Texto de la conferencia de Carlos Barros en la XXXII Semana de Estudios Medievales sobre “La herencia medieval en la identidad territorial española”. Nájera, La Rioja, 26 de julio de 2022; publicado en: “Prisciliano, hechos y mitos”, Actas de la XXXII Semana de Estudios Medievales sobre “La herencia medieval en la identidad territorial española” (Nájera, La Rioja, 26 de xullo de 2022), Logroño, 2023, pp. 25-80 (https://acrobat.adobe.com/link/review?uri=urn:aaid:scds:US:a9934706-be06-3204-bedb-31
Estas son las escuelas y colegios que tendrán modalidad no presencial este lu...
Prisciliano, hechos y mitos
1. Prisciliano de Gallaecia,
hechos y mitos*
Carlos Barros
Prisciliano, y el priscilianismo, constituyen uno de los
hechos históricos más relevantes de la historia de
Gallaecia -provincia romana que precede a Galicia- en el
tránsito de la Antigüedad a la Edad Media, siglos IV- VI,
junto con la invasión sueva que da origen al Reino de
Galicia.
Vida
Las noticias escritas sobre Prisciliano, finalmente
obispo de Ávila, son en su mayoría tardías, datan de los
cinco años anteriores a ser degollado en 3851
. La fuente más
directa es la Chronica, escrita en 404, de Sulpicio Severo
(biógrafo de San Martín de Tours), teóricamente neutro:
“me desagradan tanto los reos como los acusadores”, los
*
Texto de la conferencia de Carlos Barros en la XXXII Semana de Estudios Medievales
sobre "La herencia medieval en la identidad territorial española". Nájera, La Rioja, 26 de
julio de 2022.
1 Fue el primero “hereje” condenado a muerte por el brazo secular a demanda de un sector
de la Iglesia hispana tenido por oficial.
2. también obispos hispanos Itacio y Idacio2
. Echa una de
cal y otra de arena, retratando a Prisciliano como “de
familia noble, muy rico, enérgico, inquieto, elocuente,
instruido por la mucha lectura, muy presto para la
disertación y el debate, un hombre ciertamente de éxito,
si no hubiera corrompido su extraordinario talento con
malas aficiones”3
. Su obra y vida confirman esas virtudes
y otras más, asegura con admiración: ascetismo4
, honradez
y valentía. Lo que no se podía decir de su perseguidor
Itacio: “no tenía nada de valor, nada de santo, pues fue
audaz, locuaz, desvergonzado, derrochador, y muy dado a
los placeres del vientre y de la boca”. Sulpicio odiaba este
obispo del Algarve que “había llegado a tal grado de
necedad que incriminaba a todos… se atrevió, el miserable,
a acusar abiertamente de hereje al obispo Martín, varón
enteramente digno de ser comparado con los apóstoles”5
.
Igual que Prisciliano, San Martín de Tours había iniciado su
andadura como asceta6
, y se había opuesto, al tiempo que
San Ambrosio de Milán y el Papa Siricio7
, a su ejecución
2 Publica José FREIRE CAMANIEL, Gallaecia. Antigüedad, intensidad y organización
de su cristianismo (Siglos I-VII), A Coruña, 2013, p. 278.
3 op. cit., pp. 272-273.
4 “podías ver en el muchas buenas cualidades espirituales y corporales. Podía
mantenerse en vela durante mucho tiempo, y soportar el hambre y la sed, era poco deseoso
de poseer y muy parco en el gastar”, loc. cit.
5 op. cit., p. 278.
6 También fue asceta el mismo Severo, su biógrafo, Francisco J. SALMONTE,
“Cristianismo y aculturación en tiempos del Imperio Romano”, Antigüedad y
Cristianismo, Murcia, VII, 1990, p. 278.
7 Andrés OLIVARES, “Actitud del Estado romano ante el priscilianismo”, Espacio,
Tiempo y Forma. Serie II. Historia Antigua, Madrid, Tomo 14, 2001, p. 122;
Martín, Ambrosio y Siricio protestaron por la muerte cruel de Prisciliano, probablemente
3. por el poder civil a partir de las denuncias del corrupto
Itacio, obispo de Faro en Lusitania.
Se considera que Prisciliano nació pagano cara los
años 40-45 del siglo IV8
, convirtiéndose al cristianismo,
principia su apostolado como laico en la segunda mitad del
siglo IV9
, dos décadas antes de su ajusticiamiento en
Alemania. De formación autodidacta, ejemplar en su
ascetismo a pesar de sus riquezas, gran lector y convincente
hablador, hace crecer un movimiento religioso de base en
Gallaecia, ganando fuerza inclusive entre los presbíteros y
eligiendo obispos. El priscilianismo rematará por
extenderse progresivamente a las provincias romanas
vecinas de Lusitania, Bética, Tarraconense y Cartaginense,
hasta Aquitania, lo que alarma considerablemente a los
obispos de Lusitania, Itacio de Faro e Idacio de Mérida,
que consiguen cierto apoyo de la fracción niceana de la
Iglesia romana, dentro y fuera de las Hispanias.
Doce años después de la conversión del Imperio al
cristianismo, se celebra el Concilio de Nicea (325), donde
se establece una alianza entre poder político y poder
eclesiástico que busca imponerse sobre las comunidades
cristianas salidas de la clandestinidad, potenciando una
Iglesia jerárquica y dogmática en la parte occidental del
acompañada de torturas, de la mano del Emperador, pero igual lo condenaron como
hereje…
8 E. - Ch. BABUT, Priscillien et ee priscillianisme, Paris 1909, 251-252; Francisco DÍEZ
DE VELASCO, “Prisciliano: santo o diablo", Autoridad y autoridades de la iglesia
antigua. Homenaje al profesor José Fernández Ubiña, Granada, 2017, p. 223.
9 “Actitud del Estado romano ante el priscilianismo”, p. 115.
4. Imperio frente a resistencia de un cristianismo originario y
apostólico en el que debemos encuadrar al priscilianismo.
En ausencia de los obispos próximos a Prisciliano, se
atacan en el Concilio de Zaragoza (380), sin nombrarlo, sus
formas comunitarias y laicistas de religiosidad exigiendo
más disciplina eclesiástica, vertical y canónica. Prisciliano
se deja convencer por los obispos priscilianistas, Instancio
y Salviano, que lo nombran obispo de Ávila aprovechando
una vacante, con el fin de poder así defenderse mejor10
. La
recia lucha entre los obispos por la orientación de la Iglesia
hispana lleva a Prisciliano, y a los suyos, a una amarga
peregrinación por los centros de poder dónde podía
dilucidarse su futuro11
: Roma, donde el Papa Dámaso no
quiso recibirlos, y Tréveris, donde residía el emperador
Máximo, “tirano” que llegó al poder dando un golpe militar
y anhelaba el sostén de la Iglesia jerárquica para
consolidarse, asumiendo la denuncia por maleficium
(brujería12
) que Itacio y sus cómplices hispanos13
, y
germanos, inventaron para poder aplicarle la pena de
muerte a Prisciliano y sus correligionarios que lo
acompañaron a Alemania, lo que horrorizó a la Cristiandad
pero sirvió de escarmiento para otros grupos que
10 El priscilianismo practicaba en la Gallaecia una suerte de entrismo en las modestas
estructuras eclesiásticas, que se va a acentuar conforme se sienten agredidos por su
manera “simplista” -les decían- de vivir el cristianismo.
11 En el camino pasaron por Burdeos (Aquitania, sur de la Galia), donde (según Babut,
loc. cit.), Prisciliano había ido años atrás a completar su formación teológica, tachada de
heterodoxa por los niceanos.
12 Gallaecia. Antigüedad, intensidad y organización de su cristianismo (Siglos I- VII),
p. 279, n. 1076.
13 Terminaron mal: Itacio fue expulsado de su obispado e Idacio de Mérida tuvo que
dimitir, según Sulpicio Severo, José FREIRE CAMANIEL, op. cit., p. 281.
5. impugnaban, en la teología y en la práctica, el credo
niceano.
Los cuerpos supliciados de Prisciliano y sus amigos,
volvieron a Gallaecia, por iniciativa al parecer de Sinfosio
obispo priscilianista de Ourense14
, donde fueron enterrados
con gran pompa y venerados cómo santos y mártires: “los
cuerpos de los ejecutados fueron llevados a las
Hispanias, y sus entierros fueron celebrados con grandes
exequias. Es más incluso jurar por Prisciliano se
consideraba de la mayor devoción”15
. Mientras tanto tienen
lugar los concilios condenatorios de la Iglesia oficial
(primero Toledo I, 400; mucho después, Braga I, 561, y
Braga II, 572), el priscilianismo se hace hegemónico en
Gallaecia entre creyentes, sacerdotes y obispos, que
guardarán durante dos siglos encendida la llama sagrada de
Prisciliano, gracias -todo hay que decirlo- a la tolerancia y
el amparo de los invasores suevos de 411, paganos y así
mismo herejes (arrianos), hasta su conversión definitiva al
catolicismo en el año 555. Seguida de la integración de la
Gallaecia sueva en el Estado punitivo de los visigodos en
585. En esta segunda mitad del siglo VI, se enmarca la
decisiva intervención religiosa y política de San Martín de
Dumio16
contra un priscilianismo preponderante -y la
superstición y el paganismo campesino, con menos éxito-
con el soporte de los ahora Reis suevos católicos romanos.
