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1
Historia de las mentalidades: posibilidades
actuales*
Carlos Barros
Universidad de Santiago de Compostela
La propia vastedad del campo de investigación que se ha
reclamado de la historia de las mentalidades dificulta una
definición, que tampoco sea quizás conveniente en su sentido
más estrecho y formal, por aquello de que las definiciones son
como cárceles... Y que no hay nada más estéril que enzarzarse
en una discusión sobre la definición convencional de una noción
que hace referencia a algo tan extenso como la mente humana
en la historia. Pero, en cualquier caso, hay que delimitar -definir
es diferenciar- de alguna manera el territorio de la historia de las
mentalidades si queremos entendernos, tener un futuro, y
superar la denostada definición ambigua a la que hemos hecho
prolija referencia en el capítulo anterior.
Partiendo de la propia práctica investigadora, y sin
pretensiones de encontrar la fórmula feliz que todo lo aclara,
*
Texto redactado, y actualizado en 1996, a partir del guión de la conferencia impartida
el 2 de marzo de 1991 en el curso extraordinario de la Universidad de Salamanca, organizado por
el Departamento de Historia Medieval, Moderna y Contemporánea: "Problemas de la historia,
hoy. III Jornadas de Estudios Históricos"; publicaciones anteriores: "Historia de las mentalidades:
posibilidades actuales", Problemas actuales de la historia, Salamanca, 1993, pp. 49-67;
Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, México, nº 27, sept.-dic. 1993, pp. 185-210.
2
queremos avanzar elementos definitorios, cuya eficiencia
científica está en la ayuda concreta que nos pueda prestar para la
indagación y la comprensión de las mentalidades históricas, es
decir, en su carácter paradigmático2
.
2
Nos referimos aquí, lo que no es habitual en nuestros escritos, a la segunda de las dos
acepciones de la palabra ‘paradigma’ que reconoce Kuhn en la posdata de 1469: modelo para la
solución de problemas de investigación, La estructura de las revoluciones científicas, México,
1975 (Chicago, 1962), p. 269.
La mentalidad global y sus componentes
Definiendo el todo por las partes, y buscando la (relativa)
convergencia del objeto de la historia de las mentalidades con
los objetos de las diferentes ramas de la psicología como ciencia
social, nos interesa distinguir cinco componentes en la
mentalidad social: (1) lo racional, (2) lo emotivo, (3) lo
imaginario, (4) lo inconsciente y (5) la conducta. Los cuales
corresponden a distintos modos de percibir la realidad y/o de
actuar sobre ella, y se entrelazan y superponen unos con otros,
de forma que cada función o manifestación mental aparece
coloreada por un(os) componente(s) más que otro(s), siempre
mezclados químicamente: el todo naturalmente no se reduce a la
suma de los componentes. Aquellas mentalidades que más
pueden concernir al historiador que predica una historia
explicativa y persigue totalidades protagonizadas por colectivos
sociales, raramente equivalen a una relación psicológica
elemental de los sujetos con su entorno, son mentalidades
globales, a menudo intrincadas, de difícil discernimiento sin que
3
antes el investigador dilucide las formas mentales más sencillas,
básicas.
Vayamos con el primer componente. Dentro del estudio de
lo racional habría que encuadrar la historia cultural e intelectual,
de las ideas y de la filosofía, y en el terreno estricto de la
historia social la exploración de la conciencia3
. Bajo la
influencia, primeramente, de la antropología que estudia las
culturas llamadas primitivas4
, y, después, de la psicología
interesada por la vida mental de los niños5
, la noción de
mentalidad es recogida por Marc Bloch y Lucien Febvre, a
principios de siglo, y aplicada a la historia, justamente para
aprehender aquellas funciones psíquicas que cayendo fuera del
pensamiento lógico, explican no pocos comportamientos
colectivos. Norbert Elias resume su investigación
sociopsicológica sobre el tránsito a la modernidad y a la
civilización, planteando como problema general del cambio
histórico el que "este cambio en su totalidad no está planificado
'racionalmente", y añade más concretamente: "Es impensable
3
Los investigadores soviéticos de la conciencia social han llegado a una conclusión que,
a su vez, justifica la necesidad de un concepto más amplio como mentalidad: la conciencia es
un todo volumétrico y pluridimensional, la parte del iceberg que está en la superficie. Y se
la debe examinar junto con sus parte ocultas y en dependencia de ellas, partes ocultas que
incluyen lo inconsciente y lo simbólico, Merab MAMARDASHVILI, "Análisis de la conciencia
en los trabajos de Marx", Ciencias Sociales, Moscú, 2, 1987, p. 133.
4
Lucien LÉVY-BRUHL, Les fonctions mentales dans les sociétés inférieurs, 1910; La
mentalité primitive, 1922.
5
Henri WALLON, La mentalité primitive et celle de l'enfant, 1928.
4
que el proceso civilizatorio haya sido iniciado por seres
humanos capaces de planificar a largo plazo y de dominar
ordenadamente todos los efectos a corto plazo, ya que estas
capacidades, precisamente, presuponen un largo proceso
civilizatorio"6
. Esta es la cuestión, el historiador no puede
trasladar a épocas pretéridas formas de pensar y de actuar que
han sido el resultado de siglos de historia. Un concepto como el
de mentalidad que, al mismo tiempo, incluye y rebasa el
pensamiento racional, la conciencia y la ideología, en caso de
que no existiera, habría, desde luego, que inventarlo para
investigar con rigor la mutifacética acción humana en la
historia7
.
Lo emotivo8
elevado a objeto de investigación histórica, en
el cuadro de la historia francesa e las mentalidades, comienza
6
El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, México,
1987, p. 451 (1ª ed., 1939).
7
La teoría de la elección racional, para algunos tendencialmente dominante en las
ciencias sociales -por ejemplo, Jon ELSTER, Una introducción a Karl Marx, Madrid, 1991
(Cambridge, 1986), p. 28-, aun suponiendo un cualitativo avance en la reposición epistemológica
del sujeto, se olvida lamentablemente de los evidentes componentes no-racionales del
comportamiento humano y de la acción social, en el pasado y en el presente, y, en este sentido,
implica un retroceso respecto a la historia de las mentalidades.
8
Jean-Paul SARTRE, Esquisse d’une théorie des émotions, París, 1959; Silverio
PALAFOX, Juan VILA, Motivación y emoción, Madrid, 1990; Jean DUVIGNAUD, La genèse
des passions dans la vie sociale, París, 1990; se ha subrayado hace poco el papel de las
emociones en la conducta humana al descubrirse, biológicamente, la inseparabilidad
pensamiento-sentimiento, véase Antonio R. DAMASIO, Descartes’ Error: Emotion, Reason,
and the Human Brain, 1994 (París, 1995); Daniel GOLEMAN, Emotional Inteligence; why It
Can Matter More Than IQ for Character Health and Lifelong Achievement, 1995 (Madrid,
1996).
5
sin duda, en 1932, cuando Georges Lefebvre publica La Grande
Peur de 1789. Marc Bloch, en 1939-1940, titula un capítulo de
La société féodale: "Formas de sentir y de pensar"9
. Lucien
Febvre, por su parte, ya en los años 50, publica varios trabajos,
usualmente en Annales, esbozando las características de una
historia de los sentimientos y de la sensibilidad, adelantando y
animando temas de investigación como el terror, la muerte y el
sentimiento de seguridad10
. En 1979, las Actas del 102 Congrès
National des Societés Savantes -celebrado en Limoges, 1977-
dedica el tomo II a Études sur la sensibilité, con aportaciones
notables de Pierren Toubert y Michel Mollat. En 1985, se
intitulan los Mélanges dedicados a Robert Mandrou: Histoire
sociale, sensibilités collectives et mentalités, aunque no todas
las contribuciones responden a la denominación del libro,
especialmente en lo tocante a las sensibilidades colectivas en la
historia.
Entre las últimas aportaciones, por lo general menos
vinculadas a la historia social, de la historiografía francesa sobre
la historia de las emociones -además del asunto de la muerte que
trataremos más adelante- hay que reseñar las obras de Jean
Delumeau sobre el miedo y el sentimiento de seguridad en la
9
Frase de probable origen sociológico: Emile DURKHEIM, Las reglas del método
sociológico, Madrid, 1988 (París, 1898), p. 58.
10
"Histoire des sentiments. La Terreur", Annales, 1951; "La mort dans l'histoire",
Annales, 1952; "La sensibilité et l'histoire. Comment reconstituer la vie affective d'autrefois?",
Combats pour l'histoire, 1953; "Pour l'histoire d'un sentiment: le besoin de sécurité", Annales,
1956; trabajos recientemente reeditados en la obra colectiva: La sensibilité dans l'histoire,
Brionne, 1987.
6
Baja Edad Media y la Edad Moderna11
, de Alain Corbin sobre
los sentidos12
e invluso el libro de Anne Vincent-Buffault sobre
el comportamiento emotivo (las lágrimas)13
. La traducción al
francés, en 1989, de Saturn and Melancholy. Studies of Natural
Philosophy, Religion and Art (Londres, 1964), de Raymond
Kiblansky, Erwin Panofsky y Fritz Saxl, mantuvo el interés
historiográfico sobre una temática más psicológica que
antropológica, y, por eso mismo, con tendencia a la
marginalidad en Francia.
Existe un sector de las mentalidades colectivas ocupado
por la imaginación, capacidad mental que interviene en los
procesos de conocimiento y motiva en tal medida la acción
humana que su toma en consideración, por parte de la
historiografía más renovadora, bastaría para justificar el salto
epistemológico de la historia de las ideologías a la historia de
las mentalidades14
. ¿Qué entendemos entonces por imaginario15
?
11
La peur en Occident (XIV-XVII siècles), París, 1978 (Madrid, 1988); Le Péché et la
Peur París, 1983; Rassurer et protéger. Le sentiment de sécurité dans l'Occident d'autrefois,
París, 1989.
12
El olfato (Miasme et la jonquille. L’odorat et l’imaginaire social, 18e-19e siècles,
1982), la vista (Le territoire du vide. L’Occident et le désir du rivage, 1750-1840, 1988), el oído
(Les cloches de la Terre, 1994).
13
Histoire des larmes, XVIIIe-XIXe siècles, París, 1986.
14
Ya Marx hacia historia de las mentalidades cuando elaboraba los conceptos de
fetichismo de la mercancia, alienación e “ideología” como falsa conciencia; el econonomicismo
marxista posterior dificultó esa vía epistemológica, véase la nota 35 del apartado I.3.
15
Sobre el concepto de imaginario y la historia del imaginario: François LAPLANTINE,
Les trois voix de l’imaginaire, París, 1974; Evelyne PATLAGEAN, "L' histoire de l'imaginaire",
7
El conjunto de las representaciones mentales -ante todo
reproducciones gráficas: imágenes- por medio de las cuales los
hombres reconstruyen un mundo interior distanciado de la
realidad material, que deviene así realidad inventada. La historia
de las mentalidades como historia del imaginario ha tomado de
la antropología métodos para analizar imágenes y símbolos16
, ha
echado mano de la historia del arte y de la literatura y de sus
fuentes específicas, para concentrarse últimamente en el estudio
de las representaciones sociales17
, noción que empieza a ser
utilizada por los historiadores al calor de la más reciente
psicología social18
, renovando así la alianza entre la historia y la
psicología que preconizábamos en nuestra conferencia de
Valladolid (1989). El concepto de representación social
ensancha, pues, el dominio original de lo imaginario entendido
La Nouvelle Histoire, París, 1978 (Bilbao, 1988, pp. 302-323); Cornelius CASTORIADIS,
L'institution imaginaire de la société, París, 1975 (5ª ed.), (Madrid, 1988-1989, 2 vol.); Philippe
JOUTARD, "L'histoire dans l'imaginaire collectif", L'Arc, nº 72, 1978, pp. 38-42; B. BACZKO,
Les imaginaires sociales: mémoires et espoirs collectifs, París, 1984; Jacques LE GOFF,
L'imaginaire médiéval. Essais, París, 1985; Jean-Claude SCHMITT, "Introducció a una història
de l'imaginari medieval", El món imaginari i el món meravellós a l'Edat Mitjana, Barcelona,
1986, pp. 16-33; Image et histoire: actes du colloque de Paris-Censier, mai 1986, Paris, 1987;
Cahiers de l’imaginaire, 1988, publicados en Toulouse por G. Durand y M. Maffesoli.
16
Un libro de antropología cultural útil a este respecto, Dan SPERBER, El simbolismo
en general. Temas antropológicos, Barcelona, 1978.
17
Incluso la expresión histoire des mentalités es sustituida por histoire des
représentations en algunos autores franceses [1991].
18
Denise JODELET, dir., Les représentations sociales, París, 1989; en los años 80 ha
nacido también en la universidad de California una interesante revista interdisciplinar llamada
Representations.
8
como conjunto simbólico, facilita -como no podía ser menos
viniendo de la psicología- la conexión de las representaciones
mentales con las totalidades sociales y la utilización de todo tipo
de fuentes históricas, además de las iconográficas y literarias,
para averiguar el imaginario colectivo20
. Un tema historiográfico
en el cual predomina el componente imaginario de la mentalidad
es la representación social del rey, que ha dado pie a una
importante bibliografía21
, constituyendo una de las líneas más
seguidas en lo últimos tiempos -sustituyendo en España a la idea
de la muerte- por los historiadores de las mentalidades.
Si hay un factor psicológico cuya intervención en la
historia humana es negada fuertemente por el historiador
20
Por ejemplo, VV. AA., Mentalités et représentations politiques. Aspects de la
recherche, Roubaix, 1989; casi se ha propuesto sustituir el concepto de mentalidad por el de
representación colectiva de Marcel Mauss y Emile Durkheim: Roger CHARTIER, El mundo
como representación, Barcelona, 1995, p. 56.
21
Marc BLOCH, Les Rois thaumaturges, Strasburg, 1962 (París, 1983); E.H.
KANTOROWICZ, Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teología política medieval, Madrid,
1985 (1ª ed. ing., 1957); A. ERLANDE BRANDENBURG, Le roi est mort. Etude sur les
funérailles, les sepultures et les tombeaux des rois de France jusqu'à la fin du XIIIe siècle,
Ginebra, 1975; Louis MARIN, Le portrait du Roi, París, 1981; Teófilo F. RUIZ, "Une royauté
sans sacré: la monarchie castillane du Bas Moyen Age", Annales, nº 3, 1984, pp. 429-453; R. E.
GIESEY, Le roi ne meurt jamais, París, 1987; Alain BOUREAU, Le simple corps du roi.
L'impossible sacralité des souverains français, XVe-XVIIIe siècle, París, 1988; Yves-Marie
BERCE, Le roi caché, París, 1990; Alain BOUREAU, Claudio S. INGERFLOM, La Royauté
sacrée dans le monde chrétien: colloque de Royaumont, mars 1989, París, 1992; José Manuel
NIETO SORIA, “Del rey oculto al rey exhibido: un síntoma de las transformaciones políticas en
la Castilla bajomedieval”, Medievalismo, Madrid, nº 2, 1992, pp. 5-27; Carlos BARROS, “¡Viva
El-Rey! Rey imaginario y revuelta en la Galicia bajomedieval”, Studia Histórica. Historia
Medieval, Salamanca, nº 12, 1994, pp. 83-101;Jacques LE GOFF, Saint Louis, París, 1996;
Jean-Paul ROUX, Le Roi. Mythes et symboles, París, 1996.
9
positivista, eso es lo inconsciente22
. Reticencias que con
frecuencia son, paradójicamente, inconscientes: ¿quién puede
negar conscientemente la irreversibilidad de la revolución
científica de Freud, descubridor de la importancia de los
procesos mentales que actúan sobre la conducta y escapan a la
conciencia? Cuestión aparte son las dificultades metodológicas
que se puedan presentar para la verificación empírica de
hipótesis basadas en prácticas inconscientes23
, las cuales no
obstante pueden contribuir a descifrar hechos y problemas
históricos cuya comprensión global resulta impermeable a un
enfoque más tradicional.
La aplicación de los descubrimientos de Freud a la historia
tuvo entre sus primeros seguidores a freudomarxistas como
Wilhem Reich y otros24
. Pierre Vilar sigue esta misma senda en
la obra que está preparando sobre los nacionalismos para una
colección histórica -La construcción de Europa- que, dirigida
22
Jean-C. FILLOUX, L’inconscient, París, 1947; Pierre FLOTTES, El inconsciente en
la historia, Madrid, 1971 (Ginebra, 1965); Michel VOVELLE, "¿Hay un inconsciente
colectivo?", Ideologías y mentalidades, Barcelona, 1985 (La Pensée, nº 205, 1979).
23
En todo caso no mayores que las existentes para comprobar el resto de las hipótesis,
normalmente las actuaciones inconscientes no se producen solas, al margen de la conducta
intencional, y las huellas documentales que dejan los comportamientos conscientes parelelos
permiten establecer las relaciones y verificaciones pertinentes, de modo que la explicación de la
mediación inconsciente se puede demostrar a menudo por exclusión, véase Carlos BARROS,
Mentalidad y revuelta..., p. 121.
24
La psicología de masas del fascismo (1933), México, 1973; una panorámica general
sobre el freudomarxismo en Frederic MUNNÉ, Psicologías sociales marginadas. La línea de
Marx en la psicología social, Barcelona, 1982, pp. 69-177; véase también Carlos CASTILLA
DEL PINO, Psicoanálisis y marxismo, Madrid, 1969; Jean PIAGET y otros, Debates sobre
psicología, filosofía y marxismo, Buenos Aires, 1971.
10
por Jacques Le Goff, se publicará simultáneamente en cinco
países europeos25
. Por otra parte, existe como sabemos toda una
corriente historiográfica norteamericana (que hasta el día de hoy
no ha tenido prácticamente eco en Europa26
), la psicohistoria27
,
que promueve el estudio de la historia por medio de las
categorias psicoanalíticas, alimentando dos revistas: The
Psychohistory Review, dentro del ámbito de la asociación
nacional de historiadores, y Psychohistory Review. The Journal
of Psychohistory, fundada por LLoyd de Mause, y menos
preocupada por la aceptación académica de dicha disciplina.
Añadir que quizás el método psicohistórico que suscita más
recelos entre los historiadores de profesión sea la empatía, el uso
25
Se han publicado ya varios volúmenes, no así, desgraciadamente, este anunciado libro
de Pierre Vilar.
26
Las iniciativas de Alain Besançon -Histoire et expérience du moi, París, 1971;
L'histoire psychanalytique. Une anthologie, 1974; “El inconsciente. El episodio de la prostituta
en ‘¿Qué hacer?’ y ‘El subsuelo”, Hacer la historia, III, Barcelona, 1980 (París, 1974), pp.
37-60-, no tuvieron continuidad en Francia, ni siquiera por parte de su principal instigador; y
veremos la suerte que corre, entre los psicólogos españoles, la propuesta de José Luis Pinillos en
favor de la psicohistoria (y de la historia de las mentalidades, pues considera ésta una de las
formas de aquélla), Psicología y psicohistoria. Escritos seleccionados, Valencia, 1988 (véase
también la nota 116).
27
Rudolph BINION, Introducción a la psicohistoria, México, 1986 (París, 1982);
Jacques SZALUTA, La psychohistoire, París, 1987; LLOYD DE MAUSE, ed., A Bibliography
of Psychohistory, Nueva York, 1975; LLOYD DE MAUSE, Foundations of Psychohistory,
Nueva York, 1982 (París, 1986); W. GILMORE, Psychohistorical inquiry: a comprensive
research Bibliogrphy, Nueva York, 1984; G. M. KREN, H. RAPOPORT, Varieties of
Psychohistory, Nueva York, 1985; Geoffrey COOK, Travis CROSBY, Psycho/History. Reading
in the Method of Psychology, Psychoanalysis, and History, Yale, 1987; desde un punto de vista
más crítico, Saul FRIEDLÄNDER, Histoire et psychanalyse. Essai sur les possibilités et les
limites de la psychohistoire, París, 1975.
11
abusivo de la intuición para, ubicándose el autor en el lugar del
sujeto histórico, acceder a "lo que sucedió realmente"...28
El quinto componente de la mentalidad que consideramos
es la conducta: lo que el hombre hace, incluyendo aquello que
dice. En sentido estricto, meramente conductista, la actividad
humana observable no forma parte de la experiencia interior,
mental, pero la necesaria convergencia de la historia de las
mentalidades con las disciplinas vecinas más experimentadas en
la investigación de la psique humana, nos estimulan a no
desdeñar ningún campo de investigación que lo sea de la
psicología científica, esto es, la psicología de la conducta, y
la psicología del inconsciente, sin ignorar como ya dijimos que
el mayor grado de identidad, en cuanto al objeto, tiene lugar
entre historia y psicología del conocimiento, y muy
especialmente entre historia social y psicología social. Por lo
demás la inclusión de los comportamientos colectivos, en el
territorio de la historia de las mentalidades, favorece: la
recuperación de su relación con la historia social, un mayor
intercambio de ésta con la antropología histórica (interesada por
los gestos29
y los rituales, el juego y la fiesta, y la tradición30
,
por ejemplo), con la nueva historia sociocultural (cultura
popular, lectura) y, en general, la concordancia con la tendencia
28
Saul FRIEDLÄNDER, op. cit., pp. 10-13, 19, 211.
