5. 5
TETRALOGÍA DEL HOLOCAUSTO
En la actualidad Françoise Sagan (“Buenos días, tristeza”, 1954, con 18 años)
es una perfecta desconocida, pero en su día, los años 50 y 60, fue un auténtico
fenómeno de masas, un acontecimiento cultural. No solo supuso la irrupción de
la mujer en el casi vetado terreno de la novela francesa, que solo dejaba hueco a
las escritoras polémicas, Sand, Colette, Harry, sino que a mayores fue una
revolución generacional y temática. Una adolescente, una rebelde sin causa, una
pobre niña rica, que escribía como una vieja, que cuestionaba con su cínico
existencialismo elitista todas las convenciones del sistema, la hipocresía
materialista de los adultos. Lógicamente esto sirvió de espoleta para que muchas
otras jóvenes, niñas bien, que jamás hubieran visto la literatura como una posible,
respetable, salida vital, laboral, decidieran dar el paso. En España se
denominaron “las niñas de la guerra”, un grupo heterogéneo de escritoras que
pusieron patas arriba la pacata, machista, literatura española, con sus semi-
rebeldes protagonistas femeninas, Laforet, Boixadós, Gaite, Matute, Echevarría,
García-Diego, etc. En Francia la más destacada seguidora, por juventud y
repercusión, ganó el prestigioso Premio Goncourt con 42 años (empezó a escribir
pasada la treintena, para tratar de exorcizar su trágico pasado), fue la exiliada
polaca (nunca volvió a Polonia por su connivencia con los nazis, con el
Holocausto) Anna Langfus, aunque ahí terminan las coincidencias.
6. 6
El existencialismo, más bien nihilismo, de Anna, tan parecido al de la exiliada
española y víctima de los Campos de Concentración franceses Teresa Gracia
(“Destierro”, “Las Republicanas”), su alma gemela, poco tiene que ver con el
displicente aburrimiento burgués de Françoise, la Sofía Coppola de los 50. Su
sombría visión de la vida no es fruto de la falta de valores, de inquietudes, de
frenos morales, es directa consecuencia de sus trágicas circunstancias vitales,
judía miembro de la Resistencia anti-fascista, prisionera en un Campo de
Concentración Nazi. Experiencias que la marcaron, de muerte, murió de un
infarto con 46 años, y que trató de asimilar, con mayor éxito de crítica que de
público, dando permanentes vueltas en círculo en sus tres geniales novelas, en las
que el Holocausto siempre anda planeando, gravitando. Lo extraño, muy extraño,
es que la obra de Anna Langfus tuvo un rápido trasvase al español (incluso viajó
varias veces a España, y tenía planeado comprarse una casa en Cadaqués) y sin
censura. Sus tres novelas fueron publicadas por Plaza y Janés en la popular
colección Reno, la colección con peor papel, encuadernación, y portadas, de la
historia. Publicaron a todos los grandes de la literatura mundial con traducciones
bastante aceptables y a precios más que asequibles, con la apariencia externa de
folletines, de intrascendentes novelitas de evasión, lo que con el paso del tiempo
les ha convertido en carne de mercadillo, de rastro, eso que ganamos los lectores,
pobres. Sus principales valedores en España fueron Félix Grande y Luis Romero,
aunque sus mejores artículos fueron escritos post-mortem, siguiendo una secular
tradición de la crítica española, especialista en esquelas ditirambo.
7. 7
Anna Langfus también tuvo su secuela, casualmente otra escritora del Este,
húngara, también exiliada en Francia, en su caso por la dictadura Comunista, y
también escribiendo en Francés, Agota Kristof. Idéntica sequedad en el estilo, sin
el menor artificio, retórica. Idéntica potencia lírica, por sustracción, elipsis.
Idéntica crueldad, honestidad brutal, de los personajes. Idéntico marco temporal,
las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. Hasta comparten el hecho de
que el grueso de su obra es una trilogía, no deliberada en el caso de Anna, “La sal
y el azufre”, “Equipaje de arena” (publicitada como la versión femenina de
“El extranjero” de Albert Camus, en Italia directamente se publicó como “La
extranjera”) y “Salta, Bárbara”, de idéntico valor literario, y deliberada en el
caso de Agota, “El gran cuaderno”, “La prueba” y “La tercera mentira”, de
irregular valor literario. Como desde los años 70, todavía en plena dictadura, no
se reeditan en España las increíbles obras de Anna Langfus, desconozco el
motivo, seguro que el anti-semitismo sistemático de la “izquierda” española tiene
algo que ver, pues las reedito de forma amateur con nueva traducción de
“Equipaje de arena” más ajustada al verdadero estilo de Anna, las otras dos son
buenas traducciones, más el añadido de su primera obra de teatro, “Los
Leprosos” (1956), especie de pre-cuela de la genial trilogía, inédita en español, y
su último texto, un diario apócrifo de Chopin, “El músico frente a la muerte”,
también inédito en español. Esperemos que el esfuerzo sirva para que Anna
Langfus tenga una segunda juventud literaria como le está sucediendo, con
justicia, a Agota Kristof.
9. 9
BIOGRAFÍA
Anna Langfus, Anna-Regina Szternfinkiel, nace en Lublin (Polonia) en 1920,
en el seno de una familia acomodada de comerciantes. Estudia en el Instituto
«Unia Lubelska», y realiza estudios de Ingeniería en Bélgica. En 1938 se casa
con Jakub Rajs, hijo de una familia judía. Comienza la guerra y en 1941 toda la
familia es desplazada al ghetto, primero al de Lublin y después al de Varsovia, de
donde huye después de haber contraído el tifus. Su padre es asesinado, y entra en
contacto con la resistencia, haciendo de correo bajo una identidad falsa. En 1943
se reencuentra con su marido en Varsovia, después de la liquidación del guetto,
donde murió su madre en un incendio. Se esconden durante 18 meses en un
bunker cerca de Legionowo. En el invierno de 1944 salen de su escondite y tratan
de pasar al otro lado del frente. Son arrestados el 29 de noviembre por la
Gestapo. Jakub es fusilado en su presencia el 27 de diciembre, y ella encarcelada.
Es liberada por las tropas soviéticas en enero de 1945, vuelve a Lublin a pie y en
mayo de 1946 deja Polonia para instalarse en las afueras de París en la casa del
amigo que la había albergado en Lublin, Aron Langfus. Se casan en 1948 y
tienen una hija, María. Comienza su carrera literaria en los años 50 escribiendo
cuatro obras de teatro en francés (“Los leprosos” (1956), “El hombre
clandestino” (1959), “La recompensa” (1961), “Amos o las falsas experiencias”
(1963)), siendo la única publicada después de su muerte la primera, “Los
leprosos”, que recoge las experiencias durante su etapa de topo en Polonia.
10. 10
Obtiene la nacionalidad francesa en 1959. En 1960 publica su primera novela
“La sal y el azufre” en la prestigiosa Gallimard, con la que gana el Premio
Charles Veillon. Le sigue “Equipajes de arena”, también en Gallimard, con la que
gana el Premio Goncourt en 1962, el premio más importante de las letras
francesas. Y finalmente “Salta, Bárbara”, de nuevo en Gallimard, en 1965, la
única que es llevada a la pantalla, “Pour un sourire” (1970) de François Dupont-
Midi. Todas, desde la ficción, recogen sus experiencias durante la Guerra y la
Postguerra. Antes de morir en 1966 por una crisis cardiaca, llevaba años con
graves problemas respiratorios, publica en un libro colectivo sobre Chopin un
falso diario con sus supuestos pensamientos antes de morir, “El músico frente a
la muerte”, su testamento literario.
Julio Tamayo
13. 13
LOS PERSONAJES:
De izquierda a derecha: Stéphane Audel, Marie Mergey, Sacha Pitoëff, Carmen Pitoëff,
Jacques Dasque, Henriette Marion
— La Madre de Sam, de David y de Sara (Henriette Marion)
— Sam (Sacha Pitoëff)
— David (Sacha Pitoëff)
— Sara (Carmen Pitoëff)
— Lena, mujer de Sam (Marie Mergey)
— Señor Wolski, el padre de Lena (Stéphane Audel)
— Señora Janowa, la Portera (Jane Car)
— El nuevo inquilino (André Veyret)
La acción comienza en 1941 y transcurre en una ciudad del norte de Polonia.
Termina después del fin de la guerra en París.
La escena representa un salón comedor someramente amueblado. A la derecha,
la puerta de entrada. A la izquierda, una puerta que comunica con una
habitación. Al fondo, un aparador disimulando un trastero.
Una mesa y algunas sillas, una gran estufa de cerámica que sube hasta el
techo.
15. 15
ACTO I
La Madre duerme en un sillón. Sam está sentado. David está cerca de la
ventana.
DAVID
Bueno, no han corrido las cortinas enfrente. Ven a ver Sam, están todos en el
comedor. Cuánta luz tienen. Mira, ese abuelo en su sillón: debe encontrar la
existencia agradable. ¿Y la Señora? ¿Qué hace? La Señora escribe. Me pregunto
qué puede escribir.
SAM
Probablemente una carta.
DAVID
¡Oh, Sam!, debe ser magnífico poder escribir una carta a alguien. (Una pausa.)
Me pregunto cómo hicieron estos dos, él con su vientre, ella con su gran nariz,
para tener unos niños tan hermosos. Ven a ver Sam, ven a ver. (Una pausa.)
Bueno, es valiente, el pequeño; mira, se sube él solo a la silla, ahí le tienes sobre
la mesa. (Rompe a reír.) Ha volcado el jarrón, el gran jarrón con las flores. La
urraca está furiosa. Oh vaya, esto se complica. El gordo se levanta. Pobre crío.
(Una pausa.)
SAM
¿Y qué?
DAVID
Ha bajado el telón el muy imbécil. (Una pausa.) ¡Sam!
16. 16
SAM
¿Qué te pasa ahora?
DAVID
Creo que es una suerte que Sara haya perdido su bebé. ¿Te imaginas, un niño
aquí, con nosotros? Un niño que trepa, que rompe, que llora. Estaríamos
obligados a asfixiarle o ahogarle. (Una pausa.) En el fondo no somos diferentes
de ellos...
SAM
No digas tonterías, sabes que lo habríamos mantenido.
DAVID
No estoy tan seguro de ello. He visto durante los períodos de exterminio a las
madres tirar a sus hijos para huir más rápido. Y además, que es normal, cada cual
quiere vivir. Los sentimientos, los pequeños sacrificios, están muy bien; pero ante
la muerte, la bestia despierta, saca las garras afuera. Y hoy en día, tiene el sueño
ligero, la bestia. (Se aproxima de nuevo a la ventana.) Ya cierran el colmado de
enfrente. (Sam viene hacia él.) Mira, es la hija del tendero… Vaya, tiene un
nuevo sombrero. Parece que hay dinero, ese pecho se ve incluso a través de su
abrigo… Hay mujeres que siempre parecen desnudas, por bien vestidas que
estén, como si sus vestidos fueran transparentes… ¡Oh, Sam!, cómo desearía
meter la mano debajo, debe estar caliente, vivo… Una mujer… Mírala… Qué
bella zorra… Te das cuenta, por unos pocos billetes, tomar, poseer...
SAM
¿A eso le llamas posesión?
DAVID
¿Qué si no?
17. 17
SAM
Un abrazo fugitivo...
DAVID
Tanto mejor si no dura. ¿Crees que realmente se puede poseer a un ser algo más
que un instante?
SAM
Ciertamente, toda la vida.
DAVID
¿Te acuerdas... el tobogán, en el pequeño jardín, bajo nuestras ventanas? Yo les
observaba, a los niños. Había uno, muy pequeño, aún inestable sobre sus piernas,
que subía penosamente por la escalera. Tenía que darse prisa, porque los otros
venían detrás y le empujaban. Una vez en lo alto, apenas enderezado con orgullo,
llegaban, y le empujaban para arrojarle de ese placer efímero que le dejó sin
aliento, y que ni siquiera tuvo tiempo de realizar antes de caer dolorosamente de
espaldas. Se levantaba y comenzaba de nuevo la ascensión con la esperanza de
permanecer más tiempo allí arriba. Y cada vez era el mismo juego. Jamás he
visto a un solo niño disfrutar del tobogán. O eran demasiado numerosos, o bien
no había nadie: el tobogán estaba cerrado.
SAM
Eres demasiado joven para que esta imagen sea la única que conservas de la
vida… Se cambia.
DAVID
Temo no tener tiempo para cambiar. Y además, me molestas. Pierdo contigo los
únicos minutos durante los cuales puedo observar a una mujer... ¡Hijo de perra!
Ya ha desaparecido.
18. 18
SAM
(Sonriente.). ¡No irás a encolerizarte por eso!
DAVID
Déjame en paz, es fácil hacerse el caballero distinguido cuando tienes todo lo
que necesitas a mano. (Se aleja de la ventana.)
SAM
A mí, es este eterno silencio lo que me da miedo. Cómo debe sufrir nuestra
madre; siempre necesitaba mucho ruido para sentirse viva. Te acuerdas, ponía la
radio todo el día.
DAVID
Hablas de silencio, pero no existe. El verdadero silencio, el único, es el silencio
de la muerte... No más deseos, no más esperanzas, estar al fin liberado de todo.
Pero aquí, los ruidos del exterior son para mí aún más distinguibles, más
inquietantes. (Una pausa.) Hay dos clases de ruidos. Primero el de las cosas que
deseas, que se mueven al lado de nosotros muy cerca, y sin embargo tan
lejanas… Las percibimos, pero sin poder asirlas. Querríamos romper las ventanas
y gritar en plena calle… ¡Yo, estoy vivo, yo también! Y después, hay otros
ruidos, los que detienen el corazón o le hacen batir hasta explotar... los ruidos de
pasos que se aproximan... Entonces, envidias al ratón en su agujero, o a la mosca
pegada en el techo.
SAM
Todo esto terminará un día u otro... y lo olvidarás.
