Artículo Bibliotecas y derechos culturales, ejercer la democracia, en la Revista Ábaco nº 115
Las bibliotecas están viviendo un proceso de redefinición clave en todo el mundo como protectoras y promotoras de los derechos culturales. La definición del derecho a la información, el conocimiento y la lectura como derechos habilitantes para la democracia nos permite resituar la acción bibliotecaria desde un enfoque basado en derechos humanos. La presión en términos de censura y retroceso a la libertad de expresión que también están afrontando a nivel global no es sino un síntoma del papel determinante que desempeñan en el desarrollo de una ciudadanía crítica e informada capaz de desarticular procesos de manipulación informacional e ideológica. La fuerza transformadora que reside en el reconocimiento profesional del sector como defensoras de los derechos culturales puede verse multiplicada si nos atrevemos a releer el papel democratizador que pueden desempeñar las bibliotecas para el conjunto del ecosistema del libro y la lectura, a generar alianzas estratégicas con el resto de políticas públicas o a profundizar en la definición de bibliodiversidad en términos de lucha contra la exclusión social. En este artículo trataremos de impulsar en más detalle esta conversación.
linea de tiempo .evolución histórica de los derechos humanos
Bibliotecas y derechos culturales, ejercer la democracia (Revista Ábaco, Estefanía Rodero).pdf
1. 54
Bibliotecas defensoras de la
democracia a nivel global
En el actual contexto mundial pla-
gado de riesgos de re-
gresión en materia de protección de los derechos humanos,
las bibliotecas están sufriendo una presión en aumento en
comparación con el resto de equipamientos culturales. Así,
por ejemplo, en los últimos años hemos tenido que asistir al
aumento de la censura en las bibliotecas escolares a lo largo
y ancho de los EEUU, con ataques recientes a personal biblio-
tecario y el llamamiento a la movilización mundial por parte
de organizaciones profesionales y en defensa de la libertad
de expresión como la Asociación Americana de Bibliotecas,
el grupo de acción política contra la censura EveryLibrary
o PEN América ante la creciente retirada de las estanterías
de libros sobre racismo, educación sexual, igualdad de gé-
nero, escritos por mujeres y por autores LGTBIQ+, junto a
la prohibición de clásicos del pensamiento negro. También
en España las políticas de corte trumpista han encontrado
en el recorte presupuestario a bibliotecas,
especialmente en su dimensión social y co-
munitaria, una vía de imposición ideológica.
Podemos decir que las bibliotecas se encuen-
tran en este momento en el centro de la dis-
puta por la democracia a nivel global.
Frente a este modelo de retroceso, no obs-
tante, están emergiendo desde el propio
mundo bibliotecario nuevas narrativas y
modelos de avance mundial que están in-
corporando el enfoque basado en derechos
humanos en sus nuevos planes estratégicos
y que están erigiéndose, fundamentalmente
desde el tejido asociativo profesional, como
defensores de los derechos culturales.
Así en nuestro país, el Plan Director de las
Bibliotecas de Barcelona 2030, elaborado tras
un largo proceso de escucha y diálogo profe-
sional, abierto a la participación y la aporta-
ción desde diferentes disciplinas y aprobado
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BIBLIOTECAS Y DERECHOS CULTURALES:
EJERCER LA DEMOCRACIA
Estefanía Rodero Sanz
Socióloga de la cultura
Especialista en Relaciones Culturales Internacionales
por la Cátedra UNESCO de Políticas culturales y Cooperación
de la Universitat de Girona
Recibido: 02/04/2022
Aprobado: 21/04/2022
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«Los servicios bibliotecarios no deben estar sujetos a ningu-
na forma de censura ideológica, política o religiosa, ni estar
sometidas en modo alguno a presiones comerciales».
Pero ¿por qué están las bibliotecas
en el centro de la disputa por la
democracia?
ElManifiestoIFLA/UNESCO2022sobrelasBibliotecaPúblicas,
sin nombrarlo de un modo explícito, está apuntando hacia
una de las dimensiones claves para el ejercicio de la democra-
cia: la dimensión epistémica, la urgencia de poner el foco de
atención sobre el acceso al conocimiento desde una perspec-
tiva de derechos, frente a barreras comerciales, tecnológicas
o legales que imposibiliten el ejercicio real de la ciudadanía.
