Este documento discute dos ideas comúnmente malinterpretadas sobre el impacto de las subidas de impuestos y las caídas en la bolsa. Explica que las subidas de impuestos afectan a toda la economía, no solo a unos pocos, y que las caídas en la bolsa también tienen efectos amplios que afectan al consumo y empleo general debido a sus efectos en la riqueza y las expectativas económicas. Finalmente, argumenta que los movimientos en la bolsa son importantes para toda la economía y la sociedad, no solo
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IBEX 35: COTIZACIONES DE LA SEMANA del 11 al 15 DE NOVIEMBRE.
LA INFLUENCIA SISTEMICA DE LAS BOLSAS.
Manfred Nolte
Dado que los hábitos se adquieren con la repetición frecuente de aquello a lo que
cada cual desea habituarse, conviene repetir algunas verdades económicas que
escapan a la primera impresión y que, a menudo, dan pie a interpretaciones poco
afortunadas. De entre las muchas que circulan estos días por las calles y en los
medios, hay dos que deben su actualidad al preacuerdo sellado por las
formaciones PSOE y UP, que, al tiempo de suscitar temores y conjeturas
infundadas o excesivas, han dado lugar a posicionamientos claramente
incorrectos.
El primero se refiere al efecto de las subidas drásticas de los impuestos, que ha
sido comentado recientemente en este mismo medio. Traduce la convicción
profesada por los partidarios de dichos aumentos, en el sentido de que las subidas
fiscales no van con ellos, no les atañen. Estos defensores de elevar los ingresos
fiscales en cifras astronómicas están a favor de dichas elevaciones porque se
aplicarán en todo caso a las clases acomodadas de la sociedad, o a los bancos, o a
las multinacionales o a determinados conglomerados jurídicos de ambigua
identificación. Recuerda esta actitud a la recogida en el cómico y conocido
chascarrillo que pone en boca del afiliado comunista aquella disposición a
compartir todos sus bienes con el partido, a excepción, naturalmente, de aquellos
que realmente poseía. Pero tal planteamiento es inexacto, dado que las reformas
fiscales tienen efectos cruzados y de no ser proporcionadas presentan costes
importantes. Los estudios realizados al respecto concluyen que, aumentando
apreciablemente el tipo medio del impuesto sobre la renta, sobre las rentas de
capital o el IVA del consumo, el Estado recaudaría inicialmente más o incluso
mucho más, en función del incremento del tipo, pero ello aparejaría
simultáneamente recortes significativos del PIB y del empleo. Y esto no afecta a
unos pocos, sino a todos.
El segundo relato alude a la reacción de la bolsa española ante el preacuerdo
político de la semana pasada. El parqué español registró el martes una moderada
caída, que en realidad era continuación de tres jornadas consecutivas de
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descensos. Finalmente, el Ibex 35 redujo su recorte semanal al 1,4%. Como quiera
que los descensos más acusados se concentraron en las sesiones del martes y el
miércoles(-0,87% y -1,21%), coincidiendo con la firma del repetido pacto, un buen
número de medios propagó en tono alarmista la incertidumbre provocada por la
entrada de UP en el gobierno y su influencia en la ya delicada marcha de la
economía española, subrayando, y este es el punto de mayor interés, el
presumible rechazo inmediato de los inversores a la renta variable española, con
las negativas consecuencias que esta circunstancia pudiera acarrear.