29
Tema antropológico investigado históricamente en una obra reciente: Jean-Claude
SCHMITT, La raison des gestes dans l'Occident médiéval, París, Gallimard, 1990.
30
E. J. HOBSBAWM, T. RANGER, dirs., L'invent de la tradició, Barcelona, 1988 (1ª
ed. en inglés, 1983).
12
creciente de las ciencias sociales al estudio de las prácticas
culturales, sociales y privadas31
.
Destacemos de la actividad práctica de los hombres tres
ejemplos de temas historiográficos cuya explotación puede ser
-mejor dicho, está siendo ya- productiva desde el punto de vista
de las mentalidades: el vocabulario32
-que el “giro lingüístico”
potencia-, la vida cotidiana33
y la violencia34
, que nos devuelve
31
Pierre BOURDIEU, Esquisse d'une théorie de la practique, Ginebra, 1972; Foucault
ha influido en la investigación de la vida privada desbrozando el campo de las "prácticas de
sí", el trabajo sobre sí mismos por el que los seres humanos se constituyen como sujetos,
Francisco VAZQUEZ, Foucault y los historiadores, Cádiz, 1988, p. 158.
32
Alphonse DUPRONT, "Sémantique historique et histoire", Cahiers de lexicologie, nº
15, 1969; Alphonse DUPRONT, "Langage et histoire", XIII Congrès International des Sciences
Historiques, Moscú, 1970; F. FURET, A. FONTANA, "Histoire et linguistique", Livre et société
dans la France du XVIIIe siècle, tomo II, La Haya, 1970; Regine ROBIN, Histoire et
linguistique, París, 1973; Jean-Claude CHEVALIER, "La lengua. Lingüística e historia", Hacer
la historia, III, Barcelona, 1980 (1ª ed. en francés, 1974); Maurice MOLHO, "Linguistique et
histoire", Mélanges de la Casa de Velázquez, tomo XII, 1976; Ernest LABROUSSE y otros,
Ordenes, estamentos y clases, Madrid, 1978 (1ª ed. en francés, 1973); B. CERQUIGLINI,
"Linguistique et histoire", Dictionnaire des sciences historiques, París, 1986.
33
Sobre este tema, de origen etnológico, como en cualquier otro dominio histórico, se
puede hacer una historia buena o mala, anecdótica o seria, descriptiva o explicativa, etc.;
verbigracia, Aaron Gurevicht resalta el momento de la innovación en la vida diaria, en la
economía y en la existencia cotidiana, como un plano fundamental para comprender los
cambios históricos (Ciencias Sociales, 1, 1991, p. 148); véase Henri LEFEBVRE, Critique de la
vie quotidienne, 3 vol., París, 1946-1981; Jacques LE GOFF, "El historiador y el hombre
cotidiano", Tiempo, trabajo y cultura en el Occidente medieval, Madrid, 1983 (1ª ed. en francés
del artículo, 1972); Jean-Didier WOLFROMM, "Quarenta anos de vida cotidiana", A Nova
Historia, Lisboa, 1986 (1ª ed. en francés, 1977); Colloque "Quotidienneté et historicité". Lyon,
1982, París, 1983; "La sociología de la vida cotidiana", Debats, nº 10, 1984; Chris WICKHAM,
"Comprender lo cotidiano: antropología social e historia social", Historia Social, Valencia, nº 3,
1989 (1ª ed. en italiano, 1985); en Alemania se ha denominado Alltagsgeschichte (historia de la
vida cotidiana) a la forma local de historia de las mentalidades, véase Alf LÜDTKE, edit.,
Histoire du quotidien (1ª ed. en alemán, 1989), París, 1994.
13
a la historia social. La investigación histórica de la violencia
sigue en la actualidad tres direcciones principales: a) la
violencia cotidiana a la manera de la antropología social35
; b) la
violencia como criminalidad y como represión, que entronca
con una historia renovada de la justicia y del derecho36
; y c) la
violencia colectiva, cuyo estudio añade una nueva dimensión a
la historia de los conflictos, las revueltas y las revoluciones37
,
acontecimientos claves para reponer el sujeto social de la
historia.
34
Jean-Claude CHESNAIS, Histoire de la violence, París, 1981; Ch. RAYNAUD, La
violence au Moyen Age, XIIIe- XVe, París, 1990.
35
R. GIRARD, La violence et le sacré, 1972; J. CHIFFOLEAU, "La violence au
quotidien, Avignon au XIVe siècle d'après les registres de la cour temporelle", Mélanges de
l'École Française de Rome, tomo 92, nº 2, 1980; Arlette FARGE, La vie fragile. Violence,
pouvoirs et solidarités à Paris au XVIIIe siècle, París, 1986 (México, 1994); Robert
MUCHEMBLED, La violence au village. Sociabilité et comportements populaires en Artois du
XVe au XVIIe siècle, Bélgica, 1989.
36
Michel FOUCAULT, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Madrid, 1990 (7º
ed. en español; 1ª ed. en francés, 1975); P. SPIERENBURG, Judicial violence in the Dutch
Republic (1750-1850), Amsterdam, 1978; G. RUGUIERO, Patrici e malfattori. La violenza a
Venezia nel primo Rinascimento, Bologna, 1982; "Violences sexuelles", Mentalités, nº 3, París,
1989; F. GASPARRI, Crimes et châtiments en Provence au temps du Roi René. Procédure
criminelle au 15e
siècle, París, 1989; "Violència i marginació en la societat medieval", Revista
d'Història Medieval, Valencia, nº 1, 1990.
37
L. MARTINES, Violence and civil disorder in Italian cities, 1200-1500, Berkeley,
1972; C. TILLY, "Revolutions and collective violence", Handbook of Political Science,
Massachusetts, 3, 1975; Salustiano MORETA, Malhechores-feudales. Violencia, antagonismos y
alianzas de clases en Castilla, siglos XIII-XIV, Madrid, 1978; Violence, Civil Strife and
revolution in the classical city: 750-330 BC, Londres, 1982; Violence et contestation au Moyen
Age, París, 1989; Carlos BARROS, "Violencia y muerte del señor en Galicia a finales de la
Edad Media", Studia Histórica, Salamanca, vol. IX, 1991, pp. 128-130; Violencia y
confllictividad en la España bajomedieval, Zaragoza, 1995.
14
La praxis humana, desde las palabras y los gestos hasta los
grandes hechos, colectivos e individuales, entra en el campo de
interés de nuestra historia -amplia, que no imprecisa- de las
mentalidades, reformulada como historia desde el sujeto, por
partida doble: constituye el aspecto más empírico de la
psicología, y de la historia, y es, además, una fuente capital para
el estudio de la mentalidad en su conjunto38
. De cada acto
humano deriva un entorno mental formado por sus
motivaciones, su “conciencia práctica” (Giddens), sus
interrelaciones con los otros, sus consecuencias subjetivas; la
mentalidad es anterior y posterior al hecho objetivable, y sin
embargo inseparable de la subjetividad, incluso cuando ésta no
es consciente (elección racional); partiendo de las acciones
humanas podemos llegar, por consiguiente, al contexto
psicológico que las informan sin cesar. Ningún otro componente
de la subjetividad humana detenta como la práctica tan
claramente la doble función objeto/sujeto de fuente y tema de la
investigación.
38
las acciones hablan más alto que las palabras, Peter BURKE, La cultura popular en
la Europa moderna, Madrid, 1991 (1ª ed. en inglés, 1978), p. 127.
15
Definiendo por tanto la mentalidad como la manera de
pensar, de sentir, de imaginar y de actuar, nos aproximamos
analíticamente a un mundo subjetivo que se presenta en la
realidad, según ya dijimos, como una síntesis general o parcial
de los sobredichos cinco componentes, y aun de otros elementos
simples, esto es, un sistema mental. Precisemos que la
mentalidad que busca el historiador en la sociedad del pasado
puede ser global desde cuatro puntos de vista: a) Formas
mentales complejas39
como la memoria, las actitudes, las
creencias o los valores. b) Mentalidades en función de un tema:
tiempo, espacio, naturaleza, trabajo, poder, institución,
acontecimiento, revuelta, propiedad, dinero, justicia, igualdad,
naturaleza, locura, vida, muerte. c) Mentalidades en función de
un sujeto: individuo, estamento, clase, profesión, género, grupo
de edad, minoría, nación, civilización. d) Mentalidades en
función de un período temporal concreto: mentalidad del año
mil, mentalidad moderna o mentalidad fin de siglo.
Sobra decir que el objeto específico de la investigación
socio-histórico-psicológica puede ser consecuencia de las
combinaciones más diversas. Ejemplos hipotéticos: la creencia
en una institución, por parte de los habitantes de un país, en un
momento dado de su historia; las actitudes hacia un
acontecimiento de una colectividad, definida por un ámbito y un
tiempo determinados; o la evolución del imaginario igualitario,
dentro de una clase social, en la larga duración.
39
En todas las manifestaciones psíquicas nos encontramos con varios tipos de
percepción de la realidad, solo que en algunas esa diversidad y su articulación es más simple que
en otras.
16
En la medida, por otra parte, en que la historia de las
mentalidades se desarrolló y ramificó hasta la dispersión (no
tanto en el caso de España), se imponen síntesis de los
resultados de la investigación40
, balances y, si es preciso,
rectificaciones, pensando en una historia social de las
mentalidades que ayude a entender los grandes y pequeños
acontecimientos del pasado a partir de la subjetividad humana,
sacando a la luz las conexiones de ésta con la historia -más bien
objetiva- de la base material de la sociedad. Si pensamos en el
futuro, lo que conviene ahora en historia no es tanto describir
por separado la economía, la política o la mentalidad, como
explicar las interfaces subjetivo/objetivo, mental/material,
corta/larga duración, cambio/estructura...
Fuentes y metodología
40
La historia de la vida privada, que han dirigido G. Duby y Ph. Ariès, con notable éxito
de público, concretamente en España, es una tentativa en esa dirección.
17
A diferencia de otras subdisciplinas históricas, como la
historia económica o la historia social, que tienen sus fuentes
específicas41
, las fuentes de la historia de las mentalidades son
todas las fuentes históricas. Incluso la ausencia de fuentes y de
datos (lo no-dicho, los silencios cargados de significado)
devienen en fuente para el estudio de lo mental colectivo.
Siendo relevantes para el historiador de las mentalidades, tanto
los testimonios de personas que obtenemos de las fuentes como
los hechos a que aquéllas se refieren: las acciones humanas,
según acabamos de ver, son también una fuente para inferir la
mentalidad.
Amplitud de fuentes que procede de la amplitud de la
temática: la subjetividad humana. En realidad, la novedad
epistemológica que proporciona al conocimiento histórico la
historia social de las mentalidades, ¿qué es sino enfocar el
pasado desde el punto de vista del actor, desde el "interior"? La
innovación reside no sólo en descubrir nuevos territorios y
fuentes sino también en revisar, desde el ángulo subjetivo, los
viejos territorios y fuentes de una historia que, recordemos, ha
ganado su primer reconocimiento como ciencia a fuerza de
tratar como objetos los hechos, y las huellas, del pasado. El reto
actual es tratar científica y objetivamente la acción, y la visión,
del sujeto de la historia42
.
41
Witold KULA, Problemas y métodos de la historia económica, Barcelona, 1973
(Varsovia, 1963); Manuel TUÑÓN DE LARA, Metodología de la historia social de España,
Madrid, 1973; André CORVISIER, Sources et méthodes en histoire sociale, París, 1980.
42
Sobre la objetivación del sujeto, véase Mentalidad y revuelta, p. 6.
18
Las fuentes narrativas de la historia política no han sido
demasiado utilizadas por los historiadores franceses de las
mentalidades, quizás porque el acontecimiento histórico como
tal, es decir, la corta duración, no ha sido materia habitual de
trabajo para indagar la mentalidad43
. Las fuentes notariales y
judiciales, explotadas principalmente por la historia
demográfica, económica y social, empiezan, sin embargo, a ser
más empleadas por el historiador de las mentalidades,
especialmente procesos44
y testamentos45
.
Para comprender la subjetividad pasada el historiador
precisa asimismo echar mano de las fuentes propias de la vieja
historia cultural, de menor utilidad para el historiador de la
política, la economía o la sociedad. Nos estamos refiriendo a la
historia de la literatura, del arte, de la filosofía, de la religión, de
la educación y de la ciencia46
. Disciplinas engendradas por áreas
43
Una excepción en este sentido, Georges DUBY, El domingo de Bouvines: 24 de julio
de 1214, Madrid, 1988 (1ª ed. francesa, 1973).
44
Carlo GINZBURG, El queso y los gusanos. El cosmos, según un molinero del siglo
XVI, Barcelona, 1982 (2ª ed.), (1ª ed. en italiano, 1976); Enmanuel LE ROY LADURIE,
Montaillou, aldea occitana de 1294 a 1324, Madrid, 1981 (1ª ed. en francés, 1975); Natalie Z.
DAVIS, El regreso de Martín Guerre, Barcelona, 1984 (1ª ed. en francés, 1982); desde un punto
de vista crítico, véase Peter BURKE, La cultura popular en la Europa moderna, Madrid, 1991,
pp. 126 ss. (1ª ed. en inglés, 1978).
45
Tipo de documentos utilizados mayormente para la indagación la religiosidad y la idea
de la muerte.
46
Para épocas pretéritas la historia de la ciencia tendría que ser también historia de las
mentalidades; v. gr., B. VICQUERS, comp., Mentalidades ocultas y científicas en el
Renacimiento, Madrid, 1990.
19
de conocimiento que procuran el origen y la evolución de su
objeto cultural en el tiempo. La virtual convergencia de temas,
fuentes y métodos enriquece tanto la historia general como
dichas disciplinas diacrónicas (y sin embargo no es fácil47
). El
redescubrimiento de las fuentes tradicionales de la cultura por
parte del historiador general, tiene lugar al tiempo que se
revalorizan objetos y fuentes culturales que antes se
consideraban menores (prensa, fotografía48
, literatura e arte
populares, entre otros), o bien se negaba que en verdad fuesen
fuentes históricas, como es el caso de la tradición oral o de los
documentos personales. Fuentes inexploradas que dieron lugar
incluso a nuevos y pujantes enfoques historiográficos,
verbigracia, la historia oral49
.
La extensión del territorio del historiador a lo mental, en
general, y a lo imaginario, en particular, conduce por
consiguiente a un nuevo aprovechamiento heurístico de la obra
literaria, doctrinal o artística, y, por otro lado, esta irrupción del
historiador general -formado por lo regular como historiador
social- en el campo de la historia cultural puede aportar a los
historiadores de estas especialidades -reafirmando en ocasiones
47
La interdisciplinaridad en el interior de la historia es incluso más difícil, y empero
más necesaria, que la cooperación de la historia con otras ciencias sociales.
48
Gisèle FREUND, La fotografía como documento social, Barcelona, 1976; Bernardo
RIEGO, La fotografía como fuente de la historia contemporánea, Jornadas "La imatge i la
recerca histórica", Gerona, 1990.
49
Philippe JOUTARD, Esas voces que nos llegan del pasado México, 1986; Paul
THOMPSON, La voz del pasado. Historia oral, Valencia, 1988.
20
tradiciones anteriores- el enfoque sociológico, y hasta
psicológico, así como la preocupación por el sujeto colectivo,
anónimo, popular.
La perspectiva que se ofrece al historiador de las
mentalidades que bucee en las fuentes clásicas de tipo literario,
iconográfico50
y narrativo, es inmensa, aunque se va a encontrar
con que muchos temas que son nuevos para la historia
organizada cronológicamente son antiguos para los historiadores
de la literatura o del arte, existiendo ya una bibliografía, con
frecuencia extensa, al respecto. La rama historiográfica donde, a
partir de la renovación que supuso la antropología histórica51
y
la historia de las mentalidades52
, la síntesis historia
general/historia especializada se ha producido tal vez antes y
mejor sea la historia religiosa53
.
50
Añadamos las nuevas fuentes audiovisuales e informáticas (radio, cine, discos,
casetes, TV, disquetes, CD-ROOM e internet), que convierten en privilegiado al investigador
futuro de las mentalidades actuales.
51
Mircea ELIADE, Tratado de historia de las religiones, Madrid, 1981 (1ª ed. en 1964);
Keith THOMAS, Religion and the decline of magic, Londres, 1971.
52
Marc BLOCH, Les Rois thaumaturges (1924), París, 1983; Lucien FEBRVE, Le
problème de l'incroyence au XVIe siècle. La religion de Rabelais (1942), París, 1968.
53
La historia de la religiosidad medieval ha dado lugar, por ejemplo, a una importante
línea de investigación: R. MANSELLI, La religión populaire au Moyen Age. Problèmes de
mèthode et d'histoire, París-Montreal, 1975; J. C. SCHMITT, La herejía del Santo Lebrel.
Guinefort, curandero de niños desde el siglo XIII, Barcelona, 1984 (1ª ed. en francés en 1979); J.
DELUMEAU, Un chemin d'histoire. Chrétienté et christianisation, París, 1981; J. LE GOFF, El
nacimiento del purgatorio, Madrid, 1985 (1ª ed. en francés, 1981); A. DUPRONT, Du sacré.
Croisades et pelerinages. Images et langages, París, 1987; B. GEREMEK, La piedad y la horca:
historia de la miseria y de la caridad en Europa, Madrid, 1989; J. DELUMEAU, L'aveu et le
pardon. Les difficultés de la confession (13e -18
e siècle), París, 1990.
21
Si de entrada para el historiador de las mentalidades todas
las fuentes son válidas, y aun la novedad de su objeto pone de
relieve nuevas fuentes, no ocurre lo mismo con el método y las
técnicas a aplicar: para estudiar la subjetividad es, por supuesto,
necesaria una metodología específica54
, no llega con el modus
operandi general de los historiadores. Lo sorprendente sería lo
contrario, ¿acaso la historia social o la historia económica o la
historia del arte no tienen su propio método de trabajo? Hay
herramientas y enfoques metodológicos de la historia como
ciencia social que conciernen a todas sus ramas, pero la
singularidad epistemológica del objeto de investigación, en este
caso la mentalidad, obliga a descubrir y producir medios
singulares de interrogar a las fuentes, de verificar las respuestas
que se van obteniendo, de teorizar las hipótesis y los resultados.
Y para sacar conclusiones mentales de un texto, de un hecho, de
un testimonio o de una imagen (o de la ausencia de cualquiera
de ellos) es menester buscar inspiración en las ciencias sociales
más experimentadas en los temas de la psique, esto es, la
psicología y la antropología55
. De la misma forma que la historia
54
A favor de una metodología específica para la historia de las mentalidades se han
manifestado, en su momento, Dupront y Agulhon, y en contra Le Goff y Revel (véase Savoir et
mémoire, nº 2, París, 1993, p. 27, y las notas 18, 109 y 127 del capítulo anterior): con toda
evidencia se impuso la segunda opción, y con ella la triunfal dilución de la historia de las
mentalidades en múltiples historias subjetivas..
55
La enorme demora de la historia en abordar el estudio de lo mental contrasta con las
demás ciencias sociales que también ambicionaron aprehender totalidades, es el caso de la
antropología y de la sociología, que, sin la convergencia con la psicología no hubieran dado lugar
a la psicología social y la antropología social, ésta última muy influente en la nueva historia
angloamericana.
22
ha colaborado con la geografía, la sociología y la economía para
construir el método de la historia social y económica, ¿no ha de
cooperar con la antropología y la psicología para fabricar los
instrumentos que permitan el acceso a la subjetividad humana?
La historia de las mentalidades es interdisciplinar o no es. Cierto
que el factor tiempo prohíbe abordar los hechos de la historia,
materiales o mentales, como si fuesen actuales56
, aconsejando
esta diferencia el intercambio más que el trasplante, entre la
ciencia del pasado y las ciencias del presente57
. Siendo
conscientes de la importancia capital que entrañan nuestras
contribuciones genéticas y diacrónicas, los historiadores
debemos aprender de aquellas ciencias sociales que van por
delante en la tarea de dar un tratamiento científico a la
mentalidad, con el mismo entusiasmo y los buenos resultados
que se pusieron en práctica para estudiar los tratados de
geografía, sociología o economía, en los tiempos en que
arrancaba la nueva historia, sin que ello tenga naturalmente
porque conllevar, ni antes ni ahora, dependencia de dichas
disciplinas.
