El documento presenta una entrevista con Marcela Soler sobre su investigación en Cachemira sobre la teoría de que Jesús vivió y murió allí. Soler concluye que la idea fue inventada por la secta Ahmadiya en el siglo XIX para minimizar la figura de Jesús, y que los habitantes de Cachemira no creen que la tumba en cuestión contenga los restos de Jesús. La evidencia sugiere que probablemente pertenecía a un santo judío llamado Yuza Asaf.
1. En 1976 salió a la venta un libro titulado «Jesús vivió y murió en Cachemira», escrito por D. An-
dreas Faber-Kaiser, libro de tema polémico que despertó reacciones diversas.
Hoy, dado que nuestra amiga y colaboradora D. Marcela Soler ha regresado de un viaje a la In-
dia, permaneciendo días en Cachemira a fin de investigar sobre el tema de «Jesús en Cachemira», apro-
vechamos para hacerle una entrevista para nuestros lectores.
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—Desearíamos saber si pudiste
llegar a Cachemira y averiguar lo
que deseabas sobre el tema tratado
en çl libro «Jesús vivió y murió en
Cachemira».
—Pues sí. Estuve allí e investigué
cuanto pude, de un modo objetivo,'
tratando de esclarecer tan interesante
controversia. En Srinagar, capital de
Cachemira, hice varias visitas al «Roza-
bal» —donde está la supuesta tumba de
Jesús— tomé fotografías y hablé con
diversas personas que me informaron a
fondo del asunto.
—Qué conclusiones sacaste?
—Pues haciendo un poquito de his-
toria, te diré que en Cachemira, gran
parte de la población está islamizada
desde el siglo XIV. En 1880, un tal
MIZRA GULAM, fundó la secta islámi-
ca «Ahmadiya», con el propósito de
universalizar y extender el Islam por to-
do el mundo. El fue quien lanzó la hipó-
tesis de que Cristo habría emigrado desde
Jerusalén hasta la India y de que su
cuerpo estaría enterrado en Srinagar,
capital de Cachemira. Historiadores y
teólogos hicieron caso omiso de esta
disparatada teoría, pues estaba claro
que la secta de los Ahmad!yas, al pre-
tender llevar la doctrina de Mahoma a
occidente, necesitaban minimizar .la
figura y la obra de Jesús, presentán-
dolo como a un hombre corriente, sin
darle categoría divina y, para ello, lo
méjor era negar la Muerte y Resurrec-
ción.
—O sea, que la idea de hacer huir
a Jesús a Cachemira ((resolvía» bien
las cosas, según el criterio musul-
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2. El lago Dal, junto a los picos del Himalaya, es de una gran belleza.
Grandes barcos sirven de hoteles flotantes para los visitantes.
—Si, porque ya sabes que los maho-
metanos admiten sólo a Jesucristo co-
mo Profeta de los judíos, no como Hijo
de Dios. Para ellos es una blasfemia de-
cir que Dios-Alá había tenido un Hijo y
que éste había resucitado de la muerte.
—Afirmas que los Ahmadiyas in-
ventaron lo de la peregrinación a
Cachemira?
—Evidentemente, y ello no es ningún
secreto. Apoyándose en mitos y leyen-
das, Mizra Gulam lanzó esta teoría que,
desde hace cien años figura, como una
más, en tratados sobre religiones uni-
versales, enciclopedias, etc. La misma
Enciclopedia Espasa lo trata en un am-
plio artículo. Pero lo más significativo
del caso es que todas las fuentes que
utiliza el señor Faber-Kaiser son de pro-
cedencia Ahmadiya; incluso el presun-
to «descendiente directo de Cristo», Sr.
Baharat Saleem y el profesor Hassmain,
tantas veces citado por Faber-Kaiser y
autor del prólogo de su libro; todos,
pertenecen a dicha secta.
-De acuerdo. Pero, en el escena-
rio de los hechos ¿qué has averi-
guado?
—En Srinagar, que es, como tu di-
ces, el «escenario de los hechos», na-
die afirma que Jesucristo esté enterra-
do allí. Según la creencia general, el
«Rozabal» contiene la tumba de un Pro-
feta, un tal Yuza Asaf, seguidor y con-
temporáneo del Cristo, que parece ser
era judío y se estableció en Cachemira.
