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Platón y su dualismo ultrarrealista
Por: Franklin Ivan Fernandez tarrillo
1. Introducción
Platón es uno de los pensadores de la Hisotira de la Filosofía que más ha impactado. Además, es el
primer filosofo de la antigüedad que tiene una visión antropológica del hombre. Por otro lado, su
concepción es dualista, ya que cuerpo y alma se unen accidentalmente, una de sus definiciones que ha
marcado su pensamiento se resume en la frase: el cuerpo es la cárcel del alma.
Platón, nace en 427-347 a. C, en Atenas. Además, Platón fue discípulo de Sócrates y maestro de
Aristóteles. Fue el fundador de la escuela filosófica en Atenas. En sus escritos tenemos diálogos de su
juventud, de su madurez y de su vejez. En su juventud escribe Apología, Critón y etc. En su madurez
escribe El Fedón, que habla sobre la inmortalidad del alma, El Fedro donde se encuentra la teoría del
alma, El Banquete que habla sobre el amor, como eros y La República sobre la justicia y la idea del
estado. En su vejez escribe El Timeo.
Las fuentes consultadas para realizar este trabajo son: El Fedón donde muestra su postura dualista, El
Banquete que habla sobre el amor como eros, La Republica trata de dar una explicación sobre el cuidado
del alma, este cuidado se basa en la práctica de las virtudes, como es la templanza, justicia, y sabiduría.
Como último dialogo, El Fedro, donde trata sobre las capacidades del alma, como la razón y la voluntad.
2. Dualismo platónico
2.1. Cuerpo y alma
Al observar fenomenológicamente a una persona, se percibe en ella ciertas características corporales
tales como dormir, crecer, comer, entre otros, al igual que ciertas características no corporales como el
pensamiento, razón, la inteligencia, etc. A las que se puede denominar como espirituales. Existe muchas
características de diferente índole, pero todas ellas se resumen en estas dos, ya sea estrictamente en una
de ellas o participando de ambas, como en el caso de los afectos que, al repercutir en el alma, tiene
manifestaciones corporales.
Para Platón, el cuerpo y el alma son dos elementos antagónicos, es decir, como si fueran dos elementos
contrarios. El alma es invisible para la naturaleza humana. Porque el hombre no lo puede ver. Pero
cuando el hombre quiere observar algo y hace uso del sentido de la vista, en ese momento el alma es
arrastrada por el cuerpo hacia las cosas que nunca se presentan idénticas, y ella se extravía, se perturba
y se marea como si sufriera vértigos, mientras se mantiene en contacto con esas cosas.
Siempre que estén en el mismo organismo alma y cuerpo, el uno le prescribe la naturaleza que sea
esclavo y este sometido, y a la otra mandar y ser dueña”. Además, el “alma es lo más semejante a lo
divino, inmortal, inteligible, uniforme, indisoluble”. Por otro lado, el cuerpo es lo contrario; “es lo
más semejante a lo humano, mortal, multiforme, irracional, soluble y que nunca este idéntico consigo
mismo” (Platón, 1997, pág. 71).
Para este filósofo “los placeres, pasiones y pesares hacen que el alma se encadene al máximo con
el cuerpo, porque cada placer y dolor, como si tuviera un clavo, la clava con el cuerpo y la fija
como un breche y la hace corpórea” (Platón, 1997, pág. 78). Desde este punto de vista, se afirma
que el alma es lo más divino y más bello que el cuerpo.
A ese respecto, Platón dice: “Pues el cuerpo nos procura mil preocupaciones por la alimentación
necesaria; y, además, si nos afligen algunas enfermedades, nos impiden la casa de la verdad. Nos colma
de amores y deseos, de miedos y de fantasmas de todo tipo”. Y a esto añade: Ya que con él (refiriéndose
al cuerpo) no podemos meditar nunca nada, porque en efecto, “guerras, revueltas, y batallas ningún otro
las origina sino el cuerpo y los deseos de éste (…) Pues a causa de la adquisición de riquezas se origina
todas las guerras, y nos vemos forzados a adquirirlas por el cuerpo, siendo esclavos de sus cusides”
(Platón, 1997, pág. 44). Partiendo de estas cualidades malas del cuerpo Platón, llega a decir que lo único
bueno que hay en hombre es el alma, y esta está en el cuerpo apresada, como un cuerpo en una tumba.
No olvidando, que para Platón el cuerpo es como una tumba, en la que el alma está dentro. Además,
“Mientras tengamos cuerpo, estamos muertos, porque somos fundamentalmente nuestra alma, y el alma
mientras se hallen en un cuerpo está como en una tumba y por lo tanto insensibilizada” (Platón, 1997,
pág. 72). Por lo que “el alma esta sencillamente encadenada y apresada dentro del cuerpo, y
obligada a examinar la realidad a través de este como a través de una prisión” (Platón, 1997,
pág. 76). Ya que para examinar la realidad o conocer la realidad esta alma tiene que salir del
cuerpo, o apartarse del cuerpo.
3. La esencia del alma
Para Platón el cuerpo es mortal, y el alma es inmortal, estas se separan en el momento en que el hombre
deja de existir. Separada el alma del cuerpo este se corrompe, y el alma por ser inmortal va a ser juzgada
por los dioses. Así, Platón llega a la conclusión que lo que da vida al cuerpo es el alma: “toda alma es
inmortal, porque todo lo que se mueve en movimiento continuo es inmortal” (Platón, 2007, pág. 265).
Por lo tanto, “el ser que continua el movimiento en el cuerpo es el alma, en el momento en que cesa de
ser movido, cesa de vivir” (Platón, 2007, pág. 265). En otras palabras, el ser que continua el movimiento
en el hombre es el alma, y cuando deja de moverse ésta, el hombre prácticamente deja de existir.
Además, “esta alma es producida por un principio, y no puede ser destruida” (Platón, 2007, pág. 265).
Queda pues demostrado, “que lo que se mueve por sí mismo es inmortal, nadie temerá afirmar, que el
poder de moverse por sí mismo es la esencia del alma” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo,
Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág.
265). En efecto, “todo cuerpo que es movido por un impulso extraño, es inanimado, todo cuerpo que
recibe el movimiento de un principio interior es animada, tal es la naturaleza del alma” (Platón, 2007,
pág. 265). En conclusión, lo que da vida al cuerpo es el alma, en cuanto que es principio de movimiento
de éste.
3.1. Las funciones del alma
Para Platón el hombre está compuesto de alma y cuerpo que se unen accidentalmente. Ya que
el alma es lo más hermoso que tiene el hombre. Esta posee su función, que ninguna otra cosa
fuera de ella puede cumplir: “como es pensar, regir, deliberar, y así sucesivamente, cabe atribuir
esas funciones a ninguna otra cosa que no sea el alma” (Platón, Diálogos. La república o de lo
justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser,
2007, pág. 25). Queda demostrado que es el alma en el hombre quien piensa, y esta función del
alma hace al hombre distinto del resto de los seres vivos. “Otra de las funciones del alma es el
vivir, también posee la virtud” (Platón, 2007, pág. 25). No olvidando, que es está la que vida al
cuerpo, también posee la virtud, como es: la virtud de la templanza, prudencia, justicia y etc.
No olvidando, lo que se opone a las virtudes del alma, se le denomina vicios. Además, “la
justicia es la virtud del alma, y la injusticia un vicio del alma, el alma justa y el hombre justo
vivirán bien, y el hombre injusto vivirá mal, el justo es dichoso y desdichado el injusto” (Platón,
Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la
atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 25).
3.2. La invisibilidad del alma
Él hombre no puede ver el alma haciendo uso de sus sentidos como es la vista, porque “está es invisible
para la naturaleza humana” (Platón, 1997, pág. 70). Además, mientras que el alma es invisible, el
cuerpo es percibido por los sentidos, de modo, “que cuando muere una persona, su parte visible, el
cuerpo, queda como expuesta en un lugar visible, eso que llamamos el cadáver, a lo que le conviene
disolverse, descomponerse y disiparse” (Platón, 2007, pág. 70). por lo tanto, al ser el alma invisible,
al momento que deja de existir la persona, ella busca contemplar la belleza que se encuentra en el mundo
de las ideas.
3.3. Las virtudes del alma
Platón muestra en su obra la Republica las virtudes del alma humana. Además, estas virtudes se
encuentran en las sociedades distribuidas, según cada oficio de los hombres. Por lo tanto, ‟La sociedad
nace cuando cada hombre tiene necesidad de muchas cosas. Ya que no puede basarse a sí mismo”.
Además, ‟estas necesidades han reunido en un mismo lugar a diversos hombres. Con la mira de ayudarse
unos a otros, y hemos dado a esa sociedad el nombre de Estado” (Platón, Diálogos. La república o de lo
justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007,
pág. 37).
Asimismo, sus fundamentos está en nuestras propias necesidades. “Ahora bien la primera y la más grade
de ellas es la nutrición, de la que depende la conservación de nuestro ser y de nuestra vida, la segunda
necesidad es la de la casa, la tercera, la del vestido” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro
o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 38).
El Estado para sostenerse necesita de tres sociedades En primer lugar, en el Estado “hará falta, para ello,
que uno sea labrador, otro arquitecto, otro tejedor, añadiendo a este también un zapatero” (Platón,
Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida,
El solfista o del ser, 2007, pág. 38). 2) En segundo término, Es imposible que un solo hombre hiciese
varios oficios a la vez, ‟por eso el Estado necesita de los guerreros, ya que no hemos querido que el
zapatero fuese al mismo tiempo labrador, tejedor o arquitecto, sino únicamente zapatero, para que
hiciese mejor su oficio” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la
naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, págs. 41,42). Análogamente hemos
aplicado a cada uno aquello que le es propio, sin permitirle entretenerse en oficios ajenos.