Así el derecho de acceso a la información veraz que ha sido
siempre el eje troncal e identitario de la acción bibliotecaria,
emerge hoy desde una perspectiva de defensa de los dere-
chos humanos como un auténtico cortafuegos frente a la
manipulación de todo signo.
En el reciente dossier del CERLALC «El futuro es hoy: hacia
la renovación de las bibliotecas, las prácticas y los espacios
de lectura», la experta en políticas de lectura, Gemma Lluch,
afirmaba la urgencia hoy de:
«Reducir la distancia entre los que disponen de las compe-
tencias y las habilidades para codificar e interpretar la in-
formación y convertirla en saber y los que no tienen esas
competencias».
Las bibliotecas, por tanto, en este momento de manipula-
ción informacional global, tendrían como función estratégi-
ca para la defensa de la democracia el hecho de socializar
y democratizar los procesos cognitivos que permiten loca-
lizar la información, comprenderla, evaluarla y reflexionar,
en pleno municipal, ha supuesto un antes
y un después para el reconocimiento de la
protección de los derechos culturales como
esfera de acción prioritaria de las bibliotecas
públicas en nuestro país. La lectura de la ins-
titución en su conjunto, desde los apartados
de personal, infraestructuras, comunicación,
alianzas, colección… desde la búsqueda de im-
pacto en la protección y promoción de los de-
rechos humanos ha supuesto una importan-
te innovación social que ya está encontrando
eco y réplica en otros servicios bibliotecarios.
Junto a las Bibliotecas de Barcelona, tam-
bién en la vanguardia de este nuevo modo de
pensarse bibliotecario, encontramos la nue-
va Política nacional de la lectura, el libro y las
bibliotecas en Chile, que ha sido articulada
a través de procesos participativos y que ha
fijado cuatro grandes ejes desde los que des-
plegar su acción para los próximos años: la
pertinencia territorial, la transversalización
de la perspectiva de género, la defensa de la
bibliodiversidad y el reconocimiento del de-
recho a la lectura como derecho habilitante
para la democracia.
También el reciente Manifiesto IFLA/
UNESCO 2022 sobre las Bibliotecas Públi-
cas se está erigiendo como un llamamien-
to mundial para el reconocimiento de las
bibliotecas como bastiones para la defensa
democrática y la protección de los derechos
culturales.
Así, haciendo hincapié sobre su capacidad
para defender y promover valores democrá-
ticos frente a la oleada de censura reacciona-
ria mundial, recoge
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Estefanía Rodero Sanz
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así como impulsar una nueva alfabetización informacional
que permita el acceso a nuevas concepciones y prácticas de
seguridad y defensa de la privacidad y la intimidad, herra-
mientas para desarticular las noticias falsas, aprendizajes
prácticos para frenar el acoso y el abuso en línea, así como
poner al alcance de las mayorías los recursos informaciona-
les necesarios para paralizar las campañas de odio.
Junto al derecho a la información, la protección del dere-
cho al conocimiento es otro de los ejes consustanciales a la
acción bibliotecaria. Desde un enfoque basado en derechos
humanos, las bibliotecas como equipamiento cultural de
proximidad y profundamente enraizado en el territorio, se
constituyen como polos de reconocimiento, defensa y pro-
tección ante la dimensión epistémica que existe en toda
opresión y exclusión social. Entroncando desde el momento
actual con los profesionales y movimientos sociales que a
través de la Pedagogía del oprimido de Freire desde los años
70 articularon una acción social y cultural transformadora
en espacios tradicionalmente olvidados por la instituciona-
lidad cultural, las nuevas políticas culturales desde un enfo-
que ecosocial y de derechos humanos están poniendo el foco
sobre los procesos sociales que contribuyen a deslegitimar
la voz pública y el conocimiento de los grupos subalternos.
De este modo, las bibliotecas son leídas como posibles
marcos correctores de nuestras actuales «economías de la
credibilidad», el conjunto de mecanismos sociales, simbó-
licos, epistémicos…a través de los cuales se dota de mayor
legitimidad a determinadas experiencias vitales que a otras
en un contexto dado.