Pero nada indica que sea el Cristo de
los Evangelios.
—El hombre allí enterrado ¿se
hallaba también Jesús?
—Sí: «Yuza Asaf)> que parece ser
equivalente de «Jesús». El nombre he-
breo es «Jeshuá» que significa «Salva-
dor» y había sido aplicado ya a otros,
entre ellos a Josué, que al morir Moisés
siguió conduciendo a las tribus hacia la
«Tierra de Promisión»... Después de
morir Jesucristo, el nombre de Jesús
fue normal entre el pueblo judío, tan-
to como el de «Josué» o el de «Juan».
—Luego, los nativos de Cachemira
¿no sostienen que fue Jesucristo el
que está enterrado allí?
—En absoluto. Como te he dicho an-
tes, esta idea se remonta a 1880; se le
ocurrió al fundador de la secta Aymadi-
ya y ha quedado en el olvido. Ha sido
desenpolvada y puesta al día por el señor
Faber-Kaiser...
—Con qué finalidad?
—Supongo que con afán de «lanzar))
una obra sensacionlista. Sus amigos
ahmadiyas le prestan colaboración con
tal de ver la idea de su fundador Mizra
Gulam divulgada gratuitamente en occi-
dente... y él, obtiene un libro «renta-
ble». Pero yo obtuve información, por
mi parte, de dos personas que viven en
Srinagar, pero que viajan periódica-
mente a Europa —uno de ellos ha estu-
diado en Inglaterra— y me confirmaron
que nadie creía que el allí enterrado fuera
Jesús de los cristianos.
—Pero pudiera ocurrir que en Sri-
nagar no dieran importancia al «Ro-
zabal» y en el resto de la India fuera
diferente...
—En absoluto. Puedo citar al conoci-
do e ilustre catalán Padre Ribas Espasa,
Jesuíta, que lleva dieciocho años en la
India en una Misión ejemplar. Total-
mente identificado con el sentir y el vivir
del pueblo hindú, luchando constante-
mente para aliviar la trágica situación del
hambre y la ignorancia ancestral que
padece dicho pueblo, y que es una auto-
didad a lo que en materia de creencias
religiosas se refiere.
En Bombay tuve la suerte de poder
hablar con él sobre el asunto de Cache-
mira y me dijo que era absurdo e incon-
cebible en una mente normal; que el
pueblo hindú, tan religioso, tan amigo
de aceptar toda clase de cultos y creen-
cias, nunca se interesó por el Profeta de
Srinagar; jamás hubo un resquicio de
curiosidad hacia la mencionada tumba
que, a lo mejor, no era más que la tum-
ba de un hombre corriente.
—Y pudiste además obtener algún
documento en Cachemira que te
ofreciera datos exactos de lo que
dices?
Ya lo creo. Un pequeño libro que
pongo a disposición de los lectores de
Karma-7 y que refuerza lo que digo.
Me lo vendió el celador del «Rozabal»
por cien pesetas; se titula «The Tomb of
Jesus, editado en New York en 1963
por un tal Sufí M. R. Bengalee, Misio-
nero Ahmadiya en USA, y relata nueva-
mente la historia lanzada por el funda-
dor de la sacta, Mirza Ghulam. Un mini-
prólogo del Secretario General de la
Misión Ahmadiya, lleno de ardor reli-
gioso musulmán, proclama a Alá como
«el único rey del Universo». El libro pu-
blicado por Faber-Kaiser en 1976 dice las
mismas incongruencias que el librito de
la secta Ahmadiya, solo que editado en
tela y fotos a todo color...
—Así el plagio es evidente. Pero
dime: el «Rozabal» ¿es visitado por la
gente?
—No. Está bastante descuidado; no
recibe visitas. En las fotos puedes ver la
expectación del vecindario al vernos en-
trar allí y tomar fotografías. El celador
se acordaba de las visitas de Faber-Kai-
ser y sus acompañantes.
—Qué semejanzas podía tener el
hombre cuyos restos descansan en
la tumba, con Jesús el Nazareno?
¿Has podido averiguarlo?
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3. Marcela Soler entre un grupo de niños cachemires. Al fondo, la
fortaleza militar de Srinagar.
