La responsabilidad social corporativa como nuevo paradigma empresarial
1. LA EMPRESA SOCIAL
Manfred Nolte
Los paradigmas económicos cambian 0 desaparecen y en su caso son sustituidos
por otros de nueva creación. Sucede como con las creencias y principios
personales inmutables que finalmente se revelan relativos y mutables. El mapa
mental evoluciona a lo largo de toda la vida.
Al término de su larga carrera docente, el nobel americano Milton Friedman
resumió la esencia de la escuela de Chicago en un mensaje provocador. Friedman
manifestó que “la responsabilidad social de una empresa consiste en incrementar
sus beneficios”. El postulado del profesor americano que arraigó con naturalidad
en las políticas liberales anteriores y siguientes a la caída del muro de Berlín hasta
el estallido de la gran crisis se somete en la actualidad una matizada controversia.
El economista estadounidense, uno de los fundadores de la escuela neoclásica
defensora radical del libre mercado marca en realidad el segundo gran hito
histórico del capitalismo involucionista desde Adam Smith, tras el auge del
utilitarismo de Jeremy Bentham y John Stuart Mill.
El utilitarismo y su versión actualizada el neoutilitarismo desgajan la moralidad
de los valores intuitivos, al defender que una acción económica es adecuada si
promueve la mayor felicidad del mayor número de personas, maximizando su
utilidad. Como corriente interpretativa de la conducta económica está muy ligada
al liberalismo. En consecuencia, el consumo es bueno y el intervencionismo es
malo.
2. Milton Friedman aviva el incendio utilitarista con generosos regueros de
gasolina: lo determinante de una empresa es la maximización del beneficio. La
avaricia es buena. El efecto derrame hará lo demás. La economía no está
subordinada a la ética. Y así, el talante moral del empresariado se simplifica
graníticamente hasta nuestros días, y se consagra en las escuelas de negocios.
Entretanto, el efecto derrame queda desmentido por las divergencias de la
globalización. De rechazo, la insolidaridad se apropia de grandes áreas sociales.
El nuevo paradigma de la responsabilidad social corporativa no es, sin embargo,
ajeno a los axiomas constituyentes del liberalismo económico, en particular de
los fundamentos morales del padre de la economía Adam Smith. Otro Nobel, el
profesor Vernon Smith destaca del autor de ‘La riqueza de las naciones’ una idea
relevante: el beneficio mutuo derivado del intercambio. Propósito y reciprocidad
juegan un papel paritario en la construcción de la riqueza social.
Frente al paradigma friedmaniano, surge con brío un nuevo enfoque cuyos
adeptos defienden la responsabilidad de la unidad de producción no solo respecto
de los titulares de su capital, los propietarios o los accionistas, sino a un elenco
más amplio de agentes implicados, que la terminología sajona reciben el nombre
de stakeholders. La crisis de 2008 ha desmontado creencias seculares. El
librecambismo ha aliviado la pobreza de cientos de millones de personas en el
mundo, pero también ha creado la desafección en las economías occidentales. La
eficiencia del mercado se ve relativizada por numerosos casos de posiciones
dominantes, de corrupción o de incompetencia. La desigualdad que a nivel
mundial ha disminuido, crece a nivel interior de los países. La globalización
pretendida como la panacea de la modernidad ha creado ganadores y perdedores.
Las políticas gubernamentales, en fin, se han hallado huérfanas o escasamente
eficientes.
El nuevo movimiento corporativo que gira bajo el nombre ‘Responsabilidad
social corporativa’ (RSC) apalanca el objetivo de la producción. Al beneficio debe
agregarse el sentido, el propósito social. Un grupo de empresarios y de
académicos aspiran a recuperar la confianza pública del sistema desde las plantas
industriales y las empresas de servicios. El plan de negocio puede y debe
incorporar la creación del valor compartido frente al tradicional concepto de la
remuneración al capital y al riesgo del inversor. Además de este, el interés
estratégico de la empresa deberá ampliarse a clientes, empleados, socios
comerciales y a la comunidad circundante.
Bajo el nuevo paradigma la empresa reinventa su sentido corporativo. No se
contempla a si misma primariamente en términos de productos y servicios sino
en la orientación y el enfoque de las necesidades sociales que sus productos y
servicios satisfacen.
El proyecto general no solo tiene un ámbito aspiracional, sino que trabaja en la
cuantificación del valor social que las organizaciones generan o detraen a la
Sociedad, monetizándolo y consignándolo junto a la contabilidad económico-
financiera ordinaria de la empresa.
La iniciativa RSC está presente desde hace ya algunos años, pero sigue rodeada
de un halo de buenísmo o incluso de utopía. Las grandes empresas redactan
3. anualmente sin excepción su Memoria de RSC porque la sensibilidad social ha
aumentado exponencialmente y nadie quiere quedarse fuera de la foto. Los
modelos contables para la inclusión del valor o deterioro social introducidos por
la empresa están bajo el foco de académicos y expertos contables. Su demanda es
creciente.
La auditora y consultora Deloitte publica regularmente su informe ‘Deloitte
Human Capital Trends’. En su edición de 2019 constata que los negocios están
entrando en un nuevo paradigma de la gestión. Uno que se ajusta menos al
concepto de empresa y más al concepto de Institución, integrado en la fabrica
social de la comunidad. Y el buenismo o la utopía en boca de los nuevos gestores
se torna en urgencia.
Cuando se ha pedido a los máximos ejecutivos que valoren su mayor medida del
éxito en 2019, la primera respuesta citada ha sido “el impacto en la sociedad,
incluyendo las desigualdades en la renta, la diversidad y el medioambiente”.
Valorarlo no implica implementarlo. Pero la RSC se aleja a buena velocidad de la
ciencia ficción.