaba a su lado, con un vaso de agua y una botella de alcohol para cuando sus hijos se desmayaran poder despertarlos. Al finalizar la visión, ambos caen a los brazos de sus padres, quienes estaban listos para ayudarlos; los hermanos Rojas despiertan mirándo- se fijamente sin entender muy bien lo que habían visto, pero totalmente dispuestos a resolver este nuevo caso juntos, como siempre debió ser. Sus padres, orgullosos de lo que sus hijos habían decidido, se ponen absolutamente a su disposición. Manaia le pide a su padre que agarre un cuaderno y lápiz para que anotará todo lo que la pequeña le iba a decir que vió, el padre corre en busca de lo que le habían pedido, y con mucha atención empieza a escribir todo lo que su hija le decía. Si bien no podía recordar bien algunas cosas, la niña empieza diciendo lo que había visto, o cree, haber visto. Un sótano muy viejo, del cual probablemente ya nadie sabía su exis- tencia, con juguetes en el piso, un acolchado, como si alguien viviera ahí o hubiera sufrido sus últimos días ahí. Al mismo tiempo, Adán agrega que había sentido el miedo de un niño. No sabían si esto era algo que estaba sucediendo en el presente, o simplemente algo del pasado, ya que el sótano daba indicios de estar abandonado, pero Adán llegó a ver un lavarropas de ésta época, incluso logró ver la casa por fuera. La lluvia seguía cayendo en Nueva Atlantis, pero no detendría a la familia, los cuatro se abrigaron y salieron a recorrer las calles con el auto. Pasaron un buen rato dando vueltas sin ninguna pista, hasta que Manaia vuelve a tener una pequeña visión del niño, rogando que se apuraran. Solo pudo escuchar su voz, el lugar estaba a oscuras. La familia no entendía qué pasaba, terminaron en una calle en muy mal estado, causando que el auto se les quedara encajado a mitad de ca- mino. Sin dudarlo bajan los cuatro del auto y empiezan a caminar bus- cando ayuda en alguna casa cercana para poder sacar el auto, caminaron bastante y lo único que podían ver a su alrededor era campo. Asombra- dos por no conocer esta parte de la costa, siguen caminando esperanza- dos por encontrar algo, o alguien.
  • 23. 21 Muy a lo lejos se apreciaba como salía humo de una casa, felices, se dirigen al lugar. Mientras se iban acercando, Adán avisa a su familia que esa era la casa que había visto en la visión. Debían entrar y averiguar lo que pasaba, pero no podían entrar sólo porque sí pidiendo explicaciones, entonces los Rojas arman un plan y lo llevan a cabo. Se acercan a la casa y golpean la puerta, la cual es abierta por un hombre de aproximadamente unos 50 años, que de muy mala gana pre- gunta que querían. En ese momento, es dónde Demian toma la inicia- tiva, contándole al hombre que se les había quedado el auto a un par de kilómetros y sus celulares no tenían batería, pidiendo si podían entrar para comunicarse con alguien del hotel y así pedir ayuda. Al principio el hombre no accedía, se notaba que estaba nervioso, pero la insistencia de Demian hizo que los dejara pasar por solo unos segundos para realizar la llamada. El plan comienza y Manaia pide entrar al baño; el hombre la mira y le señala dónde queda. Lia pide un vaso de agua y le pregunta si vivía solo, el hombre se dirige a la cocina contestando que sí, que era un hom- bre solitario. Todo está saliendo acorde a lo planeado. Adán ingresa a la cocina tratando de comenzar una conversación con aquel hombre, para distraerlo mientras que su padre se dirigía a analizar la casa junto con su hermana. En la casa había sólo dos habitaciones, y una era de un niño. Pa- dre e hija decidieron apurar el paso, pero no encontraban indicios de un ingreso a algún sótano por ningún lado. O al menos hasta que entran a la habitación principal, que pisan una parte del piso que hacía un ruido extraño; ambos se miraron y levantaron esa parte de madera. Al hacerlo, se dan cuenta que se trataba del sótano y bajaron de inmediato. Un fuerte olor los invade por completo, causando que la peque- ña Manaia vomitara. Al Demian prender la linterna del celular, ambos quedaron helados con lo que estaban viendo; delante de ellos había un pequeño cajón fúnebre y a su lado una mujer desangrándose. Ella aún estaba con vida, su pulso era muy leve pero su corazón seguía latiendo. Manaia, nerviosa y con las manos temblorosas, llama a la policía, con- tando lo que estaba pasando y pidiendo una ambulancia con urgencia. Al finalizar la llamada, escuchan un fuerte golpe que venía de arri- ba, Demian le pide a su hija que se quedara junto a la mujer y apretara la
