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L E W R O C K W E L L
CONTRA
EL ESTADO
UN MANIFIESTO
ANARCOCAPITALISTA
Traducido por Elsa Piñero Cotillas
ÍNDICE
PREFACIO.....................................................................................................................1
INTRODUCCIÓN. POR QUÉ SOY ANARCOCAPITALISTA......................5
1. LA GUERRA SISTEMÁTICA............................................................................13
2. GUERRA CONTRA LAS DROGAS................................................................63
3. EL ASALTO A NUESTRAS LIBERTADES....................................................75
4. LA GUERRA DE LOS BANQUEROS EN
ESTADOS UNIDOS: LA FED...............................................................................149
5. EL FASCIMO ESTADOUNIDENSE..............................................................163
6. ¿POR QUÉ NO UN GOBIERNO LIMITADO? ..........................................189
7. ¿CÓMO FUNCIONARÍA LA ANARQUÍA?..............................................207
LECTURAS ADICIONALES................................................................................225
1
PREFACIO
«ESTAS ÉPOCAS SON las que ponen a prueba el alma de
los hombres». Esto fue lo que dijo Thomas Paine en El
sentido común, el ensayo que provocó la Revolución de las
Trece Colonias. Nosotros nos enfrentamos a una época
similar. El gobierno estadounidense nos involucra en
guerras destructivas, costosas e ilegales. Bajo una mala
gestión del Sistema de la Reserva Federal (FED), el crédito
y el dinero están sujetos a presiones inflacionarias que,
como explica la teoría del ciclo económico de la Escuela
Austriaca, nos llevan a depresiones. El gobierno nos
somete a una aplastante presión fiscal. Nuestras libertades
civiles están sometidas a continuos asaltos y el gobierno
reivindica el derecho a matarnos sin ningún juicio previo.
La excusa del gobierno ante esto es la innecesaria «guerra
contra el terrorismo». Si no hubiéramos intervenido en el
extranjero, no habría una reacción terrorista contra
Estados Unidos. En cualquier caso, la amenaza se ha
exagerado extremadamente. Y como si esto no fuera
suficiente, el gobierno también ha hecho una dañina
«guerra contra las drogas» que manda a miles de personas
a la cárcel y discrimina a los negros.
Los asuntos tratados a nivel estatal y local no van
mejor. Supuestamente la policía debería protegernos,
pero, por el contrario, nos matan demasiado a menudo.
Los SWAT (Armas y Tácticas Especiales) en ocasiones van
a direcciones erróneas en sus descabelladas redadas en las
que matan y brutalizan a víctimas inocentes. Los
gobiernos locales y estatales se adueñan de nuestras
propiedades mediante la «expropiación». Esos gobiernos
también nos quitan nuestro dinero a través de los
impuestos. El sistema de escuelas estatales ha fallado
estrepitosamente. Subordina a sus jóvenes cautivos a un
2
adoctrinamiento obligatorio diseñado para hacerlos
dóciles ante los estragos del gobierno.
La lista podría continuar. Estos demonios no son
producto de un mal funcionamiento temporal en el
estado. Al contrario, el estado es por naturaleza malvado.
Como Franz Oppenheimer y su discípulo Albert Jay Nock
nos enseñaron, el estado empezó con violencia y siempre
ha sido un instrumento de violencia. Esto significa que un
grupo social puede explotar al resto. San Agustín dijo «Sin
justicia, ¿qué es el estado mas que un gran robo?» Sin
justicia—el estado por su propia naturaleza no puede ser
justo.
Si esto es así, la respuesta a la pregunta explicada
brevemente es obvia. Tenemos que deshacernos del estado
y reemplazarlo con organizaciones voluntarias. En lugar
de confiar nuestra protección a un estado depredador,
¿por qué no dejarlo en manos de la cooperación pacífica
de personas en un mercado libre?
Muchos lectores estarán a punto de llevarse las manos a
la cabeza. «Esto es anarquía», dirán. Tienen razón, pero
anarquía no significa lo que ellos creen. Mucha gente cree
que «anarquía» es un sinónimo de «caos». «La mera
anarquía se desata por el mundo», como dijo Yeats. Esto
no es lo que pensamos. La anarquía es, precisamente, lo
contrario al caos. Los anarquistas libertarios sostienen que
el libre mercado es la mejor forma de generar un orden
social pacífico y próspero.
En este libro vamos a ver cómo una sociedad anarquista
puede resolver nuestros mayores problemas sociales.
Exceptuando a un pequeño grupo de explotadores, todos
estaríamos mejor si viviéramos en un sistema anarquista.
Para plantear nuestro caso, nos vamos a basar en gran
medida en el trabajo pionero de Murray Rothbard que
combinó las mejores características de la Economía
Austríaca y la tradición anarcoindividualista del siglo
diecinueve en una síntesis únicamente poderosa. En obras
3
como Poder y mercado, La ética de la libertad y Hacia una
nueva libertad, nos muestra como funcionaría un sistema
anarquista.
Para hablar sobre anarquismo, tenemos que atender a
una objeción que probablemente les surgirá a muchos
lectores. Si el estado gestiona mal la economía, nos oprime
domésticamente y nos involucra en guerras innecesarias,
¿por qué no acabamos simplemente con estos programas?
¿Por qué no reformamos el gobierno constitucional
limitado? ¿No es el anarquismo una respuesta demasiado
drástica? Veremos que esta respuesta popular es
inadecuada. El gobierno no puede ser limitado. De hecho,
hacer que el gobierno sea más «democrático» no es la
respuesta tampoco. Como Hans Hoppe nos mostró en su
clásico contemporáneo Monarquía, democracia y orden
natural, la democracia es parte del problema, no la
solución.
Vamos primero a proceder a analizar con más detalle
los desastrosos programas de los que es responsable el
Gobierno Estadounidense y después daremos la respuesta
anarquista a esos problemas.
4
5
INTRODUCCIÓN
POR QUÉ SOY
ANARCOCAPITALISTA
Actualmente, un gran número de personas —más que
nunca, probablemente— se definen como defensores del
libre mercado a pesar de la constante propaganda que
existe en su contra. Y es genial. Sin embargo, a esas
declaraciones de apoyo siempre les sigue el inevitable
‘pero’: pero necesitamos un gobierno que nos proporcione
seguridad física y resolución de conflictos, los servicios
más cruciales de todos.
Casi sin lugar a duda, la gente que en lo demás apoya al
mercado, quiere asignar al gobierno la producción de los
bienes y servicios más importantes. Muchos apoyan un
monopolio gubernamental o delegado por el gobierno
sobre la producción de dinero, y todos apoyan un
monopolio gubernamental sobre la producción de
servicios legales y de protección.
Esto no quiere decir que estas personas sean estúpidas
o necias. Casi todos hemos pasado por un periodo de
gobierno limitado —o «minarquista»— y esto es
simplemente porque nunca se nos ha ocurrido examinar
nuestras premisas detenidamente.
Para comenzar, unos cuantos principios básicos nos
deberían hacer cuestionarnos que demos por hecho que la
actividad gubernamental es conveniente:
• Los monopolios (entre los que el gobierno es un
gran ejemplo) derivan en precios más altos y servicios
de peor calidad a largo plazo.
• El sistema de precios del libre mercado controla
constantemente los recursos, de tal manera que los
deseos de los consumidores se satisfacen de la manera
6
menos costosa en lo que respecta a oportunidades
perdidas.
• El Gobierno, en cambio, no se puede «dirigir como
una empresa», como explicó Ludwig von Mises en La
Burocracia. Sin el test de ganancias y pérdidas, con el
que la sociedad ratifica la toma de decisiones, una
agencia gubernamental no tiene ni idea de qué
producir, en qué cantidades, en qué lugar ni qué
métodos utilizar. Cada decisión es arbitraria, de manera
totalmente análoga al problema al que se enfrenta la
junta de planificación socialista (como trata Mises en su
famoso ensayo El cálculo económico en la comunidad
socialista).
En otras palabras, cuando se trata del suministro de
cualquier cosa por parte del gobierno, tenemos razones
fundadas para esperar poca calidad, precios altos y una
distribución arbitraria y realizada con un gran despilfarro
de los recursos.
Existen otras muchas razones por las que el mercado, el
ámbito en el que las interacciones voluntarias entre
individuos suceden, se merece el beneficio de la duda por
encima del estado. No deberíamos asumir que este es
indispensable sin haber investigado primero seriamente
sobre el nivel al que podrían convivir la ingenuidad
humana y la armonía económica del mercado sin el
estado. Por ejemplo:
• El estado adquiere sus ingresos atentando contra
individuos pacíficos.
• El estado fomenta que la gente crea que existen dos
tipos de normas morales: un tipo de normas que
aprendemos cuando somos niños, que involucra la
abstención de violencia y robo. Otro tipo que solo se
aplica al gobierno, que puede agredir a individuos
pacíficos en todos los sentidos.
• El sistema educativo, dominado por el Estado,
alienta a la gente a considerar la conducta predatoria
7
del gobierno como moralmente legítima y el mundo del
intercambio voluntario como moralmente sospechoso.
• El sector público está dominado por intereses
específicos que presionan para conseguir beneficios
especiales a expensas de la población en general,
mientras que en el sector privado solo se consigue el
éxito cuando se agrada al ciudadano de a pie.
• El deseo de contentar a grupos de presión
organizados casi siempre supera al deseo de agradar a
la gente a la que le gustaría que se redujeran los gastos
del gobierno (y la mayoría solo los quiere reducidos
ligeramente).
• El poder judicial en Estados Unidos ha tomado
decisiones absurdas, con poca conexión o ninguna al
propósito original, desde hace más de dos siglos.
• Los gobiernos enseñan a sus súbditos a agitar
banderas y cantar canciones en su honor, solo así
contribuyendo a la idea de que resistirse a sus
expropiaciones y su grandeza es traición.
La lista podría continuar indefinidamente.
Es entendible que la gente quizá no entienda cómo la
Ley, que asumen que debe darse de forma vertical, puede
emerger en ausencia de Estado, a pesar de que existe gran
cantidad de obras históricas que demuestran precisamente
todo esto. Pero si el gobierno siempre hubiera
monopolizado la producción de cualquier bien o servicio,
podríamos escuchar las aterradas objeciones si se hablara
de privatizarlos. Si el gobierno tuviera el monopolio de la
producción de bombillas, por ejemplo, nos dirían que el
sector privado no puede producir bombillas. Los críticos
insistirían, el sector privado no producirá el tamaño y
voltaje que la gente quiere. El sector privado no producirá
las bombillas especiales que se necesitan en un sector de
mercado limitado ya que no podrán obtener beneficio de
su venta. El sector privado producirá bombillas peligrosas
que pueden explotar. Y un largo etcétera.
8
Como siempre hemos vivido con la producción privada
de bombillas, estas objeciones nos pueden parecer
irrisorias. Nadie querría que ocurriera ninguna de estas
situaciones de las que nos han avisado estas hipotéticas
críticas, por lo que el sector privado, obviamente, no las
produciría.
La realidad es que las fuentes competitivas del derecho
han estado lejos de la infrecuencia en la historia de la
civilización occidental. Cuando el rey comenzó a
monopolizar las funciones legales, no lo hizo por un deseo
abstracto de establecer el orden, que ya existía, sino
porque recaudaba tasas cada vez que se escuchaban casos
en las Cortes Reales. Las ingenuas teorías de interés
público del gobierno, que ninguna persona sensata se
creería en otro contexto, no se vuelven persuasivas de
repente aquí.
A Murray N. Rothbard le gusta citar a Franz
Oppenheimer, que identifica dos maneras de adquirir
riqueza. El significado económico de riqueza implica
enriquecerse mediante intercambios voluntarios: crear
algún bien o servicio por el que la gente esté dispuesto a
pagar. El significado político, dice Oppenheimer, implica
«la apropiación no correspondida del trabajo de otros».
¿Cómo vemos al Estado en el campamento
rothbardiano? No lo vemos como el proveedor
indispensable de la ley y el orden, o la seguridad, o los
llamados «bienes públicos». (Toda la teoría de bienes
públicos está basada en falacias). Más bien, el Estado es
una institución parasitaria que vive de la riqueza de sus
sujetos, escondiendo su naturaleza predatoria y antisocial
tras una fachada de interés público. Esto es, según dijo
Oppenheimer, la organización de los medios políticos
sobre la riqueza. «El Estado», escribió Rothbard,
es esa organización en la sociedad que intenta mantener
un monopolio del uso de la fuerza y la violencia en un
determinado territorio; en especial, es la única
9
organización en la sociedad que no obtiene sus ingresos
mediante la contribución voluntaria o el pago de servicios
prestados, sino a través de la coerción. Mientras que otros
individuos o instituciones obtienen sus ingresos
produciendo bienes y servicios y vendiéndolos de manera
pacífica y voluntaria a otros, el Estado obtiene sus ingresos
mediante el uso de la coacción; amenazado con la cárcel y
la bayoneta. Al usar la fuerza y la violencia para conseguir
su rédito, el Estado continúa regulando y dictando el resto
de acciones de los sujetos individuales. […] El Estado
proporciona un canal legal, ordenado y sistemático para la
depredación de la propiedad privada; hace que la vida de la
casta parasitaria en la sociedad sea segura y relativamente
«pacífica». Al preceder siempre la producción a las
conductas predatorias, el mercado libre es anterior al
Estado. El Estado nunca se ha creado bajo un «contrato
social»; siempre ha surgido de la conquista y la
explotación.
Si ahora esta descripción del estado es verdadera, y yo
creo que tenemos buenas razones para creer que lo es, ¿es
limitarlo posible o incluso deseable? Antes de desechar la
posibilidad completa, ¿no deberíamos considerar al menos
si sería posible vivir sin él? ¿Debería ser el mercado libre,
el área de cooperación voluntaria, el gran motor de la
civilización que sabemos que puede ser?
Volvamos a la Constitución y a los Padres Fundadores,
dice la gente. Esto sería una mejora, no cabe duda, pero la
experiencia nos ha enseñado que «gobierno limitado» es
un equilibro inestable. Los Gobiernos no tienen ningún
tipo de interés en ser limitados cuando pueden aumentar
su poder y riqueza al ampliar su alcance.
La próxima vez que insistas en que necesitamos un
gobierno limitado pregúntate a ti mismo por qué nunca
jamás se ha mantenido así. ¿No estarás persiguiendo a un
unicornio?
10
¿Y que hay de «la gente»? ¿Podemos confiar en ellos
para que el gobierno se mantenga limitado? La respuesta a
esta pregunta está en tu entorno.
Al contrario del minarquismo, el anarcocapitalismo no
tiene esperanzas irracionales en la sociedad. El
minarquista tiene que intentar encontrar una manera para
persuadir a los ciudadanos de que crean que, aunque el
estado tiene el poder de redistribuir la riqueza y financiar
bonitos proyectos que le gustan a todo el mundo, no
debería. El minarquista tiene que explicarles, uno por uno,
el problema de cada posible intervención estatal, mientras
que al mismo tiempo los intelectuales, las universidades,
los medios de comunicación y la clase política se ponen de
acuerdo contra él para transmitir justo el mensaje opuesto.
En lugar de requerir la infructuosa charla de enseñarle
a todo el mundo qué son las subvenciones agrícolas, cuál
es el problema de rescatar a la Reserva Federal, cuál es el
problema del complejo militar-industrial, cuál es el
problema del control de los precios —en otras palabras, en
vez de intentar enseñar a todos los estadounidense el
equivalente a tres grados en economía, historia y filosofía
política— la sociedad anarcocapitalista tan solo espera de
la sociedad que conozca las ideas morales comunes para
todo el mundo: no hagas daño a personas inocentes y no
robes. Todoen lo que creemos deriva de estos simples
principios.
Siempre se habla mucho de las objeciones más
frecuentes y obvias — p.ej., ¿No caerá la sociedad en un
conflicto violento cuando las bandas armadas peleen por
su territorio? ¿Cómo se resolverían las disputas cuando mi
vecino elige a un árbitro y yo elijo a otro? Un ensayo
corto no puede responder todas estas objeciones, así
que os remito a la bibliografía anarcocapitalista de
LewRockwell.com (LRC) reunida por Hans-Hermann
Hoppe.
11
Hay un chiste que se ha repetido mucho en los últimos
años: ¿cuál es la diferencia entre un minarquista y un
anarquista? Respuesta: seis meses.
Si valoras el criterio, la consistencia y la justicia, y te
opones a la violencia, el parasitismo y el monopolio, no
tardarás tanto tiempo. Empieza a leer y comprueba a
dónde te llevan las ideas.
12
13
1
LA GUERRA SISTEMÁTICA
El objetivo principal de la política exterior
estadounidense es imponer la voluntad de la élite
dirigente sobre el resto del mundo. Al hacerlo, hemos
causado una enorme cantidad de muertes y destrucción
sin ninguna justificación moral. Cuando era Secretaria de
Estado, Madeleine Albright expresó la postura de la élite
estatal estadounidense con una claridad escalofriante. En
el programa 60 Minutes el 12 de mayo de 1996, Lesley
Stahl le preguntó a Albright sobre las sanciones
económicas que EEUU estaba imponiendo al régimen de
Sadam Husein en Irak. Stahl preguntó: «Hemos escuchado
que medio millón de niños han muerto. Quiero decir, esos
son más niños que los que murieron en Hiroshima.
¿Merece la pena pagar ese precio?» y Albright contestó:
«creemos que el precio merece la pena».
Su fragrante desprecio por la vida humana hace que
abordar la pregunta sea aún más urgente, cuándo se
podría justificar que una sociedad entre en guerra. Una
respuesta es el pacifismo —la guerra no está nunca
justificada. Esta posición dice mucho por sí misma y es
mucho mejor que nuestra política belicista. Este no fue el
punto de vista que adoptó Murray Rothbard. El problema
principal con el pacifismo absoluto se puede ver en esta
frase de Hilaire Belloc: «Pale Ebenezer creía que estaba
mal pelear/Pero Roaring Bill (quien lo mató) pensó que
estaba bien». Si alguien te ataca directamente no te
quedará otra alternativa que contraatacar.
Contraatacar —esa es la clave de la posición en la que
cree Rothbard. A no ser que nos encontremos ante un
ataque directo, la guerra no está justificada. El resultado es
14
que la guerra no es casi nunca moralmente aceptable.
Aquí Rothbard sigue la tradición de la guerra justa
desarrollada por S. Agustín, S. Tomás de Aquino y
después pensadores como Francisco Suárez y Hugo
Grotius.
El Cardenal Charles Journet en su The Church of the
Word Incarnate señalaba: «Después de leer las
especificaciones [de las condiciones para una guerra justa]
deberíamos preguntar cuántas guerras han sido
completamente justas. Probablemente se puedan contar
con los dedos de una mano». El gran teólogo católico y
Murray Rothbard están completamente de acuerdo en este
punto. Para Rothbard,
Solo ha habido dos guerras en la historia de Estados Unidos que
fueron, bajo mi punto de vista, incuestionablemente propias y
justas; no solo porque la otra parte libró una guerra clara y
notablemente injusta. ¿Por qué? Porque no tuvimos que
preguntarnos si una amenaza contra nuestra libertad y
propiedad estaba clara o presente; en ambas guerras los
estadounidenses intentaban deshacerse de la dominación de
otras personas. Y en ambos casos, la otra parte intentó
ferozmente mantener el coactivo poder sobre los
estadounidenses. En cada caso, una parte—«nuestra parte» si
queréis llamarla así—era especialmente justa, la otra parte
—«su parte»—injusta. Para ser más específicos, las dos guerras
justas en la historia americana fue la Revolución de las Trece
Colonias y la Guerra Civil.
Por si esto no fuera suficiente para condenar las
guerras, también tenemos que tener en cuenta la nueva
condición por la posesión de armas nucleares.
Pío XXI condenó las «guerras agresivas» (usando este término
en un sentido técnico para referirse a las guerras de reparación o
castigo), y John XXIIII condenaba las guerras de reparación:
«Cuesta imaginar que la era atómica de la guerra podría ser un
medio digno para restablecer los derechos violados».
15
¿Cómo se podría comparar la actual política
estadounidense con los requisitos tradicionales de la
guerra justa, interpretado desde el punto de vista de
Rothbard? Decir «no muy bien» sería un eufemismo.
Primero vamos a fijarnos en la Guerra de Irak que George
Bush comenzó en 2003. ¿Por qué intervino Estados
Unidos?
Una de las principales razones era la presión de un
grupo que ejerce más y más influencia en la política
exterior de Estados Unidos—los neocón. Paul Wolfowitz,
William Kristol, Robert Kagan y muchos otros no estaban
satisfechos con la política exterior estadounidense.
Expusieron sus planes en un importante libro de Kristol y
Lawrence Kaplan, The War Over Iraq: Sadamm’s Tiranny and
America’s Mission, publicado en 2003. Esos autores neocón
decían que la política exterior debe evitar el «realismo».
Los realistas estaban a favor de trabajar dentro de la
tradición del equilibrio del poder de la diplomacia
europea. «Esto a su vez llevó a las recomendaciones clave
realistas: un Estado debe limitarse a proteger sus
“intereses vitales” para que no perturbe el equilibrio del
poder».
Una política exterior realista no va a dudar en aliarse, si
las condiciones lo requieren, con un estado
antidemocrático, pero esto ataca el corazón de las ideas de
Kaplan y Kristol. La clave de su acercamiento es que
Estados Unidos debería embarcarse en una cruzada por
todo el mundo por la democracia. Hacer esto, afirman,
daría como resultado un mundo en paz.
Sostienen que el «valor estratégico de la democracia se
refleja en la verdad de las políticas internacionales: Muy
rara vez las democracias entran en una guerra entre ellas».
Dada esta premisa, ¿no es la conclusión obvia? Si
simplemente se estableciera la democracia en todas partes,
el milenio está al alcance de la mano.
16
La democracia debería propagarse por todo el mundo,
peor hay un área que es más importante para los neocón
—Oriente Medio. Kaplan y Kristol odian todos los
sistemas políticos del mundo árabe y proponen
remplazarlos: «A día de hoy no hay tan solo un estado
árabe que pueda considerarse que sea una democracia.
[…], pero fundamentar la democracia en Oriente Medio
no es un asunto de egoísmo nacional. Se ha convertido en
un asunto de bienestar nacional, incluso supervivencia».
En particular, el gobierno monárquico de Arabia Saudí
debe desaparecer. ¿Por qué no remplazarlo como un
aliado estadounidense por un Irak democrático? «A su
vez, la experiencia iraquí de un régimen democrático
liberal podría aumentar la presión que ya sienten los
mulás de Teherán. […] Irak podría remplazar a Arabia
Saudí como el principal aliado de Estados Unidos y de
fuente de petróleo en la región».
Por lo tanto, Estados Unidos debería atacar a Sadam
Husein —hay que recordar que lo escribieron antes de que
comenzara la invasión. Increíblemente Kaplan y Kristol
predijeron que los iraquís los recibirían con los brazos
abiertos. Después podrían empezar las guerras
preventivas contra otras dictaduras.
En la ley internacional, la práctica internacional y en la historia
estadounidense hay un amplio precedente para las doctrinas de
prevención. […] Los orígenes de este concepto surgieron con el
padre de las leyes internacionales, Hugo Grotius, que en siglo
diecisiete escribió: «Es lícito matar a quien se está preparando
para la guerra».
Obviamente, ahora sabemos que Bush y su
administración mintieron cuando hablaron de «armas de
destrucción masiva». Nadie fue capaz de encontrarlas y
Bush después tuvo un mal gusto extremo, pero
característico, al mentir sobre esto. Pero se suele pasar por
alto un punto importante. Incluso si las historias sobre las
17
armas hubieran sido ciertas, ellos no hubieran justificado
una guerra preventiva estadounidense para deshacerse de
ellas.
¿Por qué no? Oliver O’Donovan, uno de teólogos
morales más importante de la Iglesia de Inglaterra, resalta
un punto vital. Si tenemos en cuenta su percepción,
podremos comprender por qué la invasión de Irak es una
guerra injusta.
