Prueba de evaluación Geografía e Historia Comunidad de Madrid 2º de la ESO
Mitos, ritos y religión de los taínos
1. PASATIEMPOS
El juego de pelota
Los taínos fueron muy aficionados al juego de pelota. El lugar donde jugaban, el batey,
era una especie de cancha cuyos extremos estaban demarcados por hileras o calzadas de
piedras. Algunos de estos peñascos tenían figuras labradas o petroglifos con
representaciones de cemíes u otras imágenes tutelares.
Entre las plazas más significativas de la cultura taína en la República Dominicana se han
localizado otras plazas de considerables dimensiones, como la de Chacuey, cerca de
Dajabón, el Corral de los Indios, en San Juan de la Maguana, y el batey de Yamasá, en la
provincia Monte Plata.
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En los torneos de pelota participaban dos equipos de indeterminado número de jugadores,
«diez por diez, y veinte por veinte, y más o menos hombres», según se concertara. Oviedo
dice que, generalmente, «jugaban hombres contra hombres, o mujeres contra mujeres, y
algunas veces mezclados ellos y ellas; y también acaece jugarle las mujeres contra los
varones, y también las casadas contra las vírgenes».
Empleaban una pelota de goma, posiblemente extraída del copey. Los jugadores debían
mantener la pelota en el aire, golpeándola tan solo con las caderas, los codos, los hombros
o la cabeza. Sin tocarla con las manos, tenían que evitar que saliera de los límites de la
cancha, para lo cual se precisaba de gran agilidad y destreza.
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Los bailes o areitos
El areito fue una de las principales manifestaciones ceremoniales y sociales del pueblo
taíno. Se celebraba frecuentemente en la plaza de la aldea y consistía en cantos y bailes
al son de una lenta cadencia.
Era una danza colectiva celebrada para rememorar los relatos mitológicos, festejar los
acontecimientos sociales y conmemorar las alianzas o los enfrentamientos bélicos entre
las tribus. De modo que los areitos permitían crear espacios para la sociabilización y el
afianzamiento de los lazos de confraternidad entre las tribus.
2. Para festejar al gobernador Nicolás de Ovando y al séquito que lo acompañó en su viaje
al cacicazgo de Jaragua, Anacaona les ofreció un memorable areito en el que participaron
trescientas doncellas que «adornaban sus cabezas con guirnaldas de flores y hierbas
variadas yendo desnudos en los demás cargados así de conchas, golpeando la tierra con
los pies, saltando, cantando y danzando»
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MITOLOGÍA Y RELIGIÓN
Creencias mitológicas
Los taínos creían en la existencia de un ser supremo y protector, inmortal e invisible, al
que llamaban Yócahu Bagua Maórocoti, poderoso señor de la fecundidad y de las fuerzas
genésicas de la tierra y el mar, al que nadie podía ver y cuya morada estaba en el cielo.
Su madre era Atabey o Attabeira, aunque también tenía otros nombres según sus
atribuciones. Era señora de la luna, diosa de las aguas y protectora de las parturientas. De
igual manera, concebían otras divinidades o cemíes que habitaban en el cielo o Turey.
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Entre esos mitos están los relativos a la creación del sol y la luna, astros que según sus
creencias salieron de una cueva llamada Mautiatihuel, donde habitaban dos cemíes
gemelos hechos de piedra, Boínayel y Márohu, considerados dioses protectores a los que
se invocaba para atraer la lluvia necesaria para las cosechas.
Se cuentan las peripecias de Yaya, quien dio muerte a su hijo Yayael e introdujo sus
huesos en una calabaza que colgó dentro de su vivienda. Pasado un tiempo, Yaya, para
complacer a su mujer, que quería ver los huesos de su hijo, trató de bajar la calabaza, pero
esta cayó al suelo y los huesos se convirtieron en peces. Tiempo después llegaron cuatro
hermanos gemelos hijos de Itiba Cahubaba y mientras comían los peces fueron
sorprendidos por Yaya. Entonces, al querer colgar precipitadamente la calabaza, esta se
rompió, y fue tanta el agua y los peces que salieron de ella que llenaron toda la tierra
dando origen al mar.