  • 24. 22 herida para detener la sangre. Él sube las escaleras y ve a su esposa tratando de levantarse del piso mientras que su hijo se encontraba en una lucha con el dueño de la casa. Corre a ayudar a su hijo, pero lo que no sabía era que el hombre tenía un cuchillo y en el forcejeo logra hacer un corte en su brazo. Por un momento todo se detiene y ve a Lia golpear al hombre por detrás con una sartén en la cabeza, causando que cayera al suelo desma- yado. Lia abraza a su hijo preguntando cómo se encontraba, mientras que a lo lejos se escuchaban las sirenas acercarse, la familia se encontra- ba en shock con todo lo que había sucedido. Ya en el hospital dando sus testimonios a la policía y evitando toda la parte de que sus hijos tenían visiones y que llegaron a la casa gracias a ellos, los Rojas se encontraban aliviados. Lo que los hermanos habían visto era un niño pidiendo ayuda, ese mismo niño era quién estaba en el cajón del sótano, escondido, y la ayuda que él pedía era para su madre, y le había dicho a Manaia que se apurara porque a su madre no le quedaba mucho tiempo de vida.. La familia había hecho un gran trabajo, la mujer estaba hospitaliza- da y ya se encontraba en un buen estado de salud. Mientras que el hom- bre estaba tras las rejas. El momento más difícil fue cuando la mujer despertó, tenían que contarle todo lo que había pasado, y los encargados de hacerlo fueron Adán y Manaia.
  • 25. 23 Capítulo IV: Unidos es mejor Capítulo IV: Unidos es mejor La familia está más unida luego de haber resuelto el caso del niño. Los padres de los jóvenes videntes, supieron manejar la situación y acompañar a sus hijos en el proceso de descubrimiento. Era algo difícil para ellos ver a sus hijos en esa situación, cómo los jóvenes podían ver otro mundo, cosas fuera de lo normal, y que ellos lo único que podían hacer era ayudar con cosas externas y proteger a sus hijos. Después de la repercusión que tuvo el caso de Isabel y del niño, las voces en Nueva Atlantis se hacían escuchar, todos opinaban de que algo estaba pasando. Mientras recorrían las calles durante la radiante mañana que les tocó luego de aquel día de lluvia, Manaia vuelve a tener una de sus visio- nes. Esta vez fue totalmente extraña, ya que vio a su bisabuela tratando de decirle algo; algo que Manaia en ese momento no supo descifrar. Sentía que su bisabuela quería ayudarla y tal vez advertirle algo. Manaia despierta algo desilusionada por no saber manejar muy bien sus dones, pero su familia estaba ahí, dispuesta a ayudarla y no dejarla sola. Lia aprovecha para hacer una parada técnica y frenar a comer algo ya que notaba que su hija quedó muy abrumada luego de ver a su bisabue- la. Durante el almuerzo ninguno podía fingir que nada hubiera pasado,
  • 26. 24 por lo que empezaron a sacar sus propias conclusiones e hipótesis de lo que Adela quería decirles. Mientras se encuentran conversando, Manaia puede ver a su bisabuela pasar por detrás de sus padres, dirigiéndose al baño. La niña mira a su familia, les muestra una sonrisa y les dice que iría al baño. Al llegar allí, la menor ve claramente a su bisabuela, ésta la mira y sonríe. La joven intenta acercarse pero de lo impactada que estaba no podía ni dar un paso, por lo que el alma de Adela comienza a hablar, usando las palabras justas: “Hay un hecho que tenes que lograr detener, no puede suceder”. La adolescente se encontraba confundida, quiso