1. Francisco de Goya y Lucientes
El aragonés Francisco de Goya es uno de los grandes genios de la pintura universal, pues pocos
pintores españoles han influido tanto en el panorama artístico internacional, actuando como
precursor de la pintura moderna. Es, además, un artista difícil de encasillar, pues vivió a caballo
entre los siglos XVIII y XIX, cultivando el Neoclasicismo y el Romanticismo, llegando a servir a
cuatro reyes: Carlos III, Carlos IV, José Bonaparte y Fernando VII.
En primer lugar, el carácter del pintor, apasionado y crítico, le viene de su formación intelectual
en contacto con los pensadores ilustrados del Siglo de las Luces. El carácter crítico hará que no
se doblegue ante nadie y que, por ejemplo, cuando pinte a los reyes, no los adule ni ensalce.
Los cuadros de Goya y, especialmente, sus dibujos y grabados demuestran una personalidad
irreductible, empeñada en mirar las cosas a su modo. Al comienzo de su carrera artística, don
Francisco se muestra suave y detallista, incluso condescendiente. Al final de su vida, su
personalidad se nos revela arrebatada, arrojada a la búsqueda de lo esencial, despojada del
detalle… En definitiva, una mirada siempre lúcida y profunda que no le permitió engañarse
respecto a la realidad de la vida. En sus trabajos, Goya se muestra consciente de los límites irreductibles que atenazan las ansias de
infinito de todo ser humano. Su lucidez le arrastraría a la tristeza; su energía indomable, honestidad y tozudez a la rebeldía ante tanta
hipocresía e imperfección.
A la hora de analizar la obra del pintor aragonés hemos de tener en cuenta que, a lo largo y ancho de su vasta producción, anticipa los
diversos cambios radicales que va a experimentar la sensibilidad pictórica contemporánea: la ligereza de su pincelada preludia el
impresionismo, sus fantasías oníricas desembocan en el surrealismo y su desgarrado mundo interior anuncia el expresionismo,
llegando a sacrificar la forma y los detalles, en pro de aquellos rasgos expresivos que le hagan transmitir lo que quiere, simplifica las
figuras, insiste en determinados puntos… El color es protagonista y evoluciona a la par que su técnica, primero se limpia y llena de luz,
para después dar paso, cada vez más, al negro y a colores terrosos.
Cuando hablamos de la temática, evolucionará desde el punto de ser el pintor de la alegría, reflejando temas amables de una vida
rococó, a la completa antítesis: presentarnos los aspectos más crueles y horrendos del alma humana. Es decir, se va imponiendo una
vocación naturalista y un tono realista, que huye del idealismo. Para esta empresa, y ayudándose de su extraordinaria imaginación,
llega a deformar la realidad, a hacer comentarios satíricos mediante imágenes reflexivas y complejas, a complacerse en lo
monstruoso y lo puramente fantástico.
Desde el punto de vista más filosófico, gran parte de su obra supone una crítica pesimista y dura del ser humano. En el mensaje, su
obra llega a representar lo racional y lo irracional, la belleza o los distintos aspectos de la sociedad. Es de inherente complejidad técnica
y contextual, de gran trascendencia para todo lo que la pintura y el arte significan en nuestro mundo. Introduce, en varios aspectos,
una nueva forma de expresar sentimientos, convirtiendo a la masa anónima, a la multitud, en la protagonista de muchas de sus obras.
Este profundo carácter, le ha brindado a la obra y a su autor, el significado universal que hoy detenta.
Es, ante todo, un testigo de su tiempo, un documento fundamental de la historia de España. Su obra es un testimonio de primer orden
para analizar la época en la que se desarrolla. Todos los acontecimientos y las esperanzas y frustraciones que estos suscitan condicionan
la obra de nuestro autor. Fundamentalmente, la época que le tocó vivir se marca por el final del Antiguo Régimen.
La evolución artística de Goya:
La constante imaginación creadora del genio de Goya, su investigación pictórica, y el tratamiento
de todo tipo de géneros (retrato, bodegón, escenas costumbristas, cuadros religiosos e
históricos…) y técnicas (pintura mural, de caballete, cartones para tapices, grabado…) hace
complicada la división de su obra por etapas ; no obstante, haré una síntesis que, aun a costa de
no representar con todo detalle su producción, facilita la claridad expositiva.