O’Donovan, un erudito de gran formación, cita un
pasaje de Hugo Grotius que deja claro cómo la teoría
clásica de la guerra justa responde a nuestras preguntas:
Grotius aprueba la guerra defensiva contra inuria non facta,
«mal no cometido», aunque con esta estricta calificación: El
peligro puede ser inmediato, […] aquellos que aceptan el miedo
de cualquier tipo como justificación para la amenaza preventiva
se engañan a sí mismos y engañan a los demás.
Como «Teoría de la paz democrática», el erudito en
relaciones internacionales Christopher Layne resalta:
La Teoría de la paz democrática es probablemente la «teoría»
más sobrevalorada y con menos respaldo jamás confeccionada
por los académicos estadounidenses. De hecho, no es ni siquiera
una teoría. En cambio, es una teología que encaja con la
arrogancia de los seguidores del Wilsonialismo —especialmente
los neoconservadores que han defendido el Imperio Americano
desde principios de 1990.
¿Cuáles han sido los resultados a nuestros esfuerzos
para inculcar en Irak los «beneficios» de la democracia?
Hay algo de lo que los estadounidenses no hablan: la vida
de los iraquís o, mejor dicho, la muerte de los iraquís. Es
interesante ya que vivimos en una época de extremo
multiculturalismo y preocupación global. Nos encantan
los trabajadores humanitarios internacionales, viajar como
misionero a otros países, llorar por la mala situación de
18
aquellos que sufren por el hambre y enfermedades, nos
hacemos voluntarios para que Ecuador pueda tener
instalaciones de fontanería, llevamos mosquiteras a
Ruanda, agua limpia a Malaui, Derechos Humanos a Togo
y medicina a Bangladesh.
Pero cuando «nosotros» causamos la catástrofe, de
repente solo hay silencio. Hay algo curioso, sospechoso e
incluso desleal sobre una persona que insistiera en la
muerte de iraquíes desde la invasión estadounidense en
2003. Quizá una persona que llorara por Irak es realmente
un simpatizante terrorista. Al fin y al cabo, la mayoría de
las muertes son el resultado de la «violencia sectaria» y
son quienes pueden evitar que las sectas islámicas se
maten entre ellas. Mejor que se maten entre ellos a que nos
maten a nosotros, ¿no?
Ha llegado el momento en el que nos paremos a pensar
sobre los números, aunque los militares estadounidenses
hayan decidido que contar los cuerpos no merece la pena.
Este es el espeluznante resultado: más de un millón de
personas han sido asesinada en Irak desde la invasión de
EEUU, de acuerdo con Opinion Research Business, una
empresa de votación de gran reputación de Reino Unido.
Sí, otras estimaciones son menores, pero os deberíais
impresionar con lo que han encontrado. Suena muy
creíble.
En Bagdad, donde la presencia de EEUU es más
pronunciada, cerca de la mitad de los vecinos informan
que han perdido a un miembro de la familia en un ataque
de cualquier tipo. La mitad de los muertos ha sido por
heridas de bala, un quinto por coches bomba y un décimo
por bombas aéreas. El número total de muertos sobrepasa
el genocidio tan mediático de Ruanda en 1994.
Apartando los sorprendentes detalles, lo que a mí me
llama la atención es el número de muertes que no son ni
suní ni chií. También es sorprendente que cuanto más te
alejas de la actividad de las tropas estadounidenses, más
19
pacífico es el lugar. Los estadounidenses piensan que
están trayendo la paz a Irak, pero los datos nos muestran
que lo único que estamos trayendo es sufrimiento y
muerte.
Si alguna vez has perdido a un miembro de tu familia,
sabes que tu vida no vuelve a ser la misma nunca. Causa
traumas de todo tipo, religiosos, sociales y maritales. Ya es
suficientemente malo perder a un miembro de tu familia
por algún tipo de enfermedad. ¿Qué hay de una muerte a
sangre fría, o por un coche bomba, o por una bomba
aérea? Esto nos infunde un sentimiento de furia y
motivación para la represalia.
Estamos hablando de 1,2 millones de personas que han
sido asesinadas de alguna de estas maneras y no se
incluye el número de personas que mataron durante la
propia invasión por haber intentado oponerse a la
invasión de tropas extranjeras; o los 500 000 niños y
ancianos que mataron las sanciones anti civiles de EEUU-
ONU en los pasados 10 años.
EEUU desencadenó el derramamiento de sangre en Irak
que es raramente conocido en países que consideramos
violentos y asolados por la guerra civil. Es increíble pensar
que esto ha ocurrido en lo que hasta hace no tanto era un
país liberal y civilizado. Este era un país que tenía
problemas con la inmigración, particularmente entre las
clases cultas y talentosas. Iban a Irak porque era el
representante árabe más cercano al estilo occidental de la
sociedad que se podía encontrar en el área.
Fue EEUU quien convirtió este país en un campo de
batalla. ¿Por qué no lo aceptamos? ¿Por qué no aceptamos
nuestra responsabilidad? La razón tiene que ver con algo
misterioso llamado nacionalismo, lo que hace una religión
ideológica en las guerras de la nación. Somos liberadores
divinos. Ellos son terroristas demoniacos. Da igual la
cantidad de datos o información contraria, esta no va a
hacer mella en esta fe irreligiosa. Así es en cada país y
20
siempre lo ha sido. Esta en la inteligencia ciega que
general la guerra.
Esta ceguera es siempre inexcusable, pero quizá más
entendible en tiempos en los que la información estaba
severamente restringida, cuando los límites tecnológicos
nos prohibían saber la verdad completa en el momento.
¿Qué excusa tenemos hoy en día? Nuestra ceguera no es
tecnológica, es ideológica. Siempre somos los buenos, ¿no?
Cada nación piensa eso de sí mismo, pero la libertad es
para aquellos que se arriesgan a pensar de una manera
crítica.
El proyecto estadounidense de conseguir que en Irak
haya una sociedad libre no podría haber funcionado. ¿Por
qué no? Porque una sociedad libre necesita un libre
mercado y el régimen estadounidense de conquista estaba
fundado es un plan socialista del Estado.
¿Así que crees que EEUU fue a Irak para terminar con
una dictadura peligrosa y establecer la Democracia? Bien.
Los militares de EEUU han tenido un trabajo un poco más
difícil que ese. Este es intentar construir una economía,
algo que ningún estado en la historia del mundo lo ha
conseguido sin la asistencia de un mercado activo.
Faluya, Irak no tiene ninguna economía de la que
hablar. EEUU lo bombardeó hace unos años. No tiene ni
siquiera agua potable. Está lleno de ruinas. Hay algo de
electricidad cuatro horas al día, pero no puedes contar con
ello porque no se sabe ni qué cuatro horas del día serán.
Para por un momento y piensa cómo sería tu vida en esas
circunstancias.
Los militares estadounidenses tienen la responsabilidad
de reconstruirlo, como han hecho por todo Irak, donde el
90% de los proyectos han sido retrasados. Pero en Faluya,
EEUU ha prometido que antes de otoño, el 80% de las
casas tendrán agua potable. Más inverosímil, EEUU ha
prometido que llevará conexión inalámbrica a internet
21
para todo el mundo. Simplemente no bebas agua mientras
que navegas por internet.
¿Cuánto va costar todo esto? Oh, un par de cientos de
millones. O quizá miles de millones. Te contaremos una
vez que se haya hecho.
La distribución del agua depende de la electricidad y
por alguna razón EEUU no ha conseguido hacer que las
centrales generadoras funcionen correctamente para que
la electricidad sea accesible. La gente compra sus propios
generadores, pero estos necesitan gasolina. Hay escasez de
gasolina debido a varios factores: los maestros del
universo que acabaron con Sadam no han conseguido
procesar el petróleo del suelo y llevarlo a los mercados y el
gas que hay solo se puede vender a precios muy bajos y
controlados. EEUU hace cumplir esos controles arrestando
a los vendedores de gas del mercado negro.
Ahora hay problemas generales y específicos con la
planificación centralizada que EEUU está llevando a cabo
en Irak. El problema general aflige a todas las
planificaciones socialistas. Pensad en el plan de Stalin para
hacer llegar la electricidad a Ucrania, un movimiento
«progresista» como el plan de Bush para modernizar Irak.
Era un desastre detrás del otro, todo respaldado por
despotismo político y muerte.
¿Por qué no funciona la planificación socialista
centralizada? Los medios de producción no se mantienen
en privado, por lo que no puede haber mercados de
intercambio para ellos y, por lo tanto, no se han
establecido relaciones de cambio. Esto significa que no
existe una manera de calcular los beneficios y las pérdidas.
Sin pérdidas y beneficios no hay manera de determinar los
intercambios asociados a las alternativas del uso de
recursos. Esto quiere decir que no hay economía en el
sentido literal del término.
Digamos que solo hay una cantidad limitada de
gasolina. ¿Debería ser utilizado para transportar
22
escombros, ejecutar equipos de construcción para instalar
plantas de energía o usarlo para transportar materiales
para construir colegios nuevos y carreteras? No hay una
manera de determinar el mérito relativo de esas opciones.
Todo es lo mismo para cada recurso. ¿Qué es prioritario?
Acaba siendo una decisión arbitraria de la planificación
centralizada. En este caso, la arbitrariedad concluye con
los habitantes de Faluya pudiendo ver videos caseros en
Youtube, pero no pueden beber agua sin adquirir una
infección mortal. La analogía con Ucrania es inevitable:
electrificación en medio del hambre.
El problema de los precios, o el problema de cálculo,
como lo llamaba Ludwig von Mises, siempre y en
cualquier lugar condenará cualquier intento de
planificación centralizada.
Hace imposible incluso llevar a cabo proyectos desde la
primera a la última fase de producción ya que cada bien
económico requiere muchas fases de producción. Al fin y
al cabo, incluso con toda la policía secreta y ejército que
tenía Stalin, no podían ni producir decentemente un
cultivo de grano. El proceso de producción es demasiado
complicado para que la burocracia gubernamental lo lleve
a cabo.
Los problemas específicos de la ley marcial de la
planificación centralizada están relacionados con la
manera en la que EEUU ha decidido hacer negocio. El
Gobierno ha contratado la mayoría de su trabajo ha
corporaciones privadas. De los 18 mil millones de dólares
que el Congreso de EEUU ha designado desde 2003, 90
por ciento se ha dirigido a constructores privados.
Esto puede (o no) aumentar la eficiencia, pero la
estrategia no supera los problemas de cálculo. La decisión
sobre lo que se debería construir, cómo, cuándo y por
cuánto (el corazón de los problemas económicos) la sigue
tomando el Gobierno, no las empresas privadas. Lo que
construye la entidad contratante no le pertenece ni puede
23
venderlo. Solo puede hacer lo que se le dice y recoger el
cheque.
Por lo tanto, la «privatización» de la construcción en
Irak no es un paso hacia delante para la economía de
mercado, al contrario de lo que la derecha dice
(elogiándolo) o lo que dice la izquierda (para condenarlo).
Solo consigue añadir una capa más al problema, el
problema de la prevaricación y la corrupción que sucede
con el proceso de toma de decisiones de quién o qué va a
recibir el dinero.
Mises escribió en 1920 que podía predecir con confianza
el futuro del Socialismo Soviético:
Habrá cientos y miles de empresas operando. Muy pocas de
estas producirán mercancía lista para el uso; en la mayoría de
casos lo que se manufacturará serán bienes inacabados y la
producción de bienes. Todas estas preocupaciones estarán
interrelacionadas. Cada bien pasará por una serie de fases antes
de que esté listo para su uso. En el incesante trabajo y esfuerzo
de este proceso, la administración no tendrá ningún medio de
probar sus rodamientos. Nunca se podrá determinar si el
proceso de la producción de un bien ha tomado un periodo de
tiempo innecesario, o si el trabajo y el material empleado en el
desarrollo no ha sido en vano.
A pesar de estos problemas económicos en la ocupación
de Irak y de los terribles costes de la Guerra de Irak, ¿no
merecen los neocón y los legisladores estadounidenses
reconocimiento por derrocar el gobierno de Sadam
Husein? No, claro que no—simplemente han remplazado
una tiranía local por una extranjera.
Query: ¿Qué lecciones han enseñado los asesinatos en
masa, la destrucción, el derramamiento de sangre y hacer
la vida de los ciudadanos un infierno al Gobierno de
EEUU sobre la Guerra de Irak? Ninguna. O prácticamente
ninguna. O quizá han aprendido un poco de algo. En
cualquier caso, se necesita aprender que EEUU no es
24
precisamente Dios en la Tierra y que hay algunos límites
que ni los ríos de sangre pueden cumplir.
Las siguientes palabras son del 22 de diciembre de 2004
y se publicaron en el periódico Wall Street Journal:
Los atrevidos ataques de las bases militares estadounidenses en
Irak dejaron ayer por lo menos 22 muertos, incluyendo 15
soldados estadounidenses, reaviva el candente debate sobre si la
presencia de EEUU está convirtiéndose en un impedimento en
el progreso para conseguir un gobierno estable allí. […] Existe
un pensamiento cada vez más fuerte entre los funcionarios de
soldados de mayor rango que se basa en que la presencia de
EEUU en el país ayuda a provocar la sublevación en vez de
combatirla. Estos funcionarios argumentan que las tropas
estadounidenses podrían estar minando la legitimidad del
gobierno interino iraquí y creando la impresión de que una
ocupación impopular continuará indefinidamente.
Un comentario como este solo puede sorprender a
gente que tiene las ideas claras respecto a la Guerra de
Irak. El derramamiento de sangre comenzó en 2003 y
apenas 2 años después solo unos cuantos sugerían lo
increíblemente obvio. La Guerra contra el Terrorismo
comenzó incluso antes de 2003, una guerra que ha llevado
a que el terrorismo crezca y confirme la opinión de
aquellos que han acabado diciendo que EEUU amenaza al
mundo.
Pero aquellos que se sorprenden a leer el anterior
párrafo, que creen que es controvertido sugerir que la
guerra está teniendo el efecto opuesto del que se
pretendía, los que se dan cuenta de que la presencia de
EEUU no es una fuerza liberadora, sino desestabilizadora,
para llegar a la conclusión de que el progreso está siendo
cohibido en vez de fomentado por la ocupación, esa gente
por desgracia se encuentra atrapada en lo que solo puede
considerarse una ilusión intelectual.
25
Y ahí es precisamente donde se encuentra el sistema
estadounidense, en particular el ala conservadora. No han
querido creer que el uso de la fuerza no generaría
sublevación por parte de la población. Al hablar de los
errores cometidos en la guerra, ellos los achacan a que no
ha habido suficiente masacre y destrucción, no que haya
habido demasiada. Su consejo constante ha sido que hay
que matar más, destruir más, mostrar cada vez más
determinación y ser menos aprensivo con los inocentes
asesinados.
¿Qué paralelismos históricos existen para aquellos que
creen que la guerra libera, pacifica e inspira una región
para conseguir la libertad? Algunos piensan en los
soldados romanos que marchaban y mataban en nombre
de la civilización. Y ahí no está exactamente en
paralelismo porque al Imperialismo Romano le faltaba
unas bases ideológicas que condujeran al fanatismo
expuesto aquí. Un paralelismo mejor serían los
bolcheviques, convencidos de que el nuevo amanecer
llegaría cuando las clases capitalistas y sus descendientes
fueran eliminados.
Es cierto que mucho de las personas que apoyan la
Guerra de Irak son mentirosos manipuladores y sádicos
que les gusta cómo la guerra les mantiene a ellos y a los
patrones al mando. Otros seguidores vienen de las clases
de comerciantes que apoyan el beneficio que se generaría
con los contratos de reconstrucción y la venta de
productos relacionados con la guerra (aunque está siendo
más difícil encontrar empresas privadas que estén
dispuesta a arriesgarse en Irak).
Aun así, sigo creyendo que la raíz de todos estos
problemas son errores intelectuales. Existe algo en el
corazón de la cultura estadounidense que creemos que
todo el mundo estaría encantado de estar liderado por
nosotros. Parece que tenemos grandes dificultades para
simpatizar con las víctimas de las políticas sociales
26
estadounidenses. Además, la vida moderna parece que
nos enseña que la fuerza es la respuesta a todos los
problemas. Estas son las bases de todas las políticas de
interior recomendadas por la derecha y la izquierda. La
Guerra de Irak es simplemente una extensión de este
modelo.
El problema con el error intelectual es que siempre
choca con la realidad de la libre voluntad. Todos los seres
humanos en cualquier parte del mundo tienen la
capacidad de pensar independientemente. Pueden decidir
solos si quieren obedecer al amo o correr el riesgo propio
de la revuelta. Pueden fingir que obedecen, pero cuando
se presente una oportunidad, desafiar a la autoridad. La
gente puede ser muy creativa a la hora de encontrar
puntos débiles a los planes centralizados mejor llevados a
cabo, ser más listo que aquellos que tienen las armas más
grandes haciendo lo último que se pudieran esperar.
Existen muchas razones por las que la tiranía no puede
perdurar, pero esta es la principal. Claro que existen
distintos niveles de tiranía. La gente aguantará mucho,
como observó Jefferson, antes de que se arriesguen a
revelarse, especialmente si ese riesgo implica una muerte
segura.
Existen también distintas formas de tiranía. Uno es el
tyrannus in regimine, un déspota local que llega al poder
con (más o menos) legitimidad y comienza a usar ese
poder y a oprimir a la gente. Si el tyrannus in regimine
juega bien sus cartas, puede pagar lo suficiente y proteger
el interés de grupos para estabilizar sus órdenes. En
términos de prudencia, suele ser mejor estar con él que en
su contra —al menos eso era lo que enseñó Jefferson.
El segundo tipo es el tyrannus in titula. Se dice de aquel
que toma el control a través de la conquista o la
usurpación. Hablando del grado de legitimidad, este tipo
es el más cuestionable y al que es más moral oponerse, al
27
menos según la tradición de pensamientos políticos
occidentales de S. Tomás a través de Jefferson.
Tomar el poder por la conquista militar es el claro
ejemplo de tyrannus in titula. Oponerse a él es lo más
coherente según los principios occidentales, precisamente
como muchos están haciendo en Irak.
No odian nuestros valores o nuestra libertad, su
resistencia es una señal de que han adoptado unos valores
primarios de los nuestros (deshacerse del usurpador). Si lo
están haciendo para tener una dictadura islámica, a un
hombre fuerte laico, una rotura completa de la nación o la
libertad democrática, no podemos saberlo. Pero el
principio que conduce la resistencia es uno muy simple: el
tyrannus in titula siempre es un sujeto que hay que
expulsar.
El argumento principal de aquellos que están de
acuerdo con la guerra para justificar lo que está
sucediendo es algo así: la ocupación militar y la ley
marcial son horribles, pero sería todavía peor que
gobernara Sadam. La primera respuesta sería que las
opciones no pueden ser tan limitadas, como si Polonia
tuviera que elegir entre ser gobernado por Hitler o por
Stalin. Una tercera opción por la libertad nunca debería
quedarse fuera. Una segunda respuesta sería que un
tyrannus in regimine tiene más legitimación por su
naturaleza que un tyrannus in titula, al que siempre se
opondrán.
No se debería necesitar una explicación así para
demostrar que la gente es por naturaleza más reacio a ser
gobernado por un líder extranjero. Incluso Bush una vez
dijo: «No son felices, han sido invadidos. Yo tampoco sería
feliz sin me hubieran invadido».
Robert Higgs ha sometido el caso «humanitario» de la
guerra de Irak, desafortunadamente profesado por
algunos autodenominados libertarios, a un fulminante
escrutinio.
28
Según el argumento que rechaza Higgs, la justificación
de la Guerra de Irak no recae en la supuesta presencia de
armas de destrucción masiva. Las consideraciones
humanitarias apoyaron el derrocamiento del régimen
tiránico de Sadam Husein. Es cierto que la invasión
estadounidense ha matado inocentes.
Pero sus muertes han sido accidentales, que se
contraponen con aquellos que han sufrido y muerto
durante el gobierno de Sadam.
Higgs rechaza completamente este tipo de cálculo
moral.
En el presente caso, emitir un juicio de este tipo con cualquier
cosa que se acerque a una garantía sólida requiere poderes que
ninguno de nosotros posee.
¿Cómo puede alguien saber, por ejemplo, cuáles habrían sido los
daños futuros causados a partidos inocentes por Sadam o sus
secuaces, o que esos daños, de alguna manera debidamente
ponderados y descontados, serían mayores que los daños
causados por las fuerzas armadas estadounidenses en la
invasión de Irak?
Si esos cálculos no se pueden llevar a cabo, ¿cómo
podemos determinar el camino moral adecuado de las
acciones? Algo que podemos saber es que nosotros no
debemos matar directamente o herir a inocentes, pero esto
es lo que EEUU ha hecho en Irak.
La dispersión de bombas de racimo sobre áreas habitadas por
civiles […] fue inexcusable: hacerlo no era necesario en absoluto
para derrocar el gobierno de Sadam. Tampoco era un medio que
se pueda defender moralmente el uso de bombas altamente
explosivas (dos mil libras y mayores) en áreas urbanas
densamente habitadas.
¿Cómo pueden sostener los defensores de la Guerra de
Irak que esas muertes fueron accidentales?
29
Cuando las fuerzas estadounidenses emplearon bombardeo aéreo
y de artillería—con enormes bombas altamente explosivas,
grandes cohetes y proyectiles, incluyendo municiones en
racimo—como su principal técnica para librar la guerra,
especialmente en áreas densamente pobladas, saben con absoluta
certeza que muchas personas inocentes morirán. Continuar con
ese bombardeamiento es una elección para infligir esas muertes.
Si los argumentos humanitarios fallan, la afirmación de
que Irak amenaza a América es peor. ¿Quién puede creer
seriamente que una nación sometida durante mucho
tiempo a un devastador bloqueo y bombardeo es un
peligro para Estados Unidos? En los meses precedentes a
la invasión, los supuestos planes de Sadam para obtener
armas nucleares ayudaron muchos. Obviamente ahora
sabemos que inteligencia informó que esos supuestos
planes eran falsos. Pero si hubieran sido reales, un Irak
con armas nucleares sería una cuestión menor.
A pesar de las decenas de miles de cabezas nucleares soviéticas y
sus sofisticados vehículos de transporte mantenidos en
constante disposición, la URSS no «chantajeó» a Estados
Unidos. Es extraño que Estados Unidos se estremezca ante una
amenaza iraquí de material fisionable.
Después de que Higgs elimine los desgastados
argumentos a favor de la Guerra de Irak, formula una
pregunta fundamental: ¿Por qué deberíamos creer que la
administración de Bush lo pretendía sinceramente? Tanto
la Guerra de Irak como toda la «guerra contra el
terrorismo» parece un caso inventado, diseñado para
asustar a los estadounidenses que están a favor de una
política exterior de agresión militar.
Higgs emplea un argumento simple y revelador para
enseñar que la campaña contra el terrorismo es falsa. Si
realmente estuviéramos en peligro, ¿no está haciendo el
Gobierno demasiado poco para protegernos?
30
Si grupos semiorganizados formados por miles de maniacos
suicidas quisieran matarnos a todos, el Gobierno no se detendría
con cosas insignificantes como los subsidios del jardín de
infancia y la preservación de la lechuza del sudeste apenas vista.
Se pondría serio.
Afortunadamente, las dificultades que Estados Unidos
se ha encontrado al intentar que Irak sea un lugar seguro
para la democracia ha ralentizado a los neocón a la hora
de poner a funcionar todos sus planes para la guerra
inmediatamente. Pero no olvidemos la Guerra de
Afganistán. Otro caso en el que EEUU liberó una guerra
que se podría haber evitado para promover que «el
régimen cambia». John Quigley habla en profundidad del
principal problema en su libro The Ruses for War. Los
defensores de la guerra dijeron que «teníamos» que
invadirlo para poder detener a Osama Bin Laden,
responsable de los ataques del 9-S en Estados Unidos.