Podríamos acercarnos entonces a las bibliotecas como
polo corrector y agentes de activismo y empoderamiento
epistémico desde la propuesta de «activismo epistémico»
propuesta por el filósofo José Medina:
«el activismo epistémico tiene como objetivo aumentar la
agencia epistémica de sujetos oprimidos, ampliando sus vo-
ces y facilitando el desarrollo y ejercicio de
sus capacidades epistémicas»
Desde su propuesta, recogida en «The epis-
temology of resistance» en la que enfatiza en
nuestra capacidad social para desmantelar
los obstáculos estructurales e institucionales
que limitan la validación del conocimiento y
el derecho a la voz pública de los colectivos
oprimidos, existe una invitación también
extensible a la institucionalidad cultural en
su conjunto y a las bibliotecas en particu-
lar como promotoras estratégicas de la de-
mocracia cultural, no sólo a empezar a «ver
daños y exclusiones a las que estábamos in-
sensibilizados» o a «imaginar las realidades
sociales y sus futuros de manera alternativa»
sino a visibilizar en el debate público qué
mecanismos se están utilizando para desle-
gitimar voces, experiencias vitales y duelos
no asumidos.
Así, desde su trabajo para la articulación
de una «imaginación para la resistencia»,
José Medina identifica tres mecanismos que
están produciendo daños a la agencia episté-
mica (la capacidad de conocer y trasladar en
sus propias expresiones y palabras el conoci-
miento y vivencias adquiridos) de los grupos
oprimidos:
«1.-
Los daños derivados de la distorsión de
los imaginarios sociales.
2.-
Los daños que derivan de la obstrucción
de los recursos expresivos e interpretati-
vos que permiten a las víctimas de la in-
justicia entender sus experiencias, cons-
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conocimiento, protegerían e impulsarían, como ya ha deno-
minado Chile al derecho a la lectura, derechos habilitantes
para poder hablar de democracia.
La importancia de la
bibliodiversidad para la democracia
Cuando leemos la función de las bibliotecas como defenso-
ras de los derechos culturales es importante visualizar su
papel en interacción con el resto del ecosistema del libro. Tal
y como ha recogido la Política nacional de la lectura, el libro
y las bibliotecas chilena a la que ya hemos hecho mención,
podríamos definir el Ecosistema de la lectura y el libro como:
«La organización y articulación de estrategias y mecanis-
mos necesarios para el desarrollo de las lectoras y los lec-
tores. Requiere de un tratamiento sistémico, coordinado y
truir significados y desarrollar voces y
perspectivas resistentes.
3.-
Los daños que derivan de estructuras so-
ciales y diseños institucionales que cons-
triñen o marginan la agencia epistémica
de grupos oprimidos».
Desde este punto de vista, las bibliotecas
tendrían un papel decisivo a la hora de im-
pulsar y reforzar la agencia epistémica de la
ciudadanía, poniendo en el centro de la con-
versación pública la importancia que tiene el
conocimiento, su acceso, su elaboración, sus
procesos de validación, sus sesgos de poder…
para ejercer la democracia.
Las bibliotecas, entonces, como defensoras
de los derechos culturales, especialmente en
sus facetas de derecho a la información y al
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articulado de todos sus agentes involucrados: instancias de
formación, de creación, de producción, de difusión y distri-
bución, de puesta en valor y uso, de preservación, de consu-
mo y participación».
A nadie se nos escapa que sin la garantía de la bibliodiver-
sidad en los sistemas de compra de las bibliotecas públicas,
podemos encontrarnos por pasiva ante la cooptación de un
dispositivo de corte democratizador, por fuerzas comercia-
les o ideológicas homogeneizadoras que hagan uso de las
bibliotecas como un mero altavoz de instancias de poder.
Pero, ¿qué entendemos por bibliodiversidad? Siguiendo
el trabajo de la escritora y editora australiana Susan Haw-
thorne, «Bibliodiversity. A manifesto for independent pub-
lishing», ¿qué estamos entendiendo, a su vez, por equidad de
expresión y libro justo?