Un producto francés
56
En rigor todos los acontecimientos que analizamos son, de inmediato, hechos pasados,
lo que pasa es que la antigüedad es un dato cualitativo, además de cuantitativo, y la historia está
justamente especializada en investigar científicamente la cualidad de lo antiguo.
57
Sobre la interdisciplinaridad en general, véase I. STENGERS, D'une science à l'autre.
Des conceptes nomades, París, 1987.
23
La historiografía de diversos países ha recorrido -todavía
está recorriendo-, con diferentes pero convergentes resultados,
el camino que va de lo objetivo a lo subjetivo. La experiencia
renovadora que más ha influido entre nosotros, positiva y
negativamente, es, a qué dudarlo, un producto francés: la
historia de las mentalidades (y su heredera más reciente la
historia sociocultural58
). La prueba es que, en España, por ese
nombre se conoce todavía la historia de la subjetividad en
general, las nuevas temáticas de la antropología, la cultura y la
psicología aplicadas a la historia, todo lo que, en definitiva, no
es ni historia económico-social ni historia política. A nosotros
nos parece teóricamente más clarificador denominar historia
subjetiva o histoira desde el sujeto59
a esa constelación de
nuevas -o novísimas- historias que tienen por objeto al sujeto,
distinguiendo en su interior (ni por su origen, materias o
métodos, son realmente homologables) cuando menos: la
historia de las mentalidades en su sentido más estricto, la
antropología histórica, la historia socio-cultural -o nueva
historia cultural- y, si se quiere, la vieja psicohistoria. La
58
En España se ha desarrollado escasamente la antropología histórica (salvo
excepciones como Julio Caro Baroja) como consecuencia del fuerte peso de la
compartimentalización académica.
59
Decir historia subjetiva es más gráfico y radical, en cuanto a significación de ruptura
con el objetivismo, pero también beneficia cierto malentendido entendemos por sujeto el
historiador en vez del agente histórico, es por ello que, en el Congreso Internacional “A historia a
debate”, intitulamos la tercera sesión temática: “La historia social desde el sujeto”.
24
cuestión es que, hoy por hoy, estas tres o cuatro denominaciones
se utilizan todavía sinónimamente, tendiendo incluso cada una
de ellas a englobar el espacio de las otras conforme aspiran a la
hegemonía de la historia subjetiva. En Francia se ha promovido
hasta los años 80 la historia de las mentalidades como la gran
denominación abarcadora de temas superestructurales; el
término más extendido en la historiografía angloamericana fue,
por lo demás, el de antropología histórica o social; valiéndose de
la cultura en su acepción más amplia, la nueva historia cultural
va ganando terreno últimamente par tout para designar todo lo
subjetivo; en los EE. UU. se ha identificado en ocasiones la
historia de las mentalidades como psicohistoria; y en Alemania
es la historia cotidiana quien protagonizado el cambio
paradigmático que representa el retorno del sujeto60
. El peso
innegable de las tradiciones nacionales obstaculiza, junto con
otras causas, la clarificación y el establecimiento de relaciones
de comunidad y parentesco entre estas líneas, paralelas y
entrelazadas, de la investigación desde el sujeto. Con todo, la
historia francesa de las mentalidades ocupa por méritos propios
un lugar central61
-no siempre reconocido- en la génesis y en la
realidad floreciente de una historia del sujeto que ha
protagonizado la investigación de vanguardia en distintos países
60
En España, salvo individualidades, se copiado o rechazado estas “modas” sin aportar
por el momento nada original, véase el capítulo final de este libro.
61
Sobre la rol principal y precoz de la historia francesa de las mentalidades en el
fenómeno general del retorno del sujeto en la historiografía mundial abundaremos en el próximo
apartado.
25
e historiografías, incluyendo algunas historiografías marxistas62
.
En su afán por combatir la historia tradicional, descriptiva
y événementielle, y por edificar una nueva historia explicativa,
social y total, Marc Bloch y Lucien Febvre, al fundar en 1929 la
revista Annales, avanzaron como sabemos dos líneas de
investigación, en un principio interconectadas pero que se
bifurcaron ulteriormente hasta incluso llegara enfrentarse: la
historia económico-social y la historia de las mentalidades. La
primera fue haciéndose predominante en Francia a partir de la II
Guerra Mundial63
, siendo desplazada de su posición hegemónica
por la historia de las mentalidades a lo largo de los años 7064
. De
modo que, en los años 80, asistimos al clímax de una historia de
las mentalidades que contagia a las subdisciplinas más
próximas, perdiendo la noción de mentalidad en definición lo
que gana en extensión, en beneficio inmediato de una emergente
antropología histórica, merced al empuje de la antropología, en
el conjunto de las ciencias sociales, y al peso creciente de la
historiografía inglesa. El reciclaje de la historia de las
mentalidades como antropología histórica -que comporta unos
62
La investigación del sujeto histórico ha, desde los años 70, contribuido altamente a
renovar la historiografía marxista -el mejor ejemplo son los historiadores marxistas británicos-
normalmente volcada en una historia objetiva de la base material de la sociedad, muy necesaria,
en un primer momento, pero ahora muy insuficiente, no sólo para la historia como disciplina,
sobre todo para un marxismo cuya tradición en exceso economicista y objetivista casi le ha
llevado a la tumba.
63
La tendencia se apuntaba ya en los primeros Annales cuando al título de la revista se
completaba así: d’histoire économique et social.
64
Annales se subtitula ahora: Économies, Societés, Civilisations.
26
una especie de segundo impulso, y para nosotros la muestra de
su “esplendor en la crisis”-, durante la década pasada, ha
favorecido la homologación francesa con pujantes
historiografías, en primer lugar las angloamericanas, resistentes
al hegemonismo francés, tendencialmente demodé en el ámbito
intelectual65
. Esta “aceptación” por parte de los terceros Annales
de la potencia de la antropología -ya Braudel tuviera que hacer
algo parecido- no deja de ser una suerte de dimisión, neutraliza
ciertamente los problemas que la definición ambigua de las
mentalidades genera fuera de Francia... al precio de renunciar a
consolidar la historia de las mentalidades como una disciplina
de futuro, es decir, con metodología propia.
El "error" francés, cuya rectificación habría que contemplar
en el marco del tournant critique historiográfico alentado en el
país vecino, ha sido manifiestamente separar, siguiendo el típico
movimiento pendular, la historia social -y la psicología- de la
historia de las mentalidades67
, y ello ha posibilitado
colaboraciones innovadoras con la antropología, el arte, la
literatura, y otras disciplinas de lo subjetivo, pero también ha
65
En el mundo de las ideas, la cultura y la comunicación, hemos asistido a la pérdida por
parte de Francia-y de París- de protagonismo (que ha tenido indiscutiblemente su epicentro en
1968) en favor de lo angloamericano, gracias también al auge del inglés y la decadencia del
francés como lenguas culturales y científicas; las reservas, cuando no los prejuicios, hacia lo
francófono y las filias hacia lo anglófono son “modas” que todavía colean en España.
67
Ya vimos en el apartado I.1 lo relativo a la desconexión historia social/historia de las
mentalidades, que a Philippe Ariès -a diferencia de Le Goff - no le cuesta reconocer, incluso en
clave positiva: «L'histoire des mentalités», La Nouvelle Histoire, París, 1978, p. 409, 418.
27
ido alejando la nouvelle histoire de su matriz68
, de la historia
total,... y de otras historiografías, entre ellas la española, que
intenta aún -que intentamos- retomar la historia de las
mentalidades, volviendo a sus planteamientos fundadores, en el
contexto de un nuevo paradigma internacional.
El retraso español
68
Uno de los efectos ha sido desconocer el concepto de cultura popular, como ha hecho
notar Bernard Vincent, poniendo como ejemplo al libro La Nouvelle Histoire de 1978,
Manuscrits, nº6, 1987, p. 99.
28
Que la puesta al día de la historiografía española, durante
los años 60 y 70, haya tenido lugar bajo un régimen político
dictatorial, con todas sus implicaciones ideológicas, académicas
y de obstáculos a la movilidad de los investigadores, ha
retrasado -de manera acumulativa- la conexión de los
historiadores españoles con las investigaciones internacionales
de vanguardia, provocando un ritmo historiográfico peculiar.
Las innovaciones acaban llegando a España, pero de una manera
parcial y con una demora evidente (una década o más). Así, la
historia económico-social se impone, entre nosotros, sobre todo
en los años 70, renovando decisivamente la vieja historia
político-institucional69
, bajo la influencia directa de la escuela
de Annales, cuando ya en Francia70
subía como la espuma una
historia de las mentalidades, que tendía a distanciarse de la
historia social de las mentalidades de los años 60. Este desfase
coadyuva a que la nueva historia económico-social española se
consolide contra la historia de las mentalidades, al margen de las
corrientes marxistas que en historia y demás ciencias sociales
mantenían o incluso concentraban su interés en el sujeto-hombre
69
Por fin se abandonaba la historia evenemencial que había predominado desde el
final de la guerra civil, Julio VALDEÓN, "Quince años de historiografía española", Historia
16, nº 181, p. 161.
70
Y no sólo en Francia, en 1971, K. Thomas publica Religion and the Decline of Magic,
y mucho antes, en 1963 -año en que se publica también un importante artículo metodológico de
Thomas sobre historia y antropología-, se había editado la obra de E. P. Thompson The Making
of the English Working Class (publicada en español en 1977); ambas obras representativas del
diálogo historia-antropología (véase al respecto el nº 3 de la revista Historia Social, Valencia,
1989) que, paralelamente, los historiadores ingleses habían iniciado para responder a preguntas
bastante parecidas a las que dieron origen a la historia de las mentalidades en Francia.
29
y en la superestructura de la sociedad71
. ¿Existía otra
alternativa? Teóricamente sí, la imperiosidad de investigar la
base material de la sociedad no tenía por qué cerrarnos el acceso
a la dimensión subjetiva y cultural de la realidad pasada, cuya
investigación -convenzámonos de una vez- no tiene por qué ser
menos científica que la de la economía. En la práctica no ha
sido así, ¿tal vez porque la tarea ingente que entrañaba la
superación de la historia tradicional, en las condiciones
españolas, no permitía tal diversificación del esfuerzo
innovador72
? Probablemente, máxime cuando es tan
problemático -mientras no seamos capaces de desarrollar un
paradigma que trate como inseparables lo objetivo y lo
subjetivo- trabajar en direcciones tan disímiles, y tan difíciles de
compatibilizar, como lo material y lo mental.
Historiadores españoles, con más facilidades para el
contacto con el exterior73
, que entonces pasaba principalmente
por Francia, ensayaron el desarrollo de una historia social que
fuese a la vez historia de las mentalidades, pero ulteriormente
ellos mismos no trabajaron en esa dirección, ni por lo tanto
pudieron ser seguidos, no se logró en consecuencia la
71
Por ejemplo, la Escuela de Frankfurt, la antropología social (también francesa: M.
Godelier) y la historia social inglesa (de cuya inclinación antropológica ya hemos hablado), cuya
tardía importación no tuvo en España demasiados seguidores: ¿dónde están si no las obras
españolas que podamos considerar deudoras del materialismo cultural de Thompson?
72
Ya en los años 30 la disyuntiva de los primeros Annales entre historia
económica-social e historia de las mentalidades se resolvió a favor de la primera.
73
Los dos autores que vamos a citar en primer término, medievalista uno y
contemporáneista otro, no vivían en ese momento en España.
30
aceptación de la historia de las mentalidades como un campo
útil y necesario para la investigación global del pasado.
Reyna Pastor, en 1966, publica en francés un trabajo que
siete años después, en 1973, alcanza cierta difusión en español,
Diego Gelmírez: una mentalidad al día74
, que quería ser "un
ensayo de análisis interdisciplinario que permitirá el
conocimiento de ciertas 'actitudes mentales"75
. En el mismo año,
1973, Manuel Tuñón de Lara -siguiendo a Labrousse, Mandrou
y Duby-, incluye en su Metodología de la historia social de
España un capítulo que dice: "De la historia social a la historia
de las mentalidades sociales: posibles fuentes y métodos de
conocimiento"; propuesta clara que quedó en el aire, porque el
propio Tuñón raramente investigó las mentalidades76
y pocos
frutos ajenos pudo contar después de su iniciativa77
, si bien
nunca abjuró de la bondad y conveniencia de lo que nosotros
74
Editado junto con otros artículos de historia social y económica, Conflictos sociales y
estancamiento económico en la España medieval, Barcelona, 1973, pp. 104-131; en este artículo
se aborda también desde posiciones nuevas el género biográfico, hecho insólito y audaz en la
historiografía marxista-annaliste de los años 60.
75
ídem, p. 108.
76
Una de las excepciones en su aportación al libro colectivo La Guerra Civil española
50 años después, Barcelona, 1985.
77
Tuñón cita, en 1991, como concreciones de historia de mentalidades en temas
contemporáneos los trabajos publicados en Historia 16 -1977- de Carmen García Gaite y María
Cruz Seoane sobre los esfuerzos del franquismo por buscar una tradición, y de Luis Alonso
Tejada sobre la represión sexual bajo el franquismo, "Por una historia de Historia 16", Historia
16, nº 181, p. 166.
31
llamamos historia social de las mentalidades78
. Dos años
después, salvo Antonio Elorza79
, ninguno de los historiadores
que escriben sobre metodología e historiografía en el Boletín
Informativo de la Fundación Juan March, promueven la historia
de las mentalidades como una vía válida para la nueva historia
española, a pesar de las continuas invocaciones a Annales en
varias de las aportaciones de lo que después se editó como Once
ensayos sobre la historia (1976), sin duda la contribución
colectiva más sugestiva, por su pluralidad y representatividad,
de esos años, sobre renovación metodológica, hecha por
historiadores en España80
.
Por otra parte, en el campo del modernismo hay que hablar
de un precursor muy importante: Jaime Vicens Vives, sin duda
78
En 1991 intitula “Historia social y mentalidades” el nº 5 de la revista que ahora dirige
en Bilbao, Historia Contemporánea, dando asimismo acogida en ella -nº 9, 1993- al texto de mi
conferencia de Valladolid, en 1989, “Historia social, historia de las mentalidades”; más
referencias sobre Tuñón de Lara y la historia de las mentalidades en José Luis de la GRANJA,
Alberto REIG, edits., Manuel Tuñón de Lara. El compromiso con la historia, su vida y su obra,
Bilbao, 1993, pp. 109, 151, 176, 181, 182, 188, 190, 219, 229, 404, 474.
79
Que comienza su artículo sobre las ideologías políticas y su historia citando la
Metodología de Tuñón de Lara, Once ensayos sobre la historia, Madrid, 1976, 71-77; un fruto
muy reciente de su actitud receptiva hacia la historia de las mentalidades es su ponencia “Imagen,
religión y poder” en Historia a debate, II, pp. 61-84.
80
Sobre la situación posterior, Julio Valdeón escribe: La historiografía española de los
últimos quince años refleja, desde otro punto de vista, una notable pobreza teórica y
metodológica. Sin duda en estos campos la contribución española nunca ha sido muy
destacada, loc. cit., p. 163; véase asimismo el texto de la conferencia del mismo autor en el
Congreso de Santiago, “La historiografía española de finales del siglo XX: miseria de la teoría”,
Historia a debate, I, pp. 309-317; sobra decir que esta despreocupación de los historiadores con
la teoría y la metodología está en la base de las dificultades para la asimilación y la producción
de innovaciones.
32
el historiador español que ha jugado el rol más importante como
iniciador del cambio de paradigmas historiográficos en la
España de los años 60 y 70, a partir de su entrada en contacto
con la escuela de Annales en el Congreso Internacional de
Ciencias Históricas de París (1950). Vicens Vives dice en el
prólogo a la Historia de España y América social y económica
(1ª ed., 1957): “ésta no es una historia de España y América en
el sentido clásico de la palabra, porque no pretende definir una
estructura colectiva fundamentada en unilaterales razones
materiales, sino delimitar unas mentalidades de base, esto es,
una manera de estar, de comprender y de actuar”81
; intención
que se refleja en los índices de los diferentes volúmenes de esta
obra colectiva. Tampoco los discípulos de Vicens Vives van a
seguir ese camino doble. Josep Fontana lo intenta en Cambio
económico y actitudes políticas en la España del siglo XIX
(publicado en el año 1973, como las obras anteriormente citadas
de Pastor y Tuñón): “Al historiador toca dar una explicación
global de los hechos humanos (...) problema fundamental: el de
averiguar los nexos que enlazan los hechos económicos con los
políticos o los ideológicos (...) la nueva [historia] quiere saber
quiénes formaban este pueblo, qué ocupaciones tenían, qué
problemas les angustiaban, qué aspiraciones compartían”82
. La
sustitución, doblemente ideológica, del término ‘mentalidad’
por ‘ideología’ anuncia el posterior giro economicista, hostil a la
81
Historia de España y América social y económica, Barcelona, 1977, I, p. XXI.
82
Cambio económico y actitudes políticas en la España del siglo XIX, Barcelona, 1980,
pp. 5-6.
33
historia de las mentalidades83
, que va a dar la historiografía
española.
El problema de la recepción, práctica y teórica, de las
innovaciones de Annales en la historia social española de los
años 70 es su parcialidad, a pesar de los buenos comienzos.
Falló en definitiva la preocupación por la historia total, clave
para entender no sólo la escuela de Annales sino también un
materialismo histórico evolucionado, que contemple y
entrelazca los distintos niveles de la realidad, integrando en
suma el factor subjetivo, humano, en la historia. Si bien este
fracaso no es por supuesto privativo de la historiografía
española, resulta empeorado por la grave mutilación que, entre
nosotros, ha tenido lugar durante mucho tiempo del estudio de
los “problemas” y “aspiraciones” de los agentes históricos.
En 1970, una conocida editorial publica, en Barcelona,
Combats pour l'histoire de Lucien Febvre, de manera
significativa faltan dos artículos, que todavía siguen inéditos en
castellano, muy presentes en la versión francesa (1953): Une
vue d'ensemble. Histoire et psychologie, y La sensibilité et
l'histoire. Comment reconstituer la vie affective d'autrefois?
Una explicación podría ser decir, y se suele decir, que Febvre
tuvo una acogida menos favorable en nuestro país que el otro
fundador, tenido por más fundamental y próximo al
materialismo histórico, de la nueva historia francesa, Marc
Bloch, pero la cuestión es que La société féodale (1939)
83
Véase en la mesa redonda “La Història de les Mentalitats: una polèmica oberta” la
posición del mismo Fontana (Manuscrits, nº 2, 1985, pp. 31-55).
34
tampoco se publica en España... hasta 198684
. De haberse
editado hace 10 o 15 años, ¿no hubiera inspirado Bloch, en la
renovada historiografía española, esa interrelación de
"condiciones de vida y atmósfera mental" que ensaya en su
obra, síntesis maestra de una estructura social? En este contexto
de lectura o recepción incompleta de Annales, por parte de
nuestra mejor historiografía (marxista y no marxista), se
comprende mejor que la primera gran obra de Bloch, el estudio
de una creencia colectiva, Les Rois thaumaturges (1924) no se
haya traducido al castellano hasta hoy (México, 1991)85
, y que,
en otro orden de cosas, la descalificación global de la historia de
las mentalidades “a la francesa”86
haya supuesto la
minusvaloración, el desconocimiento o la marginación, de una
línea de historia social de las mentalidades que, originada en
Marc Bloch y Georges Lefebvre, en el período entreguerras, fue
retomada por Robert Mandrou, Georges Duby, Jacques Le Goff
en los años 60, y continuada posteriormente por Michel Vovelle,
Maurice Agulhon y muchos otros (entre ellos, los cinco autores
españoles citados más arriba, si bien de forma breve, tal vez
inconsecuente). La edición española, en 1985, de Idéologies et
mentalités (1982) de Michel Vovelle, conjunto de ensayos de
84
La edición mexicana de 1959 tuvo escasa difusión en España.
85
Sobre la génesis y el valor de este libro, véase el prólogo de Jacques Le Goff a la
tercera edición en francés (París, 1983).
86
Las críticas son un cajón de sastre donde hay de todo, pagando justos por pecadores:
hay críticas que el tiempo ha demostrado ser correctas y excesos hipercríticos que rayan en un
simplón prejuicio antifrancés.
