2. El cerebro reconoce las cosas en forma de “patrones”. Es decir, cuando vemos un objeto lo
podemos identificar asociándolo con imágenes en nuestro banco de memoria.
Nuestro cerebro es un conceptualizador, un buscador de patrones definidos por
experiencias previas que han sido importantes en nuestra vida.
Candance Pert, nos comenta al respecto: “El tubérculo cuadrigémino superior del
mesencéfalo, otro punto clave de receptores de neuropéptidos, controla los músculos que
dirigen el globo ocular, definiendo de esta forma a qué imágenes se les permite caer en la
retina y ser vistas. Por ejemplo, cuando por primera vez los altos barcos europeos se
acercaron a los nativos americanos, estos eran para su realidad, una visión tan “imposible” que
sus percepciónes altamente filtradas, no podían registrar lo que sucedía “literalmente”, no
vieron los barcos”.
3. Pero la corteza cerebral detecta los
patrones con más facilidad mediante
aquellas experiencias previas en las
cuales las emociones jugaron un papel
importante.
Para llevar a cabo el proceso de
aprendizaje, tras la percepción de la
informacion que captan los sentidos, se
inicia una búsqueda entre las
informaciones almacenadas en el cerebro,
donde son buscadas todas aquellas redes
nerviosas relacionadas con el estímulo
percibido, para activarlas e insertar en
ellas nueva información.
4. Por este motivo, a la hora de enseñar es preciso tener en
cuenta las experiencias previas de los aprendices para
partir de lo que ellos ya saben o pueden asociar a los
“patrones” que ya tienen, así como, considerar la
importancia de lo que se vive y aprende con una cierta carga
emocional.
Cuando el cerebro detecta un patrón que se adecúa y se
adapta, lo almacena; a esto se le llama programa.
El aprendizaje, de una forma muy simplificada, consiste en
la adquisición de programas mentales.
En general, las personas tenemos programas para realizar
muchas tareas, vestirnos, ducharnos, coger un tren, etc.,
pero actúan de forma inconsciente. Un hábito es
precisamente un programa.
5. Para nuestro cerebro o estamos haciendo algo nuevo o estamos
repitiendo algo que ya sabemos hacer y que, incluso, puede haberse
convertido en un hábito que realizamos de forma más o menos
mecánicas. Si estamos repitiendo algo, es una gran oportunidad para que
las vías neuronales se vuelvan cada vez más eficaces. Lo hacen mediante
la mielinización, proceso por el que se añade un revestimiento graso a los
axones. Una vez que se ha producido tal proceso, el cerebro se vuelve más
eficiente.
Un hábito es toda conducta que se repite en el tiempo y de una forma
determinada, y por el cual, realizamos una serie de conductas en un
determinado orden y con un determinado fin que casi nunca es
consciente.
6. Hanneke van Mier y Steve Peterson, investigadores de la Facultad de Medicina
de la Universidad de Washington, descubrieron que, aunque muchas áreas
del cerebro se encienden en una exploración PET cuando se inicia una
nueva tarea, el cerebro se enciende menos y se utiliza menos cuanto
mejor se aprende la tarea. Los “novatos”, por lo tanto, utilizan más su
cerebro, pero son menos eficientes en la forma en que lo utilizan.
Hacer lo que ya sabemos hacer, se llama ejercicio; a hacer algo nuevo lo
vamos a llamar estimulación.
7. En la medida en que sea coherente, la nueva estimulación
mental o motora produce mayor energía eléctrica beneficiosa
que lo antiguo y ya conocido. Esta entrada se convierte en
impulsos nerviosos que viajan a estaciones de procesamiento y
distribución como es el caso del tálamo, situado en el sistema
límbico, lugar donde se procesan las emociones. Desde ahí se
distribuyen las señales a zonas específicas del cerebro.