Tenían la creencia de que algunos animales habían intervenido en la formación del género
humano. Tal es el caso del inriri o pájaro carpintero (Melanerpes straitus), que había
formado con su pico el sexo de las mujeres, al igual que hacía agujeros en los troncos de
los árboles. Otro tanto sucedía con el indio Yuhubaba, que, al recoger una hierba llamada
3. digo con la que los indios se frotaban el cuerpo al bañarse, fue sorprendido por el sol
después del amanecer y se convirtió en pájaro que canta por las mañanas, igual que el
ruiseñor (Minus polyglottos), cuyo nombre era Yahubabayael.
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El murciélago y las opías (espíritu de los muertos)
En el caso de los murciélagos, su vinculación con las opías ha sido motivo para que su
sobrecogedora figura aparezca con frecuencia en los adornos personales y en los
artefactos rituales de la ceremonia de la cohoba, así como en múltiples vasijas y otros
objetos de carácter doméstico y cotidiano.
Acerca de las creencias sobre los espíritus de los muertos, Pané señala lo siguiente: Dicen
que durante el día están recluidos, y por la noche salen a pasearse, y que comen de un
cierto fruto, que se llama guayaba [...]. Y para conocerlos observan esta regla: que con la
mano les tocan el vientre, y si no les encuentran el ombligo, dicen que es operito, que
quiere decir muerto: por esto dicen que los muertos no tienen ombligo.
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Según las creencias de los taínos, los espíritus de los muertos tenían esa misma
predilección y, al igual que los murciélagos. Por eso no es de extrañar que la primera opía
de la isla Española, es decir, el alma del primer indígena que estuvo en el Coaybay,
convertido en el señor de la Morada de los Muertos, llevara por nombre Maquetaurie
Guayaba.
Las lechuzas, mensajeras del Coaybay
En el folklore americano la congénere del búho, la lechuza, habita en un mundo mítico
diferente donde se considera la mensajera del Coaybay o panteón de los muertos
Al estudiar las prácticas del chamanismo en los pueblos primitivos, Mircea Eliade le
atribuye al indumento ornitomorfo un marcado significado en los ritos mágico-curativos,
dada la facultad de volar de las aves, indispensable para ascender a la región cósmica
donde habitan las almas de los muertos.
El culto a los antepasados
4. Los taínos profesaban gran veneración a sus ancestros, con quienes mantenían una
estrecha comunicación y dependencia espiritual. Su imagen tenía una especial
trascendencia en las representaciones artísticas como un modo de invocar la fuerza de los
espíritus.
Al parecer los taínos consideraban que al morir les esperaba en el otro mundo una vida
no muy diferente a la que tenían en la tierra y creían que allí se reunirían con sus
antecesores.
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El cemí de algodón
Para rememorar a los personajes connotados o de alto rango en la jerarquía taína,
conservaban sus cráneos en el interior de los cemíes de algodón.
Se trata de una figura antropomorfa de cuerpo entero que posee la parte frontal de un
cráneo humano en el interior de la cabeza. Su ojo derecho tiene adherido un pequeño
disco blanco de concha de madreperla que representa la esclerótica y cuenta con una
perforación en su centro que hace las veces de iris. En el ojo izquierdo hay adherida otra
concha, esta sin perforar color negro, dando la apariencia de un ojo cerrado
Se trata, tal vez, de la personificación plástica de algún antepasado de marcada relevancia
para los clanes, debido tanto a la gran dimensión del objeto (75 cm de altura) como a la
depurada técnica de manufactura y a su extraordinaria concepción iconográfica de
carácter ritual y religioso.