DAVID
Tal vez. Solamente, ya ves, aunque esta guerra me ha privado de muchas
cosas, me ha dado una que no poseía antes.
19. 19
SAM
¿Y qué cosa es?
DAVID
El odio, el odio a los hombres.
SAM
Odiar a seres tan débiles, tan miserables, en el fondo... es mejor
compadecerlos.
DAVID
¿Por debilidad nos masacran?
SAM
Jamás se hace el mal por otra cosa que por debilidad.
DAVID
Di más bien que tienes miedo a la verdad.
SAM
La vemos de forma diferente.
DAVID
Sí, pero tú, la miras con los ojos cerrados. (Vuelve hacia la ventana.)
20. 20
SAM
¿Crees que por azar, la chica va a ir de un lado a otro ante la ventana?
DAVID
¡Oh! ya sabes, no soy difícil: ésta u otra… (Una pausa.) Vaya, Sam, ven a ver.
SAM
¿Qué pasa ahora?
DAVID
(La voz cambiada.) Ven a ver. (Sam se aproxima.) Mira allí abajo, son tres,
parece que vienen a este lado...
SAM
Atraviesan la calle… Se aproximan… el de en medio tiene una metralleta.
DAVID
¡Por el amor de Dios! Y Lena no ha vuelto. Si vienen aquí ahora, estamos
acabados. ¡Vayamos rápido al escondite!
SAM
Cállate. Se han detenido.
DAVID
No esperes, Sam. En diez minutos, será demasiado tarde.
21. 21
SAM
Pero mi pobre David, ¿quién va a empujar el aparador? ¿Y mamá, y Sara?
LA MADRE
(Se despierta.) ¿Todavía estáis cerca de la ventana hijos míos? Dios mío, me
hago vieja.
DAVID
Cállate, mamá, hay tres alemanes ante la puerta de casa.
LA MADRE
(Se levanta.) Rápido, rápido, id a esconderos. Yo me quedaré aquí, voy a
despertar a Sara.
DAVID
(En voz baja.) No te muevas. Nos vas a delatar. No empieces ahora con esa
locura.
LA MADRE
Tienes razón. Esconderos los dos, me quedaré con Sara.
SAM
Demasiado tarde, han entrado...
(Los tres van hacia la puerta y escuchan, inmóviles. Se escuchan pasos en la
escalera que se aproximan, pasan ante la puerta sin detenerse.)
Han pasado.
22. 22
DAVID
No os mováis. Pueden venir al bajar. (Se escucha golpear la puerta en la
planta de arriba.)
SAM
Es donde la vendedora de banderas.
LA MADRE
Ella debe sospechar algo. Siempre para a Lena para hacerle un montón de
preguntas.
DAVID
¡Callaos!
LA MADRE
Rezad hijos míos, pedid al alma de vuestro padre que venga en nuestra ayuda.
DAVID
Abre la puerta y muéstrales el camino, será más fácil para ti que mantener la
boca cerrada.
SAM
Vamos a ver David, sabes perfectamente que no pueden escucharnos de una
planta a otra. (Se oye golpear una puerta, y pasos que descienden. Los pasos se
alejan sin pararse.)
23. 23
LA MADRE
¡Estamos salvados! Estamos salvados, hijos míos, pequeños míos. (Estalla en
lágrimas.)
SAM
Vamos, mamá, vamos… (La sienta).
DAVID
¿Salvados? ¿Por cuánto tiempo?
LA MADRE
Sed agradecidos hijos míos con lo que Dios nos da.
DAVID
Si hay alguien ahí arriba, me gustaría decirle dos cosas…
SAM
Cálmate, se acabó por hoy, eso espero.
DAVID
¿Creéis que tengo miedo a morir? Pues bien, os equivocáis. Prefiero antes mil
veces la muerte que lo que vuestro buen Dios me da y que ni siquiera tiene
nombre en el vocabulario humano.
LA MADRE
Voy a prepararos un poco de té, hijos míos. Estoy helada… (Sale.)
24. 24
SAM
Vamos a echar una partida de cartas, David.
DAVID
¡Ah no, paso! Ya he tenido suficiente. Cada día nos tiramos horas y horas
matando el tiempo con tus partidas de cartas. Pero yo no quiero matar el tiempo
que me queda todavía, aunque solo sean unos minutos. Quiero sentirme vivo,
pensar, rebelarme, tener miedo, todo mejor que la huida.
SAM
¿De qué te servirá eso? Te agotarás antes, eso es todo.
DAVID
Siempre humano, Sam. Tan humano. Hay otros, quizás, que se te parecen, que
curan con devoción a los prisioneros enfermos ante de cogerlos. (Una pausa.)
Sam, dicen que antes de morir, se ve en un fogonazo toda tu vida, tal como era en
realidad...
SAM
La muerte viene tan rápido que no tienes tiempo de sufrir. Lo que hace daño,
es la separación de aquellos que amas. Pero sin duda incluso este dolor no nos
sobrevive, allá...
DAVID
Qué fácil debe ser la vida y la muerte para seres como tú, que saben aceptar
todo.
LA MADRE
El agua va a hervir pronto. (Vuelve a salir.) (Entra y pone vasos en la mesa.)
25. 25
SAM
Hace realmente frío hoy.
DAVID
¿No te ha dado calor el pequeño juego del escondite de hace un momento? Yo
estoy sofocado.
(La madre vuelve, vierte el agua caliente en los vasos, después un poco de
líquido oscuro de una pequeña botella.)
¿No podríais comprar alguna vez un pequeño paquete de té? Este sucio
colorante me pone enfermo.
LA MADRE
El té es muy caro y difícil de encontrar. Sabes que Lena debe prestar atención
a dónde se dirige. Me gustaría poder daros algún día un verdadero té.
DAVID
No me hagas caso, mamá, a menudo hablo sin reflexionar. En el fondo, esta
basura no es tan mala como parece.
(La madre pone cerca de cada vaso un dulce y se sienta. Cada uno pone el
dulce en su boca, luego beben.)
SAM
Estos últimos dulces son mucho mejores.
DAVID
Es verdad, son mucho más azucarados.
26. 26
SAM
Debería avergonzarme, pero me siento bien. ¿Será el calor del té? Después de
todo poco importa la razón; esto me sucede a veces incluso en medio de los días
más tristes.
LA MADRE
Este té me ha entonado.
DAVID
Acordaros de Varsovia, el año pasado, cuando caímos en manos de la policía.
Estaba con nosotros ese gran muchacho... ¿Cómo se llamaba? Sabes quien digo,
Sam, el pelirrojo con dientes de caballo… León. Estaba escondido bajo una litera
infantil y sus botas sobresalían. Cuando quisieron sacarlo de allí, se puso a gritar:
«¡No soy yo, no estoy aquí! ¡no estoy aquí!» (David rompe a reír, los otros se
unen a él.)
SAM
¿Dónde estará ahora? ¿Vivirá todavía?
LA MADRE
Yo pienso siempre en el marido de Sara. En el fondo era un buen chico.
DAVID
¡Un cobarde! Para salvar su vida, dejó asesinar a su hijo, no se movió de su
escondite.
SAM
Quizás no lo oyó.
27. 27
DAVID
Vamos, vamos, sabes perfectamente que cuando estás encerrado, siempre
tienes la oreja pegada a la pared. Con más razón cuando has dejado fuera a tu
mujer y a tu hijo.
SAM
Tú mismo dices que no hay que juzgar a los hombres frente a la muerte.
DAVID
No juzgo, constato.
LA MADRE
De todos modos era el marido de mi hija y siempre se comportó como un
buen chico. (Se levanta, recoge la mesa y sale.)
DAVID
Apareció... Cuando le buscaban es cuando debió aparecer. (Una pausa.)
SAM
Si logro escapar, escribiré todo esto.
DAVID
¿Tú?
(La madre vuelve, se sienta, se pone las gafas y abre un libro de rezos.)
28. 28
SAM
Sí, yo, jamás he sabido barajar bien las frases, pero me parece que no es
indispensable ser poeta o un gran escritor para hablar de nuestra vida. Contaré
simplemente nuestra existencia día a día, mes a mes, año a año. No hay
necesidad de embellecer ni de cambiar una verdad como ésta. Habla por sí sola.
DAVID
¿Y crees que eso le va a interesar, a los demás?
SAM
Así lo creo.
DAVID
Después de la guerra la gente estará fatigada, asqueada… Buscarán olvidar lo
más rápido posible y y se lanzarán a toda prisa, a cuerpo tendido, al placer y la
vida fácil.
SAM
Tienes razón. Pero llegará un tiempo en que tendrán necesidad de tener esta
verdad ante los ojos.
DAVID
Porque tu crees que después...
SAM
No es lo que quería decir, pero…
29. 29
DAVID
Sé franco, hermano mío, piensas que después de todo esto, volverán a
comenzar, y en tu conmovedora ingenuidad imaginas que tus verdades les
detendrán. Pobre Sam. ¿Sabes lo que dirán de tu libro? Que es literatura, mala
literatura.
SAM
No pretendo convencerles, pero escribiré aún así.
DAVID
¿Por qué?
SAM
Un cristiano cuando tiene un peso en el corazón, va a confesarse, y yo…
DAVID
Comprendo… ¿quieres jugar una partida de cartas?
(Sam saca las cartas de un cajón y ambos se sientan en la mesa. Juegan en
silencio.)
DAVID
Vamos… presta atención, creo que por primera vez voy a ganar la partida.
SAM
(Tirando las cartas.) Perdóname no puedo pensar.
30. 30
DAVID
¿Qué te pasa?
SAM
Estoy inquieto. Me obligo a no pensar, pero realmente hace mucho tiempo que
ha salido. Mira, todas las tiendas están cerradas.
LA MADRE
Seguramente se habrá encontrado con alguien.
SAM
¿Con quién? No conoce a nadie.
LA MADRE
No olvides que ella ha vivido aquí hasta los 17 años.
DAVID
La noche cae ya.
SAM
Cuánto tarda en llegar, espero que no le haya pasado nada.
LA MADRE
David, no enciendas tu cigarrillo ante la ventana, te pueden ver.
31. 31
DAVID
Déjame tranquilo, madre, hasta los prisioneros tienen derecho a encenderse un
cigarrillo… Aunque es verdad ni tan siquiera somos prisioneros, ¿somos
condenados? Sin embargo a ellos también se les deja fumar...
LA MADRE
¡David!
DAVID
Sí, sí, tienes razón; somos condenados judíos, y no es lo mismo
evidentemente. (Arroja su cigarrillo.)
SAM
Dios mío, espero que no le haya pasado nada...
DAVID
Una solicitud un poco tardía. Eres ridículo, déjame que te lo diga. Durante
cuatro años, le pusiste bajo el brazo a toda una familia judía, que ya es el colmo,
y te pareció normal. Es un poco tarde para lamentarlo.
SAM
No podía abandonaros y ella jamás hubiera podido vivir sin mí.
DAVID
Puedes encontrar una excusa sentimental a cada una de tus cobardías.
32. 32
SAM
Eres demasiado joven, David. Me acusas de aceptar todo, pero el destino de
Lena es mi herida siempre abierta. Esa joven cohibida, mal vestida, pálida,
anémica por su trabajo en la fábrica… La veo todavía. Me prometí hacer nacer la
sonrisa de sus labios siempre cerrados, hacerla feliz. Nos casamos un año antes
de la guerra. Un año de felicidad que hay que pagar tan caro. Hablo de ella.
Porque en toda su vida solo ha tenido ese año, el resto...
DAVID
¡Nada extraño con un cerdo como su padre!
SAM
Si sobrevivimos, sabré hacerla feliz. Le pagaré cada día de sacrificio con un
año de felicidad.
DAVID
No hagas proyectos de futuro. En las prisiones, se dice que eso trae mala
suerte.
SAM
Si no creyera en él, David, no podría soportar la miseria y el peligro que ella
corre.
LA MADRE
Tu padre, Dios lo tenga en su seno, está con nosotros y nos protege.
33. 33
DAVID
¡Nuestro padre! Esa sí que es buena. Un usurero que construyó su vida sobre
la miseria de los demás, un sucio usurero, ¡eso es lo que era, nuestro querido
padre!
SAM
Cállate, no eras más que un crío cuando murió, ¿cómo puedes juzgarle?
LA MADRE
Déjale Sam, no es culpa suya. Repite lo que decían los vecinos. Nos
envidiaban todos; prestaba dinero, es verdad, pero ayudó a más de una familia
con necesidades.
DAVID
Y con los cristianos, ¿se mostraba también generoso, eh?
LA MADRE
¿Por qué debería haberse mostrado generoso? Si hubieran podido, nos abrían
ahogado en un vaso de agua. Sus hijos nos arrojaban piedras gritando: ¡sucios
judíos! ¿Cuántas veces nos rompieron los cristales? Mira esta cicatriz, tiene diez
años, y se ve todavía.
DAVID
Eso no te impide esconderte con toda la familia en casa de una cristiana.
LA MADRE
Es la mujer de mi hijo, ¿y además no se encuentran seres buenos y seres
malos por todas partes?
34. 34
DAVID
No te engañes madre. Lloraste mucho tiempo antes de que se esposaran. La
detestabas, y después de estos cuatro años en que ha luchado por nosotros, día a
día, con peligro de su vida, no la amas más.
LA MADRE
Te equivocas hijo mío, es una buena chica y hace a tu hermano feliz. Si lloré
tanto entonces, es porque tenía miedo de que dijese algún día a sus hijos: vuestro
padre, es un sucio judío.
SAM
Es casi de noche ahora, y llueve; ¡su abrigo apenas la protege!
LA MADRE
A menudo pienso en ello, mi niño, pero nos queda tan poco dinero, hay que
guardarlo.
DAVID
¿Por qué?
LA MADRE
Hay que pensar en el mañana.
35. 35
DAVID
¡Como si hubiera porvenir para nosotros! Seremos incinerados gratuitamente,
ese es nuestro porvenir. (Una pausa.) Pero realmente empieza a hacerse tarde.