—Parece ser que fue un santo varón,
seguidor de Cristo, procedente de
Israel y que murió de edad avanzada ha-
biendo dedicado su vida a predicar el
Cristianismo y a cuidar de los pobres.
Tuvo hijos pero tampoco hay pruebas
de que el señor Basharat Saleem —ho-
telero adinerado pero según propia
confesión «falto de tiempo para cuidar
de la conservación del Rozabais (pá-
gina 158)—, sea descendiente suyo.
—Sin embargo, el libro en cuestión
publica la foto de dicho señor y si
mal no recuerdo, dice que es des-
cendiente de Jesús.
—Lo dice el libro. Pero si lo relees,
verás que lo único que afirma este señor
por su parte es que «el abuelo de sus
abuelos era un Santo Profeta de nombre
Yuza Asaf»; nada más. Lo que no les
impide publicar su foto con un pie de-
signándole «descendiente por vía direc-
ta de Jesús» (Fotografía nP 6). Pregun-
té en Srinagar y muchas personas co-
nocían al señor Sa(eem pero no estaban
enteradas de que se le atribuyera ese
parentesco.
—Entonces, las fuentes que ha
utilizado Faber-Kaiser para su obra
¿son todas tan infundadas?
—Y más... Porque ha utilizado tam-
bién «fuente bíblicas» dsfiguradas y
mutiladas al efecto. El insigne escritor
malagueño Juan Barceló ha escrito la
réplica, una obra valiente y bien docu-
mentada titulada «Jesús y el bluff de
Cachemira» en la que analiza una a
una las fuentes informativas utilizadas
por F. Kaiser y demuestra que las es-
casas citas bíblicas que aporta están in-
completas, interpretadas a su libre an-
tojo y que no prueban nada.
—Volviendo a la tumba del «Roza-
bal»; y esas huellas de pies con ci-
catrices en las plantas a que se refie-
re el autor de ese libro?...
—Las vi, pero no había bastante luz
en el interior para fotografiarlas sin
«flash». De ser huellas, tendrían que
provenir de unos pies enormes y rectilí-
neos. Por otra parte, comprenderás que
ningún ser humano, por muy corpulento
que fuera, podría dejar «huellas» pisan-
do la piedra. No son huellas, evidente-
mente, aunque el Sr. F. Kaiser las titula
así (Fotografía nP 13, páginas 80-81). Son
incisiones en la piedra dibujando la si-
lueta de dos pies, que alguien trazó por
algún motivo, quizá para indicar que el
allí enterrado era el seguidor de Cristo.
—También se dijo que este Yuza
Asaf era hijo de una mujer llamada
María.
—Por qué no? Otro nombre corrien-
te entre el pueblo judío. Recuerda que
sólo al pie del Calvario encontramos tres
Marías...
—Dice también el referido libro
que Jesús, recuperado gracias a
un mágico ungüento, huyó disfraza-
do de Jerusalén y que anduvo a pie
cien kilómetros hasta llegar a Gali-
lea, para despistar a sus posibles
perseguidores...
—Aparte de que es totalmente inve-
rosímil que alguien pueda caminar cien
kilómetros a continuación de haber sido
clavado de pies en una cruz, ni recupe-
rándole con «mágicos ungüentos», la
magnitud del personaje de Cristo es tal,
que es imposible encontrar en El ningún
rasgo de mezquindad o cobardía en to-
da su historia. Imaginarle huyendo dis-
frazado sería restarle talla y dignidad,
ponerle a la altura de un Hitler o un
Mussolini cualquiera.
—Sería ésta la opinión de los cris-
tianos?
—Si, y supongo que la de cualquier
persona objetiva perteneciente a la reli-
gión que sea. Eso se desprende a la
luz natural de (a lógica; no bajo la antor-
cha de creencias religiosas de ningún
tipo.
—En el libro a que nos referimos
se dice que Jesús, de morir en la
Cruz, habría sido un fracasado. Que
no podía morir sin conducir antes a
las tribus perdidas de Israel; que es-
ta era su misión y que partió en su
busca.