14 Henrique FLÓREZ, España Sagrada, IV, 1859, p. 310.
15 Crónica de Sulpicio Severo, trad. de José FREIRE CAMANIEL, op. cit., p. 281.
16 Andrés OLIVARES, “Prisciliano entre la ortodoxia y la heterodoxia. Influencia del
ambiente político y religioso en la evolución histórica del priscilianismo (ss. IV- VI d.
C.)”, Revista de Ciencias de las Religiones, vol. 7, 2002, pp. 114-117.
6. Concilios
El origen, desenrollo y declive del movimiento
priscilianista -galaico, hispano y europeo- es signo, causa y
consecuencia de un contexto histórico único: la decadencia
de Roma y las invasiones germánicas, y el tránsito de un
cristianismo primitivo hacia una niceana Iglesia
institucional que supo arrimarse primero al poder romano,
en aquel momento en caída libre, y luego al emergente
poder monárquico de los germanos17
. De forma que los
partidarios como Prisciliano -y otros a lo largo de la Edad
Media- de seguir el ejemplo original de la vida evangélica
procuraron el calor popular18
, igual que Jesús en su tiempo,
para enfrentarse a una nueva alianza conservadora de los
poderes político y eclesiástico.
En ningún lugar de Europa se dio, entre los siglos IV
y VI, tan dura y dolorosa batalla entre el modelo
comunitario del cristianismo apostólico y el modelo
jerárquico del cristianismo dogmático. Pensamos que el
quid del conflicto priscilianista está -más que en la teología-
en la libre manera que tenían los priscilianistas de vivir la
fe cristiana, ajena a cualquier disciplina externa. En las
comunidades de base priscilianistas, continuación del
cristianismo anterior a la decisión del emperador
17 Lo que permitió a la Iglesia actuar históricamente como un puente cultural entre la
Antigüedad y la Edad Media, así como formar parte después del sistema feudal como
parte esencial de la nueva clase señorial.
18 Abilio BARBERO, “El priscilianismo: ¿herejía o movimiento social?”, Conflictos y
estructuras sociales en la Hispania antigua, Madrid, 1977, p. 77-114.
7. Constantino de oficializar en 313 la religión de Jesús, los
obispos ejercen de representantes o administradores
comunitarios19
, más que de autoridad político-eclesiástica.
Solamente así se entiende la extrema dureza de la reacción
oficial a la luego denominada herejía priscilianista,
severidad desconocida desde los tiempos de las
persecuciones del poder romano, cuya memoria estaba
todavía viva a finales del siglo IV.
Cuando aún se consideraba ortodoxo a Prisciliano, la
Iglesia niceana hispana estima anatema, sin nombrarlo, en
el Concilio de Zaragoza (380), cuatro asuntos sobre las
formas de la religiosidad priscilianista: mujeres, ascetismo,
liturgia y laicismo, por este orden. El patriarcalismo
paulista de la Iglesia oficial, en proceso de formación,
constituye una parte principal de su dimensión jerárquica.
Exige el primer concilio anti-priscilianista “que las mujeres
fieles no se mezclen en los grupos de otros hombres que no
sean sus maridos”20
, prohibiéndoles asistir a las reuniones
comunitarias, también que puedan “aprender o enseñar” los
evangelios21
. Los ayunos del ascetismo priscilianista
resultan asimismo condenados al estar originados en la
“persuasión de otros o por superstición”, fuera de las
iglesias y de sus fechas señaladas para ello (Cuaresma,
sábados). Los obispos hispanos reunidos en Zaragoza
19 De ahí viene la proliferación de obispos como característica del priscilianismo, Manuel
C. DÍAZ y DÍAZ, “Orígenes cristianos de Lugo”, Bimilenario de Lugo, Lugo, 1977, p.
245.
20 Véase la nota 38.
21 Canon I del Concilio de Zaragoza, Concilios visigóticos e hispano-romanos, José
VIVES, edit., Madrid, 1973, p. 16; sobre el papel de las mujeres en la transmisión oral de
priscilianismo, véase la nota 49.
8. desautorizan, así mismo, a las comunidades cristianas que
no siguen “el ejemplo de los obispos” [niceanos] y se juntan
en los montes “o en las haciendas ajenas para celebrar
reuniones”. Remata el canon I: “todos los obispos [los
priscilianistas no asistieron, recordemos] dijeron: Sea
anatema quien esto hiciere”22
. Los acusan también de
comulgar y celebrar Navidad y Reyes fuera de los edificios
de las iglesias: “ni se oculte en su casa, ni se marche a su
hacienda, ni se dirija a los montes, ni ande descalzo23
, sino
que asista a la iglesia”24
.
A fin de imponer una disciplina jerárquica, inédita en
la Gallaecia atlántica, amenazan los asistentes al Concilio
de Zaragoza a los obispos no oficiales con la excomunión,
si admitían en sus diócesis a “aquellos que por medida
disciplinar o sentencia de su obispo han sido separados de
la Iglesia”25
. Por último: “que nadie se llame doctor, sin
tener ese título”. Referencia evidente al propio Prisciliano
y demás laicos priscilianistas que dirigían, como el
fundador, lecturas colectivas y predicaban a la gente.
Existían, por tanto, en el noroeste peninsular, en la
segunda mitad del siglo IV, dos alternativas de religiosidad
y modelo de Iglesia cristiana muy diferenciadas: una de
influencia laica en contacto con la naturaleza, igualitaria y
democrática, y otra más jerárquica y vertical, aunque
22 Canon II del Concilio de Zaragoza, loc. cit.
23 Costumbre priscilianista aún practicada hoy en día en las procesiones populares en
Galicia; lo verifiqué yo mismo no hace mucho en la procesión nocturna de la Virgen del
Gundián en la parroquia de Ponte Ulla, cerca de Compostela.
24 Cánones III y IV, op. cit ., p. 17.
25 Canon V, íbidem.
9. marginal en la Gallaecia priscilianista, durante el reinado de
los suevos arrianos.
Veinticinco años después de las ejecuciones de los
líderes priscilianistas por parte del tirano Máximo tiene
lugar, en el año 400, el primer Concilio hispano de Toledo
para hacer frente a la amenaza redoblada que suponía la
fulgurante expansión en la Gallaecia occidental de la
devoción a Prisciliano y los mártires de Tréveris. Los
obispos de las otras cuatro provincias peninsulares redactan
unos “artículos de la fe católica contra todas las herejías,
y sobre todo contra los Priscilianos” (ahora nombrados
explícitamente), que fueron enviados por medio del Papa
León a Balconio “obispo de Gallaecia”, donde reinaba el
priscilianismo.
La declaración de Toledo, acerca de los “errores de la
secta de Prisciliano”26
, contiene catorce cánones de
anatemas teológicos de carácter dogmático y cuatro más
sobre religiosidad priscilianista (que podemos sumar a los
cuatro ya citados del precedente Concilio de Zaragoza), que
pasamos a resumir: a) contra la creencia en la “astrología y
las matemáticas”27
(canon XV); nada se dice del
maleficium (brujería), que había sido utilizado como
pretexto para aplicar las penas de muerte en Alemania; b)
contra los que optan por el celibato siendo laicos (sobre
aquellos que dicen que los “matrimonios... lícitos... son
execrables”, canon XVI); c) contra el vegetarianismo (los
que dicen que “debe uno abstenerse de las carnes de las aves
26 Concilios visigóticos e hispano-romanos, pp. 25-28.
27 La astrología y la numerología fue tolerada durante toda la Edad Media, fue incluso
practicada por cristianos ilustres.
10. o de los animales”28
, canon XVII); d) contra la forma de
administrar el bautismo (distinta de Roma, canon XVIII)29
.
Disposiciones anti-priscilianistas que no llegaron a
aplicarse, ya que poco después los suevos destruyen la
administración romana en la ex-provincia Gallaecia,
constituyendo en su lugar el primer Reino medieval de
Galicia.
