A lo largo del tiempo, el estudio del cerebro ha sido objeto de una práctica continúa, fascinante, incluso inquietante para la comunidad médica y de científicos que tratan de responder a funciones generales como: su racionalidad, funcionamiento, capacidad de respuesta, aprendizaje y memoria, producción de estímulos externos, cognición, desarrollo emocional, entre otras.
1. Revista - Divulgación de Ciencia y Educación
Septiembre - Diciembre 2023, Vol.1, No.3
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Te amo con toda mi memoria
Flavio Sandoval-García,1
Beatriz Teresita Martín-Márquez,2
Miguel Peña-Nava 3
El cerebro como objeto de estudio
A lo largo del tiempo, el estudio del cerebro ha
sido objeto de una práctica continúa, fascinante,
incluso inquietante para la comunidad médica y
de científicos que tratan de responder a
funciones generales como: su racionalidad,
funcionamiento, capacidad de respuesta,
aprendizaje y memoria, producción de estímulos
externos, cognición, desarrollo emocional, entre
otras. Así, el cerebro ha sido objeto de estudio por
el gran interés que implica, más aún su intento
por conocer a profundidad las interacciones
entre las áreas que participan en funciones
cerebrales superiores, como la memoria asociada
al estado emocional.
La división cerebral y la memoria
El cerebro de todos los animales vertebrados
consta del encéfalo (estructura cefálica o
composición de la corteza más abundante),
conocido como sistema nervioso central (SNC), y
el sistema nervioso periférico (SNP o médula
espinal). La función principal del SNC es recibir,
procesar, consolidar y ejecutar estímulos
externos del SNP. Es importante mencionar que
dentro de los procesos básicos y superiores que
desarrolla el cerebro, la memoria constituye uno
de los más estudiados, incluso en las patologías
más comúnmente asociadas al deterioro
cognitivo (demencia vascular/frontotemporal,
alteración de la memoria, Alzheimer, etc.). La
neurobiología define a la memoria como el
proceso neuronal de consolidar procesos
externos (como los estímulos), recibirlos,
procesarlos, retenerlos y asociarlos a estados
emocionales concretos, debido a la
comunicación con la amígdala desde el
hipocampo, por eso cuando “memorizamos” una
acción, ésta puede ser retenida durante minutos
a horas (memoria a corto plazo), a días, semanas
o años (memoria a largo plazo).
Gracias a la memoria es posible recordar
información de actividades o acciones: ¿Cómo
nos llamamos? ¿Dónde vivimos? ¿Quiénes son
nuestros padres o amigos? ¿Qué tareas realizar
durante mi jornada laboral? ¿Qué aprendizaje
estoy percibiendo de mi entorno?, etc., por lo que
lograr recordar implica un proceso
neurobiológico, complejo que involucra varias
estructuras del SNC como: el hipocampo,
subículum, globo pálido, tálamo, la amígdala, la
región cortical (corteza prefrontal), ganglios
basales, principalmente; que en su interacción
favorecen que el aprendizaje continuo se
consolide al proceso de memoria. Este proceso
de consolidación de memoria de corto a largo
plazo se responsabiliza al hipocampo -conocido
coloquialmente con el nombre de “caballo de
mar”- cuya función es interaccionar con las
estructuras ya mencionadas al activar la
comunicación neuronal para “convertir” acciones
repetidas en recuerdos asociados a emociones.
Estas funciones neuronales se estudiaron
inicialmente por los científicos del siglo IX y XX;
uno de los primeros fue Santiago Ramón y Cajal
(español, denominado “el padre de las
neurociencias”), describe por primera vez
mediante procedimiento histológico, las
conexiones neuronales y su relación con diversas
áreas anatómicas del SNC; dichos hallazgos
evidenciaron que existe una relación estructural
desde la corteza cerebral hasta las regiones más
internas.
Ubicación anatómica de zonas involucradas en
la formación de la memoria en el cerebro
humano. Creado con Biorender con número de
número de aprobación SH261J37C3.
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Relación de las emociones con la
memoria
Las emociones se definen como el conjunto de
estados afectivos de una cierta intensidad que el
cerebro es capaz de generar una respuesta
biológica ante una o varias circunstancias
determinadas. Éstas pueden ser básicas o
primarias como la alegría, tristeza, miedo, enojo,
sorpresa y asco, y complementarias o
secundarias como resiliencia, molestia, euforia,
optimismo, confianza, melancolía, tedio, etc.,
cumpliendo una función adaptativa al ser
corresponsables de la conducta humana y que en
su trabajo conjunto establecen funcionalidad
expresada en la interacción social; por ello en un
sentido estricto no puede haber memoria sin una
emoción de por medio. La memoria, al ser un
producto biológico de la actividad neuronal que
a su vez recibe estímulos externos a través del
SNP, se comunica internamente con otras áreas
del SNC. Esta información debe procesarse entre
el hipocampo y la amígdala para que se
establezca una interacción de actividad
emocional, particular función de la amígdala sin
dejar de lado otros eventos cerebrales como la
movilización de neurotransmisores, función
hormonal, activación de señales a nivel celular
(neuronas del hipocampo, corteza y amígdala),
producción de moléculas al estrés, etc., que
participen en la gestión de emociones; así que el
cerebro interpreta que memorizar conlleva el
acompañamiento de uno o varios factores
emocionales a acciones determinadas.