35
valor metodológico estimable -sobre todo para el historiador
próximo al marxismo-, y otras aportaciones, no menos
importantes, como las de los historiadores hispanistas
franceses87
, preparan las condiciones para lo que Julio Valdeón
ha llamado "la irrupción de la denominada historia de las
mentalidades"88
, cuya presencia en conferencias, seminarios,
lecturas de tesinas y tesis, y en algunas publicaciones, empieza a
notarse seriamente a fines de los años 8089
: treinta años
después de aquel primer planteamiento animador de Vicens
Vives (quince años si pensamos en Tuñón de Lara), la historia
de mentalidades ha dejado, por fin, de ir a contracorriente. Este
retraso, consecuencia asimismo del habido anteriormente en la
recepción de la historia económico-social90
, tiene sus
87
Ejemplos: el trabajo de Emile Temine sobre las resistencias mentales en las Actas del
XVI Congreso de los hispanistas franceses, Permanences, émergences et résurgences culturelles
dans le monde ibérique et ibéro-américain, Aix-en-Provence, 1981, pp. 39-56; y, sobre todo, la
ponencia de Bartolomé Bennassar, "Historia de las mentalidades", en las III Conversaciones
Internacionales de Historia sobre La historiografía en Occidente desde 1945, publicadas en
Pamplona, 1985; la creciente influencia de los hispanistas angloamericanos -salvo casos como el
de James S. Amelang- y de la historia contemporánea -la historia de las mentalidades fue, y es
todavía, cosa de medievalistas y modernistas- restringió esta vía de penetración de las historia de
las mentalidades en España; véase la nota 109.
88
"Quince años de historiografía española", Historia 16, nº 181, 1991, p. 162.
89
Véase La historia social en España, Madrid, 1991, p. 85; Araceli OTERO y otros, “A
historia das mentalidades na recente historiografía española”, Historia a debate. Galicia,
Santiago, 1995, pp. 131-142.
90
Un nuevo campo de investigación se impone frecuentemente en la medida que el
anterior aparece suficientemente trabajado; esta tendencia, y la búsqueda de la novedad -que
produce la innovación, consustancial con la ciencia, pero también con la moda-, conlleva el
36
inconvenientes, pero también sus ventajas.
Inconvenientes y ventajas de un apogeo tardío
¿Inconvenientes del retardo de la historiografía española en
investigar la historia desde la subjetividad? En primer lugar,
cierta desconexión general con la última historiografía
internacional -y su deficiente asimilación-, y no sólo con la
francesa, antaño camino acostumbrado de entrada de la
innovación historiográfica en España. Lo que se ha rechazado
como “producto francés”, como historia de las mentalidades, ha
entrado en nuestro país como antropología histórica inglesa -que
impregna la historia social de E. P. Thompson y otros-, como
nueva historia cultural americana o, inclusive, como
microhistoria italiana, todo con su propio retraso91
. Un caso
notorio es el del libro The great cat massacre (1984) del
sabido efecto pendular que hay que contrarrestar con energía y fundamentación teórica.
91
Ignacio Olabarri anotaba justamente, en 1984, que la antropología inglesa ha
influido en España, desgraciadamente, demasiado poco, La historiografía en Occidente desde
1945, p. 125; como muestras tenemos la no traducción del libro de Keith Thomas (Religion and
the decline of magic, 1971), autor del cual se acaba de publicar ahora un importante ensayo de
1963 ("Historia y antropología", Historia Social, nº 3, 1989), y la tardía (Madrid, 1991)
traducción del libro de Peter Burke, Popular Culture in Early Modern Europe (1978); sin
embargo, los libros de Carlo Ginzburg -El queso y los gusanos (1976), Barcelona, 1981- y de
Giovanni Levi -La herencia inmaterial (1985), Madrid, 1991-, han tenido mejor fortuna; pueda
que el carácter social de parte de la microhistoria italiana favorezca una mejor comprensión y
acogida en nuestra historiografía, prueba de ello es el Coloquio Internacional de Historia Local
de Valencia, celebrado en 1988 (L'espai viscut, Valencia, 1989), si bien hay otro argumento: el
desbloqueo, en la segunda mitad de los años 80, de la historia de las mentalidades, y, en general,
la crisis irreversible de la historia social-objetivista y economicista en España.
37
historiador norteamericano Robert Darnton, especialista sobre la
historia moderna de Francia, una colección de artículos sobre
actitudes y creencias en la Francia del siglo XVIII92
, que
habiendo alcanzado un gran éxito de público en USA, y en
Francia, y desatado además una importante polémica entre
historiadores de varios países93
, pasó absolutamente
desapercibido en España, pese a haber sido traducido y editado
en México en el año 1987. Un ejemplo claro, pues, de la
desconexión internacional que se ha producido, a partir de la
“ruptura” española con la historia francesa de las mentalidades a
mediados de los años 70, y, consiguientemente, de la difícil
homologación posterior con investigaciones de vanguardia cada
vez más ajenas a los temas y métodos que se siguen aplicando
rutinariamente en nuestro país.
Resulta imposible una auténtica tradición historiográfica
sin estar al día con espíritu abierto94
-es decir, científico- de los
92
El propio Darnton ubica metodológicamente su libro: la investigación recorre el
territorio inexplorado que en Francia se denominó l'histoire des mentalités. Este campo
aún no tiene nombre en inglés, pero sencillamente podría llamarse historia cultural, porque
trata nuestra civilización de la misma manera como los antropólogos estudian las culturas
extranjeras. Es historia con espíritu etnográfico, La gran masacre de gatos y otros ensayos en
la historia de la cultura francesa, México, 1987, p. 11; la cita ilustra lo que más arriba dijimos
acerca de la sinonimia según algunos entre historia de las mentalidades, historia cultural y
antropología histórica.
93
Debate traducido al español y recogido recientemente por Eduardo HOURCADE,
Cristina GODOY, Horacio BOTALLA, Luz y contraluz de una historia antropológica, Buenos
Aires, 1995.
94
Es preciso reconocer el papel activo que, en este sentido, han jugado las revistas de
historia de Cataluña, Euskadi y del País Valenciano, creadas en su mayor parte en los años 80:
L'Avenç, Manuscrits, Debats, Historia Contemporánea, Historia Social, Revista d'Història
38
avances, las influencias y las discusiones que tienen lugar en
otras historiografías, en principio, más adelantadas. Todo
discurso sobre la interdisciplinaridad carece de sentido si,
simultáneamente, no se mantienen, refuerzan y diversifican las
relaciones internacionales: con un espíritu abiertamente crítico,
pero también autocrítico. Ciertamente, "en España no ha surgido
ninguna corriente historiográfica original en lo que va de
siglo"96
. ¿Por qué? Además de la repetida indigencia teórica de
nuestra historiografía, y de nuestro consabido complejo de
inferioridad: por la incapacidad para sostener una relación
suficiente, creadora y constructiva con la producción exterior97
.
La historia que estamos bautizando como subjetiva -en el
buen sentido-, bajo sus distintas formas, es desde hace un
tiempo la locomotora de la historia para muchos colegas, y
reúne hoy, en nuestra opinión, las tendencias más innovadoras
de la historiografía mundial98
, llegando cada país al mismo sitio
Medieval....
96
Santos JULIA, Historia social/sociología histórica, Madrid, 1989, p. VIII.
97
somos muy rápidos, muy a menudo esquemáticos y no raramente ignorantes en la
crítica de lo que otros hacen, y tendemos a superar, antes de prácticarlas, corrientes que en
otros países, otras comunidades académicas, han dado resultados apreciables. Pero esa
crítica acerada se compadece mal con nuestra propia capacidad de arriesgar la marcha por
nuevos caminos, íbidem.
98
Sería una torpeza tacharlas de simples “modas”, sin profundizar más, la propia historia
francesa de las mentalidades tiene una historia demasiado prolongada para ser (des)calificada de
episodio efímero, se trata realmente de movimientos profundos de la historiografía, de la
mentalidad y de la sociedad finisecular, que además están de “moda”, como lo estuvo por causas
también históricas e historiográficas la historia económico-social hace 20 años.
39
-o mejor dicho, a un sitio parecido- por vías originales pero
paralelas. Hay que preguntarse si no es demasiado costoso, y
teóricamente inútil99
, permanecer al margen de un frente
historiográfico que está configurando decisivamente la labor de
los historiadores del próximo futuro100
.
Una ventaja de la tardía incorporación de España a este
conjunto de nuevas líneas de investigación101
, es el amplio
abanico de posibilidades que se ofrecen al joven investigador
español, en comparación con las existentes hace 10 o 15 años,
tanto en el terreno de la historia de las mentalidades como de la
antropología histórica, de la nueva historia cultural o de la
psicología social histórica en ciernes102
. Ahora bien, en cuanto a
temas de investigación subjetiva la primera tarea, en nuestra
opinión, es no confundir los unos con los otros103
. Unos son
99
Las corrientes historiográficas se distinguen cada vez menos por los temas que
investigan, así tenemos que la historia económico-social hace mucho que es una disciplina
compartida por historiadores de todas las concepciones, e historiadores marxistas han jugado un
rol capital en el despegue de la historia francesa de las mentalidades y de la antropología
histórica inglesa, etc.
100
En el apartado III.3, en un trabajo redactado cuatro años después, hablamos de los
límites a los beneficios del retorno del sujeto en la escritura de la historia.
101
Emparentadas con el retorno de géneros tradicionales -enfocados en el mejor de los
casos con una metodología renovada- como la historia biográfica, narrativa, política y
acontecimental, por un lado, y con la emergencia de nuevos sujetos históricos como las mujeres,
el niño, la vejez; vertientes todas ellas de la inclinación general a una historia, desde el sujeto,
que aquí estamos abordando en su sentido más estricto, esto es, psicológico y cultural.
102
Kenneth J. GERGEN, Mary M. GERGEN, edits., Historical Social Psychology,
Hillsdale, 1984.
103
De hecho, están entremezclados, parte de ellos son comunes a varias áreas de
40
específicos de la antropología histórica: familia, matrimonio,
sexualidad, vida cotidiana o privada, fiesta, cuerpo, gestos,
alimentación, enfermedad, ritual, mito, leyenda, tradición oral,
brujería, cultura popular, alteridad. Otros lo son de la historia
cultural: lectura, alfabetización, educación, filosofía, arte,
literatura, ciencia. Estando más cercanos a nuestra tradición
historiográfica los temas socio-psicológicos de la historia de las
mentalidades: desde los modelos de comportamiento hasta las
representaciones sociales, pasando por las prácticas, las
actitudes, los sentimientos, los valores y las creencias
colectivas, nociones que aplicadas a las estructuras mentales y a
los procesos de cambio de mentalidades están dando pie a
productivas líneas de investigación. El tema más estudiado en
España de esta nueva historia pertenece más bien a este tercer
apartado, la actitud ante la muerte, que ya había actuado como
tema estrella, en Francia, del relanzamiento de la historia de las
mentalidades, ligado al estudio reposado de la larga duración y a
menudo, no siempre, fuera de un contexto social definido.
La muerte como tema historiográfico, lanzado en el año
1941 por Lucien Febvre en Annales, en plena II Guerra
Mundial, cuando la revista trataba de sobrevivir bajo el nuevo
régimen -contra la opinión de Bloch, resistente a la ocupación
nazi104
- , es retomado, en 1948, por un demógrafo, Philippe
conocimiento, y es hasta conveniente yuxtaponer enfoques distintos, pero la realidad es que la
mayor parte de los temas de la subjetividad han sido desarrollados por una subdisciplina más que
por otra.
104
Véase el capítulo sobre Vichy de la biografía de Carole FINK, Marc Bloch. A Life in
History, Cambridge, 1989.
41
Ariès, en Histoire des populations françaises et de leurs
attitudes devant la vie depuis le XVIIIe siècle, y, en 1952, por
Alberto Tenenti, a partir de las fuentes iconográficas, en La vie
et la mort à travers l'art du XVe siècle. Philippe Ariès, en 1977,
estudia monográficamente el tema en L'homme devant la mort,
cuatro años después de que Michel Vovelle subtitulara, en 1973,
Les attitudes devant la mort d'après las clauses des testaments,
su libro sobre la piedad barroca y descristianización en
Provence en el siglo XVIII105
. Pierre Chaunu y su equipo, a su
vez, se unen al carro y publican, en 1978, La mort à Paris,
XVIe, XVIIe et XVIIIe siècle.
Un rasgo común de estas investigaciones de los 70 es el
abandono de los temas de la vida106
por el tema de la muerte,
cuando ambos estaban presentes en los trabajos pioneros de
postguerra de Ariès y Tenenti. Preferencia que refleja cómo la
historia de las mentalidades se va distanciando de la historia
social y económica conforme la reemplaza, y, más allá, el
desencanto ideológico que siguió a la revuelta universitaria de
mayo de 1968. La muerte como objeto de indagación histórica
participa justamente de esa ambigüedad productiva que ha
auxiliado a la historia de las mentalidades en su ascensión, si
bien hay que decir en nuestro país se ha pretendido alentar el
105
Michel Vovelle publicará más adelante una obra de conjunto: La mort et l'Occident
de 1300 à nos jours, París, 1982.
106
En contraposición podemos citar El otoño de la Edad Media de Huizinga (1919),
dónde la palabra ‘vida’ aparece en el título y el contenido de varios capítulos, siendo ello, para Le
Goff, indicativo de vitalismo historiográfico, Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente
medieval, Barcelona, 1985, p. 181.
42
enfoque de la "historia de la muerte como una variable de la
explicación social", como una historia "de la vida social, desde
el punto de vista en que ésta es condicionada, explicada por la
idea de la muerte"107
.
El estudio de las actitudes hacia la muerte circula en
Francia de los modernistas a los medievalistas108
, dando paso a
principios de los años 80 a otros temas: principia entonces su
penetración en España (con la subsiguiente década de retraso109
)
como punta de lanza de la historia francesa de las mentalidades
en la investigación de la Edad Moderna -primera mitad de los
años 80-110
, de la Edad Media -segunda mitad de los años 80-111
,
107
Ermelindo PORTELA, María del Carmen PALLARES, "Muerte y sociedad en la
Galicia medieval (siglos XII-XIV)", Anuario de Estudios Medievales, 15, Barcelona, 1985, pp.
189-190.
108
En 1975 se celebra el coloquio La mort au Moyen Age, Istra, 1977.
109
El esfuerzo de los hispanistas franceses, en los años 70, por investigar la historia de
las mentalidades españolas, como todos los demás intentos introductorios del nuevo campo de
investigación, no cuaja de inmediato: Bartolome BENNASSAR, L'homme espagnol. Attitudes et
mentalités du XVIe au XIXe siècles, París, 1975; Les mentalités dans la Péninsule Ibérique et en
Amérique Latine au XVIe et XVIIe siècles. Histoire et problématique, XIII congreso de la Société
des Hispanistes Français de l'Enseignement Supérieur (1977), París, 1978; Adeline RUCQUOI,
"Le Corps et la Mort en Castille aux XIVe et XVe siècles", Razo, nº 2, 1981.
110
Baudilio BARREIRO, "El sentido religioso del hombre ante la muerte en la Antiguo
Régimen. Un estudio sobre Archivos parroquiales y testamentos notariales", I Jornadas de
Metodología Aplicada de las Ciencias Históricas (1973), Santiago, V, 1975; Ofelia REY
CASTELAO, "El clero urbano compostelano a fines del siglo XVII: mentalidades y hábitos
culturales", La Historia Social de Galicia en sus fuentes de protocolos, Santiago, 1981; Ricardo
GARCIA CARCEL, "La muerte en la Barcelona del Antiguo Régimen. (Aproximación
metodológica)", II Coloquio de Metodología Histórica Aplicada, Santiago, 1984; Roberto L.
LOPEZ, Oviedo: muerte y religiosidad en el siglo XVIII. (Un estudio de mentalidades
colectivas), Oviedo, 1985; M. MOYA, M. ARMENGOL, "La consciència de la mort: la seguretat
dels testaments", L'Avenç, nº 78, 1985; F. J. LORENZO PINAR, Actitudes religiosas ante la
43
y, últimamente, de la Edad Contemporánea112
.
El balance historiográfico sobre estos años de investigación
de la muerte en España es positivo. Además de su función de
locomotora de la historia de las mentalidades en la década de los
80, la indagación de las actitudes y representaciones de la
muerte ha supuesto cierta colaboración interdisciplinar con
historiadores del arte, la literatura y la religión, evitando en
bastantes casos ese "doble riesgo de la atemporalidad y la
superficialidad"113
.
Con todo, se trata de un resultado limitado: la historia de la
muerte no ha dejado de ser un tema secundario, aislado, en
nuestra historiografía reciente. Por fortuna el auge general de la
muerte en Zamora en el siglo XVI: Un estudio de mentalidades, Zamora, 1989; F. MARTÍNEZ
GIL, Muerte y sociedad en la España de los Austrias, Madrid, Universidad Complutense, tesis
doctoral, 1990.
111
Ana ARRANZ, "La reflexión sobre la muerte en el Medievo hispánico. ¿Continuidad
o ruptura?", En la España medieval. V, I, Madrid, 1986; Emilio MITRE FERNANDEZ, La
muerte vencida: imágenes e historia en el Occidente medieval (1200-1348), Madrid, 1988;
Ermelindo PORTELA, Manuel NÚÑEZ, edits., La idea y el sentimiento de la muerte en la
historia y en el arte de la Edad Media, Santiago, 1988; M. A. MARTÍN, Iñaki BAZÁN, "La idea
de la muerte renacentista a través de los sepulcros de la Iglesia de San Pedro de Vitoria",
Congreso de filosofía, ética y religión, Vitoria, 1988; Ariel GUIANCE, Muertes medievales,
mentalidades medievales. Un estado de la cuestión sobre la historia de la muerte en la Edad
Media, Buenos Aires, 1989; José Miguel ANDRADE, Lo imaginario de la muerte en Galicia en
los siglos IX al XI, A Coruña, 1992.
112
J. A. VAQUERO IGLESIAS, Muerte y ideología en Asturias (siglo XIX),
Universidad de Oviedo, tesis doctoral, 1989; Juan MADARIAGA ORBEA, “Mentalidad:
estabilidad y cambio. Un estudio de actitudes ante la muerte en los siglos XVIII y XIX”, Historia
Contemporánea, nº 5, 1991, pp. 73-106.
113
E. PORTELA, M. C. PALLARES, loc. cit., p. 190.
44
historia de las mentalidades, a fines de los años 80, ha traído
consigo la superación monotemática, y un creciente
acortamiento del desfase temporal con la historiografía foránea.
Otros objetos de investigación mental y psicológica ganan
espacio historiográfico en nuestro país: imagen del rey; justicia,
criminalidad y violencia; conflictos y revueltas; caballeros y
clérigos; judíos y conversos; tiempo; espacio... A los que hay
que sumar los propios de la antropología histórica: familia,
cultura popular, tradición oral, enfermedad, fiesta, alimentación,
sexualidad, infancia, vida cotidiana, alteridad y religiosidad
popular. Sin olvidar la renovación metodológica de la historia
cultural y sus temas específicos. Todo indica que, en la década
de los 90, vamos a vivir la generalización y -es de desear- la
consolidación de estas nuevas historias de la subjetividad114
.
Otro síntoma, indirecto pero significativo, de este apogeo
de la historia de las mentalidades en España es el
(re)descubrimiento, por parte de la psicología y de la
antropología, de la noción de mentalidad como objeto de
estudio, lo que crea precondiciones para un diálogo inexcusable
de la historia con dichas disciplinas al objeto de hacer avanzar
una temática de investigación que, no lo olvidemos, ha de tener
como pilar básico de su metodología la interdisciplinaridad. La
verdad es que la apertura de estas ciencias de la subjetividad
hacia la historia no encuentra fácil correspondencia entre los
historiadores, hasta el momento alejados, salvo raras
114
En el momento de revisar este texto, a finales de 1996, se ha producido más bien lo
segundo que lo primero, lo que no está nada mal considerando la tendencia dominante a la
fragmentación posmoderna.
45
excepciones, de las materias de investigación de la antropología
y más aún de la psicología, llegándose al extremo de negar
algunos estatus científico a la investigación de la psique y de
otras actividades humanas como los sentimientos, la sexualidad
o los grupos de edad. ¿Cómo se puede entender que estos temas
sean importantes para el conocimiento científico de las
sociedades actuales, o para las llamadas primitivas, y no lo sean
para las sociedades históricas? Otra cuestión es cómo
compatibilizar, y sintetizar, los nuevos con los viejos enfoques;
para muchos está por ver la productividad de los nuevos temas y
métodos a la hora de explicar la historia, dubitación que pierde
su legitimidad y efectividad cuando se encasillan a priori,
apresurada, interesada115
e indiscriminadamente, tal o cual tema
de la antropología o de la psicología en el campo de una historia
frívola, infra divulgativa...
Sin la alianza interdisciplinar de la historia con la
psicología y la antropología no es viable una renovación
historiográfica que se apoye en la historia de las mentalidades,
no es otra la experiencia de las historiografías, en este orden,
más avanzadas. Veamos los pronunciamientos españoles a que
hicimos referencia antes. José Luis Pinillos enlaza la historia de
las mentalidades de Annales, y la psicohistoria americana, con
la preocupación de la filosofía alemana por la psicología de los
pueblos, y anima a los psicólogos de hoy -cognitivos- a
115
Es sabido lo mucho que pesa todo lo relativo al poder académico en las polémicas
intelectuales en las universidades españolas.