res- ponder pero Adela ya no estaba. Confundida, sale del baño en busca de sus padres. Al verlos rompe en llanto y abraza a su madre pidiéndole que salieran de ahí, sin dudarlo, Demian agarra las cosas y se dirigen a un lugar más tranquilo para su hija. Mientras caminaban por la playa, Manaia contó lo que había pasa- do, que había algo que debía evitar. Lo único que sabían es que era algo que todavía no había pasado. Al regresar al hotel, la pequeña trata de comunicarse con Adela para pedirle ayuda, de alguna manera lo logra, y se da cuenta que su bisabuela estaba ahí siempre, dispuesta a ayudar. Si bien Adela no le contó cómo sería, le informó a su bisnieta que a la persona que debía ayudar era a su hermano. Tenía que evitar que algo le pasara. Esta vez prefirió no contar nada a su familia ya que el proble- ma se trataba de uno de ellos. No estaba segura de si hacía bien en ocul- tarlo pero no quería preocuparlos. Por otro lado, Adán estaba frustrado porque no tenía ninguna visión. Se sentía inútil al no poder ayudar a su hermana. El mayor podía sentir como su corazón iba a mil, estaba empezan- do a sudar y cae desmayado lentamente delante de su hermana. Desespe- rada, Manaia corre junto a él, como pudo lo recostó en la cama, llamó a un doctor y a sus padres. El médico no supo darles un informe de lo que al joven le pasaba, no encontraba nada extraño. “Parece ser una gripe debido al cambio de clima que hubo, tal vez tuvo un pico de fiebre y eso provocó el desmayo” fueron las palabras que utilizó; dejó algunos medicamentos por si volvía a decaer o por si levantaba fiebre y se retiró. La fiebre no tardó en aparecer nuevamente, el joven empezó a alu- cinar y a decir cosas sin sentido. Su hermana no sabía cómo ayudarlo,
  • 27. 25 junto con su madre trataron de bajarle la fiebre con paños de agua fría en la frente. Es cuando Manaia está haciendo cambio de estos, que Adán le toma la mano y le dice que sus dones corrían peligro. Por un momento Manaia no le dio importancia, creyendo que era producto de su estado de salud, pero al pensar un poco y al atar un par de cabos, se dió cuenta que su hermano se encontraba así porque proba- blemente esté perdiendo sus dones debido a que nunca los usó, y al usar- los no lo hizo controladamente. Manaia junto con sus padres, buscaron una solución para ayudar a Adán. Se encontraban en la habitación del hotel desesperados por- que no quedaba mucho tiempo, el miedo de perderlo consumía a toda la familia. Lágrimas caían en la cara de la menor, pidiendo perdón a su bisabuela por no poder evitar lo que estaba pasando, y por no haber pre- sentido que el que corría peligro era alguien de su sangre. Manaia empezó a recordar momentos con su hermano, recuerdos que incluso había olvidado. Como aquel día cuando eran tan solo unos niños que en una pelea de juguetes Adán la golpeó accidentalmente causando que se le cayera un diente que tenía flojo en ese momento. Sonríe por ese recuerdo. Estaba teniendo una lluvia de hermosos recuer- dos y la razón era Adela, que estaba ayudando a su bisnieta desde otra perspectiva, mandando fuerzas para que vuelva a confiar en ella. Entre tantos recuerdos, hay uno especial, de una charla muy importante con su hermano, que fué cuando él le contaba la historia del inicio de sus dones, dónde Adán le comenta cómo y para qué usaba los poderes Adela. Al recordar esto, la niña sonrió y corrió en busca de la caja que le había dado su hermano ese día. Ahí estaba la piedra que le pertenecía a su bisabuela, que a los ojos de cualquiera era una simple piedra, pero a los ojos de Manaia irradiaba luz y energía positiva. Sin pensarlo mucho va junto a su hermano, agarra su mano y coloca la piedra en ella, sin saber si lo que hacía estaba bien pero su intuición le decía que todo iba a mejorar. Al levantar la vista ve a sus padres abrazados con una sonrisa en su rostro y por unos segundos le pareció ver a su bisabuela junto a ellos, también sonriéndole, eso le dio esperanzas.