Sara pronto se despertará y comenzará con sus letanías… Vaya idea la de
quedarnos con esta loca. Solo tenemos una oportunidad entre mil de sobrevivir,
pero no con ella. La semana pasada, en el escondite, cuando los alemanes
vinieron, me volví loco. La tenía a mi lado y a cada instante, parecía que iba a
volver a empezar. (Una pausa.) La hubiera asfixiado para hacerla callar.
LA MADRE
Basta con decirle que su niño duerme para que se calle. Mi pobre David, eres
joven, quieres vivir y te rebelas, pero piensa un poco en Sara, piensa en ella.
Afortunadamente, no estabas allí cuando la desgracia sucedió… (Se calla. Vemos
oscilar ligeramente su cuerpo, mientras sus labios se mueven.) Entraron los
dos...
DAVID
Pero por qué repetir otra vez más esa historia, la conozco demasiado.
LA MADRE
Déjame hablar, eso me alivia… Preguntaron: «¿dónde está el hombre?» Se
adelantó, con su hijo abrazado a ella. Les dijo que no sabía. Entonces, le arrancó
el niño. Lo sujetaba por los pies, cabeza abajo, vi como su rostro enrojecía, con la
boca abierta. Gritaba y se debatía agitando sus bracitos. «¡No, no lo sé!» dijo aún
una vez más Sara. Veía como sus pobres ojos no se apartaban de su hijo. Y lo
cogió… de la cabeza. Después lo dejó caer. Y entonces dijo: «¿dónde está el
hombre?». Sara seguía de pie pero ya no respondía. Ni siquiera comprendía.
Partieron. La sacudí, la hablé, la mostré el cadáver… Nada... Su marido salió del
escondite; no le reconoció. Entonces, sin decir una palabra, él se dirigió hacia la
puerta. Lloré, le supliqué que se se quedara, me aferré a él; me zarandeó tan
fuerte que caí. Partió. Y después, ni una palabra, ni una señal.
36. 36
SAM
No llores, mamá, ella es más feliz que todos nosotros. Para ella, nada ha
cambiado. Desde que encontró esos viejos trapos, vive en un sueño: realmente
tiene al niño entre sus brazos. Mírala bien mamá cuando sonríe. Es su verdadera
sonrisa de antaño.
LA MADRE
Para mí, siempre será la misma pequeña Sara. (David trata de encender un
cigarrillo abrigando la llama con su mano.) Precaución, hijo mío, será mejor que
esperes a la vuelta de Lena.
DAVID
Dejadme en paz. Sumergiros en vuestro pasado. Aferraros a él para sentiros
vivos. Yo, no tengo ese recurso. No he vivido. Persigo sombras. Ahora, es a ella a
quien pertenezco, a mi muerte. No se da prisa por acabar. Me deja el tiempo de
aprender. Todo lo que no he tenido, todo lo que podría haber hecho, todo lo que
podría haber gozado… Pero sé que no se irá sin mí. ¿Y por qué? Sí, ¿por qué yo?
Pues bien, te lo voy a decir, madre, porque mi nariz es más larga que la nariz de
los cristianos, porque mis ojos tienen otra mirada, porque soy judío… E incluso
si mi nariz fuera más corta, e incluso si no tuviera el miedo en mis ojos,
acabarían por cogerme, porque mis padres tuvieron la buena idea de hacerme
circuncidar. Esto es lo que me vuelve malvado, lo que me empuja a haceros
daño… Sin embargo, os amo. Pero cuando veo a esta loca desgraciada de Sara,
es preciso que sea malvado, que me queje, de otro modo me volvería loco.
SAM
Ya no eres un niño, David… Un hombre debe aprender a dominarse.
DAVID
¿Has visto a un pájaro detrás de una ventana cerrada? Se golpea la cabeza
contra los cristales, pero lo vuelve a hacer. Y cuanto más daño se hace, más fuerte
se golpea. ¿Por qué? Porque tiene un cerebro pequeño y no comprende. Pues bien
nosotros, nosotros tenemos un cerebro más grande, pero no queremos
comprender…
37. 37
SAM
¿El qué?
DAVID
Que la ventana está cerrada.
LA MADRE
Estáis fatigados, hijos míos y tenemos todos los nervios a flor de piel, y tú
David, eres demasiado joven para poder soportar nuestro destino. (Se escucha
golpear la puerta. Silencio. Golpean de nuevo, muchas series de golpes.) Dios
sea alabado, es la portera… Abre, Sam, pero escucha primero, para estar seguro
de que no hay nadie en la escalera. (Sam abre, la Portera entra.)
LA PORTERA
Buenas noches señores y señoras. ¿Están sin luz? Ah sí, es verdad, he visto a
la señora Lena salir. He venido a darles un pequeño saludo al pasar. (Una pausa;
les mira.) Se puede decir que tenéis suerte. No sospecháis nada… ¡Ah! Jesús
bendito, qué miedo tengo, el corazón se me sale. ¡Emociones semejantes! Todo
esto acabará por matarme.
SAM
Sí, los Alemanes, nosotros hemos tenido mucho miedo también...
LA PORTERA
¡Ah! ¿Saben? Les he visto pasar ante mi puerta y enseguida he pensado en
ustedes. Pues bien, créanme si quieren, dejé de respirar hasta que golpearon en la
puerta de la vendedora de banderas, en el tercero, como les digo.
38. 38
DAVID
Pobre Señora Janowa.
LA PORTERA
Ahora, ya sé de qué va. Han venido en relación a la calidad de la mercancía.
¡Oh! ya le había puesto el ojo hace tiempo, con sus medias de seda y sus tacones
altos. Medias de seda, piensan bien. Una ramera, es lo que era. Vinieron a
buscarla pero hace una semana que se fue. Han debido pasar un mal rato.
LA MADRE
No es ni la primera vez, ni la última desgraciadamente.
LA PORTERA
Ah, Jesús y María, qué triste es una vida como la vuestra. Pero nosotros,
también tenemos nuestra parte, ¿verdad? Solamente yo soy así: primero la
miseria de los otros, después la mía. Tenemos un corazón, ¿no es verdad? Vean,
hace diez años cuando la Señora Krilewa vivía justamente enfrente de mi casa…
Una pobre viuda sin trabajo. Yo no era mucho mas rica pero le decía: Señora
Krilewa, venga a comer con nosotros. A Dios no le gusta la miseria; si ha dado
alimento a unos, es para compartirlo con los pobres, ¿no es verdad? Dos años que
comió con nosotros, la pobre, Dios la tenga en su seno. Después un día no vino.
La encontré en su casa, ya fría… Infarto, dijo el médico. La enterré como una
cristiana. Dios me lo devolverá algún día, como digo yo. Pero hablo, hablo y el
tiempo pasa… ¿Cómo va la salud? No hay que dejarse abatir, el fin está próximo,
todo el mundo lo dice. La carnicera cuenta que un alemán le dijo: «¡Estamos
Caput!». ¡Ah señora mía, cómo estarán las cosas para que un alemán diga eso!
LA MADRE
Es usted muy buena señora Janowa por venir a vernos.
39. 39
LA PORTERA
Se hace lo que se puede, ¿verdad? Va a hacer dos años que me ocupo de los
del ático. Buena gente, doy fe. Si vierais a su hijita, un verdadero angelito. ¡E
inteligente! Ya recita el Ave María y el Padre Nuestro por si la cogen… Recuerda
su falso nombre y la fecha de nacimiento. Piensen que solo tiene cinco años la
pequeña. Sin vanagloriarme, es un verdadero sacrificio el que hago por ellos. Les
llevo de comer dos veces al día. Por supuesto, lo meto todo en un cubo y cojo
una escoba, como si fuera a hacer la limpieza. Pero a pesar de todo, subo muy a
menudo al ático. ¡La gente es curiosa y malvada y por un poco de dinero
venderían su alma! Se paga bien, por lo visto, una denuncia. Cada vez que subo,
mi corazón late tan fuerte que me digo: ¡Ay María! vas a acabar como la difunta
Krilewa, de un infarto. ¿Pero cómo dejarles? ¡Pobres! (Se suena la nariz.)
LA MADRE
¿Están todavía solos?
LA PORTERA
Figúrese, su hermano viene a verlos una vez a la semana. Ahora tiene falsos
papeles, pero son ellos los que le dan para vivir, porque tiene miedo a trabajar.
Son buena gente. Muy generosos, sí, muy generosos. (La Madre se levanta y
coge un monedero de un cajón.) Es verdad que no abuso. Podría aprovecharme y
alimentarles menos bien… Pero como le decía, tenemos un corazón, ¿no es
verdad? Hablo, hablo, y el tiempo pasa. Tengo que irme…
LA MADRE
Buenas noches querida Señora Janowa. (Le da dinero. La portera hace amago
de rechazarlo. La madre insiste.)
LA PORTERA
Que no, que no, Señora, va a creer que he venido a verla para eso. Ya sabe que
lo hago de corazón…
40. 40
LA MADRE
Que sí, que sí…
(Entra Lena. Enciende la luz y abre las cortinas.)
LENA
Buenas noches a todo el mundo, buenas noches Janowa. ¿Todo bien, querido?
Me he retrasado mucho, he tenido que ir hasta la calle Waska, donde Kowalski.
LA MADRE
No compres demasiado a la vez en el mismo sitio, Lena. Presta atención.
LENA
Puedo comprar hasta cinco kilos de patatas en tres días. Esté tranquila, madre,
calculo bien mis compras; solo compro para una sola persona al mismo
comerciante.
SAM
Has tenido frío, pequeña mía, estás muy pálida.
LENA
Un poco. Es muy amable que haya venido a vernos, Janowa.
LA PORTERA
Señora ya sabe que siempre puede contar conmigo para todo. Ahora, me
marcho. El trabajo espera. Nosotros, los pobres, tenemos que trabajar duro. El
dinero no cae del cielo. Buenas noches señores y señoras y hasta mañana.
41. 41
LENA
Ya no aguantaba esperando mi turno, como si hubiera dejado a niños
pequeños en casa.
DAVID
Ya sabes que no nos aburrimos, hemos tenido hasta una visita.
LENA
¡Los alemanes!
SAM
Tres oficiales. Han subido donde la comerciante de banderas de arriba y han
bajado enseguida, con mucha prudencia...
LENA
¡Dios mío! ¡Jamás volveré a tener el coraje de ausentarme!
SAM
Pero vamos a ver, pequeña mía, no ha pasado nada…
LENA
Te he traído diez cigarrillos David; creo que tu reserva está casi agotada.
DAVID
Gracias Lena. ¿Has escuchado alguna novedad?
42. 42
LENA
No nada concreto. Suposiciones, rumores. Habrá que echar un vistazo al
correo, David; hoy no se podía coger nada. Y Sara, ¿duerme?
LA MADRE
Sí, dejémosla dormir hasta mañana.
LENA
Lo olvidaba. He hecho una pequeña locura. (Saca de su cesto un ramo de
flores.)
DAVID
Flores, verdaderas flores… (Las coge.)
LA MADRE
En efecto, es una verdadera locura comprar flores cuando nos falta de todo.
Desde hace meses, vivimos a base de patatas, y hete aquí que compras flores
como para una fiesta. ¿Qué tenemos que festejar mis niños, si no es nuestra
miseria y nuestra humillación?
SAM
Cálmate, mamá, sabes perfectamente que Lena ha querido agradarnos.
LA MADRE
Nos agradaría más comprando un poco de azúcar.
43. 43
DAVID
¡Oh! Lena… Qué magnífica idea, verdaderas flores, flores que vienen de otro
mundo, de un mundo donde se respira. Vamos a cuidarlas para que duren el
mayor tiempo posible. Voy a ponerlas en agua.
LA MADRE
Ya no hay jarrón.
SAM
Un vaso servirá igual de bien. Es un ramo muy pequeño. (David sale y vuelve
con un vaso de agua.)
LENA
He encontrado por casualidad a una de mis antiguas camaradas. Me ha
confundido y extrañado mucho que me haya reconocido.
LA MADRE
¿Qué quería de ti?
LENA
No te inquietes mamá. Es muy natural, venía a menudo aquí en la época en
que vivía con mi padre.
LA MADRE
Mi querida Lena, hay que desconfiar de todo. ¿Ha preguntado por tu familia?
¿Sabe que estás casada?
44. 44
LENA
Claro que sí, incluso la escribí después de nuestro matrimonio. Era mi única
amiga.
LA MADRE
Ha tenido que preguntarte dónde se encuentra tu marido.
LENA
La he dicho que la guerra nos había separado y que vivo sola aquí.
LA MADRE
¿Vendrá a verte, a espiarte?
LENA
No he podido hacer otra cosa que invitarla, lo contrario le habría parecido
extraño. Pero no vendrá a espiar, como tú dices, mamá. Está casada, tiene ya dos
hijos. Es demasiado feliz en su casa como para ocuparse de los demás.
DAVID
Entonces, vas a recibirla aquí. Y nosotros, ¿qué haremos mientras?
LENA
Vendrá mañana a las cuatro. Meteros en el trastero e intentaré salir rápido con
ella bajo cualquier pretexto.
45. 45
DAVID
Ni lo pienses. ¿Vamos a asfixiarnos allí dentro mientras tú te vas a pasear?
LENA
(Impaciente). Encontraré un pretexto para volver y retirar el aparador. Sabes
perfectamente que no podía hacer otra cosa. Escuchando vuestros reproches,
cualquiera diría que la he invitado por gusto.
SAM
Es evidente que no se podía hacer otra cosa. Es un mal momento que tenemos
que pasar todos, ya está. No vale la pena montarse historias.
(Coge el libro que reposaba en una silla y va a colgarlo.) Toma, tienes una
carta en el bolsillo.
LENA
Dámela, Sam. La había olvidado completamente. (Abre la carta.) Es de mi
padre. (Lee la carta, después la rompe. La madre la observa.)
