El documento argumenta que la fe sin obras está muerta, citando varios versículos de la Biblia como evidencia. Explica que las obras muestran una fe verdadera y son necesarias para justificar la fe, usando el ejemplo de la obediencia de Abraham de sacrificar a su hijo Isaac como evidencia de su fe en Dios. Finalmente, cuestiona qué dicen las obras propias sobre la fe de uno.