ETAPA DE FORMACIÓN Y JUVENTUD:
Nacimiento y juventud:
Goya nace en Fuendetodos, un pequeño pueblo de Zaragoza, a
mediados del siglo XVIII (1746) en el seno de una familia de mediana
posición social. Su padre, maestro artesano dorador de retablos,
apoyó al pintor y le mandó a estudiar a la capital zaragozana. Poco
se conoce de su etapa de formación.
2. El comienzo de su andadura en el mundo académico no pudo ser más difícil. Se presenta dos veces al concurso de la Academia de San
Fernando en busca de la ansiada beca de Roma, pero el jurado rechaza sus cuadros.
Cabe destacar que se han atribuido a esta etapa algunos cuadros de tema religioso, los cuales acusan el estilo barroco tardío napolitano
de su primer maestro, José Luzán, como la Triple generación.
Viaje a Italia:
Ante la adversidad, ya entrados sus veinte años decide pagarse
personalmente el viaje a Italia, donde admirará la obra de
grandes maestros artistas como Rubens o Rafael, entre otros.
Será decisivo para su construcción como artista. Permanecerá
un año aproximadamente.
Regreso a España, vida en Zaragoza:
Los años que pasó en Zaragoza tras retornar de Italia fueron de actividad intensa. Goya volvió a España a mediados de 1771, quizá
urgido por la enfermedad de su padre –en cuya casa se instaló– o por haber recibido el encargo de realizar una pintura mural para la
bóveda del Coreto en la basílica del Pilar. Esta obra insigne es muestra de un estilo barroco tardío, adoptado por Goya en sus más
primerizos años.
En cuanto a su vida personal, se casa con Josefa
Bayeu, perteneciente a una acreditada familia de
pintores aragoneses. Su cuñado, Francisco Bayeu, es
un artista de éxito que reside en Madrid y en 1775
interviene para que el famoso artista Mengs, que
llegó a ser pintor de cámara de Carlos III y era muy
valorado en la Corte, influya para que el artista
aragonés obtuviese un primer empleo en la capital.
INICIOS en madrid, desde el 1775 al 1792:
Pintor de cartones para tapices:
Ya rondando los treinta años, así le abren las puertas para trabajar en la Real Fábrica
de Santa Bárbara para diseñar los cartones que los artesanos convertirán en tapices
para la aristocracia.
Desde el principio, Goya da muestra de una gran creatividad, representando escenas
populares (romerías, juegos, fiestas, tonadilleras, toreros, lavanderas, majos y majas…)
y capta la alegría de una sociedad ajena a lo que les depara el futuro. Utiliza
colores vivos, imponiendo lo pintoresco.
En este puesto diseña con escenas de caza los tapices que decoraran el
comedor del príncipe de Asturias en El Escorial. Crea otras series de
diversiones populares y escenas sociales de las que forman parte obras como
El quitasol, La gallina ciega o El cacharrero.
Otras labores. Encargos de la aristocracia, retratista y académico:
Consecuentemente a su exponencial éxito, tenemos lienzos encargados por
la misma aristocracia madrileña, para decorar sus gabinetes y salas. Ejemplos
son La cucaña y El columpio, ambos pintados para el palacete de los Duques
de Osuna, los cuales responden a este gusto garboso, colorista y de diversión
más cercano al Rococó.
Desde su llegada a Madrid para trabajar en la corte, Goya tuvo acceso a las
colecciones de pintura de los reyes, por lo que tuvo un especial referente en
Diego Velázquez.
Goya se granjeó en estos años la admiración de sus superiores, en especial la de Mengs, «a quien tenía asombrado la facilidad con que
hacía [los cartones]». Su ascenso social y profesional fue notable y así, fue nombrado académico de
mérito de la Academia de San Fernando en 1780. Con motivo de esto, pintó un Cristo crucificado de
factura académica, donde mostró su dominio de la anatomía y la luz dramática, que recuerda tanto
al crucificado de Mengs como al de Velázquez.
En esta época no olvida su tierra y pintará la cúpula del Pilar (1781), llegando a tener problemas por
su cambio de estilo, que no contentaba al Cabildo catedralicio.
3. Es más, no descuida el género que le aúpa a la fama: el retrato. Cabe destacar el retrato familiar de los duques de Osuna y los
individuales al Conde de Floridablanca. Sufre una evolución: desde unos primeros más fríos y estáticos, a otros de mayor penetración
psicológica.
madurez pictrórica. década de los 90 (1792-1799) y los albores del
siglo xix (hasta el 1808):
Consecuencias de su enfermedad:
Todo cambia cuando en 1792, al viajar a Sevilla, contrae una penosa enfermedad que le deja como
consecuencia la sordera total, pasando la convalecencia en Cádiz.