La Iglesia galaico-prisciliana estará a continuación
nada menos que un siglo y medio fuera de la autoridad de
Roma y de los obispos de las restantes provincias
peninsulares, que siguen reuniendo concilios hispanos, sin
la Galicia suevo-prisciliana. Con la conversión al
catolicismo del Rey suevo Carrarico hacia 555, y la llegada
a Braga -capital del Reino suevo de Galicia- de Martín de
Dumio (también llamado Martín de Braga), recomienzan
como hemos visto, con denodado vigor, las condenas
sumarias del cristianismo galaico “de los Priscilianos”. En
561 tiene lugar el Concilio de Braga I, el primero en la
propia Gallaecia. después el martirio de Prisciliano,
amparado por la monarquía católica sueva y organizado por
Martín Dumiense.
Se juntan con Martín en la Iglesia metropolitana de
Braga ocho obispos “de la provincia de Gallaecia... por
mandato del antedicho gloriosísimo rey Ariamiro”, porque
“hace ya mucho tiempo... deseábamos celebrar una
asamblea episcopal de todos nosotros... por incuria del
tiempo transcurrido”. Acordando que si bien “hace ya
28 Entendían que el mundo y los animales eran creación del Diablo.
29 Concilios visigóticos e hispano-romanos, p. 28.
11. algún tiempo que la peste de la herejía de Prisciliano fue
descubierta y condenada en las provincias de España...
explíquese aún con más detalle a los hombres ignorantes,
que habitando en el mismo fin del mundo [in ipsa
extremitate mundi] y en las últimas regiones30
de esta
provincia... en estas regiones se extendía el veneno de la
nefanda herejía priscilianista”31
. Corroborando la
hegemonía del priscilianismo en los conventos, bracarense
y lucense, que juntos definirán los límites del Reino
medieval de Galicia.
Se leen a continuación los cánones del Concilio anti-
priscilianista de Toledo realizado 161 años antes, después
del largo paréntesis de los suevos arrianos, confirmando la
extraordinaria vigencia secular del movimiento
priscilianista en la parte más extrema de la provincia de los
gallaeci. Y luego proponen los obispos presentes en Braga
sus propios 14 capítulos, con clara intención punitiva: “para
que cualquier clérigo o monje o seglar, que se descubriese
que todavía cree o defiende algo semejante, sea amputado
del cuerpo de la Iglesia católica inmediatamente, como
miembro totalmente podrido”32
. Las amenazas iban
dirigidas, ante todo, a la parte más ilustrada y sacerdotal de
las comunidades priscilianistas, incluidos los laicos que
predicaban, cantaban y daban misa33
.
30 Descripción semejante a la empleada por Orosio para situar el Monte Medulio en la
Galicia atlántica.
31 Concilios visigóticos e hispano-romanos, pp. 65-67.
32 ídem, p. 67.
33 Todavía en el renovador Concilio Pastoral de Galicia de 1976, se acordó elaborar un
censo de 250 santuarios en el arzobispado de Santiago de Compostela, “procurando no
12. En primer lugar, como siempre tratándose de niceanos,
la doctrina: procuraban los ortodoxos de Braga para mayor
eficacia relacionar las “desviaciones” priscilianistas con
herejías contemporáneas conocidas, desprestigiadas y
perseguidas, como el gnosticismo y el maniqueísmo. Así
claman anatema contra el concepto unionista de la
Santísima Trinidad de Prisciliano, donde Padre, Hijo e
Espíritu Santo son una misma cosa: Dios34
. Los hombres -
decían los priscilianistas- están hechos de cuerpos físicos y
almas divinas, los primeros están hechos por el Diablo35
(igual que los animales36
), por lo que es preciso mortificar
la carne humana con los ayunos, huyendo de la sexualidad
y rechazando alimentarse con la carne impura de otros seres
vivos37
.
La división maniquea del mundo, el ascetismo y el
celibato, son desde luego anteriores al priscilianismo y
seguirán estando presentes durante siglos en la Iglesia
medieval, cohabitando con su parte más mundana, rica y
pecadora. Otra cosa es -vociferan los niceanos- que
pretendan ponerlo en práctica, fuera de la disciplina
preterir las costumbres populares aunque se realicen al margen de la liturgia de la Iglesia”,
Juan José CEBRIÁN, Santuarios de Galicia, Santiago de Compostela, 1982, pp. 6-7.
34 Ratificado por los “Cánones de las cartas del apóstol Pablo”, I, III y XVI, en lo tocante
la divinidad de Jesús, Prisciliano, Tratados y Cánones, Bartolomé Segura edit., Madrid,
1975, pp. 129-130.
35 En el Tratado V sobre la Génesis, Prisciliano niega categóricamente esta afirmación
del I Concilio de Braga, donde se ataca a los que justifican el pecado “atribuyendo al
diablo la creación de su cuerpo”, Prisciliano de Ávila. Tratados, Manuel J. Crespo, edit.,
Madrid, 2017, p. 194.
36 Tratados I.7.26 (seguiremos para citar los Tratados de Prisciliano la edición crítica
recientemente publicada de Manuel J. Crespo).
37 Concilios visigóticos e hispano-romanos, pp. 67-68.
13. romana, seglares apoyados por comunidades de creyentes,
clérigos y obispos descarriados, después de la bendecida
oficialización del cristianismo como religión del Imperio en
sus horas más bajas, lo que facilitó cierta continuidad del
cristianismo primitivo.
Los obispos galaicos post-priscilianistas del I Concilio
de Braga aprovechan, por supuesto, para censurar una vez
más la astrología y el zodíaco, que Prisciliano -decían-
vinculaba con las diferentes partes del alma y del cuerpo
humanos; así como la condena del matrimonio por parte de
los priscilianistas más rigurosos; la abstención de comer
carne; los severos ayunos fuera de la disciplina oficial o la
confraternidad entre hombres y mujeres que no eran
parientes, prohibición ahora destinada a clérigos y
monjes38
. El objetivo capital de los Concilios de 561 y 572
era la corrección de la parte sacerdotal de la Iglesia galaica,
formada de manera endógena con criterios priscilianistas en
los tiempos suevos.
Imponer de manera tardía una disciplina eclesiástica
de raíz niceana entraña, primeramente, separar netamente
los clérigos de los laicos, dentro y fuera de Iglesia.
Comenzado por la forma de vestir y llevar el pelo. Quieren
obligar a los lectores a que no canten en la iglesia “en traje
seglar ni dejarse crecer el bigote... ni se dejen rizos al estilo
38 ídem, p. 69; la censura de la convivencia igualitaria de hombres y mujeres en las
ceremonias priscilianas galaicas, enlaza así con lo que será ulteriormente la reiterada
“condena” medieval de las barraganas de los clérigos; ya el perseguidor Itacio
consideraba en Tréveris la mezcla de hombres y mujeres como algo “deshonesto” y
“obsceno”, por mucho que entrara en contradicción con la probada abstemia sexual de los
priscilianistas más comprometidos.
14. profano” (Braga I)39
. “Del corte de cabello de los clérigos:
No conviene que los clérigos lleven el pelo largo y oficien
de este modo, si no con el pelo cortado y descubiertas las
orejas, y a imitación de Aarón vistan el traje talar para que
de este modo lleven el traje conveniente” (Braga II)40
. Sin
embargo, siglos después, en la Galicia medieval, y par tout,
Cristo y los apóstoles aparecen representados con melenas,
barba, bigotes, rizos y túnicas de seglares pobres, como los
justos priscilianistas de la Galicia sueva: victoria póstuma
de los mártires de Tréveris jamás reconocida.
También ordenan en los concilios bracarenses que “no
se cante en la iglesia ningún otro cántico” o “composición
poética” que no sean los textos del Viejo y Nuevo
Testamento (Braga I)41
. Se repite la exigencia once años
después: “No está permitido recitar salmos poéticos en la
iglesia ni leer libros apócrifos. No conviene recitar en la
iglesia salmos compuestos por particulares y de uso entre el
vulgo, ni leer libros que están fuera del canon, sino
solamente los canónicos del Viejo y Nuevo Testamento”
(Braga II)42
. Comienzo, pues, de una pretendida escisión
entre el “vulgo” y la Iglesia. que no llegó a implementarse
del todo en la Edad Media, y será tarea prioritaria de la
contrarreforma católica en los tiempos modernos.
39 Concilios visigóticos e hispano-romanos, p. 72.
40 Canon LXVI, ídem, p. 102; sesenta y un años después el problema continuaba: el
Canon XLI sobre la tonsura del IV Concilio de Toledo (633), censura como “los lectores
en la zona de Galicia... dejando largos los cabellos, al modo de los seglares... pues este
fue el uso de los herejes en España”, ídem, p. 206.
