Visitar el campo de concentración nazi de Auschwitz o los Killing Fields camboyanos, deja poco margen a la esperanza en el género humano. Llámese proyección o atribución, es un defecto grave de nuestra naturaleza confundir la causa de nuestras frustraciones con otras personas, para después tratar de eliminarlas juntas.
1. LLoobbooss hhuummaannooss
Efrén Martín, Gerente de y Socio-Director de Reddin Assessments para España
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“Viendo un lobo a un cordero bebiendo en un arroyo,
imaginó un pretexto cualquiera a fin de devorarle. Así,
aún encontrándose más arriba, le acusó de enturbiar el
agua, impidiéndole beber. Respondió el cordero que sólo
bebía con la punta de los labios y que, además,
hallándose más abajo, mal podía enturbiar el agua que
corría más arriba. Viéndose el lobo burlado, insistió:
- Pero el año pasado injuriaste a mi padre.
- ¡En este tiempo, ni siquiera había nacido! -contestó el
cordero.
Entonces el lobo replicó: -Tú te justificas muy bien; más
no por eso dejaré de devorarte. (Esopo)
Cuando una persona, grupo o sociedad se
convierte en un lobo para otros, lo hace con
la perversidad y pautas señaladas por Esopo:
El atacante falsea la realidad actual e
histórica, mostrándose perjudicado y ofendido.
Se desestiman los argumentos del atacado
y cualquier prueba a su favor.
Se utiliza un lenguaje despectivo e hiriente,
deshumanizando a la persona, mediante
insultos, burlas y humillaciones.
Antes, durante y después se justifica la
propia agresividad como la única respuesta
sensata; apoyada en una sinrazón que
repetida firmemente acaba pareciendo
lógica.
Para más INRI, esta argumentación no sólo
se explica abundantemente a observadores
neutrales, sino especialmente al agredido.
Se pasa de las palabras a los hechos, en
una escalada de creciente agresión, que
busca la ruina, expulsión o aniquilación.
El injustificable-justificado maltrato puede
ejercerse desde una posición de poder o
entre iguales (mobbing empresarial, bullying
escolar, violencia doméstica), por ideales
políticos, religiosos o intereses económicos.
Se basa en un razonamiento
pretendidamente lógico, que no es más que
un mal disimulado deseo agresor; mezcla de
egoísmo, rapacidad, discriminación, envida,
ira, cinismo y crueldad.
El verdugo y sus secuaces se
autovictimizan, para justificar el ataque y
construyen un universo mental y social
maniqueo, en el que se reservan la etiqueta
de “buenos”, comportándose entre sí de
acuerdo a palabras huecas referidas a nobles
ideales y elevados principios: dignidad, honor,
lealtad, justicia, etc.
En cambio, a la verdadera víctima se la
etiqueta como una representación de todo lo
reprobable y causa de todos los males, cuya
extinción resolverá sin duda el problema. Un
problema que sólo ellos perciben, generado
por mentes inflamadas de pensamiento único.
Estos abusos no han podido evitarse en
5.000 años de historia, por las justificaciones
del agresor que le impiden ver su propia
indignidad y por el autoengaño del agredido
que cree poder convencer a su oponente.
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Foto: Baharri