En tercer lugar, es necesario el esfuerzo de unos cuantos hombres que sepan gobernar de forma
adecuada. Por lo tanto, “el mayor castigo para el hombre de bien, cuando se niega a gobernar a los
demás, consiste en ser gobernado por otro hombre peor que él”, porque el “verdadero magistrado no
tiene presente sus propios intereses, sino el de los súbditos” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo,
Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 20).
El primer estamento está constituido por hombres en los que predomina el aspecto “concupiscible del
alma” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias
o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 98). Esta clase social es buena si en ella prevalece la
virtud de la templanza, “esta no es otra cosa que cierto orden, freno que ponemos a nuestros placeres y
paciones” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza,
Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 89). Por lo tanto, esta sociedad está constituido
por: agricultores, comerciantes, albañiles, etc. La riqueza que es administrada por esta clase, no debe ser
ni demasiados ni demasiado escaso.
El segundo estamento está constituido por hombres en los que predomina la fuerza irascible o “cólera y
el valor” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza,
Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 99). Es decir, “las cualidades de un guerrero
joven tienen que ser como un perro bravo” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del
amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 42). Esto quiere
decir, que uno y otro han de tener fino el sentido para descubrir al enemigo, rapidez para perseguirle,
fuerza para luchar con él cuando lo hayan alcanzado, valor y coraje para combatir con él. La virtud de
esta clase social ha de ser la fortaleza, “esta es la constancia búsqueda del bien, y famas la pierde de
vista, ni en el dolor ni en el placer, mi en los deseos, ni en el temor” (Platón, Diálogos. La república o
de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser,
2007, pág. 89). Los guardianes han de vigilar no sólo los peligros que provengan del exterior, sino
también aquellos que procedan del interior. Por ejemplo: tendrán que evitar que en la primera de las
clases sociales se produzca excesiva riqueza (que engendra ocio, lujo, amor, indiscriminado) o
demasiada pobreza (que engendra los vicios opuestos).
En el tercer estamento, predominan los gobernantes o políticos, “el mayor castigo para el hombre de
bien, cuando se niega a gobernar a los demás, consiste en ser gobernado por otro hombre peor que él”
(Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la
atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 20). Además, el “verdadero magistrado no tiene presente sus
propios intereses, sino el de los súbditos” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor,
Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 20). En otras palabras,
son estos los que los que aman a la ciudad más que los demás, cumplido con el celo necesario sus
obligaciones y, sobre todo, conociendo y contemplando el Bien. Por lo tanto, en los gobernantes
predomina el “alma racional” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o
de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 98). Esta parte de nuestra alma
educada e instruida en su deber, “regirán al apetito sensitivo, que ocupa la mayor parte de nuestra alma,
que es insaciable por naturaleza” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo
o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 99). Finalmente, su virtud
especifica es la sabiduría, “esta virtud consiste en adquirir conocimiento justicia y santidad” (Platón,
Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida,
El solfista o del ser, 2007, pág. 87)
3.4. Las capacidades del alma, razón y voluntad
En este breve apartado trataremos de explicar los principios del alma humana, este tema es muy tocado
en platón, especialmente en dos de sus diálogos, como es el Fedro y la Republica. En el Fedro Platón
hace un contraste de la razón y la voluntad, en el mito de del carro alado. Por la cual simboliza a la
razón, con el auriga, que dirige los dos caballos. Además, simboliza a la voluntad con el caballo de noble
raza, por la cual muestra la fuerza de voluntad, para tratar de elevarse hacia el mundo de las ideas y
contemplar el verdadero bien. El otro caballo por ser de raza mala, muestra una voluntad débil, se deja
arrastras por las pasiones y deseos de este mudo. En el Dialogo la Republica muestra, que el apego del
hombre a los placeres y los deseos, es producto porque en nuestra alma se encuentra el apetito
concupiscible, y que por naturaleza nunca es saciado. Por eso es necesario la práctica de las virtudes
como explicáremos más adelante.
En el Fedro Platón presenta la razón y la voluntad, simbolizados en el mito del carro alado. El alma es
como un carro alado tirado por dos caballos y conducido por un auriga. También “el alma se parece a
las fuerzas combinadas de un tronco de caballos y un cochero; los corceles y los cocheros de las almas
divinas son excelentes, de buena raza, pero, en los demás seres, su naturaleza esta mesclada de bien y
de mal”. Por esta razón, ‟en la especie humana el cochero dirige dos corceles, el uno excelente y de
buena raza, y el otro muy diferente que el primero y de un origen también muy diferente” (Platón, 2007,
pág. 267)
El auriga simboliza la razón, por la cual se rige el ser humano y se diferencia del resto de los seres vivos.
De los dos caballos uno es “bueno y de buena raza, es blanco y nobles, aspira siempre al bien” (Platón,
2007, pág. 267). Este representa la voluntad, que se dirige siempre al bien. El otro caballo que es malo
por naturaleza, este es de color negro y arrastra al carro hacia el mundo de las apariencias, o también
llamado mundo sensible, donde se encuentran “los apetitos y las pasiones” (Platón, 2007, pág. 267). El
conductor de este carro es la razón que tiene como tarea controlar las contradicciones, hacer que el
caballo noble cumpla con su cometido. También los caballos representan las partes alógicas del alma,
es decir, la concupiscible y la irascible, sobre las que volveremos más adelante.
En la republica Platón propuso una visión diferente, dirá que en un primer momento hay dos principios
en nuestra alma: la razón, y la otra el apetito sensitivo. “La razón es aquella parte de nuestra alma que
es el principio de nuestro razonamiento, el apetito sensitivo es aquel que esta privado de razón, amigo
del goce y de los placeres, aquella otra parte del alma que es el principio del amor, del hambre, de la sed
y de los demás deseos” (Platón, 2007, pág. 97). Esto muestra que lo que diferencia al hombre de los
animales es la razón, siendo está principio de nuestro razonamiento, y la que rige las acciones de hombre.
No olvidando, que el apetito sensitivo es propio de los animales, porque ellos no piensan, pero que el
hombre también participa de esta dimensión.
Además, hay un tercer principio en el alma como es lo irascible, que se deriva del apetito sensitivo. En
esta tercera dimensión están unidos la “cólera y el valor”. Además, “Cuando surge alguna sedición en
el alma, la cólera empuña siempre las armas en favor de la razón y la razona alimenta al valor”. Pero en
caso de un ataque exterior “La razón deliberará, la colera combatirá, y, secundada por el valor, ejecutará
las órdenes de la razón” (Platón, 2007, pág. 99).
Por otro lado, cada una de estas dimensiones del alma están regidas por una virtud. La dimensión
concupiscible, está regida por la virtud de la templanza, “esta no es otra cosa que cierto orden, freno que
ponemos a nuestros placeres y paciones” (Platón, 2007, pág. 89). La dimensión irascible, está regida por
la virtud de la fortaleza “esta es la constancia búsqueda del bien, y famas la pierde de vista, ni en el dolor
ni en el placer, mi en los deseos, ni en el temor” (Platón, 2007, pág. 89). Además, la tercera dimensión
del alma está regido por la virtud de la sabiduría, “esta virtud consiste en adquirir conocimiento justicia
y santidad” (Platón, 2007, pág. 87). En otras palabras, “Cuando el gusto del bien, que la razón nos
inspira, se apodera del alma, se llama sabiduría” (Platón, 2007, pág. 257)
De modo que solo en el alma hay dos partes: “la racional y la concupiscible” (Platón, 2007, pág.
98)“Esas dos partes del alma, así educadas e instruidas en su deber, regirán al apetito sensitivo, que
ocupa la mayor parte de nuestra alma, que es insaciable por naturaleza” (Platón, 2007, pág. 99). Además,
como nuestro estado se compone de tres órdenes “mercenarios guerreros y magistrados, el apetito
irascible es también en el alma un tercer principio cuyo destino consiste en secundar a la razón a menos
de hallarse corrompido por la mala educación” (Platón, 2007, pág. 98). Hemos demostrado que en el
alma del hombre hay tres principios que responden a cada uno de los tres órdenes del Estado.
4. La virtud del conocimiento en el mito de la caverna
Platón en su dialogo La Republica, en el libro sétimo presenta el ‘mito de la caverna’. Mostrando el
estado de la naturaleza humana respecto de la ciencia y de la ignorancia. Además, el verdadero
conocimiento no se puede obtener en este mundo visibles, sino el verdadero conocimiento está en el
mundo de las ideas. Por esta razón el alma desea salir del cuerpo, para contemplar el verdadero
conocimiento que está en el mundo de las ideas. Ya que unida al cuerpo, nada puede conocer
verdaderamente:
“Imagina un antro subterráneo que tiene todo a lo largo una abertura que deja libre la luz el
paso, y, en ese antro, unos hombres encadenados desde su infancia, de suerte que no pueda
cambiar de lugar ni volver la cabeza, por causa de las cadenas que sujetan las piernas y el cuello,
pudiendo solo ver los objetos que tengan delante. A su espalda, a cierta distancia y a cierta altura,
hay un fuego cuyo fulgor les alumbra, y entre ese fuego y los cautivos se allá un camino
escarpado. A lo largo de ese camino, imagina un muro semejante a esas vallas que los
charlatanes ponen entre ellos y los espectadores, para ocultar a estos el juego y los secretos
trucos de las maravillas que les muestran. Luego, figúrate unos hombres que pasan a lo largo de
ese muro, porteando objetos de toda clase, figuras de hombres y de animales de madera o de
piedra, de suerte que todo ello se aparezca por encima del muro. Además, ellos solo verán las
sombras que se produce frente de ellos al fondo de la caverna. Ya que desde su nacimiento se
hallan forzados a tener siempre inmóvil la cabeza. Al estar dentro considerarían que no existe
nada real fuera de las sombras (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor,
Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 155).