Quigley nos enseña que su opinión recae en discutibles
suposiciones. Primero, cuando Estados Unidos pidió que
Afganistán entregara a Bin Laden, ignoró los
procedimientos habituales de la ley internacional.
El proceso internacional normal para la entrega de un
sospechoso es la extradición. El Gobierno que pide la rendición
aporta información para mostrar las posibles causas que
prueban que la persona podría haber cometido un crimen. Un
tribunal en el país desde el cual se solicita la extradición escucha
las pruebas en un tribunal abierto y decide si son suficientes
para poder determinar si la persona ha cometido el crimen en
cuestión. Al solicitar pruebas, los talibanes se adhirieron a las
normas internacionales aceptadas.
En cambio, Estado Unidos pidió que los talibanes
entregaran a Bin Laden y a otros líderes de Al Qaeda sin
seguir los procedimientos habituales; cuando los talibanes
31
no aceptaron, se produjo a la invasión. Los talibanes
dijeron que estaban dispuestos a negociar las condiciones
para la entrega de los sospechosos, pero EEUU no
consideró su ultimátum. Se podría haber determinado
pronto si los talibanes eran sinceros, pero EEUU no
esperó. Como anota Quigley, la fuerza militar debe ser la
última opción en una crisis, no la primera.
Como respuesta, los defensores de la guerra dirán que
el régimen de los talibanes estaba escondiendo a al Qaeda.
Pero esto no responde a nuestra pregunta. ¿Por qué existe
una justificación cuando Estados Unidos ataca
directamente al grupo que lo asaltó? El hecho de que al
Qaeda tuviera bases en Afganistán no significa que las
fuerzas de los talibanes fueran a atacar a Estados Unidos.
¿No estaban en gran medida orientados hacia el interior,
con el objetivo de establecer su peculiar visión de una
sociedad islámica? A lo sumo, los Estados Unidos parecen
estar justificados en medidas contra las fuerzas talibanes
que acudieron en ayuda militar de Al Qaeda.
Incluso si aceptas las afirmaciones erróneas que
justifican que EEUU emprendiera una cruzada contra el
terrible régimen talibán, el resultado para los habitantes
de Afganistán ha sido terrible.
Los medios de comunicación estadounidenses
mostraron la operación de Afganistán como una extensión
de los problemas de los derechos civiles de 1960. La
propaganda de la guerra de EEUU tomó esta temática y
fueron adelante con ella. Una astuta observación de Justin
Raimondo de Antiwar.com:
También resulta interesante cómo la retórica de los
«liberadores» de los afganos y sus defensores occidentales se
parecen tanto a los soviéticos en la invasión rusa. Los rusos
afirmaban que estaban liberando a las mujeres, trayendo
educación e iluminación occidental a la oscuridad medieval de
Afganistán: ellos también afirmaron ser agentes de la
modernidad.
32
Si has leído Antiwar.com habrás visto lo siguiente y,
por favor, nótese el contraste con el estúpido giro de la red
que habla de que la liberación de Afganistán trata de
música rock, barbillas afeitadas y vestidos cortos.
Informa el Times:
Las fuerzas de Alianza del Norte han amenazado con masacrar
más de 6000 extranjeros que luchan con los talibanes en la
asediada provincia de Kunduz. A los guerreros locales se les
dará una oportunidad para rendirse, pero los comandantes
aliados dicen que han dado a las tropas órdenes explícitas de
disparar a cada extranjero fundamentalista —incluidos un
puñado de británicos musulmanes— entre las categorías
enemigas.
Podemos aprender de esta historia escocesa que:
Un destacado refugiado afgano ha instado a Gran Bretaña y
América que salven a su país de los «violadores y mafiosos que
han llegado al poder. Mohammas Narveen Asif, que abandonó
Afganistán hace dos años en busca de refugio en Glasgow,
manifiesta su preocupación debido a que un mal se ha ido y otro
ha tomado su poder». […] «Creo que cada afgano se alegraría de
ver a las mujeres tirando los burkas y a los talibanes siendo
expulsados, pero el país está en manos de violadores y
mafiosos».
Otra historia en el Times nos cuenta que Alianza del
Norte atrapó a 700 talibanes en un colegio y los aplastó
con tanques. «Tres días después la Cruz Roja continuaba
todavía en las ruinas sacando los cuerpos».
Finalmente, parece ser que la campaña de EEUU en
Afganistán ha restaurado de manera efectiva alguna de los
caudillos más temidos, incluyendo conocidos asesinos
comunistas, maníacos islámicos antioccidentales e incluso
partidarios de Bin Laden.
33
Por desgracia, los legisladores estadounidenses no han
aprendido la amarga lección que nos han dejado Irak y
Afganistán —¿de verdad esperabais que lo hicieran?
Estados Unidos parece decidido a derrocar el gobierno de
Irán. Nuestras políticas de sanciones conllevan un grave
riesgo de guerra. Ron Paul, un Congresista más libertario,
ha establecido las bases:
Me gustaría expresar mis inquietudes sobre la Ley de
Reducción de Amenaza de Irán de 2011 y mi oposición a
someterla a votación. Vamos a ser claros en un asunto crítico: la
sanción contra Irán ordenada por esta legislación es una medida
encaminada a un ataque de EEUU sobre Irán. Esto también
alterará el comercio internacional y debilitará la economía de
EEUU, afectando de esta manera a nuestra seguridad nacional.
Me sorprende y perturba que el comité viera esta agresiva
legislación tan bipartita y poco conflictiva y que no se hiciera
una votación registrada.
Muchos argumentan que estamos aplicando sanciones para
evitar una guerra con Irán, pero la historia reciente nos muestra
lo contrario. ¿Durante cuántos años se aplicaron sanciones en
Irak mientras nos decían que eran necesarias para evitar la
guerra? Miles de inocentes iraquíes sufrieron y murieron por
las sanciones estadounidenses y, aun así, EEUU destruyó el
país. ¿Nos sentimos más seguros después de gastarnos más de
un billón de dólares en destruir Irak para después
reconstruirlo?
Estas nuevas sanciones contra Irán ponen en el punto de mira a
otros países que intentan comerciar con Irán. La legislación
castigará severamente a empresas extranjeras o filiales
extranjeras de compañías estadounidenses si no se someten al
bloqueo comercial de EEUU contra Irán. Hace unos 15 años la
Ley de Sanción de Irán de 1996 no consiguió hacer que Irán se
arrodillara, asique ahora es la política exterior estadounidense la
que amenaza a países y empresas extranjeras.
Durante este margen de beneficio, uno de mis compañeros
comentó que si Mercedes-Benz vendía camiones a Irán, no
deberían poder hacer negocio en Estados Unidos. ¿Alguien cree
que esto es una buena idea? Me gustaría saber qué piensan los
34
trabajadores de la fábrica de Mercedes-Benz de Tuscaloosa
County, Alabama sobre vetar Mercedes en EEUU. O quizá
deberíamos preguntarle que piensan a los 7600 estadounidenses
que trabajan en la fábrica de BMW en Spartanburg, Carolina
del Sur. ¿Deberíamos negarle a un estadounidense la
posibilidad de comprar algunos de estos productos? ¿De verdad
está preparado Estados Unidos para tomar acciones tan
radicales y agresivas contra Alemania, su aliado en la OTAN?
Asimismo, la aplicación de las sanciones es esta legislación
tendría un dramático impacto en las relaciones comerciales y
diplomáticas de EEUU con Rusia y China ya que ambos operan
con Irán. Esto impondría fuertes sanciones es estos países y
prohibiría a los líderes extranjeros de empresas —y sus esposas
e hijos— entrar a Estados Unidos. ¿Queremos comenzar una
guerra comercial —o algo incluso peor— con Rusia y China?
La Ley de Reducción de Amenaza de Irán autoriza lo que se
traducirá sin duda en el uso de una gran cantidad de dinero de
los contribuyentes estadounidenses para socavar el gobierno
iraní y fomentar allí otra «Revolución verde». Vamos a
establecer y apoyar ciertas facciones por encima de otras, darles
una gran cantidad de dinero e intentar arreglar cualquier
elección resultante para que nuestro candidato preferido gane.
Considerando los perturbadores cálculos de nuestras
operaciones de «fomento de la democracia» en lugares como
Egipto, Irak o Libia, donde las fuerzas radicales se han colocado
aparentemente a la cabeza, deberíamos deducir que acciones
como estas debilitarán la seguridad nacional de EEUU en lugar
de reforzarla.
Las sanciones no funcionan. Son los antecedentes de la guerra y
normalmente te llevan a ella. Debilitan nuestra economía y
seguridad nacional. Como resultado obtenemos el terrible e
innecesario sufrimiento de los ciudadanos en los países objetivo
y rara es la vez que son un inconveniente para los líderes.
Debemos cambiar nuestra política exterior del intervencionismo
y la confrontación a la cooperación y la diplomacia. Esta carrera
hacia la guerra contra Irán es imprudente y peligrosa. Como en
la Guerra de Irak, los argumentos a favor de la agresión y la
guerra en Irán están basados en manipulaciones y mentiras.
35
Tenemos que aprender la lección y rechazar la legislación y el
aliento para entrar en guerra.
Obama amenazó Irán, pero esto no fue suficiente.
Ayudó a derrocar al gobierno de Libia. Después de la
autorización de las Naciones Unidos al grupo de presión
estadounidense para el asesinato militar en Libia, el
mortífero régimen del coronel Gadafi dijo inmediatamente
que pararía toda la matanza. Esto hace que la guerra de
Obama se pongo a la espera. El loco coronel ha aprendido
algo de la política de exterior estadounidense. Si quieres
conseguir los objetivos marcados del imperio y cumplir
con sus imposiciones fijadas, se puede hacer lo que todos
los gobiernos están estructurándose para hacer:
mantenerse en el poder a toda costa.
Gadafi aprendió esta lección hace una década, cuando,
con mucha algarabía, anunció que pararía el programa de
armas nucleares y que se unía a la guerra contra el
terrorismo. EEUU decidió valorarle a él y a su régimen
como uno de los chicos buenos del mundo y procedió a
utilizarlo como un ejemplo de sabia habilidad política.
Entonces él procedió a indagar más y a reforzar su
despótico control sobre sus ciudadanos, todo esto con el
beneplácito de EEUU.
Pero puede ser que ahora no funcione. Durante
semanas, los oficiales estadounidenses condenaron los
sangrientos ataques sobre las personas, pero, ¿tiene EEUU
algún problema con dictadores de este tipo? Este es un
hecho desconocido para los estadounidenses, pero en
Oriente Medio, y en naciones árabes en particular, los
intereses comerciales estadounidenses son considerados
una fuerza para la liberación, pero no el Gobierno de
EEUU. Estados Unidos ha sido la clave del poder de las
dictaduras de Oriente Medio durante décadas, entre las
que encontramos a Arabia Saudí, Jordán y Yemen. No
36
mencionaré el asesinato de cientos de miles de civiles
iraquíes para liberarlos.
Suena a broma que EEUU empuje hacia una guerra
contra Libia para poder salvar el país de una dictadura. Es
más probable que el problema real aquí sea el mismo que
inspiró la Guerra contra Irak: la posesión y el control del
petróleo. Y aunque el verdadero motivo fuera la libertad,
¿en qué momento de la historia contemporánea la guerra
ha traído libertad a la gente? Todas las guerras de los
estado-nación hoy en día acaba con la muerte masiva de
civiles, destrucción de infraestructuras, interminable
agitación política (como en Afganistán e Irak), grandes
costes y amargura.
La administración de Obama también parece decidida a
poner a Corea del Norte a raya, por todos los medios
necesarios. Los Estados Unidos, que ocupa países
alrededor de una Corea del Norte azotada por la pobreza,
no solo está demonizando su presunta agresividad, se está
burlando de su líder. Me recuerda al trato hacia Sadam
Husein y otros enemigos específicos del imperio. Pero
todo este negocio es más serio que eso. Claramente el
Imperio está apuntando hacia China, como hizo con Libia
por el petróleo. EEUU quiere cercar a China y hacer que se
doblegue ante la hegemonía. La prosperidad y libertad en
auge de China amenaza la imagen del Imperio.
Los lectores pueden formular una objeción aquí. Incluso
si la política exterior actual, bajo la guía de los neocón, es
tan mala como decimos, ¿Se puede usar la mala acción de
los neocón para condenar la política exterior de Estados
Unidos? Quizá los neocón son una aberración.
El registro histórico no apoya esta posición tan
optimista. Como dijo Ron Paul, «el neoconservadurismo
ha existido desde hace décadas y tiene conexión con
generaciones pasadas tan antiguas como las de
Maquiavelo. El neoconservadurismo de hoy en día se
introdujo en la década de los 60. Supone tanto una
37
detallada estrategia como una filosofía de gobierno. Las
ideas de Teddy Roosevelt, y sin duda las de Woodrow
Wilson, eran bastante similares en varios aspectos de la
visión de los neocón actuales. El portavoz de los neocón
Max Boot presumía de que lo que promueve es
«Wilsonianismo duro». En gran medida, no hay nada
«neo» en su visión, y sin duda nada conservador. Pero aun
así han sido capaces de apropiarse de movimientos
conservadores al promocionarse como una nueva forma o
una más moderna de conservadurismo».
Siguiendo la corriente de Ron Paul, vamos a ver el
primer intento de «hacer el mundo un lugar seguro para la
democracia». Cuando comenzó la primera Guerra
Mundial en Europa en agosto de 1914, el presidente
Woodrow Wilson pidió a Estados Unidos que se
mantuvieran neutrales «tanto en pensamiento como en
acciones». Pero no estaba por la labor. Gran Bretaña,
desde el comienzo de la guerra en 1914 impuso un duro
bloqueo sobre Alemania; para intentar que no se
importara comida al país, los británicos llevaron la
hambruna y la malnutrición a grandes cantidades de
alemanes. Como señaló el senador Robert LaFollete, un
bloqueo de comida violaba la ley internacional y afectaba
a los derechos de América como fuerza neutral. Incluso a
veces los británicos reconocían el problema esencial:
Según Thomas Fleming en su gran libro The Illusion of
Victory, «LaFollete citaba una admisión de Lord Salisbury,
uno de los estadistas ingleses más prominente, que decía
que la comida para los civiles no se podía considerar
contrabando —un principio que los ingleses estaban
ignorando cautelosamente en su bloqueo sobre Alemania.
La contienda submarina alemana fue una respuesta
desesperada al hambre que generó el bloqueo inglés —un
bloqueo tan intensivo que estuvo a punto de forzar a
Alemania a salir de la guerra. Pero Wilson rechazó retar a
Gran Bretaña excepto en términos muy específicos. Por el
38
contrario, impuso a Alemania la más estricta rendición de
cuentas.
Pero quizá la «neutralidad» no tan neutral de Wilson
era justificable. La propaganda británica declaraba que
Alemania estaba empeñada en dominar el mundo. Si esto
fuera real, ¿no sería interesante para EEUU la victoria de
Gran Bretaña y sus aliados? Pero, de hecho, la Guerra
Europea no era más que un problema de poder. Al
contrario de Wilson y su asesor dominante de ventas,
Edward Mandell House, la Primera Guerra Mundial no
fue una lucha de los países "democráticos", liderados por
el Imperio Británico, para detener la lucha autocrática de
Alemania por el control mundial.
Estados Unidos, según Wilson, tenía una misión para
llevar la democracia al mundo:
Es terrible llevar a la guerra a la gente pacífica, a la más terrible
y desastrosa de todas las guerras, la civilización parece estar en
la balanza. Pero el derecho es más valioso que la paz, y
lucharemos por lo que siempre hemos llevados en nuestros
corazones, por la democracia, […] por el derecho y la libertad de
las pequeñas naciones, por un dominio universal de los
derechos, por un concierto de pueblos libres que lleven la paz y
la seguridad a todas las naciones y hagan que el mundo por fin
sea libre. […] Estados Unidos tiene el privilegio de emplear su
sangre y su esfuerzo a favor de los principios que le dieron la
felicidad y la paz que ha atesorado.
Wilson no fue la única fuerza que presionaba a Estados
Unidos a entrar en la Primera Guerra Mundial. El banco
Morgan apuntaba constantemente que se estaban
subordinando los intereses de Estados Unidos al Imperio
Británico. Después del comienzo de la Primera Guerra
Mundial «Los Morgan desempeñaron un importante
papel para llevar a Estados Unidos a la guerra del lado de
Gran Bretaña y como jefe de la FED (esta es la figura más
importante), Benjamin Strong suplicó servicialmente el
39
dinero dirigido a financiar el papel de Estados Unidos en
las actividades bélicas».
Wilson, aunque era muy probritánico, comenzó a
reemplazar a Gran Bretaña como la fuerza dominante del
mundo por Estados Unidos. A lo largo del siglo veinte
podemos ver este patrón constante: Estados Unidos ha
usado la retórica democrática para imponer la dominación
mundial estadounidense. Veamos un ejemplo más, la
Guerra Fría. (Si recordamos las Guerras de Vietnam y de
Corea, esta no fue tan «fría»). Se nos vendió la Guerra Fría
como una batalla contra el comunismo mundial, que
estaba decidida a derrocar todos los gobiernos no
comunistas y someter al mundo al gobierno desde Moscú.
Estados Unidos, como siempre el ganador en temas de
democracia, salvaría al mundo del destino terrible que les
esperaba a los rojos.
Murray Rothbard señalaba los problemas básicos de
esta consideración. La «guerra» que los comunistas habían
emprendido contra nosotros era ideológica. Aunque el
comunismo predicara la revolución, la política exterior
soviética no amenazó directamente a Estados Unidos.
Rothbard manifestaba este aspecto es su acostumbrada
forma mordaz:
Pero, ¿los comunistas podrían inclinarse hacia una revolución
violenta en Estados Unidos? Quizá. Pero, ¿cree alguien en su
sano juicio cree que Estados Unidos se enfrenta al peligro claro
y presente de una destrucción abierta y violenta por parte de
nuestro pequeño puñado de comunistas nacionales?
Pero, ¿cuentan los comunistas con una base militar en la Unión
Soviética? Claro, y deberíamos estar contentos de que los
Comunistas Soviéticos se hayan dado cuenta de la futilidad de
una guerra nuclear y hagan un llamamiento a la paz.
Khrushchev y sus sucesores, siendo honestos, han dejado clara
su posición: esperan una adopción interna del comunismo en
EEUU y otros países, pero rechazan una guerra internacional
entre Estados. Esto es a lo que se refieren con «paz» y lo que
40
siempre ha significado: la ausencia de conflictos entre Estados.
¿Por qué deberíamos creer que los hombres del Kremlin nos
están mintiendo y no quieren la paz? Cualquier persona
racional debería preferir la paz en estos tiempos nucleares.
Dejad que prosiga la «guerra» ideológica con el comunismo,
pero concluyamos también la paz militar. ¿Por qué deberíamos
tenerle ahora miedo y odio al concepto de «convivencia
pacífica»? No hay ninguna razón por la que oponernos, a no ser
que pensemos que la libertad y la libre empresa son
ideológicamente inferiores y no podríamos sobrevivir a un
debate ideológico con el comunismo.
Entonces, ¿por qué comenzó Estados Unidos la Guerra
Fría si no era necesario hacerlo? Podemos encontrar la
respuesta en lo que se ve de manera errónea como una
protesta contra el militarismo, en el discurso de despedida
de Eisenhower.
El discurso de despedida de Eisenhower era un alegato
largo y casi histérico por la Guerra Fría. Lo presentó como
algo más que una política militar contra Rusia, sino más
bien como un gran problema metafísico que debería
apoderarse de nuestras mentes y almas, tan extraño como
pueda sonar a la generación actual.
Sus palabras eran wilsonistas, incluso mesiánicas. El
trabajo de la política militar de EEUU es «promover el
progreso en los logros humanos» y aumentar «la dignidad
e integridad» en el mundo. Eso es un amplio papel para el
gobierno, sea cual sea el estándar. Pero hemos ido más
lejos. Un enemigo está a punto de cumplir su sueño y este
enemigo es «de alcance mundial, carácter ateísta,
despiadado en su propósito e insidioso en el método».
Este gran problema «nos llama la atención, absorbe a
nuestro ser».
El discurso tuvo que ser hilarante para superar algunos
problemas obvios. Rusia es un país que está muy lejos y la
idea de una invasión era tan probable como una
proveniente de Marte. Rusia, un Estado autoritario que
41
opera bajo la ideología del comunismo, fue declarado
unos años antes nuestro valeroso aliado en los problemas
contra Japón y Alemania.
Pero Estados Unidos se despertó una mañana y se dio
cuenta de que algo había cambiado: ahora Rusia era el
enemigo al que derrotar. De hecho, el Gobierno ruso —
que afrontaba grandes problemas como régimen
socialista—estaba en bancarrota después de la Segunda
Guerra Mundial y enfrentándose a increíbles problemas
internos. Los soviéticos no podían controlar el mundo de
la Europa del Este que se le dio como premio por ser
aliado de Estados Unidos durante la guerra. Fue por esta
razón por la que Nikita Khrushchev comenzó el primer
gran periodo de liberalización que podía concluir con el
desmoronamiento de este estado inviable. EEUU no solo
falló en fomentar esta liberalización, también al pretender
que no estaba sucediendo para construir una nueva
formar de socialismo interior.
Efectivamente toda la ideología de la Guerra Fría fue
inventada por Harry Truman y sus asesores en 1948 como:
(1) un truco político para evitar perder más apoyo del
congreso, (2) una forma de evitar la presión política para
el desarmamiento de la postguerra, y (3) un método para
que la industria estadounidense siga siendo dependiente
al gasto público, particularmente en lo referente a las
corporaciones estadounidenses que operan en el
extranjero.
Era una forma sin precedentes de socialismo en tiempos
de paz, diseñado para apelar a grandes empresas y
Eisenhower se convirtió en su portavoz.
Los conocedores libertarios sabían exactamente lo que
estaba sucediendo y apoyaban al oponente de la Guerra
Fría Robert Traft para la nominación republicana de 1952.
Pero, obviamente, Eisenhower robó esta nominación con
el apoyo masivo de la clase dirigente. Pagó a sus
42
patrocinadores con su apoyo y expansión del programa de
Truman.
Es cierto que su discurso de despedida advirtió del
«poder gratuito, buscado o no, del complejo militar-
industrial» y esto es lo que la gente recuerda. Pero
Eisenhower arraigó este mecanismo de vida
estadounidense, inventando prácticamente la industria de
armamentos en tiempos de paz e imponiendo
reglamentación militar en el país. Su planteamiento era
fundamentalmente antiestadounidense; o planteándolo de
otra manera, redefinió lo que significaba ser
estadounidense. En lugar de un pueblo libre, forjó un
programa por la militarización permanente del país.
La prueba de esta militarización comienza con el
aumento masivo de los gastos militares. Como porcentaje
de los desembolsos del presupuesto totales, los gastos
militares pasaron de un 30 por ciento en 1950 a un 70 por
ciento en 1957. Este fue el mayor aumento en periodo de
paz en la historia de Estados Unidos. Durante una
dramática expansión económica, el presidente trató de
mantener un alto nivel de los gastos militares como un
porcentaje del aumento del PIB —estableciendo el
precedente actual de que el socialismo militar es integral a
la vida económica del país. El gasto ascendió en cifras
absolutas cada año que fue presidente, de 358 mil millones
de dólares en 1952 a 585 mil millones en el último
presupuesto del que eran responsables en 1962, un
aumento enorme del 63,4 por ciento durante los años de
Eisenhower.
Su expansión no estaba limitada al sector
armamentístico; penetró en cada aspecto de la vida de los
civiles. Nuestras escuelas comenzaron a preparar
simulacros aterradores y abusivos para que los niños
practicaran qué hacer en caso de que los rusos les lanzaran
una bomba. Se educó a una generación entera con miedos
irracionales a amenazas míticas.
43
También se comenzó con el Sistema de Autopistas
Interestatales, que no se construyó para hacer que tu viaje
a la playa fuera más rápido. Su propósito era permitir que
los militares pudieran desplazar tropas rápidamente.