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El éxtasis de la cohoba
Entre los taínos la principal ceremonia religiosa era la cohoba. Dada la relevante
sacralidad de este ritual, los oficiantes eran generalmente los caciques, quienes entraban
en estado de éxtasis con la inhalación de sustancias alucinógenas que obtenían a partir de
la trituración de las semillas del árbol Anadenanthera peregrina. Bajo los efectos
sicotrópicos de esta droga se producía un desdoblamiento delirante que permitía la
comunicación con las divinidades o cemíes para predecir el futuro, asegurar la obtención
de buenas cosechas e invocar su protección en los enfrentamientos con los enemigos.
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Los ídolos de la cohoba
Los íconos o cemíes de la cohoba, que son las principales manifestaciones del arte
escultórico alcanzado por los aborígenes antillanos, representan con cierto naturalismo a
las principales deidades, proyectando con firmeza y solidez sus atributos sobrenaturales.
En su mayoría son figuras masculinas con el falo erecto, un símbolo de la fertilidad
propiciada por el cemí.
Los imponentes cemíes de la cohoba generalmente tienen una postura sedente, lo que
apunta a un carácter ceremonial. En sus rasgos faciales fijaban aditamentos de oro o de
concha para acentuar la expresión, haciéndola aún más sobrecogedora. Las orejas
presentan en el lóbulo inferior las perforaciones típicas para introducir los pasadores
ornamentales. De la espalda sale una proyección vertical que sostiene sobre la cabeza un
plato o bandeja circular donde se colocaban los polvos alucinógenos inhalados durante la
ceremonia de la cohoba, aunque en algunos ejemplares el plato ceremonial es sostenido
directamente sobre la cabeza del cemí.
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Los dúhos o asientos ceremoniales
Dentro del ajuar mobiliario de los taínos resaltan los taburetes ceremoniales o dúhos, que,
junto con los imponentes ídolos o cemíes de la cohoba, están considerados entre las
representaciones escultóricas más sobresalientes del arte tribal universal.
Estos pequeños bancos compactos tenían la resistencia requerida para soportar el peso de
una persona. La riqueza de los bosques antillanos les proporcionó a los artífices taínos
excelentes especies, entre ellas el guayacán y la caoba, que utilizaron como materia prima
para confeccionar gran parte de sus artefactos, no solo rituales, sino también adornos y
otras piezas de carácter doméstico y de diversas aplicaciones prácticas.
Los dúhos fueron utilizados preferentemente como asientos por los caciques y nitaínos
para presenciar las celebraciones deportivas y oficiar el ritual de la cohoba. Hacían las
veces de trono, denotando el prestigio y la dignidad de sus ocupantes.
6. Las Casas señala que los indios distinguían a los españoles sentándolos en estos
banquillos ceremoniales.
Los instrumentos de la cohoba
Inhaladores y espátulas vómicas
En relación con los inhaladores, este instrumento tiene una bifurcación en uno de sus
extremos que se introducía en las fosas nasales para aspirar los polvos alucinógenos desde
el plato o escudilla colocado sobre la cabeza de los grandes cemíes de madera.
Por su parte, las espátulas eran usadas como eméticos antes de la ceremonia de la cohoba.
Dado que los oficiantes se provocaban el vómito antes de inhalar los polvos alucinógenos,
los cronistas interpretaron esta práctica como un acto de purificación previo a la
ceremonia religiosa.
Los majadores o manos de mortero
Los cronistas refieren que los majadores, al igual que los morteros líticos, se empleaban
en la pulverización de las plantas inhaladas en la cohoba, al igual que en las prácticas
curativas de los behiques para prevenir o combatir las enfermedades.
En su mayoría estos artefactos fueron confeccionados con rocas duras, que ofrecían
resistencia y perdurabilidad.
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El tabaco
El tabaco ocupó un sitial muy importante en la sociedad taína, asociándolo a sus
ceremonias rituales y a sus prácticas mágico-curativas. Al parecer, por sus propiedades
embriagantes y aromáticas, el tabaco en forma de rapé fue uno de los componentes de los
polvos alucinógenos inhalados en las cohobas.