La imagen que el mito presenta es la condición humana, compuesta de cuerpo y alma: “El antro
subterráneo es este mundo visible; el fuego que lo ilumina, la luz del sol; el cautivo que sube a la región
superior y la contempla, es el alma que se eleva hasta la esfera inteligible” (Platón, Diálogos. La
república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista
o del ser, 2007, pág. 157). Por lo tanto, queda demostrado que la caverna donde se encuentran los presos
amarrados con cadenas es el mundo visible, en la cual viven todos los hombres. También, la caverna
representa al cuerpo en la que se encuentra presa el alma. El sol representa al alma dentro del cuerpo,
está se encuentra como fuego encendido, buscando ser liberada, ya que la única forma de liberarse de
este mundo, es adquiriendo la virtud de la justicia, y el verdadero conocimiento.
Además, si se le desatase las cadenas a uno de estos prisioneros y se les sacará de la caverna, y se les
mostrar el mundo real, la claridad del sol segaría sus ojos, ellos necesitarían tiempo para acostumbrarse
a la luz del sol. Lo primero que distinguiría seria “las sombras; las imágenes de los hombres y de los
demás objetos, pintada en la superficie de las aguas; finamente, los objetos mismos” (Platón, 2007, pág.
156). Además, “De ahí dirigirá sus miradas al cielo, cuya vista sostendría con mayor facilidad durante
la noche, al claror de la luna y de las estrellas, que por el día y a la luz del sol” (Platón, Diálogos. La
república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista
o del ser, 2007, pág. 156).
Si de nuevo tornase a su prisión, para volver a ocupar en ella su antiguo puesto, este no se encontraría
como enceguecido, y distinguiría la luz y la oscuridad perfectamente. Además, “si tuviese que discutir
con los demás prisioneros sobre esas sombras, en que se encuentran, no daría que reír a los demás, que
dirían de él que, por haber subido a lo alto, ha perdido la vista, añadiendo que sería una locura que ellos
quisiesen salir del lugar en que se hallan, y que, si alguien se le ocurriese querer sacarlos de allí y
llevarlos a la región superior, habría que apoderarse de él y darle muerte”. (Platón, Diálogos. La
república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista
o del ser, 2007, pág. 1556)
5. El amor es amor de lo bello
5.1. El amor como eros
Para hablar del amor en Platón hay que tener en cuenta, que Platón clasifica al amor: en su Dialogo el
Banquete presenta al amor como eros, que constituye la belleza del alma, en el Fedro presenta al amor
humano, el amor que se tienen unos a otros. En la Republica presenta al amor platónico, un amor que se
queda en puro deseo, un deseo de querer conocer y contemplar el verdadero saber que se encuentra en
el mundo de las ideas.
Platón en su dialogo el Banquete, habla del amor como eros, un dios con dos naturalezas, una de riqueza
por su padre, y otra de pobreza por su madre. Además, para hablar de eros, es preciso decir lo que es el
amor. Digo pues, que, de todos los dioses, Eros, si puede decirse sin ofensa, que es el más dichoso,
porque él es el más bello y mejor. Además, “es el más bello porque, en primer lugar, es el más joven de
los dioses, y él mismo prueba esto, puesto que en su camino escapa siempre de la vejez, aunque esta
corre harto ligera, por lo menos más de lo que nosotros desearíamos” (Platón, 2007, pág. 513). Además,
eros es el más joven de los dioses y siempre es joven y además delicado” (Platón, 2007, pág. 513).
Eros por ser delicado, y tierno, “no marcha sobre la tierra y tampoco sobre las cabezas de los hombres,
no presenta un punto de apoyo muy suave, sino que marcha y descansa sobre las cosas tiernas, en los
corazones y en las almas de los dioses, y de los hombres, donde fija su mirada” (Platón, 2007, pág. 514).
Además, como nunca toca con el pie ni con ninguna otra y parte del cuerpo sino en lo más delicado de
los seres, como es el corazón, necesariamente ha de ser él de una delicadeza entrañada; y es, por
consiguiente, el más delicado de los dioses. Por lo tanto, no tiene morada en todas las almas, “porque se
aleja de los corazones duros, y solo descansa en los corazones delicados, además es de una esencia sutil,
porque eros y la fealdad siempre están en guerra” (Platón, 2007, pág. 514). Además, “como vive eros
entre las flores, no se puede dudar de la frescura de su tez, eros jamás se detiene en lo que no tiene flores,
o que las tiene ya marchitadas, ya sea un cuerpo, un alma o cualquier otra cosa; pero donde encuentra
flores y perfumes allí fija su morada” (Platón, 2007, pág. 514). En otras palabras, eros no habita en
cualquier corazón, sino en los corazones jóvenes, y bellos, porque eros es amor de lo bello. Por eso, la
belleza está en el alma, y no en el cuerpo, porque el cuerpo es mutable, así como el cuerpo florece, este
también se marchita. Pero el alma es bella en cuanto esta guiada por la virtud. Platón concluye diciendo
que si un alma bella encuentra otra alma bella estas se complementan recíprocamente.
Eros aparte de delicado y joven es virtuoso ya que, “solo de libre voluntad se somete uno a eros” (Platón,
2007, pág. 514). Además, eros no solo es justo, sino que es templado en alto grado, porque la templanza
consiste en triunfar de los placeres y de las pasiones” (Platón, 2007, pág. 514). Queda demostrado, que
todos los placeres y pasiones están por debajo de eros, precisamente los domina; y si los domina, es
necesario que este dotado de una templanza incompatible. También, la templanza hace al hombre dueño
de sí mismo, tomar dominio sobre su propio cuerpo, y no dejarse vencer por los placeres o deseos. Ya
que estos están en la parte sensitiva de alma, y que jamás es saciada por naturaleza.
Después, de haber hablado sobre la naturaleza de Eros, y su virtud, hablemos de su habilidad. Por lo
tanto, “vemos que, en todas las artes, el que ha recibido lecciones de Eros se hace hábil y célebre,
mientras que se queda en la oscuridad el que no ha sido inspirado por este dios” (Platón, 2007, pág.
515). Además, “eros es que da paz a los hombres, calma a los mares, silencio a los vientos, lecho y
sueño a la inquietud” (Platón, 2007, pág. 515).
5.2. El amor humano en Platón
Platón en su dialogo el Fedro da a conocer su definición del amor, su naturaleza, y sus efectos. “El amor
es un deseo, es una verdad evidente” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del
amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 257).
En otras palabras, cuando hay amor entre dos personas es notable por los sentidos, es fácil de
darse cuenta. Por lo tanto, el ser humano debe reconocer que hay dos principios que le
gobiernan, que le dirigen y cuyo impulso, cualquiera que sea, determina sus movimientos: “el
uno es el deseo instintivo del placer, y el otro él gusto reflexivo del bien” (Platón, Diálogos. La
república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El
solfista o del ser, 2007, pág. 257). Tan pronto estos dos principios están en armonía, tan pronto
se combaten, la victoria es para uno como para el otro. “Cuando el gusto del bien, que la razón
nos inspira, se apodera del alma, se llama sabiduría; cuando el deseo reflexivo que nos arrastra
hacia el placer llega a dominar, recibe el nombre de intemperancia” (Platón, Diálogos. La
república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El
solfista o del ser, 2007, pág. 257).
Por otro lado “el amor se ve segado por la pasión está ceguera es producto de las ilusiones de
ese amor” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la
naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 253). Por lo tanto, el amor
de un amante no es una afección benévola, sino un apetito grosero que quiere saciarse, “Como
el lobo ama al cordero, El amante ama al amado” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo,
Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007,
pág. 261). Además, el amor desgraciado se aflige, porque no excita a compasión de nadie; pero
cuando es dichoso, todo le parece encantador, hasta las cosas más indiferentes, pero este amor
que es llevado por la ilusión es efímero, porque muchos se enamoran del cuerpo bello, y no del
alma. Por lo tanto, Platón dirá, “que el hombre libre de amor será dueño de sí mismo” (Platón,
Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la
atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 253). Además “amistad sin el amor no es débil ni
flaca; por seguimos queriendo a nuestros padres e hijos, ya que nos preocupamos por la
felicidad de nuestros amigos” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor,
Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 253). Por
ejemplo, si quieres convidar comida deberás convidar, no a los amigos sino a los mendigos y a
los hambrientos, porque ellos te amaran, te acompañaran a todas partes, se agolpearán a tu
puerta experimentando la mayor alegría, vivirán agradecidos y harán votos en tu prosperidad”.
(Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias
o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 253).
5.3. El amor platónico
Platón no habla de un amor platónico literalmente, si no que tiene que ser deducido de algunos de sus
diálogos. En su dialogo el Fedro platón muestra esta concepción de amor platónico, que hoy en día es
utilizado con mucha frecuencia. Cuando el hombre ‟percibe las bellezas de este mundo y recuerda la
belleza verdadera, su alma toma alas y desea volar; pero sintiendo su impotencia, levanta, como el
pájaro, sus miradas al cielo, desprecia las ocupaciones de este mundo, y se ve tratado como insensato”
(Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la
atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 269). En otras palabras, ‟el hombre que tiene este deseo y que
se apasiona por la belleza, toma el nombre de amante” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo,
Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág.
269). Esto es el amor platónico, un amante que está deseoso por contemplar la belleza, que se encuentra
en el Uranos, pero ni bien percibe a esta, toma sus alas y quiere volar, pero se da cuenta que es incapaz
de contemplar la verdadera belleza, y se queda como un pájaro mirando al cielo, este amor queda en
puro deseo.
6. La sexualidad en Platón
Platón habla sobre la sexualidad en su Dialogo el Banquete, haciendo referencia a la naturaleza humana,
que era muy distinta a la que es hoy. Por otro lado, para hablar de la sexualidad, no podemos dejar de
lado una expresión que es muy escuchada en estos tiempos como es: mi media naranja. Porque al
principio la naturaleza humana era distinta, parecía una naranja, que luego fue dividida en dos. Además,
estas partes sienten el deseo de estar juntos, (varón y mujer), porque siempre buscan unirse, para formar
la naranja completa que antes fue dividida.