Desde el reconocimiento inicial de la dificultad histórica
que tanto las mujeres como las personas creadoras proce-
dentes de pueblos colonizados y esclavizados u otros colec-
tivos oprimidos han tenido para acceder a la palabra im-
presa, a la difusión de su propia voz e ideas en el mundo
editorial, se pone de manifiesto el peligro real que la actual
concentración editorial internacional supone tanto para
la salud de nuestras democracias como para la defensa de
la libertad de expresión en términos de equidad. Frente al
riesgo que supone la conversión de la literatura en particu-
lar y el mundo del libro en general en una simple commo-
dity, resulta una obviedad que todo lo original, arriesgado,
inventivo… que marcará a las siguientes generaciones por
tener algo nuevo y relevante que decir depende de la salud
de un ecosistema editorial independiente. Ecosistema que
se caracteriza, además, por su compromiso local, por un
«habitar» cercano que nutre y se nutre del conocimiento si-
tuado y lo refuerza.
Desde la definición de la edición independiente como
aquella que no recibe dinero o apoyo ni económico ni de
ningún tipo de instituciones como partidos
políticos, organizaciones religiosas, univer-
sidades…que marquen las decisiones edito-
riales, que determinen el programa editorial
a desarrollar en base al control económico,
Susan Hawthorne va más allá:
•
La edición independiente se caracteri-
zaría por su habilidad para promover el
debate sobre la importancia de la biblio-
diversidad en la esfera pública, como un
elemento constructor de democracia.
•
Hablaríamos en términos de ecosistema
de la edición independiente, teniendo
en cuenta la interdependencia de to-
dos los actores implicados en el mundo
del libro y la lectura, desde la creación,
el papel que desempeñan las librerías
y distribuidoras independientes, el im-
portante rol de las bibliotecas para la
salvaguarda y promoción de la bibliodi-
versidad, el diálogo con organizaciones
locales y sectoriales vinculadas al mun-
do del libro…
•
La defensa de la bibliodiversidad viene
marcada también, como el resto de po-
líticas culturales basadas en un enfoque
de derechos humanos, por el diálogo lo-
cal-global, el establecimiento de conver-
saciones y redes internacionales, pero
especialmente por la constitución de
alianzas con otras editoriales indepen-
dientes para la promoción de las co-edi-
ciones y la traducción como ejercicio
político y de justicia social de primera
magnitud.
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silenciamiento y comprometerse en el impulso de un
ecosistema del libro justo, en el que jugarían un papel
determinante las bibliotecas, en el que se promueva la
escucha o la lectura de todas las voces socialmente ex-
pulsadas hacia los márgenes. Así, el libro justo, el dis-
curso justo y el comercio justo del libro serían ejes cen-
trales de un ecosistema del libro basado en los derechos
humanos.
Apoyándose tanto en la conceptualización feminista del
conocimiento situado como en la definición del investiga-
dor ugandés Paul Wangoola de multiversidad, que tienen
en cuenta el lugar y el contexto de quien conoce, poniendo
en valor tanto el conocimiento local como a las personas
conocedoras, respetando los conocimientos nacidos desde
la experiencia y no sólo a través de la investigación y el es-
tudio, Susan Hawthorne es tajante: la salud de un sistema
ecosocial puede medirse por la salud de su industria edi-
torial y su bibliodiversidad, por el rango de voces variadas
que pueden escucharse. Así, desde el reconocimiento, una
vez más de que «los universales estéticos» tienden a trabajar
contra los miembros más desfavorecidos de una sociedad,
las posturas multiversalistas reconocen un mundo en el
que la existencia de múltiples formas de conocimiento al-
ternativas son importantes para el conocimiento humano
en su conjunto.
Particularmente interesante es su reflexión sobre la im-
portancia que la protección de los derechos morales de las
creadoras juega en el ecosistema del libro y la lectura inde-
pendiente, dado que muchas veces, dado el carácter de las
resistencias al poder que encarnan y al que dan voz, tienen
que hacer frente no sólo a campañas de difamación sino a
estrategias de distorsión (de su imagen, sus palabras) e invi-
sibilización o apropiación de sus ideas y discursos (la luz de
gas como violencia económica y política). Desde la conscien-
cia de que la producción de la bibliodiversidad ha habitado
•
Desde el reconocimiento de la centrali-
dad de la búsqueda de la originalidad,
las nuevas voces, la palabra relevante
que transforma que identifica al ecosis-
tema de la edición independiente, Susan
Hawthorne subraya el peligro de obviar
la realidad: el hecho de estar operando
en un mercado, en un entorno cargado
políticamente que necesita nuestros ojos
abiertos. Editar es una actividad social,
cultural y transformadora que siempre
corre el riesgo de ser cooptada.
