Cuando aún guardan nuestras pupilas las estremecedoras imágenes de una Francia en llamas, con la calle manifestándose violentamente contra la reforma de la edad de jubilación, la cordura y las cifras llaman una vez más a estudiar la prolongación de la vida laboral en nuestro país.
1. NO AL EDADISMO: HACIA LA JUBILACION ACTIVA.
Manfred Nolte
Vincularemos en estas líneas el edadismo - la discriminación en las personas de edad-
con un relevante déficit técnico atrincherado en nuestro sistema económico: el de la
financiación de nuestra mayor longevidad.
Cuando aún guardan nuestras pupilas las estremecedoras imágenes de una Francia en
llamas, con la calle manifestándose violentamente contra la reforma de la edad de
jubilación, la cordura y las cifras llaman una vez más a estudiar la prolongación de la vida
laboral en nuestro país.
La pertinencia de tal propuesta tiene sólidos fundamentos económicos que llevarían
incluso a proponer su paulatina obligatoriedad. Pero en este momento, orillamos este
elemento coactivo para centrarnos en su voluntariedad, en la superación de barreras
artificiales y erróneas que impiden su libre implementación.
Semanas atrás el Círculo de Empresarios ha irrumpido en el escenario electoral con una
petición al próximo gobierno de la nación: retrasar voluntariamente la edad de
jubilación entre los 68 y 72 años, acompañado de un sistema de incentivos. La
propuesta, como es conocido, ha suscitado una fuerte reacción adversa de la práctica
totalidad del arco representativo de los trabajadores y de un porcentaje nada
despreciable de los medios de comunicación. Puede que el enunciado haya sonado
radical y escasamente pautado, pero tratándose como se trata de un enunciado libre y
voluntario, sorprende la visceralidad latente en tanta respuesta negativa. Da la
impresión de que aquellas personas deseosas de prolongar su vida laboral fueran a
constituir la punta de lanza del derribo de unos pilares del estado del bienestar, la
pensión de jubilación, erigiéndose en esquiroles involuntarios del statu quo.
Grave confusión, ya que una cosa no solo no implica la otra, sino que la preserva y la
fortalece. La linea que aquí se propone, patrocinada por importantes Institutos de
2. opinión es que alargar voluntariamente la vida laboral constituye un importante
instrumento para apuntalar la sostenibilidad del estado del bienestar.
La alta esperanza de vida de la población española unida a la más tardía entrada en el
mundo del trabajo de los jóvenes desequilibra sin duda la viabilidad de un sistema de
pensiones de reparto, que exige apoyos sistemáticos del Estado para su funcionamiento.
El número de personas en edad de trabajar por cada una de 65 años o más, que cayó
desde 6,9 en 1960 a 3,0 en 2021, continuará su trayectoria descendente hasta
equilibrase en 1,7 en la década de los 40, según la OCDE. Si esto ha de ser así, no hay
ninguna razón para no promover la extensión, benéfica para el sistema, de la vida laboral
en trabajadores que así deseen hacerlo. El incremento de la longevidad en España
somete a una presión creciente a las cuentas de la Seguridad social, cuyo déficit básico
se cuantifica en 12.700 millones, solamente entre 2019 y 2023, según FEDEA.
Pero hay otros flancos débiles. El envejecimiento proyecta importantes aumentos del
gasto público asociados también a la sanidad y a los problemas generados por la
dependencia, representando cuotas sucesivamente mayores del PIB. Nuevamente, la
ampliación de la edad de trabajo es congruente con la reducción del riesgo de aparición
de enfermedades inherentes a la vejez, reduciendo la factura mádica del país.
En una reciente publicación, BBVA Research señala tres ámbitos que deben ser
abordados para fomentar la opción de un alargamiento en la vida laboral de nuestros
ciudadanos. El primero se refiere a una normativa más favorable en lo que hace a la
concurrencia de la jubilación con el trabajo remunerado, que en la actualidad dibuja un
marco poco atractivo tanto para el trabajador como para la empresa. España se sitúa a
la cola de los países donde los trabajadores pueden compatibilizar salario y pensión. El
segundo consiste en una campaña de largo aliento para erradicar el edadismo y
optimizar la gestión del talento, con la participación activos de recursos de personas
mayores. El tercero atiende a la formación activa de los mayores en aras de su mejor
empleabilidad.
Conviene abrir los ojos a la vulnerabilidad que la creciente dilatación de nuestras vidas
confiere a las principales partidas del estado del bienestar, que, tarde o temprano,
deberá conducir a reformas estructurales, casi siempre dolorosas. Abrir las puertas a la
prolongación de la vida laboral constituye una medida terapéutica, integrada en la
mayor presencia vital de nosotros, los mayores.
NOTA: Se entiende por edadismo la discriminación a los mayores, basada en una serie
de creencias, normas y valores que la justifican de forma incorrecta e injusta. El
psiquiatra Robert Butler acuño el término en 1968 atribuyéndole una combinación de
tres elementos principales: actitudes perversas hacia las personas de edad, prácticas
discriminatorias contra ellas y elementos institucionales o políticas que perpetúan los
estereotipos en torno a la vejez.