Este documento presenta una introducción a un ensayo que examina la política desde la perspectiva de los empresarios del poder. Discute el concepto de exilio político a lo largo de la historia española, donde políticos de diferentes ideologías fueron exiliados en diferentes períodos. También contrasta diferentes tipos de exiliados políticos españoles en Francia y explica cómo el exilio ha sido una tragedia que ha afectado a políticos de todos los colores a lo largo de los siglos XIX y XX en España.
3. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE I)
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De un homenaje, por tardío no menos sentido ni
merecido, al Profesor Santos Juliá, así, en efecto,
nace este ensayo: de que no llegué a tiempo de su
Festschrift. Luego, lo que debía haber sido un
artículo, se convirtió en el libro cuyas páginas abre
el lector. En realidad, un ensayo —no podría ser
otra cosa, en virtud de la variedad de temas que
trata y periodos que recorre. Y como tal debe
entenderse. No es, pues, un trabajo de
investigación sistemático, por más que haya un
acopio, a veces considerable, de fuentes primarias.
Ni lo pretende. En definitiva, se trata de dar vueltas
alrededor de las muchas preguntas y sugerencias
que, de palabra y por escrito, nos ha formulado
Santos Juliá durante tantos años, sin que por ello
se le convierta en víctima inocente de reflexiones
que me son propias.
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4. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE I)
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Estas líneas están también extraídas de —y orientadas por— un trabajo de mayor aliento y amplitud,
que pretende observar la política desde la perspectiva de los (señores) empresarios o profesionales del
poder. Una idea que me asaltó a raíz de algunas preguntas provocadoras de Javier Zarzalejos en torno a
políticas de exclusión. Se trata de un enfoque que rastrea el origen y destino del sistema democrático en
un acuerdo de reglas fijas para resultados inciertos que, a veces, renace de experiencias traumáticas,
pero aleccionadoras —para tomar prestada una reflexión de Prieto. Porque, aseguraba Hayek, los
pueblos aprenden del desastre producido por sus errores, mucho más que [de] la prosperidad —
escribía Cánovas de la misma guisa. Una idea que, al parecer, también expresó Carlos Pellegrini en la
Argentina por la misma época —me sopló mi maestro, y sin embargo amigo, Ezequiel Gallo— si bien
articulándola de manera inversa, aunque no menos contundente: según el fundador del Jockey Club –y
de su biblioteca- las épocas de bonanza son peligrosas, a los efectos que hablamos, porque la gente,
empezando por los políticos, se encuentran con recursos ingentes para financiar disparates.
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5. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE I)
• En mucho de la Europa que vivimos no se
requiere de mayor aparejo para compartir la
citada aseveración. Y, si limitamos la ambición
genérica del sujeto, reduciendo lo de
«pueblos» que propone Hayek a algunos
políticos profesionales en determinados
contextos, que víctimas de sus propios
excesos, rectifican y reflexionan, quizá
podamos articular una propuesta funcional
interesante. Seguramente, Sagasta era un
ejemplo de ello cuando, escribió que una
política de exclusivismo e intransigencia no
puede terminar más que por catástrofes. La
reflexión del político liberal debía llegarle de
largos años de amargas
experiencias, cárcel, persecuciones y…
exilios, para evitar males mayores, como el
que se cumpliera alguna de las condenas a
muerte que pesaban sobre la cabeza de
otrora fogoso revolucionario e impenitente
conspirador.
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6. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE I)
En mucho de la Europa que vivimos no se requiere de mayor aparejo para compartir la citada aseveración. Y, si
limitamos la ambición genérica del sujeto, reduciendo lo de «pueblos» que propone Hayek a algunos políticos
profesionales en determinados contextos, que víctimas de sus propios excesos, rectifican y reflexionan, quizá
podamos articular una propuesta funcional interesante. Seguramente, Sagasta era un ejemplo de ello cuando,
escribió que una política de exclusivismo e intransigencia no puede terminar más que por catástrofes. La
reflexión del político liberal debía llegarle de largos años de amargas experiencias, cárcel, persecuciones y…
exilios, para evitar males mayores, como el que se cumpliera alguna de las condenas a muerte que pesaban
sobre la cabeza de otrora fogoso revolucionario e impenitente conspirador.