•
Frente a procesos de homogeneización e
infantilización mundiales que contribu-
yen tanto a rebajar las expectativas lec-
toras como a sofocar el cuestionamiento
político o imaginativo del poder, a través
de la reproducción en serie de «lo nor-
mal», «lo no marcado», Hawthorne su-
braya la correlación entre estas fórmulas
editoriales y procesos de dominación his-
tóricos como el racismo basados precisa-
mente en el dominio de «lo no marcado»,
«lo que no es lo otro».
•
Desde su experiencia de décadas como
editora feminista, para Hawthorne no
hay duda: un elemento esencial de la
bibliodiversidad es el feminismo, po-
niendo el foco sobre un eje central. La
feminización mundial de la pobreza tie-
ne un impacto lacerante sobre la liber-
tad de discurso de las mujeres, su posi-
bilidad de hablar libremente y acceder
a que su discurso sea escuchado. Así se
impulsa el concepto «fair speech» para
considerar con seriedad los efectos del
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tradicionalmente los márgenes (sociales, políticos, geográfi-
cos, lingüísticos) el hecho de poner el foco sobre la defensa
de la integridad moral de las autoras es estratégico en térmi-
nos de profundización democrática.
Así, la defensa de un ecosistema del libro, la lectura y las
bibliotecas independiente, no sólo tendría que tener en
cuenta también su responsabilidad y conexiones entre me-
dio ambiente y acción editorial, sino que tendría que tomar
conciencia del hecho de que los mismos procesos de concen-
tración empresarial mundial, expansión del monocultivo
y silenciamiento de alternativas que se han vivenciado en
otras esferas, como la agroindustria mundial, encontrarían
su correlato en el ámbito cultural en organizaciones e insti-
tuciones favorecedoras de los «monocultivos de la mente».
Así la protección de la bibliodiversidad supondría en último
término la defensa de la equidad de expresión sin la que no
se puede hablar de democracia.
En este sentido, llama la atención que la reciente Decla-
ración de Pamplona nacida en nuestro país del encuentro
internacional de la edición independiente haya pasado
prácticamente desapercibida, fuera de su estricto espacio
sectorial, para el resto de las políticas culturales en España.
Bajo el título ampliado «Declaración de Pamplona-Iruñea.
Por una edición independiente, decolonial, ecológica, femi-
nista, libre, social y solidaria» el manifiesto recoge de forma
muy clara los principales retos que afronta la independencia
en el mundo del libro, la lectura y las bibliotecas tanto en
nuestro país como en la esfera internacional.
Partiendo de los tres ejes clave:
•
El reconocimiento del carácter cultural, social y político
del libro y la lectura.
•
El compromiso con la democratización del mundo del li-
bro y la lectura.
•
La defensa de la lectura como práctica li-
beradora y para el fortalecimiento de una
ciudadanía crítica
se desgrana la actual configuración neoli-
beral mundial del mercado del libro propo-
niendo ejes correctores.
Como recordaba Roger Chartier en las con-
versaciones recogidas en «Lectura y pande-
mia» no podemos olvidar que la lectura «se
trata también de una práctica cuyo ejercicio
depende de sus condiciones de posibilidad,
distribuidas de forma muy desigual en cada
sociedad» y que actualmente, en términos
de lectura afrontamos riesgos no solamente
para el conocimiento sino también para la
democracia:
«el actual tipo de lectura acelerada y crédu-
la se constituye en un poderoso instrumen-
to de comunicación para todas las formas
de manipulaciones, de falsificaciones y de
reescrituras engañosas del pasado. Son
amenazas temibles para el futuro».