Interacción neuronal entre los tres tipos de
regiones asociadas al desarrollo de la memoria y
las emociones. Creado con Biorender con
número de número de aprobación QC261J3WVO.
Así, las emociones tienen un rol vital en nuestra
vida cotidiana, el cual no sólo es un proceso
adaptativo sino determinante incluso en las
decisiones más sencillas a complejas, en especial
cuando expresamos algún tipo específico de
emoción, que implica un registro biológico
neuronal que nos permite ser más eficientes; sin
embargo, también puede dirigirse a cambios
percibidos por el cerebro como “negativos”. Este
proceso emocional no es una acción sencilla de
realizar, sino que depende de la participación de
elementos neuroquímicos cerebrales en las
regiones implicadas que generan cambios en
emociones afectivas, por ejemplo expresar o
sentir amor por alguien, algo (animal u objeto),
alegría al ver un persona, recordar con afecto
una caricia recibida o sentir “cosquilleo” en la piel
al trasladar una sensación placentera., en fin,
cualquier recuerdo que se le tenga una carga
emocional o que al trasladarlo se genere una
emoción en ese momento exacto.
Por ello, cuando existe un aprendizaje, el cerebro
trabaja para que al memorizar conlleve una
emoción determinada. Por lo tanto, cuando
expresamos esa respuesta biológica en una
situación determinada, sea placentera o de
riesgo, nuestro cerebro ya tiene información
necesaria para reaccionar debido a múltiples
factores en un sólo momento como en la
concentración y liberación de diversos
neurotransmisores involucrados (glutamato,
ácido gamma-aminobutírico, dopamina, etc., de
las regiones implicadas que, por medio de un
estímulo específico, se procesa y consolida a
memoria.
Finalmente, la gestión emocional cotidiana
implica regular las respuestas biológicas frente a
escenarios donde ya actuamos y la memoria
juega un papel importante en ese manejo
biológico-conductual, lo cual es necesario para
generar procesos cerebrales superiores como la
función cognitiva.
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Comentario final
Nuestro cerebro recibe estímulos continuamente
a lo que se llama aprendizaje y que, al recibirlos,
los procesa y consolida a la generación de
respuesta en forma de memoria, no es un proceso
sencillo de comprender ya que las estructuras
cerebrales en comunicación realizan esta función
en particular, cargada de respuestas
emocionales que se registran en un entorno
biológico y que se manifiestan en circunstancias
cotidianas. Por lo tanto, generar y procesar los
recuerdos es fundamental para las respuestas
inmediatas, temporales y futuras que nos permite
conocer mucho mejor el ambiente en el que
percibimos.
Palabras clave: memoria; hipocampo; emociones;
amígdala.
1 Flavio Sandoval García: Departamento de
Neurociencias, Centro Universitario de Ciencias
de la Salud, Universidad de Guadalajara. Lic. en
Químico Farmacobiólogo, Doctorado en Ciencias
Biomédicas Orientación Neurociencias.
Contacto: flavio.sandoval@academicos.udg.mx
2 Beatriz Teresita Martín Márquez: Departamento
de Biología Molecular en Medicina, Centro
Universitario de Ciencias de la Salud, Universidad
de Guadalajara. Lic. en Químico Farmacobiólogo,
Doctorado en Ciencias Biomédicas Orientación
Inmunología.
Contacto: beatriz.martin@academicos.udg.mx
3 Miguel Peña Nava: Licenciatura en Medicina.
Departamento de Clínicas Médicas. Centro
Universitario de Ciencias de la Salud, Universidad
de Guadalajara.
Contacto: migueplus638@gmail.com
Lecturas recomendadas
Guzman-Velez, E., Warren, D. E., Feinstein, J. S.,
Bruss, J., & Tranel, D. (2016, Jun). Dissociable
contributions of amygdala and hippocampus to
emotion and memory in patients with
Alzheimer's disease. Hippocampus, 26(6), 727-
738. https://doi.org/10.1002/hipo.22554
Kim, I. B., & Park, S. C. (2021, Oct 29). The Entorhinal
Cortex and Adult Neurogenesis in Major
Depression. Int J Mol Sci, 22(21).
https://doi.org/10.3390/ijms222111725
Sangha, S., Diehl, M. M., Bergstrom, H. C., & Drew,
M. R. (2020, Jan). Know safety, no fear. Neurosci
Biobehav Rev, 108, 218-230.
https://doi.org/10.1016/j.neubiorev.2019.11.006