Se niega a dar atención a los encargos de la Real Fábrica de Tapices, que consideraba empeños
demasiado menores. Reanudará su actividad pictórica con pequeñas obras en total libertad. En
1975 se convierte en director de Pintura de la Academia de San Fernando, pero renegará pronto
de esta actividad alegando problemas físicos. Cada vez se aleja más de sus compromisos.
La sordera marca un antes y un después en la vida personal del
artista. Todo empeorado por el destierro que sufren sus amigos ilustrados, al temer la Monarquía
de la posible penetración en España de las ideas revolucionarias
francesa. De ahora en adelante, adoptará dos orientaciones
antagónicas en su arte: las amaneradas y plácidas pinturas de
encargo, frente a las espontáneas y desgarradas escenas que plasma
por gusto personal. En sus pinturas más personales parece que
evoluciona hacía unas distintivas escenas, cada vez más oscuras y
tenebrosas, incluso grotescas.
Continúa como retratista:
Retoma los retratos, observándose influencias del retrato inglés, que
atendía especialmente a subrayar la naturalidad de la actitud. Fue
disminuyendo la importancia de mostrar medallas o símbolos de
poder, en favor de la representación de sus cualidades humanas y
se muestra más que nunca la indiscutible influencia que sería
Velázquez, que se denota en la elegancia y delicadeza de estos
retratos, así como en su introspección psicológica con cierta
tendencia a lo fantástico.
La evolución que experimentó se observa si se compara el retrato
de Floridablanca frente al de Gaspar Melchor de Jovellanos. A este
último lo capta con gesto melancólico, sin peluca, inclinado y hasta
apesadumbrado por la dificultad de llevar a cabo las reformas que
preveía, situado en un espacio más confortable e íntimo, este último
lienzo muestra sobradamente el camino recorrido en estos años.
En cuanto a los retratos femeninos, conviene destacar los
relacionados con la duquesa de Alba, de quien realizará una serie,
o el de la condesa de Chinchón. También, de sus obras más famosas,
el dúo de la Maja desnuda y la Maja vestida.
4. Termina de dejar constancia de su visión especialmente cruda
cuando se trata de retratar a miembros de la Corte y elige de
sus clientes las facciones y aspectos que más le resaltan
determinadas características y, de tal forma, consigue
transmitir de forma maestra la personalidad de los que tienen
la fortuna de aparecer pintados por el genio
Tenemos retratos colectivos tan conocidos como La familia de
Carlos IV, donde se efigia en la penumbra a imitación de
Velázquez en Las Meninas. Lo concluye en el 1801.
Entre los retratos individuales de importantes figuras tenemos que
nombrar el de Juan de Villanueva y el de Manuel Godoy.
Encargos religiosos:
Goya no es precisamente un pintor
religioso, pero decora dos sagrados
lugares. En Madrid, el interior de la
ermita de San Antonio de la Florida.
Vuelve a Andalucía, donde decora con
tres lienzos de tema religioso el oratorio
de la Santa Cueva en Cádiz.
El comienzo de las estampas grabadas:
Ejemplo de su gusto por lo oscuro son los
primeros grabados que realiza. La
insuperable obra gráfica de Goya se inicia
en 1799 con la serie Los caprichos,
concebida en forma de libro ilustrado. Son
80 grabados realizados con una técnica
mixta de aguafuerte, aguatinta y retoques
de punta seca. En conjunto conforman una
sátira sin piedad de los vicios y
debilidades sociales: la concentración del
poder, el abuso sobre los débiles, la
ignorancia y la superstición; en suma,
arremete contra la sinrazón y la injusticia.
«Volavérunt», grabado n.º 61. «El sueño de la
razón produce monstruos», grabado n.º 43.
Ambos de la serie de los Caprichos (1797-1799)
Santa Cueva, Cádiz
Ermita de San Antonio de la Florida, Madrid
5. Es interesante comentar que la mujer y los animales encarnan muchos de esos vicios sociales. Intenta analizar, como partidario del
progreso, la sociedad de la época como algo subdesarrollado, tradicionalista y opuesto al avance. Consciente de su arriesgada crítica y
para protegerse, dotó a las estampas de unos rótulos a veces precisos, pero otras veces imprecisos, sobre todo los que corresponden
a la crítica de la aristocracia y del clero. También en la ordenación y numeración de los grabados, Goya suavizó el mensaje dando una
ordenación ilógica. Si esta hubiese sido más adecuada, la censura y la crítica tendrían una lectura más explosiva y comprometedora
para él.
