Nunca hubo un conejo más malo que Malvado Conejito. Eso es lo que pensamos al leer la carta que Malvado Conejito dejó sobre su cama un día al volver del colegio. En la carta les cuenta que ha huido de casa al Basurero del Cañón del Diablo, porque se ha juntado con los Conejos del Infierno (se pone una chupa de cuero con calavera de conejo, se pinta de verde su hermoso rabito y se perfora la oreja). Los Conejos del Infierno hacen un montón de guarradas: sumergirse en estiércol, comer hamburguesas de lombrices, o poner caca en los cereales del pobre Granjero. Además, son unos macarras que se me meten con otros animales: atropellan la cola del Señor Toro, tienen una guerra de patatas con las comadrejas… Bueno, vamos, que en la carta les advierte (a sus padres), de que igual no les vuelve a ver, con la vida tan peligrosa que lleva ahora Malvado Conejito (antes Copo de Algodón). Pero la cuestión es que nada en la carta es cierto. Copo de Algodón está en casa de su abuela, escribiendo esto para que sus padres tengan un poco de perspectiva cuando vean sus notas (que también las ha dejado encima de la cama). Y, bueno, sus padres van a buscarle a casa de la abuela (imagen final del padre con Copo de Algodón/Malvado Conejito en brazos).