Ahora fruncimos el ceño ante las noticias de revoluciones islámicas que comienzan su itinerario en libertad
pero acaban imponiendo la Sharia. Y con razón, desde un punto de vista de la democracia en versión
occidental. Pero olvidamos demasiado pronto que el tránsito a lo que mayoritariamente consideramos hoy la
modernidad política no fue un itinerario corto ni apacible en nuestras sociedades occidentales Basta releer
algo sobre la Inglaterra del seiscientos para matizar severamente nuestro etnocentrismo. Les emigrés no son
sólo figuras de la literatura de memorias de los aristócratas franceses, fino il settecento. Prácticamente, desde
la frustrada fuga de Varennes (1791) –y hasta entrada la III República francesa (1880)- los exiliados son un tipo
social recurrente en el paisaje político y cultural de la Europa continental. Y no sólo en España.
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UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE I)
• Durante mi estancia en El Colegio de España en París apadriné –y algo contribuí también-
un trabajo sobre los exilios españoles en Francia. El propósito de la colección de episodios
que pueblan el citado libro no es la emigración económica que, desde mediados del
ochocientos poblaba la llamada Petite Espagne del barrio de Saint Denis. Dicha colección
de ensayos se centra, por el contrario, en la historia del destierro, del exilio político español
en Francia desde principios del XIX: los trabajos, aventuras, y venturas y desventuras –que
de todo hubo- de los refugiados políticos españoles en la nación vecina.
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UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE I)
• Se trata, en suma, de una serie de historias de vida, de grupos e individuos muy
heterogéneos, de épocas diversas e ideas distintas, procedencias y educación, orígenes
sociales y situación económica muy diferentes. Martínez de la Rosa tenía muy poco que ver
con los cabecillas carlistas que cruzaron la frontera de Valcarlos con el Pretendiente en 1840.
Sagasta, un ingeniero progresista que conspiraba en las afueras de París en 1867, no se
parecía mucho a los encopetados títulos del Partido Moderado, como Cheste o Valmaseda,
que le sustituyeron en el destierro tras la Gloriosa (1868). El exilio de Isabel II en París fue
coetáneo del de Ruiz Zorrilla, pero ambos nada tenían en común; como medio siglo después,
muy poco emparentaba a Unamuno y sus conspiraciones inocentes desde el café de La
Rotonde, en el bulevar Montparnasse, con las actividades violentas de anarquistas como
Durruti.
• Los propósitos y, desde luego, ocupaciones y métodos, de unos y otros también eran muy
distintos. Calzado era un banquero republicano que ayudaba, pero también especulaba, con
la revolución, mientras Salmerón daba clases en la Sorbona y Castelar pronunciaba
conferencias. Eran actividades diversas, aunque no del todo incompatibles. Pero todas ellas
completamente opuestas a los trabajos revolucionarios del general Lagunero, a quien la
policía francesa sorprendió –a pesar de su nomme de guerre (Joaquín Leal)- en el hotel
Calvados, rue Ámsterdam n.º 20, de París, con un alijo copioso de armas –lo mismo que les
ocurriría a algunos pistoleros anarquistas en los años veinte del siglo pasado.
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UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE I)
Todos eran exiliados. Pero algunos eran conspiradores, profesionales de la violencia, cuyas actividades estaban
tipificadas en el código penal de cualquier país occidental. Mientras, otros huían de la persecución política y
buscaban refugio en Francia. No es lo mismo. Sin embargo, unos y otros, conspiradores u refugiados, tenían en
común la tragedia que suele escoltar al exilio: el desgarro del extrañamiento, el drama del desarraigo, la
desorientación ante lo desconocido, el arcano de una lengua diferente, la extrañeza de otras costumbres; con
frecuencia, el rechazo de la xenofobia, la humillación del diferente, las penalidades para subsistir… Y la
nostalgia de la patria negada: un sentimiento que los nacidos tras la posguerra – no digamos, las generaciones
actuales de Erasmus- tenemos que esforzarnos por comprender. A quienes crecimos ya en el trepidante
desarrollo de los años sesenta, nos iniciamos con la Reivindicación del conde don Julián y el gusto por las
Letters del Banco White, pudimos vivir muchos años fuera sin sentir esa angustia del «trasterrado», que decía
Gaos. Y quizá porque podíamos regresar à volonté, nos cuesta imaginarnos ese componente psicológico del
exilio. Pero debemos tratar de representarnos ese sentimiento que llevaba al Profesor Casalduero a considerar
al Cid como ejemplo del primer exiliado, o a los refugiados republicanos en México –no obstante la
generosidad de la acogida y su éxito personal, profesional, y hasta social y económico- a no hacer otra cosa,
como alguno de los personajes del Max Aub, que hablar de la «pérdida de España», tener las maletas siempre
preparadas o, como Prieto, ir al aeropuerto local a ver aterrizar aviones de Iberia.