46
considerar la historicidad de las mentalidades colectivas que
"poseen un espesor, una profundidad histórica y no son
puramente actuales", valora autocríticamente que "la hegemonía
de un modelo epistemológico inspirado en la ciencia natural del
siglo pasado (...) ha dificultado quizá la debida incorporación a
la psicología científica de un ingrediente del comportamiento
humano tan importante com es de hecho la mentalidad
dominante en un momento dado", y termina por plantear la
investigación de la mentalidad global como vía de renovación
para la psicología española: "Honestamente creemos que la
psicología debe esforzarse por abordar la cuestión, actualizando
sus planteamientos. El momento es propicio para ello"116
. Por su
lado, Julio Caro Baroja, en el homenaje de la Universidad de
Barcelona a Antonio Domínguez Ortiz, escribe Sobre el estudio
histórico de las llamadas mentalidades en una dirección
bastante parecida a la del psicólogo Pinillos, partiendo de la
antropología y de su propia obra117
, llama la atención sobre el
estudio de las mentalidades globales y esboza asimismo una
clasificación según los ámbitos o los sujetos, tomando por
mentalidad "la diversidad de lo pensado en una misma
116
"El problema de las mentalidades", Creencias, actitudes y valores, Tratado de
Psicología General, nº 7, Madrid, 1989, p. 467.
117
Julio CARO BAROJA, Las formas complejas de la vida religiosa. (Religión,
sociedad y carácter en la España de los siglos XVI y XVII), Madrid, 1978, precedente
inexcusable para la historia de la religiosidad moderna, y para otros temas como la muerte
(utilizando fuentes narrativas), la marginalidad (representación colectiva del pobre), etc.; una
experiencia reciente de cooperación antropólogos-historiadores, Religiosidad popular, 3 vol.,
Madrid, 1989.
47
lengua"118
.
Historia total
118
Reflexiones nuevas sobre viejos temas, Madrid, 1990, p. 72.
48
Las tentativas individuales de historiadores españoles de
abrir paso, hace 30 ó 10 años, a la historia de las mentalidades
fracasaron... a corto plazo. La mayor parte volvieron a la
historia económico-social -de cuya madurez y calidad no hay
dudas-, o, en el mejor de los casos, buscaron la innovación en
terrenos antropológicos o culturales de entrada menos
conflictivos (cultura popular, familia, oralidad, lectura), quizás
más alejados de la denostada por algunos historia francesa de las
mentalidades o más cercanos a la historiografía inglesa o
italiana, y por tanto a nuestra propia tradición de historia social.
Ahora bien, ¿no está cambiando la dirección del viento? Vimos
como la presente irrupción de las mentalidades implica un
descubrimiento acelerado de nuevos territorios de la
investigación. ¿Adónde nos puede llevar una eclosión más que
previsible de todas estas novedades subjetivas? Tanto puede
valer para trivializar y fragmentar todavía más el oficio de
historiador como para renovar la historia que se hace en España.
Y hasta es probable que, inicialmente, sirva para las dos
cosas119
.
119
Podemos afirmar que lo primero no se ha cumplido, al menos si hablamos de la
historia de las mentalidades que se hace en las universidades, otra cosa es el mundo de la
divulgación histórica, hoy por hoy, como es sabido, ocupado por historiadores no profesionales;
los historiadores de oficio se prestan, frecuentemente, a escribir un folleto divulgativo de historia
política o acontecimental tradicional, pero no de historia de las mentalidades -comúnmente
sustituida por un apartado de cultura-, todavía pesa la (de)formación recibida y, claro está, la falta
de bibliografía.
La dispersión temática y metodológica de la historia es hoy
por hoy un problema generalizado, en parte consecuencia del
crecimiento y de la especialización, cuyo antídoto no es
49
obviamente retroceder un discurso historiográfico monocorde,
limitado en sus temas y encerrado sobre sí mismo, sino
conservar el vigente y necesario concepto de una historia total
de la sociedad, alternando síntesis con análisis, pactando con las
disciplinas vecinas, sin por ello diluir el papel de la historia ni
renunciar a su aportación en el conjunto de las ciencias sociales.
Junto con el peligro evidente de eclecticismo, ante la
proliferación de temas y métodos, y la relativización de las
teorías, urge también contemplar el riesgo inmovilista,
conservador, de colocar bajo sospecha todos los intentos de
renovar nuestra historiografía, que no siempre van a ser -son-
acertados. El quid de la cuestión está en contrarrestar la
tendencia pendular ocupando los nuevos territorios de la
investigación sin renunciar a los viejos, la innovación que
perdura es aquella que debe menos a la “moda”, porque se
impone científicamente, convenciendo, esto es, conservando
todo lo que es válido de los paradigmas anteriores, dicho
metafóricamente: echando el agua sucia de la bañera pero
dejando al niño dentro.
La gran ventaja del retraso español reside en que podemos
aprender en cabeza ajena. La historia de las mentalidades resulta
viable como factor de renovación en la medida en que aparezca
vinculada a la historia social, esto es, siempre y cuando nos
aproxime a la meta antedicha de la historia total120
, entendida
ésta como articulación compleja y no como simple adición de
120
Posteriormente, hemos abandonado el concepto idealista de historia total por el de
aproximaciones globales, véase La historia que viene (tesis 10).
50
los diversos niveles de la realidad. Constituyendo la historia
social la parte más sólida de nuestra reciente historiografía, el
primer objetivo del historiador de las mentalidades es, pues,
completar la investigación social anterior analizando su
dimensión psicológica, cultural, antropológica, y planteando,
desde el punto de vista de la subjetividad, nuevas preguntas o
procurando para las viejas preguntas nuevas respuestas. La
originalidad española -y latinoamericana- de una línea de
investigación sobre mentalidades colectivas está entonces, según
nuestro criterio, en una historia social de las mentalidades, que
no tiene porque comportar el abandono de la indagación de
cualquier aspecto de la actividad humana en el pasado que
pueda contribuir, desde la primera instancia, directa o
indirectamente, a explicar una historia que es producto del
hombre como sujeto colectivo en ciertas condiciones objetivas,
ante todo materiales, con las cuales establece una relación
dialéctica (más fácil de enunciar que de concretar). Una historia
social de las mentalidades que tienda por consiguiente a la
historia total. Una historia social de las mentalidades que sabe
que no es más, pero tampoco menos, que la parte subjetiva de la
historia.

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Historia de las mentalidades: posibilidades actuales

  • 1. 1 Historia de las mentalidades: posibilidades actuales* Carlos Barros Universidad de Santiago de Compostela La propia vastedad del campo de investigación que se ha reclamado de la historia de las mentalidades dificulta una definición, que tampoco sea quizás conveniente en su sentido más estrecho y formal, por aquello de que las definiciones son como cárceles... Y que no hay nada más estéril que enzarzarse en una discusión sobre la definición convencional de una noción que hace referencia a algo tan extenso como la mente humana en la historia. Pero, en cualquier caso, hay que delimitar -definir es diferenciar- de alguna manera el territorio de la historia de las mentalidades si queremos entendernos, tener un futuro, y superar la denostada definición ambigua a la que hemos hecho prolija referencia en el capítulo anterior. Partiendo de la propia práctica investigadora, y sin pretensiones de encontrar la fórmula feliz que todo lo aclara, * Texto redactado, y actualizado en 1996, a partir del guión de la conferencia impartida el 2 de marzo de 1991 en el curso extraordinario de la Universidad de Salamanca, organizado por el Departamento de Historia Medieval, Moderna y Contemporánea: "Problemas de la historia, hoy. III Jornadas de Estudios Históricos"; publicaciones anteriores: "Historia de las mentalidades: posibilidades actuales", Problemas actuales de la historia, Salamanca, 1993, pp. 49-67; Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, México, nº 27, sept.-dic. 1993, pp. 185-210.
  • 2. 2 queremos avanzar elementos definitorios, cuya eficiencia científica está en la ayuda concreta que nos pueda prestar para la indagación y la comprensión de las mentalidades históricas, es decir, en su carácter paradigmático2 . 2 Nos referimos aquí, lo que no es habitual en nuestros escritos, a la segunda de las dos acepciones de la palabra ‘paradigma’ que reconoce Kuhn en la posdata de 1469: modelo para la solución de problemas de investigación, La estructura de las revoluciones científicas, México, 1975 (Chicago, 1962), p. 269. La mentalidad global y sus componentes Definiendo el todo por las partes, y buscando la (relativa) convergencia del objeto de la historia de las mentalidades con los objetos de las diferentes ramas de la psicología como ciencia social, nos interesa distinguir cinco componentes en la mentalidad social: (1) lo racional, (2) lo emotivo, (3) lo imaginario, (4) lo inconsciente y (5) la conducta. Los cuales corresponden a distintos modos de percibir la realidad y/o de actuar sobre ella, y se entrelazan y superponen unos con otros, de forma que cada función o manifestación mental aparece coloreada por un(os) componente(s) más que otro(s), siempre mezclados químicamente: el todo naturalmente no se reduce a la suma de los componentes. Aquellas mentalidades que más pueden concernir al historiador que predica una historia explicativa y persigue totalidades protagonizadas por colectivos sociales, raramente equivalen a una relación psicológica elemental de los sujetos con su entorno, son mentalidades globales, a menudo intrincadas, de difícil discernimiento sin que
  • 3. 3 antes el investigador dilucide las formas mentales más sencillas, básicas. Vayamos con el primer componente. Dentro del estudio de lo racional habría que encuadrar la historia cultural e intelectual, de las ideas y de la filosofía, y en el terreno estricto de la historia social la exploración de la conciencia3 . Bajo la influencia, primeramente, de la antropología que estudia las culturas llamadas primitivas4 , y, después, de la psicología interesada por la vida mental de los niños5 , la noción de mentalidad es recogida por Marc Bloch y Lucien Febvre, a principios de siglo, y aplicada a la historia, justamente para aprehender aquellas funciones psíquicas que cayendo fuera del pensamiento lógico, explican no pocos comportamientos colectivos. Norbert Elias resume su investigación sociopsicológica sobre el tránsito a la modernidad y a la civilización, planteando como problema general del cambio histórico el que "este cambio en su totalidad no está planificado 'racionalmente", y añade más concretamente: "Es impensable 3 Los investigadores soviéticos de la conciencia social han llegado a una conclusión que, a su vez, justifica la necesidad de un concepto más amplio como mentalidad: la conciencia es un todo volumétrico y pluridimensional, la parte del iceberg que está en la superficie. Y se la debe examinar junto con sus parte ocultas y en dependencia de ellas, partes ocultas que incluyen lo inconsciente y lo simbólico, Merab MAMARDASHVILI, "Análisis de la conciencia en los trabajos de Marx", Ciencias Sociales, Moscú, 2, 1987, p. 133. 4 Lucien LÉVY-BRUHL, Les fonctions mentales dans les sociétés inférieurs, 1910; La mentalité primitive, 1922. 5 Henri WALLON, La mentalité primitive et celle de l'enfant, 1928.
  • 4. 4 que el proceso civilizatorio haya sido iniciado por seres humanos capaces de planificar a largo plazo y de dominar ordenadamente todos los efectos a corto plazo, ya que estas capacidades, precisamente, presuponen un largo proceso civilizatorio"6 . Esta es la cuestión, el historiador no puede trasladar a épocas pretéridas formas de pensar y de actuar que han sido el resultado de siglos de historia. Un concepto como el de mentalidad que, al mismo tiempo, incluye y rebasa el pensamiento racional, la conciencia y la ideología, en caso de que no existiera, habría, desde luego, que inventarlo para investigar con rigor la mutifacética acción humana en la historia7 . Lo emotivo8 elevado a objeto de investigación histórica, en el cuadro de la historia francesa e las mentalidades, comienza 6 El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, México, 1987, p. 451 (1ª ed., 1939). 7 La teoría de la elección racional, para algunos tendencialmente dominante en las ciencias sociales -por ejemplo, Jon ELSTER, Una introducción a Karl Marx, Madrid, 1991 (Cambridge, 1986), p. 28-, aun suponiendo un cualitativo avance en la reposición epistemológica del sujeto, se olvida lamentablemente de los evidentes componentes no-racionales del comportamiento humano y de la acción social, en el pasado y en el presente, y, en este sentido, implica un retroceso respecto a la historia de las mentalidades. 8 Jean-Paul SARTRE, Esquisse d’une théorie des émotions, París, 1959; Silverio PALAFOX, Juan VILA, Motivación y emoción, Madrid, 1990; Jean DUVIGNAUD, La genèse des passions dans la vie sociale, París, 1990; se ha subrayado hace poco el papel de las emociones en la conducta humana al descubrirse, biológicamente, la inseparabilidad pensamiento-sentimiento, véase Antonio R. DAMASIO, Descartes’ Error: Emotion, Reason, and the Human Brain, 1994 (París, 1995); Daniel GOLEMAN, Emotional Inteligence; why It Can Matter More Than IQ for Character Health and Lifelong Achievement, 1995 (Madrid, 1996).
  • 5. 5 sin duda, en 1932, cuando Georges Lefebvre publica La Grande Peur de 1789. Marc Bloch, en 1939-1940, titula un capítulo de La société féodale: "Formas de sentir y de pensar"9 . Lucien Febvre, por su parte, ya en los años 50, publica varios trabajos, usualmente en Annales, esbozando las características de una historia de los sentimientos y de la sensibilidad, adelantando y animando temas de investigación como el terror, la muerte y el sentimiento de seguridad10 . En 1979, las Actas del 102 Congrès National des Societés Savantes -celebrado en Limoges, 1977- dedica el tomo II a Études sur la sensibilité, con aportaciones notables de Pierren Toubert y Michel Mollat. En 1985, se intitulan los Mélanges dedicados a Robert Mandrou: Histoire sociale, sensibilités collectives et mentalités, aunque no todas las contribuciones responden a la denominación del libro, especialmente en lo tocante a las sensibilidades colectivas en la historia. Entre las últimas aportaciones, por lo general menos vinculadas a la historia social, de la historiografía francesa sobre la historia de las emociones -además del asunto de la muerte que trataremos más adelante- hay que reseñar las obras de Jean Delumeau sobre el miedo y el sentimiento de seguridad en la 9 Frase de probable origen sociológico: Emile DURKHEIM, Las reglas del método sociológico, Madrid, 1988 (París, 1898), p. 58. 10 "Histoire des sentiments. La Terreur", Annales, 1951; "La mort dans l'histoire", Annales, 1952; "La sensibilité et l'histoire. Comment reconstituer la vie affective d'autrefois?", Combats pour l'histoire, 1953; "Pour l'histoire d'un sentiment: le besoin de sécurité", Annales, 1956; trabajos recientemente reeditados en la obra colectiva: La sensibilité dans l'histoire, Brionne, 1987.
  • 6. 6 Baja Edad Media y la Edad Moderna11 , de Alain Corbin sobre los sentidos12 e invluso el libro de Anne Vincent-Buffault sobre el comportamiento emotivo (las lágrimas)13 . La traducción al francés, en 1989, de Saturn and Melancholy. Studies of Natural Philosophy, Religion and Art (Londres, 1964), de Raymond Kiblansky, Erwin Panofsky y Fritz Saxl, mantuvo el interés historiográfico sobre una temática más psicológica que antropológica, y, por eso mismo, con tendencia a la marginalidad en Francia. Existe un sector de las mentalidades colectivas ocupado por la imaginación, capacidad mental que interviene en los procesos de conocimiento y motiva en tal medida la acción humana que su toma en consideración, por parte de la historiografía más renovadora, bastaría para justificar el salto epistemológico de la historia de las ideologías a la historia de las mentalidades14 . ¿Qué entendemos entonces por imaginario15 ? 11 La peur en Occident (XIV-XVII siècles), París, 1978 (Madrid, 1988); Le Péché et la Peur París, 1983; Rassurer et protéger. Le sentiment de sécurité dans l'Occident d'autrefois, París, 1989. 12 El olfato (Miasme et la jonquille. L’odorat et l’imaginaire social, 18e-19e siècles, 1982), la vista (Le territoire du vide. L’Occident et le désir du rivage, 1750-1840, 1988), el oído (Les cloches de la Terre, 1994). 13 Histoire des larmes, XVIIIe-XIXe siècles, París, 1986. 14 Ya Marx hacia historia de las mentalidades cuando elaboraba los conceptos de fetichismo de la mercancia, alienación e “ideología” como falsa conciencia; el econonomicismo marxista posterior dificultó esa vía epistemológica, véase la nota 35 del apartado I.3. 15 Sobre el concepto de imaginario y la historia del imaginario: François LAPLANTINE, Les trois voix de l’imaginaire, París, 1974; Evelyne PATLAGEAN, "L' histoire de l'imaginaire",
  • 7. 7 El conjunto de las representaciones mentales -ante todo reproducciones gráficas: imágenes- por medio de las cuales los hombres reconstruyen un mundo interior distanciado de la realidad material, que deviene así realidad inventada. La historia de las mentalidades como historia del imaginario ha tomado de la antropología métodos para analizar imágenes y símbolos16 , ha echado mano de la historia del arte y de la literatura y de sus fuentes específicas, para concentrarse últimamente en el estudio de las representaciones sociales17 , noción que empieza a ser utilizada por los historiadores al calor de la más reciente psicología social18 , renovando así la alianza entre la historia y la psicología que preconizábamos en nuestra conferencia de Valladolid (1989). El concepto de representación social ensancha, pues, el dominio original de lo imaginario entendido La Nouvelle Histoire, París, 1978 (Bilbao, 1988, pp. 302-323); Cornelius CASTORIADIS, L'institution imaginaire de la société, París, 1975 (5ª ed.), (Madrid, 1988-1989, 2 vol.); Philippe JOUTARD, "L'histoire dans l'imaginaire collectif", L'Arc, nº 72, 1978, pp. 38-42; B. BACZKO, Les imaginaires sociales: mémoires et espoirs collectifs, París, 1984; Jacques LE GOFF, L'imaginaire médiéval. Essais, París, 1985; Jean-Claude SCHMITT, "Introducció a una història de l'imaginari medieval", El món imaginari i el món meravellós a l'Edat Mitjana, Barcelona, 1986, pp. 16-33; Image et histoire: actes du colloque de Paris-Censier, mai 1986, Paris, 1987; Cahiers de l’imaginaire, 1988, publicados en Toulouse por G. Durand y M. Maffesoli. 16 Un libro de antropología cultural útil a este respecto, Dan SPERBER, El simbolismo en general. Temas antropológicos, Barcelona, 1978. 17 Incluso la expresión histoire des mentalités es sustituida por histoire des représentations en algunos autores franceses [1991]. 18 Denise JODELET, dir., Les représentations sociales, París, 1989; en los años 80 ha nacido también en la universidad de California una interesante revista interdisciplinar llamada Representations.
  • 8. 8 como conjunto simbólico, facilita -como no podía ser menos viniendo de la psicología- la conexión de las representaciones mentales con las totalidades sociales y la utilización de todo tipo de fuentes históricas, además de las iconográficas y literarias, para averiguar el imaginario colectivo20 . Un tema historiográfico en el cual predomina el componente imaginario de la mentalidad es la representación social del rey, que ha dado pie a una importante bibliografía21 , constituyendo una de las líneas más seguidas en lo últimos tiempos -sustituyendo en España a la idea de la muerte- por los historiadores de las mentalidades. Si hay un factor psicológico cuya intervención en la historia humana es negada fuertemente por el historiador 20 Por ejemplo, VV. AA., Mentalités et représentations politiques. Aspects de la recherche, Roubaix, 1989; casi se ha propuesto sustituir el concepto de mentalidad por el de representación colectiva de Marcel Mauss y Emile Durkheim: Roger CHARTIER, El mundo como representación, Barcelona, 1995, p. 56. 21 Marc BLOCH, Les Rois thaumaturges, Strasburg, 1962 (París, 1983); E.H. KANTOROWICZ, Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teología política medieval, Madrid, 1985 (1ª ed. ing., 1957); A. ERLANDE BRANDENBURG, Le roi est mort. Etude sur les funérailles, les sepultures et les tombeaux des rois de France jusqu'à la fin du XIIIe siècle, Ginebra, 1975; Louis MARIN, Le portrait du Roi, París, 1981; Teófilo F. RUIZ, "Une royauté sans sacré: la monarchie castillane du Bas Moyen Age", Annales, nº 3, 1984, pp. 429-453; R. E. GIESEY, Le roi ne meurt jamais, París, 1987; Alain BOUREAU, Le simple corps du roi. L'impossible sacralité des souverains français, XVe-XVIIIe siècle, París, 1988; Yves-Marie BERCE, Le roi caché, París, 1990; Alain BOUREAU, Claudio S. INGERFLOM, La Royauté sacrée dans le monde chrétien: colloque de Royaumont, mars 1989, París, 1992; José Manuel NIETO SORIA, “Del rey oculto al rey exhibido: un síntoma de las transformaciones políticas en la Castilla bajomedieval”, Medievalismo, Madrid, nº 2, 1992, pp. 5-27; Carlos BARROS, “¡Viva El-Rey! Rey imaginario y revuelta en la Galicia bajomedieval”, Studia Histórica. Historia Medieval, Salamanca, nº 12, 1994, pp. 83-101;Jacques LE GOFF, Saint Louis, París, 1996; Jean-Paul ROUX, Le Roi. Mythes et symboles, París, 1996.