También había planes absurdos para transportar bombas
nucleares por esas autopistas para evitar que los rojos
pudieran seguirles la pista.
Se influenció a Eisenhower para que financiara este
gran despilfarro por su experiencia en 1919 con el convoy
transcontinental en la carretera Lincoln, que transportó
camiones militares de una costa a otra. Otra influencia fue
el proyecto de Hitler de construir carreteras a través del
país para desplazar las tropas. El Sistema de Autopistas
Interestatales llevó a una gran agitación de la población y
continúa distorsionando las demográficas comerciales en
cada pueblo en Estados Unidos.
Teniendo en cuenta todo esto, la noción de que
Eisenhower estaba preocupado por el complejo militar-
industrial es absurdo. Se dedicaba a ello.
Llegado a este punto se puede plantear una pregunta.
Si la política exterior estadounidense desde 1917 ha sido el
desastre ideológico que hemos plasmado aquí, ¿por qué
esto es un argumento a favor del anarquismo? ¿No sería
suficiente si Estados Unidos abandonara la cruzada global
para fomentar la democracia? Después de todo, en el siglo
diecinueve, Estados Unidos siguió la política establecida
por Washington y Jefferson de evitar el involucramiento
en políticas de poder europeas. Si volviéramos a acoger
esa política en la actualidad, ¿no sería suficiente? ¿por qué
tenemos que deshacernos de todo el Estado?
Es cierto que Wilson y sus sucesores rompieron con la
tradicional política de exterior estadounidense. En su
discurso de despedida, George Washington dijo:
Europa tiene una serie de intereses primarios con los que
nosotros tenemos poca o prácticamente ninguna relación. Por lo
tanto, suelen estar en frecuente controversia, cuyas causas son
44
ajenas a nuestras preocupaciones. Por ende, sería poco prudente
por nuestra parte implicarnos mediante lazos artificiales en las
vicisitudes ordinarias de sus políticas o en las combinaciones y
colisiones ordinarias de sus amistades y enemistades.
Thomas Jefferson confirmó y amplió la visión de
Washington sobre relaciones exteriores en su discurso
inaugural apoyando «la paz, el comercio y la amistad
entre naciones, sin alianzas entrelazadas.
La Doctrina Monroe reafirmó esta política de no
intervención. En su mensaje en el Congreso el 2 de
diciembre de 1823, James Monroe declaró:
Nuestra política relativa con Europa, que se adoptó en una fase
inicial de la disputa que inquietó a esa parte del planeta, sin
embargo, continúa igual, lo que significa que no se interferirá
en las preocupaciones internas de ninguno de sus poderes.
La política exterior estadounidense era no
intervencionista en los primeros años de la República,
pero solo en lo que respecta a Europa. Estados Unidos,
desde el principio, seguía un curso expansionista. Por
extraño que parezca, un importante neocón, Robert
Kagan, utilizó este aspecto en un esfuerzo de encontrar
precedentes históricos de belicistas neoconservadores. En
su libro, Dangerous Nation, Kagan habla largo y tendido
sobre la expansión estadounidense en el continente. En
apoyo a la constante sed de conseguir nuevas tierras de los
estadounidenses, muestra que el gobierno de Estados
Unidos en ocasiones estaba ansioso por desafiar
forzosamente el poder de Europa. Se queja de que los
historiadores diplomáticos han separado de manera
errónea esta saga de expansión de su consideración de lo
que es la política exterior. Estos historiadores clasifican la
expansión a través del continente americano como un
asunto interno; al hacer esto, pueden afirmar que la
política exterior estadounidense era aislacionista. Pero
45
pasaron por alto el hecho de que la expansión interna
causaba conflictos con las fuerzas extranjeras. Si hubieran
tenido esto en cuenta, tendrían que haber abandonado su
teoría del aislamiento de EEUU.
A pesar de que Kagan proyecta de manera errónea los
recientes esfuerzos para conseguir que el mundo sea
seguro para la democracia en el pasado de Estados
Unidos, tiene razón al afirmar que EEUU siempre se ha
apoderado del territorio, normalmente a expensas de las
vidas y los derechos de la propiedad de los indios. Decir
«necesitamos volver a la política exterior de los Padres
Fundadores» no va a resolver nuestros problemas. Incluso
si lo hiciéramos, seguiríamos violando los principios de la
guerra justa que estableció Rothbard. Y no olvidemos la
Guerra de 1812, motivada en parte por el deseo de
conquistar Canadá, y la Intervención estadounidense en
México, llamada apropiadamente en un reciente libro Una
guerra malintencionada.
Este libro no es una historia de la política exterior
estadounidense, pero no podemos evitar mencionar la
mayor violación de todo el siglo diecinueve de los
principios de la guerra justa; la guerra civil
estadounidense. Está claro que la decisión de Lincoln de
usar la fuerza contra los estados sureños que se habían
separado no cumplía los criterios de la guerra justa. Los
Estados amparados bajo la Constitución tienen el derecho
legal de separarse. Como señaló Kevin Gutzman en The
Politically Incorrect Guide to the Constitution, para entender
el significado de la Constitución tenemos que examinar las
intenciones de los diputados a las convenciones de
ratificación. Estos diputados, al fin y al cabo, fueron las
personas que votaron para establecer que la Constitución
fuera jurídicamente vinculante. Gutzman se centra en las
convenciones de Virginia y hace énfasis en uno de sus
puntos.
46
Los diputados de Virginia miraban a la nueva
Constitución con gran escepticismo, temían que se
convirtiera en una herramienta para que el gobierno
federal destruyera los estados. Para aplacar oponentes
como Patrick Henry, el líder de la fuerza a favor de la
ratificación, que incluía al Gobernador Edmund
Randolph, el proponente del nacionalista Plan Virginia en
Filadelfia, tuvo que hacer una concesión. Se pusieron de
acuerdo en que los poderes del nuevo Congreso estaban
limitados a aquellos «expresamente autorizados» en la
Constitución. Los diputados repudiaban de antemano
cualquier movimiento de las nuevas autoridades para
expandir su poder más allá de esto. Además, escribieron
en sus declaraciones relativas a la ratificación el derecho a
revocar el nuevo gobierno si excedían sus poderes.
Gutzman sostiene que debido a que este entendimiento
era parte del instrumento de ratificación de Virginia,
ningún gobierno central más poderoso puede pedir la
autorización de Virginia. Y ya que no tendría sentido
pensar que la Constitución le otorga al gobierno federal
más poder sobre unos estados que otros, la restricción de
Virginia se aplica a todos los estados.
Esta era la visión de la Constitución de Jefferson. La
gran contribución de Gutzman fue mostrar que Las
Resoluciones de Virginia y Kentucky de 1978 y 1979, las
declaraciones clave de la posición jeffersoniana, reiteraban
el entendimiento de la convención de ratificación de
Virginia. Los oponentes federales de la resolución,
Jefferson y Madison no actuaron de manera innovadora
en 1978 y su posición no se puede desestimar como una
mera interpretación opuesta de tantas. Estaba firmemente
basada en el instrumento legalmente vigente de
ratificación de Virginia.
Gutzman resume sus principales argumentos de esta
manera:
47
Muchos libros de texto históricos y jurídicos dicen que Jefferson
y Madison inventaron la idea de la soberanía de estado. Pero
[…] solo discutieron sobre lo que los fundadores ya habían
entendido desde el principio sobre la soberanía de estado,
incluso si alguno de los fundadores (el ala nacionalista y
monárquica) querían cambiar ese entendimiento.
¿Cuál era la razón de la política de Lincoln? No era,
como decía la mitología popular, acabar con la esclavitud.
Lincoln estaba dispuesto a firmar una enmienda
constitucional que garantizara la preservación de la
esclavitud. Thomas DiLorenzo señala en Lincoln
desenmascarado que Lincoln hablaba de esta propuesta, la
Enmienda Corwin, en su discurso inaugural, declarando
que no estaba en contra de la enmienda dado que
simplemente hacía explícito el existente acuerdo
constitucional respecto a la esclavitud. Por supuesto,
Lincoln estaba característicamente mintiendo; nada en la
Constitución antes de esta enmienda prohibía las
enmiendas para acabar con la esclavitud.
Está bien establecido, pero DiLorenzo añade una
sorprendente pincelada. Mucho más lejos de dar su
aprobación a la Enmienda de Corwin a regañadientes,
Lincoln era su promotor en secreto.
Tan pronto como salió elegido, pero antes de su inauguración,
Lincoln «dio instrucciones [al Secretario de Estado Seward]
para introducir [la enmienda] en el Comité de los Trece del
Senado sin indicar que había sido expedido desde Springfield».
[…] Además, Lincoln dio instrucciones a Seward para que
pasara al Congreso una ley que harían que varias «leyes de la
libertad personal» que existían en algunos estados del norte
fueran ilegales. (Esas leyes de estado anulaba la ley federal de
esclavos fugitivos, que requería que los norteños detuvieran a
los esclavos a la fuga).
48
La clave de la política de Lincoln respecto a los estados
que se habían separado se puede encontrar en un pasaje
de su discurso inaugural del 4 de marzo de 1861. Aquí
dice que el no iniciaría un ataque a los estados separados,
aunque desde su punto de vista la secesión ha sido un acto
ilegal. Su política aparentemente conciliadora fue
desmentida por una salvedad. Dijo que no usaría la
fuerza, exceptuando a las medidas necesarias para
recaudar las tasas e impuestos.
En su discurso inaugural, Lincoln dijo:
El poder que me habéis otorgado se usará para mantener, ocupar
y poseer las propiedades y lugares que pertenezcan al gobierno y
para recaudar las tasas e impuestos; pero más allá de lo que sea
necesario para esta finalidad, no habrá invasión ni uso de la
fuerza contra o entre la gente de ningún lugar.
El Gobierno de Estados Unidos dependía en ese
momento de los ingresos principalmente de los aranceles.
Esto era una desventaja para el sur, una gran área de
agricultura, que tenía que pagar precios altos por la
importación. Los aranceles redistribuían la riqueza del sur
al norte.
Otro proyecto que empezó a dividir el norte del sur fue
que el poder político del norte les permitía mantener la
mayoría de los beneficios de los aranceles y usarlos para
«mejoras internas», como construir puertos y canales, que
eran, en efecto, un programa de asistencia de
corporaciones.
Los intereses del norte sumados a la misera del sur por
usar los aranceles explícitamente para la protección
industrial culminaban con los aranceles de Morrill,
aprobado en el Senado en febrero de 1861, después de que
algunos estados se habían separado y fuera promovido
por Lincoln. Al separarse, el sur amenazaba a todo el
sistema. Al instituir una zona de libre mercado —o al
menos al reducir drásticamente los aranceles del norte—
49
el sur podría desviar el grueso del mercado internacional a
puertos sureños; los negocios del norte podrían recibir un
duro golpe y el gobierno federal estaría obligado a buscar
una alternativa al sistema de ingresos. Lincoln, que creía
firmemente en los aranceles, estaba decidido a evitar que
esto pasara. Así que continuó recaudando las tasas e
impuesto.
Como señaló el gran abolicionista y libertario del siglo
diecinueve Lysander Spooner, el motivo principal de
Lincoln y el partido de guerra era preservar y consolidar
el control del norte sobre la economía del sur. Los estados
del sur no podrían evadir los aranceles, un elemento
principal del sistema mercantilista estadounidense que
favoreció Lincoln.
Spooner escribió que la guerra «había estallado por una
consideración puramente pecuniaria» y no por ningún otro
motivo moral. Calificó a la esencia económica del partido
republicano, los banqueros norteños, fabricantes y corporaciones
ferroviarias como «prestamistas de dinero manchado de
sangre». […] Para Lincoln los financieros norteños de la guerra
que prestaron dinero al gobierno de Lincoln no lo hicieron por
«amor a la libertad o a la justicia», sino por el control de los
mercados [del sur] a través de «extorsión arancelaria». […]
Spooner interpretó el aplastamiento de los secesionistas del sur
[…] como una sugerencia de que los del sur deberían
«someterse callados al robo y la esclavitud que os hemos
preparado y así podréis tener vuestra paz».
Estados Unidos nunca se ha adherido a los estrictos
requisitos de la tradición de la guerra justa, pero tenemos
que contestar una importante pregunta. ¿Por qué el
gobierno sigue actuando de esta manera tan injusta? Las
guerras son, al fin y al cabo, destructivas; ¿para qué seguir
participando en ellas?
En su gran libro, Crisis and Leviathan, Robert Higgs ha
aportado una importante parte de la respuesta. El estado
50
crece en tiempos de guerra y otras «emergencias» y
cuando todo vuelve a la normalidad, el gobierno no
vuelve a su forma original. Los grupos empresariales que
hayan estado esperando defender la libertad de mercado,
cooperan con el gobierno para conseguir su propio interés.
Higgs anota:
En tres décadas, desde el comienzo de la Primera Guerra
Mundial hasta el final de la Segunda, los estadounidenses han
soportado tres grandes emergencias nacionales, durante las
cuales el gobierno federal impuso impuestos sin precedentes y
control económico sobre la población. […] En lugar de resistirse
a las imposiciones del gobierno o trabajar para superarlas, [los
intereses empresariales] buscaron maneras para adaptarse a
ellas, posicionándose de manera que las políticas
gubernamentales les proporcionasen una ventaja fiscal,
encauzara un subsidio que les beneficiara o intentar perjudicar
a sus competidores.
La política que Charles Beard llamó «guerra perpetua
para la paz perpetua» sirve a los fines de la élite que
aumenta su poder o su patromio haciendo el estado más
grande.
Antes de que volvamos del Estado y su guerra
sistemática, tenemos que hablar de otro problema. Hemos
afirmado que el Estado Americano nos ha involucrado en
guerras injustas. Incluso aunque volviéramos a la no
intervención, esto no solucionaría el problema: el poder
del Estado crece sistemáticamente y no se puede controlar
mientras que siga siendo un Estado. Pero la objeción
sería, ¿no son algunas guerras justas? ¿Cómo nos
podríamos haber mantenido apartados de la Segunda
Guerra Mundial? Solo un Estado a gran escala podría
declarar la guerra contra la Alemania Nazi. Sin gobiernos
poderosos, el mundo seguiría a merced de Hitler.
Rothbard era muy consciente de esta objeción. Siguió a
A.J.P Taylor al pensar que Hitler no había planeado una
51
guerra mundial. En cambio, la guerra se dio como
resultado de una serie de errores diplomáticos. En general
dijo:
Es el momento de que Estados Unidos aprenda: que el malo (los
nazis o los comunistas) puede ser que no quieran una guerra o
«conquistar» el mundo (su deseo de «conquistar» el mundo
puede ser estrictamente ideológico y no militar); los malos
pueden tener miedo a la posibilidad de que usemos nuestro
enorme poder militar y una postura agresiva para atacarles;
ambos, los malos y los buenos, pueden tener intereses comunes
que podrían hacer que una negociación sea posible (podría ser
que ninguno quiera ser aniquilado por armas nucleares); que
ninguna organización es un «monolito» y que los «agentes»
suelen ser aliados ideológicos que pueden dividirse con sus
supuestos «amos» y lo hacen; y que, finalmente, podríamos
aprender la lección más profunda de todas: que la política
interna de un gobierno a menudo no tiene ningún índice de su
política exterior.
Todavía estamos, en último análisis, sufriendo por la ilusión de
Woodrow Wilson: que las «democracias» nunca se embarcarían
ipso facto en una guerra y que las «dictaduras» siempre están
dispuestas a hacerlo. Por mucho que aborrezcamos los
programas internos de la mayoría de dictadores (sin duda de los
nazis y los comunistas), no tiene por qué tener una relación con
sus políticas exteriores. De hecho, muchas dictaduras has sido
pasivas y estáticas en la historia y, contrariamente, muchas
democracias han llevado la iniciativa de la promoción y a la hora
de declarar la guerra. El revisionismo podría ser capaz de una
vez por todas de destruir el mito wilsonista.
Pero, ¿qué ocurre si Rothbard se equivoca? ¿Y si el
objetivo de los Nazis si que era conquistar el mundo?
Seguiría sin haber razones válidas por la que Estados
Unidos debería haber entrado en la Segunda Guerra
Mundial antes del ataque de Pearl Harbor. Si esto es
cierto, la objeción de nuestro caso en contra de la guerra se
equivoca. El gran libertario Garet Garret ilustra nuestro
52
objetivo. Él creía que los nazis nos habían amenazado,
pero que deberíamos responder con una política de atenta
espera.
En un editorial del Saturday Evening Post del 6 de julio
de 1940, Garret dijo:
Ha aparecido un nuevo y aterrador poder, un poder movido por
un hambre insaciable de la Tierra, consciente de que no hay más
derechos que el derecho al poder. No amenaza a este país con
invasión. Por lo menos aún no. Amenaza al continente
americano con proyectos económicos y políticos en países
latinoamericanos, para nosotros esto es un hecho inquietante.
Pero la mayor característica de lo que ha pasado es que el
mundo está en un estado de desequilibrio.
El decisivo movimiento de Garrett era rechazar una
respuesta adecuada a Hitler requería ayuda militar a los
Aliados. Justo lo contrario, Estados Unidos debía hacer
que sus fronteras fueran seguras ante un ataque:
En el mundo entero […] hay un pueblo capaz de crear un poder
defensivo igual al nuevo poder de una agresión espantosa que ha
destruido las bases de paz y civilidad internacionales. Somos ese
pueblo […] somos lo más cercano a una nación autosuficiente
de los tiempos modernos, todo un imperio, poseedores de
prácticamente todas las cosas necesarias. […] Nuestro poder
productivo es igual que el de toda Europa y aumentará, por lo
que sabemos, sin límite. […] Para finalizar, al estar situados
entre dos océanos, nuestra situación geográfica es ventajosa en
el sentido militar y nos proporciona grandes posibilidades
contra los agresores.
Los defensores de la intervención estadounidense en la
guerra podrían contestar a Garrett así: «Quizá Estados
Unidos podría hacer lo que decís. ¿Pero, por qué
deberíamos refugiarnos en nuestra fortaleza que es
Estados Unidos? Y si, como has admitido, Alemania nos
53
amenaza, ¿por qué no deberíamos ayudar a aquellos que
batallan contra el Tercer Reich y su Führer?
Garrett anticipó esta objeción y su respuesta demostró
que era un mejor economista que sus críticos. Si Estados
Unidos enviara armas a otros países, ¿no debilitaría a
nuestras propias fuerzas? Los intervencionistas pensaban
solo en los beneficios que la asistencia ayudaría a hacer
más seguro, pero ignoraron que quitarse a Estados Unidos
sus armas debilitaría su defensa. En resumen, al contrario
de sus críticos, Garrett estaba al corriente del concepto del
coste de oportunidad.
Podría ocurrir que nos diéramos cuenta del trágico error que
sería despojar a este país del armamento y mandarlo a Europa
en un momento en el que nuestro poder existente es inadecuado,
entonces el líder que lo ha hecho debería desear que no se escriba
nada en el libro de la fama porque lo que aparecería sería que
tenía un gran afán por salvar a la civilización europea y se
olvidó se du propio país.
Pero tenemos que plantear una objeción final. ¿Qué hay
de Pearl Harbor? ¿No nos atacaron los japoneses? Si fue
así, ¿no nos embarcamos en una guerra justa de defensa?
Estas preguntan dependen de una visión naíf de estos
hechos. Como señaló el distinguido historiador
diplomático y politólogo de la UCLA Marc Trachtenberg,
Roosevelt quería entrar en la guerra de Europa. ¿Pero
quién era él para hacer eso? Hitler, que sabía que el
presidente de Estados Unidos lo veía como un enemigo,
evitaba conflictos con barcos estadounidenses a pesar de
una agresiva política naval de EEUU dirigida contra
Alemania.
Trachtenberg pensó que por esta razón Roosevelt pensó
en Japón. Ordenó un embargo de la explotación de
petróleo, amenazando de muerte la economía japonesa.
¿No se podría considerar un movimiento provocativo
54
diseñado para que los japoneses, desesperados, atacaran a
Estados Unidos?
¿Cómo podría involucrarnos en una guerra contra
Alemania atacar a Japón? Muchos historiadores han visto
en esta cuestión una objeción decisiva a la tesis de la
«puerta trasera de la guerra». Trachtenberg tiene una
respuesta brillante a esta cuestión. Mantiene que se basa
en una falsa suposición. Una vez que Estados Unidos y
Japón estén en guerra, ¿por qué la decisión de la guerra
con Alemania recaería solo en Hitler? ¿No habría sido
capaz Roosevelt de sobreponerse a la resistencia
aislacionista y garantizar desde el Congreso una
declaración de guerra contra Alemania?
El Eje […] se veía mucho más unido de lo que estaba. Y fue en
gran parte por esta razón por la que se culpó completamente al
Eje de Pearl Harbor. De hecho, muchas personas del país […]
estaban convencidas en el momento del ataque a Pearl Harbor
de que los japoneses eran «marionetas de Hitler» Y, por
supuesto, Roosevelt no habría sido ajeno a algo tan básico. […]
Habría llegado a la conclusión de que Alemania no podría
mantenerse al margen de una guerra entre EEUU y Japón, sin
importar las decisiones que hubiera tomado Hitler. Y lo que
significa que una estrategia de puerta trasera, si eso es lo que
fue, habría sido factible en ese contexto político.
El argumento de Trachtenberg recibió apoyo por el
simple hecho de que después del ataque de Pearl Harbor,
ni siquiera el Primer Comité contemplaba una posibilidad
realista de separar la guerra con Japón y la guerra con
Alemania. No se creó ninguna campaña para limitar la
guerra a Asia y el Comité se disolvió el 11 de diciembre, el
día en el que Alemania le declaró la guerra a Estados
Unidos.
Podemos ir más allá. Como siempre, Robert Higgs va a
la esencia de las cosas:
55
Debido a que los criptógrafos estadounidenses rompieran el
código naval japonés, los líderes en Washington sabía que las
«medidas» que tomara Japón incluirían un ataque a Pearl
Harbor. Aun así, ocultaron esta información a los comandantes
en Hawái, que podrían haberse anticipado al ataque o haber
estado preparados para defenderse. Que Roosevelt y sus jefes no
hicieran sonar la alarma de alerta tiene sentido: después de todo,
el ataque inminente logró que sucediera exactamente lo que
llevaban buscando desde hace mucho tiempo. Como le confesó
Stimson a su diario después de una reunión de gabinete de
guerra el 25 de noviembre, «la cuestión era cómo íbamos a
maniobrar para que fueran ellos [los japoneses] los que
dispararan primero sin que supusiera un gran peligro para
nosotros». Después del ataque, Stimson confesó que «lo primero
que sentí fue alivio […] porque una crisis haría que se uniera
nuestra gente».
En sus esfuerzos para implicar a Estados Unidos en una
guerra con el Eje, Roosevelt contaba con la ayuda del
servicio de inteligencia británico. Thomas Mahl aclaró en
su importante libro Desperate Deception el alcance y la
naturaleza de la actividad británica diseñada para
implicar a Estados Unidos en la guerra: El ejemplo más
sorprendente de efectividad del esfuerzo británico es este.
Antes de que se estableciera la Oficina de Servicios
Estratégicos (OSS), un directivo presidencial creó en julio
de 1941 un grupo preliminar llamado La Oficina del
Coordinador de Información (COI). No fue este el único
grupo, que diseñaba los planes para la OSS, organizado
porque lo pidió el servicio de inteligencia británico; su jefe
era un agente británico. El coronel Charles Howard
«Dick» Ellis, un asistente del principal agente británico de
inteligencia en Estados Unidos, el S. William Stephenson
«dirigía la oficina del COI de [William] Donovan y creó el
plan de acción para la OSS estadounidense».