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Íconos de tres puntas
Los cemíes de tres puntas, llamados también «trigonolitos», son una de las
representaciones iconográficas más emblemáticas de la cultura taína. Se los vincula con
los rituales propiciatorios para favorecer la fertilidad de la tierra y la procreación del
7. género humano. Su imagen, de extraordinaria fuerza expresiva, era la representación
visible de un ser superior que, por su relevancia para la religiosidad de las aldeas, estaba
bajo la égida de los caciques
Adolfo de Hostos, comparte la idea generalizada de que estos ídolos se enterraban dentro
de los conucos, especialmente cuando los tallos nuevos se estaban afianzando y era más
necesaria la influencia del trigonolito para la obtención de buenas cosechas.
Cabezas efigies
Estos íconos cefaloformes presentan rostros humanos esculpidos con tal destreza que
pueden apreciarse en ellos los rasgos propios de la anatomía facial de los taínos, que en
su momento fueron descritos por el almirante Cristóbal Colón cuando alude a la frente
achatada, los pómulos salientes, los labios gruesos, etc.
Por su realismo, estos íconos pueden ser asociados al culto de los antepasados, aunque es
posible que, más allá de conservar físicamente la imagen de los desaparecidos, lo que se
pretendía era atraer la fuerza de sus espíritus.
Cabezas trilobuladas
Las cabezas trilobuladas están íntimamente ligadas al culto de los cemíes de tres puntas
que tenían el poder fertilizador de la tierra. Se trata de una manifestación tipológica
diferente a los trigonolitos clásicos que aparecen en la parte suroriental de la Española, y
se han encontrado en los grandes valles centrales y en las zonas montañosas de la isla.
Por tanto, constituyen una variante regional del cemicismo asociado a los trigonolitos,
con diferencias en la morfología y las materias primas empleadas, aunque no en su
naturaleza divina y su función propiciatoria.
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Aros líticos y piedras acodadas
Los elaborados aros líticos constituyen uno de los objetos ceremoniales más
representativos de la cultura taína.
Se les ha dado diferentes nombres, entre ellos el de «collares monolíticos», dado que
algunos estudiosos consideran que los caciques los llevaban colgados del cuello durante
festividades especiales como podían ser los juegos de pelota. Sobre su uso se ha discutido
8. mucho debido a que no se tienen evidencias documentales de sus funciones específicas,
por lo que se consideran objetos «enigmáticos».
Por su parte, sobre los codos o piedras acodadas, su uso resulta enigmático, aunque, al
igual que los aros líticos, se vinculan al ceremonialismo del juego de pelota.
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Medicina Taina
Ya que la sociedad taína estaba basada en la espiritualidad, ellos le atribuían un fin
religioso a todo lo que acontecía en su alrededor. Las enfermedades eran un ejemplo de
esto. “Ellos consideraban que éstas eran castigos justos enviados por los dioses por faltas
cometidas, por tanto, la salud era un don divino”
Según las bibliografías encontradas, los behiques trataron parasitismo intestinal, lesiones
cutáneas, diarreas, constipación, asma, dificultades urinarias, dolores, acné, heridas,
contusiones, etc. Se conoce que el agua fue uno de los principales recursos para los
métodos de curación de aquella práctica médica. “Utilizaban algunas plantas como la
yerba santa, la manzanilla, la guayaba, la piña, el bejuco, el tabaco, la canela, la verbena,
el betumen, guaguasi, goaconax, la jagua, guácima, guayacán y el palma cristi, entre
otras”
También tenían como costumbres el aislamiento de los enfermos para evitar el contagio,
y el enterramiento de los muertos en zonas lejanas, ya que tenían la creencia de que el
mal o espíritu que, afectada al enfermo, podía traspasarse a otro familiar. Otros métodos
curativos destacados, eran los masajes. Estos consistían en palpar distintas partes del
cuerpo del enfermo, con el fin de extraer la enfermedad o el mal que lo afectaba.