“Este animal formaba una especie particular, y se llamaba andrógino, porque tenía el sexo femenino y
masculino; pero ya no existe y su nombre está en descredito” (Platón, 2007, pág. 508). Además, su
fuerza era superior a los demás seres, y aspiraba el puesto de los dioses. Los dioses no querían anonadar
a los hombres, como en otros tiempos a los gigantes, culminando contra ellos sus rayos porque entonces
desaparecería el culto y los sacrificios que los hombres les ofrecían; pero, por otra parte, no podrían
sufrir semejante insolencia. En fin, después de largas reflexiones Zeus se expresó en estos términos:
“Creo haber encontrado un medio de conservar a los hombres y hacerlos más circunspectos, y consiste
en disminuir sus fuerzas, los separaré en dos y así se harán débiles y tendremos otra ventaja, y crecerá
el número de los que nos sirvan” (Platón, 2007, pág. 509). También, marcharán rectos sosteniéndose en
dos piernas solo. Por lo tanto, “una vez que los dividido mandó a Apolo que curase las heridas y
conservase el semblante, y la mitad del cuello del lado del que se había hecho la separación, a fin de que
la vista de este castigo nos hiciese más modestos” (Platón, 2007, pág. 509). Por lo tanto, “Apolo puso
el semblante en el lado indicado reuniendo los cortes de la piel sobre lo que hoy se llama vientre, los
coció a manera de una bolsa que se cierra, no dejando más que una abertura en el centro que se llama
ombligo” (Platón, 2007, pág. 509).
Hecha esta división cada mitad hacía el esfuerzo para encontrar su otra mitad de la que había sido
separado, “cuando se encontraban, se abrazaban y se unían, llevadas del deseo a entrar a su antigua
unidad, como un ardor tal, que abrazadas perecían de hambre e inacción, no queriendo hacer nada la una
sin la otra” (Platón, 2007, pág. 509). Además, “cuando una de las dos mitades perecía la que
sobrevivía buscaba otra a la que se unía de nuevo, ya fuese la mitad de una mujer entera, lo que ahora
llamamos una mujer, ya fuese una mitad de hombre; de esta manera, la raza iba extinguiéndose”
(Platón, 2007, pág. 510). Zeus, movido a compasión, imagina otro expediente: “pone delante los
órganos de la generación porque antes estaban detrás. Zeus puso los órganos en la parte anterior y de
esta manera la concepción se hace mediante la unión del varón y la hembra” (Platón, 2007, pág. 510).
Entonces, si se verifica la unión del hombre y de la mujer el fruto de esta eran los hijos.
De aquí procede el amor que tenemos naturalmente unos a otros; “él nos recuerdo nuestra naturaleza
primitiva y hace el esfuerzo para reunir las dos mitades y para restablecernos en nuestra antigua
perfección” (Platón, 2007, pág. 510). Cada uno de nosotros no es más que una mitad de hombre, que
ha sido separada de su todo, como se divide una naranja en dos. Además, Zeus dijo al hombre, “si es
esto lo que deseáis voy a fundiros, hundidos y mezclaros de tal manera, que no seréis ya dos personas,
sino una sola; y que mientras viváis una vida común como una solo persona, y que cuando hayáis muerto,
en la muerte misma os reunáis de manera que seáis dos personas sino una sola” (Platón, 2007, pág.
511).
7. El fin último del hombre en Platón
Platón habla sobre el fin del hombre en su Dialogo el Fedón. la muerte no es otra cosa que la “separación
del alma del cuerpo” (Platón, 1997, pág. 40). Además, “la muerte es la separación y liberación del alma
del cuerpo” (Platón, 1997, pág. 46). No olvidando que para platón la muerte es la única manera de liberar
el alma, porque el alma esta presa en el cuerpo, como en una prisión.
Al sobrevenir entonces al ser humano la muerte, según parece, “lo mortal en él muere, pero lo inmortal
se va y se aleja, salvo e indestructible, cediendo el lugar a la muerte” (Platón, Diálogos. La república o
de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser,
2007, pág. 122). También, “el alma estando en tal condición se va hacia lo que es semejante a ella, lo
invisible, lo divino, lo inmortal y sabio, y al llegar allí, está a su alcance ser feliz, apartada de errores,
insensates, temores, paciones salvajes, y de todos los demás males humanos, para pasar de verdad el
resto del tiempo en compañía de los doses” (Platón, 1997, págs. 72,73).
Por lo tanto, “los hombres que se irritan al enfrentar la muerte deben ser amigos del cuerpo, de las
riquezas y de los honores” (Platón, 1997, pág. 42). Estas personas al morir “sus almas se separan
contaminada e impuras, por su trato continuo con el cuerpo y por atenderlo y amarlo, e incluso están
hechizada por los deseos y placeres, hasta el punto de no apreciar como verdadero ninguna otra cosa
sino lo corpóreo, lo que uno puede tocar, ver, y beber y comer” (Platón, 1997, pág. 73). Esta alma que
está en estas condiciones no se separa límpida en ella misma, sino que “es retenida, y se hace pesada y
es arrastrada de nuevo hacia el terreno visible, por temor a lo invisible y al Hades, como se dice, dando
vueltas en los monumentos fúnebres y las tumbas, tales espectros lo proporcionan las almas de esa clase,
las que no se han liberado con pureza, sino que participan de lo visible” (Platón, 1997, págs. 72,73). Por
eso justamente se dejan ver estas almas, forzadas a pagar en pago de la pena de su anterior crianza, que
fue mala.
Estas almas al no haber ‟vislumbrado la verdad, no puede revestir la forma humana” (Platón, Diálogos.
La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista
o del ser, 2007, pág. 269) Por eso, los que se han dedicado a glotonerías, actos de lujuria, y su afición a
la bebida, y que no se hayan moderado, eso es verosímil que se encarnen en las estirpes de los asnos y
las vestías de tal clase” (Platón, 1997, pág. 74). Además, las almas de otros hombres “que han preferido
las injusticias, tiranías y rapiñas en las razas de lobos, de los halcones y de los milanos” (Platón, 1997,
pág. 75). En cambio, las almas que han practicado la virtud democrática y política, sin apoyo de la
filosofía, “estas accedan a una estirpe cívica y civilizada, como por caso el de las abejas, o de las avispas
o la de las hormigas, y también, de vuelta, al mismo linaje humano, y de que de ellos nazcan hombres
sensatos” (Platón, 1997, pág. 75).
Finalmente, todas las almas son objeto de un juicio, ‟y una vez juzgadas, las unas descienden a las
entrañas de la tierra para sufrir allí su castigo, otras que han obtenido una sentencia favorable, se ven
conducidas a un paraje del Uranos, donde reciben las recompensas debidas a las virtudes que hayan
practicado durante su vida terrestre” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor,
Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 268). Sin embargo, “a
la estirpe de los dioses no es lisito que tenga acceso quien haya partido sin haber filosofado y no este
enteramente puro, sino tan solo el amante del saber” (Platón, 1997, pág. 75). Además, solo las almas
que han practicado la filosofía o la sabiduría, participan del mundo de las ideas, pero son muy pocas las
almas que se dedican a esta ciencia.
8. Conclusión
Platón tiene una concepción dualista del hombre. El alma se une al cuerpo de modo accidental. Mientras
tengamos cuerpo estamos muertos, porque somos fundamentalmente nuestra alma, y el alma mientras
se allá en el cuerpo esta como en una tumba y por lo tanto insensibilizada. Nuestra muerte corporal es
vivir porque al morir el cuerpo el alma se libera de la cárcel. Además, para Platón el cuerpo es la raíz de
todo mal, el origen de amores alocados, pasiones, enemistades, discordias, ignorancia. Todo esto es lo
que lleva a la muerte al alma.
Por lo tanto, Platón habla en el Timeo sobre la inmortalidad del alma, que las almas son engendradas
por el Demiurgo, con la misma sustancia con la que asido echa la sustancia del mundo (compuesta de
esencia, de identidad y de diversidad). Por lo tanto, se originan mediante un nacimiento, pero por
peculiar disposición divina, no están sujetas a la muerte, al igual que no está sujeto a la muerte nada de
lo que ha sido producido directamente por Demiurgo.
En su obra el Fedón Platón firma que el alma debe tratar de huir lo más posible del cuerpo y por ello el
verdadero filosofo desea la muerte, y la verdadera filosofía es un ensayo para la muerte. La muerte del
cuerpo inaugura la auténtica vida del alma, el filósofo es aquel que desea la vida verdadera (la muerte
del cuerpo) la huida del alma es el reencuentro con el espíritu. Como dice Platón en el Fedón, el cuidado
del alma, significa purificación del alma. Es el proceso de elevación hasta el supremo conocimiento de
lo inteligible. El proceso del conocimiento nos lleva desde lo sensible hasta lo suprasensible, nos lleva
de un mundo hacia el otro, conociendo es como el alma se cuida, se convierte y se eleva. En esto reside
la verdadera virtud
No olvidando, que en Platón no se le puede separar de su antropología los diálogos que hablan acerca
de la política y la ética como es la Republica. El verdadero arte de la política es el arte que se cuida del
alma y la convierte en la más virtuosa posible. El estado nace porque cada uno de nosotros no es
autárquico, es decir, no se vasta a sí mismo y tiene la necesidad de la ayuda de muchos hombres. Por
consiguiente, la ciudad tiene necesidad de tres estamentos: la de los campesinos, artesanos y
comerciantes; la de los guardianes, y, la de los gobernantes. La ciudad perfecta es aquella en la
predomina la templanza en la primera clase social, la fortaleza o el valor en la segunda, y la sabiduría
en la tercera. Además, la templanza es la virtud que debe ser practicada por totos, ya que esta virtud
hace que el hombre supere todos los deseos y placeres de este mundo sensible.