  • 9. 9 positivista, eso es lo inconsciente22 . Reticencias que con frecuencia son, paradójicamente, inconscientes: ¿quién puede negar conscientemente la irreversibilidad de la revolución científica de Freud, descubridor de la importancia de los procesos mentales que actúan sobre la conducta y escapan a la conciencia? Cuestión aparte son las dificultades metodológicas que se puedan presentar para la verificación empírica de hipótesis basadas en prácticas inconscientes23 , las cuales no obstante pueden contribuir a descifrar hechos y problemas históricos cuya comprensión global resulta impermeable a un enfoque más tradicional. La aplicación de los descubrimientos de Freud a la historia tuvo entre sus primeros seguidores a freudomarxistas como Wilhem Reich y otros24 . Pierre Vilar sigue esta misma senda en la obra que está preparando sobre los nacionalismos para una colección histórica -La construcción de Europa- que, dirigida 22 Jean-C. FILLOUX, L’inconscient, París, 1947; Pierre FLOTTES, El inconsciente en la historia, Madrid, 1971 (Ginebra, 1965); Michel VOVELLE, "¿Hay un inconsciente colectivo?", Ideologías y mentalidades, Barcelona, 1985 (La Pensée, nº 205, 1979). 23 En todo caso no mayores que las existentes para comprobar el resto de las hipótesis, normalmente las actuaciones inconscientes no se producen solas, al margen de la conducta intencional, y las huellas documentales que dejan los comportamientos conscientes parelelos permiten establecer las relaciones y verificaciones pertinentes, de modo que la explicación de la mediación inconsciente se puede demostrar a menudo por exclusión, véase Carlos BARROS, Mentalidad y revuelta..., p. 121. 24 La psicología de masas del fascismo (1933), México, 1973; una panorámica general sobre el freudomarxismo en Frederic MUNNÉ, Psicologías sociales marginadas. La línea de Marx en la psicología social, Barcelona, 1982, pp. 69-177; véase también Carlos CASTILLA DEL PINO, Psicoanálisis y marxismo, Madrid, 1969; Jean PIAGET y otros, Debates sobre psicología, filosofía y marxismo, Buenos Aires, 1971.
  • 10. 10 por Jacques Le Goff, se publicará simultáneamente en cinco países europeos25 . Por otra parte, existe como sabemos toda una corriente historiográfica norteamericana (que hasta el día de hoy no ha tenido prácticamente eco en Europa26 ), la psicohistoria27 , que promueve el estudio de la historia por medio de las categorias psicoanalíticas, alimentando dos revistas: The Psychohistory Review, dentro del ámbito de la asociación nacional de historiadores, y Psychohistory Review. The Journal of Psychohistory, fundada por LLoyd de Mause, y menos preocupada por la aceptación académica de dicha disciplina. Añadir que quizás el método psicohistórico que suscita más recelos entre los historiadores de profesión sea la empatía, el uso 25 Se han publicado ya varios volúmenes, no así, desgraciadamente, este anunciado libro de Pierre Vilar. 26 Las iniciativas de Alain Besançon -Histoire et expérience du moi, París, 1971; L'histoire psychanalytique. Une anthologie, 1974; “El inconsciente. El episodio de la prostituta en ‘¿Qué hacer?’ y ‘El subsuelo”, Hacer la historia, III, Barcelona, 1980 (París, 1974), pp. 37-60-, no tuvieron continuidad en Francia, ni siquiera por parte de su principal instigador; y veremos la suerte que corre, entre los psicólogos españoles, la propuesta de José Luis Pinillos en favor de la psicohistoria (y de la historia de las mentalidades, pues considera ésta una de las formas de aquélla), Psicología y psicohistoria. Escritos seleccionados, Valencia, 1988 (véase también la nota 116). 27 Rudolph BINION, Introducción a la psicohistoria, México, 1986 (París, 1982); Jacques SZALUTA, La psychohistoire, París, 1987; LLOYD DE MAUSE, ed., A Bibliography of Psychohistory, Nueva York, 1975; LLOYD DE MAUSE, Foundations of Psychohistory, Nueva York, 1982 (París, 1986); W. GILMORE, Psychohistorical inquiry: a comprensive research Bibliogrphy, Nueva York, 1984; G. M. KREN, H. RAPOPORT, Varieties of Psychohistory, Nueva York, 1985; Geoffrey COOK, Travis CROSBY, Psycho/History. Reading in the Method of Psychology, Psychoanalysis, and History, Yale, 1987; desde un punto de vista más crítico, Saul FRIEDLÄNDER, Histoire et psychanalyse. Essai sur les possibilités et les limites de la psychohistoire, París, 1975.
  • 11. 11 abusivo de la intuición para, ubicándose el autor en el lugar del sujeto histórico, acceder a "lo que sucedió realmente"...28 El quinto componente de la mentalidad que consideramos es la conducta: lo que el hombre hace, incluyendo aquello que dice. En sentido estricto, meramente conductista, la actividad humana observable no forma parte de la experiencia interior, mental, pero la necesaria convergencia de la historia de las mentalidades con las disciplinas vecinas más experimentadas en la investigación de la psique humana, nos estimulan a no desdeñar ningún campo de investigación que lo sea de la psicología científica, esto es, la psicología de la conducta, y la psicología del inconsciente, sin ignorar como ya dijimos que el mayor grado de identidad, en cuanto al objeto, tiene lugar entre historia y psicología del conocimiento, y muy especialmente entre historia social y psicología social. Por lo demás la inclusión de los comportamientos colectivos, en el territorio de la historia de las mentalidades, favorece: la recuperación de su relación con la historia social, un mayor intercambio de ésta con la antropología histórica (interesada por los gestos29 y los rituales, el juego y la fiesta, y la tradición30 , por ejemplo), con la nueva historia sociocultural (cultura popular, lectura) y, en general, la concordancia con la tendencia 28 Saul FRIEDLÄNDER, op. cit., pp. 10-13, 19, 211. 29 Tema antropológico investigado históricamente en una obra reciente: Jean-Claude SCHMITT, La raison des gestes dans l'Occident médiéval, París, Gallimard, 1990. 30 E. J. HOBSBAWM, T. RANGER, dirs., L'invent de la tradició, Barcelona, 1988 (1ª ed. en inglés, 1983).
  • 12. 12 creciente de las ciencias sociales al estudio de las prácticas culturales, sociales y privadas31 . Destacemos de la actividad práctica de los hombres tres ejemplos de temas historiográficos cuya explotación puede ser -mejor dicho, está siendo ya- productiva desde el punto de vista de las mentalidades: el vocabulario32 -que el “giro lingüístico” potencia-, la vida cotidiana33 y la violencia34 , que nos devuelve 31 Pierre BOURDIEU, Esquisse d'une théorie de la practique, Ginebra, 1972; Foucault ha influido en la investigación de la vida privada desbrozando el campo de las "prácticas de sí", el trabajo sobre sí mismos por el que los seres humanos se constituyen como sujetos, Francisco VAZQUEZ, Foucault y los historiadores, Cádiz, 1988, p. 158. 32 Alphonse DUPRONT, "Sémantique historique et histoire", Cahiers de lexicologie, nº 15, 1969; Alphonse DUPRONT, "Langage et histoire", XIII Congrès International des Sciences Historiques, Moscú, 1970; F. FURET, A. FONTANA, "Histoire et linguistique", Livre et société dans la France du XVIIIe siècle, tomo II, La Haya, 1970; Regine ROBIN, Histoire et linguistique, París, 1973; Jean-Claude CHEVALIER, "La lengua. Lingüística e historia", Hacer la historia, III, Barcelona, 1980 (1ª ed. en francés, 1974); Maurice MOLHO, "Linguistique et histoire", Mélanges de la Casa de Velázquez, tomo XII, 1976; Ernest LABROUSSE y otros, Ordenes, estamentos y clases, Madrid, 1978 (1ª ed. en francés, 1973); B. CERQUIGLINI, "Linguistique et histoire", Dictionnaire des sciences historiques, París, 1986. 33 Sobre este tema, de origen etnológico, como en cualquier otro dominio histórico, se puede hacer una historia buena o mala, anecdótica o seria, descriptiva o explicativa, etc.; verbigracia, Aaron Gurevicht resalta el momento de la innovación en la vida diaria, en la economía y en la existencia cotidiana, como un plano fundamental para comprender los cambios históricos (Ciencias Sociales, 1, 1991, p. 148); véase Henri LEFEBVRE, Critique de la vie quotidienne, 3 vol., París, 1946-1981; Jacques LE GOFF, "El historiador y el hombre cotidiano", Tiempo, trabajo y cultura en el Occidente medieval, Madrid, 1983 (1ª ed. en francés del artículo, 1972); Jean-Didier WOLFROMM, "Quarenta anos de vida cotidiana", A Nova Historia, Lisboa, 1986 (1ª ed. en francés, 1977); Colloque "Quotidienneté et historicité". Lyon, 1982, París, 1983; "La sociología de la vida cotidiana", Debats, nº 10, 1984; Chris WICKHAM, "Comprender lo cotidiano: antropología social e historia social", Historia Social, Valencia, nº 3, 1989 (1ª ed. en italiano, 1985); en Alemania se ha denominado Alltagsgeschichte (historia de la vida cotidiana) a la forma local de historia de las mentalidades, véase Alf LÜDTKE, edit., Histoire du quotidien (1ª ed. en alemán, 1989), París, 1994.
  • 13. 13 a la historia social. La investigación histórica de la violencia sigue en la actualidad tres direcciones principales: a) la violencia cotidiana a la manera de la antropología social35 ; b) la violencia como criminalidad y como represión, que entronca con una historia renovada de la justicia y del derecho36 ; y c) la violencia colectiva, cuyo estudio añade una nueva dimensión a la historia de los conflictos, las revueltas y las revoluciones37 , acontecimientos claves para reponer el sujeto social de la historia. 34 Jean-Claude CHESNAIS, Histoire de la violence, París, 1981; Ch. RAYNAUD, La violence au Moyen Age, XIIIe- XVe, París, 1990. 35 R. GIRARD, La violence et le sacré, 1972; J. CHIFFOLEAU, "La violence au quotidien, Avignon au XIVe siècle d'après les registres de la cour temporelle", Mélanges de l'École Française de Rome, tomo 92, nº 2, 1980; Arlette FARGE, La vie fragile. Violence, pouvoirs et solidarités à Paris au XVIIIe siècle, París, 1986 (México, 1994); Robert MUCHEMBLED, La violence au village. Sociabilité et comportements populaires en Artois du XVe au XVIIe siècle, Bélgica, 1989. 36 Michel FOUCAULT, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Madrid, 1990 (7º ed. en español; 1ª ed. en francés, 1975); P. SPIERENBURG, Judicial violence in the Dutch Republic (1750-1850), Amsterdam, 1978; G. RUGUIERO, Patrici e malfattori. La violenza a Venezia nel primo Rinascimento, Bologna, 1982; "Violences sexuelles", Mentalités, nº 3, París, 1989; F. GASPARRI, Crimes et châtiments en Provence au temps du Roi René. Procédure criminelle au 15e siècle, París, 1989; "Violència i marginació en la societat medieval", Revista d'Història Medieval, Valencia, nº 1, 1990. 37 L. MARTINES, Violence and civil disorder in Italian cities, 1200-1500, Berkeley, 1972; C. TILLY, "Revolutions and collective violence", Handbook of Political Science, Massachusetts, 3, 1975; Salustiano MORETA, Malhechores-feudales. Violencia, antagonismos y alianzas de clases en Castilla, siglos XIII-XIV, Madrid, 1978; Violence, Civil Strife and revolution in the classical city: 750-330 BC, Londres, 1982; Violence et contestation au Moyen Age, París, 1989; Carlos BARROS, "Violencia y muerte del señor en Galicia a finales de la Edad Media", Studia Histórica, Salamanca, vol. IX, 1991, pp. 128-130; Violencia y confllictividad en la España bajomedieval, Zaragoza, 1995.
  • 14. 14 La praxis humana, desde las palabras y los gestos hasta los grandes hechos, colectivos e individuales, entra en el campo de interés de nuestra historia -amplia, que no imprecisa- de las mentalidades, reformulada como historia desde el sujeto, por partida doble: constituye el aspecto más empírico de la psicología, y de la historia, y es, además, una fuente capital para el estudio de la mentalidad en su conjunto38 . De cada acto humano deriva un entorno mental formado por sus motivaciones, su “conciencia práctica” (Giddens), sus interrelaciones con los otros, sus consecuencias subjetivas; la mentalidad es anterior y posterior al hecho objetivable, y sin embargo inseparable de la subjetividad, incluso cuando ésta no es consciente (elección racional); partiendo de las acciones humanas podemos llegar, por consiguiente, al contexto psicológico que las informan sin cesar. Ningún otro componente de la subjetividad humana detenta como la práctica tan claramente la doble función objeto/sujeto de fuente y tema de la investigación. 38 las acciones hablan más alto que las palabras, Peter BURKE, La cultura popular en la Europa moderna, Madrid, 1991 (1ª ed. en inglés, 1978), p. 127.
  • 15. 15 Definiendo por tanto la mentalidad como la manera de pensar, de sentir, de imaginar y de actuar, nos aproximamos analíticamente a un mundo subjetivo que se presenta en la realidad, según ya dijimos, como una síntesis general o parcial de los sobredichos cinco componentes, y aun de otros elementos simples, esto es, un sistema mental. Precisemos que la mentalidad que busca el historiador en la sociedad del pasado puede ser global desde cuatro puntos de vista: a) Formas mentales complejas39 como la memoria, las actitudes, las creencias o los valores. b) Mentalidades en función de un tema: tiempo, espacio, naturaleza, trabajo, poder, institución, acontecimiento, revuelta, propiedad, dinero, justicia, igualdad, naturaleza, locura, vida, muerte. c) Mentalidades en función de un sujeto: individuo, estamento, clase, profesión, género, grupo de edad, minoría, nación, civilización. d) Mentalidades en función de un período temporal concreto: mentalidad del año mil, mentalidad moderna o mentalidad fin de siglo. Sobra decir que el objeto específico de la investigación socio-histórico-psicológica puede ser consecuencia de las combinaciones más diversas. Ejemplos hipotéticos: la creencia en una institución, por parte de los habitantes de un país, en un momento dado de su historia; las actitudes hacia un acontecimiento de una colectividad, definida por un ámbito y un tiempo determinados; o la evolución del imaginario igualitario, dentro de una clase social, en la larga duración. 39 En todas las manifestaciones psíquicas nos encontramos con varios tipos de percepción de la realidad, solo que en algunas esa diversidad y su articulación es más simple que en otras.
  • 16. 16 En la medida, por otra parte, en que la historia de las mentalidades se desarrolló y ramificó hasta la dispersión (no tanto en el caso de España), se imponen síntesis de los resultados de la investigación40 , balances y, si es preciso, rectificaciones, pensando en una historia social de las mentalidades que ayude a entender los grandes y pequeños acontecimientos del pasado a partir de la subjetividad humana, sacando a la luz las conexiones de ésta con la historia -más bien objetiva- de la base material de la sociedad. Si pensamos en el futuro, lo que conviene ahora en historia no es tanto describir por separado la economía, la política o la mentalidad, como explicar las interfaces subjetivo/objetivo, mental/material, corta/larga duración, cambio/estructura... Fuentes y metodología 40 La historia de la vida privada, que han dirigido G. Duby y Ph. Ariès, con notable éxito de público, concretamente en España, es una tentativa en esa dirección.
  • 17. 17 A diferencia de otras subdisciplinas históricas, como la historia económica o la historia social, que tienen sus fuentes específicas41 , las fuentes de la historia de las mentalidades son todas las fuentes históricas. Incluso la ausencia de fuentes y de datos (lo no-dicho, los silencios cargados de significado) devienen en fuente para el estudio de lo mental colectivo. Siendo relevantes para el historiador de las mentalidades, tanto los testimonios de personas que obtenemos de las fuentes como los hechos a que aquéllas se refieren: las acciones humanas, según acabamos de ver, son también una fuente para inferir la mentalidad. Amplitud de fuentes que procede de la amplitud de la temática: la subjetividad humana. En realidad, la novedad epistemológica que proporciona al conocimiento histórico la historia social de las mentalidades, ¿qué es sino enfocar el pasado desde el punto de vista del actor, desde el "interior"? La innovación reside no sólo en descubrir nuevos territorios y fuentes sino también en revisar, desde el ángulo subjetivo, los viejos territorios y fuentes de una historia que, recordemos, ha ganado su primer reconocimiento como ciencia a fuerza de tratar como objetos los hechos, y las huellas, del pasado. El reto actual es tratar científica y objetivamente la acción, y la visión, del sujeto de la historia42 . 41 Witold KULA, Problemas y métodos de la historia económica, Barcelona, 1973 (Varsovia, 1963); Manuel TUÑÓN DE LARA, Metodología de la historia social de España, Madrid, 1973; André CORVISIER, Sources et méthodes en histoire sociale, París, 1980. 42 Sobre la objetivación del sujeto, véase Mentalidad y revuelta, p. 6.
  • 18. 18 Las fuentes narrativas de la historia política no han sido demasiado utilizadas por los historiadores franceses de las mentalidades, quizás porque el acontecimiento histórico como tal, es decir, la corta duración, no ha sido materia habitual de trabajo para indagar la mentalidad43 . Las fuentes notariales y judiciales, explotadas principalmente por la historia demográfica, económica y social, empiezan, sin embargo, a ser más empleadas por el historiador de las mentalidades, especialmente procesos44 y testamentos45 . Para comprender la subjetividad pasada el historiador precisa asimismo echar mano de las fuentes propias de la vieja historia cultural, de menor utilidad para el historiador de la política, la economía o la sociedad. Nos estamos refiriendo a la historia de la literatura, del arte, de la filosofía, de la religión, de la educación y de la ciencia46 . Disciplinas engendradas por áreas 43 Una excepción en este sentido, Georges DUBY, El domingo de Bouvines: 24 de julio de 1214, Madrid, 1988 (1ª ed. francesa, 1973). 44 Carlo GINZBURG, El queso y los gusanos. El cosmos, según un molinero del siglo XVI, Barcelona, 1982 (2ª ed.), (1ª ed. en italiano, 1976); Enmanuel LE ROY LADURIE, Montaillou, aldea occitana de 1294 a 1324, Madrid, 1981 (1ª ed. en francés, 1975); Natalie Z. DAVIS, El regreso de Martín Guerre, Barcelona, 1984 (1ª ed. en francés, 1982); desde un punto de vista crítico, véase Peter BURKE, La cultura popular en la Europa moderna, Madrid, 1991, pp. 126 ss. (1ª ed. en inglés, 1978). 45 Tipo de documentos utilizados mayormente para la indagación la religiosidad y la idea de la muerte. 46 Para épocas pretéritas la historia de la ciencia tendría que ser también historia de las mentalidades; v. gr., B. VICQUERS, comp., Mentalidades ocultas y científicas en el Renacimiento, Madrid, 1990.
  • 19. 19 de conocimiento que procuran el origen y la evolución de su objeto cultural en el tiempo. La virtual convergencia de temas, fuentes y métodos enriquece tanto la historia general como dichas disciplinas diacrónicas (y sin embargo no es fácil47 ). El redescubrimiento de las fuentes tradicionales de la cultura por parte del historiador general, tiene lugar al tiempo que se revalorizan objetos y fuentes culturales que antes se consideraban menores (prensa, fotografía48 , literatura e arte populares, entre otros), o bien se negaba que en verdad fuesen fuentes históricas, como es el caso de la tradición oral o de los documentos personales. Fuentes inexploradas que dieron lugar incluso a nuevos y pujantes enfoques historiográficos, verbigracia, la historia oral49 . La extensión del territorio del historiador a lo mental, en general, y a lo imaginario, en particular, conduce por consiguiente a un nuevo aprovechamiento heurístico de la obra literaria, doctrinal o artística, y, por otro lado, esta irrupción del historiador general -formado por lo regular como historiador social- en el campo de la historia cultural puede aportar a los historiadores de estas especialidades -reafirmando en ocasiones 47 La interdisciplinaridad en el interior de la historia es incluso más difícil, y empero más necesaria, que la cooperación de la historia con otras ciencias sociales. 48 Gisèle FREUND, La fotografía como documento social, Barcelona, 1976; Bernardo RIEGO, La fotografía como fuente de la historia contemporánea, Jornadas "La imatge i la recerca histórica", Gerona, 1990. 49 Philippe JOUTARD, Esas voces que nos llegan del pasado México, 1986; Paul THOMPSON, La voz del pasado. Historia oral, Valencia, 1988.
