Gestión del Conocimiento en fabricantes multiplanta ( PRAGMATICA MC)
Iii brief capac. directivos
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Algunas notas sobre El Directivo como pilar de nuestra sociedad para el siglo XXI
J. Manuel Lacarte, Julio 2011
EL CONOCIMIENTO DE LOS DIRECTIVOS
Contenido:
El planteamiento
3 principios de actuación
El planteamiento
Parece darse por supuesto que para llevar a cabo
las tareas propias de la dirección de organizaciones,
y sobre todo cuando se está pensando en lo que se
entiende por Alta Dirección, de forma brillante es
indispensable conocer y dominar la plataforma de
las últimas tendencias en herramientas que ha
puesto de moda algún gurú o alguna firma de
consultoría.
El conocimiento siempre es deseable para cualquier
actividad, pero los verdaderos fundamentos de la
dirección eficaz no suelen adquirirse con las
herramientas o metodologías de moda ni abundan
los gurús y consultores que los difundan.
¿Cuál sería el conjunto de conocimientos que
garantizarían la cualificación de una persona para
ejercer la alta dirección de organizaciones? Aunque
muchas universidades y escuelas de negocios
tendrían un evidente interés en la respuesta
adecuada a esta pregunta, sinceramente creo que
no sería posible complacerles. Lamentablemente
todavía no sabemos tanto acerca de la dirección de
organizaciones como para dar una respuesta.
Aunque, en mi opinión, lo que sucede es que la
propia pregunta no es la adecuada.
Pero lo que sí sabemos es que la dirección de
organizaciones, y especialmente cuando nos
referimos a la alta dirección, como una práctica que
es, requiere de capacidades tanto más que de
conocimientos.
Y estas capacidades son totalmente determinantes
del desempeño de un directivo pues su trabajo le
exige responsabilizarse de afrontar la gestión en dos
ámbitos inevitables, que han sido críticos y de
complejo manejo durante toda la historia de la
humanidad. Estos ámbitos son: las relaciones entre
las personas y la incertidumbre. A pesar de haber
estado siempre presentes, la humanidad todavía no
ha sido capaz de deducir una forma de actuar
estructurada y fiable para gestionar la infinidad de
complejas cuestiones que afronta cualquier
directivo en estos dos ámbitos
A lo largo de la historia hemos ido descubriendo
que ciertamente algunos conocimientos ayudan a
desarrollar capacidades. Y hemos sabido esto
mucho más a través de la observación de sucesos,
del conocimiento, del comportamiento propio y de
otras áreas que mediante deducciones basadas en
teorías pedagógicas.
Pero todavía sabemos de forma imprecisa qué
conocimientos ayudan efectivamente a desarrollar
qué capacidades, y cómo sucede esto, de hecho
parece ciertamente difícil poner a la comunidad
académica de acuerdo, y más difícil todavía ponerla
de acuerdo con las comunidades empresarial y
profesional, o con otros grupos de opinión sociales.
Y, por si esto no fuese suficientemente indefinido,
en los últimos años hemos descubierto que parece
ser que el modo en que se enseñan o adquieren los
conocimientos guarda aún más relación con el
desarrollo de capacidades que los propios
conocimientos transferidos (Tómese como ejemplo
el enorme éxito de la enseñanza mediante el
“método del caso” tan difundida entre las más
prestigiosas escuelas de negocios.)
Por último, también parece haber consenso general
acerca de que un ambiente social “desarrollado”,
favorece el desarrollo del conocimiento en las
personas que viven en tal entorno. Sin embargo,
tampoco parece que esto sea una regla inmutable,
a no ser que estemos ante diferencias sociales tan
extremas como las que se dan, por ejemplo, entre
una acomodada comunidad de Boston (USA) y la de
un asentamiento humano tribal de las
profundidades de la selva virgen amazónica.
3 principios de actuación
No todo es indefinición. Algunos principios acerca
de los conocimientos con que conviene que se
doten los directivos son ciertamente válidos, tanto
que podrían extenderse a otros muchos ámbitos
sociales y personales.
• El primer principio es que los conocimientos,
cuanto más heterogéneos mejor.
Se ha debatido mucho acerca de si los planes de
formación de directivos debían incluir más o menos
de ésta o aquella materia, y ha sido particularmente
interesante la cuestión sobre si esta formación
debería tener más contenido de humanidades, o
incluso ser fundamentalmente humanística. Una
vez más hay que recurrir a la práctica observación
de la realidad para concluir que la formación de un
directivo debe ser el máximo de diversa y
heterogénea. Las especializaciones extremas
pueden ayudar ciertamente a desempeñar diversas
profesiones, pero no ayudan demasiado por sí solas
al desempeño de la dirección de organizaciones.
• El segundo principio es que el aprendizaje es
mucho más nutritivo y conecta de forma más sólida
con el desarrollo de capacidades si se hace
mediante experiencia real, o al menos mediante
cercanía a experiencias de otros. Esta es
probablemente la filosofía que respalda a los
citados “métodos del caso”. En realidad todos
hemos olvidado muchas interesantes cuestiones
que aprendimos un día en la universidad o en
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alguna escuela, pero que no hemos tenido
oportunidad de poner en práctica jamás. Una vez
más debemos rendir tributo a la sabiduría popular,
pues en todas las culturas se valora y respeta la
experiencia, con escasas y pintorescas excepciones
como por ejemplo la llamada cultura del “punto-
com” (dot .com), nacida a finales del siglo XX, donde
la inexperiencia parecía y todavía parece ser, en
general, una codiciada cualidad que se premiaba a
menudo, aunque cada vez menos, con veneración,
status profesional y social y elevadas retribuciones.
• El tercer principio es que no se puede parar de
aprender. Se debe seguir adquiriendo
conocimientos de por vida, por supuesto a través de
la experiencia, pero también a través de la
formación planificada. Esto no es una mera
manifestación que permite quedar bien en
cualquier conversación sino que es una exigente
necesidad que se debe a dos razones bien simples.
- La primera es de carácter general y tiene que ver
con la impresionante velocidad de desarrollo del
conocimiento en nuestra sociedad, que va en
aumento. Esto hace que el patrimonio de
conocimiento de la humanidad es algo que crece
rápidamente y de forma dinámica, pues
continuamente se incorporan nuevos
conocimientos, planteamientos, interrelaciones,
etc., quedando a su vez rechazados o anticuados
otros muchos debido a su obsolescencia.
Evidentemente, cualquier persona que pretenda
ser útil en una sociedad así, debe contar con unos
conocimientos a un nivel relevante
comparativamente con el estado general del
conocimiento en sus tiempos.
- La segunda razón es que, cada vez más, en las
sociedades desarrolladas, los directivos se
encuentran con equipos de personas bajo su
responsabilidad que son verdaderos expertos en
sus propias materias. Saben mucho más que sus
jefes. Este hecho planteará, sin duda uno de los
retos más importantes al “management” de las
sociedades desarrolladas en este siglo. Por
supuesto que no se trata de que los directivos
sepan más que sus subordinados especializados,
eso sería ineficiente e inútil por imposible. Pero si
es conveniente que los directivos aprendan
acerca del propósito y las posibilidades de las
áreas de conocimiento de sus subordinados.