No voy a entrar en detalle en la amplia gama de
episodios sobre los discute Mahl. En su lugar vamos a ver
56
dos ejemplos adicionales de la influencia británica. La
primera está relacionada con las cruciales elecciones de
EEUU de noviembre de 1940. Para ganar la guerra, Gran
Bretaña necesitaba el apoyo de Estados Unidos como un
aliado de guerra. Pero si los republicanos llevaban a cabo
una fuerte campaña no intervencionista, no servirían ni
tan siquiera los trucos de Roosevelt para llevar a Estados
Unidos a la guerra. «El primer proyecto de ley en tiempos
de paz de la historia estadounidense, la Ley Burke-
Wadsworth y el Acuerdo de destructores por bases no
habrían recibido la aprobación de Roosevelt si un
verdadero candidato de la oposición hubiera estado
dispuesto a convertirlo en un asunto político en las
elecciones de 1940».
Para asegurar el objetivo británico, los candidatos
republicanos tenían que ser firmes en el bando
intervencionista. ¿Cómo se podría conseguir? Mahl
contesta su pregunta al señalar algo muy inesperado en
ese momento: el gran repentino apoyo a Wendell Willkie
en los meses previos a las convenciones republicanas y las
convenciones mismas.
La estampida hacia Willkie, el candidato sorpresa por
excelencia, dejó perplejos a sus contemporáneos. H.L.
Mencken «escribió después de ver la nominación: “Estoy
completamente convencido de que la nominación de
Wilkie se logró por el Espíritu Santo en persona”». Mahl
tenía una explicación más sensata. El auge de Willkie fue
tramado con gran apoyo británico; el banquero Thomas
W. Lamont desempeñó un papel fundamental en este
esfuerzo.
En cualquier caso, una vez nominado Willkie permitía
que continuara la estrategia británica sin ningún tipo de
desafío por parte del candidato republicano. Mahl cita a
este respecto un comentario revelador de Walter
Lippmann, un aliado del servicio de inteligencia británico:
«Se encuentra en segundo lugar, después de la Batalla de
Contra el Estado: Un Manifiesto Anarcocapitalismo - Lew Rockwell
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Contra el Estado: Un Manifiesto Anarcocapitalismo - Lew Rockwell

  • 1.
  • 2.
  • 3. L E W R O C K W E L L CONTRA EL ESTADO UN MANIFIESTO ANARCOCAPITALISTA Traducido por Elsa Piñero Cotillas
  • 4.
  • 5. ÍNDICE PREFACIO.....................................................................................................................1 INTRODUCCIÓN. POR QUÉ SOY ANARCOCAPITALISTA......................5 1. LA GUERRA SISTEMÁTICA............................................................................13 2. GUERRA CONTRA LAS DROGAS................................................................63 3. EL ASALTO A NUESTRAS LIBERTADES....................................................75 4. LA GUERRA DE LOS BANQUEROS EN ESTADOS UNIDOS: LA FED...............................................................................149 5. EL FASCIMO ESTADOUNIDENSE..............................................................163 6. ¿POR QUÉ NO UN GOBIERNO LIMITADO? ..........................................189 7. ¿CÓMO FUNCIONARÍA LA ANARQUÍA?..............................................207 LECTURAS ADICIONALES................................................................................225
  • 6.
  • 7. 1 PREFACIO «ESTAS ÉPOCAS SON las que ponen a prueba el alma de los hombres». Esto fue lo que dijo Thomas Paine en El sentido común, el ensayo que provocó la Revolución de las Trece Colonias. Nosotros nos enfrentamos a una época similar. El gobierno estadounidense nos involucra en guerras destructivas, costosas e ilegales. Bajo una mala gestión del Sistema de la Reserva Federal (FED), el crédito y el dinero están sujetos a presiones inflacionarias que, como explica la teoría del ciclo económico de la Escuela Austriaca, nos llevan a depresiones. El gobierno nos somete a una aplastante presión fiscal. Nuestras libertades civiles están sometidas a continuos asaltos y el gobierno reivindica el derecho a matarnos sin ningún juicio previo. La excusa del gobierno ante esto es la innecesaria «guerra contra el terrorismo». Si no hubiéramos intervenido en el extranjero, no habría una reacción terrorista contra Estados Unidos. En cualquier caso, la amenaza se ha exagerado extremadamente. Y como si esto no fuera suficiente, el gobierno también ha hecho una dañina «guerra contra las drogas» que manda a miles de personas a la cárcel y discrimina a los negros. Los asuntos tratados a nivel estatal y local no van mejor. Supuestamente la policía debería protegernos, pero, por el contrario, nos matan demasiado a menudo. Los SWAT (Armas y Tácticas Especiales) en ocasiones van a direcciones erróneas en sus descabelladas redadas en las que matan y brutalizan a víctimas inocentes. Los gobiernos locales y estatales se adueñan de nuestras propiedades mediante la «expropiación». Esos gobiernos también nos quitan nuestro dinero a través de los impuestos. El sistema de escuelas estatales ha fallado estrepitosamente. Subordina a sus jóvenes cautivos a un
  • 8. 2 adoctrinamiento obligatorio diseñado para hacerlos dóciles ante los estragos del gobierno. La lista podría continuar. Estos demonios no son producto de un mal funcionamiento temporal en el estado. Al contrario, el estado es por naturaleza malvado. Como Franz Oppenheimer y su discípulo Albert Jay Nock nos enseñaron, el estado empezó con violencia y siempre ha sido un instrumento de violencia. Esto significa que un grupo social puede explotar al resto. San Agustín dijo «Sin justicia, ¿qué es el estado mas que un gran robo?» Sin justicia—el estado por su propia naturaleza no puede ser justo. Si esto es así, la respuesta a la pregunta explicada brevemente es obvia. Tenemos que deshacernos del estado y reemplazarlo con organizaciones voluntarias. En lugar de confiar nuestra protección a un estado depredador, ¿por qué no dejarlo en manos de la cooperación pacífica de personas en un mercado libre? Muchos lectores estarán a punto de llevarse las manos a la cabeza. «Esto es anarquía», dirán. Tienen razón, pero anarquía no significa lo que ellos creen. Mucha gente cree que «anarquía» es un sinónimo de «caos». «La mera anarquía se desata por el mundo», como dijo Yeats. Esto no es lo que pensamos. La anarquía es, precisamente, lo contrario al caos. Los anarquistas libertarios sostienen que el libre mercado es la mejor forma de generar un orden social pacífico y próspero. En este libro vamos a ver cómo una sociedad anarquista puede resolver nuestros mayores problemas sociales. Exceptuando a un pequeño grupo de explotadores, todos estaríamos mejor si viviéramos en un sistema anarquista. Para plantear nuestro caso, nos vamos a basar en gran medida en el trabajo pionero de Murray Rothbard que combinó las mejores características de la Economía Austríaca y la tradición anarcoindividualista del siglo diecinueve en una síntesis únicamente poderosa. En obras
  • 9. 3 como Poder y mercado, La ética de la libertad y Hacia una nueva libertad, nos muestra como funcionaría un sistema anarquista. Para hablar sobre anarquismo, tenemos que atender a una objeción que probablemente les surgirá a muchos lectores. Si el estado gestiona mal la economía, nos oprime domésticamente y nos involucra en guerras innecesarias, ¿por qué no acabamos simplemente con estos programas? ¿Por qué no reformamos el gobierno constitucional limitado? ¿No es el anarquismo una respuesta demasiado drástica? Veremos que esta respuesta popular es inadecuada. El gobierno no puede ser limitado. De hecho, hacer que el gobierno sea más «democrático» no es la respuesta tampoco. Como Hans Hoppe nos mostró en su clásico contemporáneo Monarquía, democracia y orden natural, la democracia es parte del problema, no la solución. Vamos primero a proceder a analizar con más detalle los desastrosos programas de los que es responsable el Gobierno Estadounidense y después daremos la respuesta anarquista a esos problemas.
  • 10. 4
  • 11. 5 INTRODUCCIÓN POR QUÉ SOY ANARCOCAPITALISTA Actualmente, un gran número de personas —más que nunca, probablemente— se definen como defensores del libre mercado a pesar de la constante propaganda que existe en su contra. Y es genial. Sin embargo, a esas declaraciones de apoyo siempre les sigue el inevitable ‘pero’: pero necesitamos un gobierno que nos proporcione seguridad física y resolución de conflictos, los servicios más cruciales de todos. Casi sin lugar a duda, la gente que en lo demás apoya al mercado, quiere asignar al gobierno la producción de los bienes y servicios más importantes. Muchos apoyan un monopolio gubernamental o delegado por el gobierno sobre la producción de dinero, y todos apoyan un monopolio gubernamental sobre la producción de servicios legales y de protección. Esto no quiere decir que estas personas sean estúpidas o necias. Casi todos hemos pasado por un periodo de gobierno limitado —o «minarquista»— y esto es simplemente porque nunca se nos ha ocurrido examinar nuestras premisas detenidamente. Para comenzar, unos cuantos principios básicos nos deberían hacer cuestionarnos que demos por hecho que la actividad gubernamental es conveniente: • Los monopolios (entre los que el gobierno es un gran ejemplo) derivan en precios más altos y servicios de peor calidad a largo plazo. • El sistema de precios del libre mercado controla constantemente los recursos, de tal manera que los deseos de los consumidores se satisfacen de la manera
  • 12. 6 menos costosa en lo que respecta a oportunidades perdidas. • El Gobierno, en cambio, no se puede «dirigir como una empresa», como explicó Ludwig von Mises en La Burocracia. Sin el test de ganancias y pérdidas, con el que la sociedad ratifica la toma de decisiones, una agencia gubernamental no tiene ni idea de qué producir, en qué cantidades, en qué lugar ni qué métodos utilizar. Cada decisión es arbitraria, de manera totalmente análoga al problema al que se enfrenta la junta de planificación socialista (como trata Mises en su famoso ensayo El cálculo económico en la comunidad socialista). En otras palabras, cuando se trata del suministro de cualquier cosa por parte del gobierno, tenemos razones fundadas para esperar poca calidad, precios altos y una distribución arbitraria y realizada con un gran despilfarro de los recursos. Existen otras muchas razones por las que el mercado, el ámbito en el que las interacciones voluntarias entre individuos suceden, se merece el beneficio de la duda por encima del estado. No deberíamos asumir que este es indispensable sin haber investigado primero seriamente sobre el nivel al que podrían convivir la ingenuidad humana y la armonía económica del mercado sin el estado. Por ejemplo: • El estado adquiere sus ingresos atentando contra individuos pacíficos. • El estado fomenta que la gente crea que existen dos tipos de normas morales: un tipo de normas que aprendemos cuando somos niños, que involucra la abstención de violencia y robo. Otro tipo que solo se aplica al gobierno, que puede agredir a individuos pacíficos en todos los sentidos. • El sistema educativo, dominado por el Estado, alienta a la gente a considerar la conducta predatoria
  • 13. 7 del gobierno como moralmente legítima y el mundo del intercambio voluntario como moralmente sospechoso. • El sector público está dominado por intereses específicos que presionan para conseguir beneficios especiales a expensas de la población en general, mientras que en el sector privado solo se consigue el éxito cuando se agrada al ciudadano de a pie. • El deseo de contentar a grupos de presión organizados casi siempre supera al deseo de agradar a la gente a la que le gustaría que se redujeran los gastos del gobierno (y la mayoría solo los quiere reducidos ligeramente). • El poder judicial en Estados Unidos ha tomado decisiones absurdas, con poca conexión o ninguna al propósito original, desde hace más de dos siglos. • Los gobiernos enseñan a sus súbditos a agitar banderas y cantar canciones en su honor, solo así contribuyendo a la idea de que resistirse a sus expropiaciones y su grandeza es traición. La lista podría continuar indefinidamente. Es entendible que la gente quizá no entienda cómo la Ley, que asumen que debe darse de forma vertical, puede emerger en ausencia de Estado, a pesar de que existe gran cantidad de obras históricas que demuestran precisamente todo esto. Pero si el gobierno siempre hubiera monopolizado la producción de cualquier bien o servicio, podríamos escuchar las aterradas objeciones si se hablara de privatizarlos. Si el gobierno tuviera el monopolio de la producción de bombillas, por ejemplo, nos dirían que el sector privado no puede producir bombillas. Los críticos insistirían, el sector privado no producirá el tamaño y voltaje que la gente quiere. El sector privado no producirá las bombillas especiales que se necesitan en un sector de mercado limitado ya que no podrán obtener beneficio de su venta. El sector privado producirá bombillas peligrosas que pueden explotar. Y un largo etcétera.
  • 14. 8 Como siempre hemos vivido con la producción privada de bombillas, estas objeciones nos pueden parecer irrisorias. Nadie querría que ocurriera ninguna de estas situaciones de las que nos han avisado estas hipotéticas críticas, por lo que el sector privado, obviamente, no las produciría. La realidad es que las fuentes competitivas del derecho han estado lejos de la infrecuencia en la historia de la civilización occidental. Cuando el rey comenzó a monopolizar las funciones legales, no lo hizo por un deseo abstracto de establecer el orden, que ya existía, sino porque recaudaba tasas cada vez que se escuchaban casos en las Cortes Reales. Las ingenuas teorías de interés público del gobierno, que ninguna persona sensata se creería en otro contexto, no se vuelven persuasivas de repente aquí. A Murray N. Rothbard le gusta citar a Franz Oppenheimer, que identifica dos maneras de adquirir riqueza. El significado económico de riqueza implica enriquecerse mediante intercambios voluntarios: crear algún bien o servicio por el que la gente esté dispuesto a pagar. El significado político, dice Oppenheimer, implica «la apropiación no correspondida del trabajo de otros». ¿Cómo vemos al Estado en el campamento rothbardiano? No lo vemos como el proveedor indispensable de la ley y el orden, o la seguridad, o los llamados «bienes públicos». (Toda la teoría de bienes públicos está basada en falacias). Más bien, el Estado es una institución parasitaria que vive de la riqueza de sus sujetos, escondiendo su naturaleza predatoria y antisocial tras una fachada de interés público. Esto es, según dijo Oppenheimer, la organización de los medios políticos sobre la riqueza. «El Estado», escribió Rothbard, es esa organización en la sociedad que intenta mantener un monopolio del uso de la fuerza y la violencia en un determinado territorio; en especial, es la única
  • 15. 9 organización en la sociedad que no obtiene sus ingresos mediante la contribución voluntaria o el pago de servicios prestados, sino a través de la coerción. Mientras que otros individuos o instituciones obtienen sus ingresos produciendo bienes y servicios y vendiéndolos de manera pacífica y voluntaria a otros, el Estado obtiene sus ingresos mediante el uso de la coacción; amenazado con la cárcel y la bayoneta. Al usar la fuerza y la violencia para conseguir su rédito, el Estado continúa regulando y dictando el resto de acciones de los sujetos individuales. […] El Estado proporciona un canal legal, ordenado y sistemático para la depredación de la propiedad privada; hace que la vida de la casta parasitaria en la sociedad sea segura y relativamente «pacífica». Al preceder siempre la producción a las conductas predatorias, el mercado libre es anterior al Estado. El Estado nunca se ha creado bajo un «contrato social»; siempre ha surgido de la conquista y la explotación. Si ahora esta descripción del estado es verdadera, y yo creo que tenemos buenas razones para creer que lo es, ¿es limitarlo posible o incluso deseable? Antes de desechar la posibilidad completa, ¿no deberíamos considerar al menos si sería posible vivir sin él? ¿Debería ser el mercado libre, el área de cooperación voluntaria, el gran motor de la civilización que sabemos que puede ser? Volvamos a la Constitución y a los Padres Fundadores, dice la gente. Esto sería una mejora, no cabe duda, pero la experiencia nos ha enseñado que «gobierno limitado» es un equilibro inestable. Los Gobiernos no tienen ningún tipo de interés en ser limitados cuando pueden aumentar su poder y riqueza al ampliar su alcance. La próxima vez que insistas en que necesitamos un gobierno limitado pregúntate a ti mismo por qué nunca jamás se ha mantenido así. ¿No estarás persiguiendo a un unicornio?
  • 16. 10 ¿Y que hay de «la gente»? ¿Podemos confiar en ellos para que el gobierno se mantenga limitado? La respuesta a esta pregunta está en tu entorno. Al contrario del minarquismo, el anarcocapitalismo no tiene esperanzas irracionales en la sociedad. El minarquista tiene que intentar encontrar una manera para persuadir a los ciudadanos de que crean que, aunque el estado tiene el poder de redistribuir la riqueza y financiar bonitos proyectos que le gustan a todo el mundo, no debería. El minarquista tiene que explicarles, uno por uno, el problema de cada posible intervención estatal, mientras que al mismo tiempo los intelectuales, las universidades, los medios de comunicación y la clase política se ponen de acuerdo contra él para transmitir justo el mensaje opuesto. En lugar de requerir la infructuosa charla de enseñarle a todo el mundo qué son las subvenciones agrícolas, cuál es el problema de rescatar a la Reserva Federal, cuál es el problema del complejo militar-industrial, cuál es el problema del control de los precios —en otras palabras, en vez de intentar enseñar a todos los estadounidense el equivalente a tres grados en economía, historia y filosofía política— la sociedad anarcocapitalista tan solo espera de la sociedad que conozca las ideas morales comunes para todo el mundo: no hagas daño a personas inocentes y no robes. Todoen lo que creemos deriva de estos simples principios. Siempre se habla mucho de las objeciones más frecuentes y obvias — p.ej., ¿No caerá la sociedad en un conflicto violento cuando las bandas armadas peleen por su territorio? ¿Cómo se resolverían las disputas cuando mi vecino elige a un árbitro y yo elijo a otro? Un ensayo corto no puede responder todas estas objeciones, así que os remito a la bibliografía anarcocapitalista de LewRockwell.com (LRC) reunida por Hans-Hermann Hoppe.
  • 17. 11 Hay un chiste que se ha repetido mucho en los últimos años: ¿cuál es la diferencia entre un minarquista y un anarquista? Respuesta: seis meses. Si valoras el criterio, la consistencia y la justicia, y te opones a la violencia, el parasitismo y el monopolio, no tardarás tanto tiempo. Empieza a leer y comprueba a dónde te llevan las ideas.
  • 18. 12
  • 19. 13 1 LA GUERRA SISTEMÁTICA El objetivo principal de la política exterior estadounidense es imponer la voluntad de la élite dirigente sobre el resto del mundo. Al hacerlo, hemos causado una enorme cantidad de muertes y destrucción sin ninguna justificación moral. Cuando era Secretaria de Estado, Madeleine Albright expresó la postura de la élite estatal estadounidense con una claridad escalofriante. En el programa 60 Minutes el 12 de mayo de 1996, Lesley Stahl le preguntó a Albright sobre las sanciones económicas que EEUU estaba imponiendo al régimen de Sadam Husein en Irak. Stahl preguntó: «Hemos escuchado que medio millón de niños han muerto. Quiero decir, esos son más niños que los que murieron en Hiroshima. ¿Merece la pena pagar ese precio?» y Albright contestó: «creemos que el precio merece la pena». Su fragrante desprecio por la vida humana hace que abordar la pregunta sea aún más urgente, cuándo se podría justificar que una sociedad entre en guerra. Una respuesta es el pacifismo —la guerra no está nunca justificada. Esta posición dice mucho por sí misma y es mucho mejor que nuestra política belicista. Este no fue el punto de vista que adoptó Murray Rothbard. El problema principal con el pacifismo absoluto se puede ver en esta frase de Hilaire Belloc: «Pale Ebenezer creía que estaba mal pelear/Pero Roaring Bill (quien lo mató) pensó que estaba bien». Si alguien te ataca directamente no te quedará otra alternativa que contraatacar. Contraatacar —esa es la clave de la posición en la que cree Rothbard. A no ser que nos encontremos ante un ataque directo, la guerra no está justificada. El resultado es
  • 20. 14 que la guerra no es casi nunca moralmente aceptable. Aquí Rothbard sigue la tradición de la guerra justa desarrollada por S. Agustín, S. Tomás de Aquino y después pensadores como Francisco Suárez y Hugo Grotius. El Cardenal Charles Journet en su The Church of the Word Incarnate señalaba: «Después de leer las especificaciones [de las condiciones para una guerra justa] deberíamos preguntar cuántas guerras han sido completamente justas. Probablemente se puedan contar con los dedos de una mano». El gran teólogo católico y Murray Rothbard están completamente de acuerdo en este punto. Para Rothbard, Solo ha habido dos guerras en la historia de Estados Unidos que fueron, bajo mi punto de vista, incuestionablemente propias y justas; no solo porque la otra parte libró una guerra clara y notablemente injusta. ¿Por qué? Porque no tuvimos que preguntarnos si una amenaza contra nuestra libertad y propiedad estaba clara o presente; en ambas guerras los estadounidenses intentaban deshacerse de la dominación de otras personas. Y en ambos casos, la otra parte intentó ferozmente mantener el coactivo poder sobre los estadounidenses. En cada caso, una parte—«nuestra parte» si queréis llamarla así—era especialmente justa, la otra parte —«su parte»—injusta. Para ser más específicos, las dos guerras justas en la historia americana fue la Revolución de las Trece Colonias y la Guerra Civil. Por si esto no fuera suficiente para condenar las guerras, también tenemos que tener en cuenta la nueva condición por la posesión de armas nucleares. Pío XXI condenó las «guerras agresivas» (usando este término en un sentido técnico para referirse a las guerras de reparación o castigo), y John XXIIII condenaba las guerras de reparación: «Cuesta imaginar que la era atómica de la guerra podría ser un medio digno para restablecer los derechos violados».
  • 21. 15 ¿Cómo se podría comparar la actual política estadounidense con los requisitos tradicionales de la guerra justa, interpretado desde el punto de vista de Rothbard? Decir «no muy bien» sería un eufemismo. Primero vamos a fijarnos en la Guerra de Irak que George Bush comenzó en 2003. ¿Por qué intervino Estados Unidos? Una de las principales razones era la presión de un grupo que ejerce más y más influencia en la política exterior de Estados Unidos—los neocón. Paul Wolfowitz, William Kristol, Robert Kagan y muchos otros no estaban satisfechos con la política exterior estadounidense. Expusieron sus planes en un importante libro de Kristol y Lawrence Kaplan, The War Over Iraq: Sadamm’s Tiranny and America’s Mission, publicado en 2003. Esos autores neocón decían que la política exterior debe evitar el «realismo». Los realistas estaban a favor de trabajar dentro de la tradición del equilibrio del poder de la diplomacia europea. «Esto a su vez llevó a las recomendaciones clave realistas: un Estado debe limitarse a proteger sus “intereses vitales” para que no perturbe el equilibrio del poder». Una política exterior realista no va a dudar en aliarse, si las condiciones lo requieren, con un estado antidemocrático, pero esto ataca el corazón de las ideas de Kaplan y Kristol. La clave de su acercamiento es que Estados Unidos debería embarcarse en una cruzada por todo el mundo por la democracia. Hacer esto, afirman, daría como resultado un mundo en paz. Sostienen que el «valor estratégico de la democracia se refleja en la verdad de las políticas internacionales: Muy rara vez las democracias entran en una guerra entre ellas». Dada esta premisa, ¿no es la conclusión obvia? Si simplemente se estableciera la democracia en todas partes, el milenio está al alcance de la mano.