  • 20. 20 tradiciones anteriores- el enfoque sociológico, y hasta psicológico, así como la preocupación por el sujeto colectivo, anónimo, popular. La perspectiva que se ofrece al historiador de las mentalidades que bucee en las fuentes clásicas de tipo literario, iconográfico50 y narrativo, es inmensa, aunque se va a encontrar con que muchos temas que son nuevos para la historia organizada cronológicamente son antiguos para los historiadores de la literatura o del arte, existiendo ya una bibliografía, con frecuencia extensa, al respecto. La rama historiográfica donde, a partir de la renovación que supuso la antropología histórica51 y la historia de las mentalidades52 , la síntesis historia general/historia especializada se ha producido tal vez antes y mejor sea la historia religiosa53 . 50 Añadamos las nuevas fuentes audiovisuales e informáticas (radio, cine, discos, casetes, TV, disquetes, CD-ROOM e internet), que convierten en privilegiado al investigador futuro de las mentalidades actuales. 51 Mircea ELIADE, Tratado de historia de las religiones, Madrid, 1981 (1ª ed. en 1964); Keith THOMAS, Religion and the decline of magic, Londres, 1971. 52 Marc BLOCH, Les Rois thaumaturges (1924), París, 1983; Lucien FEBRVE, Le problème de l'incroyence au XVIe siècle. La religion de Rabelais (1942), París, 1968. 53 La historia de la religiosidad medieval ha dado lugar, por ejemplo, a una importante línea de investigación: R. MANSELLI, La religión populaire au Moyen Age. Problèmes de mèthode et d'histoire, París-Montreal, 1975; J. C. SCHMITT, La herejía del Santo Lebrel. Guinefort, curandero de niños desde el siglo XIII, Barcelona, 1984 (1ª ed. en francés en 1979); J. DELUMEAU, Un chemin d'histoire. Chrétienté et christianisation, París, 1981; J. LE GOFF, El nacimiento del purgatorio, Madrid, 1985 (1ª ed. en francés, 1981); A. DUPRONT, Du sacré. Croisades et pelerinages. Images et langages, París, 1987; B. GEREMEK, La piedad y la horca: historia de la miseria y de la caridad en Europa, Madrid, 1989; J. DELUMEAU, L'aveu et le pardon. Les difficultés de la confession (13e -18 e siècle), París, 1990.
  • 21. 21 Si de entrada para el historiador de las mentalidades todas las fuentes son válidas, y aun la novedad de su objeto pone de relieve nuevas fuentes, no ocurre lo mismo con el método y las técnicas a aplicar: para estudiar la subjetividad es, por supuesto, necesaria una metodología específica54 , no llega con el modus operandi general de los historiadores. Lo sorprendente sería lo contrario, ¿acaso la historia social o la historia económica o la historia del arte no tienen su propio método de trabajo? Hay herramientas y enfoques metodológicos de la historia como ciencia social que conciernen a todas sus ramas, pero la singularidad epistemológica del objeto de investigación, en este caso la mentalidad, obliga a descubrir y producir medios singulares de interrogar a las fuentes, de verificar las respuestas que se van obteniendo, de teorizar las hipótesis y los resultados. Y para sacar conclusiones mentales de un texto, de un hecho, de un testimonio o de una imagen (o de la ausencia de cualquiera de ellos) es menester buscar inspiración en las ciencias sociales más experimentadas en los temas de la psique, esto es, la psicología y la antropología55 . De la misma forma que la historia 54 A favor de una metodología específica para la historia de las mentalidades se han manifestado, en su momento, Dupront y Agulhon, y en contra Le Goff y Revel (véase Savoir et mémoire, nº 2, París, 1993, p. 27, y las notas 18, 109 y 127 del capítulo anterior): con toda evidencia se impuso la segunda opción, y con ella la triunfal dilución de la historia de las mentalidades en múltiples historias subjetivas.. 55 La enorme demora de la historia en abordar el estudio de lo mental contrasta con las demás ciencias sociales que también ambicionaron aprehender totalidades, es el caso de la antropología y de la sociología, que, sin la convergencia con la psicología no hubieran dado lugar a la psicología social y la antropología social, ésta última muy influente en la nueva historia angloamericana.
  • 22. 22 ha colaborado con la geografía, la sociología y la economía para construir el método de la historia social y económica, ¿no ha de cooperar con la antropología y la psicología para fabricar los instrumentos que permitan el acceso a la subjetividad humana? La historia de las mentalidades es interdisciplinar o no es. Cierto que el factor tiempo prohíbe abordar los hechos de la historia, materiales o mentales, como si fuesen actuales56 , aconsejando esta diferencia el intercambio más que el trasplante, entre la ciencia del pasado y las ciencias del presente57 . Siendo conscientes de la importancia capital que entrañan nuestras contribuciones genéticas y diacrónicas, los historiadores debemos aprender de aquellas ciencias sociales que van por delante en la tarea de dar un tratamiento científico a la mentalidad, con el mismo entusiasmo y los buenos resultados que se pusieron en práctica para estudiar los tratados de geografía, sociología o economía, en los tiempos en que arrancaba la nueva historia, sin que ello tenga naturalmente porque conllevar, ni antes ni ahora, dependencia de dichas disciplinas. Un producto francés 56 En rigor todos los acontecimientos que analizamos son, de inmediato, hechos pasados, lo que pasa es que la antigüedad es un dato cualitativo, además de cuantitativo, y la historia está justamente especializada en investigar científicamente la cualidad de lo antiguo. 57 Sobre la interdisciplinaridad en general, véase I. STENGERS, D'une science à l'autre. Des conceptes nomades, París, 1987.
  • 23. 23 La historiografía de diversos países ha recorrido -todavía está recorriendo-, con diferentes pero convergentes resultados, el camino que va de lo objetivo a lo subjetivo. La experiencia renovadora que más ha influido entre nosotros, positiva y negativamente, es, a qué dudarlo, un producto francés: la historia de las mentalidades (y su heredera más reciente la historia sociocultural58 ). La prueba es que, en España, por ese nombre se conoce todavía la historia de la subjetividad en general, las nuevas temáticas de la antropología, la cultura y la psicología aplicadas a la historia, todo lo que, en definitiva, no es ni historia económico-social ni historia política. A nosotros nos parece teóricamente más clarificador denominar historia subjetiva o histoira desde el sujeto59 a esa constelación de nuevas -o novísimas- historias que tienen por objeto al sujeto, distinguiendo en su interior (ni por su origen, materias o métodos, son realmente homologables) cuando menos: la historia de las mentalidades en su sentido más estricto, la antropología histórica, la historia socio-cultural -o nueva historia cultural- y, si se quiere, la vieja psicohistoria. La 58 En España se ha desarrollado escasamente la antropología histórica (salvo excepciones como Julio Caro Baroja) como consecuencia del fuerte peso de la compartimentalización académica. 59 Decir historia subjetiva es más gráfico y radical, en cuanto a significación de ruptura con el objetivismo, pero también beneficia cierto malentendido entendemos por sujeto el historiador en vez del agente histórico, es por ello que, en el Congreso Internacional “A historia a debate”, intitulamos la tercera sesión temática: “La historia social desde el sujeto”.
  • 24. 24 cuestión es que, hoy por hoy, estas tres o cuatro denominaciones se utilizan todavía sinónimamente, tendiendo incluso cada una de ellas a englobar el espacio de las otras conforme aspiran a la hegemonía de la historia subjetiva. En Francia se ha promovido hasta los años 80 la historia de las mentalidades como la gran denominación abarcadora de temas superestructurales; el término más extendido en la historiografía angloamericana fue, por lo demás, el de antropología histórica o social; valiéndose de la cultura en su acepción más amplia, la nueva historia cultural va ganando terreno últimamente par tout para designar todo lo subjetivo; en los EE. UU. se ha identificado en ocasiones la historia de las mentalidades como psicohistoria; y en Alemania es la historia cotidiana quien protagonizado el cambio paradigmático que representa el retorno del sujeto60 . El peso innegable de las tradiciones nacionales obstaculiza, junto con otras causas, la clarificación y el establecimiento de relaciones de comunidad y parentesco entre estas líneas, paralelas y entrelazadas, de la investigación desde el sujeto. Con todo, la historia francesa de las mentalidades ocupa por méritos propios un lugar central61 -no siempre reconocido- en la génesis y en la realidad floreciente de una historia del sujeto que ha protagonizado la investigación de vanguardia en distintos países 60 En España, salvo individualidades, se copiado o rechazado estas “modas” sin aportar por el momento nada original, véase el capítulo final de este libro. 61 Sobre la rol principal y precoz de la historia francesa de las mentalidades en el fenómeno general del retorno del sujeto en la historiografía mundial abundaremos en el próximo apartado.
  • 25. 25 e historiografías, incluyendo algunas historiografías marxistas62 . En su afán por combatir la historia tradicional, descriptiva y événementielle, y por edificar una nueva historia explicativa, social y total, Marc Bloch y Lucien Febvre, al fundar en 1929 la revista Annales, avanzaron como sabemos dos líneas de investigación, en un principio interconectadas pero que se bifurcaron ulteriormente hasta incluso llegara enfrentarse: la historia económico-social y la historia de las mentalidades. La primera fue haciéndose predominante en Francia a partir de la II Guerra Mundial63 , siendo desplazada de su posición hegemónica por la historia de las mentalidades a lo largo de los años 7064 . De modo que, en los años 80, asistimos al clímax de una historia de las mentalidades que contagia a las subdisciplinas más próximas, perdiendo la noción de mentalidad en definición lo que gana en extensión, en beneficio inmediato de una emergente antropología histórica, merced al empuje de la antropología, en el conjunto de las ciencias sociales, y al peso creciente de la historiografía inglesa. El reciclaje de la historia de las mentalidades como antropología histórica -que comporta unos 62 La investigación del sujeto histórico ha, desde los años 70, contribuido altamente a renovar la historiografía marxista -el mejor ejemplo son los historiadores marxistas británicos- normalmente volcada en una historia objetiva de la base material de la sociedad, muy necesaria, en un primer momento, pero ahora muy insuficiente, no sólo para la historia como disciplina, sobre todo para un marxismo cuya tradición en exceso economicista y objetivista casi le ha llevado a la tumba. 63 La tendencia se apuntaba ya en los primeros Annales cuando al título de la revista se completaba así: d’histoire économique et social. 64 Annales se subtitula ahora: Économies, Societés, Civilisations.
  • 26. 26 una especie de segundo impulso, y para nosotros la muestra de su “esplendor en la crisis”-, durante la década pasada, ha favorecido la homologación francesa con pujantes historiografías, en primer lugar las angloamericanas, resistentes al hegemonismo francés, tendencialmente demodé en el ámbito intelectual65 . Esta “aceptación” por parte de los terceros Annales de la potencia de la antropología -ya Braudel tuviera que hacer algo parecido- no deja de ser una suerte de dimisión, neutraliza ciertamente los problemas que la definición ambigua de las mentalidades genera fuera de Francia... al precio de renunciar a consolidar la historia de las mentalidades como una disciplina de futuro, es decir, con metodología propia. El "error" francés, cuya rectificación habría que contemplar en el marco del tournant critique historiográfico alentado en el país vecino, ha sido manifiestamente separar, siguiendo el típico movimiento pendular, la historia social -y la psicología- de la historia de las mentalidades67 , y ello ha posibilitado colaboraciones innovadoras con la antropología, el arte, la literatura, y otras disciplinas de lo subjetivo, pero también ha 65 En el mundo de las ideas, la cultura y la comunicación, hemos asistido a la pérdida por parte de Francia-y de París- de protagonismo (que ha tenido indiscutiblemente su epicentro en 1968) en favor de lo angloamericano, gracias también al auge del inglés y la decadencia del francés como lenguas culturales y científicas; las reservas, cuando no los prejuicios, hacia lo francófono y las filias hacia lo anglófono son “modas” que todavía colean en España. 67 Ya vimos en el apartado I.1 lo relativo a la desconexión historia social/historia de las mentalidades, que a Philippe Ariès -a diferencia de Le Goff - no le cuesta reconocer, incluso en clave positiva: «L'histoire des mentalités», La Nouvelle Histoire, París, 1978, p. 409, 418.
  • 27. 27 ido alejando la nouvelle histoire de su matriz68 , de la historia total,... y de otras historiografías, entre ellas la española, que intenta aún -que intentamos- retomar la historia de las mentalidades, volviendo a sus planteamientos fundadores, en el contexto de un nuevo paradigma internacional. El retraso español 68 Uno de los efectos ha sido desconocer el concepto de cultura popular, como ha hecho notar Bernard Vincent, poniendo como ejemplo al libro La Nouvelle Histoire de 1978, Manuscrits, nº6, 1987, p. 99.
  • 28. 28 Que la puesta al día de la historiografía española, durante los años 60 y 70, haya tenido lugar bajo un régimen político dictatorial, con todas sus implicaciones ideológicas, académicas y de obstáculos a la movilidad de los investigadores, ha retrasado -de manera acumulativa- la conexión de los historiadores españoles con las investigaciones internacionales de vanguardia, provocando un ritmo historiográfico peculiar. Las innovaciones acaban llegando a España, pero de una manera parcial y con una demora evidente (una década o más). Así, la historia económico-social se impone, entre nosotros, sobre todo en los años 70, renovando decisivamente la vieja historia político-institucional69 , bajo la influencia directa de la escuela de Annales, cuando ya en Francia70 subía como la espuma una historia de las mentalidades, que tendía a distanciarse de la historia social de las mentalidades de los años 60. Este desfase coadyuva a que la nueva historia económico-social española se consolide contra la historia de las mentalidades, al margen de las corrientes marxistas que en historia y demás ciencias sociales mantenían o incluso concentraban su interés en el sujeto-hombre 69 Por fin se abandonaba la historia evenemencial que había predominado desde el final de la guerra civil, Julio VALDEÓN, "Quince años de historiografía española", Historia 16, nº 181, p. 161. 70 Y no sólo en Francia, en 1971, K. Thomas publica Religion and the Decline of Magic, y mucho antes, en 1963 -año en que se publica también un importante artículo metodológico de Thomas sobre historia y antropología-, se había editado la obra de E. P. Thompson The Making of the English Working Class (publicada en español en 1977); ambas obras representativas del diálogo historia-antropología (véase al respecto el nº 3 de la revista Historia Social, Valencia, 1989) que, paralelamente, los historiadores ingleses habían iniciado para responder a preguntas bastante parecidas a las que dieron origen a la historia de las mentalidades en Francia.
  • 29. 29 y en la superestructura de la sociedad71 . ¿Existía otra alternativa? Teóricamente sí, la imperiosidad de investigar la base material de la sociedad no tenía por qué cerrarnos el acceso a la dimensión subjetiva y cultural de la realidad pasada, cuya investigación -convenzámonos de una vez- no tiene por qué ser menos científica que la de la economía. En la práctica no ha sido así, ¿tal vez porque la tarea ingente que entrañaba la superación de la historia tradicional, en las condiciones españolas, no permitía tal diversificación del esfuerzo innovador72 ? Probablemente, máxime cuando es tan problemático -mientras no seamos capaces de desarrollar un paradigma que trate como inseparables lo objetivo y lo subjetivo- trabajar en direcciones tan disímiles, y tan difíciles de compatibilizar, como lo material y lo mental. Historiadores españoles, con más facilidades para el contacto con el exterior73 , que entonces pasaba principalmente por Francia, ensayaron el desarrollo de una historia social que fuese a la vez historia de las mentalidades, pero ulteriormente ellos mismos no trabajaron en esa dirección, ni por lo tanto pudieron ser seguidos, no se logró en consecuencia la 71 Por ejemplo, la Escuela de Frankfurt, la antropología social (también francesa: M. Godelier) y la historia social inglesa (de cuya inclinación antropológica ya hemos hablado), cuya tardía importación no tuvo en España demasiados seguidores: ¿dónde están si no las obras españolas que podamos considerar deudoras del materialismo cultural de Thompson? 72 Ya en los años 30 la disyuntiva de los primeros Annales entre historia económica-social e historia de las mentalidades se resolvió a favor de la primera. 73 Los dos autores que vamos a citar en primer término, medievalista uno y contemporáneista otro, no vivían en ese momento en España.
  • 30. 30 aceptación de la historia de las mentalidades como un campo útil y necesario para la investigación global del pasado. Reyna Pastor, en 1966, publica en francés un trabajo que siete años después, en 1973, alcanza cierta difusión en español, Diego Gelmírez: una mentalidad al día74 , que quería ser "un ensayo de análisis interdisciplinario que permitirá el conocimiento de ciertas 'actitudes mentales"75 . En el mismo año, 1973, Manuel Tuñón de Lara -siguiendo a Labrousse, Mandrou y Duby-, incluye en su Metodología de la historia social de España un capítulo que dice: "De la historia social a la historia de las mentalidades sociales: posibles fuentes y métodos de conocimiento"; propuesta clara que quedó en el aire, porque el propio Tuñón raramente investigó las mentalidades76 y pocos frutos ajenos pudo contar después de su iniciativa77 , si bien nunca abjuró de la bondad y conveniencia de lo que nosotros 74 Editado junto con otros artículos de historia social y económica, Conflictos sociales y estancamiento económico en la España medieval, Barcelona, 1973, pp. 104-131; en este artículo se aborda también desde posiciones nuevas el género biográfico, hecho insólito y audaz en la historiografía marxista-annaliste de los años 60. 75 ídem, p. 108. 76 Una de las excepciones en su aportación al libro colectivo La Guerra Civil española 50 años después, Barcelona, 1985. 77 Tuñón cita, en 1991, como concreciones de historia de mentalidades en temas contemporáneos los trabajos publicados en Historia 16 -1977- de Carmen García Gaite y María Cruz Seoane sobre los esfuerzos del franquismo por buscar una tradición, y de Luis Alonso Tejada sobre la represión sexual bajo el franquismo, "Por una historia de Historia 16", Historia 16, nº 181, p. 166.
  • 31. 31 llamamos historia social de las mentalidades78 . Dos años después, salvo Antonio Elorza79 , ninguno de los historiadores que escriben sobre metodología e historiografía en el Boletín Informativo de la Fundación Juan March, promueven la historia de las mentalidades como una vía válida para la nueva historia española, a pesar de las continuas invocaciones a Annales en varias de las aportaciones de lo que después se editó como Once ensayos sobre la historia (1976), sin duda la contribución colectiva más sugestiva, por su pluralidad y representatividad, de esos años, sobre renovación metodológica, hecha por historiadores en España80 . Por otra parte, en el campo del modernismo hay que hablar de un precursor muy importante: Jaime Vicens Vives, sin duda 78 En 1991 intitula “Historia social y mentalidades” el nº 5 de la revista que ahora dirige en Bilbao, Historia Contemporánea, dando asimismo acogida en ella -nº 9, 1993- al texto de mi conferencia de Valladolid, en 1989, “Historia social, historia de las mentalidades”; más referencias sobre Tuñón de Lara y la historia de las mentalidades en José Luis de la GRANJA, Alberto REIG, edits., Manuel Tuñón de Lara. El compromiso con la historia, su vida y su obra, Bilbao, 1993, pp. 109, 151, 176, 181, 182, 188, 190, 219, 229, 404, 474. 79 Que comienza su artículo sobre las ideologías políticas y su historia citando la Metodología de Tuñón de Lara, Once ensayos sobre la historia, Madrid, 1976, 71-77; un fruto muy reciente de su actitud receptiva hacia la historia de las mentalidades es su ponencia “Imagen, religión y poder” en Historia a debate, II, pp. 61-84. 80 Sobre la situación posterior, Julio Valdeón escribe: La historiografía española de los últimos quince años refleja, desde otro punto de vista, una notable pobreza teórica y metodológica. Sin duda en estos campos la contribución española nunca ha sido muy destacada, loc. cit., p. 163; véase asimismo el texto de la conferencia del mismo autor en el Congreso de Santiago, “La historiografía española de finales del siglo XX: miseria de la teoría”, Historia a debate, I, pp. 309-317; sobra decir que esta despreocupación de los historiadores con la teoría y la metodología está en la base de las dificultades para la asimilación y la producción de innovaciones.