La justicia no es sino la armonía que se instaura entra estas tres virtudes: cuando
cada ciudadano y cada clase social realizan lo mejor posible las funciones que le son propias y hacen
aquello que por naturaleza y por ley están llamados a ser, entonces se lleva a cabo la perfecta justicia.
En Consecuencia, al igual que en la cuidad hay tres estamentos, también son tres las partes del alma: la
concupiscible, la irascible, y la racional. De modo que solo en el alma hay dos partes: la racional y la
concupiscible; estas dos partes del alma, así educadas e instruidas en su deber, regirán al apetito
sensitivo, que ocupa la mayor parte de nuestra alma, que es insaciable por naturaleza. El apetito sensitivo
es aquel que esta privado de razón, amigo del goce y de los placeres.
Referencias bibliográficas
Platón. (2007). Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias
o de la atlántida, El solfista o del ser. México: Porrúa.
Platón. (1997). Diálogos: Fedón, Banquete, Fedro (Vol. III). Madrid, España: Gredos.

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Platón y su dualismo ultrarrealista

  • 1. Platón y su dualismo ultrarrealista Por: Franklin Ivan Fernandez tarrillo 1. Introducción Platón es uno de los pensadores de la Hisotira de la Filosofía que más ha impactado. Además, es el primer filosofo de la antigüedad que tiene una visión antropológica del hombre. Por otro lado, su concepción es dualista, ya que cuerpo y alma se unen accidentalmente, una de sus definiciones que ha marcado su pensamiento se resume en la frase: el cuerpo es la cárcel del alma. Platón, nace en 427-347 a. C, en Atenas. Además, Platón fue discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles. Fue el fundador de la escuela filosófica en Atenas. En sus escritos tenemos diálogos de su juventud, de su madurez y de su vejez. En su juventud escribe Apología, Critón y etc. En su madurez escribe El Fedón, que habla sobre la inmortalidad del alma, El Fedro donde se encuentra la teoría del alma, El Banquete que habla sobre el amor, como eros y La República sobre la justicia y la idea del estado. En su vejez escribe El Timeo. Las fuentes consultadas para realizar este trabajo son: El Fedón donde muestra su postura dualista, El Banquete que habla sobre el amor como eros, La Republica trata de dar una explicación sobre el cuidado del alma, este cuidado se basa en la práctica de las virtudes, como es la templanza, justicia, y sabiduría. Como último dialogo, El Fedro, donde trata sobre las capacidades del alma, como la razón y la voluntad. 2. Dualismo platónico 2.1. Cuerpo y alma Al observar fenomenológicamente a una persona, se percibe en ella ciertas características corporales tales como dormir, crecer, comer, entre otros, al igual que ciertas características no corporales como el pensamiento, razón, la inteligencia, etc. A las que se puede denominar como espirituales. Existe muchas características de diferente índole, pero todas ellas se resumen en estas dos, ya sea estrictamente en una
  • 2. de ellas o participando de ambas, como en el caso de los afectos que, al repercutir en el alma, tiene manifestaciones corporales. Para Platón, el cuerpo y el alma son dos elementos antagónicos, es decir, como si fueran dos elementos contrarios. El alma es invisible para la naturaleza humana. Porque el hombre no lo puede ver. Pero cuando el hombre quiere observar algo y hace uso del sentido de la vista, en ese momento el alma es arrastrada por el cuerpo hacia las cosas que nunca se presentan idénticas, y ella se extravía, se perturba y se marea como si sufriera vértigos, mientras se mantiene en contacto con esas cosas. Siempre que estén en el mismo organismo alma y cuerpo, el uno le prescribe la naturaleza que sea esclavo y este sometido, y a la otra mandar y ser dueña”. Además, el “alma es lo más semejante a lo divino, inmortal, inteligible, uniforme, indisoluble”. Por otro lado, el cuerpo es lo contrario; “es lo más semejante a lo humano, mortal, multiforme, irracional, soluble y que nunca este idéntico consigo mismo” (Platón, 1997, pág. 71). Para este filósofo “los placeres, pasiones y pesares hacen que el alma se encadene al máximo con el cuerpo, porque cada placer y dolor, como si tuviera un clavo, la clava con el cuerpo y la fija como un breche y la hace corpórea” (Platón, 1997, pág. 78). Desde este punto de vista, se afirma que el alma es lo más divino y más bello que el cuerpo. A ese respecto, Platón dice: “Pues el cuerpo nos procura mil preocupaciones por la alimentación necesaria; y, además, si nos afligen algunas enfermedades, nos impiden la casa de la verdad. Nos colma de amores y deseos, de miedos y de fantasmas de todo tipo”. Y a esto añade: Ya que con él (refiriéndose al cuerpo) no podemos meditar nunca nada, porque en efecto, “guerras, revueltas, y batallas ningún otro las origina sino el cuerpo y los deseos de éste (…) Pues a causa de la adquisición de riquezas se origina todas las guerras, y nos vemos forzados a adquirirlas por el cuerpo, siendo esclavos de sus cusides” (Platón, 1997, pág. 44). Partiendo de estas cualidades malas del cuerpo Platón, llega a decir que lo único bueno que hay en hombre es el alma, y esta está en el cuerpo apresada, como un cuerpo en una tumba. No olvidando, que para Platón el cuerpo es como una tumba, en la que el alma está dentro. Además, “Mientras tengamos cuerpo, estamos muertos, porque somos fundamentalmente nuestra alma, y el alma mientras se hallen en un cuerpo está como en una tumba y por lo tanto insensibilizada” (Platón, 1997, pág. 72). Por lo que “el alma esta sencillamente encadenada y apresada dentro del cuerpo, y obligada a examinar la realidad a través de este como a través de una prisión” (Platón, 1997, pág. 76). Ya que para examinar la realidad o conocer la realidad esta alma tiene que salir del cuerpo, o apartarse del cuerpo. 3. La esencia del alma Para Platón el cuerpo es mortal, y el alma es inmortal, estas se separan en el momento en que el hombre deja de existir. Separada el alma del cuerpo este se corrompe, y el alma por ser inmortal va a ser juzgada por los dioses. Así, Platón llega a la conclusión que lo que da vida al cuerpo es el alma: “toda alma es inmortal, porque todo lo que se mueve en movimiento continuo es inmortal” (Platón, 2007, pág. 265). Por lo tanto, “el ser que continua el movimiento en el cuerpo es el alma, en el momento en que cesa de ser movido, cesa de vivir” (Platón, 2007, pág. 265). En otras palabras, el ser que continua el movimiento en el hombre es el alma, y cuando deja de moverse ésta, el hombre prácticamente deja de existir. Además, “esta alma es producida por un principio, y no puede ser destruida” (Platón, 2007, pág. 265). Queda pues demostrado, “que lo que se mueve por sí mismo es inmortal, nadie temerá afirmar, que el
  • 3. poder de moverse por sí mismo es la esencia del alma” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 265). En efecto, “todo cuerpo que es movido por un impulso extraño, es inanimado, todo cuerpo que recibe el movimiento de un principio interior es animada, tal es la naturaleza del alma” (Platón, 2007, pág. 265). En conclusión, lo que da vida al cuerpo es el alma, en cuanto que es principio de movimiento de éste. 3.1. Las funciones del alma Para Platón el hombre está compuesto de alma y cuerpo que se unen accidentalmente. Ya que el alma es lo más hermoso que tiene el hombre. Esta posee su función, que ninguna otra cosa fuera de ella puede cumplir: “como es pensar, regir, deliberar, y así sucesivamente, cabe atribuir esas funciones a ninguna otra cosa que no sea el alma” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 25). Queda demostrado que es el alma en el hombre quien piensa, y esta función del alma hace al hombre distinto del resto de los seres vivos. “Otra de las funciones del alma es el vivir, también posee la virtud” (Platón, 2007, pág. 25). No olvidando, que es está la que vida al cuerpo, también posee la virtud, como es: la virtud de la templanza, prudencia, justicia y etc. No olvidando, lo que se opone a las virtudes del alma, se le denomina vicios. Además, “la justicia es la virtud del alma, y la injusticia un vicio del alma, el alma justa y el hombre justo vivirán bien, y el hombre injusto vivirá mal, el justo es dichoso y desdichado el injusto” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 25). 3.2. La invisibilidad del alma Él hombre no puede ver el alma haciendo uso de sus sentidos como es la vista, porque “está es invisible para la naturaleza humana” (Platón, 1997, pág. 70). Además, mientras que el alma es invisible, el cuerpo es percibido por los sentidos, de modo, “que cuando muere una persona, su parte visible, el cuerpo, queda como expuesta en un lugar visible, eso que llamamos el cadáver, a lo que le conviene disolverse, descomponerse y disiparse” (Platón, 2007, pág. 70). por lo tanto, al ser el alma invisible, al momento que deja de existir la persona, ella busca contemplar la belleza que se encuentra en el mundo de las ideas. 3.3. Las virtudes del alma Platón muestra en su obra la Republica las virtudes del alma humana. Además, estas virtudes se encuentran en las sociedades distribuidas, según cada oficio de los hombres. Por lo tanto, ‟La sociedad nace cuando cada hombre tiene necesidad de muchas cosas. Ya que no puede basarse a sí mismo”. Además, ‟estas necesidades han reunido en un mismo lugar a diversos hombres. Con la mira de ayudarse unos a otros, y hemos dado a esa sociedad el nombre de Estado” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 37). Asimismo, sus fundamentos está en nuestras propias necesidades. “Ahora bien la primera y la más grade de ellas es la nutrición, de la que depende la conservación de nuestro ser y de nuestra vida, la segunda necesidad es la de la casa, la tercera, la del vestido” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 38).