41 Idem, p. 73.
42 Idem, p. 102.
15. Se prohíben asimismo los ritos que, en la tradición
priscilianista, tenían lugar a campo abierto: “Que no está
permitido celebrar la misa sobre la tumba de los
muertos. No está bien que clérigos ignorantes y osados,
trasladen los oficios y distribuyan los sacramentos
en el campo sobre las tumbas” (Braga II)43
. La Iglesia post-
priscilianista se encierra dentro de los edificios,
relacionándose con la cultura popular desde fuera y desde
arriba, persiguiendo el aislamiento de los priscilianistas más
señalados, al tiempo que combate en general las
supersticiones vulgares y paganas. Discriminar clérigos de
laicos, elites de gente común, era la vía para derrotar lo que
quedaba de la Iglesia priscilianista, lo consiguieron muy
relativamente…
La pervivencia de los hombres-santos priscilianistas,
que no habían querido hacerse clérigos, se ve claramente,
casi doscientos años después de la muerte de Prisciliano, en
el Canon LXX do II Concilio de Braga (572): “No está
permitido a los clérigos y católicos legos [laicos] recibir
eulogias [bendiciones] de los herejes, ni orar con
ellos...” Ya que “se trata más bien de maldiciones que
de bendiciones”44
. Resulta evidente que los cristianos
gallegos de mediados del siglo VI, clérigos y laicos,
continuaban creyendo en la autoridad espiritual de los
priscilianistas más rigurosos, en competencia con la nueva
Iglesia institucional que Martín de Braga y sus obispos
querían fortificar, en radical oposición a la tradición
43 Ibidem.
44 Idem, pp. 102-103.
16. priscilianista del cristianismo gallego más añejo, buscando
romper su íntima conexión con las culturas laica y popular.
La tarea histórica de San Martín se complementa con
la contienda así mismo frontal y paralela con la cultura
popular, pre-cristiana y pagana, que la primera
cristianización (priscilianista) de la Gallaecia supo tolerar.
Después de los dos congresos bracarenses el obispo Martín,
que había venido de la Panonia centroeuropea a poner orden
en la Gallaecia de “los Priscilianos”, publica De correctione
rusticorum (574) para extirpar, además de la “herejía”
priscilianista, las supersticiones y el paganismo de la gente
común, cuestión a la que ya habían dedicado los cánones
LXXI-LXXV del II Concilio de Braga (572). Determinando
con un “no es lícito” que los cristianos: metan en sus casas
adivinos, acudan a hechiceros45
o se purifiquen como los
paganos (LXXI); sigan las tradiciones de los gentiles,
teniendo en cuenta los elementos, el curso de la Luna, las
estrellas y los astros, para casarse, construir una casa,
sembrar o plantar (LXXII); celebren fiestas romanas, o ritos
paganos como poner hojas de laurel en las casas nuevas46
(LXXIII); o cojan hierbas medicinales para hacer
encantamientos (LXXIV). Añaden al final otra prohibición
45 En el IV Concilio de Toledo de 633, sigue habiendo un canon específico (número
XXIX) sobre Los clérigos que consultan a los magos y adivinos, a quienes se les quiere
encerrar en monasterios (leve castigo comparado con lo que se hizo, sin prueba alguna,
con Prisciliano y sus compañeros): “sí se descubriese que algún obispo, presbítero o
diácono… consultaba magos, hechiceros, adivinos, agoreros, sortílegos, o los que
profesan artes ocultas…”, ídem, p. 203.
46
Costumbre todavía hoy viva en el mundo rural y los alrededores de las ciudades en
Galicia.
17. de género: que las mujeres cristianas no usen fórmulas
supersticiosas para tejer la lana (LXXV)47
.
Como es sabido muchas de estas tradiciones populares
denunciadas en el siglo VI por Martín de Dumio,
perduraron en Galicia durante siglos, fuera y dentro de la
Iglesia, que las consiente, cuando no las practica (magia
blanca). Dicho de otro modo, el triunfo de la segunda y
definitiva cristianización del Reino de Galicia, durante la
Edad Media, fue justamente factible porque fue sincrética:
cristianizaron masivamente los lugares, ritos y costumbres
anteriores. Con su relativo sincretismo Prisciliano fue, sin
lugar a duda, un adelantado a su tiempo. Pagando con su
vida el retraso de dos siglos en la instalación en la Gallaecia
antigua del modelo vertical de poder de la Iglesia niceana.
Lo que posibilitó una especial simbiosis Iglesia-cultura
popular que distinguió al feudalismo gallego del resto de la
Península.
Debemos confesar con todo que, San Martin de Braga,
en su obra acusatoria, distingue las supersticiones pre-
cristianas del propio priscilianismo, restringiendo la
condena a la influencia de las primeras sobre el segundo.
Criticando implícitamente la decisión arbitraria dos siglos
antes del emperador Máximo, aconsejado por los obispos
corruptos Itacio y Idacio, de degollar a Prisciliano y los
suyos por brujería. Para Martín de Dumio lo principal era
apartar de forma terminante los clérigos de los laicos,
componiendo una renovada y disciplinada elite sacerdotal,
47 Idem, pp. 103-104.
18. por encima de la plebe, en connivencia con la nueva
monarquía suevo-católica.
Ciento setenta y seis años después de la muerte del
fundador de la Iglesia galaico-priscilianista, dictamina
Martín en Braga I que los seglares no puedan “alcanzar el
grado episcopal [cómo había hecho Prisciliano] sino
conforme a las normas canónicas”, debiendo pasar antes el
presbítero un año completo en el oficio de lectorado o
subdiaconado, a fin de familiarizarse con la disciplina
eclesiástica. De manera que “aquel que todavía no aprendió
[no] se atreva ya a enseñar”48
. Pruebas indiciarias de que la
Iglesia cristiana del siglo VI en la Gallaecia occidental
siguió primando a los justos laicos por encima de la
estructura clerical hasta los concilios de Braga, que
preludian en el ámbito religioso, la absorción política, en
585, del Reino suevo por parte del Estado hispano-visigodo.
Hagamos notar que desde Braga ya no se insiste tanto,
como en los primeros concilios de Zaragoza y Toledo, sobre
la prohibición de hacer reuniones y celebraciones fuera de
los edificios de las iglesias, en los montes y en las casas
particulares. Probablemente porque los curas y obispos
salidos de las propias y estabilizadas comunidades
priscilianas usaban más los edificios de las iglesias, lo que
no quiere decir que no continuaran haciendo actividades
litúrgicas en otros lugares, como ya vimos en el caso de las
misas y sacramentos campestres sobre las tumbas de los
difuntos (Braga II)49
.
48 Cánones XI, XII y XX, ídem, pp. 73, 75.
49 ídem, p. 102.
19. Tampoco se prohíben explícitamente en los concilios
bracarenses los evangelios apócrifos, más bien su lectura
pública, fuera50
o dentro de las iglesias, según anotamos
cuando en el Concilio de Braga II se censuran que se
leyeran en las iglesias salmos poéticos hechos por laicos o
libros fuera del canon51
. En el preámbulo del Concilio de
Braga I (561) se dice de manera retórica que el engaño de
la herejía provenía de “algunas escrituras apócrifas”52
.
Libros prohibidos, desde luego, pero no tanto condenados
doctrinalmente. El problema era que los apócrifos eran tan
populares que, inclusive mucho después, en el siglo XIII,
Jacobo de la Voragine echa mano de ellos para redactar
Legenda aurea, la mayor colección de vidas de santos de la
Edad Media. En el Concilio de Braga II (572), que San
Martín preside como obispo de Braga, ante el rey Mirón,
vedan expresamente como ya dijimos los apócrifos en las
iglesias, según el canon LXVII: “no está permitido leer
libros apócrifos... sino solamente los canónicos del Viejo y
Nuevo Testamento”53
. Sin embargo, dentro y fuera de los
edificios eclesiásticos los libros apócrifos seguirán
50 En el Concilio de Toledo I del año 400, advierten contra los priscilianistas
excomulgados por andar “reuniendo grupos en los domicilios de las mujeres y leyendo
en ellos los apócrifos”, ídem, p. 16; claro está que la persecución oficial contra de las
mujeres guardaba relación con el papel que éstas jugaban en la transmisión oral del
priscilianismo.
51 ídem, p. 102.
52 ídem, p. 66.
53 ídem, p. 102.
20. circulando libremente en la Edad Media54
: otro éxito post-
mortem de Prisciliano y el priscilianismo55
.
Consideraban las autoridades eclesiásticas de la
Gallaecia suevo-católica que el priscilianismo, derrotado
políticamente, había dejado de ser un problema doctrinal a
la altura del año 572: “no hay ningún problema en esta
provincia acerca de la unidad de la fe”56
. Pero no debía ser
tanto así cuando los neoniceanos ponen tanto empeño en
resolver el problema de la disciplina eclesiástica (espiritual
y ejemplar para la doctrina priscilianista), la reconversión y
el control de los clérigos. Aunque en el II Concilio de
Braga, San Martín tiene también que plantearse disciplinar
a obispos y curas oficiales de vida por lo regular más
relajada que los ascetas seguidores de Prisciliano. La
religiosidad popular y los hábitos priscilianistas, derivados
de los dos siglos precedentes, persistieron durante la Alta
Edad Media hasta conectar con el paradójico cambio
estratégico pro-cultura popular de la Iglesia
plenomedieval57
.