  • 28. Pasaron la noche todos juntos rodeando a Adán, esperando mejoras du- rante la noche. Al amanecer el joven abrió sus ojos y pidió que por favor le den un poco de espacio porque tanto amor lo empalagaba, todos ríen al ver que se encontraba en perfectas condiciones, como si nada hubiera pasado. Al Adán ya estar mejor, Manaia decide alejarse un poco de su familia y agradecer al universo, y especialmente a su bisabuela, por la ayuda que le brindó a su familia. Ya todo estaba en orden de nuevo. 26
  • 29. Capítulo V: Luz Capítulo V: Luz Luego de todo lo ocurrido en Nueva Atlantis, que al principio se- rían unas mini vacaciones para poder descansar y pasar tiempo juntos, resultó ser un mar de sorpresas, aunque no se pueden quejar, ya que pa- saron momentos juntos que tal vez no como lo habían pensado pero se llevaban momentos muy fuertes para recordar, ya era hora de guardar todo y dar la vuelta a casa. Esa mañana después del desayuno, los Rojas se dan cuenta que ese día era el último. No sabían muy bien cómo despedirse del lugar, tampo- co sabían si serían interrumpidos por las visiones de sus hijos causando así la vuelta para ayudar a un alma en pena. Pero optaron por la opción de salir a disfrutar de la playa. Adán mira su cuello y ve el collar con la piedra, instantáneamente mira a su hermana buscando alguna explicación. Su hermana le contó que cuando se había debilitado, la piedra de su bisabuela lo ayudó a re- cuperarse. Adán sin pensarlo dos veces se lo sacó y se lo dió a su herma- na, diciéndole que es algo que le pertenece y que ayudarlo a no morir tal vez es lo que esté haciéndola débil ahora a ella. Un poco confundida ante la reacción de su hermano tomó la piedra y pensó que tal vez él tenía 27
  • 30. razón, ya que no estaba de muchos ánimos últimamente y solo quería regresar a casa. Esa piedra para sus ojos era mágica, un amuleto de la suerte pero que debía recargarse de energía para poder sobrevivir a todo lo que aún le falta pasar en esta vida. Por lo lejos se escuchaba los gritos de Lía apu- rando a sus hijos para ir a la playa, los hermanos sonríen y salen antes de que esos gritos se conviertan en retos. Todo estaba bien, la familia se la pasó a puro juegos, mates, música y comida, algo que en la familia Rojas nunca faltaba. Con la panza llena decidieron jugar al voley y tal vez no fue la mejor decisión, pero las car- cajadas al ver cómo Demian, su padre caía de un resbalón, se convirtió en la mejor parte del viaje para la familia. El sol empezaba a caer, dejando ver el cielo anaranjado. Totalmen- te cansados empiezan a guardar sus cosas para poder dirigirse al hotel y terminar de empacar para empezar su viaje de vuelta. Antes de dirigirse al hotel, Adán avisa a sus padres que junto a su hermana iban a caminar un poco por la playa por última vez y que luego los alcanzaban. Manaia y Adán empiezan a caminar por una parte de la costa que no conocían, era un lugar muy bonito, con piedras grandes que en algunas partes causaban cataratas. La menor se encontraba fascinada con lo que veía, el atardecer de fondo lo hacía mucho más bonito. Se sentía muy diferente, algo extraordinario pasaba por su cuerpo, algo que no podía explicar. Su hermano le señala el collar. Este estaba brillando de una ma- nera extraordinaria, que a los ojos de otras personas encandilaba; una pequeña brisa golpeaba en el lugar, Manaia se deja llevar por lo que sen- tía y extendió sus brazos, dejando que la recarga energética entrará en su cuerpo, los sentimientos que en ese momento pasaban por el cuerpo de la niña eran totalmente de otro mundo. La piedra no dejaba de brillar y Manaia podía sentir como su poder crecía y se hacía mucho más fuer- te. Un golpe en seco la trae en la realidad, miró a su hermano y ambos sonríen por el momento extraordinario que acababan de pasar. La vuelta al hotel fue un momento muy emotivo para ambos, se la pasa- ron hablando de cómo se sentía cada uno con todo lo que había pasado ese fin de semana largo. Cuando llegaron al hotel, sus padres ya estaban 28
  • 31. listos para volver a casa. 29