  • 4. El Estado para sostenerse necesita de tres sociedades En primer lugar, en el Estado “hará falta, para ello, que uno sea labrador, otro arquitecto, otro tejedor, añadiendo a este también un zapatero” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 38). 2) En segundo término, Es imposible que un solo hombre hiciese varios oficios a la vez, ‟por eso el Estado necesita de los guerreros, ya que no hemos querido que el zapatero fuese al mismo tiempo labrador, tejedor o arquitecto, sino únicamente zapatero, para que hiciese mejor su oficio” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, págs. 41,42). Análogamente hemos aplicado a cada uno aquello que le es propio, sin permitirle entretenerse en oficios ajenos. En tercer lugar, es necesario el esfuerzo de unos cuantos hombres que sepan gobernar de forma adecuada. Por lo tanto, “el mayor castigo para el hombre de bien, cuando se niega a gobernar a los demás, consiste en ser gobernado por otro hombre peor que él”, porque el “verdadero magistrado no tiene presente sus propios intereses, sino el de los súbditos” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 20). El primer estamento está constituido por hombres en los que predomina el aspecto “concupiscible del alma” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 98). Esta clase social es buena si en ella prevalece la virtud de la templanza, “esta no es otra cosa que cierto orden, freno que ponemos a nuestros placeres y paciones” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 89). Por lo tanto, esta sociedad está constituido por: agricultores, comerciantes, albañiles, etc. La riqueza que es administrada por esta clase, no debe ser ni demasiados ni demasiado escaso. El segundo estamento está constituido por hombres en los que predomina la fuerza irascible o “cólera y el valor” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 99). Es decir, “las cualidades de un guerrero joven tienen que ser como un perro bravo” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 42). Esto quiere decir, que uno y otro han de tener fino el sentido para descubrir al enemigo, rapidez para perseguirle, fuerza para luchar con él cuando lo hayan alcanzado, valor y coraje para combatir con él. La virtud de esta clase social ha de ser la fortaleza, “esta es la constancia búsqueda del bien, y famas la pierde de vista, ni en el dolor ni en el placer, mi en los deseos, ni en el temor” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 89). Los guardianes han de vigilar no sólo los peligros que provengan del exterior, sino también aquellos que procedan del interior. Por ejemplo: tendrán que evitar que en la primera de las clases sociales se produzca excesiva riqueza (que engendra ocio, lujo, amor, indiscriminado) o demasiada pobreza (que engendra los vicios opuestos). En el tercer estamento, predominan los gobernantes o políticos, “el mayor castigo para el hombre de bien, cuando se niega a gobernar a los demás, consiste en ser gobernado por otro hombre peor que él” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 20). Además, el “verdadero magistrado no tiene presente sus propios intereses, sino el de los súbditos” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 20). En otras palabras, son estos los que los que aman a la ciudad más que los demás, cumplido con el celo necesario sus obligaciones y, sobre todo, conociendo y contemplando el Bien. Por lo tanto, en los gobernantes predomina el “alma racional” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 98). Esta parte de nuestra alma
  • 5. educada e instruida en su deber, “regirán al apetito sensitivo, que ocupa la mayor parte de nuestra alma, que es insaciable por naturaleza” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 99). Finalmente, su virtud especifica es la sabiduría, “esta virtud consiste en adquirir conocimiento justicia y santidad” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 87) 3.4. Las capacidades del alma, razón y voluntad En este breve apartado trataremos de explicar los principios del alma humana, este tema es muy tocado en platón, especialmente en dos de sus diálogos, como es el Fedro y la Republica. En el Fedro Platón hace un contraste de la razón y la voluntad, en el mito de del carro alado. Por la cual simboliza a la razón, con el auriga, que dirige los dos caballos. Además, simboliza a la voluntad con el caballo de noble raza, por la cual muestra la fuerza de voluntad, para tratar de elevarse hacia el mundo de las ideas y contemplar el verdadero bien. El otro caballo por ser de raza mala, muestra una voluntad débil, se deja arrastras por las pasiones y deseos de este mudo. En el Dialogo la Republica muestra, que el apego del hombre a los placeres y los deseos, es producto porque en nuestra alma se encuentra el apetito concupiscible, y que por naturaleza nunca es saciado. Por eso es necesario la práctica de las virtudes como explicáremos más adelante. En el Fedro Platón presenta la razón y la voluntad, simbolizados en el mito del carro alado. El alma es como un carro alado tirado por dos caballos y conducido por un auriga. También “el alma se parece a las fuerzas combinadas de un tronco de caballos y un cochero; los corceles y los cocheros de las almas divinas son excelentes, de buena raza, pero, en los demás seres, su naturaleza esta mesclada de bien y de mal”. Por esta razón, ‟en la especie humana el cochero dirige dos corceles, el uno excelente y de buena raza, y el otro muy diferente que el primero y de un origen también muy diferente” (Platón, 2007, pág. 267) El auriga simboliza la razón, por la cual se rige el ser humano y se diferencia del resto de los seres vivos. De los dos caballos uno es “bueno y de buena raza, es blanco y nobles, aspira siempre al bien” (Platón, 2007, pág. 267). Este representa la voluntad, que se dirige siempre al bien. El otro caballo que es malo por naturaleza, este es de color negro y arrastra al carro hacia el mundo de las apariencias, o también llamado mundo sensible, donde se encuentran “los apetitos y las pasiones” (Platón, 2007, pág. 267). El conductor de este carro es la razón que tiene como tarea controlar las contradicciones, hacer que el caballo noble cumpla con su cometido. También los caballos representan las partes alógicas del alma, es decir, la concupiscible y la irascible, sobre las que volveremos más adelante. En la republica Platón propuso una visión diferente, dirá que en un primer momento hay dos principios en nuestra alma: la razón, y la otra el apetito sensitivo. “La razón es aquella parte de nuestra alma que es el principio de nuestro razonamiento, el apetito sensitivo es aquel que esta privado de razón, amigo del goce y de los placeres, aquella otra parte del alma que es el principio del amor, del hambre, de la sed y de los demás deseos” (Platón, 2007, pág. 97). Esto muestra que lo que diferencia al hombre de los animales es la razón, siendo está principio de nuestro razonamiento, y la que rige las acciones de hombre. No olvidando, que el apetito sensitivo es propio de los animales, porque ellos no piensan, pero que el hombre también participa de esta dimensión. Además, hay un tercer principio en el alma como es lo irascible, que se deriva del apetito sensitivo. En esta tercera dimensión están unidos la “cólera y el valor”. Además, “Cuando surge alguna sedición en el alma, la cólera empuña siempre las armas en favor de la razón y la razona alimenta al valor”. Pero en caso de un ataque exterior “La razón deliberará, la colera combatirá, y, secundada por el valor, ejecutará las órdenes de la razón” (Platón, 2007, pág. 99).
  • 6. Por otro lado, cada una de estas dimensiones del alma están regidas por una virtud. La dimensión concupiscible, está regida por la virtud de la templanza, “esta no es otra cosa que cierto orden, freno que ponemos a nuestros placeres y paciones” (Platón, 2007, pág. 89). La dimensión irascible, está regida por la virtud de la fortaleza “esta es la constancia búsqueda del bien, y famas la pierde de vista, ni en el dolor ni en el placer, mi en los deseos, ni en el temor” (Platón, 2007, pág. 89). Además, la tercera dimensión del alma está regido por la virtud de la sabiduría, “esta virtud consiste en adquirir conocimiento justicia y santidad” (Platón, 2007, pág. 87). En otras palabras, “Cuando el gusto del bien, que la razón nos inspira, se apodera del alma, se llama sabiduría” (Platón, 2007, pág. 257) De modo que solo en el alma hay dos partes: “la racional y la concupiscible” (Platón, 2007, pág. 98)“Esas dos partes del alma, así educadas e instruidas en su deber, regirán al apetito sensitivo, que ocupa la mayor parte de nuestra alma, que es insaciable por naturaleza” (Platón, 2007, pág. 99). Además, como nuestro estado se compone de tres órdenes “mercenarios guerreros y magistrados, el apetito irascible es también en el alma un tercer principio cuyo destino consiste en secundar a la razón a menos de hallarse corrompido por la mala educación” (Platón, 2007, pág. 98). Hemos demostrado que en el alma del hombre hay tres principios que responden a cada uno de los tres órdenes del Estado. 4. La virtud del conocimiento en el mito de la caverna Platón en su dialogo La Republica, en el libro sétimo presenta el ‘mito de la caverna’. Mostrando el estado de la naturaleza humana respecto de la ciencia y de la ignorancia. Además, el verdadero conocimiento no se puede obtener en este mundo visibles, sino el verdadero conocimiento está en el mundo de las ideas. Por esta razón el alma desea salir del cuerpo, para contemplar el verdadero conocimiento que está en el mundo de las ideas. Ya que unida al cuerpo, nada puede conocer verdaderamente: “Imagina un antro subterráneo que tiene todo a lo largo una abertura que deja libre la luz el paso, y, en ese antro, unos hombres encadenados desde su infancia, de suerte que no pueda cambiar de lugar ni volver la cabeza, por causa de las cadenas que sujetan las piernas y el cuello, pudiendo solo ver los objetos que tengan delante. A su espalda, a cierta distancia y a cierta altura, hay un fuego cuyo fulgor les alumbra, y entre ese fuego y los cautivos se allá un camino escarpado. A lo largo de ese camino, imagina un muro semejante a esas vallas que los charlatanes ponen entre ellos y los espectadores, para ocultar a estos el juego y los secretos trucos de las maravillas que les muestran. Luego, figúrate unos hombres que pasan a lo largo de ese muro, porteando objetos de toda clase, figuras de hombres y de animales de madera o de piedra, de suerte que todo ello se aparezca por encima del muro. Además, ellos solo verán las sombras que se produce frente de ellos al fondo de la caverna. Ya que desde su nacimiento se hallan forzados a tener siempre inmóvil la cabeza. Al estar dentro considerarían que no existe nada real fuera de las sombras (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 155). La imagen que el mito presenta es la condición humana, compuesta de cuerpo y alma: “El antro subterráneo es este mundo visible; el fuego que lo ilumina, la luz del sol; el cautivo que sube a la región superior y la contempla, es el alma que se eleva hasta la esfera inteligible” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 157). Por lo tanto, queda demostrado que la caverna donde se encuentran los presos amarrados con cadenas es el mundo visible, en la cual viven todos los hombres. También, la caverna representa al cuerpo en la que se encuentra presa el alma. El sol representa al alma dentro del cuerpo, está se encuentra como fuego encendido, buscando ser liberada, ya que la única forma de liberarse de este mundo, es adquiriendo la virtud de la justicia, y el verdadero conocimiento.