Tratados
54 Armand PUIG, edit., Los evangelios apócrifos, I, Barcelona, 2008, p. 36.
55 Simultáneamente los Cánones de Prisciliano entran a formar parte habitualmente de
las biblias altomedievales, véase la nota 74.
56 Concilios visigóticos e hispano-romanos, p. 79.
57 Manuel C. DÍAZ y DÍAZ, “La cristianización de Galicia”, La romanización de
Galicia, A Coruña, 1976, p. 115.
21. Las fuentes que hemos utilizado hasta ahora sobre
Prisciliano y el priscilianismo son parciales y “contrarias”,
mayormente las actas punitivas de los concilios. Sin
embargo, se conservan otras fuentes, si cabe más valiosas,
escritas por el mismo Prisciliano. Lo que nos permite
contrapesar las opiniones y los intereses de la Iglesia oficial,
tanto romana como hispana, en el contexto peninsular de la
lucha entre la Iglesia priscilianista de Gallaecia y las
Iglesias de las otras cuatro provincias romanas (Lusitania,
Bética, Tarraconense y Cartaginense), sostenidas por el
poder eclesiástico y político del Papa de Roma. Los obispos
y hombres-santos priscilianistas, obligados a confrontar en
ese combate de modelos de vida cristiana, perdieron
institucionalmente, luego de un secular período de libertad
con los suevos arrianos, al ser absorbidos en 585 por el
nuevo Estado visigodo (con base en los campos góticos
castellanos-leoneses) de ambición peninsular y catolicismo
dogmático.
La publicación en 1889 de los once Tratados de
Würzburg nos posibilita acercarnos al pensamiento de
Prisciliano de manera más directa. Nos habla por lo general
en primera persona plural, condicionado siempre por las
circunstancias excepcionales en que se redactan cada uno
de esos pequeños y estimados textos escritos de su propia
mano.
Los dos primeros Tratados, redactados entre 380 y
385, son respuestas apasionadas a las primeras acusaciones
de sus perseguidores y vecinos lusitanos58
: el Tratado I
58 Termina Prisciliano el primer Tratado pidiendo amargamente: “liberarnos a nosotros,
que damos testimonio de la verdad, del odio proveniente de una maliciosa
22. (Liber apologeticus) contra Itacio, obispo del Algarve, y
el Tratado II (Liber ad Damansum episcopum) contra
Idacio59
, obispo de Mérida. De forma convincente,
Prisciliano se declara ortodoxo y condena el paganismo, así
como todas las herejías pasadas y presentes60
, incluidos los
maniqueos61
. A quienes atribuye de modo crítico -junto con
los herejes maranatas- el ancestral culto al Sol y a la Luna62
,
además de prácticas mágicas, que fueron utilizadas
fraudulentamente por Itacio, Idacio y el emperador
Máximo, para sentenciar a muerte al fundador y cuatro de
sus compañeros (Felicísimo, Armenio, Latroniano y
Eucrocia). Prisciliano se ofende y escandaliza ante el
“sacrilegio horroroso... no proclamado hasta ahora bajo la
autoridad de ningún hereje”63
, que entraña la imputación
falaz del corrupto Itacio formulada “en nuestra presencia”
-en Tréveris- de haber hecho “mágicos ensalmos” para
consagrar “las primicias de los frutos” ou “consagrar
ungüento... contra la maldición al Sol y la Luna”,
concluyendo que “quien recitó, proclamó, creyó,
murmuración… provocados por las palabras de los calumniadores… que, bajo el título
de piadosos, persiguen domésticas enemistades” (Tratados I. 33.7).
59 No confundir con el cronista Idacio, obispo de Chaves en la época sueva.
60
Consideraba a los constructores de herejías corruptos y náufragos de la fe, véase la
nota 69.
61 Con los maniqueos, no obstante, compartía Prisciliano la concepción dualista
Bien/Mal, Dios/Diablo, Luz /Oscuridad que retornará en el siglo XII con cátaros y
albingenses y será combatida en el IV Concilio de Letrán (1215) y luego en el Concilio
de Florencia (1442).
62 Prisciliano, Tratados y Cánones, Bartolomé Segura edit., p. 45.
63
El intelectual Prisciliano se considera por encima de las prácticas gentiles de tipo
mágico, o supersticioso, que estaban vivas en la cultura popular de su tiempo: las condena
teológicamente, mientras que sus seguidores las afrontan sincréticamente, del mismo
modo que lo hará ulteriormente la Iglesia medieval.
23. practicó, sostuvo y inoculó semejante cosa, no solo sea
anatema maranata (1Cor 16, 22), sino que incluso ha de ser
perseguido por la espada, pues está escrito: no dejaréis vivir
a los hechiceros (Ex 22, 18)”64
. Que fue, en suma, lo que
hicieron con él sus enemigos Máximo, Itacio e Idacio65
. En
el segundo Tratado añade: “condenamos a los maniqueos
que son no ya herejes, sino idólatras y hechiceros esclavos
del Sol y de la Luna, demonios del invicto”66
.
Nada hablan, por otro lado, Prisciliano -tampoco sus
primeros perseguidores- de la astrología y la numerología,
aficiones habituales en las elites culturales de las épocas
antigua y medieval, y menos aún de la religiosidad popular
celto-castreña que Martín Dumiese, casi que dos siglos
después, desvincula de la obra doctrinal de Prisciliano,
denunciando en todo caso, según vimos al estudiar los
Concilios de Braga, la natural tolerancia y convivencia de
los cristianos galaico-priscilianistas con la cultura popular
prerromana, que tendrá su continuidad en una Edad Media,
más priscilianista de lo que se piensa, que cristianiza como
ya dijimos, diversas supersticiones populares, inspirándose
sin duda en lo que ya se decía, con la boca pequeña, en el II
Concilio de Braga, citando la Biblia (Colosenses 3:17):
“Todo lo que hacéis, sea de palabra, sea de obra, hacedlo
en nombre del Nuestro Señor Jesucristo dando gracias a
Dios”67
.
64 Tratados I. 23. 22.
65 Por medio de una sentencia infame y falaz que ningún concilio anti-priscilianista
recogió, ni antes ni después de su ejecución, como sabemos.
66 Tratados II. 39. 8.
67 Concilios visigóticos e hispano-romanos, p. 103.
24. Prisciliano hacía de las escrituras su única y verdadera
fuente doctrinal, Viejo y Nuevo Testamento, que dominaba
y citaba de manera profusa, en todas sus versiones.
Declarando su ortodoxia al mismo tiempo que -ahí está la
novedad- la libre interpretación de los evangelios
canónicos y no canónicos. Prisciliano se basará para ello en
el Tratado III (Libro sobre los apócrifos) en el apóstol Pedro
que otorgaba “libertad para leer aquello que se había escrito
sobre Cristo”, permitiendo “leer a sus discípulos una
epístola que no estaba en el canon”. Advirtiendo el hombre-
santo galaico que “si pretendemos condenar todo lo que
leen, con toda seguridad condenamos [también] lo que está
escrito en el canon”68
, mostrando su ingenuidad inocente y
un lógico desconocimiento de la capacidad impositiva de
un futuro poder jerárquico eclesial basado en el dogma.
Prisciliano se consideraba a sí mismo, por lo demás, el
más sabio y elegido -“nuestra capacidad procede de
Dios”69
- intérprete de los textos fundadores del
cristianismo70
. Al tiempo -añadimos nosotros- que signo,
causa y consecuencia de la originaria cristianización de
Gallaecia. La suya fue una ortodoxia que perdió, retrasando
la plena cristianización (romana) de Galicia hasta la
Reconquista y la invención del sepulcro del Apóstol
68 Tratados III.55.12, 18, 19.
69 Llama a los que fabricaron las herejías “hombres corruptos de mente y náufragos de
la fe (2Tim 3,8) … sus enseñanzas todas las hemos destruido con la luz de los divinos
testimonios a nuestro alcance, no porque nos veamos capaces de pensar algo por
nosotros, como si procediese de nosotros mismos, sino porque nuestra capacidad procede
de Dios”, Tratados I. 23. 9.
70 El propio Sulpicio Severo lo califica en su crónica de persona “vanidosa” y “engreída”,
José FREIRE CAMANIEL, op. cit., p. 272.
25. Santiago, que, según autores de diverso signo, podría
contener paradójicamente los restos del mártir de Tréveris,
volveremos sobre ello al hablar de los mitos.