  • 22. 16 La democracia debería propagarse por todo el mundo, peor hay un área que es más importante para los neocón —Oriente Medio. Kaplan y Kristol odian todos los sistemas políticos del mundo árabe y proponen remplazarlos: «A día de hoy no hay tan solo un estado árabe que pueda considerarse que sea una democracia. […], pero fundamentar la democracia en Oriente Medio no es un asunto de egoísmo nacional. Se ha convertido en un asunto de bienestar nacional, incluso supervivencia». En particular, el gobierno monárquico de Arabia Saudí debe desaparecer. ¿Por qué no remplazarlo como un aliado estadounidense por un Irak democrático? «A su vez, la experiencia iraquí de un régimen democrático liberal podría aumentar la presión que ya sienten los mulás de Teherán. […] Irak podría remplazar a Arabia Saudí como el principal aliado de Estados Unidos y de fuente de petróleo en la región». Por lo tanto, Estados Unidos debería atacar a Sadam Husein —hay que recordar que lo escribieron antes de que comenzara la invasión. Increíblemente Kaplan y Kristol predijeron que los iraquís los recibirían con los brazos abiertos. Después podrían empezar las guerras preventivas contra otras dictaduras. En la ley internacional, la práctica internacional y en la historia estadounidense hay un amplio precedente para las doctrinas de prevención. […] Los orígenes de este concepto surgieron con el padre de las leyes internacionales, Hugo Grotius, que en siglo diecisiete escribió: «Es lícito matar a quien se está preparando para la guerra». Obviamente, ahora sabemos que Bush y su administración mintieron cuando hablaron de «armas de destrucción masiva». Nadie fue capaz de encontrarlas y Bush después tuvo un mal gusto extremo, pero característico, al mentir sobre esto. Pero se suele pasar por alto un punto importante. Incluso si las historias sobre las
  • 23. 17 armas hubieran sido ciertas, ellos no hubieran justificado una guerra preventiva estadounidense para deshacerse de ellas. ¿Por qué no? Oliver O’Donovan, uno de teólogos morales más importante de la Iglesia de Inglaterra, resalta un punto vital. Si tenemos en cuenta su percepción, podremos comprender por qué la invasión de Irak es una guerra injusta. O’Donovan, un erudito de gran formación, cita un pasaje de Hugo Grotius que deja claro cómo la teoría clásica de la guerra justa responde a nuestras preguntas: Grotius aprueba la guerra defensiva contra inuria non facta, «mal no cometido», aunque con esta estricta calificación: El peligro puede ser inmediato, […] aquellos que aceptan el miedo de cualquier tipo como justificación para la amenaza preventiva se engañan a sí mismos y engañan a los demás. Como «Teoría de la paz democrática», el erudito en relaciones internacionales Christopher Layne resalta: La Teoría de la paz democrática es probablemente la «teoría» más sobrevalorada y con menos respaldo jamás confeccionada por los académicos estadounidenses. De hecho, no es ni siquiera una teoría. En cambio, es una teología que encaja con la arrogancia de los seguidores del Wilsonialismo —especialmente los neoconservadores que han defendido el Imperio Americano desde principios de 1990. ¿Cuáles han sido los resultados a nuestros esfuerzos para inculcar en Irak los «beneficios» de la democracia? Hay algo de lo que los estadounidenses no hablan: la vida de los iraquís o, mejor dicho, la muerte de los iraquís. Es interesante ya que vivimos en una época de extremo multiculturalismo y preocupación global. Nos encantan los trabajadores humanitarios internacionales, viajar como misionero a otros países, llorar por la mala situación de
  • 24. 18 aquellos que sufren por el hambre y enfermedades, nos hacemos voluntarios para que Ecuador pueda tener instalaciones de fontanería, llevamos mosquiteras a Ruanda, agua limpia a Malaui, Derechos Humanos a Togo y medicina a Bangladesh. Pero cuando «nosotros» causamos la catástrofe, de repente solo hay silencio. Hay algo curioso, sospechoso e incluso desleal sobre una persona que insistiera en la muerte de iraquíes desde la invasión estadounidense en 2003. Quizá una persona que llorara por Irak es realmente un simpatizante terrorista. Al fin y al cabo, la mayoría de las muertes son el resultado de la «violencia sectaria» y son quienes pueden evitar que las sectas islámicas se maten entre ellas. Mejor que se maten entre ellos a que nos maten a nosotros, ¿no? Ha llegado el momento en el que nos paremos a pensar sobre los números, aunque los militares estadounidenses hayan decidido que contar los cuerpos no merece la pena. Este es el espeluznante resultado: más de un millón de personas han sido asesinada en Irak desde la invasión de EEUU, de acuerdo con Opinion Research Business, una empresa de votación de gran reputación de Reino Unido. Sí, otras estimaciones son menores, pero os deberíais impresionar con lo que han encontrado. Suena muy creíble. En Bagdad, donde la presencia de EEUU es más pronunciada, cerca de la mitad de los vecinos informan que han perdido a un miembro de la familia en un ataque de cualquier tipo. La mitad de los muertos ha sido por heridas de bala, un quinto por coches bomba y un décimo por bombas aéreas. El número total de muertos sobrepasa el genocidio tan mediático de Ruanda en 1994. Apartando los sorprendentes detalles, lo que a mí me llama la atención es el número de muertes que no son ni suní ni chií. También es sorprendente que cuanto más te alejas de la actividad de las tropas estadounidenses, más
  • 25. 19 pacífico es el lugar. Los estadounidenses piensan que están trayendo la paz a Irak, pero los datos nos muestran que lo único que estamos trayendo es sufrimiento y muerte. Si alguna vez has perdido a un miembro de tu familia, sabes que tu vida no vuelve a ser la misma nunca. Causa traumas de todo tipo, religiosos, sociales y maritales. Ya es suficientemente malo perder a un miembro de tu familia por algún tipo de enfermedad. ¿Qué hay de una muerte a sangre fría, o por un coche bomba, o por una bomba aérea? Esto nos infunde un sentimiento de furia y motivación para la represalia. Estamos hablando de 1,2 millones de personas que han sido asesinadas de alguna de estas maneras y no se incluye el número de personas que mataron durante la propia invasión por haber intentado oponerse a la invasión de tropas extranjeras; o los 500 000 niños y ancianos que mataron las sanciones anti civiles de EEUU- ONU en los pasados 10 años. EEUU desencadenó el derramamiento de sangre en Irak que es raramente conocido en países que consideramos violentos y asolados por la guerra civil. Es increíble pensar que esto ha ocurrido en lo que hasta hace no tanto era un país liberal y civilizado. Este era un país que tenía problemas con la inmigración, particularmente entre las clases cultas y talentosas. Iban a Irak porque era el representante árabe más cercano al estilo occidental de la sociedad que se podía encontrar en el área. Fue EEUU quien convirtió este país en un campo de batalla. ¿Por qué no lo aceptamos? ¿Por qué no aceptamos nuestra responsabilidad? La razón tiene que ver con algo misterioso llamado nacionalismo, lo que hace una religión ideológica en las guerras de la nación. Somos liberadores divinos. Ellos son terroristas demoniacos. Da igual la cantidad de datos o información contraria, esta no va a hacer mella en esta fe irreligiosa. Así es en cada país y
  • 26. 20 siempre lo ha sido. Esta en la inteligencia ciega que general la guerra. Esta ceguera es siempre inexcusable, pero quizá más entendible en tiempos en los que la información estaba severamente restringida, cuando los límites tecnológicos nos prohibían saber la verdad completa en el momento. ¿Qué excusa tenemos hoy en día? Nuestra ceguera no es tecnológica, es ideológica. Siempre somos los buenos, ¿no? Cada nación piensa eso de sí mismo, pero la libertad es para aquellos que se arriesgan a pensar de una manera crítica. El proyecto estadounidense de conseguir que en Irak haya una sociedad libre no podría haber funcionado. ¿Por qué no? Porque una sociedad libre necesita un libre mercado y el régimen estadounidense de conquista estaba fundado es un plan socialista del Estado. ¿Así que crees que EEUU fue a Irak para terminar con una dictadura peligrosa y establecer la Democracia? Bien. Los militares de EEUU han tenido un trabajo un poco más difícil que ese. Este es intentar construir una economía, algo que ningún estado en la historia del mundo lo ha conseguido sin la asistencia de un mercado activo. Faluya, Irak no tiene ninguna economía de la que hablar. EEUU lo bombardeó hace unos años. No tiene ni siquiera agua potable. Está lleno de ruinas. Hay algo de electricidad cuatro horas al día, pero no puedes contar con ello porque no se sabe ni qué cuatro horas del día serán. Para por un momento y piensa cómo sería tu vida en esas circunstancias. Los militares estadounidenses tienen la responsabilidad de reconstruirlo, como han hecho por todo Irak, donde el 90% de los proyectos han sido retrasados. Pero en Faluya, EEUU ha prometido que antes de otoño, el 80% de las casas tendrán agua potable. Más inverosímil, EEUU ha prometido que llevará conexión inalámbrica a internet
  • 27. 21 para todo el mundo. Simplemente no bebas agua mientras que navegas por internet. ¿Cuánto va costar todo esto? Oh, un par de cientos de millones. O quizá miles de millones. Te contaremos una vez que se haya hecho. La distribución del agua depende de la electricidad y por alguna razón EEUU no ha conseguido hacer que las centrales generadoras funcionen correctamente para que la electricidad sea accesible. La gente compra sus propios generadores, pero estos necesitan gasolina. Hay escasez de gasolina debido a varios factores: los maestros del universo que acabaron con Sadam no han conseguido procesar el petróleo del suelo y llevarlo a los mercados y el gas que hay solo se puede vender a precios muy bajos y controlados. EEUU hace cumplir esos controles arrestando a los vendedores de gas del mercado negro. Ahora hay problemas generales y específicos con la planificación centralizada que EEUU está llevando a cabo en Irak. El problema general aflige a todas las planificaciones socialistas. Pensad en el plan de Stalin para hacer llegar la electricidad a Ucrania, un movimiento «progresista» como el plan de Bush para modernizar Irak. Era un desastre detrás del otro, todo respaldado por despotismo político y muerte. ¿Por qué no funciona la planificación socialista centralizada? Los medios de producción no se mantienen en privado, por lo que no puede haber mercados de intercambio para ellos y, por lo tanto, no se han establecido relaciones de cambio. Esto significa que no existe una manera de calcular los beneficios y las pérdidas. Sin pérdidas y beneficios no hay manera de determinar los intercambios asociados a las alternativas del uso de recursos. Esto quiere decir que no hay economía en el sentido literal del término. Digamos que solo hay una cantidad limitada de gasolina. ¿Debería ser utilizado para transportar
  • 28. 22 escombros, ejecutar equipos de construcción para instalar plantas de energía o usarlo para transportar materiales para construir colegios nuevos y carreteras? No hay una manera de determinar el mérito relativo de esas opciones. Todo es lo mismo para cada recurso. ¿Qué es prioritario? Acaba siendo una decisión arbitraria de la planificación centralizada. En este caso, la arbitrariedad concluye con los habitantes de Faluya pudiendo ver videos caseros en Youtube, pero no pueden beber agua sin adquirir una infección mortal. La analogía con Ucrania es inevitable: electrificación en medio del hambre. El problema de los precios, o el problema de cálculo, como lo llamaba Ludwig von Mises, siempre y en cualquier lugar condenará cualquier intento de planificación centralizada. Hace imposible incluso llevar a cabo proyectos desde la primera a la última fase de producción ya que cada bien económico requiere muchas fases de producción. Al fin y al cabo, incluso con toda la policía secreta y ejército que tenía Stalin, no podían ni producir decentemente un cultivo de grano. El proceso de producción es demasiado complicado para que la burocracia gubernamental lo lleve a cabo. Los problemas específicos de la ley marcial de la planificación centralizada están relacionados con la manera en la que EEUU ha decidido hacer negocio. El Gobierno ha contratado la mayoría de su trabajo ha corporaciones privadas. De los 18 mil millones de dólares que el Congreso de EEUU ha designado desde 2003, 90 por ciento se ha dirigido a constructores privados. Esto puede (o no) aumentar la eficiencia, pero la estrategia no supera los problemas de cálculo. La decisión sobre lo que se debería construir, cómo, cuándo y por cuánto (el corazón de los problemas económicos) la sigue tomando el Gobierno, no las empresas privadas. Lo que construye la entidad contratante no le pertenece ni puede
  • 29. 23 venderlo. Solo puede hacer lo que se le dice y recoger el cheque. Por lo tanto, la «privatización» de la construcción en Irak no es un paso hacia delante para la economía de mercado, al contrario de lo que la derecha dice (elogiándolo) o lo que dice la izquierda (para condenarlo). Solo consigue añadir una capa más al problema, el problema de la prevaricación y la corrupción que sucede con el proceso de toma de decisiones de quién o qué va a recibir el dinero. Mises escribió en 1920 que podía predecir con confianza el futuro del Socialismo Soviético: Habrá cientos y miles de empresas operando. Muy pocas de estas producirán mercancía lista para el uso; en la mayoría de casos lo que se manufacturará serán bienes inacabados y la producción de bienes. Todas estas preocupaciones estarán interrelacionadas. Cada bien pasará por una serie de fases antes de que esté listo para su uso. En el incesante trabajo y esfuerzo de este proceso, la administración no tendrá ningún medio de probar sus rodamientos. Nunca se podrá determinar si el proceso de la producción de un bien ha tomado un periodo de tiempo innecesario, o si el trabajo y el material empleado en el desarrollo no ha sido en vano. A pesar de estos problemas económicos en la ocupación de Irak y de los terribles costes de la Guerra de Irak, ¿no merecen los neocón y los legisladores estadounidenses reconocimiento por derrocar el gobierno de Sadam Husein? No, claro que no—simplemente han remplazado una tiranía local por una extranjera. Query: ¿Qué lecciones han enseñado los asesinatos en masa, la destrucción, el derramamiento de sangre y hacer la vida de los ciudadanos un infierno al Gobierno de EEUU sobre la Guerra de Irak? Ninguna. O prácticamente ninguna. O quizá han aprendido un poco de algo. En cualquier caso, se necesita aprender que EEUU no es
  • 30. 24 precisamente Dios en la Tierra y que hay algunos límites que ni los ríos de sangre pueden cumplir. Las siguientes palabras son del 22 de diciembre de 2004 y se publicaron en el periódico Wall Street Journal: Los atrevidos ataques de las bases militares estadounidenses en Irak dejaron ayer por lo menos 22 muertos, incluyendo 15 soldados estadounidenses, reaviva el candente debate sobre si la presencia de EEUU está convirtiéndose en un impedimento en el progreso para conseguir un gobierno estable allí. […] Existe un pensamiento cada vez más fuerte entre los funcionarios de soldados de mayor rango que se basa en que la presencia de EEUU en el país ayuda a provocar la sublevación en vez de combatirla. Estos funcionarios argumentan que las tropas estadounidenses podrían estar minando la legitimidad del gobierno interino iraquí y creando la impresión de que una ocupación impopular continuará indefinidamente. Un comentario como este solo puede sorprender a gente que tiene las ideas claras respecto a la Guerra de Irak. El derramamiento de sangre comenzó en 2003 y apenas 2 años después solo unos cuantos sugerían lo increíblemente obvio. La Guerra contra el Terrorismo comenzó incluso antes de 2003, una guerra que ha llevado a que el terrorismo crezca y confirme la opinión de aquellos que han acabado diciendo que EEUU amenaza al mundo. Pero aquellos que se sorprenden a leer el anterior párrafo, que creen que es controvertido sugerir que la guerra está teniendo el efecto opuesto del que se pretendía, los que se dan cuenta de que la presencia de EEUU no es una fuerza liberadora, sino desestabilizadora, para llegar a la conclusión de que el progreso está siendo cohibido en vez de fomentado por la ocupación, esa gente por desgracia se encuentra atrapada en lo que solo puede considerarse una ilusión intelectual.
  • 31. 25 Y ahí es precisamente donde se encuentra el sistema estadounidense, en particular el ala conservadora. No han querido creer que el uso de la fuerza no generaría sublevación por parte de la población. Al hablar de los errores cometidos en la guerra, ellos los achacan a que no ha habido suficiente masacre y destrucción, no que haya habido demasiada. Su consejo constante ha sido que hay que matar más, destruir más, mostrar cada vez más determinación y ser menos aprensivo con los inocentes asesinados. ¿Qué paralelismos históricos existen para aquellos que creen que la guerra libera, pacifica e inspira una región para conseguir la libertad? Algunos piensan en los soldados romanos que marchaban y mataban en nombre de la civilización. Y ahí no está exactamente en paralelismo porque al Imperialismo Romano le faltaba unas bases ideológicas que condujeran al fanatismo expuesto aquí. Un paralelismo mejor serían los bolcheviques, convencidos de que el nuevo amanecer llegaría cuando las clases capitalistas y sus descendientes fueran eliminados. Es cierto que mucho de las personas que apoyan la Guerra de Irak son mentirosos manipuladores y sádicos que les gusta cómo la guerra les mantiene a ellos y a los patrones al mando. Otros seguidores vienen de las clases de comerciantes que apoyan el beneficio que se generaría con los contratos de reconstrucción y la venta de productos relacionados con la guerra (aunque está siendo más difícil encontrar empresas privadas que estén dispuesta a arriesgarse en Irak). Aun así, sigo creyendo que la raíz de todos estos problemas son errores intelectuales. Existe algo en el corazón de la cultura estadounidense que creemos que todo el mundo estaría encantado de estar liderado por nosotros. Parece que tenemos grandes dificultades para simpatizar con las víctimas de las políticas sociales
  • 32. 26 estadounidenses. Además, la vida moderna parece que nos enseña que la fuerza es la respuesta a todos los problemas. Estas son las bases de todas las políticas de interior recomendadas por la derecha y la izquierda. La Guerra de Irak es simplemente una extensión de este modelo. El problema con el error intelectual es que siempre choca con la realidad de la libre voluntad. Todos los seres humanos en cualquier parte del mundo tienen la capacidad de pensar independientemente. Pueden decidir solos si quieren obedecer al amo o correr el riesgo propio de la revuelta. Pueden fingir que obedecen, pero cuando se presente una oportunidad, desafiar a la autoridad. La gente puede ser muy creativa a la hora de encontrar puntos débiles a los planes centralizados mejor llevados a cabo, ser más listo que aquellos que tienen las armas más grandes haciendo lo último que se pudieran esperar. Existen muchas razones por las que la tiranía no puede perdurar, pero esta es la principal. Claro que existen distintos niveles de tiranía. La gente aguantará mucho, como observó Jefferson, antes de que se arriesguen a revelarse, especialmente si ese riesgo implica una muerte segura. Existen también distintas formas de tiranía. Uno es el tyrannus in regimine, un déspota local que llega al poder con (más o menos) legitimidad y comienza a usar ese poder y a oprimir a la gente. Si el tyrannus in regimine juega bien sus cartas, puede pagar lo suficiente y proteger el interés de grupos para estabilizar sus órdenes. En términos de prudencia, suele ser mejor estar con él que en su contra —al menos eso era lo que enseñó Jefferson. El segundo tipo es el tyrannus in titula. Se dice de aquel que toma el control a través de la conquista o la usurpación. Hablando del grado de legitimidad, este tipo es el más cuestionable y al que es más moral oponerse, al
  • 33. 27 menos según la tradición de pensamientos políticos occidentales de S. Tomás a través de Jefferson. Tomar el poder por la conquista militar es el claro ejemplo de tyrannus in titula. Oponerse a él es lo más coherente según los principios occidentales, precisamente como muchos están haciendo en Irak. No odian nuestros valores o nuestra libertad, su resistencia es una señal de que han adoptado unos valores primarios de los nuestros (deshacerse del usurpador). Si lo están haciendo para tener una dictadura islámica, a un hombre fuerte laico, una rotura completa de la nación o la libertad democrática, no podemos saberlo. Pero el principio que conduce la resistencia es uno muy simple: el tyrannus in titula siempre es un sujeto que hay que expulsar. El argumento principal de aquellos que están de acuerdo con la guerra para justificar lo que está sucediendo es algo así: la ocupación militar y la ley marcial son horribles, pero sería todavía peor que gobernara Sadam. La primera respuesta sería que las opciones no pueden ser tan limitadas, como si Polonia tuviera que elegir entre ser gobernado por Hitler o por Stalin. Una tercera opción por la libertad nunca debería quedarse fuera. Una segunda respuesta sería que un tyrannus in regimine tiene más legitimación por su naturaleza que un tyrannus in titula, al que siempre se opondrán. No se debería necesitar una explicación así para demostrar que la gente es por naturaleza más reacio a ser gobernado por un líder extranjero. Incluso Bush una vez dijo: «No son felices, han sido invadidos. Yo tampoco sería feliz sin me hubieran invadido». Robert Higgs ha sometido el caso «humanitario» de la guerra de Irak, desafortunadamente profesado por algunos autodenominados libertarios, a un fulminante escrutinio.
  • 34. 28 Según el argumento que rechaza Higgs, la justificación de la Guerra de Irak no recae en la supuesta presencia de armas de destrucción masiva. Las consideraciones humanitarias apoyaron el derrocamiento del régimen tiránico de Sadam Husein. Es cierto que la invasión estadounidense ha matado inocentes. Pero sus muertes han sido accidentales, que se contraponen con aquellos que han sufrido y muerto durante el gobierno de Sadam. Higgs rechaza completamente este tipo de cálculo moral. En el presente caso, emitir un juicio de este tipo con cualquier cosa que se acerque a una garantía sólida requiere poderes que ninguno de nosotros posee. ¿Cómo puede alguien saber, por ejemplo, cuáles habrían sido los daños futuros causados a partidos inocentes por Sadam o sus secuaces, o que esos daños, de alguna manera debidamente ponderados y descontados, serían mayores que los daños causados por las fuerzas armadas estadounidenses en la invasión de Irak? Si esos cálculos no se pueden llevar a cabo, ¿cómo podemos determinar el camino moral adecuado de las acciones? Algo que podemos saber es que nosotros no debemos matar directamente o herir a inocentes, pero esto es lo que EEUU ha hecho en Irak. La dispersión de bombas de racimo sobre áreas habitadas por civiles […] fue inexcusable: hacerlo no era necesario en absoluto para derrocar el gobierno de Sadam. Tampoco era un medio que se pueda defender moralmente el uso de bombas altamente explosivas (dos mil libras y mayores) en áreas urbanas densamente habitadas. ¿Cómo pueden sostener los defensores de la Guerra de Irak que esas muertes fueron accidentales?
  • 35. 29 Cuando las fuerzas estadounidenses emplearon bombardeo aéreo y de artillería—con enormes bombas altamente explosivas, grandes cohetes y proyectiles, incluyendo municiones en racimo—como su principal técnica para librar la guerra, especialmente en áreas densamente pobladas, saben con absoluta certeza que muchas personas inocentes morirán. Continuar con ese bombardeamiento es una elección para infligir esas muertes. Si los argumentos humanitarios fallan, la afirmación de que Irak amenaza a América es peor. ¿Quién puede creer seriamente que una nación sometida durante mucho tiempo a un devastador bloqueo y bombardeo es un peligro para Estados Unidos? En los meses precedentes a la invasión, los supuestos planes de Sadam para obtener armas nucleares ayudaron muchos. Obviamente ahora sabemos que inteligencia informó que esos supuestos planes eran falsos. Pero si hubieran sido reales, un Irak con armas nucleares sería una cuestión menor. A pesar de las decenas de miles de cabezas nucleares soviéticas y sus sofisticados vehículos de transporte mantenidos en constante disposición, la URSS no «chantajeó» a Estados Unidos. Es extraño que Estados Unidos se estremezca ante una amenaza iraquí de material fisionable. Después de que Higgs elimine los desgastados argumentos a favor de la Guerra de Irak, formula una pregunta fundamental: ¿Por qué deberíamos creer que la administración de Bush lo pretendía sinceramente? Tanto la Guerra de Irak como toda la «guerra contra el terrorismo» parece un caso inventado, diseñado para asustar a los estadounidenses que están a favor de una política exterior de agresión militar. Higgs emplea un argumento simple y revelador para enseñar que la campaña contra el terrorismo es falsa. Si realmente estuviéramos en peligro, ¿no está haciendo el Gobierno demasiado poco para protegernos?