  • 7. Además, si se le desatase las cadenas a uno de estos prisioneros y se les sacará de la caverna, y se les mostrar el mundo real, la claridad del sol segaría sus ojos, ellos necesitarían tiempo para acostumbrarse a la luz del sol. Lo primero que distinguiría seria “las sombras; las imágenes de los hombres y de los demás objetos, pintada en la superficie de las aguas; finamente, los objetos mismos” (Platón, 2007, pág. 156). Además, “De ahí dirigirá sus miradas al cielo, cuya vista sostendría con mayor facilidad durante la noche, al claror de la luna y de las estrellas, que por el día y a la luz del sol” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 156). Si de nuevo tornase a su prisión, para volver a ocupar en ella su antiguo puesto, este no se encontraría como enceguecido, y distinguiría la luz y la oscuridad perfectamente. Además, “si tuviese que discutir con los demás prisioneros sobre esas sombras, en que se encuentran, no daría que reír a los demás, que dirían de él que, por haber subido a lo alto, ha perdido la vista, añadiendo que sería una locura que ellos quisiesen salir del lugar en que se hallan, y que, si alguien se le ocurriese querer sacarlos de allí y llevarlos a la región superior, habría que apoderarse de él y darle muerte”. (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 1556) 5. El amor es amor de lo bello 5.1. El amor como eros Para hablar del amor en Platón hay que tener en cuenta, que Platón clasifica al amor: en su Dialogo el Banquete presenta al amor como eros, que constituye la belleza del alma, en el Fedro presenta al amor humano, el amor que se tienen unos a otros. En la Republica presenta al amor platónico, un amor que se queda en puro deseo, un deseo de querer conocer y contemplar el verdadero saber que se encuentra en el mundo de las ideas. Platón en su dialogo el Banquete, habla del amor como eros, un dios con dos naturalezas, una de riqueza por su padre, y otra de pobreza por su madre. Además, para hablar de eros, es preciso decir lo que es el amor. Digo pues, que, de todos los dioses, Eros, si puede decirse sin ofensa, que es el más dichoso, porque él es el más bello y mejor. Además, “es el más bello porque, en primer lugar, es el más joven de los dioses, y él mismo prueba esto, puesto que en su camino escapa siempre de la vejez, aunque esta corre harto ligera, por lo menos más de lo que nosotros desearíamos” (Platón, 2007, pág. 513). Además, eros es el más joven de los dioses y siempre es joven y además delicado” (Platón, 2007, pág. 513). Eros por ser delicado, y tierno, “no marcha sobre la tierra y tampoco sobre las cabezas de los hombres, no presenta un punto de apoyo muy suave, sino que marcha y descansa sobre las cosas tiernas, en los corazones y en las almas de los dioses, y de los hombres, donde fija su mirada” (Platón, 2007, pág. 514). Además, como nunca toca con el pie ni con ninguna otra y parte del cuerpo sino en lo más delicado de los seres, como es el corazón, necesariamente ha de ser él de una delicadeza entrañada; y es, por consiguiente, el más delicado de los dioses. Por lo tanto, no tiene morada en todas las almas, “porque se aleja de los corazones duros, y solo descansa en los corazones delicados, además es de una esencia sutil, porque eros y la fealdad siempre están en guerra” (Platón, 2007, pág. 514). Además, “como vive eros entre las flores, no se puede dudar de la frescura de su tez, eros jamás se detiene en lo que no tiene flores, o que las tiene ya marchitadas, ya sea un cuerpo, un alma o cualquier otra cosa; pero donde encuentra flores y perfumes allí fija su morada” (Platón, 2007, pág. 514). En otras palabras, eros no habita en cualquier corazón, sino en los corazones jóvenes, y bellos, porque eros es amor de lo bello. Por eso, la belleza está en el alma, y no en el cuerpo, porque el cuerpo es mutable, así como el cuerpo florece, este
  • 8. también se marchita. Pero el alma es bella en cuanto esta guiada por la virtud. Platón concluye diciendo que si un alma bella encuentra otra alma bella estas se complementan recíprocamente. Eros aparte de delicado y joven es virtuoso ya que, “solo de libre voluntad se somete uno a eros” (Platón, 2007, pág. 514). Además, eros no solo es justo, sino que es templado en alto grado, porque la templanza consiste en triunfar de los placeres y de las pasiones” (Platón, 2007, pág. 514). Queda demostrado, que todos los placeres y pasiones están por debajo de eros, precisamente los domina; y si los domina, es necesario que este dotado de una templanza incompatible. También, la templanza hace al hombre dueño de sí mismo, tomar dominio sobre su propio cuerpo, y no dejarse vencer por los placeres o deseos. Ya que estos están en la parte sensitiva de alma, y que jamás es saciada por naturaleza. Después, de haber hablado sobre la naturaleza de Eros, y su virtud, hablemos de su habilidad. Por lo tanto, “vemos que, en todas las artes, el que ha recibido lecciones de Eros se hace hábil y célebre, mientras que se queda en la oscuridad el que no ha sido inspirado por este dios” (Platón, 2007, pág. 515). Además, “eros es que da paz a los hombres, calma a los mares, silencio a los vientos, lecho y sueño a la inquietud” (Platón, 2007, pág. 515). 5.2. El amor humano en Platón Platón en su dialogo el Fedro da a conocer su definición del amor, su naturaleza, y sus efectos. “El amor es un deseo, es una verdad evidente” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 257). En otras palabras, cuando hay amor entre dos personas es notable por los sentidos, es fácil de darse cuenta. Por lo tanto, el ser humano debe reconocer que hay dos principios que le gobiernan, que le dirigen y cuyo impulso, cualquiera que sea, determina sus movimientos: “el uno es el deseo instintivo del placer, y el otro él gusto reflexivo del bien” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 257). Tan pronto estos dos principios están en armonía, tan pronto se combaten, la victoria es para uno como para el otro. “Cuando el gusto del bien, que la razón nos inspira, se apodera del alma, se llama sabiduría; cuando el deseo reflexivo que nos arrastra hacia el placer llega a dominar, recibe el nombre de intemperancia” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 257). Por otro lado “el amor se ve segado por la pasión está ceguera es producto de las ilusiones de ese amor” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 253). Por lo tanto, el amor de un amante no es una afección benévola, sino un apetito grosero que quiere saciarse, “Como el lobo ama al cordero, El amante ama al amado” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 261). Además, el amor desgraciado se aflige, porque no excita a compasión de nadie; pero cuando es dichoso, todo le parece encantador, hasta las cosas más indiferentes, pero este amor que es llevado por la ilusión es efímero, porque muchos se enamoran del cuerpo bello, y no del alma. Por lo tanto, Platón dirá, “que el hombre libre de amor será dueño de sí mismo” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 253). Además “amistad sin el amor no es débil ni flaca; por seguimos queriendo a nuestros padres e hijos, ya que nos preocupamos por la felicidad de nuestros amigos” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor,
  • 9. Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 253). Por ejemplo, si quieres convidar comida deberás convidar, no a los amigos sino a los mendigos y a los hambrientos, porque ellos te amaran, te acompañaran a todas partes, se agolpearán a tu puerta experimentando la mayor alegría, vivirán agradecidos y harán votos en tu prosperidad”. (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 253). 5.3. El amor platónico Platón no habla de un amor platónico literalmente, si no que tiene que ser deducido de algunos de sus diálogos. En su dialogo el Fedro platón muestra esta concepción de amor platónico, que hoy en día es utilizado con mucha frecuencia. Cuando el hombre ‟percibe las bellezas de este mundo y recuerda la belleza verdadera, su alma toma alas y desea volar; pero sintiendo su impotencia, levanta, como el pájaro, sus miradas al cielo, desprecia las ocupaciones de este mundo, y se ve tratado como insensato” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 269). En otras palabras, ‟el hombre que tiene este deseo y que se apasiona por la belleza, toma el nombre de amante” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 269). Esto es el amor platónico, un amante que está deseoso por contemplar la belleza, que se encuentra en el Uranos, pero ni bien percibe a esta, toma sus alas y quiere volar, pero se da cuenta que es incapaz de contemplar la verdadera belleza, y se queda como un pájaro mirando al cielo, este amor queda en puro deseo. 6. La sexualidad en Platón Platón habla sobre la sexualidad en su Dialogo el Banquete, haciendo referencia a la naturaleza humana, que era muy distinta a la que es hoy. Por otro lado, para hablar de la sexualidad, no podemos dejar de lado una expresión que es muy escuchada en estos tiempos como es: mi media naranja. Porque al principio la naturaleza humana era distinta, parecía una naranja, que luego fue dividida en dos. Además, estas partes sienten el deseo de estar juntos, (varón y mujer), porque siempre buscan unirse, para formar la naranja completa que antes fue dividida. “Este animal formaba una especie particular, y se llamaba andrógino, porque tenía el sexo femenino y masculino; pero ya no existe y su nombre está en descredito” (Platón, 2007, pág. 508). Además, su fuerza era superior a los demás seres, y aspiraba el puesto de los dioses. Los dioses no querían anonadar a los hombres, como en otros tiempos a los gigantes, culminando contra ellos sus rayos porque entonces desaparecería el culto y los sacrificios que los hombres les ofrecían; pero, por otra parte, no podrían sufrir semejante insolencia. En fin, después de largas reflexiones Zeus se expresó en estos términos: “Creo haber encontrado un medio de conservar a los hombres y hacerlos más circunspectos, y consiste en disminuir sus fuerzas, los separaré en dos y así se harán débiles y tendremos otra ventaja, y crecerá el número de los que nos sirvan” (Platón, 2007, pág. 509). También, marcharán rectos sosteniéndose en dos piernas solo. Por lo tanto, “una vez que los dividido mandó a Apolo que curase las heridas y conservase el semblante, y la mitad del cuello del lado del que se había hecho la separación, a fin de que la vista de este castigo nos hiciese más modestos” (Platón, 2007, pág. 509). Por lo tanto, “Apolo puso el semblante en el lado indicado reuniendo los cortes de la piel sobre lo que hoy se llama vientre, los coció a manera de una bolsa que se cierra, no dejando más que una abertura en el centro que se llama ombligo” (Platón, 2007, pág. 509).