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A MODO DE INTRODUCCION (PARTE I)
• El destierro, pues, ha sido, en
general, interiorizado por sus protagonistas como
un drama. Si fue así, bastaría el título –y, sobre
todo, las fechas- del trabajo de –Marie-Catherine
Talvikki Chanfreu, «Espagnols en territoire
français de 1813 à 1971», para recibir el impacto
de una tragedia que se extiende por buena parte
de los siglos XIX y XX. En la Fundación José Ortega
y Gasset-Gregorio Marañón se custodia, por
deseo y gentileza de su vicepresidente, Gregorio
Marañón Bertrán de Lis, una colección de papeles
que sus abuelos, don Gregorio Marañón Posadillo
y doña Dolores Moya, fueron recogiendo entre
1936 y 1939, durante su exilio parisino. Una
simple ojeada al índice del trabajo produce la
misma sensación de vértigo y melancolía. El
repaso del citado índice, y la lectura de los
ensayos aludidos, reflejan otro hecho muy
destacable; a saber; que dese principios del XIX y
hasta la muerte del general Franco en
1975, todos los colores políticos están
representados en el exilio.
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UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE I)
La afirmación con que cerrábamos el párrafo anterior
es un hecho que nos conduce a una primera
conclusión inevitable, a la par que incontestable:
durante largos periodos, entre 1813 y 1975, los
políticos españoles se exiliaban unos a otros. Un
panorama, por cierto, presente de tiempo inmemorial
y no muy distinto del que, al parecer, existió en la
Grecia pre-democrática, entre los siglos VII y VI, antes
de nuestra era, en que los autócratas o «tiranos» se
sucedían unos a otros en el exilio y el poder. Así pues,
como más que de ciudadanos de a pie el asunto va de
políticos, me propongo observar el fenómeno desde
su punto de vista: el de los señores del poder, en otro
tiempo; de los políticos profesionales o empresarios
del poder, en la edad contemporánea.
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UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE I)
• Que los profesionales productores y acaparadores del poder padecieran
los excesos de su propia soberbia e incontinencia no debiera producirnos
gran desasosiego. De hecho, la democracia clásica inventó el ostracismo
como un juicio de intenciones para apartar de la ciudad a los políticos
sospechosos de «tiranía». El ostracismo y sus efectos, aun cuando
inimaginable en un sistema garantista como el nuestro, nos conduce a la
constatación de algunos hechos fascinantes para el hilo y madeja de
nuestra historia. En primer lugar, con el ostracismo los clásicos establecen
una relación dialéctica entre poder arbitrario y cambio violento, exilio y
democracia. En segundo lugar, el ostracismo fue una manera, todo lo
injusta que se quiera a nuestros ojos, pero una forma de evitar los viejos
conflictos violentos entre familias aristocráticas; en definitiva, un
instrumental democrático para cercenar de raíz ambiciones autocráticas,
controlando y reduciendo el exilio a políticos individuales, peros sin
implicar a un número crecido de seguidores que pudieran reproducir el
ciclo político catastrófico de la stásis pre-democrática: autocracia-exilio-
revolución. De esta suerte, el destierro reducido y singularizado de
políticos –y sólo de ellos- se perfila, a un tiempo, como la consecuencia
histórica de un poder arbitrario y descontrolado, la condena preventiva de
un delito de tiranía y la prevención de stásis, reduciendo el destierro a
determinados señores del poder para evitar que arrastraran al exilio a sus
correligionarios y numerosos ciudadanos simpatizantes
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UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE I)
En el mundo moderno –en que nos protegen derechos
fundamentales, con garantías individuales que
excluyen juicios de intención, salvedad hecha de los
mediáticos- sin embargo, los políticos profesionales
han provocado la expulsión de grupos crecientemente
numerosos de ciudadanos, consumidores de voto y
derechos. Así lo corroboran las interminables
columnas de refugiados dirigiéndose a la frontera
francesa al final de la Guerra Civil, proyectando
escenas desgarradoras –que ilustran y se resumen en
la fotografía terrible del niño cojo, apoyándose en una
muleta, y la cara medio barbada, macilenta y
demacrada de Antonio Machado- cuyo final de
capítulo, y comienzo del exilio, son las escenas
estremecedoras –escribía Azaña- «de los gendarmes y
los senegaleses, dando caza al español fugitivo», hasta
terminar en los campos de concentración de Saint
Cypriens, Le Vernet, Arlés y Bacarés, entre otros: en la
primavera de 1939, la población de refugiados
hacinada en los campos franceses al aire libre
alcanzaba la cifra de 236.000 personas.
