1. Quien cree vence al mundo
2º Domingo de Pascua - ciclo B
En las lecturas de hoy vemos dos virtudes entrelazadas: la fe y la caridad. El libro
de los Hechos de los apóstoles nos narra cómo vivían las primeras comunidades:
compartiéndolo todo, ayudándose, no poseyendo bienes propios sino
poniéndolo todo en común. Esta forma de vivir era una consecuencia directa de
su fe en Cristo y su vivencia de la resurrección.
El evangelio nos relata la aparición de Jesús a los once discípulos, presentándose
entre ellos a puertas cerradas. A su sorpresa y su miedo inicial, sigue una inmensa
alegría. Pero todavía no saben cómo explicarse lo que ha ocurrido: sólo saben
que Jesús está vivo, aunque de otra manera.
La incredulidad de Tomás, que está ausente ese día, refleja la actitud de los
mismos discípulos ante las mujeres que regresaron del sepulcro vacío, y es la
actitud que cualquier persona tendría ante un hecho insólito. Si Jesús murió, y
fue sepultado, ¿cómo va a estar vivo? Ni la razón ni la ciencia podrían avalar un
hecho así.
Pero sí la vivencia real: ¡sus amigos lo han visto! Y pocos días después, será el
mismo Tomás quien tendrá que rendirse a la evidencia. Toca mis manos y mis
pies, pon tus dedos en mi llaga, dice Jesús, y no seas incrédulo sino creyente.
La resurrección de Jesús no es un símbolo, ni una leyenda, ni una parábola
teológica. Estos episodios evangélicos, narrados con tanta sobriedad, son
experiencias auténticas, vividas con el asombro y el desconcierto naturales de
quienes han visto morir a su maestro… ¡y vuelven a verlo vivo entre ellos! Jesús
los irá enseñando, poco a poco, para que puedan asimilar lo ocurrido. Tiempo
después, todos se lanzarán por el mundo a comunicarlo y muchos creerán.
Hemos de aprender a aceptar elmisterio,que nos envuelve y que forma el núcleo
de las cosas más importantes de esta vida. Es necesario aprender a aceptar a
Dios, y aprender que para él nada es imposible. Quien lo ha creado todo, ¿cómo
no va a poder resucitar la carne?
Juan evangelista nos dice que ha escrito todos estos signos y señales de Jesús
para que creamos en él y en él tengamos vida. Después, en su carta, detallará
más en qué consiste esta vida. Es la segunda lectura de este domingo, muy densa
teológicamente, que vale la pena leer y meditar despacio.
Todo el que cree en Jesús ha nacido de Dios. ¿Qué significa esto? Que la fe es una
apertura del alma que nos permite acoger la presencia de Dios. Nacer de Dios es
darle un lugar en nuestra vida, pertenecer a él, ser suyos. Y quien nace de Dios
2. tiene una vida con una profundidad y plenitud insospechada. Todo cuanto haga
estará empapado de divinidad.
Pero ¿cómo conocer al que dice que ama a Dios y al que realmente lo ama?
Puede haber mucha fe de palabra, pero poco consistente… Juan nos da la prueba:
quien ama a Dios, cumple sus mandamientos. Quien ama, hace. Obras son
amores y no buenas razones. Amar es actuar de una cierta manera, al modo de
Dios. Los mandamientos, como nos enseña Jesús, se resumen en el amor. Amar
es el oficio de Dios… ¡y el nuestro!
Los mandamientos de Dios no son pesados, porque todo lo que viene de Dios ha
vencido al mundo. ¿Por qué a veces cuesta amar, ser honesto, sincero, no
envidiar y ser generoso? ¿Por qué el bien se nos hace cuesta arriba? Todos
tenemos limitaciones y obstáculos, pero quizás el problema es que no nos hemos
entregado del todo a Dios. No hemos abierto del todo nuestra alma. La luz de su
amor entra por resquicios, pero hay muchas zonas oscuras, muchas reticencias,
mucha obstinación: esto es lo que nos hace difícil amar. El mundo, es decir, la
tendencia al egoísmo, nos pesa y nos dificulta ese amor alegre y valiente, propio
de los santos. Jesús dijo que su yugo era suave y ligero, y Juan nos dice que quien
es de Dios vence al mundo. ¡No hay mal que se le resista! Esta convicción nos ha
de llenar de coraje y ánimo. Nosotros seguimos siendo débiles y fallamos, pero
con Dios todo lo podemos.
Creer es más que creer en la existencia de Dios. Creer es confiar. Creer es contar
con él. Creer es dejarlo todo en sus manos, incluida nuestra vida. Y, con él,
caminar, correr, volar a donde nos guíe el soplo del Espíritu. Creer es dejarse
llevar, sin miedo. ¿Cómo temer al que nos ama más que a su propia vida?
Quien cree en el Hijo del Hombre es el que vence al mundo. Creamos, confiemos,
depositemos nuestra vida, deseos, esperanzas y preocupaciones en manos de
Jesús. Con él venceremos. Con él viviremos resucitados. Y podremos transmitir
esa luz a muchas personas que tienen hambre de esta vida nueva que se nos
ofrece gratuitamente, como el agua y la sangre que fluyen del costado de Cristo:
agua de vida.