Es preciso, en todo caso, distinguir entre Prisciliano y
priscilianismo, entre el fundador y su movimiento
comunitario socio-religioso71
, antes y más aún después de
su ejecución en el año 385. Vimos como en el Concilio de
Zaragoza de 38072
, sin nombrar a Prisciliano y al
priscilianismo, podemos acercarnos -como el negativo
distorsionado de una foto- a cómo eran esas comunidades
priscilianistas en la Gallaecia occidental, más próximas a la
clandestinidad del cristianismo, primitivo y apostólico, que
a la idea institucional y jerárquica de la Iglesia surgida del
Concilio de Nicea, convocado en 325 por el emperador
Constantino, doce años después de la legalización del
cristianismo.
Se trataba de comunidades de base social igualitaria,
donde laicos y mujeres jugaban un papel decisivo.
Utilizaban para sus ritos y reuniones casas, campos y
montes, además de las escasas basílicas e iglesias
paleocristianas. Los obispos priscilianistas no eran más que
representantes comunitarios, y, según sus acusadores, no
solían obedecer ni respetar a los mundanos obispos
niceanos (canon V del Concilio de Zaragoza73
). Los
hombres-santos y maestros laicos, ascéticos y célibes, que
visten y peinan como seglares, se sentían superiores a los
71
Pasa o mesmo con Xesús e o cristianismo, Marx e o marxismo.
72 Concilios visigóticos e hispano-romanos, pp. 16-18.
73
Ibidem.
26. obispos y clérigos niceanos, incluso después de que
Prisciliano aceptara, a partir del inicio soterrado de su
persecución en Zaragoza, ser nombrado por sus
correligionarios obispo de Ávila en 382, para poder luchar
en igualdad de condiciones con los obispos hispano-
niceanos que querían acabar con él, y lo lograron, y su
movimiento, lo que no lograron, pues recibió un
monumental impulso gracias a su martirio.
Cánones
En realidad, tocante a las costumbres y la organización
de las primeras comunidades cristianas de Gallaecia,
mayormente priscilianistas en la segunda mitad del siglo
IV, obtenemos muy poca información en los Tratados de
Prisciliano que llegaron hasta nosotros. Pero existe para ello
una obra mejor, también atribuida a Prisciliano: Cánones a
las epístolas de San Pablo74
, que contiene 90 comentarios
y resúmenes de las 14 cartas del apóstol Paulo de Tarso. Le
fue solicitada por un simpatizante, que firma como obispo
Peregrino, “contra la falacia de los herejes”, quién asegura
en la introducción: “Fue Prisciliano quien los escribió”.
Justifica su publicación porque “en ellos había muchas
cosas harto necesarias”, después de corregir -una vez o
fundador fue perseguido y decapitado- “las que tenían
sentido perverso”, no sabemos bien cuáles (no se conservó
el original), si bien el texto publicado exhibe cierta
74 El texto de Prisciliano, editado por Peregrino, tuvo una gran difusión en las biblias de
la Alta Edad Media, Marcelino MENÉNDEZ PELAYO, Historia de los heterodoxos
españoles, vol. 1, Madrid, 1992, pp. 281-284.
27. ambigüedad, igual que la Crónica de Severo, ambos textos
vieron la luz en un contexto adverso de satanización oficial
de Prisciliano y compañía.
La amistad entre Prisciliano y Peregrino es evidente.
Prisciliano se disculpa por su retraso: “Ocupado en
muchas obligaciones, he respondido demasiado tarde a tu
carta, carísimo...”75
. En su conjunto la obra sobre las
epístolas paulinas es coherente con el pensamiento
priscilianista, si bien a veces el editor confunde
interesadamente comentarios de Prisciliano con resúmenes
de Paulo. Prisciliano nos habla además en los Cánones de
asuntos más cotidianos, no doctrinales. Los comentarios
son siempre en positivo, sin la agresiva presión posterior de
la censura conciliar y política, a diferencia de lo que sucede
con sus Tratados más importantes.
En estos cánones de temática paulistas, un ortodoxo
Prisciliano se declara asceta (“los santos crucifican su
Carne”) y pacifista (“la milicia, las armas... el combate de
los justos son de naturaleza espiritual”), bautizando como
se puede ver como justos a sus seguidores más entregados.
Se confiesa partidario de la abstinencia en lo tocante a la
carne (“enemiga de Dios”), el vino (“causa de toda lujuria”)
y el sexo (“los santos... debe abstenerse de toda obra de la
carne... como las vírgenes”), asumiendo en lo personal el
voto de pobreza (“por una feliz y voluntaria pobreza los
justos rechazan la raíz de todos los males que es la
avaricia”). Siempre desde una posición de tolerancia, sin
imposiciones: “no deben ser juzgados por otros ni ellos
juzgar a los demás”; “los más firmes en la fe deben
75 Prisciliano, Tratados y Cánones, pp. 125-126.
28. simpatizar con los menos firmes, sin perderse de vista a sí
mismos, para no verse tentados”76
. En consecuencia, no se
puede decir como se dice, en rigor, que el priscilianismo
haya sido una secta: más bien un conjunto de comunidades
cristianas abiertas, lideradas por una minoría de hombres-
santos (laicos y también clérigos), ascetas y sabios,
hombres y mujeres, que no pretendían imponer a los demás
los rigores de la perfección cristiana, sino predicar con el
ejemplo. Siguiendo lo de “por sus obras los conoceréis”,
como venía a decir Mateo en su evangelio (7:15) para
distinguir los verdaderos de los falsos profetas.
Dice Prisciliano que obispos y clérigos debían ser
irreprensibles y pacíficos, pero los excluye en la jerarquía,
ante todo espiritual, de su concepto de Iglesia: “En la
jerarquía de la Iglesia Dios eligió en primer lugar a los
apóstoles, en segundo lugar a los profetas, y, en tercero, a
los maestros”77
. El autor se identifica, cuando menos, como
parte de los primeros y los terceros: “El trabajo del doctor
es la lectura y predicación del evangelio, con lo que trabaja
el apóstol día y noche”78
.
En cuanto a jerarquía social, los cánones atribuidos a
Prisciliano, dónde resume, comenta e interpreta las cartas
paulinas, aseveran sin paliativos su igualitarismo social y
de género: “Los creyentes se salvan y justifican no por la
ley sino por la fe y confesión en Cristo, carentes del yugo
de la esclavitud y de la diversidad de los sexos”. Si bien en
76 Idem, pp. 132-134.
77 Idem, p. 134.
78 Idem, p. 133.
29. los textos seleccionados y ordenados por Peregrino, leemos
con sorpresa otros (seguramente de Paulo) sobre la
necesidad de enseñar al pueblo sumisión social, de modo
que “esté sujeto a las potestades y trabaje con sus manos” y
que “amen a sus dueños”. Ordenando lo mismo respecto a
las mujeres: que “callen en la iglesia y no tomen el cuidado
de la enseñanza... que la mujer se salve por medio de la
generación de hijos”, puesto que “la cabeza del varón es
Cristo, y el varón [la cabeza] de la mujer”79
. Contradicen
estos cánones flagrantemente discriminatorios y opresivos,
tanto las afirmaciones igualitarias del Nuevo Testamento (el
Sermón de la Montaña, sobre todo) como la práctica del
priscilianismo y lo que dice el mismo Prisciliano sobre la
esclavitud y la mujer que ya hemos citado. La interpolación
de Peregrino rebate incluso lo que vociferan los concilios
acusatorios sobre el papel (nefasto, según ellos) de la mujer
en el movimiento priscilianista. Precisamente, uno de los
ejecutados con el fundador en Tréveris fue una mujer:
Eucrocia.
La explicación más lógica de esta paradoja es la torpe
decisión del editor, que ya anotamos, para facilitar la
publicación de los cánones de Prisciliano (en el marco
ulterior de una exitosa y política Iglesia hispano-niceana),
de mezclar truculentamente los comentarios de Prisciliano
con sus resúmenes de las cartas de San Pablo, muy
conservador socialmente y misógino. De manera que no se
supiese, cuando se contradecían, si lo decía Prisciliano o
Pablo de Tarso…
79 Idem, p. 135; véase también la nota 81.
30. En el ámbito civil, eclesiástico y político, Paulo de
Tarso predica que los cristianos deben prestar obediencia a
los pastores de la Iglesia, como también los súbditos a los
príncipes y demás autoridades legítimas80
, así como los
hijos a los padres, los esclavos a los amos81
y las mujeres a
los maridos82
. Referencias novotestamentarias sobre la
obediencia jerárquica de carácter sociopolítica más en la
línea de lo que será una establecida Iglesia niceana que del
cristianismo genuinamente priscilianista de contenido
civilmente democrático, según el cual no deberían existir:
ni el yugo de la esclavitud, ni la discriminación de los sexos.