  • 10. Hecha esta división cada mitad hacía el esfuerzo para encontrar su otra mitad de la que había sido separado, “cuando se encontraban, se abrazaban y se unían, llevadas del deseo a entrar a su antigua unidad, como un ardor tal, que abrazadas perecían de hambre e inacción, no queriendo hacer nada la una sin la otra” (Platón, 2007, pág. 509). Además, “cuando una de las dos mitades perecía la que sobrevivía buscaba otra a la que se unía de nuevo, ya fuese la mitad de una mujer entera, lo que ahora llamamos una mujer, ya fuese una mitad de hombre; de esta manera, la raza iba extinguiéndose” (Platón, 2007, pág. 510). Zeus, movido a compasión, imagina otro expediente: “pone delante los órganos de la generación porque antes estaban detrás. Zeus puso los órganos en la parte anterior y de esta manera la concepción se hace mediante la unión del varón y la hembra” (Platón, 2007, pág. 510). Entonces, si se verifica la unión del hombre y de la mujer el fruto de esta eran los hijos. De aquí procede el amor que tenemos naturalmente unos a otros; “él nos recuerdo nuestra naturaleza primitiva y hace el esfuerzo para reunir las dos mitades y para restablecernos en nuestra antigua perfección” (Platón, 2007, pág. 510). Cada uno de nosotros no es más que una mitad de hombre, que ha sido separada de su todo, como se divide una naranja en dos. Además, Zeus dijo al hombre, “si es esto lo que deseáis voy a fundiros, hundidos y mezclaros de tal manera, que no seréis ya dos personas, sino una sola; y que mientras viváis una vida común como una solo persona, y que cuando hayáis muerto, en la muerte misma os reunáis de manera que seáis dos personas sino una sola” (Platón, 2007, pág. 511). 7. El fin último del hombre en Platón Platón habla sobre el fin del hombre en su Dialogo el Fedón. la muerte no es otra cosa que la “separación del alma del cuerpo” (Platón, 1997, pág. 40). Además, “la muerte es la separación y liberación del alma del cuerpo” (Platón, 1997, pág. 46). No olvidando que para platón la muerte es la única manera de liberar el alma, porque el alma esta presa en el cuerpo, como en una prisión. Al sobrevenir entonces al ser humano la muerte, según parece, “lo mortal en él muere, pero lo inmortal se va y se aleja, salvo e indestructible, cediendo el lugar a la muerte” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 122). También, “el alma estando en tal condición se va hacia lo que es semejante a ella, lo invisible, lo divino, lo inmortal y sabio, y al llegar allí, está a su alcance ser feliz, apartada de errores, insensates, temores, paciones salvajes, y de todos los demás males humanos, para pasar de verdad el resto del tiempo en compañía de los doses” (Platón, 1997, págs. 72,73). Por lo tanto, “los hombres que se irritan al enfrentar la muerte deben ser amigos del cuerpo, de las riquezas y de los honores” (Platón, 1997, pág. 42). Estas personas al morir “sus almas se separan contaminada e impuras, por su trato continuo con el cuerpo y por atenderlo y amarlo, e incluso están hechizada por los deseos y placeres, hasta el punto de no apreciar como verdadero ninguna otra cosa sino lo corpóreo, lo que uno puede tocar, ver, y beber y comer” (Platón, 1997, pág. 73). Esta alma que está en estas condiciones no se separa límpida en ella misma, sino que “es retenida, y se hace pesada y es arrastrada de nuevo hacia el terreno visible, por temor a lo invisible y al Hades, como se dice, dando vueltas en los monumentos fúnebres y las tumbas, tales espectros lo proporcionan las almas de esa clase, las que no se han liberado con pureza, sino que participan de lo visible” (Platón, 1997, págs. 72,73). Por eso justamente se dejan ver estas almas, forzadas a pagar en pago de la pena de su anterior crianza, que fue mala. Estas almas al no haber ‟vislumbrado la verdad, no puede revestir la forma humana” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista
  • 11. o del ser, 2007, pág. 269) Por eso, los que se han dedicado a glotonerías, actos de lujuria, y su afición a la bebida, y que no se hayan moderado, eso es verosímil que se encarnen en las estirpes de los asnos y las vestías de tal clase” (Platón, 1997, pág. 74). Además, las almas de otros hombres “que han preferido las injusticias, tiranías y rapiñas en las razas de lobos, de los halcones y de los milanos” (Platón, 1997, pág. 75). En cambio, las almas que han practicado la virtud democrática y política, sin apoyo de la filosofía, “estas accedan a una estirpe cívica y civilizada, como por caso el de las abejas, o de las avispas o la de las hormigas, y también, de vuelta, al mismo linaje humano, y de que de ellos nazcan hombres sensatos” (Platón, 1997, pág. 75). Finalmente, todas las almas son objeto de un juicio, ‟y una vez juzgadas, las unas descienden a las entrañas de la tierra para sufrir allí su castigo, otras que han obtenido una sentencia favorable, se ven conducidas a un paraje del Uranos, donde reciben las recompensas debidas a las virtudes que hayan practicado durante su vida terrestre” (Platón, Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser, 2007, pág. 268). Sin embargo, “a la estirpe de los dioses no es lisito que tenga acceso quien haya partido sin haber filosofado y no este enteramente puro, sino tan solo el amante del saber” (Platón, 1997, pág. 75). Además, solo las almas que han practicado la filosofía o la sabiduría, participan del mundo de las ideas, pero son muy pocas las almas que se dedican a esta ciencia. 8. Conclusión Platón tiene una concepción dualista del hombre. El alma se une al cuerpo de modo accidental. Mientras tengamos cuerpo estamos muertos, porque somos fundamentalmente nuestra alma, y el alma mientras se allá en el cuerpo esta como en una tumba y por lo tanto insensibilizada. Nuestra muerte corporal es vivir porque al morir el cuerpo el alma se libera de la cárcel. Además, para Platón el cuerpo es la raíz de todo mal, el origen de amores alocados, pasiones, enemistades, discordias, ignorancia. Todo esto es lo que lleva a la muerte al alma. Por lo tanto, Platón habla en el Timeo sobre la inmortalidad del alma, que las almas son engendradas por el Demiurgo, con la misma sustancia con la que asido echa la sustancia del mundo (compuesta de esencia, de identidad y de diversidad). Por lo tanto, se originan mediante un nacimiento, pero por peculiar disposición divina, no están sujetas a la muerte, al igual que no está sujeto a la muerte nada de lo que ha sido producido directamente por Demiurgo. En su obra el Fedón Platón firma que el alma debe tratar de huir lo más posible del cuerpo y por ello el verdadero filosofo desea la muerte, y la verdadera filosofía es un ensayo para la muerte. La muerte del cuerpo inaugura la auténtica vida del alma, el filósofo es aquel que desea la vida verdadera (la muerte del cuerpo) la huida del alma es el reencuentro con el espíritu. Como dice Platón en el Fedón, el cuidado del alma, significa purificación del alma. Es el proceso de elevación hasta el supremo conocimiento de lo inteligible. El proceso del conocimiento nos lleva desde lo sensible hasta lo suprasensible, nos lleva de un mundo hacia el otro, conociendo es como el alma se cuida, se convierte y se eleva. En esto reside la verdadera virtud No olvidando, que en Platón no se le puede separar de su antropología los diálogos que hablan acerca de la política y la ética como es la Republica. El verdadero arte de la política es el arte que se cuida del alma y la convierte en la más virtuosa posible. El estado nace porque cada uno de nosotros no es autárquico, es decir, no se vasta a sí mismo y tiene la necesidad de la ayuda de muchos hombres. Por consiguiente, la ciudad tiene necesidad de tres estamentos: la de los campesinos, artesanos y comerciantes; la de los guardianes, y, la de los gobernantes. La ciudad perfecta es aquella en la predomina la templanza en la primera clase social, la fortaleza o el valor en la segunda, y la sabiduría
  • 12. en la tercera. Además, la templanza es la virtud que debe ser practicada por totos, ya que esta virtud hace que el hombre supere todos los deseos y placeres de este mundo sensible. La justicia no es sino la armonía que se instaura entra estas tres virtudes: cuando cada ciudadano y cada clase social realizan lo mejor posible las funciones que le son propias y hacen aquello que por naturaleza y por ley están llamados a ser, entonces se lleva a cabo la perfecta justicia. En Consecuencia, al igual que en la cuidad hay tres estamentos, también son tres las partes del alma: la concupiscible, la irascible, y la racional. De modo que solo en el alma hay dos partes: la racional y la concupiscible; estas dos partes del alma, así educadas e instruidas en su deber, regirán al apetito sensitivo, que ocupa la mayor parte de nuestra alma, que es insaciable por naturaleza. El apetito sensitivo es aquel que esta privado de razón, amigo del goce y de los placeres. Referencias bibliográficas Platón. (2007). Diálogos. La república o de lo justo, Fedro o del amor, Timeo o de la naturaleza, Critias o de la atlántida, El solfista o del ser. México: Porrúa. Platón. (1997). Diálogos: Fedón, Banquete, Fedro (Vol. III). Madrid, España: Gredos.