Así, para proteger la expresión de la diver-
sidad cultural en el mundo del libro es prio-
ritario dar la voz de alarma ante la creciente
concentración del sector editorial y su actual
configuración geopolítica y el impacto que
este hecho pueda tener sobre la defensa de
los derechos culturales en su conjunto y so-
bre la acción bibliotecaria. Esta evidente des-
igualdad estructural en el mundo del libro
sigue siendo una manifestación de procesos
más profundos de neocolonialismo, o como
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y debate» se recogen algunas de estas experiencias que po-
drían ser trasladables a España, especialmente en aquellas
comunidades autónomas que ya han generado o están gene-
rando sus propias leyes de derechos culturales. El diseño de
estos indicadores de bibliodiversidad vendrían a conjurar el
riesgo, como hemos venido desarrollando a lo largo de este
punto, de encerrarse por presión comercial o ideológica en
un sistema único de referencia, creando desde las políticas
públicas de lectura una mirada más sensible hacia la respon-
sabilidad en la construcción de los imaginarios sociales. A
qué conocimiento se da acceso, cuántos contenidos quedan
fuera de circulación y cómo podemos promover una diver-
sidad cada día mayor de imaginarios serían elementos de
debate a la hora de implementar estos nuevos indicadores.
Las bibliotecas, aliadas en la lucha
contra la pobreza
Pero desde un enfoque basado en derechos humanos no
podemos leer las bibliotecas exclusivamente desde marcos
de política cultural. Precisamente por tratarse del equipa-
miento cultural de cercanía por excelencia, las bibliotecas
nos ayudan a pensar los derechos culturales de la mano de
la exclusión social. Así, no podemos dejar pasar por alto su
interrelación con todos los marcos de política pública, espe-
cialmente con los retos país recogidos en la Estrategia de De-
sarrollo Sostenible para el cumplimiento de la Agenda 2030.
Las bibliotecas públicas han jugado siempre un papel deter-
minante en el diálogo tanto con el Tercer Sector de Acción
Social como con la esfera educativa y es en esta doble alian-
za en la que pueden erigirse como protagonistas en la lucha
contra la pobreza en España.
No conviene olvidar que el Informe FOESSA ya viene defi-
niendo también la exclusión social como falta de participa-
ción en la vida cultural de sus sociedades:
bien explicaba Ngugi wa Thiong´o en su clá-
sico «Descolonizar la mente»:
«El control político y económico no puede
ser total ni efectivo sin el dominio de las
mentes. Controlar la cultura de un pueblo
es dominar sus herramientas de autodefini-
ción en relación con otros».
Quizá lo más luminoso de la Declaración,
junto a la mirada y responsabilidad ecológi-
ca dentro del mundo del libro, la lectura y las
bibliotecas, resida en el reconocimiento de
la vocación democratizadora de la edición
independiente y cómo el engranaje de toda
la cadena de valor del mundo editorial desde
una mirada que comprendiese el libro como
bien común, reforzaría los procesos demo-
cráticos. Así, la promoción de la bibliodiver-
sidad, el apoyo a la edición en lenguas mi-
norizadas, las relaciones editoriales globales
en términos de horizontalidad, reciprocidad
y consciencia de la interdependencia contri-
buirían a la construcción de marcos posibili-
tadores para la ciudadanía.
Para no vaciar de contenido el término bi-
bliodiversidad y ser conscientes del papel im-
pulsor y transformador que podrían jugar las
bibliotecas a través de su articulación y polí-
ticas de compra sensibles con las librerías y
editoriales locales, sería interesante no pasar
por alto algunas iniciativas ya en proceso de
ensayo en América Latina, para la incorpo-
ración de indicadores de bibliodiversidad en
marcos de política pública. En el artículo de
Stella Puente, «Bibliodiversidad: indicadores
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«Exclusión social es la pérdida de integración y de partici-
pación del individuo en la sociedad. Es la falta de participa-
ción en la vida social, económica y cultural de sus respecti-
vas sociedades debido a la carencia de derechos, recursos y
capacidades básicas que hacen imposible una participación
social plena»
Las bibliotecas pueden contribuir a generar un diálogo
fructífero con el Tercer Sector para abordar las dimensiones
culturales de la pobreza que se ven reforzadas por la falta
de acceso, reconocimiento, memoria y articulación de la voz
pública.
