El gobierno de Pedro Sánchez acaba de subir el martes pasado esta referencia mínima salarial en España hasta los 1.080 euros en 14 pagas. Afectará a dos millones de asalariados.
Efectos de las alzas del SMI en el empleo en España
1. LOS EFECTOS DE ALZAS DEL SMI EN EL EMPLEO.
Manfred Nolte
La Organización Internacional del Trabajo define el Salario mínimo
interprofesional (SMI) como la ‘cuantía mínima de remuneración que un
empleador está obligado a pagar a sus asalariados por el trabajo que éstos hayan
efectuado durante un período determinado, cuantía que no puede ser rebajada ni
en virtud de un convenio colectivo ni de un acuerdo individual'.
Pues bien: el gobierno de Pedro Sánchez acaba de subir el martes pasado esta
referencia mínima salarial en España hasta los 1.080 euros en 14 pagas. Afectará
a dos millones de asalariados.
Toda alza forzosa de un salario equivale a un nuevo impuesto al empresario. La
cuestión es si este, a su vez, tiene margen para asumir el coste adicional o en su
caso para repercutirlo al precio del producto. Desde la aurora de los tiempos el
salario viene dictado por la productividad marginal del último empleado
contratado, porque nadie en su sano juicio contrata un recurso que le aporte
pérdidas marginales y recorte el beneficio bruto de que disponía antes de dicha
contratación.
Lo cual nos conduce al recurrente tema de si las subidas del salario mínimo
comportan una pérdida neta de empleo, lo estimulan o, en su caso, carecen de
efecto relevante sobre el número y horas trabajadas por los empleados por cuenta
2. ajena. Cuestión esta que ha generado acaloradas controversias entre economistas
y expertos en políticas laborales en las últimas décadas.
Por un lado, se argumenta que las subidas del SMI pueden tener un efecto
negativo sobre el empleo, ya que, al aumentar los costos laborales para las
empresas, estas podrían optar por reducir la cantidad de trabajadores o bien
reemplazarlos por tecnologías más eficientes. Esto, a su vez, generaría un
aumento de la desocupación, volviéndose la medida contra aquellas personas a
las que se pretende beneficiar.
Alternativamente, se sugiere que las subidas del SMI pueden tener un efecto
positivo en el empleo, debido a que, al aumentar la renta de los trabajadores, y
con ello su poder adquisitivo, estos pueden ampliar su gasto, lo que, a su vez,
impulsa la demanda y el crecimiento económico. Además, un salario mínimo más
alto podría aumentar la motivación y productividad de los trabajadores afectados
por la subida y contribuir a estrechar las desigualdades sociales.
La literatura económica parece estar convergiendo progresivamente hacia
posiciones que niegan la existencia de un efecto único de los salarios mínimos
sobre el empleo. En cualquier caso existe consenso de que los aumentos del SMI
son bienvenidos en economías en las que crece la productividad y las tasas de
empleo son elevadas.
En todo caso el monto del empleo tras una subida de salarios exógena e
indiscriminada -ya que no se distingue entre empresas ni sectores-
necesariamente acarreará perdidas de empleo en determinadas unidades de
producción menos eficientes. La cuestión es si la coyuntura se halla en una
situación tal que permita que esos trabajadores salientes sean reasignados a otras
empresas eficientes igualando el efecto neto en el empleo.
Lo cual nos lleva al tema central del debate: realizar alguna conjetura de cómo
reaccionará la ocupación en España en la situación actual tras las medidas
adoptadas el martes pasado.
La tesis podría ser la siguiente: en una economía en crecimiento cercano al pleno
empleo, el efecto neto se adivina nulo ya que una demanda pujante invitará a las
empresas eficientes a soportar costes con cargo a sus beneficios, a compensarlos
a través de un traspaso de estos a los consumidores, o incluso a aumentar su
capacidad productiva mediante la contratación de trabajadores despedidos a un
precio salarial todavía asumible en una coyuntura alcista. Lo contrario ocurriría
en épocas de recesión económica o de mero estancamiento, donde el efecto neto
sería de aumento del desempleo y contribución a la desaceleración económica.
Adivinar cual es la temperatura de nuestra economía -estancamiento o
crecimiento apreciable- no es tarea sencilla. De una parte, si nos atenemos a la
evolución del PIB, figuramos entre los países centrales de mayor crecimiento en
2022 y nuevamente, aunque en menor porcentaje, estaremos en el grupo de
cabeza en 2023. Pero si analizamos nuestros porcentajes de paro registrado, -un
13% a la fecha- la situación cambia radicalmente: todo nos lleva a concluir que el
3. mercado de trabajo español está muy lejos de registrar un pleno empleo.
Adicionalmente nuestra productividad decrece desde 2019.
Pero procede aquí una importante matización. Y es que con ser nuestra tasa de
paro una de las más altas entre los llamados países desarrollados, se sitúa en lo
que podíamos llamar un ‘pleno empleo posible’. Esta afirmación viene avalada
por dos circunstancias empíricas. La primera, que el porcentaje de paro en
España ha superado largamente los dos dígitos durante décadas con alguna
excepción anual de carácter atípico. Lo cual, aunque penoso, otorga a nuestro
paro el carácter de normalidad estadística estructural. La segunda viene dada por
el ‘Índice NAIRU’ (tasa natural de desempleo) según el cual nuestro desempleo,
dado el conjunto de variables que lo condicionan, se va a mantener en la franja
actual, que se considerará, en consecuencia, de equilibrio.
Si aceptamos esta ‘plena ocupación relativa’ es posible que la reciente subida del
SMI no aumente nuestra tasa de paro. Posible, ya que no cabe afirmarlo con
rotundidad y solo podrá averiguarse con el paso del tiempo, cuando se pongan
frías cifras a las estimaciones voluntariosas.
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