Aunque Goya había arriesgado, en el momento de su publicación, los Caprichos tenían el apoyo de sus amigos ilustrados en el poder.
Sin embargo, la caída del poder de Godoy y la ausencia de Jovellanos y Saavedra en el Gobierno precipitaron los acontecimientos.
Goya, que se había encargado de la producción y distribución de estos y quizás asustado por la posible intervención de la Inquisición,
retiró de la venta los Caprichos. Solo estuvieron a la venta catorce días.
Los asuntos de brujas:
Esta serie está conformada por seis obras de
pequeño formato, hechas por encargo para el
palacio de recreo de los Duques de Osuna.
Las más destacadas son Vuelo de brujas y
El aquelarre (1798). Se trata de una sátira
sobre creencias, siguiendo el ritual que se
creía, por aquel entonces, seguían las brujas.
Es una serie que destaca por ser paralela a
los caprichos, guardando relación con las
mismas tanto en el tema como en el diseño.
La guerra de la indepedencia (1808-1814):
La etapa es particularmente dura para el pintor, no solo por sus vivencias personales, sino por
la situación dramática que vive el país. Goya se encontró en una encrucijada ideológica. Sobre
su vida personal durante estos años: murió su esposa, Josefa Bayeu.
Los inicios de la guerra:
Permanece en Madrid, donde llega a presenciar los sucesos de mayo, que dejará inmortalizados
en dos de sus obras más famosas: Sucesos del 3 de mayo de 1808 y La carga de los mamelucos
en la Puerta del Sol, ambos terminados en 1814. En ellos ilustra la represión francesa a los
patriotas y la violencia del estallido popular.
Goya, como pintor de la Corte, nunca perdió su puesto, por lo que realiza encargos de los
revolucionarios y el mismo José I Bonaparte. Aquí cabe destacar Alegoría de la villa de Madrid,
un óleo sobre lienzo, pintado en 1809, cuando la capital estaba ocupada por los franceses. El
cuadro exhibía originalmente en un óvalo grande el retrato de José I.
6. Los desastres:
La invasión napoleónica y la guerra de la Independencia quedarán reflejadas también en los dramáticos 82 grabados al aguafuerte que
componen Los desastres. Es realizada entre los años 1810 y 1815.
Nadie como él había capturado la venganza, la crueldad y las consecuencias de una guerra de tal forma. El horror de la guerra se
muestra especialmente crudo y penetrante, recogiendo espantosas visiones de la contienda, reprobando la crueldad de ambos bandos.
Debemos destacar dos estampas: “Y no hay remedio”, la nº 15, por su complejidad*; y el n.º 30, «Estragos de la guerra», pues la
estampa ha sido vista como un precedente del Guernica: por el caos compositivo, la mutilación de los cuerpos y la fragmentación de
objetos y enseres situados sin orden en cualquier lugar del grabado.
*En este grabado se desarrolla un tema habitualmente representado en las estampas que se editaron durante la guerra y recién terminada esta,
los fusilamientos de patriotas, pero en este caso Goya lo hace de una forma muy especial. La diferencia de ese tipo de estampas patrióticas y
propagandísticas con la tan destacada de Goya es enorme, pues en ellas la escena de la ejecución no deja de ser un elemento anecdótico más en
el conjunto de una obra muy parecida a las vistas urbanas que se habían editado años atrás.
El título, iniciado con una conjunción copulativa, enlaza esta estampa de ejecuciones con la anterior, y es que, mediante el título, Goya constata
el fin inevitable que la guerra acarrea, la muerte. Por ello se ha convertido en un icono de la soledad del hombre ante la muerte. El artista expresa
con gran claridad la ejecución a la que asistimos como espectadores de primera fila, situando en primer plano al hombre que va a ser ajusticiado
y al fondo un pelotón de soldados franceses, claramente identificables por sus uniformes, que disparan sus fusiles sobre otro condenado.
El artista muestra en primer plano al hombre que va a ser ajusticiado y al fondo, los soldados franceses caracterizados por sus uniformes y
disparando a otros condenados. Se puede apreciar el contraste de los rostros de los condenados dramáticos con la falta de rostro de los soldados
enemigos, de quién solo vemos los uniformes y armas. Lo especial de la obra es la nueva forma de entender el tema como un proceso temporal:
primero, el que está esperando su ejecución en el centro, atrás, los que lo están siendo al fondo, y ante todos el que ya lo ha sido, este último con
un evidente parecido con el personaje ejecutado en la obra de Sucesos del 3 de mayo de 1808, tanto por su escorzo como por el rostro
ensangrentado.