Igualitarismo que sintoniza con lo de que “es más fácil que
un camello pase por el ojo de la aguja que un rico entre en
el reino de Dios” (Mateo 19:24). Prisciliano, sin
explicitarlo, ponía el Sermón de la Montaña por delante de
las ideas conservadoras sociales y políticas del romano
converso Pablo de Tarso, siguiendo aquello que también
decía Jesús de “dar al César lo que es del César y a Dios lo
80 “Así el que se insubordina contra la autoridad se opone a la ordenación de Dios, y los
que se oponen, su propia condenación recibirán” (Epístola a los Romanos), José María
BOVER, Las Epístolas de San Pablo, Barcelona, 1959 (https:// archive. org/ stream/
lasepistolasdesa00 bove/ lasepistolasdesa00 bove_ djvu. txt).
81 “Los siervos obedeced a vuestros amos temporales con temor y temblor, con
sencillez de vuestro corazón, como a Cristo” (Epístola a los Efesios); “Cuantos están
bajo yugo como esclavos miren a sus propios amos como dignos de todo honor, para que
el nombre de Dios y la doctrina no sean blasfemados” (Epístola a Timoteo), ibidem.
82 “Las mujeres en las iglesias callen,… no les es permitido hablar; antes muestren
sujeción… si algo desean aprender, pregunten en casa a sus propios maridos, porque es
indecoroso a la mujer hablar en la iglesia” (Epístola a los Corintios); “las mujeres
sométanse a sus maridos, como al Señor… el varón es cabeza de la mujer, como también
Cristo es cabeza de la Iglesia… así como la Iglesia se sujeta a Cristo, así también las
mujeres a los maridos en todo” (Epístola a los Efesios), ibidem.
31. que es de Dios” (Mateo 22:21), hablando de pagar o no
tributo a los romanos.
Mito religioso
Establecidos los datos y hechos que las fuentes
históricas nos permiten verificar, vamos a referirnos a los
mitos, religiosos y político-historiográficos, que suscita la
historia de Prisciliano y del priscilianismo. Empezando,
tanto por cronología como por relevancia, por el mito
religioso de los siglos IV-VI que superará al mito
nacionalista del siglo XX, en duración y seguimiento por
parte de la sociedad galaica.
Durante los 150 años transcurridos entre la muerte de
Prisciliano y el fin del Reino suevo, el priscilianismo es
preponderante en la Iglesia gallega, que opera de una
manera libre y separada del Papa y la Iglesia hispana. De
hecho, fracasan todos los intentos de hacer, a lo largo del
reinado de los suevos arrianos, un concilio en Galicia a fin
de que los cristianos gallegos “entrasen en razón”.
Esta Iglesia suevo-priscilianista alienta el culto a
Prisciliano como mártir y santo, surgido de su ejecución en
Alemania y el retorno de sus restos a la Gallaecia atlántica.
Devoción ampliada y reforzada por la Iglesia priscilianista,
bajo el amparo la monarquía arriana, hasta la conversión de
ésta al catolicismo romano en 555. Creencia colectiva,
popular y pública que se concretará, y focalizará, en el culto
y la peregrinación a la tumba de Prisciliano. En 404,
Sulpicio Severo, testigo de época, nos dice como ya
comentamos que “los cuerpos de los ejecutados fueron
32. llevados a las Hispanias [en plural] y sus entierros fueron
celebrados con grandes exequias. Es más, incluso el jurar
por Prisciliano se consideraba de la mayor devoción”83
.
Hoy existe consenso entre los estudiosos, desde Justo
Pérez de Urbel a los historiadores y teólogos progresistas,
sobre que fue en la Gallaecia occidental y atlántica (la
Galicia actual más el Norte de Portugal84
) donde fueron
enterrados los cuerpos de los decapitados en Tréveris.
Lugar de origen de Prisciliano, con toda probabilidad:
donde alcanzará, según las diversas fuentes, la máxima
expansión el movimiento priscilianista a partir del fatídico
año 385.
Será útil resumir lo que dice sobre el culto, la
peregrinación y la tumba de Prisciliano, fray Justo Pérez de
Urbel en el año 1977, en una obra con un significativo
título: Santiago y Compostela en la historia (con amor y
con verdad)85
. Falangista y alférez provisional en la guerra
civil española, prior de la orden benedictina y abad del Vale
de los Caídos, durante el franquismo86
, escribe don Justo,
dos años antes de morir, en plena transición a la
democracia: (A) “Galicia se convierte en el paraíso de la
herejía priscilianista, después de 385 los priscilianistas
gallegos expulsan al “único obispo católico” y romano,
83
Crónica de Sulpicio Severo, p. 281.
84
Casimiro TORRES, “La Galicia romana y la Galicia actual”, Cuadernos de Estudios
Gallegos, XXVI, 1953, p. 387.
85
Justo PÉREZ DE URBEL, Santiago y Compostela en la historia (con amor y con
verdad), Madrid, 1977, pp. 82-84.
86
Ignacio PEIRÓ, Gonzalo PASAMAR, Diccionario Akal de historiadores españoles
contemporáneos, Madrid, 2002, p. 486.
33. Ortigio, que tenía su sede en Celenes, actualmente Caldas
de Reis. (B) Añadiendo que “fue en Galicia donde
encontraron un sepulcro seguro” para Prisciliano y sus
compañeros. (C) Concluye: lo que arroja “luz sobre… los
orígenes históricos de aquel lugar que hoy llamamos
Compostela… donde hubo seguramente un culto antes de
que hacia el año 830 se descubriesen allí los huesos del
Santiago el Mayor”. (E) Con lo cual se pregunta “¿Qué
cuerpo sería aquél?” que está enterrado en Compostela.
Anotando que hay indicios claros de que sea en realidad
Prisciliano. Menciona a tal fin las excavaciones en la
Catedral de Santiago de Compostela de los años 40, que
pusieron al descubierto una necrópolis cuyas sepulturas
están datadas, justamente, entre los siglos IV y VI87
, y
orientadas hacia un mausoleo romano de un “jefe
venerado”, interpreta Pérez de Urbel.
Las dudas sobre la tumba de Compostela, y la
posibilidad que los huesos encontrados en el siglo IX fueran
de Prisciliano y no de Santiago el Mayor, ya las habían
planteado antes, fuera de España, otros historiadores desde
ámbitos seglares o protestantes como Louis Duchesne,
Claudio Sánchez Albornoz o Henry Chadwick. Hoy en día
los historiadores de Compostela88
solemos hablar de la
inventio del sepulcro, jugando con su doble significado de
87
Es decir, entre la muerte de Prisciliano (siglo IV) y la conversión de los suevos al
catolicismo romano (siglo VI), largo periodo en que el priscilianismo fue hegemónico en
Galicia, no sobra repetirlo porque la historiografía sobre los suevos y el Reino de Galicia
suele olvidarlo.
88
Carlos BARROS, “La peregrinación a Santiago de Compostela: una aproximación
global”, Anales de Historia Antigua y Medieval, Buenos Aires, vol. 39, 2006
(http://www.h-
debate.com/cbarros/spanish/articulos/historia_medieval/peregrinacion.htm).
34. ‘invención’ y ‘descubrimiento’. Porque entendemos que,
independientemente de quién sean los restos, la creencia
cristiana mantenida masivamente a través de los siglos de
que allí está enterrado Santiago el Mayor, ha creado una
nueva y potente realidad histórica. Ni la Iglesia de Santiago
de Compostela, ni la ciudad de Santiago de Compostela, ni
la Universidad de Santiago de Compostela, o sea, la Galicia
que hoy conocemos89
, serían lo que son sin la inventio del
sepulcro hacia 830. Si está allí o no el esqueleto de Santiago
-algo que hasta ahora ninguna investigación ha confirmado-
juega, en consecuencia, un papel histórico menor desde el
punto de vista de los historiadores avanzados, post-
positivistas, que valoramos las mentalidades colectivas
como un poderoso factor histórico, igual que la economía y
la política. Cuestión aparte es el desagravio pendiente de la
figura de Prisciliano, y de su movimiento, por su injusta
muerte y la difamación milenaria a la que ha sido sometido.
Rehabilitación si cabe hoy más urgente, ante la cierta
probabilidad de que sea Prisciliano el santo mártir que
descansa eternamente en el mausoleo sagrado sobre el que
se fundó Compostela.
Mito político
De menor influencia y duración que el mito religioso,
pero de mayor importancia histórica-inmediata, es la
89
De la capitalidad religiosa (y no religiosa) de Santiago de Compostela en la Edad Media
hemos pasado a la capitalidad política de Santiago en la Galicia autonómica.
35. dramática historia de Prisciliano como parte del discurso
historiográfico del galleguismo contemporáneo.
Lo primero que tenemos que decir es que la versión
mítica, historiográfica y política, de Prisciliano (interesó
menos el priscilianismo) es de elaboración tardía, si la
comparamos con otros mitos históricos del nacionalismo
gallego que, por lo general, han tenido su origen en el siglo
XIX. Habrá que esperar al galleguismo de la II República
para encontrarnos con las primeras reivindicaciones
identitarias nítidas de la figura de Prisciliano.