En relación con la esfera educativa, Jesús Martín Barbero
ya avisaba hace unos años en el informe «Lectura, escritura
y desarrollo en la sociedad de la información» de que era ne-
cesario:
Superar en las prácticas de lectura escolares e institucio-
nales, aquellos dispositivos enmascarados de exclusión
social.
Así las bibliotecas escolares en su lucha contra la desigual-
dad cultural emergerían como bastiones de lucha contra la
pobreza, corrigiendo la ausencia de referentes o su folklo-
rización en los contenidos educativos, introduciendo la re-
flexión sobre el «capital cultural de los desposeídos» en la
esfera escolar y la relación que mantiene ésta con la cultura
dominante o situando la biblioteca escolar como correctora
del eurocentrismo. No se nos pasa por alto que en un país
como España, que tiene la segunda tasa de abandono esco-
lar temprano más alta detrás de Rumania, abandono escolar
que sufren especialmente los estudiantes migrantes, el pa-
pel que pueden jugar las bibliotecas escolares como promo-
toras de interculturalidad en los centros puede ser un hecho
diferencial en la lucha contra la exclusión infantil y juvenil.
No podemos olvidar que la competencia y comprensión lec-
tora son también determinantes a la hora de
prevenir situaciones de exclusión económica
futuras.
Kambou Boly Barry, relatora independien-
te de Naciones Unidas en el ámbito educativo
está haciendo un llamamiento internacional
para que el derecho a la educación se conside-
re un derecho cultural en sí mismo y se pro-
duzca un cambio de perspectiva, el impulso
de un nuevo paradigma educativo, es decir :
«el derecho a la educación entendido como
el derecho de toda persona a tener acceso a
los recursos culturales necesarios para de-
sarrollar libremente su propio proceso de
definición de la identidad, tener relaciones
dignas de reconocimiento mutuo a lo largo
de su vida y afrontar los desafíos crucia-
les a los que se enfrenta nuestro mundo,
así como para participar en prácticas que
le permitan apropiarse de estos recursos y
contribuir a ellos».
La plena efectividad del derecho universal
a una educación inclusiva y de calidad no po-
dría existir sin tener en cuenta los elementos
que favorecen el respeto de la diversidad y
los derechos culturales en la educación, se-
ñalando entre ellos:
•
La valoración de los recursos culturales
presentes.
•
La descentralización en favor de actores
locales y la dotación de cierta autonomía
a las escuelas para garantizar la pertinen-
cia cultural del aprendizaje.
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En resumen
Las bibliotecas están viviendo un proceso de redefinición
clave en todo el mundo como protectoras y promotoras de
los derechos culturales a nivel global. La definición del dere-
cho a la información, el conocimiento y la lectura como de-
rechos habilitantes para la democracia nos permite resituar
la acción bibliotecaria desde un enfoque basado en derechos
humanos. La presión en términos de censura y retroceso a la
libertad de expresión que están afrontando a nivel global no
es sino un síntoma del papel determinante que desempeñan
en el desarrollo de una ciudadanía crítica e informada capaz
de desarticular procesos de manipulación informacional.
La fuerza transformadora que reside en el reconocimiento
profesional del sector como defensoras de los derechos cul-
turales puede verse multiplicada si nos atrevemos a generar
alianzas estratégicas en términos de profundización demo-
crática con el resto de políticas públicas.
•
Los métodos de observación participativa
y sistémica.
•
El respeto de las libertades en el ámbito
de la educación.
Sería interesante reivindicar el papel que
pueden desempeñar las bibliotecas escola-
res en este cambio de perspectiva señalando
cómo la pérdida y desvalorización de los co-
nocimientos presentes que atesoran objetos,
instituciones o personas perpetúa situacio-
nes de exclusión y desigualdad. Por lo tanto,
convendría no olvidar que:
«las vulneraciones de los derechos lingüís-
ticos o de los derechos a la memoria, o una
visión sesgada que invisibiliza a ciertas co-
munidades y sus contribuciones, son gra-
ves y tienen efectos nefastos a través de
las generaciones, especialmente cuando se
enseñan diferentes narrativas a diferentes
comunidades».