No. Los beneficios empresariales no son culpables de la inflación por sí mismos. No al menos de forma general. Las causas son otras pero están remitiendo.
Los beneficios empresariales no son culpables de la inflación
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MALDITOS BENEFICIOS EMPRESARIALES.
Manfred Nolte
¡Malditos roedores! exclamaba el gato Jinx de Walt Disney ante las divertidas
maldades perpetradas por los ratones Pixie y Dixie, haciendo las delicias
televisivas de niños y mayores. ¡Malditos beneficios empresariales! profieren
exaltadas voces acusadoras del mundo de los sindicatos, movimientos sociales
beligerantes, Ministerio de Trabajo y aun plumas más o menos acreditadas de los
medios de comunicación. Es cierto que, en los dos últimos años, y en especial a
partir del estallido bélico en Ucrania, los precios se han disparado en todo el
ámbito occidental y que, aun cuando anticipen una senda de corrección, no lo son
sin graves quebrantos inducidos por las políticas de tipos de interés altos de los
bancos centrales. Es normal, e incluso necesario, indagar en las causas de este
azote universal y despiadado, un 8,4% de media en 2022. Pero ¿son -como
muchos manifiestan-los beneficios empresariales culpables de la inflación que
padecemos?
Comenzaremos por diferenciar el problema señalando el tamaño de las empresas.
Sin entrar en el ámbito de los autónomos, poco sospechosos de haber contribuido
a la lacra monetaria que analizamos, el Informe ‘Grant Thornton’ de 2022 que
mide la salud de las compañías medianas de nuestro país, señala que esta se
mantiene levemente en el terreno positivo que alcanzó en la primera mitad del
pasado año después de registrar durante tres ejercicios consecutivos números
rojos. Consiguiente veredicto de inocencia.
Predomina, no obstante, el sentimiento de incertidumbre y el miedo a que se
produzcan nuevas amenazas en los costes de energía, transporte y laborales, y
otros aspectos relacionados con la oferta, aspectos que convierten en desafíos las
previsiones de crecimiento del subsector para 2023. Nos quedan, por lo tanto, las
grandes y muy grandes empresas, las más señaladas por su presunta contribución
a la incontinencia de los precios.
En cuya antesala se sitúan las cadenas alimentarias, fustigadas hasta la saciedad
por una izquierda populista y desinformada que les achaca ‘estar haciéndose de
oro’ a costa de los consumidores. Aunque los españoles gastan cada vez más en el
supermercado, la realidad es que llenan su carro con menos productos. Los datos
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del mes de marzo apuntan a una caída del 5,3% en el volumen de compras en el
sector de gran consumo, más del doble de la registrada en febrero (2,6%). En
cuanto a su rentabilidad las cadenas sufrieron el año pasado la mayor caída de sus
márgenes en los últimos cinco años, asumiendo costes superiores al incremento
de precios aplicado. El margen o beneficio sobre facturación se ha mantenido
estable, por debajo del 3% en todas las grandes empresas de distribución.
Diagnóstico: nula contribución inflacionaria.
¿Quiere decir esto que el resto de grandes empresas, Banca, energéticas, junto a la
industria, la automoción y las grandes cadenas hoteleras son las culpables de la
inflación? ¿No se querrá decir, sin lograr articularlo adecuadamente, que la
inflación ha ayudado a determinados sectores a un restablecimiento o aumento
coyuntural de sus beneficios, que es cosa significativamente distinta? Y otra
consideración más: mantener el margen de ganancia cuando los costes de las
materias primas suben por la guerra o por el estrechamiento de las cadenas de
suministros puede provocar que haya más inflación, pero no equivale a su autoría.
De la misma manera que la reacción salarial al alza tendrá análogas
consecuencias sin ser parte de la causa. El margen neto de las sociedades no
financieras del año 2022, 18,6 %, está todavía 1,5 puntos porcentuales por debajo
del margen neto en 2019, según constata un estudio de FUNCAS. Por otra parte,
la subida de márgenes en el sector financiero coincide en el tiempo con el alza de
los tipos de interés oficiales del BCE -el euríbor ha pasado del -0,5 % en
septiembre de 2021 al 3,83 % en mayo de 2023- y sus efectos positivos sobre el
margen de pasivo.
Un matiz para dos grupos señalados: el bancario y el energético, que si bien han
cosechado unos resultados espectaculares lo han hecho rentabilizando su enorme
esfuerzo inversor. Las abultadas cifras de la banca esconden una baja
rentabilidad, ya que han tenido que aumentar capital -un 60%- y aún ganan
menos que en 2007 y la acción lo refleja. Ambos han sido penalizados con
gravámenes especiales, contrarios a la norma europea y a la Constitución, en
opinión de sus máximos ejecutivos.
Tampoco hay que confundir el papel de las administraciones públicas del Estado
que, sin ser culpables directos de las tensiones en los precios, han incrementado
su recaudación hasta cifras sin precedentes debido al efecto del engrosamiento
de las bases imponibles. La magnitud de este expolio alcanza más de los 30.000
millones de euros en 2022, pero la fiesta prosigue durante 2023 según anticipa el
Banco de España a medida que se vayan plasmando incrementos salariales, así
como la subida del 8,5% en las pensiones.
No. Los beneficios empresariales no son culpables de la inflación por sí mismos.
No al menos de forma general. No se descarta que algunas empresas aisladas con
una competencia circunstancial limitada hayan tenido la capacidad de fijar
precios más altos y aumentar así puntualmente sus beneficios. Por eso la defensa
de la competencia nunca es tarea acabada.
La inflación es un fenómeno económico complejo que está influenciado por
múltiples factores, incluyendo la oferta y la demanda de bienes y servicios, la
política monetaria y fiscal, el nivel de empleo y la productividad.
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Esa tesis es compartida por el Ministerio de Economía. Constatar la recuperación
de los márgenes de las empresas que están a niveles previos a la eclosión del
Covid19 no equivale a afirmar que dicha recuperación constituya el motor de la
inflación. En todo caso se trata de la normalización de un sector en el que sus
incrementos de costes han superado habitualmente los precios de venta. Aunque
puntualmente, los beneficios del sector energético hayan podido influir en el IPC,
las razones fundamentales de la inflación del último bienio se hallan en el fuerte
encarecimiento de las materias primas y otros bienes de importación, junto a una
política fiscal fuertemente deficitaria que ha contribuido a aumentar el gasto
global. Los cuellos de botella de suministro internacional -rigidez extrema de la
oferta- han sido, sin duda, otro de los factores determinantes de una inflación de
costes importada.
También el Banco de España ha señalado recientemente que los márgenes
empresariales han restablecido su nivel prepandemia, y que ello ha sido posible,
en parte, gracias al prudente crecimiento de los salarios. Pero para Nadia Calviño
y su equipo la recuperación de los márgenes no es la causante de nuestros males
inflacionarios sino una buena noticia: la restitución del equilibrio y solidez
precisas para la buena marcha del sector.