  • 32. Capítulo VI: ¿Es el fin? Capítulo VI: ¿Es el fin? La familia Rojas finalmente llegó a La Plata, su ciudad, donde los misterios parecían estar tejidos en cada esquina. Era el escenario perfec- to para lo que estaba por venir. Tan pronto como pusieron un pie en la ciudad, Manaia tuvo una nueva visión, más clara y poderosa que cual- quier otra que hubiera experimentado antes. La visión los llevó a un lugar secreto, una cripta oculta en lo pro- fundo del cementerio. Allí, descubrieron pistas sobre eso qué había des- concertado a los habitantes de La Plata durante décadas, esto, involucra una serie de desapariciones inexplicables que habían afectado a numero- sas familias en la ciudad. El misterio de las desapariciones estaba profundamente relacionado con eventos sobrenaturales que habían ocurrido hace décadas en la gran ciudad. La familia Rojas descubrió que Adela, su bisabuela, había estado involucrada en investigaciones similares durante su vida. Adela, cono- cida en la ciudad por su don y su habilidad para ayudar a las almas en pena, había dejado pistas ocultas que ahora los guiaban en la dirección correcta. A medida que la familia exploraba el oscuro pasado del caso, experimentaron una creciente sensación de que su querida Adela los 30
  • 33. acompañaba en espíritu. El caso resultó ser más complicado y oscuro de lo que habían ima- ginado. Las desapariciones parecían estar relacionadas con un antiguo culto que había operado en las sombras durante generaciones. A medida que avanzaban en la investigación, las tensiones y el agotamiento co- menzaron a afectar a todos, pero ninguna persona fue tan afectada como Manaia. Cada visión la debilitaba, como si estuviera gastando su energía vital para ver más allá del límite de la realidad. La familia estaba al tanto del sacrificio que Manaia estaba haciendo, pero también sentían que estaban cumpliendo con el legado de Adela. Todos compartían la preocupación por ella, pero también la admiración por su fuerza y dedicación. No obstante, nadie sabía cuánto más podría soportar. La intriga de si podría seguir usando su don sin poner en ries- go su propia vida atormentaba a toda la familia. En una noche oscura y tormentosa, cuando estaban a punto de acercarse a la verdad final, Manaia tuvo una visión reveladora que la conectó con Adela de una manera más profunda y espiritual. Esta visión no solo les proporcionó las respuestas que habían estado buscando, sino también un rayo de esperanza. Descubrió una manera de utilizar su don sin poner en peligro su salud, aprendiendo a controlarlo y a canalizarlo de manera más efectiva con la ayuda de aquel cuarzo que su hermano le había dado, perteneciente a su bisabuela. Con este nuevo conocimiento y con la influencia de Adela guiándolos, la familia Rojas siguió adelante, enfrentando el último desafío del caso. Finalmente, lograron resolverlo y hacer justicia. El misterio que había atormentado a la familia durante tanto tiempo se desentrañó por completo, y sintieron que Adela estaba orgullosa de su familia y de cómo lo habían honrado. Manaia, logró comprender a su hermano, ya que como él le había dicho en aquella habitación del hotel, aunque los dones que habían here- dado eran poderosos, también requerían responsabilidad y cuidado. Para su suerte, Manaia, encontró la manera de equilibrar su vida y su habili- dad única, honrando el legado espiritual de su querida bisabuela Adela. El futuro seguía siendo incierto, pero la familia Rojas estaba lista para enfrentar cualquier desafío que se les presentara, sabiendo que su amor, unidad e influencia de su querida bisabuela eran más fuertes que 31
  • 34. cualquier misterio que pudiera surgir en el camino. O al menos eso creían, aprendieron a ser fuertes, a utilizar correcta- mente sus dones pero no siempre se triunfa. Cada caso que resolvían era traer un mal con ellos. Sin darse cuenta, aquel día en el cementerio un mal maligno se apoderó de un integrante de la familia. Pasaron algunos días en los cuáles los cambios de humor se empezaron a notar en Lía, sus hijos lo notaron rápidamente pero no entendían el por qué, la joven sentía que su poder no estaba en condiciones de ayudar a su madre, el cuarzo que la acompañaba desde el día uno no serviría como lo hizo aquel día con Adán. El mal no tardó mucho en apoderarse de la mujer, la familia unía todas sus fuerzas para ayudarla pero era