LA MADRE
¿Qué pasa, Lena? ¿Una mala noticia para nosotros?
LENA
Pero vamos a ver mamá, reflexiona. Está convencido de que me separé de
vosotros. A estas horas, os debe creer a todos muertos.
LA MADRE
Tanto mejor, tanto mejor...
46. 46
DAVID
¿Te ha escrito esta carta solo para decirte lo mucho que te quiere? Apuesto a
que se trata de nosotros. Pero sin duda dice cosas despectivas, ¿no? ¿Me
equivoco?
LENA
Bueno, habla de… vosotros, en general. No es realmente interesante. Ya sabéis
cómo es; siempre le han gustado los grandes discursos…
DAVID
(Trata de coger los trozos de la carta.) ¿Aún así me permites?
LENA
Te lo ruego. Te digo que habla de la situación en general...
DAVID
No dudo que esto te moleste, pero aún así se trata de nosotros. Y a menos que
haya secretos entre tú y tu padre... Después de todo, eres la única aquí que tiene
derecho a recibir cartas. (Lena le tiende la carta rota sin decir palabra. Ajusta los
trozos y comienza a leer.) «Mi querida pequeña Lena», esto anuncia un padre
tierno... «Mi querida pequeña Lena, tu carta era muy corta y casi impersonal,
pero pienso que no hay ninguna razón para inquietarme, porque jamás has sido
muy expansiva conmigo. No te culpo. Es tu carácter»… Tiene una jeta
extraordinaria. «Aquí, todo está bien, tengo buena salud y no me va demasiado
mal. Ya hemos terminado aquí la construcción del reino de los judíos como se le
llama, ya debes saberlo, el gueto». Este querido padre trata a continuación de lo
que debe interesarte Lena. Te cree sola y para consolarte, te describe todas las
pruebas que ha debido sufrir tu marido, si no está muerto ya.
47. 47
SAM
Lee esta carta ya que tienes que leerla, pero sé amable y ahórranos tus
comentarios.
DAVID
«Les hemos dado todo un barrio rodeado de muros muy altos. Tiene tres
puertas de entrada y yo vivo justo enfrente de la puerta principal, calle
Muranowaka. Delante, los alemanes montan guardia y a lo largo de los muros,
vemos día y noche a nuestros chicos, que aquí llamamos los saltadores. Si
supieras lo bien organizado que está este pequeño mundo maligno. Naturalmente
hay judíos que intentan escapar por agujeros excavados en los muros, pero en
cuanto llegan al otro lado, nuestros chicos saltan sobre sus espaldas y los
conducen a la primera comisaría. Allí reciben su recompensa».
Una admiración perfectamente justificada por la nueva generación.
SAM
¡¡Es horrible!!
LENA
Dejemos esta carta, querido. No hay nada más. Ya sabes que mi padre, una
vez lanzado, ya no se detiene.
SAM
Lo sé, pero si lo permites, la leeremos hasta el final.
48. 48
DAVID
Entonces, continúo. «Naturalmente, si un Judío tiene mucho dinero encima, lo
dejamos pasar, y entonces solo le queda conseguir documentos falsos. Pero,
personalmente, encuentro esta fuga completamente carente de sentido. Un judío
se reconoce en cualquier parte... y en toda Varsovia, hay agentes especializados
en lo que se llama la caza de gatos. Se les llama los gatos sin duda porque tratan
de pasar desapercibidos y tienen un aire furtivo. Mientras tanto, los traen en
convoyes de toda Polonia para aparcarlos en el gueto. ¿Cómo pueden caber todos
en un espacio tan reducido? Pero en el fondo, no están tan mal. Al menos, los que
tienen dinero. Tienen su Presidente, su Policía, una verdadera República en suma.
No reciben ninguna orden directa de los alemanes. He visto la policía judía en
acción. Y bueno, me gustaría decirte que los alemanes no se mostrarían más
eficaces. Es una suerte que incluso entre los judíos haya personas que se den
cuenta de que las órdenes del más fuerte deben ser ejecutadas. ¡Qué humillación!
Pertenecer a este pueblo martirizado y estar obligados a avergonzarse de ello.
Hay judíos que, por sumisión, persiguen a sus propios hermanos. ¿A qué aspiran?
SAM
¡A sobrevivir!
DAVID
¡Qué podredumbre! Han perdido un buen negocio los alemanes. Deberían
haberse mostrado amables con nosotros, entonces, os dais cuenta, los cachorros
judíos les habrían prestado un gran servicio.
SAM
¡No pongas en la cuenta de todos las debilidades de algunos!
49. 49
DAVID
Solo quieren sobrevivir, tú mismo lo has dicho. Continúo. (A Sam.) Admiro la
nobleza de nuestro pueblo. «Si te hablo de todo esto, es para demostrarte que has
actuado como una chica razonable al separarte de tu marido, y que es inútil
luchar contra un régimen que debemos, por el contrario, admirar por su fuerza, su
disciplina y su organización». Al menos uno sabe lo que hay que admirar.
«Espero que estés bien mi querida hija, y que no sufras demasiadas dificultades
materiales. Desgraciadamente, en este ámbito no puedo proporcionarte ninguna
ayuda; pero siempre encontrarás en mí un apoyo moral, si tienes a bien aceptarlo.
Un abrazo fuerte. Tu viejo y afectuoso padre».
¡Admirable! ¡Su sostén moral! ¿Es un inconsciente, o se mofa de todo? Tienes
mucha suerte Lena de tener un padre con tanto humor.
SAM
¡Cállate! Lena jamás ha tenido nada en común con su padre. Si se han
reconciliado, es por nuestra culpa, por nosotros, para obtener este alojamiento
donde escondernos.
DAVID
No merece la pena gritar, jamás he pensado en poner en el mismo plano a Lena
y a ese viejo cerdo. Me he expresado mal, es todo, y lo lamento.
LA MADRE
Creo que haríamos bien yéndonos a acostar.
LENA
Id a acostaros, aguantaré todavía un poco, tengo algunos calcetines que
repasar.
LA MADRE
Puedo hacerlo yo, hija mía.
50. 50
LENA
No mamá, debes reposar. Tú también, Sam, estás fatigado.
SAM
Cómo quieres que esté fatigado, no hago nada,
LENA
Es justamente eso querido lo que más te fatiga. (Va a abrazar a la Madre.)
¡Buenas noches, mamá! (La Madre sale.) Y tú, David, ¿te acuestas ahora?
DAVID
Todavía me quedan algunas páginas por leer para acabar Dame tu corazón.
En realidad, ella ha dado su corazón en la mitad del libro, pero todavía espero
que lo dé un poco más. ¡Buenas noches a los dos! (Sale, Lena comienza a coser.)
SAM
Gracias por las flores, Lena.
LENA
¿Lo has comprendido? ¿Entonces no lo has olvidado?
SAM
¿Crees que la pesadilla que vivimos puede hacernos olvidar el pasado? Al
contrario... Vuelvo lo más posible a él para buscar la fuerza que necesito para
continuar.
51. 51
LENA
Fue la primera tarde en que me acompañaste. Nos detuvimos ante la
floristería, y me pediste escoger un ramo. Escogí el más pequeño. Al dármelo,
estabas, por primera vez, tan torpe y tímido como yo misma… Estoy tan contenta
de haber encontrado las mismas flores hoy.
SAM
Me prometí hacerte feliz, y ya ves… Valiente triste dicha te he dado… la de
compartir la existencia con un hombre acorralado.
LENA
No digas tonterías, cariño mío.
SAM
Pero saldremos de ésta, ya verás, y tendremos de nuevo nuestro lugar sobre la
tierra.
LENA
Sí, Sam.
SAM
Ha visto que tus ojos y tu boca temblaban cuando hablabas de los hijos de tu
amiga.
LENA
Soy tuya, con mis pensamientos más secretos.
52. 52
SAM
Tendremos un pequeño, Lena.
LENA
Un hombrecito mío.
SAM
De nosotros dos. ¿O quizás será una niña?
LENA
No, tiene que ser un chico, grande y fuerte, hecho para ordenar y dominar a
los otros.
SAM
No habrá que enseñarle a dominar, sino a amar.
LENA
A amar… Entonces los otros abusarán de ese amor, y se convertirá en víctima.
No quiero eso. Mi hijo estará entre los vencedores.
SAM
Mi pobre Lena, allí donde hay una victoria, siempre hay víctimas.
LENA
Mi hijo no será una de ellas.
53. 53
SAM
Pero siempre habrá los hijos de los otros… (Silencio.) Quiero partir Lena.
LENA
¿Adónde?
SAM
Allá… con ellos… con nosotros...
LENA
¡Al gueto! (Sam la mira) Pero te has vuelto loco...
SAM
Mi lugar está allá. Por horrible que sea mi destino, será menos duro
compartirlo que permanecer aquí imaginándome sus sufrimientos. Sé que una
vez allá los soportaré. Trata de comprenderme. No tengo miedo; a un hombre que
tiene miedo no se le puede reprochar huir del peligro, de la muerte, es más fuerte
que él. Yo, no tengo excusas. No tengo el derecho a sustraerme de su destino
porque una mujer me ama y arriesga su vida por la mía.
LENA
¿Y tú? ¿Quieres dar la tuya por quién?
SAM
Por todos ellos…
54. 54
LENA
Les amas entonces más que a mí, porque son…
SAM
No porque son judíos, sino porque sufren…
LENA
¿Y con mi sufrimiento qué pasa?
SAM
Son tan desgraciados...
LENA
Es infantil. No puedes hacer nada por ellos. ¿Por qué quieres meter entre
nosotros a esos extraños? ¿Por qué sufren? Siempre ha habido personas que
sufren… ¿Entonces ya no hay modo de ser feliz? Es insensato.
SAM
¿Insensato? No, sería justo.
LENA
¿Dónde quieres buscar la justicia, ahora? No existe, sin duda jamás ha
existido, pero tú eres un hombre y los hombres aman embriagarse de palabras, de
grandes palabras desprovistas de sentido, justicia, libertad, humanidad.
SAM
Allá se muere por palabras...
55. 55
LENA
Y qué importa porqué mueren, tú no morirás con ellos.
SAM
Aquí, no sirvo para nada, mi vida no es útil para nadie.
LENA
Y tu muerte, ¿a quién servirá? Muy bien, ve a encontrarte con ellos, ve, jamás
serás otra cosa que una víctima más. ¿No comprendes que un hombre solo no
puede hacer nada?
SAM
Es verdad, no puedo hacer gran cosa, pero por poco que sea, debo hacerlo.
LENA
Qué bello sentimiento, Sam. Eso merece que abandones a tu familia, a tu
mujer. No tienes porqué preocuparte de lo que será de nosotros. Qué importa,
siempre tendrás la sensación del deber cumplido.
SAM
Tranquilízate, si no no tendré la fuerza, solo soy un pobre tipo. He tenido más
debilidad que amor verdadero. (Una pausa.) Lena, dime que me vaya.
LENA
Jamás. Eres tú a quien amo, eres tú a quien necesito. Cariño mío, estos
razonamientos me fatigan. Solo soy una mujer simple que defiende lo que me es
más valioso que la vida. No hago daño a nadie.
56. 56
SAM
No basta con no hacer el mal, porque eso se llama indiferencia y parte de un
corazón ni bueno ni malo, sino lo que es peor, de un corazón seco.
LENA
Pero tú, no tienes el corazón seco. Tú quieres dejarme, por grandeza de alma,
por amor a mí. Escúchame bien. No vas a partir, me escuchas, no vas a partir. Si
partes, ya no respondo de nada, ya no tendré la fuerza para vivir… y ellos se
quedarán solos.
SAM
Cállate, no sabes lo que dices. (La coge entre sus brazos.) Vamos, vamos,
pequeña, es culpa mía, no tendría que haberte hablado así.
LENA
(Se estrecha contra él.) ¿Jamás me dejarás, Sam? (Sam le acaricia la cabeza
sin responderla.) Háblame ahora de nuestra casa, de esa casa que nos espera en
alguna parte… Cuando era pequeña, todos los objetos que me rodeaban vivían
ante mis ojos. Debo ser muy bruta, pero no puedo pensar en esta casa sin
imaginar que me habla.
SAM
¿Y qué dice tu casa viviente?
LENA
Dice que me espera, lejos de aquí, muy lejos...
SAM
¿No habla de mí, entonces?
57. 57
LENA
Qué idiota eres cariño mío. ¿Cómo puede esperar que vaya hacia ella sin ti?
Mientras tanto, debo repasar los calcetines.
SAM
Esta noche no Lena, estás realmente fatigada.
LENA
Sí, es verdad, estoy fatigada. ¿Y sabes qué es lo que más me fatiga?
SAM
La vida que llevas, si es que se puede llamar vida a esto.
LENA
No, las noches.
SAM
¿Las noches?
LENA
No lo comprendes. Tengo miedo de dormirme profundamente. Es necesario
que mi voluntad permanezca sin cesar en vigilia. Es infantil, lo sé pero me parece
que lucho con esta voluntad contra todo lo que nos amenaza en la noche. Cuando
escucho pasos, permanezco inmóvil y repito: no se detendrán ante nuestra
puerta… no se detendrán ante nuestra puerta. Una vez vuelve el silencio, me
siento muy dichosa, como si realmente hubiera rechazado el peligro.
58. 58
SAM
Y yo que caigo dormido como un tronco.
LENA
Te equivocas cariño mío. La otra noche, estaba tan fatigada que a pesar de
todos mis esfuerzos, me quedé dormida profundamente. Un grito me despertó…
el grito de un hombre que se debatía, que iba a sucumbir. Estaba paralizada por el
terror. Después un largo lamento, entonces, comprendí.
SAM
Por el amor de Dios, Lena, ¿qué era?
LENA
Eras tú mi pobre amor. Proseguías tu camino de hombre acechado, lejos de
mí, solo...
SAM
¿Por qué no me despertaste?