Nuestros primeros historiadores, Benito Vicetto90
y
Manuel Murguía91
, adoptaron una actitud ambigua hacia
Prisciliano. Por un lado, lo reivindicaban como una gran
figura de la Galicia romana, expresión de la Galicia céltica
y, a la vez, de la alta cultura galaica del siglo IV. Por otro
lado, vienen a decir que estaba equivocado en su
heterodoxia, tratándolo continuamente de “hereje” o
“heresiarca”. Asumiendo inclusive, acríticamente, las
peores acusaciones de la Iglesia niceana, manifestadas en
los desprestigiados concilios anti-priscilianistas, y no
condenando para más inri el infundio de brujería que lo
llevó a la muerte92
. Ambigüedad que dilucida porque no
cuajó la reivindicación y el mito de Prisciliano en el
pensamiento galleguista decimonónico.
90
Benito VICETTO, Historia de Galicia, II, Ferrol, 1866, p. 175.
91
Manuel MURGUIA, Historia de Galicia, II, Lugo, 1866, pp. 556, 560, 568, 580, 591.
92
Benito VICETTO, op. cit., pp. 173-174; Manuel MURGUIA, op. cit., pp. 559, 560,
562, 564 nota 1, 566, 568 nota 1, 577.
36. De hecho, a principiosydel siglo XX en la época de las
Irmandades da Fala, primera versión del nacionalismo
gallego, de base más cultural que política, el discurso
confuso sobre Prisciliano continúa. Ramón Villar Ponte en
su Historia sintética de Galicia dice lo mismo: “herexía…
mestura dos principios cristianos con prácticas e teorías da
astroloxía e da maxía”, denominando a Prisciliano como
dijimos ‘heresiarca’, esto es, “fundador dunha herexía”, lo
que se mantendrá después en otros textos galleguistas.
Restringiendo su valoración histórica a su importancia
como figura “heterodoxa” gallega: “ista figura
intresantísima da Historia galega… máis ergueita e distinta
do pensamento heterodoxo penínsuar”93
. El contexto
político -dictadura derechista de Miguel Primo de Rivera-
no ayudó seguramente al ensalzamiento, por parte del
naciente nacionalismo, de una figura considerada herética,
cuya ejecución tampoco se condena claramente.
Hasta la Segunda República no empieza a hablarse de
Prisciliano como un mito positivo. Lo hará en primer lugar
Manuel Portela Valladares, fundador de Acción Gallega,
político republicano que llegó a ser Presidente del Consejo
de Ministros durante la República. En 1932, publica un
apéndice titulado El priscilianismo en su libro (con portada
e ilustraciones de Alfonso R. Castelao) Ante el Estatuto94
,
donde eleva explícitamente a “categoría de mito” a
Prisciliano, por la vía de la glorificación: “netamente
gallego”, “Cebreiro de galleguidad”, “fidelidad a la tierra
93
Ramón VILLAR PONTE, Historia sintética de Galicia, 1927, A Coruña, pp. 31-32.
94
Manuel PORTELA VALLADARES, Ante el Estatuto. Unificación y diversificación
de las nacionalidades, Barcelona, 1932.
37. gallega”. Proponiéndolo, en total, como el precursor más
antiguo de un nuevo galleguismo netamente republicano y
contemporáneo, olvidando y/o relegando su presunta
herejía.
Será Alfonso R. Castelao quien hará llegar hasta sus
últimas consecuencias, en Sempre en Galiza (1944) y otras
publicaciones, la reivindicación laica e identitaria de
Prisciliano. Apoyando, y apoyándose, expresamente en la
contribución de Portela Valladares, propone Castelao un
cambio radical en el acercamiento del nacionalismo gallego
a la figura de Prisciliano. Primero, lo define como el
primer mártir de la historia de Galicia, situándolo en el
primer puesto, vestido de obispo, de su “Santa compaña dos
inmortaes galegos”, en el discurso “Alba de Groria” dado
en Buenos Aires el 25 de julio de 1948, Día de Galicia,
donde se encontraba exiliado. De modo que el dirigente del
Partido Galeguista retoma el mito religioso del martirio de
Prisciliano, creado y mantenido por sus seguidores entre los
siglos IV y VI, si bien ahora transformaba el mártir de
Tréveris en el mártir de todos los gallegos. Segundo,
aunque Castelao trata a veces de “heresiarca” a Prisciliano,
considera positivas y anticipadoras sus propuestas y
prácticas religiosas: “xerme da reforma católica e do libre
pensamento!”95
, afirma. Añadiendo autocríticamente que,
hasta ese momento, “a concencia mística de Galiza
deixouse vencer pola intransixencia ibera… e xa non temos
azos para reivindicarmos a súa memoria”96
. Tercero,
Castelao no podrá evitar hacerse la misma pregunta que se
hará Justo Pérez de Urbel tres décadas después, sobre la
95
Sempre en Galiza, Madrid, 2 ª ed., 1977, p. 36.
96
Ibidem.
38. tumba de Compostela: “¿Prisciliano ou Sant-Iago?”97
,
ironizando más adelante el prócer galleguista que “de non
ser Prisciliano, merecía ser San Paulo”98
.
El primer seguidor del cambio propuesto por Castelao,
para la reivindicación galleguista de Prisciliano, fue Ramón
Otero Pedraio en su Historia de la Cultura Gallega (Buenos
Aires, 1939)99
. Don Ramón, que era un católico entusiasta,
sugiere a su manera la rehabilitación religiosa de
Prisciliano, insistiendo en quería “ante todo ser considerado
un ortodoxo”100
, o sea un buen cristiano, echazando con
rotundidad que fuera un hereje: “una herejía adjetiva no
dura exteriormente desde el último tercio del siglo IV hasta
mediados del VI”101
. Preguntándose: “¿Quién negará a
Prisciliano la calidad indiscutible en el tiempo y en el valor
de haber sido el primer teólogo gallego?”102
. Reclamando,
por último: “Paz y respeto a su memoria”103
.
97
Idem, p. 51.
98
Idem, p. 228.
99
El libro primero de Sempre en Galiza, donde trata el tema de Prisciliano, lo escribe
Castelao en 1937, entre Valencia y Barcelona, huyendo del ejército franquista, para la
revista galleguista y republicana, Nova Galiza, a la que Otero seguramente podía acceder.
100
Ramón OTERO PEDRAIO, Historia de la cultura gallega, Buenos Aires, 1939, p. 66.
101
Idem, p. 62.
102
Idem, p. 67.
103
Idem, p. 69.
39. Sacerdotes y teólogos gallegos, como Xosé Chao
Rego104
y Victorino Pérez Prieto105
, reclaman hoy en día la
rehabilitación oficial de Prisciliano, obispo y teólogo del
siglo IV, por parte de la Iglesia, reconociendo la injusticia
de su ejecución y la importancia fundamental de su obra y
predicación para entender la primera cristianización de
Galicia, marcada gracias al priscilianismo por una especial
comunión entre el pueblo y la religión de Cristo.
Tal vez los tiempos sean más propicios en este siglo
XXI para la rehabilitación de Prisciliano, el Vaticano ya
pidió perdón en 2004 por la quema de herejes cristianos por
la Inquisición (Juan Pablo II106
), y el Papa Francisco llegó
con su ecumenismo más lejos que ningún otro Papa, cuando
trató a Lutero en 2016 como un “gran reformador”, porque
“en ese tiempo [siglo XVI] la Iglesia no era un modelo a
imitar, había corrupción en la Iglesia, había mundanidad, el
apego al dinero, al poder, y por eso él protestó”107
. Por
mucho menos, decapitaron hace diez y ocho siglos a
Prisciliano los integrantes de una diabólica alianza de un
poder imperial decadente y un sector corrupto de la Iglesia
“con apego al dinero, al poder”. El alma de Prisciliano de
104
Xosé CHAO REGO, Prisciliano: profeta contra o poder, Vigo, 1999; Prisciliano, A
Coruña, 2002.
105
Victorino PÉREZ PRIETO, Prisciliano na cultura galega, un símbolo necesario,
Vigo, 2010; Prisciliano, um Cristão Livre. O Seu Eco na Cultura Galaico-
portuguesa, Vila Nova de Famalicão, 2017.
106
Mensaje del Papa Juan Pablo II en las Actas del Congreso sobre la Inquisición
(15/6/2004) (https://www.vatican.va/content/john-paul-
ii/es/letters/2004/documents/hf_jp-ii_let_20040615_simposio-inquisizione.html).
107
¿Qué dijo el Papa Francisco sobre Lutero y la corrupción en la Iglesia?, 28/6/2016
(https://www.aciprensa.com/noticias/que-dijo-el-papa-francisco-sobre-lutero-y-la-
corrupcion-en-la-iglesia-18302).