Este es un ejercicio de reflexión a partir de la lectura de Jensen, E. (2010). Cerebro y Aprendizaje: competencias e implicaciones educativas (Cap. 2-4); y teniendo en cuenta mi experiencia como docente de aula.
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1. CEREBRO, ENTORNO Y APRENDIZAJE
María Cristina Martínez Cano
Licenciada en Biología
(ejercicio reflexivo)
El cerebro humano es un órgano complejo, producto de un proceso de millones años de
evolución en la familia Hominidae, la única especie que sobrevive actualmente de este
grupo es el Homo sapiens, cuyo desarrollo cerebral lo hace diferente del resto de
primates actuales.
El cerebro, constituye el 2% del peso corporal de un adulto, pero consume el 20% de su
energía. Está compuesto en un 10% por neuronas (células especializadas en la
recepción de estímulos y la conducción del impulso nervioso, que procesan, integran y
generan información) y en un 90% por neuroglias que rodean a las neuronas
(constituyen la barrera hemato-encefálica, se encargan del transporte de nutrientes y de
la regulación del sistema inmunitario) (Jensen, 2010).
A través de la historia se han realizado numerosos estudios acerca del cerebro, donde
principalmente se ha descrito su anatomía y fisiología, actualmente una nueva rama de
la ciencia, la neurobiología ha revolucionado la forma como comprendemos el cerebro
ya que estudia “las células del sistema nervioso y la organización de estas células
dentro de circuitos funcionales que procesan la información y median en el
comportamiento. Es una subdisciplina tanto de la biología como de la neurociencia
(Shepard, 1994).
Cada persona tiene un conectoma único (este entendido como el mapa completo de las
conexiones en un cerebro), que surge de la interacción de su herencia genética, los
estímulos ambientales y el proceso de aprendizaje. Esto permite que el cerebro tenga
una enorme plasticidad y pueda adaptarse y readaptarse continuamente, a medida que
las condiciones del ambiente cambian y se enfrenta a nuevos desafíos.
Desde esta perspectiva, como docentes en ejercicio debemos preguntarnos: ¿Cómo
aprenden los cerebros de nuestros estudiantes?, ¿Cómo influye la escuela, el entorno
familiar y social en el desarrollo del cerebro?, ¿Cómo rediseñar nuestras clases, a partir
de la neurobiología?; estos cuestionamientos, son difíciles de responder, ya que la
formación académica de los docentes no incluye una asignatura de neurobiología, no
obstante somos los responsables, en gran medida de aconsejar a padres de familia y
formar a los estudiantes.
Se podría decir que “lo mejor que hace el cerebro humano es aprender. El aprendizaje
modifica el cerebro con cada nueva estimulación, experiencia y conducta” (Jensen,
2010). El aprendizaje de un concepto o movimiento nuevo, inicia cuando se da un
estímulo que se distribuye y procesa a varios niveles dentro del cerebro, si se repite un
aprendizaje anterior las vías neuronales se vuelven más eficaces, añadiendo mielina a
los axones neuronales, es decir que para aprender, nuestro cerebro requiere “hacer lo
que ya sabemos hacer y la estimulación es hacer algo nuevo” (Jensen, 2010).
El fin último del aprendizaje debería ser el desarrollo de la inteligencia del estudiante,
teniendo en cuenta que “la clave para hacerse más inteligente, es desarrollar más
conexiones sinápticas entre las células cerebrales y no perder las conexiones
existentes, que permiten resolver problemas y descubrir nuevas cosas” (Jensen, 2010).
2. Esto implica un cambio sustancial del paradigma de la educación, donde se fomente el
desarrollo del pensamiento alternativo y crítico, donde no haya una sola respuesta
correcta, sino múltiples interpretaciones desde diferentes puntos de vista para
solucionar un mismo problema, buscando incentivar la creatividad de los estudiantes
como fuente de innovación, transformación conceptual y conductual. Este cambio en la
forma de enseñar, debe permear en primera instancia al docente, que es el facilitador y
guía del proceso de aprendizaje, a los padres de familia y a todo el sistema educativo.
El ambiente en el cual, vive un estudiante abarca su entorno familiar, el barrio, el parque,
la escuela y el aula de clase. “El mundo exterior es el alimento real del cerebro en
crecimiento. Asimila olores, sonidos, visiones, sabores, tacto, y reúne de nuevo el input
en innumerables conexiones neuronales” (Jensen, 2010).
Actualmente, el entorno donde se crece y se desarrolla el cerebro de nuestros
estudiantes, enfrenta graves problemáticas, que afectan el proceso de aprendizaje, su
desarrollo psicológico, emocional y afectivo.
Las aulas de educación pública en Colombia, están llenas de estudiantes producto de
una sociedad en crisis, en la cual el conflicto armado ha llevado a que millones de
personas se desplacen de las zonas rurales a las ciudades donde sus costumbres se
transforman, las opciones de empleo son escasas, el subempleo hace que los padres
de familia estén cada vez menos tiempo en casa y que muchos niños permanezcan
solos o en la mayoría de los casos recibiendo una gran cantidad de información de los
medios masivos de comunicación.
Así mismo los altos niveles de maltrato infantil, abuso sexual y violencia intrafamiliar,
afectan las relacionales emocionales y afectivas de los estudiantes. Esta realidad social,
se hace evidente en el aula de clase, donde día a día aumentan los niveles de matoneo,
bullying, consumo y comercio de sustancias psicoactivas, surgimiento de pandillas y
combos los cuales ven a nuestros estudiantes nuevos soldados para aumentar las filas
de la delincuencia.
Ante esta realidad, es importante que los profesores reflexionemos y cambiemos la
forma de trabajar en el aula de clase, teniendo en cuenta que los cerebros de nuestros
estudiantes tienen la capacidad para transformarse, formar nuevas conexiones
neuronales y llevarlos a un cambio que parta de la autoconciencia y genere nuevas
ideas, relaciones, comportamientos y por qué no decirlo, permitirles a pesar de los
problemas, la posibilidad de soñar y crear una nueva realidad.
En este sentido, Jensen afirma que “los entornos positivos, pueden realmente producir
cambios físicos en un cerebro en desarrollo”, por ello “cuando se enriquece el entorno
obtenemos cerebros con un córtex cerebral más grueso, más ramificación dendrítica,
más prolongaciones de crecimiento y mayores cuerpos celulares” (Healy 1994, pg. 47
en Jensen 2010). Esto es posible gracias a la gran maleabilidad y plasticidad del
cerebro, ya que ese se modifica así mismo, dependiendo de su utilización y del entorno
donde se desarrolla.
Pero ¿cómo podemos enriquecer el entorno escolar?, lo primero es eliminar los factores
negativos como la humillación, el sarcasmo, el castigo, la amenaza y la intimidación del
aula de clase (Jensen 2010). Es decir transformar el conflicto en una posibilidad de
reflexión y reconocimiento de la diferencia y el respeto por el otro. Además es necesario
motivar al estudiante, generar experiencias y retos de aprendizaje nuevos, sorprender
a los estudiantes con nuevas dinámicas, actividades y desarrollos conceptuales. En
primera instancia, se requiere realizar mayor estimulación sensorial en los primeros