LENA
Tenía miedo de escuchar tu voz. Tenía miedo de que ya no me reconocieses.
Te cambié suavemente de sitio… Tus lamentos cesaron.
SAM
Esta noche vas a dormir tranquila, y yo, velaré.
59. 59
LENA
Oh sí, dormir una noche, solo una noche. (Entra David, el libro en la mano.)
DAVID
Ya he terminado Dame tu corazón, Se han casado y son extraordinariamente
felices. (Le tiende el libro a Sam.) ¿Te tienta?
SAM
No, gracias.
DAVID
Te equivocas, es muy reconfortante.
SAM
Reconfortante o no, creo que ya no me queda nada que leer. (Coge el libro.)
¿Vienes Lena?
LENA
Quiero hacer al menos un par de calcetines. Me reuniré contigo en unos
minutos.
SAM
(A David.) ¿Te acuestas?
DAVID
Me he levantado para ver lo que ponen, en este sagrado aparato de radio.
60. 60
SAM
Entonces buenas noches. (Sale. David enciende un cigarrillo.)
DAVID
Voy a salir, está tan oscuro que nadie me verá pasar. Volveré enseguida, solo el
tiempo para respirar…
LENA
¿Y solo para eso nos quieres exponer?
DAVID
¡Sí, lo sé, soy en sucio egoísta, y vosotros sois santos que llevan su cruz
cantando el te alabamos Señor!
LENA
Es tan duro para Sam como para ti.
DAVID
Un buen ejemplo en efecto, deja que me ría. ¿Realmente eres tan estúpida?
LENA
Vive en la misma prisión, pero él...
61. 61
DAVID
Sí, pero él, puede evadirse. Puede olvidarse contigo. Crees que no os escucho
por la noche, lejos, tan lejos, fuera de nuestro alcance, en fin libres… Os oigo y
escucho vuestro silencio después. Entonces, aprieto los dientes para no gritar. La
soledad me asfixia. Os odio… No me mires así, Lena, se odia siempre a los que
comen cuando se tiene hambre.
LENA
Te hemos daño sin querer, David, pero nos amamos. Un día, cuando
encuentres el amor, comprenderás y entonces, ya no habrá odio en ti, ni más
soledad. Conocerás la paz. Buenas noches, David.
DAVID
Déjame contarte una pequeña historia que hasta ahora ha permanecido inédita.
Había una vez un joven muchacho dichoso de vivir y de soñar. Era lo bastante
simple como para amar el sol, los bosques, los animales, para emocionarse con el
canto de un pájaro, lo suficientemente ingenuo para escribir un poema. Habitaba
un mundo transparente, lejos de los hombres, sin tan siquiera sospechar que un
soplo podría destruirle: el paraíso terrestre en una pompa de jabón.
Después llegó una joven… La felicidad pasada era insípida al lado de ésta que
ella le hizo entrever. Pero los sueños duran tanto como dura el sueño. Acabó por
despertarse, y se vio más solo que nunca en medio de los hombres. Se alejaban
de él, le señalaban con el dedo… Entonces, corrió a buscar refugio cerca de la
que amaba. Ella ya no le esperaba. Sin embargo se encontró a alguien que le
explicara lo que no comprendía: la madre de la joven. Esto es lo que le dijo: su
hija era una chica sana, no podía ligarse a un leproso. Porque él tenía la lepra. Era
extraño que hubiera podido vivir tantos años sin apercibirse de ello. Y el joven
comprendió que el amor muere cuando un leproso le toca. Esta es mi historia,
Lena. Te debo una explicación en el caso de que no lo hayas cogido. El leproso,
era yo, y mi amor una cristiana.
LENA
David...
62. 62
DAVID
Nada de piedad, Lena, es un sentimiento demasiado fácil. No te convendría.
Tú eres de aquellas que en el amor incluso siguen con los leprosos. ¿Pero tendrás
la fuerza de permanecer hasta el final? Porque sabes perfectamente, mi querida
cuñada, que la lepra no se curará jamás.
63. 63
ACTO II
(Sara sentada, tiene un paquete de trapos que mece como a un niño. Canta.
La madre está sentada al fondo de la habitación.)
SARA
Tu padre está lejos
Tu padre se ha ido
Sobre dos caballos ardientes
Sobre dos caballos grises.
Se ha ido lejos
A buscarnos vino
Vino color sangre
Que beberemos juntos.
Y cuando seas grande
Partirás lejos
Sobre dos caballos ardientes
A buscarnos vino.
Duerme, mi pequeño cordero,
Duerme, pequeñín,
Tu padre se ha ido
Pero volverá con nosotros.
Ha ido lejos
A buscarnos vino
Color sangre
Que beberemos juntos.
Mamá, ven a ver al niño; me parece que tiene fiebre...
LA MADRE
Que no Sara, tu niño está muy bien.
SARA.
¿No irá a caer enfermo, mamá?
64. 64
LA MADRE
Ya jamás estará enfermo, hija mía.
SARA
Debes tener razón, sus mejillas están rosadas y llenas. Sonríe, siempre me
sonríe. Los niños malos no sonríen, están agitados. El mío es muy tranquilo…
Míralo mamá, ¿qué otra mujer podría tener un pequeño como el mío?
LA MADRE
Sí, Sara
SARA
Es tan bonito tener un bebé. Es mío, me necesita, es demasiado pequeño para
defenderse… Es demasiado pequeño para vivir sin mí. Me pertenece.
LA MADRE
Sara…
SARA
Calla, se despierta.
Tu padre está lejos
Tu padre se ha ido
Sobre dos caballos ardientes
Sobre dos caballos grises.
(Entra David.)
65. 65
DAVID
Madre, hazla callar, te lo ruego, no puedo más…
LA MADRE
Cállate Sara, tu niño duerme, está tranquilo. Podrías despertarlo si cantas.
SARA
El canto mece a mi cordero, el canto cierra sus párpados... Sonríe, es feliz,
duerme, duerme...
(Entra Sam trayendo un mapa con pequeñas banderas rojas y negras.)
SAM
Mira madre, mira la línea del frente. Están muy cerca de Varsovia, es cuestión
de días... (Pone el mapa sobre la mesa, se aproximan.)
SARA
Qué bonitas estas banderitas…. Cuando mi niño sea grande, jugará con ellas.
DAVID
Hace un mes que nos muestras lo mismo. No se mueven, dejan a los otros
matarse entre ellos. Las vidas humanas, no les importan, sirven a su política. Y
todos vosotros, como imbéciles contáis las horas.
SAM
Han avanzado cuatro kilómetros más.
66. 66
DAVID
Sí, en un mes. Nosotros, estamos a 300 kilómetros de Varsovia. Si continúan
avanzando a este ritmo, tendremos tiempo de sobra para reventar. Ellos, allá, al
menos luchan. Aunque sea inútil, les da la impresión de hacer algo. Pero, aquí
encerrados, somos el ganado que espera ser abatido. Siempre me habéis
impedido irme, y sobre todo tú, madre, con tu chantaje sentimental. Pues bien,
mira lo que has hecho de mí: una ruina. Durante cinco años he llevado una vida
de bestia, y como una bestia tendré que morir.
SAM
Yo sé que vendrán. Y de nuevo podremos vivir como hombres, ya verás
David...
DAVID
Sí, ya veré… si tengo ojos para ver.
LA MADRE
Si Dios nos ha salvado hasta aquí, no es para hacernos peligrar ahora. Confiad
en él, hijos míos. Confía en él, David, no eres tan malo como quieres hacer creer.
No se puede tener un corazón mejor que el tuyo.
(Entra Lena sin aliento por la carrera. Busca en su cesto mientras habla.)
LENA
Tengo algo en el cesto, Kowalski lo deslizó dentro. Me ha dicho que no lo
mirara antes de llegar a casa, y con la puerta bien cerrada.
67. 67
DAVID
Date prisa en lugar de dar discursos. (Lena le tiende un trozo de papel.)
¡Una octavilla! «¡Hermanos polacos, aguantad. Llegamos. La hora de la libertad
ha sonado!»
SAM
¿De dónde viene eso?
DAVID
De Inglaterra, seguramente… (A Lena) ¿No te ha dicho nada más?
LENA
Su hijo de ha escapado de Varsovia. Este papel viene de allí.
DAVID
¿Luego es verdad? (Lee.) «Llegamos. La hora de la libertad ha sonado». Así
que no os quedéis plantados ahí. ¿Comprendéis? ¡Es el comienzo del fin! ¡El fin
de la prisión y del miedo!
LA MADRE
Qué alegría, qué gran alegría…. ¡Ah! ¡sabía perfectamente que Dios no nos
abandonaría! Recemos hijos míos...
DAVID
Ya he perdido suficiente tiempo. Ahora, hay que ser feliz, bailar.
(Sam y Lena permanecen enlazados. David da una vuelta a su madre.
Ella ríe a carcajadas y se aproxima a él.)
68. 68
LA MADRE
Déjame, pedazo de loco, me vas a girar la cabeza.
DAVID
Las cabezas ahora giran solas (Deja a su madre que cae riendo sobre una
silla.) ¡Ahora, una más joven! (Hace girar a Lena.)
SARA
(Para de mecer sus trapos y les mira. Después coge un trapo, lo pone sobre
su cabeza, coge otro entre sus dedos como un pañuelo y de una sola tacada se
viste. Los demás se detienen. Sara avanza, su rostro se anima, comienza a cantar
y a bailar en el sitio, la danza ritual de la boda.)
Y vosotras, las mujeres, ¿no bailáis? Es la boda, la alegre boda de la pequeña
judía Sara con el hermoso Jacob. Alegraos... Bailad, bailad. (Se empareja
primero con Lena, asustada, después con su madre que llora.) Llora, madre, llora
lágrimas de alegría, aquí está tu hija, corona de tu cabeza, luz de tus ojos, que
será una esposa feliz... Baila madre, baila, a la espera de los nietos que te dará.
(Sara baila de nuevo, sola, rápido, cada vez más rápido y su canto se transforma
en un llanto.)
LA MADRE
¡Paradla, se va a matar! (Sam acude en el momento en que, agotada, iba a
caerse. La pone en una silla, su cabeza cuelga.) ¡Un doctor, rápido, rápido, un
doctor! (Se arrodilla cerca de Sara y le frota las manos.)
LENA
Vamos, mamá, cálmate, se le pasará.
69. 69
LA MADRE
¡Un doctor, un doctor!
DAVID
No digas tonterías, sabes perfectamente que no podemos llamar a nadie.
(Sara abre los ojos.)
LA MADRE
Sara, Sara, pequeña... No me reconoce.
DAVID
Vamos, mamá, jamás reconoce a nadie.
LA MADRE
A mí, me reconoce siempre. (Sam trae un vaso de agua; se lo hace beber.)
DAVID
Traedle sus trapos, eso la calmará. (Sam recoge los trapos del suelo y los pone
entre los brazos de Sara cuyas manos se animan, recobrando su fuerza habitual;
su rostro vuelve en sí.)
SAM
La crisis ha pasado.
70. 70
LA MADRE
Jamás ha tenido una crisis como ésta. Siempre se mostraba tan dulce, tan
tranquila.
LENA
Nosotros se la hemos provocado. Nos ha visto bailar y en su cerebro ha vuelto
a ver su boda...
LA MADRE
Permanecería aquí encerrada algunos años más si pudiera recuperar a mi
pequeña Sara tal como era antes.
SAM
Cuanto más rápido salgamos de aquí, más rápido recuperará la razón.
LENA
Cuando tenga otro niño, bien vivo, ya verás, recuperarás a Sara.
LA MADRE
Que Dios te oiga. (Se escucha llamar a la puerta.)
LENA
Dios mío, ¿quién es? (Silencio. Golpean más fuerte.) Rápido, rápido, al
escondite. (Los hombres retiran el aparador, entran. Quedan la madre y Sara.)
¡Daros prisa, daros prisa!
71. 71
SARA
No quiero. Nos falta el aire y mi niño se asfixia.
LA MADRE
Ven rápido, hija mía, o le harán daño a tu pequeño.
SARA
Nadie puede hacerle daño a un niño. (Golpean.)
DAVID
Noqueadla o nos atraparán como a ratas.
LA MADRE
Rápido, Sara, van a matar a tu niño. (La empuja. Lena pone el aparador en su
lugar. Golpean de nuevo.)
LENA
Voy, voy. ¿Quién es?
WOLSKI
Abre la puerta, Lena, soy yo, tu padre.
LENA
¿Cómo, padre, tú, aquí?
72. 72
WOLSKI
¿Qué feliz sorpresa, eh? No me esperabas.
LENA
Podrías haber…
WOLSKI
¿Avisado? Vamos a ver, vuelvo a mi casa.
LENA
Te creía en Varsovia.
WOLSKI
Comenzaba a hacer un poco demasiado de calor para mí, allá. Me escapé por
las alcantarillas. ¡Ah! Mi pobre niña, he conocido malos momentos. Pero
hablemos primero de ti. Estás pálida, has adelgazado. No debe irte muy bien.
LENA
Va bien, papá.
WOLSKI
¿Y tu marido?
LENA
Te escribí que no sé nada de él y de su familia.
73. 73
WOLSKI
Me pareció escuchar voces. No te apresuraste a abrir.
LENA
Es que… Es que… Ya ves, papá, tengo un aparato de radio y escuchaba el
parte. No podía saber que eras tú. Entonces, me tomé el tiempo de esconderlo
antes de abrir.
WOLSKI
¡Ay! mi pobre niña. ¡Al menos no eres de esos insensatos que tratan de luchar
contra los alemanes! ¿Verdad? Eres demasiado razonable. Al menos, eso espero.
LENA
No te preocupes, papá, son unos amigos los que me han dejado aquí la radio
para dos o tres días.
WOLSKI
No deberías haberlo consentido. Es muy peligroso. Mientras tanto, es bueno
encontrarte en tu casa y saber que posees un pequeño refugio tranquilo en este
mundo agitado. ¿Estás contenta de volver a ver a tu viejo padre, verdad hijita?