Las referencias formales y expresivas de esta obra ponen de manifiesto el método de trabajo de Goya, caracterizado por una reelaboración de
recursos visuales ya utilizados en composiciones anteriores. A partir de esta secuencia temporal es posible también entender el título como una
referencia al protagonista central de la composición, para quien “no hay remedio”, como demuestran sus compañeros ya fusilados.
Por otra parte, la potente figura del condenado, destacada en blanco sobre la oscuridad y el poste al que está atada, enfrentada a las tres bocas
del fusil que asoman a la derecha constituyen una de las más violentas tensiones visuales de las que Goya hace gala en la serie. Las caras de los
tres condenados contrastan a su vez con la falta de rostro humano de los soldados franceses, de los que sólo vemos sus uniformes y armas. Con
esta obra Goya refleja el fin de la guerra (siempre el mismo), aun así no la acepta y expresa una de las estampas más oscuras, llena de tensión y
violencia, convirtiéndose en una "lucha" de la soledad del hombre ante la muerte.
Esta estampa es menor que la mayoría de la serie por la carencia de planchas de cobre en los años de la guerra, lo que obligó a Goya a reutilizar
las dos láminas en las que había grabado paisajes. Partiendo ambas láminas por la mitad, reutilizó sus dorsos para grabar cuatro desastres y de ahí
el menor tamaño de sus composiciones.
Sabiendo que "Los desastres" no fueron publicados en vida de Goya, constituye el único ejemplar completo contemporáneo que ha llegado a
nuestros días. Además de poder apreciarse la técnica natural, esta pintura se convierte en el modelo que el artista tomó para toda la serie.
7. el retorno de fernando vii:
La vuelta del rey Fernando VII significó la persecución de liberales. Muchos amigos de Goya se ven obligados a exiliarse y a él se le
reducen los cargos y encargos, ha perdido prestigio social por ser acusado de haber colaborado con el invasor. En el ánimo del pintor
pesan las consecuencias de la guerra y la decepción por la vuelta del absolutismo. Goya retrata al rey, pero siente miedo.
La tauromaquia:
Preso del desencanto, se refugia brevemente en el mundo de los toros y alumbra su
serie de grabados La tauromaquia, con la emoción de un viejo aficionado.
La Quinta del sordo:
El espejismo feliz de La tauromaquia se quiebra con una nueva enfermedad del pintor.
Sana y en 1819 compra una finca en la ribera del Manzanares, llamada la “Quinta del
sordo”; según muchos cronistas de la época, no por el artista, sino por su dueño
anterior que, dio la causalidad, también sufría de sordera.
Allí es donde buscará refugio y retiro. De noche, a la luz de las velas que coloca sobre
su sobrero, decora las paredes con un mundo de brujas, machos cabríos y oscuras
escenas. Son las expresionistas Pinturas negras (1820-1823), en las que tenemos
pinturas tan llamativas como Duelo a garrotazos, Saturno devorando a su hijo y la
versión oscura de El aquelarre, entre otros. se pintaron directamente sobre la pared
seca, no al fresco, y en la mezcla de los pigmentos se utilizó el óleo.
Antes de irse de España llevará a cabo Los Disparates, una serie —al parecer incompleta—
de 22 grabados realizados poco antes de abandonar definitivamente España. Se ha llegado
a considerar la serie de estampas de más difícil interpretación de las realizadas por el
pintor aragonés, pues en ella huye hacia lo misterioso y enigmático del subconsciente
humano. Asimismo, en su conjunto,
las estampas reúnen un variado
mundo imaginativo relacionado con
la noche, las visiones oníricas, el
carnaval y lo grotesco, que constituye
un enigma, tanto estampa por estampa como en su conjunto. De alguna forma, son
reflejo de la oscuridad y el mundo interior que muestran sus pinturas negras.
Todo empeora cuando es acusado de obsceno ante el Santo Oficio por la Maja
desnuda. La situación se hace excesivamente incómoda y busca exilio en Francia.
Se establece en Burdeos y, a pesar de contar con casi ochenta años, su actividad es
febril: pinta, estudia, investiga… Realiza su última obra, La lechera de burgos, en la
que su paleta de colores rejuvenece, vuelve a colores ya abandonados y con una
pincelada ancha anticipa, más que nunca, el impresionismo. Muere con 82 años.
Disparate n.º 13: «Modo de volar»