Finalizamos con las palabras de Seghor cuando escribió: "Je dance l'autre, donc je suis", que explica, muy claramente, lo que es la danza para el africano: danzando, consiguen identificarse con las personas, con la naturaleza, con su grupo, y, por medio de la comunicación con el otro, sienten que son, que existen, que viven y perciben sus limites y el de los otros.
1. La danza africana
La danza en el candomblé tiene un claro origen africano. Todo lo que
acontece, inclusive en las danzas de rua en Bahia, apuntan a eso: la
importancia del grupo, el uso del cuerpo, la gestualidad, la postura de los pies,
la relación con la tierra, la pulsación rítmica que da origen al movimiento, la
repetición de los gestos, todo eso nos lleva a percibir la clara ligación de las
danzas del candomblé con las africanas occidentales.
Gorrer (1981) afirmaba que la danza africana pone el cuerpo en
movimiento por medio de una dinámica que encuentra su fuerza propulsiva
en un punto debajo de la cintura, cerca del sacro. Esa pulsación rítmica
funciona como si fuese absorbida por ese punto, que liga la parte alta del
tronco del cuerpo humano a la parte baja (las piernas y los pies).
Es claramente observable el uso de las articulaciones, que son
ampliamente utilizadas, como la de las rodillas, siempre dobladas, o la de los
codos. Así, el movimiento se vuelve amplio, por ejemplo, el del brazo (que
parte de la articulación del hombro) o el de la pierna (que se origina en las
caderas). La ampliación del movimiento se encuentra en oposición a algo
interior que está inmóvil, se percibe eso al observar a los danzarines, no solo
en la danza de transe, sino también en las danzas de rua, como el samba de
roda, en los cuales los danzarines se concentran interiormente para poder
mover todo el cuerpo y, de ese modo, dejar libre el movimiento de la columna,
que se manifiesta con aquel típico temblor del cuerpo. La expresión facial
parece volverse una máscara, muchas veces observamos como única
expresión, una sonrisa "vacía", que destaca una felicidad y una satisfacción
interna que deja a la persona plena y que en los contextos rituales lleva al
encuentro con lo sagrado (entrevista con Isaura Oliveira, 1998; Fanta Touré,
1998-1999; Keno, 2000).
Casi siempre la danza, sea la de una fiesta profana sea religiosa,
acontece en un contexto lúdico y social, ella es una forma de estar juntos, de
compartir algo. La emoción y la relajación que las personas experimentan
después, permiten una comunicación afectiva y directa, y no mental.
Otro hecho decisivo es la comunicación con la tierra, con la madre tierra
que nos sustenta, que nos abarca. (Courlander, 1981). Los pies son casi
siempre desnudos y golpean el suelo con toda la planta, en un movimiento de
ida y vuelta que es transmitido al cuerpo entero. El hecho de golpear con el
pie todo se vuelve algo de gran importancia, porque nos habla de la vida, de la
experiencia que debe ser aquí y ahora, de no tener que huir a otro mundo, un
mundo de felicidad, como muestra el ballet clásico con los pies que danzan
apoyados en la punta y movimientos que nos inspiran ligereza y casi un
mundo de visiones. Por el contrario, en la danza de origen africana los
movimientos del cuerpo nos hablan de la vida cotidiana, del trabajo de los
2. hombres y de las mujeres, del mimar a los niños, del cazar, en fin, de la vida
enfocada en aquello que ella e s .
No podemos olvidar que el hecho de danzar rítmicamente construye el
tiempo, como afirma Duplan, el ritmo organiza y mide el tiempo que es un
tiempo a ser vivido y poseído por el danzarín. Eso resulta en una organización
interior de la persona que, llevada por las muchas tareas cotidianas, consigue
vivenciar el propio trabajo con valor y, experimentándolo, entrar en la
repetición del gesto, del movimiento hasta poseerlo. Otra vez retomaré el
concepto de la repetición: la repetición del gesto nos permite entrar en el
movimiento, de vivenciarlo profundamente en nuestro cuerpo a fin de
encarnarlo en nosotros. La polaridad del hombre es clásicamente percibida
por el ritmo de su andar y por el movimiento del corazón, ese movimiento de
contracción y relajación es también fundamental, porque la polaridad es
vivida hasta unirse y confundirse en el transe, para lo cual la respiración, el
ritmo y el movimiento se interconectan estrictamente en un todo que es la
energía del orixá.
Las danzas populares son hechas en círculo y esa forma nos lleva a una
idea de armonía y de equilibrio, y a la participación de todos. En las danzas del
candomblé tenemos un uso más complejo del espacio en forma de círculo,
por ejemplo, en las danzas de los orixás, se utilizan las líneas rectas y las
diagonales, como si el círculo hubiera sido explotado para permitir que los
dioses salgan y se expresen para volver a la unión de todos en la danza de
roda, al final del ritual.
Todo eso para decir que la danza en África y en las tradiciones de la
diáspora es una forma de conocimiento, que no es apenas mental, sino que
pasa a través de la experiencia de los sentidos y de las emociones, educadas
a través de la danza y del ritmo.
Finalizamos con las palabras de Seghor cuando escribió: "Je dance
l'autre, donc je suis", que explica, muy claramente, lo que es la danza para
el africano: danzando, consiguen identificarse con las personas, con la
naturaleza, con su grupo, y, por medio de la comunicación con el otro, sienten
que son, que existen, que viven y perciben sus limites y el de los otros.
Traducción: Nicolás Rodríguez.
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Bibliografia: - BARBARA, Rosamaria Susanna; A DANÇA DAS AIABÁS: Dança,
corpo e cotidiano das mulheres de candomblé; São Paulo; 2002.