entre comienzos de 1977 y 2018, obligados por razones políticas, abandonaron Euskadi Aproximadamente 180.000 vascos, fundamentalmente empresarios, directivos, altos ejecutivos, y miembros de la academia o de los medios de comunicación
1. REFORZAR NUESTRO ATRACTIVO EMPRESARIAL.
Manfred Nolte
Hará un par de meses que unas declaraciones del consejero de Hacienda y Economía del
Gobierno vasco dieron lugar en los medios a unas sentidas réplicas que finalmente han
desembocado en un consenso reparador. Es de alegrarse, porque el tema que se aireó
no era de importancia menor. Manifestaba en aquella ocasión el consejero que, aunque
el terrorismo etarra fue un drama humano, careció de influencia en el desarrollo de la
economía vasca propiamente dicha. Esclarecido el lamentable malentendido, nadie de
buena fe y medianamente informado sustenta a estas alturas la inocuidad sobre el tejido
económico vasco de la oficialmente desaparecida banda armada ETA, por mucho que se
reconozca la imposibilidad de medir con exactitud su dimensión. Existen, sin embargo,
numerosos estudios que se acercan concienzudamente al tema.
Naturalmente que esto no va de ajustar los estragos dinerarios a los millares, centenares
o unidades del euro. Esto va de algo tan básico como destacar la incidencia del crimen y
la extorsión organizada sobre la actividad económica y un gran número de sus
promotores, fundamentalmente del segmento empresarial. Así lo ha entendido el
Parlamento Vasco, al aprobar el 20 de abril una enmienda que “reconoce los graves
efectos que ha tenido el terrorismo para la economía vasca”, y en la que todos los grupos
votaron a favor, salvo EH Bildu, que se abstuvo.
Viene esta introducción a cuento de la aparición de un informe publicado por la
Universidad CEU San Pablo que lleva por título ‘El éxodo vasco como consecuencia de la
persecución ideológica’ de la que pueden extraerse algunas enseñanzas, derivadas
fundamentalmente de la descapitalización empresarial de nuestro país.
Y es que, entre comienzos de 1977 y 2018, obligados por razones políticas, abandonaron
Euskadi aproximadamente 180.000 nativos, fundamentalmente empresarios,
directivos, altos ejecutivos, y miembros de la academia o de los medios de
comunicación. Razones traducidas de amenazas y extorsiones en carne propia. Esa
2. merma de en torno al 9% de la población vasca de 1977 implica una pérdida demográfica
adicional de varias decenas de miles de habitantes más, que son los hijos y nietos de los
exilados que habrían residido en el País Vasco. La impunidad de los asesinatos de ETA,
amparada en el miedo y el silencio en la calle y los comentarios favorables de los
simpatizantes del ‘apartheid’ naciente fueron la causa principal del inicio del éxodo. Con
ellos se produjeron fuertes deslocalizaciones de empresas o de sus centros de decisión.
Las nuevas generaciones descendientes de las personas asesinadas y extorsionadas
constatan la falta de énfasis institucional por explicar qué ha supuesto para Euskadi la
existencia del terrorismo. Algunos de los que aún permanecen, en un ambiente poco
proclive al empresariado y de alta conflictividad laboral, probablemente buscarán su
futuro fuera y los que se marcharon difícilmente volverán. Los que pensaban venir hoy
dudan menos que ayer porque no hay violencia explicita, aunque aún humean por aquí
y por allá los rescoldos de un integrismo intolerante en lo político.
La descapitalización provocada, y no solo de orden moral, es evidente. La fuga de talento
y de emprendedores y la pérdida de atractivo del País Vasco como tierra de
oportunidades queda acreditada con datos incontestables. En 1975 el País Vasco
suponía el 7,80% del PIB nacional y hoy apenas llega al 5,90%. La caída del 'stock' de
capital se redujo desde aquella fecha en un 43% y el PIB, en un 24%.
En lo que tiene de justicia distributiva, en su apartado de igualdad de oportunidades
políticas, la violencia extrema ha producido un sesgo sociológico importante. El arco
político de los años 70 ha sido conculcado y la representación parlamentaria está
socialmente sesgada por una emigración forzosa. El censo electoral quedó alterado
entonces para varias generaciones.
El referido éxodo reabre ‘en passant’ otro tema que se evita sigilosamente en las
instancias públicas, como si el admitirlo fuera un delito y no algo asumible, el
reconocimiento sereno de nuestras carencias y el principio de una etapa de reacción y
provecho. Me refiero a la cuestión del declive relativo de nuestra economía.
El informe ZEDARRIAK ha sido, en ese sentido, un revulsivo, y firmas autorizadas como
las de Jon Azua o Luis Ramón Arrieta, han puesto de relieve esta debilidad de nuestro
sustrato económico. Basta echar mano de la geografía económica y extraer conclusiones
de países pequeños que, como Irlanda, se han situado a la cabeza del mundo en
productividad o renta per cápita. Hay otros más. Y en la geografía española también hay
donde sacar provecho. No es ningún desdoro tratar de emular algunas de las políticas
económicas de nuestros competidores, sin por ello renunciar a ninguno de nuestros
avances actuales ni de nuestras señas de identidad. Simplemente se trata de aspirar al
éxito desde la memoria.