Hay que reconocer el tono alarmista, por no decir demagógico, con que muchos
medios han transmitido la referida evolución de la bolsa. La correlación de
sucesos bolsa-pacto es simplemente aleatoria, independiente de la coloración
política de los sucesos, y en todo caso despreciable. La subida al poder de José
María Aznar el 3 de marzo de 1996 fue acompañada de una pérdida del Ibex del
5,23%, mayor que la registrada el 6 de junio de 1993 con la victoria de Felipe
González, que fue del 1,74%. La reelección de Aznar el 12 de marzo de 2000 señaló
un recorte del 1,62% y un 4,14% con ocasión de los comicios del 14 de marzo de
2004. Más cerca en el tiempo, el ascenso de Rajoy el 20 de noviembre de 2011 fue
acompañado de un descenso del selectivo español del 3,47% y nuevamente en 20
de diciembre de 2015 con una rebaja del 3,62%. En las elecciones de junio de 2016
el Ibex cayó un 1,82%. En resumen, cero subidas y descensos cautelosos, alguno
de estos sensiblemente superior a los contemplados la semana pasada. Alarma
excesiva la proclamada en los medios, sin hallarse en su contenido una clara
correlación de realismo económico.
Dicho lo cual, la evolución de la bolsa la semana pasada nos invita a otra
consideración de gran calado. Y es que, declaraciones puntuales de algún líder
político aparte, hemos visto resurgir en las redes sociales y en algunos medios de
segunda línea, el relato de que las caídas en las bolsas son un mal relativo porque
afectan a pocos, que resultan además ser los más pudientes, y tiene nula o muy
escasa incidencia para el resto de los ciudadanos y para la marcha de la economía
en general.
Tal planteamiento es inexacto y peligroso, al no tener en cuenta los efectos
cruzados de una economía altamente dinámica como la española, y en particular
los efectos de la caída patrimonial bursátil en el consumo y en la inversión
privadas. La consecuencia es que una caída pronunciada de las bolsas afecta a
todos y no solo a los inversores que han sufrido directamente las perdidas.
Es cierto que solo determinados españoles tienen una inversión directa en las
bolsas, cifrada en aproximadamente ocho millones de personas, que en
porcentaje representa el 17% de la población total (46,6millones) porcentaje que
sube hasta el 43,2% si hablamos de las familias (18,5 millones). La exposición a
bolsa se incrementa, no obstante, si incluimos el número de individuos y familias
que invierten en Instituciones de Inversión colectiva, fundamentalmente en
fondos de inversión y fondos privados de pensiones, 11,6 y 9,5 millones de
individuos respectivamente. La web de INVERCO registra fondos de inversión y
de pensiones gestionados en 2019 por valor de 475.000 millones y 110.000
millones respectivamente. Pero solo un 19% de los primeros y un 23% de los
segundos tienen exposición a la renta variable.
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Como se desprende de las cifras anteriores, las variaciones patrimoniales en las
bolsas afectan a un porcentaje no despreciable de individuos, pero las profundas
consecuencias generales de tales pérdidas sobre la totalidad del sistema quedan
aun por explicar.
Y se basan estas en la doble incidencia del efecto patrimonial y de las expectativas
sobre la demanda agregada de la economía.
Desde la publicación de ‘Una teoría de la función de consumo’ de Milton
Friedman, es un hecho aceptado que, además de depender de la renta disponible,
el consumo depende en gran medida de la riqueza patrimonial del individuo. Las
caídas patrimoniales, provengan de la bolsa o de cualquier otra fuente de riqueza
afectan a la baja al consumo privado. Y debemos recordar que el consumo privado
representa casi el 60% de la demanda agregada, de tal manera que una caída del
consumo en un punto porcentual produce un retroceso automático del PIB de 0,6
puntos porcentuales. La caída del empleo será la segunda consecuencia
inmediata.
Pero es que, además, caídas de bolsa significativas afectan por partida doble las
expectativas de consumidores y empresarios que pueden activar instintivamente
los temibles aplazamientos (‘lags’) en sus calendarios de compras afectando de
lleno a la demanda y pudiendo a ser causa de recesión e incluso de crisis. Una vez
que la demanda se aplaza y en consecuencia se retrae, la crisis es cuestión de
tiempo.
Como resumen de lo cual, en modo alguno cabe relativizar la trayectoria de la
bolsa y orillarla como cosa de unos pocos y más pudientes. El valor de la bolsa y
en general de los activos financieros de las familias importan a todos, porque
afectan a todos.
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