1. Has sido fiel en lo poco…
33º domingo Tiempo Ordinario - A
2. Un hombre, al irse de viaje,
llamó a sus empleados y los dejó
encargados de sus bienes: a uno
le dejó cinco talentos, de plata; a
otro dos, a otro uno.
…Al cabo de mucho tiempo
regresó y se puso a ajustar
cuentas con ellos.
…Como has sido fiel en lo poco,
te daré un cargo importante.
Pasa al banquete de tu señor.
…Al que tiene se le dará y le
sobrará, pero al que no tiene
aún lo poco que tiene se le
quitará.
Mt 25, 14-30.
3. Dios nos da talentos a todos
La parábola de hoy nos narra cómo un señor, antes de
viajar, pone en manos de sus empleados la
administración de sus bienes. A uno le da cinco
talentos, a otro dos, a otro uno.
Cada cual se pone a trabajar… pero no todos. Y cada
cual obtiene un fruto diferente.
4. Dios siempre ha creído en su criatura y ha querido contar
con nosotros para que seamos co-partícipes en la salvación
del mundo. Nos ha dado carismas y capacidades para
culminar su obra. Nos da fuerza, inteligencia y talentos para
que pongamos al servicio de su reino nuestra creatividad,
sacando lo mejor de nosotros.
5. La confianza hace
florecer los talentos
Quien confía en Dios se
pone a trabajar de
inmediato. Con
entusiasmo, obtiene
fruto de los dones
recibidos. Es hermoso
sentir cómo Dios confía
en nosotros a la hora de
administrar sus bienes.
¡Es grande que cuente
con nosotros!
6. La desconfianza esteriliza
Pero la parábola también nos cuenta que el que recibió
un talento, por miedo y desconfianza hacia su señor, lo
esconde y no lo pone a rendir beneficios. El señor se
enoja con este siervo y lo llama insensato y holgazán…
7. Cuántas veces, por
desconfianza, por pereza o
porque malpensamos,
descuidamos nuestras
obligaciones y no
potenciamos las
capacidades que Dios nos ha
dado.
Cuántas veces la falsa
humildad, el temor y el
recelo nos esterilizan y nos
hacen perder todo cuanto
tenemos…
8. ¿Acaso creemos que Dios es injusto?
¿Creemos que Dios reparte mal sus talentos? ¿Tenemos
miedo de su exigencia? ¿Nos asusta que pueda
pedírnoslo todo?
Decía Benedicto XVI en su discurso de investidura: No
temáis, porque Jesús no os quita nada de lo que hace
buena, bella y noble la vida…
9. Sólo los que abren su corazón a Dios serán dichosos.
Pero los que se cierran lo pierden todo y serán infelices.
El hombre que reconoce a Dios como centro de su vida
recibirá innumerables bienes materiales y espirituales.
10. La Iglesia,
llamada a dar fruto
Todos los cristianos
estamos llamados a
hacer fructificar como
mínimo un talento que
Dios nos ha dado a
todos: el amor. Este don
no ha sido negado a
nadie y lo recibimos en
abundancia: podemos
multiplicarlo.
11. Dios nos ha concedido talentos a todos. Pero a menudo,
por pereza, miedo, falsa prudencia o falsa humildad,
dejamos de hacer lo que podríamos hacer.
Tenemos miedo al riesgo, a equivocarnos, a que nos
critiquen… No queremos ser “políticamente
incorrectos”.
12. También podemos caer en la trampa de convertir la
Iglesia en una obra social burocratizada, que busca
resultados: cifras y números. No olvidemos que por
encima del rendimiento y la eficacia está la caridad.
Hay aspectos humanos difíciles de contabilizar.
13. La Iglesia no es una empresa, sino una
familia. La caridad ha de ser real y
personal: tratar a cada persona como al
mismo Cristo. Solo así podremos hablar
de fecundidad evangélica, más que de
eficacia institucional.
14. No temamos desarrollar los talentos que Dios nos ha
dado. No cortemos las alas al Espíritu Santo, no le
pongamos frenos. No ahoguemos los proyectos que
Dios pone en el corazón de las personas. Nadie, ni la
Iglesia ni sus jerarquías, los deberían impedir ni abortar.
15. No temamos ser creativos ni caigamos en el
minimalismo de una fe raquítica, que se contenta con
“cumplir” y ser “buena persona”. Dios nos pide lo
máximo: amarlo con todas nuestras fuerzas, con todo
nuestro corazón, con todo nuestro ser. Volcando la vida
en él. Solo así daremos fruto en abundancia.