LENA
Es que verás, no... lo siento, pero no puedo acogerte.
WOLSKI
¿No puedes acogerme? ¿A mí? ¿En mi propia casa?
74. 74
LENA
Compréndeme, te lo suplico. Van a venir a buscar la radio. Desconfían de
todo...
WOLSKI
Tonterías. No tienes más que decirles que soy tu padre.
LENA
No me creerán. Saben que estoy sola y además, si pasa algo, después, ¡seré
sospechosa! No, créeme, papá, por mi seguridad, será mejor que te vayas.
WOLSKI
Este es el agradecimiento de los hijos. Me encuentro sin dinero, sin amigos,
llego a mi casa, al apartamento donde murió mi mujer, y mi propia hija me echa.
¿Has olvidado todo lo que he hecho por ti? Todavía era joven cuando tu madre
murió. Podía rehacer mi vida. Pero no, te la consagré. No hace falta, me dije, dar
una madrastra a esta niña. Es demasiado sensible. Y esta es la recompensa.
LENA
Vamos, papá, dejemos tus sacrificios. Ya no tengo edad para creer en tus
historias. Además jamás te he creído, incluso cuando era pequeña, sabía la
verdad. Si fingía creerte, era porque temía que me pegaras. ¿Qué has hecho por
mí? Todo el dinero que ganabas te lo gastabas con tus amantes. Semanas enteras,
que no volvías a casa. Eran los inquilinos quienes se encargaban de mí, por
piedad. Solo me mandaste a la escuela cuando te obligaron a hacerlo. Gracias a
mi maestra pude terminar la escuela primaria.
WOLSKI
La instrucción es inútil para una mujer, Lena, y todos esos reproches son
injustos. Tu madre también tenía un carácter muy difícil.
75. 75
LENA
Basta, te lo ruego, no es el momento de ajustar cuentas. (Wolski examina el
aparador.)
WOLSKI
Muy bien hija mía, no insisto. Es lo que hay, la juventud es cruel, a veces
inconscientemente. Adiós, pequeña mía, trataré de olvidar este día en que
comprendí que estoy solo en el mundo.
LENA
Adiós, papá. Sabes que a pesar de todo si puedo hacer algo por ti, lo haré,
como lo hice siempre antes de la guerra, después de mi boda.
WOLSKI
¿Hablas de ese miserable dinero que me diste? Es afecto lo que necesito. Pero
se hace tarde, será mejor que me vaya si quiero encontrar alojamiento para la
noche.
LENA
Seguramente encontrarás una habitación, la gente las alquila para ganar un
poco de dinero.
WOLSKI
Pero a ti, te debe ir bien, mi niña. Pues guardas el alojamiento para ti sola.
Tanto mejor, tanto mejor...
LENA
Buenas noches papá.
76. 76
WOLSKI
Ah sí, se me olvidaba. Dejé aquí mi maleta amarilla. ¿Sabes dónde está? Voy a
cogerla enseguida para no importunarte más.
LENA
¿Tu maleta amarilla? No está aquí. Te la llevaste contigo...
WOLSKI
Sí, sí, estoy convencido de que le coloqué yo mismo en la despensa. Déjame
ver. Vaya, ¿has puesto el aparador ante la puerta? Qué extraña idea.
LENA
Papá, te juro que no está aquí, te...
WOLSKI
Quiero comprobarlo por mí mismo. (Trata de mover el aparador.)
LENA
Papá, te he mentido, trabajo en la resistencia, tengo armas aquí, explosivos, es
peligroso, vete, vete, te lo suplico.
77. 77
WOLSKI
No me gusta el peligro, es verdad, y siempre he sido prudente, pero tengo un
gran defecto, hijita, soy curioso. (Retira el aparador y mira.) Buenos días,
buenos días familia política. Perdonad mi falta de delicadeza, buscaba mi maleta.
De todos modos, seguramente lo habréis escuchado todo. Estoy avergonzado de
la desconfianza que me testimonia Lena. No la merezco, creedme. Salid
tranquilamente para que pueda estrecharos la mano. (Salen.)
Buenos días, señora, siempre tan joven, tan encantadora. Buenos días yerno
mío, no hemos tenido muchas ocasiones de vernos, pero Lena me ha dicho tantas
cosas buenas de ti. Habrás sabido, supongo, ganarte por méritos propios este
corazón que ha permanecido cerrado a los afectos familiares. Buenos días, señor,
ahora todo un hombre… Desgraciadamente, eso no me rejuvenece. Buenos días,
señora...
SARA
No hable tan fuerte, duerme.
LA MADRE
Ve a la cama. Estarás más tranquila allí. (Sara sale.) Disculpe a mi hija, señor,
tiene el espíritu trastornado desde la muerte de su niño.
WOLSKI
Qué triste, no sabía nada de eso.
LENA
Papá, ¿no dirás a nadie que están aquí? Prométemelo, haré todo lo que
quieras.
78. 78
WOLSKI
(A la Madre.) ¡Ay! señora, qué responder a esta falta de confianza. ¡Me dirijo
a usted, porque usted tiene corazón de madre y puede comprenderme mejor que
nadie! Realmente, toma a su padre por un canalla, y ante todos vosotros.
LA MADRE
Hay que perdonarla, señor, llevamos una vida muy difícil y vuestra hija lleva
sobre los hombros un peso muy pesado.
WOLSKI
No la pido disculpas, señora. Solo pido un poco de afecto por su parte.
LA MADRE
¿Viene de Varsovia?
WOLSKI
Sí, señora, directamente. Ya no podía soportar esa locura. ¿Cómo admitir que
una panda de jóvenes descerebrados ataque a la armada alemana? Chiquillos, con
botellas de gasolina, contra los tanques… ¡Se da cuenta! Es grotesco.
SAM
Hacen lo que pueden...
WOLSKI
Es justamente eso, no pueden hacer nada. Vea, mi querido yerno, somos un
pueblo todavía muy joven. Veinticinco años de independencia, era demasiado
poco para que aprendiéramos que toda revuelta, cuando no eres el más fuerte, no
es más que una infantilada. La organización y la disciplina de los alemanes es
incomparable.
79. 79
SAM
Pero...
LA MADRE
Cada cual pone su esperanza donde puede, solo Dios conoce el fin.
WOLSKI
Estoy completamente de acuerdo con su opinión, todo está en manos de
Dios. Sí, sí, vivimos tiempos muy tristes, muy penosos. Pero en el fondo, no
habéis estado obligados a ver toda la miseria que recorre las calles.
LA MADRE
Que Dios bendiga a su hija por todo lo que ha hecho por nosotros.
WOLSKI
¿Llevan mucho tiempo en mi casa?
LA MADRE
Cerca de tres años. Llegamos en cuanto comunicó a Lena que partía para
Varsovia.
WOLSKI
Sí, sí, en efecto. Me escribió que estaba sola y que quería regresar a mi casa.
Créame, querida señora, que si hubiera sabido la verdad, yo mismo les hubiera
propuesto este alojamiento.
80. 80
LA MADRE
No tengo la menor duda, señor Wolski.
WOLSKI
Se lo agradezco, señora, me comprende mejor que mi propia hija. Pero
dígame, ¿de qué viven desde que dejaron Cracovia? ¿Pudieron liquidar sus
negocios, vender sus inmuebles y llevarse el dinero?
LA MADRE
Era imposible vender nada en ese momento. Los inmuebles se han quedado tal
como los dejamos, a menos que los bombardeos… Vaciaron nuestras dos tiendas.
Trajimos el dinero justo y las joyas. Pero vivimos así desde hace cuatro años, y
ya no queda gran cosa.
WOLSKI
La guerra me ha enseñado que en la adversidad solo puedes contar contigo
mismo. Y que hay dos agujeros que llenar: el vientre y el bolsillo.
LA MADRE
La vida es difícil para todo el mundo.
WOLSKI
Exacto, señora, incluso me he visto obligado a hacer trabajos que solo me
gustaban a medias. Así, por ejemplo, he tenido que trabajar en la liquidación del
gueto de Varsovia, después de la revuelta. Una vez que las casas fueron
quemadas, y los supervivientes deportados...
SAM
¿Quemados en los crematorios, querrá decir?
81. 81
WOLSKI
Son suposiciones, mi querido yerno, quizás solamente les han deportado y
obligado a trabajar. ¿Quién puede conocer la verdad? Si incluso como dices,
todos los israelitas han sido quemados, ¿cómo saberlo? De todos modos, cuando
llegué, todo estaba en ruinas, y no me crucé con una sola alma viviente.
Solamente, algunos astutos que aún se escondían entre los escombros y a menudo
en los sótanos. Encontramos algunos de estos escondites. Eran muy interesantes.
Verdaderos apartamentos con todas las comodidades, electricidad, agua, víveres
para muchos años. Estoy seguro de que todavía existen y que allí vivirán más
tranquilos que nosotros sobre la tierra. Los admiro, amigos míos y les deseo
buena suerte. Siempre lo he dicho, vuestros compatriotas son más inteligentes
que nosotros. Saben vivir. Por esta razón aman el dinero; no es un defecto. A
menudo se les reprocha aplastar a los demás para conseguirlo pero no hay nada
más natural. Diría incluso que son la leyes de la naturaleza. Los fuertes siempre
han devorado a los débiles y vuestros compatriotas lo han comprendido muy
bien. Es un viejo pueblo que tiene experiencia.
SAM
Pero los hombres no son animales. También tienen un corazón.
WOLSKI
¡Ay! créame, las leyes de la naturaleza son más fuertes. (David sale
enérgicamente.) Me disculpo, señora, he podido ofender a su hijo, parecía
enfadado conmigo.
LA MADRE
No señor, cada uno es libre de tener sus opiniones. Mi hijo sufre mucho por su
inactividad y tiene a menudo crisis de nervios. Cuando una crisis se aproxima,
prefiere retirarse para no dar un espectáculo.
WOLSKI
Comprendo, comprendo muy bien. Pero no quiero molestarles por más
tiempo. Creo que este alojamiento es demasiado pequeño para todos nosotros y
me voy a retirar.
82. 82
LA MADRE
Podemos estrecharnos un poco para hacerle sitio. Está en su casa señor
Wolski.
WOLSKI
Será más razonable, querida señora, no imponerles mi presencia.
Correríamos el riesgo de tener choques y como todos somos más bien
nerviosos…
LENA
Nos arreglaremos, papá...
WOLSKI
¡Oh no!, mi niña, todavía tengo dignidad. Ya que te molesto, pues nada, me
iré. Solamente, tendrás que hacer un esfuerzo para desembarazarte
completamente de mí.
LENA
Sabes perfectamente que no tenemos dinero. Si te damos el poco que nos
queda, moriremos de hambre, encerrados aquí, mientras que tú, eres libre, puedes
salir, encontrar trabajo.
WOLSKI
Arrojas a tu padre a la calle para mendigar. Empujas a tu padre a la
mendicidad… No soy un mal hombre, pero el hambre no entiende de razones y
pienso que entonces no puedes ser responsable de lo que haces.
LENA
Ahora, amenazas. Pues bien, ve a denunciarnos, ¿a qué esperas?
83. 83
LA MADRE
Cálmate, hija mía, todo puede arreglarse (Sale.)
LENA
Escúchame bien. Hace cuatro años que lucho por salvarle. Es todo lo que
poseo en el mundo. Es él quien me sacado de la miseria, del lodo, en el que tú me
sumergiste. Si le sucede algo sea lo que sea, ten cuidado, cuídate…
(La madre entra.)
LA MADRE
Le debemos algo por el alojamiento, señor Wolski. (Le da dinero.)
WOLSKI
Me avergüenzo de tener que aceptar este dinero, señora, pero lo considero
como un préstamo que le será devuelto. Me permitirá recurrir a usted si alguna
vez me encuentro en un aprieto, ya que comprende tan bien las cosas...
LA MADRE
Le juro que ya no tenemos dinero.
WOLSKI
No pasa nada, señora, no se inquiete por tan poco. Ahora, tengo que irme.
Gracias por su cordial acogida. Mis respetos, querida señora... Adiós, yerno mío,
salude de mi parte, a su señor hermano y a su señora hermana. Y tú, chica mala,
despídete de tu viejo padre que no es tan malo como piensas.
LENA
Buenas tardes papá, tenga piedad de nosotros…
84. 84
WOLSKI
Vamos, vamos, hijita, quien habría dicho que esos ojos tan despiadados para
su padre saben verter lágrimas. Buenas noches a todos y buena suerte.
(Sale. Silencio.)
LENA
¿Qué vamos a hacer, ahora?
DAVID
(David con un revólver en la mano se lanza hacia la puerta, tras de Wolski.
Sam lo detiene y trata de arrancarle el revólver.)
SAM
¡Dámelo!
DAVID
Voy a disparar a ese cerdo, voy a dispararle...
LA MADRE
David, hijo mío... (Sam desarma a David.) No he vivido tanto tiempo para ver
a mi hijo convertirse en un asesino.
DAVID
Cállate, madre, no comprendes nada. Tiene razón, mil veces razón, es el más
fuerte quien gana, y hay que matar, me oís, matar, para tener el derecho a vivir.
85. 85
SAM
Cierra la boca. No tendrías que haberle dicho, madre, que no tenemos más
dinero. Existía una oportunidad de obtener todavía un poco...
LENA
No le conoces. Volvería mañana y pasado mañana, y después dos veces al día,
habría que tener una mina de plata para hacerle callar.
LA MADRE
Mis niños, porqué verlo todo negro. Después de todo, es un ser humano, tiene
un corazón como todo el mundo.
DAVID
No es hora de discutir, hay que partir.
LENA
¿A dónde?
DAVID
No importa dónde, lejos de aquí.
SAM
No sabemos adónde ir, no conocemos a nadie, no tenemos suficiente dinero
para que nos oculten.
DAVID
Podemos ocultarnos en las iglesias, los cementerios, los graneros.