—Ante todo, la palabra «fracaso» no
tiene aquí cabida pues la Muerte y la
Resurrección de Jesucristo ha sido la
mayor victoria que han conocido todos
los tiempos. Opino que conducir las tri-
bus perdidas de Israel significa algo más;
significa sentar las bases de una reli-
gión universal de la humanidad; la pri-
mera religión monoteísta; la gran obra
ya iniciada por Moisés, de unificar toda
la humanidad bajo un mismo Dios y una
misma ley. Esa era la gran obra de Cris-
to. Para ello fue necesaria la Resurrec-
ción anunciada ya por los antiguos Pro-
fetas y anunciada a su vez a los discí-
pulos por el mismo Jesús. Sin la Resu-
rrección, el Cristianismo no tendría
sentido.
Actualmente un equipo de investi-
gadores de la NASA está realizando se-
rios estudios sobre la Sábana Santa que
se conserva en Turín, los cuales han lle-
vado a la rotunda confirmación de la
Resurrección de Cristo. (Véase los nPs 64
y 65 de Karma-7).
—Entonces consideras que la Re-
surrección era imprescindible... y
cierta.
—Sí. Creo que era la conclusión ne-
cesaria de la vida de Jesús; el punto de
Termina en pág. sig.
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4. Curiosidad de los vecinos del Rozabal ante la El interior del recinto estaba demasiado oscu-
visita de un grupo español. ro para que nuestra entrevistada pudiera sacar
fotografías.
partida indispensable para la gran evo-
lución histórica del Cristianismo.
—Así pues, partiendo de que la
Resurrección fue. ¿Era a todas luces
un hecho sobrenatural?
—Sin duda. Entendiendo por «sobre-
natural» lo desconocido de la natura-
leza, su continuación oculta en lo infinito,
la esencia de lo invisible en los confines
de lo visible.
—Consideras que resulta fácil
comprender un hecho así?
—No resulta fácil. En nuestro estado
físico presente nos cuesta creer y aun
imaginar la realidad de lo impalpable.
—Personalizando un poco más
¿qué opinas tú de Jesús?
—Pienso que Jesucristo es un per-
sonaje tan subli~ que faltan pala-
bras para definirlo.
—Estimas que Jesús era quien
decía ser?
—Creo que era el Hijo de Dios.
—No hace falta preguntar tu re-
ligión...
—Creo en la palabra de Cristo.
—Para terminar, ¿consideras que
todo el libro del señor Faber-Kaiser
es una historia fantástica?
—Completamente. Tal vez el señor F.
Kaiser pueda imaginar buenas novelas,
no lo dudo. Pero esa «ciencia-ficción-
religiosa» está fuera de lugar. No debe-
ría utilizar su desbordante fantasía para
falsear un personaje histórico incon-
mensurable en su magnitud, solo para
lanzar un libro sensacionalista. Dejando
aparte el que las fuentes en que se ha
basado sean amañadas e inciertas, el
que la tumba de Srinagar no pruebe en
modo alguno que el allí enterrado sea
Jesucristo, el personaje que resultaría
de todo esto —huyendo disfrazado, en-
gañando a su pueblo, escondiéndose en
Cachemira mientras los nuevos cris-
tianos eran víctima de las persecucio-
nes, dejando que se cimentara una reli-
gión en una resurrección falsa, etc.—,
este personaje, no s6lo como el Cristo,
ni tan siquiera como hombre, no con-
cuerda, no podría ser de ninguna mane-
ra, el Jesucristo histórico crucificado por
Pilatos.
Para terminar, yo aconsejaría a los
lectores de Karma-7 que leyeran el libro
de Faber-Kaiser y el de Juan Barceló y
sacaran sus conclusiones; verían que no
tiene base científica, ni histórica ni
bíblica el testimonio del primero. Como
dice Juan Barceló tan acertadamente:
«Cristo murió en la Cruz y éste es un
hecho histórico que nadie ha podido
rebatir. La Cruz ha sido y será ata-
cada, pero al negar el hombre la
Cruz, jamás conseguirá destruirla».
KARMA-7
(1)Jesús vivió y murió en Cache-
mira - de Andreas Faber-Kaiser. Ed.
ATE, 1976.
(2)Jesús y el Bluff de Cachemira
de Juan Barceló. Ed. CLIE, 1977.
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