  • 36. 30 Si grupos semiorganizados formados por miles de maniacos suicidas quisieran matarnos a todos, el Gobierno no se detendría con cosas insignificantes como los subsidios del jardín de infancia y la preservación de la lechuza del sudeste apenas vista. Se pondría serio. Afortunadamente, las dificultades que Estados Unidos se ha encontrado al intentar que Irak sea un lugar seguro para la democracia ha ralentizado a los neocón a la hora de poner a funcionar todos sus planes para la guerra inmediatamente. Pero no olvidemos la Guerra de Afganistán. Otro caso en el que EEUU liberó una guerra que se podría haber evitado para promover que «el régimen cambia». John Quigley habla en profundidad del principal problema en su libro The Ruses for War. Los defensores de la guerra dijeron que «teníamos» que invadirlo para poder detener a Osama Bin Laden, responsable de los ataques del 9-S en Estados Unidos. Quigley nos enseña que su opinión recae en discutibles suposiciones. Primero, cuando Estados Unidos pidió que Afganistán entregara a Bin Laden, ignoró los procedimientos habituales de la ley internacional. El proceso internacional normal para la entrega de un sospechoso es la extradición. El Gobierno que pide la rendición aporta información para mostrar las posibles causas que prueban que la persona podría haber cometido un crimen. Un tribunal en el país desde el cual se solicita la extradición escucha las pruebas en un tribunal abierto y decide si son suficientes para poder determinar si la persona ha cometido el crimen en cuestión. Al solicitar pruebas, los talibanes se adhirieron a las normas internacionales aceptadas. En cambio, Estado Unidos pidió que los talibanes entregaran a Bin Laden y a otros líderes de Al Qaeda sin seguir los procedimientos habituales; cuando los talibanes
  • 37. 31 no aceptaron, se produjo a la invasión. Los talibanes dijeron que estaban dispuestos a negociar las condiciones para la entrega de los sospechosos, pero EEUU no consideró su ultimátum. Se podría haber determinado pronto si los talibanes eran sinceros, pero EEUU no esperó. Como anota Quigley, la fuerza militar debe ser la última opción en una crisis, no la primera. Como respuesta, los defensores de la guerra dirán que el régimen de los talibanes estaba escondiendo a al Qaeda. Pero esto no responde a nuestra pregunta. ¿Por qué existe una justificación cuando Estados Unidos ataca directamente al grupo que lo asaltó? El hecho de que al Qaeda tuviera bases en Afganistán no significa que las fuerzas de los talibanes fueran a atacar a Estados Unidos. ¿No estaban en gran medida orientados hacia el interior, con el objetivo de establecer su peculiar visión de una sociedad islámica? A lo sumo, los Estados Unidos parecen estar justificados en medidas contra las fuerzas talibanes que acudieron en ayuda militar de Al Qaeda. Incluso si aceptas las afirmaciones erróneas que justifican que EEUU emprendiera una cruzada contra el terrible régimen talibán, el resultado para los habitantes de Afganistán ha sido terrible. Los medios de comunicación estadounidenses mostraron la operación de Afganistán como una extensión de los problemas de los derechos civiles de 1960. La propaganda de la guerra de EEUU tomó esta temática y fueron adelante con ella. Una astuta observación de Justin Raimondo de Antiwar.com: También resulta interesante cómo la retórica de los «liberadores» de los afganos y sus defensores occidentales se parecen tanto a los soviéticos en la invasión rusa. Los rusos afirmaban que estaban liberando a las mujeres, trayendo educación e iluminación occidental a la oscuridad medieval de Afganistán: ellos también afirmaron ser agentes de la modernidad.
  • 38. 32 Si has leído Antiwar.com habrás visto lo siguiente y, por favor, nótese el contraste con el estúpido giro de la red que habla de que la liberación de Afganistán trata de música rock, barbillas afeitadas y vestidos cortos. Informa el Times: Las fuerzas de Alianza del Norte han amenazado con masacrar más de 6000 extranjeros que luchan con los talibanes en la asediada provincia de Kunduz. A los guerreros locales se les dará una oportunidad para rendirse, pero los comandantes aliados dicen que han dado a las tropas órdenes explícitas de disparar a cada extranjero fundamentalista —incluidos un puñado de británicos musulmanes— entre las categorías enemigas. Podemos aprender de esta historia escocesa que: Un destacado refugiado afgano ha instado a Gran Bretaña y América que salven a su país de los «violadores y mafiosos que han llegado al poder. Mohammas Narveen Asif, que abandonó Afganistán hace dos años en busca de refugio en Glasgow, manifiesta su preocupación debido a que un mal se ha ido y otro ha tomado su poder». […] «Creo que cada afgano se alegraría de ver a las mujeres tirando los burkas y a los talibanes siendo expulsados, pero el país está en manos de violadores y mafiosos». Otra historia en el Times nos cuenta que Alianza del Norte atrapó a 700 talibanes en un colegio y los aplastó con tanques. «Tres días después la Cruz Roja continuaba todavía en las ruinas sacando los cuerpos». Finalmente, parece ser que la campaña de EEUU en Afganistán ha restaurado de manera efectiva alguna de los caudillos más temidos, incluyendo conocidos asesinos comunistas, maníacos islámicos antioccidentales e incluso partidarios de Bin Laden.
  • 39. 33 Por desgracia, los legisladores estadounidenses no han aprendido la amarga lección que nos han dejado Irak y Afganistán —¿de verdad esperabais que lo hicieran? Estados Unidos parece decidido a derrocar el gobierno de Irán. Nuestras políticas de sanciones conllevan un grave riesgo de guerra. Ron Paul, un Congresista más libertario, ha establecido las bases: Me gustaría expresar mis inquietudes sobre la Ley de Reducción de Amenaza de Irán de 2011 y mi oposición a someterla a votación. Vamos a ser claros en un asunto crítico: la sanción contra Irán ordenada por esta legislación es una medida encaminada a un ataque de EEUU sobre Irán. Esto también alterará el comercio internacional y debilitará la economía de EEUU, afectando de esta manera a nuestra seguridad nacional. Me sorprende y perturba que el comité viera esta agresiva legislación tan bipartita y poco conflictiva y que no se hiciera una votación registrada. Muchos argumentan que estamos aplicando sanciones para evitar una guerra con Irán, pero la historia reciente nos muestra lo contrario. ¿Durante cuántos años se aplicaron sanciones en Irak mientras nos decían que eran necesarias para evitar la guerra? Miles de inocentes iraquíes sufrieron y murieron por las sanciones estadounidenses y, aun así, EEUU destruyó el país. ¿Nos sentimos más seguros después de gastarnos más de un billón de dólares en destruir Irak para después reconstruirlo? Estas nuevas sanciones contra Irán ponen en el punto de mira a otros países que intentan comerciar con Irán. La legislación castigará severamente a empresas extranjeras o filiales extranjeras de compañías estadounidenses si no se someten al bloqueo comercial de EEUU contra Irán. Hace unos 15 años la Ley de Sanción de Irán de 1996 no consiguió hacer que Irán se arrodillara, asique ahora es la política exterior estadounidense la que amenaza a países y empresas extranjeras. Durante este margen de beneficio, uno de mis compañeros comentó que si Mercedes-Benz vendía camiones a Irán, no deberían poder hacer negocio en Estados Unidos. ¿Alguien cree que esto es una buena idea? Me gustaría saber qué piensan los
  • 40. 34 trabajadores de la fábrica de Mercedes-Benz de Tuscaloosa County, Alabama sobre vetar Mercedes en EEUU. O quizá deberíamos preguntarle que piensan a los 7600 estadounidenses que trabajan en la fábrica de BMW en Spartanburg, Carolina del Sur. ¿Deberíamos negarle a un estadounidense la posibilidad de comprar algunos de estos productos? ¿De verdad está preparado Estados Unidos para tomar acciones tan radicales y agresivas contra Alemania, su aliado en la OTAN? Asimismo, la aplicación de las sanciones es esta legislación tendría un dramático impacto en las relaciones comerciales y diplomáticas de EEUU con Rusia y China ya que ambos operan con Irán. Esto impondría fuertes sanciones es estos países y prohibiría a los líderes extranjeros de empresas —y sus esposas e hijos— entrar a Estados Unidos. ¿Queremos comenzar una guerra comercial —o algo incluso peor— con Rusia y China? La Ley de Reducción de Amenaza de Irán autoriza lo que se traducirá sin duda en el uso de una gran cantidad de dinero de los contribuyentes estadounidenses para socavar el gobierno iraní y fomentar allí otra «Revolución verde». Vamos a establecer y apoyar ciertas facciones por encima de otras, darles una gran cantidad de dinero e intentar arreglar cualquier elección resultante para que nuestro candidato preferido gane. Considerando los perturbadores cálculos de nuestras operaciones de «fomento de la democracia» en lugares como Egipto, Irak o Libia, donde las fuerzas radicales se han colocado aparentemente a la cabeza, deberíamos deducir que acciones como estas debilitarán la seguridad nacional de EEUU en lugar de reforzarla. Las sanciones no funcionan. Son los antecedentes de la guerra y normalmente te llevan a ella. Debilitan nuestra economía y seguridad nacional. Como resultado obtenemos el terrible e innecesario sufrimiento de los ciudadanos en los países objetivo y rara es la vez que son un inconveniente para los líderes. Debemos cambiar nuestra política exterior del intervencionismo y la confrontación a la cooperación y la diplomacia. Esta carrera hacia la guerra contra Irán es imprudente y peligrosa. Como en la Guerra de Irak, los argumentos a favor de la agresión y la guerra en Irán están basados en manipulaciones y mentiras.
  • 41. 35 Tenemos que aprender la lección y rechazar la legislación y el aliento para entrar en guerra. Obama amenazó Irán, pero esto no fue suficiente. Ayudó a derrocar al gobierno de Libia. Después de la autorización de las Naciones Unidos al grupo de presión estadounidense para el asesinato militar en Libia, el mortífero régimen del coronel Gadafi dijo inmediatamente que pararía toda la matanza. Esto hace que la guerra de Obama se pongo a la espera. El loco coronel ha aprendido algo de la política de exterior estadounidense. Si quieres conseguir los objetivos marcados del imperio y cumplir con sus imposiciones fijadas, se puede hacer lo que todos los gobiernos están estructurándose para hacer: mantenerse en el poder a toda costa. Gadafi aprendió esta lección hace una década, cuando, con mucha algarabía, anunció que pararía el programa de armas nucleares y que se unía a la guerra contra el terrorismo. EEUU decidió valorarle a él y a su régimen como uno de los chicos buenos del mundo y procedió a utilizarlo como un ejemplo de sabia habilidad política. Entonces él procedió a indagar más y a reforzar su despótico control sobre sus ciudadanos, todo esto con el beneplácito de EEUU. Pero puede ser que ahora no funcione. Durante semanas, los oficiales estadounidenses condenaron los sangrientos ataques sobre las personas, pero, ¿tiene EEUU algún problema con dictadores de este tipo? Este es un hecho desconocido para los estadounidenses, pero en Oriente Medio, y en naciones árabes en particular, los intereses comerciales estadounidenses son considerados una fuerza para la liberación, pero no el Gobierno de EEUU. Estados Unidos ha sido la clave del poder de las dictaduras de Oriente Medio durante décadas, entre las que encontramos a Arabia Saudí, Jordán y Yemen. No
  • 42. 36 mencionaré el asesinato de cientos de miles de civiles iraquíes para liberarlos. Suena a broma que EEUU empuje hacia una guerra contra Libia para poder salvar el país de una dictadura. Es más probable que el problema real aquí sea el mismo que inspiró la Guerra contra Irak: la posesión y el control del petróleo. Y aunque el verdadero motivo fuera la libertad, ¿en qué momento de la historia contemporánea la guerra ha traído libertad a la gente? Todas las guerras de los estado-nación hoy en día acaba con la muerte masiva de civiles, destrucción de infraestructuras, interminable agitación política (como en Afganistán e Irak), grandes costes y amargura. La administración de Obama también parece decidida a poner a Corea del Norte a raya, por todos los medios necesarios. Los Estados Unidos, que ocupa países alrededor de una Corea del Norte azotada por la pobreza, no solo está demonizando su presunta agresividad, se está burlando de su líder. Me recuerda al trato hacia Sadam Husein y otros enemigos específicos del imperio. Pero todo este negocio es más serio que eso. Claramente el Imperio está apuntando hacia China, como hizo con Libia por el petróleo. EEUU quiere cercar a China y hacer que se doblegue ante la hegemonía. La prosperidad y libertad en auge de China amenaza la imagen del Imperio. Los lectores pueden formular una objeción aquí. Incluso si la política exterior actual, bajo la guía de los neocón, es tan mala como decimos, ¿Se puede usar la mala acción de los neocón para condenar la política exterior de Estados Unidos? Quizá los neocón son una aberración. El registro histórico no apoya esta posición tan optimista. Como dijo Ron Paul, «el neoconservadurismo ha existido desde hace décadas y tiene conexión con generaciones pasadas tan antiguas como las de Maquiavelo. El neoconservadurismo de hoy en día se introdujo en la década de los 60. Supone tanto una
  • 43. 37 detallada estrategia como una filosofía de gobierno. Las ideas de Teddy Roosevelt, y sin duda las de Woodrow Wilson, eran bastante similares en varios aspectos de la visión de los neocón actuales. El portavoz de los neocón Max Boot presumía de que lo que promueve es «Wilsonianismo duro». En gran medida, no hay nada «neo» en su visión, y sin duda nada conservador. Pero aun así han sido capaces de apropiarse de movimientos conservadores al promocionarse como una nueva forma o una más moderna de conservadurismo». Siguiendo la corriente de Ron Paul, vamos a ver el primer intento de «hacer el mundo un lugar seguro para la democracia». Cuando comenzó la primera Guerra Mundial en Europa en agosto de 1914, el presidente Woodrow Wilson pidió a Estados Unidos que se mantuvieran neutrales «tanto en pensamiento como en acciones». Pero no estaba por la labor. Gran Bretaña, desde el comienzo de la guerra en 1914 impuso un duro bloqueo sobre Alemania; para intentar que no se importara comida al país, los británicos llevaron la hambruna y la malnutrición a grandes cantidades de alemanes. Como señaló el senador Robert LaFollete, un bloqueo de comida violaba la ley internacional y afectaba a los derechos de América como fuerza neutral. Incluso a veces los británicos reconocían el problema esencial: Según Thomas Fleming en su gran libro The Illusion of Victory, «LaFollete citaba una admisión de Lord Salisbury, uno de los estadistas ingleses más prominente, que decía que la comida para los civiles no se podía considerar contrabando —un principio que los ingleses estaban ignorando cautelosamente en su bloqueo sobre Alemania. La contienda submarina alemana fue una respuesta desesperada al hambre que generó el bloqueo inglés —un bloqueo tan intensivo que estuvo a punto de forzar a Alemania a salir de la guerra. Pero Wilson rechazó retar a Gran Bretaña excepto en términos muy específicos. Por el
  • 44. 38 contrario, impuso a Alemania la más estricta rendición de cuentas. Pero quizá la «neutralidad» no tan neutral de Wilson era justificable. La propaganda británica declaraba que Alemania estaba empeñada en dominar el mundo. Si esto fuera real, ¿no sería interesante para EEUU la victoria de Gran Bretaña y sus aliados? Pero, de hecho, la Guerra Europea no era más que un problema de poder. Al contrario de Wilson y su asesor dominante de ventas, Edward Mandell House, la Primera Guerra Mundial no fue una lucha de los países "democráticos", liderados por el Imperio Británico, para detener la lucha autocrática de Alemania por el control mundial. Estados Unidos, según Wilson, tenía una misión para llevar la democracia al mundo: Es terrible llevar a la guerra a la gente pacífica, a la más terrible y desastrosa de todas las guerras, la civilización parece estar en la balanza. Pero el derecho es más valioso que la paz, y lucharemos por lo que siempre hemos llevados en nuestros corazones, por la democracia, […] por el derecho y la libertad de las pequeñas naciones, por un dominio universal de los derechos, por un concierto de pueblos libres que lleven la paz y la seguridad a todas las naciones y hagan que el mundo por fin sea libre. […] Estados Unidos tiene el privilegio de emplear su sangre y su esfuerzo a favor de los principios que le dieron la felicidad y la paz que ha atesorado. Wilson no fue la única fuerza que presionaba a Estados Unidos a entrar en la Primera Guerra Mundial. El banco Morgan apuntaba constantemente que se estaban subordinando los intereses de Estados Unidos al Imperio Británico. Después del comienzo de la Primera Guerra Mundial «Los Morgan desempeñaron un importante papel para llevar a Estados Unidos a la guerra del lado de Gran Bretaña y como jefe de la FED (esta es la figura más importante), Benjamin Strong suplicó servicialmente el
  • 45. 39 dinero dirigido a financiar el papel de Estados Unidos en las actividades bélicas». Wilson, aunque era muy probritánico, comenzó a reemplazar a Gran Bretaña como la fuerza dominante del mundo por Estados Unidos. A lo largo del siglo veinte podemos ver este patrón constante: Estados Unidos ha usado la retórica democrática para imponer la dominación mundial estadounidense. Veamos un ejemplo más, la Guerra Fría. (Si recordamos las Guerras de Vietnam y de Corea, esta no fue tan «fría»). Se nos vendió la Guerra Fría como una batalla contra el comunismo mundial, que estaba decidida a derrocar todos los gobiernos no comunistas y someter al mundo al gobierno desde Moscú. Estados Unidos, como siempre el ganador en temas de democracia, salvaría al mundo del destino terrible que les esperaba a los rojos. Murray Rothbard señalaba los problemas básicos de esta consideración. La «guerra» que los comunistas habían emprendido contra nosotros era ideológica. Aunque el comunismo predicara la revolución, la política exterior soviética no amenazó directamente a Estados Unidos. Rothbard manifestaba este aspecto es su acostumbrada forma mordaz: Pero, ¿los comunistas podrían inclinarse hacia una revolución violenta en Estados Unidos? Quizá. Pero, ¿cree alguien en su sano juicio cree que Estados Unidos se enfrenta al peligro claro y presente de una destrucción abierta y violenta por parte de nuestro pequeño puñado de comunistas nacionales? Pero, ¿cuentan los comunistas con una base militar en la Unión Soviética? Claro, y deberíamos estar contentos de que los Comunistas Soviéticos se hayan dado cuenta de la futilidad de una guerra nuclear y hagan un llamamiento a la paz. Khrushchev y sus sucesores, siendo honestos, han dejado clara su posición: esperan una adopción interna del comunismo en EEUU y otros países, pero rechazan una guerra internacional entre Estados. Esto es a lo que se refieren con «paz» y lo que
  • 46. 40 siempre ha significado: la ausencia de conflictos entre Estados. ¿Por qué deberíamos creer que los hombres del Kremlin nos están mintiendo y no quieren la paz? Cualquier persona racional debería preferir la paz en estos tiempos nucleares. Dejad que prosiga la «guerra» ideológica con el comunismo, pero concluyamos también la paz militar. ¿Por qué deberíamos tenerle ahora miedo y odio al concepto de «convivencia pacífica»? No hay ninguna razón por la que oponernos, a no ser que pensemos que la libertad y la libre empresa son ideológicamente inferiores y no podríamos sobrevivir a un debate ideológico con el comunismo. Entonces, ¿por qué comenzó Estados Unidos la Guerra Fría si no era necesario hacerlo? Podemos encontrar la respuesta en lo que se ve de manera errónea como una protesta contra el militarismo, en el discurso de despedida de Eisenhower. El discurso de despedida de Eisenhower era un alegato largo y casi histérico por la Guerra Fría. Lo presentó como algo más que una política militar contra Rusia, sino más bien como un gran problema metafísico que debería apoderarse de nuestras mentes y almas, tan extraño como pueda sonar a la generación actual. Sus palabras eran wilsonistas, incluso mesiánicas. El trabajo de la política militar de EEUU es «promover el progreso en los logros humanos» y aumentar «la dignidad e integridad» en el mundo. Eso es un amplio papel para el gobierno, sea cual sea el estándar. Pero hemos ido más lejos. Un enemigo está a punto de cumplir su sueño y este enemigo es «de alcance mundial, carácter ateísta, despiadado en su propósito e insidioso en el método». Este gran problema «nos llama la atención, absorbe a nuestro ser». El discurso tuvo que ser hilarante para superar algunos problemas obvios. Rusia es un país que está muy lejos y la idea de una invasión era tan probable como una proveniente de Marte. Rusia, un Estado autoritario que
  • 47. 41 opera bajo la ideología del comunismo, fue declarado unos años antes nuestro valeroso aliado en los problemas contra Japón y Alemania. Pero Estados Unidos se despertó una mañana y se dio cuenta de que algo había cambiado: ahora Rusia era el enemigo al que derrotar. De hecho, el Gobierno ruso — que afrontaba grandes problemas como régimen socialista—estaba en bancarrota después de la Segunda Guerra Mundial y enfrentándose a increíbles problemas internos. Los soviéticos no podían controlar el mundo de la Europa del Este que se le dio como premio por ser aliado de Estados Unidos durante la guerra. Fue por esta razón por la que Nikita Khrushchev comenzó el primer gran periodo de liberalización que podía concluir con el desmoronamiento de este estado inviable. EEUU no solo falló en fomentar esta liberalización, también al pretender que no estaba sucediendo para construir una nueva formar de socialismo interior. Efectivamente toda la ideología de la Guerra Fría fue inventada por Harry Truman y sus asesores en 1948 como: (1) un truco político para evitar perder más apoyo del congreso, (2) una forma de evitar la presión política para el desarmamiento de la postguerra, y (3) un método para que la industria estadounidense siga siendo dependiente al gasto público, particularmente en lo referente a las corporaciones estadounidenses que operan en el extranjero. Era una forma sin precedentes de socialismo en tiempos de paz, diseñado para apelar a grandes empresas y Eisenhower se convirtió en su portavoz. Los conocedores libertarios sabían exactamente lo que estaba sucediendo y apoyaban al oponente de la Guerra Fría Robert Traft para la nominación republicana de 1952. Pero, obviamente, Eisenhower robó esta nominación con el apoyo masivo de la clase dirigente. Pagó a sus
  • 48. 42 patrocinadores con su apoyo y expansión del programa de Truman. Es cierto que su discurso de despedida advirtió del «poder gratuito, buscado o no, del complejo militar- industrial» y esto es lo que la gente recuerda. Pero Eisenhower arraigó este mecanismo de vida estadounidense, inventando prácticamente la industria de armamentos en tiempos de paz e imponiendo reglamentación militar en el país. Su planteamiento era fundamentalmente antiestadounidense; o planteándolo de otra manera, redefinió lo que significaba ser estadounidense. En lugar de un pueblo libre, forjó un programa por la militarización permanente del país. La prueba de esta militarización comienza con el aumento masivo de los gastos militares. Como porcentaje de los desembolsos del presupuesto totales, los gastos militares pasaron de un 30 por ciento en 1950 a un 70 por ciento en 1957. Este fue el mayor aumento en periodo de paz en la historia de Estados Unidos. Durante una dramática expansión económica, el presidente trató de mantener un alto nivel de los gastos militares como un porcentaje del aumento del PIB —estableciendo el precedente actual de que el socialismo militar es integral a la vida económica del país. El gasto ascendió en cifras absolutas cada año que fue presidente, de 358 mil millones de dólares en 1952 a 585 mil millones en el último presupuesto del que eran responsables en 1962, un aumento enorme del 63,4 por ciento durante los años de Eisenhower. Su expansión no estaba limitada al sector armamentístico; penetró en cada aspecto de la vida de los civiles. Nuestras escuelas comenzaron a preparar simulacros aterradores y abusivos para que los niños practicaran qué hacer en caso de que los rusos les lanzaran una bomba. Se educó a una generación entera con miedos irracionales a amenazas míticas.