86. 86
SAM
¿Cuánto tiempo crees que podremos hacerlo?
DAVID
Entonces, ¿esperamos aquí? ¿Por qué no vamos a denunciarnos nosotros
mismos? Los sufrimientos serán menos largos. Yo, parto...
LA MADRE
Mis niños, si el corazón os lo dice, salvaos y que Dios os proteja. Yo, me
quedaré. Soy vieja, ya no tengo edad para arrastrarme por las calles… ¿Y Sara?
¿Qué haréis con ella? Tendría demasiado miedo, pobre pequeña. Si debo morir,
que sea con ella…
SAM
¿Qué piensas tú, Lena ?
LENA
No pienso en nada, siento vergüenza…
SAM
Quizás no hable. Después de todo, te perjudicaría a ti al mismo tiempo...
LENA
No lo sé, no sé nada… Todo ha sido inútil. Cada día, cada minuto
penosamente arrancado a la muerte…
87. 87
SAM
Claro que no, claro que no, cariño mío, nada está perdido todavía.
DAVID
Entonces Sam, ¿qué decides?
SAM
Me quedo.
LA MADRE
David, mi niño, sálvate.
LENA
Voy a prepararte algo.
DAVID
¿Quién te lo pide?
SAM
No dudes, David, quizás es tu salvación. Vamos, cálmate. ¿Quieres vivir, no?
DAVID
¡No me importa! Me quedo.
89. 89
ACTO III
(Mismo decorado. El aparador desplazado descubre el trastero. La escena
permanece vacía un instante. Escuchamos la voz de la Portera.)
LA PORTERA
En la cocina, tiene las cacerolas, los vasos, los cubiertos, todo lo que necesita.
Allí, el dormitorio con dos camas, un armario y un sillón. Dejaron todo, incluso
las mantas, las sábanas, las cortinas. (Entra con el nuevo inquilino.) Como le dije,
el alojamiento se ha conservado bien, no es necesario repintarlo. Era tan limpia,
la señorita. Tendrá un pequeño y bonito apartamento muy tranquilo.
EL NUEVO INQUILINO
¿Y eso, qué es?
LA PORTERA
Un trastero.
EL NUEVO INQUILINO
¡Vaya!
LA PORTERA
Ahora que todo ha acabado, puedo decírselo. La señora que vivía aquí
escondía judíos. ¡Ah, los pobres! ¡Por qué la desgracia ha tenido que golpear a
gente tan buena! Créame, Señor, eran completamente honestos y amables
(La mira.) No vaya a creer que estoy a favor de ellos, buen hombre. Vamos, que
sé todo el mal que nos han hecho. Todo el comercio está en sus manos, toda la
industria... Pero de todos modos, eran buenas personas. Una tiene corazón,
qué quiere que le diga, es así.
90. 90
EL NUEVO INQUILINO
¿Las manchas en la pared, son de la humedad?
LA PORTERA
¡Jesús y María! ¿cómo quiere que sean de humedad? Tiene sol todo el día, de
la mañana a la noche. (Mira las manchas.) ¿Estas manchas? Son sangre.
(Se suena.)
EL NUEVO INQUILINO
¿Sangre?
LA PORTERA
Está relacionado con las personas que se escondían aquí. Cuando sacaron los
cadáveres del trastero, debieron ensuciar las paredes.
EL NUEVO INQUILINO
Su alojamiento ha tenido un triste pasado.
LA PORTERA
Con esta guerra, veremos más cosas todavía... Sin embargo, ese día, estaban
muy alegres, los pobres. Habían hecho té de verdad, con azúcar, y la señorita me
dijo: «Siéntese y beba con nosotros, Janowa. Pronto veremos el fin de esta
pesadilla». Fue Inglaterra quien lo dijo por la radio, que podían contarse las horas
de la ocupación.
EL NUEVO INQUILINO
¿Tenían una radio aquí? ¡Es un poco fuerte!
91. 91
LA PORTERA
Por supuesto, señor, tampoco lo aprobaba. Estoy a favor de la legalidad.
Pero de todos modos eran buenas personas, y no los habría denunciado.
EL NUEVO INQUILINO
Debía haber una puerta aquí; se ven las huellas de las bisagras. ¿La han subido
al ático quizás?
LA PORTERA
(Asustada.) No hay nada en el ático. Esta puerta... la quemaron, hicieron
fuego con ella. Realmente no hay mucho que criticar de este alojamiento. Es
limpio, bien iluminado y por este precio no encontrará nada mejor.
EL NUEVO INQUILINO
Los muebles no valen mucho. (Abre las puertas y los cajones del aparador,
encuentra una foto.) Oiga, ¿qué es esto?
LA PORTERA
Parece una señora... Ah sí, Dios mío, sí, es la foto de la boda de su hija, la
pobre loca. Sí, señor, esto me rompe el corazón. Parece que están vivos. Aquí
está ella con un vestido blanco y su marido, creo, a su lado. No lo conocí. Y aquí,
mire, su madre. Muy buena mujer. A la derecha, su hijo menor, David. Debo
decir que este chico no me gustaba para nada. Tenía una mirada extraña. Y allí, al
fondo, su hijo mayor con su mujer, Lena. Era muy amable y una buena cristiana.
Cada domingo, se la veía en misa. Ah, la Santísima Virgen no escuchó sus
plegarias. Me dirá, señor, que es un pecado orar por los judíos, pero a pesar de
todo era su marido. No digo que hiciera bien casándose con un judío, ¡oh, eso no!
EL NUEVO INQUILINO
¿Están todos muertos?
92. 92
LA PORTERA
Había tres cadáveres. Y los otros, ¿quién sabe? ¿quién sabe...? Ah, caballero
desde ese momento, ya no creo en las paros cardíacos. De otro modo, hace un
mes que estaría muerta. Sí, como le decía, eran bien felices ese día. Tomamos el
té juntos y bajé a preparar la sopa para mi compañero. Estaba cortando mi trozo
de tocino cuando escuché llamar. Ah, señor mío, ¡golpeaban como para derribar
la puerta! Al instante adiviné que algo pasaba ahí abajo. Entonces escuché
gritar: «¡aufmachen!» [¡abran!]. No temas, amiga, me digo; tienes la conciencia
tranquila, ¿verdad? Abro la puerta y los veo: tres bigardos, altos, rubios, tiesos
como velas. El que estaba en medio me dijo: «Llévenos ante Helena Wolska». No
podía hacer otra cosa. Subí con ellos al primero. Mi pobre corazón latía tan fuerte
que parecía las campanas de la catedral de San-Pedro. Les mostré la puerta.
Golpearon. ¡Nada! Después escuchamos ruido. Era la señora Lena que tiraba del
aparador para disimular el trastero. Y entonces comienzan a enervarse y a golpear
con sus botas. Finalmente, la puerta se abre. Sacan su revólver y me empujan
hacia adelante. Veo que mi última hora ha llegado y entro rezando. —«¿Está
casada, señora, no es así?» preguntó el oficial a la señora Lena. —«Sí» responde.
«¿Con un judío?» —«Sí» afirmó. Ella estaba ante él, pálida como una muerta.
«¿Dónde está su marido?» —«No lo sé» dijo. Sonrió, sacó un paquete de
cigarrillos de su bolsillo, cogió uno, ofreció otro a la señora Lena. Después de
todo no son tan maleducados los oficiales, me dije. Lo rechazó. —«Vaya, es
curioso, veo una colilla en la mesa. ¿Dónde ha escondido a su marido y su
familia? Vamos, sea razonable, sabemos todo». —«No sé nada» dijo ella. —
«Bueno, tanto peor para usted. Vamos, portera, empuje ese aparador». Jesús,
pensé, estamos perdidos. —«Soy una señora mayor, señor oficial», le dije,
«jamás tendría la fuerza para poder desplazar ese pesado aparador». —«La
señora os ayudará, está acostumbrada». Pero ella no se movía. Entonces se puso a
empujar el mueble él mismo; jurando. Pero hablo, hablo, y quizás le aburro con
mis historias.
EL NUEVO INQUILINO
Para nada, continúe, se pone interesante.
LA PORTERA
¿Qué es lo que decía? Todo se embrolla en mi vieja cabeza cuando pienso.
93. 93
EL NUEVO INQUILINO
Decía que habían descubierto el escondite.
LA PORTERA
Ah sí. De repente, aparece el oficial que grita: «¡Fuera, rápido!, fuera o tiro».
Reculé. Está bien tener piedad, pero no quería recibir una bala en la piel. Y veo
salir al marido de la señora. Parecía que acababa de despertarse. Parpadeaba a la
luz, estaba tranquilo sin embargo, incluso sonreía mientras miraba a su mujer.
¡Ah, señor mío! (Se suena.) Como si quisiera pedirle perdón con su sonrisa. Lo
registraron, luego se quedó allí, frente a su esposa, inmóvil. bilis. Mientras tanto,
uno vaciaba los cajones, miraba debajo de las cortinas, ponía del revés las sillas.
Y finalmente, encontró esa maldita radio. Se puso a girar los botones. Adivine lo
que escuchamos: ¡el himno francés, la Marsellesa! Ni siquiera me atrevía a
respirar, la señora y su pobre marido seguían en el mismo lugar. Se miraron como
dos estatuas de cera. Incluso los alemanes guardaron silencio. Y de repente
escuchamos una voz: «Hermanos de Polonia, esperen, ¡París ha sido liberado,
París ya es libre!» Y a continuación, nuestra canción nacional. Rápidamente hice
una pequeña señal de la cruz. Nunca se sabe si son creyentes o no esta gente. De
golpe... ¡oh no, no, señor, no puedo continuar!
EL NUEVO INQUILINO
Cómo no, querida señora, siga...
LA PORTERA
De golpe... realmente pensé que mi corazón se iba a detener. Una detonación,
luego otra, luego otra, luego otra más. Los alemanes se arrojaron tras el aparador.
—«No me cogeréis con vida, cabrones» gritó el señor David desde el fondo de su
escondite. —«¡Y sabed que muero contento de saberos jodidos, me oís,
jodidos!». Y entonces comienza a cantar la Marsellesa. Luego escuchamos la voz
de la madre: «David, hijo mío, salgamos, Dios está con nosotros». Pero volvió a
tirar. Todo lo que hizo fue romper las baldosas. Los alemanes, todavía detrás del
aparador, no se movieron. Después hubo un silencio... Pero un silencio... como si
la habitación estuviera vacía. Luego, oímos un sollozo, y luego otro, después un
grito: —«¡Mamá, mamá, van a matar a mi hijo otra vez!». Era la loca quien
gritaba. Los alemanes empezaron a tirar los tres en el escondite. Y desde ese
momento tengo siempre migrañas. Entonces escuché gritar: «¡Cerdo judío!». Y
veo a uno de los alemanes salir corriendo y tirando varias veces en las escaleras.
El marido de la señora Lena ya no estaba allí: había huido, debo decir que estos
judíos tienen la cabeza dura, de todos modos. En fin, que dudo que siga aún vivo.
Yo, me quedé allí y dije mis Ave Marías. La fe siempre es recompensada, ¿no es
cierto?
94. 94
EL NUEVO INQUILINO
Tiene completamente razón, señora. Soy enteramente de su opinión. ¿Y después?
LA PORTERA
No hay gran cosa que añadir. Se llevaron a la señorita con ellos y no la he
vuelto a ver jamás. Al salir, se dio la vuelta y me dijo: «Buenas noches, señora
Janowa». (Se suena.) Cada vez que recuerdo estas palabras, me duele el corazón.
Ya sabe, señor, que cuando se es muy sensible a la miseria, no se llega muy lejos.
EL NUEVO INQUILINO
Bueno, me mudaré mañana. (Mira su reloj.) Pero se hace tarde...
LA PORTERA
Me gustaría decirle al Señor que fui yo quien arregló todo aquí. Lavé por
todas partes, lo coloqué todo. El propietario y mi marido se llevaron los
cadáveres.
EL NUEVO INQUILINO
No tema, mi mujer sabrá reconocer sus servicios. Es casi de noche
y tengo miedo de que se inquiete.
LA PORTERA
(Recoge la foto olvidada sobre la mesa.) Cogeré esta foto. Nunca se sabe si
volverá algún día... Yo, señor, soy una mujer honesta, no tocaría nada que
pertenezca a otros. Si tiene a bien seguirme... (Apaga la luz. Salen. Voz en la
escalera.) Cuidado con el escalón. Mi compañero ni siquiera pensó en poner luz
en las escaleras. Tengo que hacerlo todo yo misma...
95. 95
ACTO IV
(Una habitación en cualquier alojamiento de París. Wolski está en una silla de
ruedas. Lena, sentada, teje.)
WOLSKI
Dame una pastilla, Lena. Me parece que sufro aún más desde que estoy en
París. (Lena se levanta y le da una pastilla.) El clima de Francia no me conviene.
Polonia...
LENA
Vamos, papá, el clima no tiene nada que ver. Sobre todo necesitas calma, y te
agitas, hablas demasiado.
WOLSKI
Lo sé, lo sé, te gustaría escuchar mi voz lo menos posible. Conoces tus
deberes hacia tu padre, no se te puede reprochar nada. Hay pocas chicas que
harían lo que tú haces por mí.
LENA
Vamos, vamos, no te preocupes por eso.
WOLSKI
Justamente es eso lo que me preocupa. Tu marido no es lo suficientemente
rico para soportar semejante carga en casa.
96. 96
LENA
François [Francisco] se gana bien la vida.
WOLSKI
Tienes suerte de haberte vuelto a casar con un chico tan bueno. Qué otro
hombre habría aceptado a una mujer sin conocer nada de su pasado y sin tener un
duro. No sé si te das cuenta de hasta qué punto has tenido suerte. Y no olvido que
es él quien me sacó de ese horrible asilo de Polonia donde me habías dejado.
LENA
No podía hacer otra cosa que partir. Ni siquiera quisieron devolvernos nuestro
apartamento.