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UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE I)
Al parecer, pues –y formulado en jerga de politólogos-
demasiados regímenes y sistemas políticos españoles
de la edad contemporánea confundían competencia
con pendencia, generando una reducida capacidad de
integración. La pregunta inevitable reaparece al
doblar esta esquina del discurso: ¿es el caso español
una rareza en el contexto occidental?; ¿o, más bien, el
desarrollo de sistemas integradores también es en
muchos otros lugares penoso, prolongado y complejo?
A los efectos, quizá fuera pertinente recordar que
John Locke, uno de los padres del liberalismo y la
tolerancia, falleció en su exilio holandés.
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15. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE I)
La otra cara de la cuestión, que también resulta
intrigante, al tiempo que ilustrativa, es la de los
orígenes, características y peculiaridades que
presentan los sistemas representativos con alta
capacidad de integración. Porque esos períodos de
integración, en lugar de expulsión, existen fuera, pero
también dentro de España: de hecho, los sistemas de
integración, que también son importantes y
prolongados –y en los que debemos buscar una
explicación de su éxito, no menos que del fracaso de
los otros- se localizan en determinados períodos de la
época isabelina, en los primeros años del Sexenio y
durante la Restauración, a comienzos de II República y,
sobre todo, en el prolongado período actual abierto
por la Transición.
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UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE I)
El problema es que estos sistemas de integración,
que se alimentan de una cultura de moderación,
de la idea de que las cosas en general, y la
gobernación, en particular, tienen límites y
medida –díke y metrón, que decían los antiguos-
sistemas que se nutren de la aceptación del
pluralismo y la tolerancia de lo diverso, son –la
idea es orteguiana- un artilugio de la cultura; es
decir, artificiosos, ya que no artificiales: en suma –
y en palabras de Ignace Lepp- «una conquista
sobre la naturaleza», sumamente funcional. Pero
difícil de lograr. Porque la democracia –escribió
Edgar Allan Poe, que la celebraba -is an unnatural
system, en cuanto que la primera inclinación de
toda la humanidad- nos asegura Hobbes con
énfasis- es un perpetuo e incansable deseo de
conseguir poder. Se entiende que poder sobre
otras personas: a decir de Max Weber, «la
probabilidad de imponer la propia voluntad,
dentro de una relación social». A los efectos –nos
recuerda Marina – los escolásticos distinguían
entre «poder monástico» (o solitario) y «poder
político», que domina a otros y que es
propiamente el referente de este ensayo
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17. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE I)
• . Y, en este sentido, parece que lo «natural»
es menos la moderación que la tendencia a lo
absoluto: porque –la reflexión es de Adam
Smith- a los productores (de bienes) no les
gusta el mercado, la concurrencia de, y
competencia con otros actores. Tienden al
monopolio. De igual modo, se diría que a los
políticos profesionales, productores de
poder, tampoco les gusta la oposición:
tienden al poder absoluto, a la
hegemonía, cuando no a la omnipotencia.
Y, desde luego, su oficio consiste en
maximizar poder.
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18. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE I)
Este texto es la transcripción de la primera
parte del capitulo “Una explicación a modo de
introducción” del libro Señores del Poder y de la
Democracia de José Varela Ortega
Pontevedra, 15 de Mayo de 2013
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