  • 49. 43 También se comenzó con el Sistema de Autopistas Interestatales, que no se construyó para hacer que tu viaje a la playa fuera más rápido. Su propósito era permitir que los militares pudieran desplazar tropas rápidamente. También había planes absurdos para transportar bombas nucleares por esas autopistas para evitar que los rojos pudieran seguirles la pista. Se influenció a Eisenhower para que financiara este gran despilfarro por su experiencia en 1919 con el convoy transcontinental en la carretera Lincoln, que transportó camiones militares de una costa a otra. Otra influencia fue el proyecto de Hitler de construir carreteras a través del país para desplazar las tropas. El Sistema de Autopistas Interestatales llevó a una gran agitación de la población y continúa distorsionando las demográficas comerciales en cada pueblo en Estados Unidos. Teniendo en cuenta todo esto, la noción de que Eisenhower estaba preocupado por el complejo militar- industrial es absurdo. Se dedicaba a ello. Llegado a este punto se puede plantear una pregunta. Si la política exterior estadounidense desde 1917 ha sido el desastre ideológico que hemos plasmado aquí, ¿por qué esto es un argumento a favor del anarquismo? ¿No sería suficiente si Estados Unidos abandonara la cruzada global para fomentar la democracia? Después de todo, en el siglo diecinueve, Estados Unidos siguió la política establecida por Washington y Jefferson de evitar el involucramiento en políticas de poder europeas. Si volviéramos a acoger esa política en la actualidad, ¿no sería suficiente? ¿por qué tenemos que deshacernos de todo el Estado? Es cierto que Wilson y sus sucesores rompieron con la tradicional política de exterior estadounidense. En su discurso de despedida, George Washington dijo: Europa tiene una serie de intereses primarios con los que nosotros tenemos poca o prácticamente ninguna relación. Por lo tanto, suelen estar en frecuente controversia, cuyas causas son
  • 50. 44 ajenas a nuestras preocupaciones. Por ende, sería poco prudente por nuestra parte implicarnos mediante lazos artificiales en las vicisitudes ordinarias de sus políticas o en las combinaciones y colisiones ordinarias de sus amistades y enemistades. Thomas Jefferson confirmó y amplió la visión de Washington sobre relaciones exteriores en su discurso inaugural apoyando «la paz, el comercio y la amistad entre naciones, sin alianzas entrelazadas. La Doctrina Monroe reafirmó esta política de no intervención. En su mensaje en el Congreso el 2 de diciembre de 1823, James Monroe declaró: Nuestra política relativa con Europa, que se adoptó en una fase inicial de la disputa que inquietó a esa parte del planeta, sin embargo, continúa igual, lo que significa que no se interferirá en las preocupaciones internas de ninguno de sus poderes. La política exterior estadounidense era no intervencionista en los primeros años de la República, pero solo en lo que respecta a Europa. Estados Unidos, desde el principio, seguía un curso expansionista. Por extraño que parezca, un importante neocón, Robert Kagan, utilizó este aspecto en un esfuerzo de encontrar precedentes históricos de belicistas neoconservadores. En su libro, Dangerous Nation, Kagan habla largo y tendido sobre la expansión estadounidense en el continente. En apoyo a la constante sed de conseguir nuevas tierras de los estadounidenses, muestra que el gobierno de Estados Unidos en ocasiones estaba ansioso por desafiar forzosamente el poder de Europa. Se queja de que los historiadores diplomáticos han separado de manera errónea esta saga de expansión de su consideración de lo que es la política exterior. Estos historiadores clasifican la expansión a través del continente americano como un asunto interno; al hacer esto, pueden afirmar que la política exterior estadounidense era aislacionista. Pero
  • 51. 45 pasaron por alto el hecho de que la expansión interna causaba conflictos con las fuerzas extranjeras. Si hubieran tenido esto en cuenta, tendrían que haber abandonado su teoría del aislamiento de EEUU. A pesar de que Kagan proyecta de manera errónea los recientes esfuerzos para conseguir que el mundo sea seguro para la democracia en el pasado de Estados Unidos, tiene razón al afirmar que EEUU siempre se ha apoderado del territorio, normalmente a expensas de las vidas y los derechos de la propiedad de los indios. Decir «necesitamos volver a la política exterior de los Padres Fundadores» no va a resolver nuestros problemas. Incluso si lo hiciéramos, seguiríamos violando los principios de la guerra justa que estableció Rothbard. Y no olvidemos la Guerra de 1812, motivada en parte por el deseo de conquistar Canadá, y la Intervención estadounidense en México, llamada apropiadamente en un reciente libro Una guerra malintencionada. Este libro no es una historia de la política exterior estadounidense, pero no podemos evitar mencionar la mayor violación de todo el siglo diecinueve de los principios de la guerra justa; la guerra civil estadounidense. Está claro que la decisión de Lincoln de usar la fuerza contra los estados sureños que se habían separado no cumplía los criterios de la guerra justa. Los Estados amparados bajo la Constitución tienen el derecho legal de separarse. Como señaló Kevin Gutzman en The Politically Incorrect Guide to the Constitution, para entender el significado de la Constitución tenemos que examinar las intenciones de los diputados a las convenciones de ratificación. Estos diputados, al fin y al cabo, fueron las personas que votaron para establecer que la Constitución fuera jurídicamente vinculante. Gutzman se centra en las convenciones de Virginia y hace énfasis en uno de sus puntos.
  • 52. 46 Los diputados de Virginia miraban a la nueva Constitución con gran escepticismo, temían que se convirtiera en una herramienta para que el gobierno federal destruyera los estados. Para aplacar oponentes como Patrick Henry, el líder de la fuerza a favor de la ratificación, que incluía al Gobernador Edmund Randolph, el proponente del nacionalista Plan Virginia en Filadelfia, tuvo que hacer una concesión. Se pusieron de acuerdo en que los poderes del nuevo Congreso estaban limitados a aquellos «expresamente autorizados» en la Constitución. Los diputados repudiaban de antemano cualquier movimiento de las nuevas autoridades para expandir su poder más allá de esto. Además, escribieron en sus declaraciones relativas a la ratificación el derecho a revocar el nuevo gobierno si excedían sus poderes. Gutzman sostiene que debido a que este entendimiento era parte del instrumento de ratificación de Virginia, ningún gobierno central más poderoso puede pedir la autorización de Virginia. Y ya que no tendría sentido pensar que la Constitución le otorga al gobierno federal más poder sobre unos estados que otros, la restricción de Virginia se aplica a todos los estados. Esta era la visión de la Constitución de Jefferson. La gran contribución de Gutzman fue mostrar que Las Resoluciones de Virginia y Kentucky de 1978 y 1979, las declaraciones clave de la posición jeffersoniana, reiteraban el entendimiento de la convención de ratificación de Virginia. Los oponentes federales de la resolución, Jefferson y Madison no actuaron de manera innovadora en 1978 y su posición no se puede desestimar como una mera interpretación opuesta de tantas. Estaba firmemente basada en el instrumento legalmente vigente de ratificación de Virginia. Gutzman resume sus principales argumentos de esta manera:
  • 53. 47 Muchos libros de texto históricos y jurídicos dicen que Jefferson y Madison inventaron la idea de la soberanía de estado. Pero […] solo discutieron sobre lo que los fundadores ya habían entendido desde el principio sobre la soberanía de estado, incluso si alguno de los fundadores (el ala nacionalista y monárquica) querían cambiar ese entendimiento. ¿Cuál era la razón de la política de Lincoln? No era, como decía la mitología popular, acabar con la esclavitud. Lincoln estaba dispuesto a firmar una enmienda constitucional que garantizara la preservación de la esclavitud. Thomas DiLorenzo señala en Lincoln desenmascarado que Lincoln hablaba de esta propuesta, la Enmienda Corwin, en su discurso inaugural, declarando que no estaba en contra de la enmienda dado que simplemente hacía explícito el existente acuerdo constitucional respecto a la esclavitud. Por supuesto, Lincoln estaba característicamente mintiendo; nada en la Constitución antes de esta enmienda prohibía las enmiendas para acabar con la esclavitud. Está bien establecido, pero DiLorenzo añade una sorprendente pincelada. Mucho más lejos de dar su aprobación a la Enmienda de Corwin a regañadientes, Lincoln era su promotor en secreto. Tan pronto como salió elegido, pero antes de su inauguración, Lincoln «dio instrucciones [al Secretario de Estado Seward] para introducir [la enmienda] en el Comité de los Trece del Senado sin indicar que había sido expedido desde Springfield». […] Además, Lincoln dio instrucciones a Seward para que pasara al Congreso una ley que harían que varias «leyes de la libertad personal» que existían en algunos estados del norte fueran ilegales. (Esas leyes de estado anulaba la ley federal de esclavos fugitivos, que requería que los norteños detuvieran a los esclavos a la fuga).
  • 54. 48 La clave de la política de Lincoln respecto a los estados que se habían separado se puede encontrar en un pasaje de su discurso inaugural del 4 de marzo de 1861. Aquí dice que el no iniciaría un ataque a los estados separados, aunque desde su punto de vista la secesión ha sido un acto ilegal. Su política aparentemente conciliadora fue desmentida por una salvedad. Dijo que no usaría la fuerza, exceptuando a las medidas necesarias para recaudar las tasas e impuestos. En su discurso inaugural, Lincoln dijo: El poder que me habéis otorgado se usará para mantener, ocupar y poseer las propiedades y lugares que pertenezcan al gobierno y para recaudar las tasas e impuestos; pero más allá de lo que sea necesario para esta finalidad, no habrá invasión ni uso de la fuerza contra o entre la gente de ningún lugar. El Gobierno de Estados Unidos dependía en ese momento de los ingresos principalmente de los aranceles. Esto era una desventaja para el sur, una gran área de agricultura, que tenía que pagar precios altos por la importación. Los aranceles redistribuían la riqueza del sur al norte. Otro proyecto que empezó a dividir el norte del sur fue que el poder político del norte les permitía mantener la mayoría de los beneficios de los aranceles y usarlos para «mejoras internas», como construir puertos y canales, que eran, en efecto, un programa de asistencia de corporaciones. Los intereses del norte sumados a la misera del sur por usar los aranceles explícitamente para la protección industrial culminaban con los aranceles de Morrill, aprobado en el Senado en febrero de 1861, después de que algunos estados se habían separado y fuera promovido por Lincoln. Al separarse, el sur amenazaba a todo el sistema. Al instituir una zona de libre mercado —o al menos al reducir drásticamente los aranceles del norte—
  • 55. 49 el sur podría desviar el grueso del mercado internacional a puertos sureños; los negocios del norte podrían recibir un duro golpe y el gobierno federal estaría obligado a buscar una alternativa al sistema de ingresos. Lincoln, que creía firmemente en los aranceles, estaba decidido a evitar que esto pasara. Así que continuó recaudando las tasas e impuesto. Como señaló el gran abolicionista y libertario del siglo diecinueve Lysander Spooner, el motivo principal de Lincoln y el partido de guerra era preservar y consolidar el control del norte sobre la economía del sur. Los estados del sur no podrían evadir los aranceles, un elemento principal del sistema mercantilista estadounidense que favoreció Lincoln. Spooner escribió que la guerra «había estallado por una consideración puramente pecuniaria» y no por ningún otro motivo moral. Calificó a la esencia económica del partido republicano, los banqueros norteños, fabricantes y corporaciones ferroviarias como «prestamistas de dinero manchado de sangre». […] Para Lincoln los financieros norteños de la guerra que prestaron dinero al gobierno de Lincoln no lo hicieron por «amor a la libertad o a la justicia», sino por el control de los mercados [del sur] a través de «extorsión arancelaria». […] Spooner interpretó el aplastamiento de los secesionistas del sur […] como una sugerencia de que los del sur deberían «someterse callados al robo y la esclavitud que os hemos preparado y así podréis tener vuestra paz». Estados Unidos nunca se ha adherido a los estrictos requisitos de la tradición de la guerra justa, pero tenemos que contestar una importante pregunta. ¿Por qué el gobierno sigue actuando de esta manera tan injusta? Las guerras son, al fin y al cabo, destructivas; ¿para qué seguir participando en ellas? En su gran libro, Crisis and Leviathan, Robert Higgs ha aportado una importante parte de la respuesta. El estado
  • 56. 50 crece en tiempos de guerra y otras «emergencias» y cuando todo vuelve a la normalidad, el gobierno no vuelve a su forma original. Los grupos empresariales que hayan estado esperando defender la libertad de mercado, cooperan con el gobierno para conseguir su propio interés. Higgs anota: En tres décadas, desde el comienzo de la Primera Guerra Mundial hasta el final de la Segunda, los estadounidenses han soportado tres grandes emergencias nacionales, durante las cuales el gobierno federal impuso impuestos sin precedentes y control económico sobre la población. […] En lugar de resistirse a las imposiciones del gobierno o trabajar para superarlas, [los intereses empresariales] buscaron maneras para adaptarse a ellas, posicionándose de manera que las políticas gubernamentales les proporcionasen una ventaja fiscal, encauzara un subsidio que les beneficiara o intentar perjudicar a sus competidores. La política que Charles Beard llamó «guerra perpetua para la paz perpetua» sirve a los fines de la élite que aumenta su poder o su patromio haciendo el estado más grande. Antes de que volvamos del Estado y su guerra sistemática, tenemos que hablar de otro problema. Hemos afirmado que el Estado Americano nos ha involucrado en guerras injustas. Incluso aunque volviéramos a la no intervención, esto no solucionaría el problema: el poder del Estado crece sistemáticamente y no se puede controlar mientras que siga siendo un Estado. Pero la objeción sería, ¿no son algunas guerras justas? ¿Cómo nos podríamos haber mantenido apartados de la Segunda Guerra Mundial? Solo un Estado a gran escala podría declarar la guerra contra la Alemania Nazi. Sin gobiernos poderosos, el mundo seguiría a merced de Hitler. Rothbard era muy consciente de esta objeción. Siguió a A.J.P Taylor al pensar que Hitler no había planeado una
  • 57. 51 guerra mundial. En cambio, la guerra se dio como resultado de una serie de errores diplomáticos. En general dijo: Es el momento de que Estados Unidos aprenda: que el malo (los nazis o los comunistas) puede ser que no quieran una guerra o «conquistar» el mundo (su deseo de «conquistar» el mundo puede ser estrictamente ideológico y no militar); los malos pueden tener miedo a la posibilidad de que usemos nuestro enorme poder militar y una postura agresiva para atacarles; ambos, los malos y los buenos, pueden tener intereses comunes que podrían hacer que una negociación sea posible (podría ser que ninguno quiera ser aniquilado por armas nucleares); que ninguna organización es un «monolito» y que los «agentes» suelen ser aliados ideológicos que pueden dividirse con sus supuestos «amos» y lo hacen; y que, finalmente, podríamos aprender la lección más profunda de todas: que la política interna de un gobierno a menudo no tiene ningún índice de su política exterior. Todavía estamos, en último análisis, sufriendo por la ilusión de Woodrow Wilson: que las «democracias» nunca se embarcarían ipso facto en una guerra y que las «dictaduras» siempre están dispuestas a hacerlo. Por mucho que aborrezcamos los programas internos de la mayoría de dictadores (sin duda de los nazis y los comunistas), no tiene por qué tener una relación con sus políticas exteriores. De hecho, muchas dictaduras has sido pasivas y estáticas en la historia y, contrariamente, muchas democracias han llevado la iniciativa de la promoción y a la hora de declarar la guerra. El revisionismo podría ser capaz de una vez por todas de destruir el mito wilsonista. Pero, ¿qué ocurre si Rothbard se equivoca? ¿Y si el objetivo de los Nazis si que era conquistar el mundo? Seguiría sin haber razones válidas por la que Estados Unidos debería haber entrado en la Segunda Guerra Mundial antes del ataque de Pearl Harbor. Si esto es cierto, la objeción de nuestro caso en contra de la guerra se equivoca. El gran libertario Garet Garret ilustra nuestro
  • 58. 52 objetivo. Él creía que los nazis nos habían amenazado, pero que deberíamos responder con una política de atenta espera. En un editorial del Saturday Evening Post del 6 de julio de 1940, Garret dijo: Ha aparecido un nuevo y aterrador poder, un poder movido por un hambre insaciable de la Tierra, consciente de que no hay más derechos que el derecho al poder. No amenaza a este país con invasión. Por lo menos aún no. Amenaza al continente americano con proyectos económicos y políticos en países latinoamericanos, para nosotros esto es un hecho inquietante. Pero la mayor característica de lo que ha pasado es que el mundo está en un estado de desequilibrio. El decisivo movimiento de Garrett era rechazar una respuesta adecuada a Hitler requería ayuda militar a los Aliados. Justo lo contrario, Estados Unidos debía hacer que sus fronteras fueran seguras ante un ataque: En el mundo entero […] hay un pueblo capaz de crear un poder defensivo igual al nuevo poder de una agresión espantosa que ha destruido las bases de paz y civilidad internacionales. Somos ese pueblo […] somos lo más cercano a una nación autosuficiente de los tiempos modernos, todo un imperio, poseedores de prácticamente todas las cosas necesarias. […] Nuestro poder productivo es igual que el de toda Europa y aumentará, por lo que sabemos, sin límite. […] Para finalizar, al estar situados entre dos océanos, nuestra situación geográfica es ventajosa en el sentido militar y nos proporciona grandes posibilidades contra los agresores. Los defensores de la intervención estadounidense en la guerra podrían contestar a Garrett así: «Quizá Estados Unidos podría hacer lo que decís. ¿Pero, por qué deberíamos refugiarnos en nuestra fortaleza que es Estados Unidos? Y si, como has admitido, Alemania nos
  • 59. 53 amenaza, ¿por qué no deberíamos ayudar a aquellos que batallan contra el Tercer Reich y su Führer? Garrett anticipó esta objeción y su respuesta demostró que era un mejor economista que sus críticos. Si Estados Unidos enviara armas a otros países, ¿no debilitaría a nuestras propias fuerzas? Los intervencionistas pensaban solo en los beneficios que la asistencia ayudaría a hacer más seguro, pero ignoraron que quitarse a Estados Unidos sus armas debilitaría su defensa. En resumen, al contrario de sus críticos, Garrett estaba al corriente del concepto del coste de oportunidad. Podría ocurrir que nos diéramos cuenta del trágico error que sería despojar a este país del armamento y mandarlo a Europa en un momento en el que nuestro poder existente es inadecuado, entonces el líder que lo ha hecho debería desear que no se escriba nada en el libro de la fama porque lo que aparecería sería que tenía un gran afán por salvar a la civilización europea y se olvidó se du propio país. Pero tenemos que plantear una objeción final. ¿Qué hay de Pearl Harbor? ¿No nos atacaron los japoneses? Si fue así, ¿no nos embarcamos en una guerra justa de defensa? Estas preguntan dependen de una visión naíf de estos hechos. Como señaló el distinguido historiador diplomático y politólogo de la UCLA Marc Trachtenberg, Roosevelt quería entrar en la guerra de Europa. ¿Pero quién era él para hacer eso? Hitler, que sabía que el presidente de Estados Unidos lo veía como un enemigo, evitaba conflictos con barcos estadounidenses a pesar de una agresiva política naval de EEUU dirigida contra Alemania. Trachtenberg pensó que por esta razón Roosevelt pensó en Japón. Ordenó un embargo de la explotación de petróleo, amenazando de muerte la economía japonesa. ¿No se podría considerar un movimiento provocativo
  • 60. 54 diseñado para que los japoneses, desesperados, atacaran a Estados Unidos? ¿Cómo podría involucrarnos en una guerra contra Alemania atacar a Japón? Muchos historiadores han visto en esta cuestión una objeción decisiva a la tesis de la «puerta trasera de la guerra». Trachtenberg tiene una respuesta brillante a esta cuestión. Mantiene que se basa en una falsa suposición. Una vez que Estados Unidos y Japón estén en guerra, ¿por qué la decisión de la guerra con Alemania recaería solo en Hitler? ¿No habría sido capaz Roosevelt de sobreponerse a la resistencia aislacionista y garantizar desde el Congreso una declaración de guerra contra Alemania? El Eje […] se veía mucho más unido de lo que estaba. Y fue en gran parte por esta razón por la que se culpó completamente al Eje de Pearl Harbor. De hecho, muchas personas del país […] estaban convencidas en el momento del ataque a Pearl Harbor de que los japoneses eran «marionetas de Hitler» Y, por supuesto, Roosevelt no habría sido ajeno a algo tan básico. […] Habría llegado a la conclusión de que Alemania no podría mantenerse al margen de una guerra entre EEUU y Japón, sin importar las decisiones que hubiera tomado Hitler. Y lo que significa que una estrategia de puerta trasera, si eso es lo que fue, habría sido factible en ese contexto político. El argumento de Trachtenberg recibió apoyo por el simple hecho de que después del ataque de Pearl Harbor, ni siquiera el Primer Comité contemplaba una posibilidad realista de separar la guerra con Japón y la guerra con Alemania. No se creó ninguna campaña para limitar la guerra a Asia y el Comité se disolvió el 11 de diciembre, el día en el que Alemania le declaró la guerra a Estados Unidos. Podemos ir más allá. Como siempre, Robert Higgs va a la esencia de las cosas:
  • 61. 55 Debido a que los criptógrafos estadounidenses rompieran el código naval japonés, los líderes en Washington sabía que las «medidas» que tomara Japón incluirían un ataque a Pearl Harbor. Aun así, ocultaron esta información a los comandantes en Hawái, que podrían haberse anticipado al ataque o haber estado preparados para defenderse. Que Roosevelt y sus jefes no hicieran sonar la alarma de alerta tiene sentido: después de todo, el ataque inminente logró que sucediera exactamente lo que llevaban buscando desde hace mucho tiempo. Como le confesó Stimson a su diario después de una reunión de gabinete de guerra el 25 de noviembre, «la cuestión era cómo íbamos a maniobrar para que fueran ellos [los japoneses] los que dispararan primero sin que supusiera un gran peligro para nosotros». Después del ataque, Stimson confesó que «lo primero que sentí fue alivio […] porque una crisis haría que se uniera nuestra gente». En sus esfuerzos para implicar a Estados Unidos en una guerra con el Eje, Roosevelt contaba con la ayuda del servicio de inteligencia británico. Thomas Mahl aclaró en su importante libro Desperate Deception el alcance y la naturaleza de la actividad británica diseñada para implicar a Estados Unidos en la guerra: El ejemplo más sorprendente de efectividad del esfuerzo británico es este. Antes de que se estableciera la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), un directivo presidencial creó en julio de 1941 un grupo preliminar llamado La Oficina del Coordinador de Información (COI). No fue este el único grupo, que diseñaba los planes para la OSS, organizado porque lo pidió el servicio de inteligencia británico; su jefe era un agente británico. El coronel Charles Howard «Dick» Ellis, un asistente del principal agente británico de inteligencia en Estados Unidos, el S. William Stephenson «dirigía la oficina del COI de [William] Donovan y creó el plan de acción para la OSS estadounidense». No voy a entrar en detalle en la amplia gama de episodios sobre los discute Mahl. En su lugar vamos a ver
  • 62. 56 dos ejemplos adicionales de la influencia británica. La primera está relacionada con las cruciales elecciones de EEUU de noviembre de 1940. Para ganar la guerra, Gran Bretaña necesitaba el apoyo de Estados Unidos como un aliado de guerra. Pero si los republicanos llevaban a cabo una fuerte campaña no intervencionista, no servirían ni tan siquiera los trucos de Roosevelt para llevar a Estados Unidos a la guerra. «El primer proyecto de ley en tiempos de paz de la historia estadounidense, la Ley Burke- Wadsworth y el Acuerdo de destructores por bases no habrían recibido la aprobación de Roosevelt si un verdadero candidato de la oposición hubiera estado dispuesto a convertirlo en un asunto político en las elecciones de 1940». Para asegurar el objetivo británico, los candidatos republicanos tenían que ser firmes en el bando intervencionista. ¿Cómo se podría conseguir? Mahl contesta su pregunta al señalar algo muy inesperado en ese momento: el gran repentino apoyo a Wendell Willkie en los meses previos a las convenciones republicanas y las convenciones mismas. La estampida hacia Willkie, el candidato sorpresa por excelencia, dejó perplejos a sus contemporáneos. H.L. Mencken «escribió después de ver la nominación: “Estoy completamente convencido de que la nominación de Wilkie se logró por el Espíritu Santo en persona”». Mahl tenía una explicación más sensata. El auge de Willkie fue tramado con gran apoyo británico; el banquero Thomas W. Lamont desempeñó un papel fundamental en este esfuerzo. En cualquier caso, una vez nominado Willkie permitía que continuara la estrategia británica sin ningún tipo de desafío por parte del candidato republicano. Mahl cita a este respecto un comentario revelador de Walter Lippmann, un aliado del servicio de inteligencia británico: «Se encuentra en segundo lugar, después de la Batalla de