WOLSKI
Lo que da a entender que un padre debe cuidar de su hija. Es lo que quieres
decir, ¿no? Puede que me haya equivocado contigo, ¿pero qué hombre es
perfecto? Por otro lado, lo que siempre te he reprochado y todavía hoy te
reprocho, es tu falta de franqueza hacia mí. Pero, ya no me queda mucho por
vivir y querría al menos verte feliz.
LENA
No te preocupes por mí. Soy muy feliz.
WOLSKI
Me da un enorme placer oírtelo decir. Después de tu ataque de
desesperación... Pero ya te lo decía tu viejo padre, que llegarías a olvidarlo todo y
a rehacer tu vida.
97. 97
LENA
(Soterradamente.) No he olvidado nada.
WOLSKI
Por supuesto, los recuerdos. Pero los recuerdos no están vivos, son como
fotografías. Piensas cuando las tienes en la mano. Pero cierras el álbum y se
acabó. Y con el tiempo las mejores fotografías palidecen. Puedes estar
agradecida, Lena, de tener un buen marido y esta vez un ario, como debe ser.
Ya no estarás obligada a sufrir toda clase de horrores si ocurre otra guerra.
LENA
¿Por qué no es judío?
WOLSKI
Naturalmente.
LENA
La guerra trae la muerte a cualquiera. No tienes que ser judío para sufrirla.
WOLSKI
Por supuesto. Solo que nosotros tenemos más posibilidades de escapar de
ella.
LENA
La única suerte sería que ya no hubiera guerra. (Una gran pausa.)
98. 98
WOLSKI
Mis dolores vuelven. Quieres darme otra pastilla.
LENA
Acabas de tomar una. No hay que abusar.
WOLSKI
Querría dormir un poco. Me vuelvo loco con estas noches en blanco en las
que ni el sueño quiere nada de mí. Un viejo enfermo, eso es en lo que me he
convertido.
LENA
Estoy aquí para cuidarte. De todos modos, últimamente, estás mucho mejor.
WOLSKI
Sí, mi niña, mucho mejor para morir. Hay que tener paciencia, pequeña mía,
pronto serás libre. Siento que no va a tardar.
LENA
Vamos, no te pongas inútilmente en este estado, me haces sentir mal.
WOLSKI
Di directamente que soy un ingrato. (Se queja.)
99. 99
LENA
Ve a acostarte. En cuanto tomes tu medicina estarás mejor. (Lo conduce a su
habitación. Escuchamos sus voces.)
WOLSKI
Dios te bendiga, hija mía, eres una buena niña, a pesar de todo. Sin ti habría
muerto como un perro.
LENA
Ahora, quédate tranquilo y te dormirás enseguida. (Lena vuelve, vuelve a
ponerse a tejer. Se escucha llamar a la puerta.)
¿Quién es?
VOZ DE WOLSKI
Abre la puerta, Lena
LENA
¿Quién está ahí? (Duda, después abre la puerta. Entra Sam.)
Sam...
SAM
Lena...
LENA
Tú...
100. 100
SAM
¿Ya no me esperabas?
LENA
Te creía muerto desde hace mucho tiempo.
SAM
Tienes razón, Lena, dos años de duelo, es mucho. No se llora más de dos años
por un muerto. Pero dos años de espera es más largo todavía. Sabía que estabas
viva. Lo sentía en el fondo de mí mismo, y todo este tiempo que ha pasado y que
nos separaba era como un mal sueño. (La mira.) ¿Tienes miedo, Lena? He
cambiado, es verdad. No tienes que tener miedo… para ti soy siempre el mismo.
LENA
Estás aquí, Sam, el mismo y sin embargo otro, bien vivo.
SAM
Parece que me lo reprochas.
LENA
Menuda idea. Siéntate. Cuenta.
SAM
No hay nada que decir, o demasiado. (Se sube la manga.) Hay esto.
101. 101
LENA
¿Auschwitz?
SAM
Sí, el número 3291. ¿Y tú?
LENA
Te creía muerto. Dejé Polonia. He venido aquí, como tantos otros. Quiero
vivir, liberarme de todo este pasado. Otros lo han conseguido; viven a pesar de
todo.
SAM
Pobre Lena.
LENA
No me compadezcas, lo he logrado. Me he vuelto a casar.
SAM
Lo sé. ¿Está aquí?
LENA
No, está de viaje. No vuelve hasta mañana.
SAM
He venido a reprenderte.
102. 102
LENA
¿A reprenderme?
SAM
Sí. Me esperabas, no creías que estuviera muerto. Sabías que volvería. De
otro modo, si hubieras querido escapar, ¿para qué habrías enviado tu dirección a
Janowa la portera?
LENA
(Después de un silencio.) No lo sé.
SAM
Yo lo sé...
LENA
Tú lo sabes...
SAM
¿Por qué me amas?
LENA
(Sin comprender.) Todo va a volver a comenzar.
SAM
Sí, Lena, todo va a volver a comenzar, toda la vida desde el comienzo. Juntos,
aprenderemos primero a caminar, después a hablar, como los niños dejados solos,
a respirar también, a respirar sin contener el aliento para que nadie lo escuche.
Y por la noche podremos hablar en voz alta y salir a pasear y mirar las estrellas.
Más tarde, mucho más tarde, aprenderemos también a reír y a cantar.
103. 103
LENA
Pobrecito mío, he ido ya demasiado lejos sin ti. No, no digas nada.
Escúchame, vas a comprenderlo. Estaba sentada en un banco, sola en pequeño
parque. Hacía frío pero no tenía el valor de levantarme. Como si me encontrara
allí por error. Nada me pertenecía ya, hasta mi nombre me parecía prestado por
algún tiempo solamente. Arrastraba tras de mí este pasado tan pesado, tan
pesado… Entonces le vi. Venía hacia mí y sonreía. Esa sonrisa me conmocionó.
Me habría gustado levantarme y gritarle: «no tiene derecho a aproximarse a mí
con ese rostro feliz». Entonces, comprendí que ni siquiera me veía. Sonreía
porque era normal caminar y sonreír, y era normal también cuando me vio venir a
sentarse cerca de mí y hablarme como si me conociera desde siempre. Todo era
simple y fácil, para él.
SAM
¿Y es suficiente que un hombre te sonría para que le sigas?
LENA
Trata de comprender. Estaba sola y tan agotada. Esa sonrisa era la primera
señal que me daba la vida.
SAM
¿Y cómo regalo de bodas le ofreciste nuestro pasado?
LENA
No seas cruel. Jamás le he dicho nada y jamás me ha preguntado.
SAM
En efecto, era más simple olvidar.
104. 104
LENA
¡Eso no es verdad! Sabes perfectamente que no es verdad. Pero era necesario
que le diera esa impresión si quería salvarme. Sé justo, Sam. Este hombre es
simple y bueno. Jamás me ha impuesto nada. Le he seguido porque sabía que por
mí misma no hubiera llegado a encontrar un lugar aquí, entre los vivos. ¿No has
visto nunca a un perro seguir a un extraño?
SAM
Cállate, cállate, no quiero saber nada más. Todo eso no cuenta. Tú me
perteneces. He venido a buscarte.
LENA
Olvidas que el tiempo nos ha separado. Me parece, a veces, que otra mujer
vive en mi lugar y la que era, poco a poco, se ha vuelto una extraña.
SAM
¿Entonces le amas?
LENA
El único hombre al que he amado eres tú.
SAM
Lena, amor mío, es, ¿es verdad eso? ¿No lo dices por lástima? ¿Me lo juras?
LENA
Te lo juro.
105. 105
SAM
Porque torturarme todo este tiempo sin decirme desde el principio: te amo.
Habría aceptado todo entonces. No digas nada. Lo sé, lo sé. Me creías muerto, no
podías soportar más la soledad. Se necesita una fuerza sobrehumana para poder
soportarla. Ahora somos dos para defendernos de ella. (Lena está entre los brazos
de Sam. Poco a poco se deja ir y se acurruca en sus brazos.) Vamos a retomar
nuestra vida en el día que comenzó. Ya verás, Lena, somos dos jóvenes casados.
LENA
He envejecido.
SAM
Estás más bella que nunca.
LENA
¿Cómo has hecho para encontrar la casa?
SAM
He enseñado el trozo de papel donde estaba tu dirección. No comprendía
nada de lo que me decían. Afortunadamente, tenía los gestos e iba en la dirección
que me indicaban.
LENA
¿Cuándo has llegado a París?
SAM
Esta mañana.
106. 106
LENA
¿Esta mañana? Dios mío, debes estar muerto de cansancio.
SAM
No, no, te preocupes. He hecho el viaje en el tren de la Cruz Roja, muy
confortablemente.
LENA
Debes descansar, cariño mío.
SAM
Por supuesto. Esta noche, dormiremos como niños. Partamos Lena. La vida
va a comenzar de nuevo. Viviremos, Lena, viviremos.
VOZ DE WOLSKI
Lena, ¿con quién hablas?
LENA
Es un vecino. Duerme.
SAM
Tu padre está ahí.
LENA
Está enfermo, con las piernas paralizadas.
107. 107
SAM
Has partido con este cerdo que nos has vendido.
LENA
Estaba solo, enfermo. Es mi padre, después de todo.
SAM
¿Tu padre después de todo? No es posible. Tú, Lena, ¿con el asesino de mi
familia? No debiste decírmelo, no debiste. No sé si tendría la fuerza de salir de
aquí sin verle morir.
LENA
Crees que nos denunció porque era cristiano y vosotros judíos, crees que
solamente hay cerdos entre nosotros, te equivocas. ¿Te acuerdas de la familia del
desván que escondía Janowa? Están todos muertos. ¿Y sabes quién los delató?
¡Su hermano, su propio hermano, un judío como ellos!
SAM
Eso no justifica nada. Cristiano o no, es un cerdo. Mató a toda mi familia..
LENA
¡Pues sí, es un cerdo y es mi padre, y yo soy su hija! ¡Está claro!
108. 108
SAM
No todavía, pero lo serás. ¿Sabes lo que le debo a tu padre? Escucha
lo que otros no quieren escuchar, lo que se niegan a creer. Sus ojos parecen
decirme que son cosas que hay que esconder por vergüenza. Pero tú, me
escucharás, sabrás cómo se puede enviar a un hombre vivo al infierno. Te diré
qué era Auschwitz. Barracas de madera en las que por la noche se amontonaban
unos sobre otros hombres hambrientos encendidos por la fiebre, roídos por
alimañas. Al alba, siempre había algunos cadáveres amontonados. Y todo el día
humeaban los hornos crematorios del infierno. Los mirábamos, esperábamos
nuestro turno. Cada semana, desfilábamos desnudos ante una comisión
médica. Allí nos clasificaban. A la derecha, a la izquierda. A la derecha, los que
podían trabajar aún. A la izquierda, los que no tenían suficiente carne sobre los
huesos, los enfermos, los heridos. A esos se los llevaban. Y unas horas después,
el humo de los hornos crematorios se hacía más espeso. Pero yo, quería vivir.
Me parecía que había dejado algo precioso entre los vivos y que tenía que vivir
para reencontrarlo. Había equipos para sacar los cadáveres de las cámaras de gas.
Yo estaba allí. Escucha, soy yo quien ha hecho eso. Abríamos bocas todavía
calientes, y con las tenazas que habíamos ocultado, arrancábamos los dientes de
oro. Después se los vendíamos a los polacos cuando íbamos a trabajar fuera del
campo, para comprar algo que comer. Era el único medio de prolongar nuestra
vida para pertenecer a la categoría de los elegidos, los judíos todavía capaces de
trabajar. He caído mas bajo que cualquier ser humano. ¿Para llegar aquí he
abandonado a todos los míos que tu padre hizo masacrar? Veo mi vergüenza en
sus ojos. Me siguen. Para deshacerme de esto he venido corriendo hacia ti. Solo
tú podías justificarme.
LENA
Aquí o en otro lugar, los verás siempre, siempre... Y los veré como tú. Estarán
aquí, con nosotros. Nos seguirán, se sentarán a nuestra mesa, se acostarán entre
nosotros en nuestra cama. Nunca más estaremos solos. Vivirán nuestra vida. Tu
madre, que me seguía siempre con la mirada y que temía que os traicionara. Me
aceptó, pero no confiaba en mí. Me vigilaba.
SAM
¡No es verdad!
109. 109
LENA
Sí, es verdad. Pero tú, con tus ojos de hijo amoroso, no podías verlo. Y el
otro, tu hermano, que me odiaba porque una cristiana, como yo, le había dejado
caer. Y Sara, tu hermana, que cantaba, que cantaba y que acunaba sus viejos
trapos. Sus ojos solo vivían de un amor muerto. Acunaba a la muerte, cantaba a la
muerte.
SAM
¿Por qué hablas de todo eso ahora?
LENA
Porque los llevas contigo, porque los traes contigo. ¿No los ves, aquí, en esta
casa donde estoy? Me creía tan lejos… Pero probablemente, para los muertos, no
hay distancia. Me han encontrado.
SAM
¿Por qué no los quieres, Lena ?
LENA
¡No puedo soportarlos a mi alrededor! Y si al menos vinieran solos. Pero
están los otros, los alemanes. Siempre tendrás ante ti el rostro de la guerra. Es el
único rostro que ahora te es familiar. ¿Podrás vivir en una casa en la que las
paredes no se abran? Encontrarás escondites, escondites que te lleven a lo alto,
para huir, escondites que te lleven a lo bajo para descender hasta el infierno. ¿Y
quieres arrastrarme contigo? No, lo rechazo. Quiero la paz, ¡la paz! Me quedo
aquí. Con este hombre simple y bueno que no amo. Mira. Aquí, solo había un
aparador, un aparador ordinario y nada más. Ahora, veo los cadáveres detrás, eres
tú quien los ha traído. Mi casa era como las otras. No escondía nada. La guerra
ha terminado para todo el mundo; ¿por qué no acabará para mí?