inútil, incluso trataron de invo- car a Adela pero fue peor. Adan tuvo una visión de que debían llevar a su madre al cementerio, tenían miedo y no entendían por qué tenían que llevarla ahí, aunque en el fondo, se cuestionan si ese fue el lugar dónde el mal se apoderó de Lía. Con lágrimas en los ojos, la atan completamente de manos y pies para que no se lastime, y la suben al auto. Cuando llegan al cementerio, Manaia decide unir su poder con su hermano para salvar a su madre, sus ojos estaban tan cegados de miedo y rencor que se olvidó por completo que ambos aún estaban débiles. “Con amor lo van a lograr” escuchan que les dice su padre, ambos se miran y sonríen. Lia ya no era ella, el mal era tan fuerte que ya no reconocía a sus propios hijos. Su padre, desde lejos, podía ver cómo sus niños invocaban algo, cómo unían todas sus fuerzas para salvar a su madre. Una fuerza y luz brillante ilumina por completo el lugar, haciendo caer a los herma- nos. Era inútil todo lo que hacían, pero debían intentarlo, la luz desa- parece y los tres integrantes de la familia Rojas pueden ver con claridad cómo las almas en penas se adueñaron del cuerpo de su madre, ya era tarde, muy tarde. No sólo era una sino varias almas oscuras en ella, los hermanos ya no podían hacer nada, no tenían más fuerzas, lloraban de tristeza. El cuerpo de Lía cae y una nube negra se forma en la ciudad, permitien- do escuchar los truenos. La fuerza oscura que se contenía en el cuerpo de Lia, pudo reunir varias almas y salir de su cuerpo de inmediatamen- 32
  • 35. Luego de aquella noche nada fue lo mismo, los tres Rojas tenían una mezcla de emociones, pero la que más marcada quedó fue Manaia, ya no quería saber nada con usar sus poderes, de qué servían si no pudo salvar a la persona que más ama, su guía en todo esto. Pero por el otro lado, sentía sed de venganza, Manaia sabía que ese mal tan poderoso que desapareció en aquella nube oscura, era un peligro para la ciudad, para ella y para su familia, pero no sabía qué hacer para volver a dar con él... 33
  • 36. Epílogo Epílogo Con el sol en la cara, una pequeña brisa de viento que causa alboro- to en el pelo de la adolescente, mates y un breve sonido de música ligera, así es como la familia Rojas regresa a su hogar, después de unos días agi- tados. Las noticias de la valiente lucha de Manaia contra el mal se extien- den rápidamente, y los habitantes de la ciudad se ven envueltos en un ambiente de misterio y temor. Los rumores comienzan a circular, susu- rrando sobre una antigua maldición que acecha las calles y los corazones de aquellos que habitan allí. A medida que el tiempo avanza, sucesos extraños e inexplicables suceden en la Plata. Luces parpadeantes, sombras que se mueven de for- ma inquietante y voces que susurran en la oscuridad. Los habitantes se encuentran atrapados en un constante estado de alerta, sin saber quién podría ser el próximo objetivo de las fuerzas malignas que aún persisten. El pánico se extendió tan rápido que muchos habitantes se vieron dispuestos a abandonar la ciudad en busca de un refugio seguro. Sin embargo, estaban aquellos que se negaban a huir, decididos a enfrentar el mal de frente y descubrir la verdad detrás de la brujería que los acosa. 34
  • 37. Un pequeño grupo de valientes se unió, investigando los oscuros rincones de la ciudad en busca de pistas que los llevaran hacia la secta de brujos. Con cada paso que daban, se adentraban en un mundo de magia negra y rituales prohibidos, donde la vida y la muerte se encontraban en un frágil equilibrio. La ciudad está entre la espada y la pared, el temor los consume pero deben hacer algo, ¿pedirán ayuda a sus vecinos? ¿Acaso la familia Rojas podrá resolver éste caso que acecha en su ciu- dad? 35
  • 38. Índice Índice Introducción - 4 Capítulo I Capítulo I: El inicio - 6 Capítulo II Capítulo II: En contra - 13 Capítulo III Capítulo III: Una ayuda más - 18 Capítulo IV Capítulo IV: Unidos es mejor - 23 Capítulo V Capítulo V: Luz - 27 Capítulo VI Capítulo VI: ¿Es el fin? - 30 Epílogo - 34 36
  • 39. Una narrativa realizada por Una narrativa realizada por Camila García, Maite Nuñez, Anahí Camila García, Maite Nuñez, Anahí Cabañas y Xiomara Tiburzi Cabañas y Xiomara Tiburzi