El documento habla sobre la fe y la confianza en Dios. Explica que la fe no es creer ciegamente sino confiar en alguien que ha demostrado su amor y bondad. La fe en Dios significa creer que Dios nos ama y nunca nos abandonará, llamándonos a una vida eterna. También discute tres tipos de sed: la sed física que Moisés sació en el desierto, la sed espiritual por Dios que Jesús sació en la mujer samaritana, y la sed de vida eterna que Jesús sació muriendo y res
1. NUNCA MÁS TENDRÁS SED
3R DOMINGO DE CUARESMA – CICLO A
Las tres lecturas de hoy nos hablan de la fe. Se suele pensar que la fe es
creer a ciegas algo de lo que no tenemos certeza, pero no es esta la fe
de la Biblia, ni la del evangelio. Fe es confiar en alguien, y esta confianza
no se fundamenta en el aire, en una idea o en un deseo futuro.
Confiamos en alguien porque sabemos que es digno de confianza,
porque nos ha dado muestras de su amor, de su sinceridad, de su
bondad con nosotros. A partir de esta confianza, podemos esperar que
lo que nos dice o promete es cierto y se cumplirá.
La fe en Dios no se limita a creer que Dios existe. Fe en Dios es creer que
está con nosotros, que está por nosotros y que nos ama. Fe en Dios es
confiar que nunca nos abandona y que, por su amor, nos llama a una
vida eterna. ¿Queremos pruebas? En el desierto, el pueblo de Israel se
amotinaba y protestaba porque pasaba hambre y sed. Moisés,
golpeando la roca con la vara, les mostró que Dios se preocupaba por
ellos y los proveía de agua. Dios no nos abandona en nuestra necesidad.
En su carta a los romanos, san Pablo nos recuerda que Cristo murió por
nosotros, no porque lo mereciéramos, sino por puro amor, porque quiso.
Basta esa prueba de amor para saber que Dios nos llama a una vida
resucitada y eterna, como la del mismo Jesús. ¿Qué sentido tendría, si
no, la vida de Jesús? Con su resurrección, nos abre las puertas del cielo.
Dialogando con la samaritana, una mujer de inquietudes profundas,
Jesús rompe con los prejuicios judíos contra las mujeres y se abre
camino entre los samaritanos gracias a ella. ¿Por qué la mujer cree en
él? Por sus palabras que rezuman vida, sabiduría, una llamada a la unión
con Dios por encima de templos y leyes. Jesús ve más allá de lo visible
y descubre el corazón de las personas, sus anhelos, su sed de
trascendencia, de eternidad. ¿Por qué creen en Jesús los vecinos del
pueblo? Por el testimonio entusiasta de la mujer, primero, y por las
mismas palabras de Jesús, cuando lo escuchan. Aprendamos de esta
mujer su actitud abierta, receptiva, y su pronta disposición a anunciar
una buena nueva. ¡Qué testimonio de apostolado nos da, una sencilla
mujer de pueblo, posiblemente de no muy buena fama! Nada la frenó a
la hora de anunciar al Mesías. Aprendamos también de los samaritanos
de Sicar, que escucharon y acogieron a Jesús como fuente de agua viva.
2. Las tres lecturas de hoy nos hablan también de diferentes tipos de sed.
La primera, en el Éxodo, es la sed más básica. Es la sed física, de
supervivencia, la que debemos saciar pues de lo contrario moriríamos.
Nadie puede vivir más de unos pocos días sin beber agua.
El evangelio nos habla de la sed de Dios. Sed de unión con el Creador,
sed de adoración. La mujer samaritana expresa este deseo. Cuando
Jesús le habla del agua viva ella comprende de inmediato que no se
refiere al agua del pozo, sino a otra agua que sacia los anhelos más
hondos del corazón humano: el deseo de intimidad, de unión amorosa,
de plenitud. Este deseo queda colmado con Dios.
Y san Pablo alude a otro deseo muy antiguo en el ser humano: el ansia
de vida eterna. Desde los inicios de la humanidad el hombre ha intuido
que su alma no puede perecer, como la materia, que tiene que haber
alguna forma de vida más allá de la muerte. Muriendo y resucitando,
Jesús desvela este misterio y nos revela esta otra vida que ya se está
gestando en la tierra: la vida del grano de trigo que muere y estalla en
otra vida, inmensa e inimaginable.
Dios Padre nos ha formado. Él nos conoce y nos ama. Conoce los tres
tipos de sed que nos aquejan y nos envía a su Hijo para saciarlas todas.