  • 32. 32 el historiador español que ha jugado el rol más importante como iniciador del cambio de paradigmas historiográficos en la España de los años 60 y 70, a partir de su entrada en contacto con la escuela de Annales en el Congreso Internacional de Ciencias Históricas de París (1950). Vicens Vives dice en el prólogo a la Historia de España y América social y económica (1ª ed., 1957): “ésta no es una historia de España y América en el sentido clásico de la palabra, porque no pretende definir una estructura colectiva fundamentada en unilaterales razones materiales, sino delimitar unas mentalidades de base, esto es, una manera de estar, de comprender y de actuar”81 ; intención que se refleja en los índices de los diferentes volúmenes de esta obra colectiva. Tampoco los discípulos de Vicens Vives van a seguir ese camino doble. Josep Fontana lo intenta en Cambio económico y actitudes políticas en la España del siglo XIX (publicado en el año 1973, como las obras anteriormente citadas de Pastor y Tuñón): “Al historiador toca dar una explicación global de los hechos humanos (...) problema fundamental: el de averiguar los nexos que enlazan los hechos económicos con los políticos o los ideológicos (...) la nueva [historia] quiere saber quiénes formaban este pueblo, qué ocupaciones tenían, qué problemas les angustiaban, qué aspiraciones compartían”82 . La sustitución, doblemente ideológica, del término ‘mentalidad’ por ‘ideología’ anuncia el posterior giro economicista, hostil a la 81 Historia de España y América social y económica, Barcelona, 1977, I, p. XXI. 82 Cambio económico y actitudes políticas en la España del siglo XIX, Barcelona, 1980, pp. 5-6.
  • 33. 33 historia de las mentalidades83 , que va a dar la historiografía española. El problema de la recepción, práctica y teórica, de las innovaciones de Annales en la historia social española de los años 70 es su parcialidad, a pesar de los buenos comienzos. Falló en definitiva la preocupación por la historia total, clave para entender no sólo la escuela de Annales sino también un materialismo histórico evolucionado, que contemple y entrelazca los distintos niveles de la realidad, integrando en suma el factor subjetivo, humano, en la historia. Si bien este fracaso no es por supuesto privativo de la historiografía española, resulta empeorado por la grave mutilación que, entre nosotros, ha tenido lugar durante mucho tiempo del estudio de los “problemas” y “aspiraciones” de los agentes históricos. En 1970, una conocida editorial publica, en Barcelona, Combats pour l'histoire de Lucien Febvre, de manera significativa faltan dos artículos, que todavía siguen inéditos en castellano, muy presentes en la versión francesa (1953): Une vue d'ensemble. Histoire et psychologie, y La sensibilité et l'histoire. Comment reconstituer la vie affective d'autrefois? Una explicación podría ser decir, y se suele decir, que Febvre tuvo una acogida menos favorable en nuestro país que el otro fundador, tenido por más fundamental y próximo al materialismo histórico, de la nueva historia francesa, Marc Bloch, pero la cuestión es que La société féodale (1939) 83 Véase en la mesa redonda “La Història de les Mentalitats: una polèmica oberta” la posición del mismo Fontana (Manuscrits, nº 2, 1985, pp. 31-55).
  • 34. 34 tampoco se publica en España... hasta 198684 . De haberse editado hace 10 o 15 años, ¿no hubiera inspirado Bloch, en la renovada historiografía española, esa interrelación de "condiciones de vida y atmósfera mental" que ensaya en su obra, síntesis maestra de una estructura social? En este contexto de lectura o recepción incompleta de Annales, por parte de nuestra mejor historiografía (marxista y no marxista), se comprende mejor que la primera gran obra de Bloch, el estudio de una creencia colectiva, Les Rois thaumaturges (1924) no se haya traducido al castellano hasta hoy (México, 1991)85 , y que, en otro orden de cosas, la descalificación global de la historia de las mentalidades “a la francesa”86 haya supuesto la minusvaloración, el desconocimiento o la marginación, de una línea de historia social de las mentalidades que, originada en Marc Bloch y Georges Lefebvre, en el período entreguerras, fue retomada por Robert Mandrou, Georges Duby, Jacques Le Goff en los años 60, y continuada posteriormente por Michel Vovelle, Maurice Agulhon y muchos otros (entre ellos, los cinco autores españoles citados más arriba, si bien de forma breve, tal vez inconsecuente). La edición española, en 1985, de Idéologies et mentalités (1982) de Michel Vovelle, conjunto de ensayos de 84 La edición mexicana de 1959 tuvo escasa difusión en España. 85 Sobre la génesis y el valor de este libro, véase el prólogo de Jacques Le Goff a la tercera edición en francés (París, 1983). 86 Las críticas son un cajón de sastre donde hay de todo, pagando justos por pecadores: hay críticas que el tiempo ha demostrado ser correctas y excesos hipercríticos que rayan en un simplón prejuicio antifrancés.
  • 35. 35 valor metodológico estimable -sobre todo para el historiador próximo al marxismo-, y otras aportaciones, no menos importantes, como las de los historiadores hispanistas franceses87 , preparan las condiciones para lo que Julio Valdeón ha llamado "la irrupción de la denominada historia de las mentalidades"88 , cuya presencia en conferencias, seminarios, lecturas de tesinas y tesis, y en algunas publicaciones, empieza a notarse seriamente a fines de los años 8089 : treinta años después de aquel primer planteamiento animador de Vicens Vives (quince años si pensamos en Tuñón de Lara), la historia de mentalidades ha dejado, por fin, de ir a contracorriente. Este retraso, consecuencia asimismo del habido anteriormente en la recepción de la historia económico-social90 , tiene sus 87 Ejemplos: el trabajo de Emile Temine sobre las resistencias mentales en las Actas del XVI Congreso de los hispanistas franceses, Permanences, émergences et résurgences culturelles dans le monde ibérique et ibéro-américain, Aix-en-Provence, 1981, pp. 39-56; y, sobre todo, la ponencia de Bartolomé Bennassar, "Historia de las mentalidades", en las III Conversaciones Internacionales de Historia sobre La historiografía en Occidente desde 1945, publicadas en Pamplona, 1985; la creciente influencia de los hispanistas angloamericanos -salvo casos como el de James S. Amelang- y de la historia contemporánea -la historia de las mentalidades fue, y es todavía, cosa de medievalistas y modernistas- restringió esta vía de penetración de las historia de las mentalidades en España; véase la nota 109. 88 "Quince años de historiografía española", Historia 16, nº 181, 1991, p. 162. 89 Véase La historia social en España, Madrid, 1991, p. 85; Araceli OTERO y otros, “A historia das mentalidades na recente historiografía española”, Historia a debate. Galicia, Santiago, 1995, pp. 131-142. 90 Un nuevo campo de investigación se impone frecuentemente en la medida que el anterior aparece suficientemente trabajado; esta tendencia, y la búsqueda de la novedad -que produce la innovación, consustancial con la ciencia, pero también con la moda-, conlleva el
  • 36. 36 inconvenientes, pero también sus ventajas. Inconvenientes y ventajas de un apogeo tardío ¿Inconvenientes del retardo de la historiografía española en investigar la historia desde la subjetividad? En primer lugar, cierta desconexión general con la última historiografía internacional -y su deficiente asimilación-, y no sólo con la francesa, antaño camino acostumbrado de entrada de la innovación historiográfica en España. Lo que se ha rechazado como “producto francés”, como historia de las mentalidades, ha entrado en nuestro país como antropología histórica inglesa -que impregna la historia social de E. P. Thompson y otros-, como nueva historia cultural americana o, inclusive, como microhistoria italiana, todo con su propio retraso91 . Un caso notorio es el del libro The great cat massacre (1984) del sabido efecto pendular que hay que contrarrestar con energía y fundamentación teórica. 91 Ignacio Olabarri anotaba justamente, en 1984, que la antropología inglesa ha influido en España, desgraciadamente, demasiado poco, La historiografía en Occidente desde 1945, p. 125; como muestras tenemos la no traducción del libro de Keith Thomas (Religion and the decline of magic, 1971), autor del cual se acaba de publicar ahora un importante ensayo de 1963 ("Historia y antropología", Historia Social, nº 3, 1989), y la tardía (Madrid, 1991) traducción del libro de Peter Burke, Popular Culture in Early Modern Europe (1978); sin embargo, los libros de Carlo Ginzburg -El queso y los gusanos (1976), Barcelona, 1981- y de Giovanni Levi -La herencia inmaterial (1985), Madrid, 1991-, han tenido mejor fortuna; pueda que el carácter social de parte de la microhistoria italiana favorezca una mejor comprensión y acogida en nuestra historiografía, prueba de ello es el Coloquio Internacional de Historia Local de Valencia, celebrado en 1988 (L'espai viscut, Valencia, 1989), si bien hay otro argumento: el desbloqueo, en la segunda mitad de los años 80, de la historia de las mentalidades, y, en general, la crisis irreversible de la historia social-objetivista y economicista en España.
  • 37. 37 historiador norteamericano Robert Darnton, especialista sobre la historia moderna de Francia, una colección de artículos sobre actitudes y creencias en la Francia del siglo XVIII92 , que habiendo alcanzado un gran éxito de público en USA, y en Francia, y desatado además una importante polémica entre historiadores de varios países93 , pasó absolutamente desapercibido en España, pese a haber sido traducido y editado en México en el año 1987. Un ejemplo claro, pues, de la desconexión internacional que se ha producido, a partir de la “ruptura” española con la historia francesa de las mentalidades a mediados de los años 70, y, consiguientemente, de la difícil homologación posterior con investigaciones de vanguardia cada vez más ajenas a los temas y métodos que se siguen aplicando rutinariamente en nuestro país. Resulta imposible una auténtica tradición historiográfica sin estar al día con espíritu abierto94 -es decir, científico- de los 92 El propio Darnton ubica metodológicamente su libro: la investigación recorre el territorio inexplorado que en Francia se denominó l'histoire des mentalités. Este campo aún no tiene nombre en inglés, pero sencillamente podría llamarse historia cultural, porque trata nuestra civilización de la misma manera como los antropólogos estudian las culturas extranjeras. Es historia con espíritu etnográfico, La gran masacre de gatos y otros ensayos en la historia de la cultura francesa, México, 1987, p. 11; la cita ilustra lo que más arriba dijimos acerca de la sinonimia según algunos entre historia de las mentalidades, historia cultural y antropología histórica. 93 Debate traducido al español y recogido recientemente por Eduardo HOURCADE, Cristina GODOY, Horacio BOTALLA, Luz y contraluz de una historia antropológica, Buenos Aires, 1995. 94 Es preciso reconocer el papel activo que, en este sentido, han jugado las revistas de historia de Cataluña, Euskadi y del País Valenciano, creadas en su mayor parte en los años 80: L'Avenç, Manuscrits, Debats, Historia Contemporánea, Historia Social, Revista d'Història
  • 38. 38 avances, las influencias y las discusiones que tienen lugar en otras historiografías, en principio, más adelantadas. Todo discurso sobre la interdisciplinaridad carece de sentido si, simultáneamente, no se mantienen, refuerzan y diversifican las relaciones internacionales: con un espíritu abiertamente crítico, pero también autocrítico. Ciertamente, "en España no ha surgido ninguna corriente historiográfica original en lo que va de siglo"96 . ¿Por qué? Además de la repetida indigencia teórica de nuestra historiografía, y de nuestro consabido complejo de inferioridad: por la incapacidad para sostener una relación suficiente, creadora y constructiva con la producción exterior97 . La historia que estamos bautizando como subjetiva -en el buen sentido-, bajo sus distintas formas, es desde hace un tiempo la locomotora de la historia para muchos colegas, y reúne hoy, en nuestra opinión, las tendencias más innovadoras de la historiografía mundial98 , llegando cada país al mismo sitio Medieval.... 96 Santos JULIA, Historia social/sociología histórica, Madrid, 1989, p. VIII. 97 somos muy rápidos, muy a menudo esquemáticos y no raramente ignorantes en la crítica de lo que otros hacen, y tendemos a superar, antes de prácticarlas, corrientes que en otros países, otras comunidades académicas, han dado resultados apreciables. Pero esa crítica acerada se compadece mal con nuestra propia capacidad de arriesgar la marcha por nuevos caminos, íbidem. 98 Sería una torpeza tacharlas de simples “modas”, sin profundizar más, la propia historia francesa de las mentalidades tiene una historia demasiado prolongada para ser (des)calificada de episodio efímero, se trata realmente de movimientos profundos de la historiografía, de la mentalidad y de la sociedad finisecular, que además están de “moda”, como lo estuvo por causas también históricas e historiográficas la historia económico-social hace 20 años.
  • 39. 39 -o mejor dicho, a un sitio parecido- por vías originales pero paralelas. Hay que preguntarse si no es demasiado costoso, y teóricamente inútil99 , permanecer al margen de un frente historiográfico que está configurando decisivamente la labor de los historiadores del próximo futuro100 . Una ventaja de la tardía incorporación de España a este conjunto de nuevas líneas de investigación101 , es el amplio abanico de posibilidades que se ofrecen al joven investigador español, en comparación con las existentes hace 10 o 15 años, tanto en el terreno de la historia de las mentalidades como de la antropología histórica, de la nueva historia cultural o de la psicología social histórica en ciernes102 . Ahora bien, en cuanto a temas de investigación subjetiva la primera tarea, en nuestra opinión, es no confundir los unos con los otros103 . Unos son 99 Las corrientes historiográficas se distinguen cada vez menos por los temas que investigan, así tenemos que la historia económico-social hace mucho que es una disciplina compartida por historiadores de todas las concepciones, e historiadores marxistas han jugado un rol capital en el despegue de la historia francesa de las mentalidades y de la antropología histórica inglesa, etc. 100 En el apartado III.3, en un trabajo redactado cuatro años después, hablamos de los límites a los beneficios del retorno del sujeto en la escritura de la historia. 101 Emparentadas con el retorno de géneros tradicionales -enfocados en el mejor de los casos con una metodología renovada- como la historia biográfica, narrativa, política y acontecimental, por un lado, y con la emergencia de nuevos sujetos históricos como las mujeres, el niño, la vejez; vertientes todas ellas de la inclinación general a una historia, desde el sujeto, que aquí estamos abordando en su sentido más estricto, esto es, psicológico y cultural. 102 Kenneth J. GERGEN, Mary M. GERGEN, edits., Historical Social Psychology, Hillsdale, 1984. 103 De hecho, están entremezclados, parte de ellos son comunes a varias áreas de
  • 40. 40 específicos de la antropología histórica: familia, matrimonio, sexualidad, vida cotidiana o privada, fiesta, cuerpo, gestos, alimentación, enfermedad, ritual, mito, leyenda, tradición oral, brujería, cultura popular, alteridad. Otros lo son de la historia cultural: lectura, alfabetización, educación, filosofía, arte, literatura, ciencia. Estando más cercanos a nuestra tradición historiográfica los temas socio-psicológicos de la historia de las mentalidades: desde los modelos de comportamiento hasta las representaciones sociales, pasando por las prácticas, las actitudes, los sentimientos, los valores y las creencias colectivas, nociones que aplicadas a las estructuras mentales y a los procesos de cambio de mentalidades están dando pie a productivas líneas de investigación. El tema más estudiado en España de esta nueva historia pertenece más bien a este tercer apartado, la actitud ante la muerte, que ya había actuado como tema estrella, en Francia, del relanzamiento de la historia de las mentalidades, ligado al estudio reposado de la larga duración y a menudo, no siempre, fuera de un contexto social definido. La muerte como tema historiográfico, lanzado en el año 1941 por Lucien Febvre en Annales, en plena II Guerra Mundial, cuando la revista trataba de sobrevivir bajo el nuevo régimen -contra la opinión de Bloch, resistente a la ocupación nazi104 - , es retomado, en 1948, por un demógrafo, Philippe conocimiento, y es hasta conveniente yuxtaponer enfoques distintos, pero la realidad es que la mayor parte de los temas de la subjetividad han sido desarrollados por una subdisciplina más que por otra. 104 Véase el capítulo sobre Vichy de la biografía de Carole FINK, Marc Bloch. A Life in History, Cambridge, 1989.
  • 41. 41 Ariès, en Histoire des populations françaises et de leurs attitudes devant la vie depuis le XVIIIe siècle, y, en 1952, por Alberto Tenenti, a partir de las fuentes iconográficas, en La vie et la mort à travers l'art du XVe siècle. Philippe Ariès, en 1977, estudia monográficamente el tema en L'homme devant la mort, cuatro años después de que Michel Vovelle subtitulara, en 1973, Les attitudes devant la mort d'après las clauses des testaments, su libro sobre la piedad barroca y descristianización en Provence en el siglo XVIII105 . Pierre Chaunu y su equipo, a su vez, se unen al carro y publican, en 1978, La mort à Paris, XVIe, XVIIe et XVIIIe siècle. Un rasgo común de estas investigaciones de los 70 es el abandono de los temas de la vida106 por el tema de la muerte, cuando ambos estaban presentes en los trabajos pioneros de postguerra de Ariès y Tenenti. Preferencia que refleja cómo la historia de las mentalidades se va distanciando de la historia social y económica conforme la reemplaza, y, más allá, el desencanto ideológico que siguió a la revuelta universitaria de mayo de 1968. La muerte como objeto de indagación histórica participa justamente de esa ambigüedad productiva que ha auxiliado a la historia de las mentalidades en su ascensión, si bien hay que decir en nuestro país se ha pretendido alentar el 105 Michel Vovelle publicará más adelante una obra de conjunto: La mort et l'Occident de 1300 à nos jours, París, 1982. 106 En contraposición podemos citar El otoño de la Edad Media de Huizinga (1919), dónde la palabra ‘vida’ aparece en el título y el contenido de varios capítulos, siendo ello, para Le Goff, indicativo de vitalismo historiográfico, Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente medieval, Barcelona, 1985, p. 181.
  • 42. 42 enfoque de la "historia de la muerte como una variable de la explicación social", como una historia "de la vida social, desde el punto de vista en que ésta es condicionada, explicada por la idea de la muerte"107 . El estudio de las actitudes hacia la muerte circula en Francia de los modernistas a los medievalistas108 , dando paso a principios de los años 80 a otros temas: principia entonces su penetración en España (con la subsiguiente década de retraso109 ) como punta de lanza de la historia francesa de las mentalidades en la investigación de la Edad Moderna -primera mitad de los años 80-110 , de la Edad Media -segunda mitad de los años 80-111 , 107 Ermelindo PORTELA, María del Carmen PALLARES, "Muerte y sociedad en la Galicia medieval (siglos XII-XIV)", Anuario de Estudios Medievales, 15, Barcelona, 1985, pp. 189-190. 108 En 1975 se celebra el coloquio La mort au Moyen Age, Istra, 1977. 109 El esfuerzo de los hispanistas franceses, en los años 70, por investigar la historia de las mentalidades españolas, como todos los demás intentos introductorios del nuevo campo de investigación, no cuaja de inmediato: Bartolome BENNASSAR, L'homme espagnol. Attitudes et mentalités du XVIe au XIXe siècles, París, 1975; Les mentalités dans la Péninsule Ibérique et en Amérique Latine au XVIe et XVIIe siècles. Histoire et problématique, XIII congreso de la Société des Hispanistes Français de l'Enseignement Supérieur (1977), París, 1978; Adeline RUCQUOI, "Le Corps et la Mort en Castille aux XIVe et XVe siècles", Razo, nº 2, 1981. 110 Baudilio BARREIRO, "El sentido religioso del hombre ante la muerte en la Antiguo Régimen. Un estudio sobre Archivos parroquiales y testamentos notariales", I Jornadas de Metodología Aplicada de las Ciencias Históricas (1973), Santiago, V, 1975; Ofelia REY CASTELAO, "El clero urbano compostelano a fines del siglo XVII: mentalidades y hábitos culturales", La Historia Social de Galicia en sus fuentes de protocolos, Santiago, 1981; Ricardo GARCIA CARCEL, "La muerte en la Barcelona del Antiguo Régimen. (Aproximación metodológica)", II Coloquio de Metodología Histórica Aplicada, Santiago, 1984; Roberto L. LOPEZ, Oviedo: muerte y religiosidad en el siglo XVIII. (Un estudio de mentalidades colectivas), Oviedo, 1985; M. MOYA, M. ARMENGOL, "La consciència de la mort: la seguretat dels testaments", L'Avenç, nº 78, 1985; F. J. LORENZO PINAR, Actitudes religiosas ante la
  • 43. 43 y, últimamente, de la Edad Contemporánea112 . El balance historiográfico sobre estos años de investigación de la muerte en España es positivo. Además de su función de locomotora de la historia de las mentalidades en la década de los 80, la indagación de las actitudes y representaciones de la muerte ha supuesto cierta colaboración interdisciplinar con historiadores del arte, la literatura y la religión, evitando en bastantes casos ese "doble riesgo de la atemporalidad y la superficialidad"113 . Con todo, se trata de un resultado limitado: la historia de la muerte no ha dejado de ser un tema secundario, aislado, en nuestra historiografía reciente. Por fortuna el auge general de la muerte en Zamora en el siglo XVI: Un estudio de mentalidades, Zamora, 1989; F. MARTÍNEZ GIL, Muerte y sociedad en la España de los Austrias, Madrid, Universidad Complutense, tesis doctoral, 1990. 111 Ana ARRANZ, "La reflexión sobre la muerte en el Medievo hispánico. ¿Continuidad o ruptura?", En la España medieval. V, I, Madrid, 1986; Emilio MITRE FERNANDEZ, La muerte vencida: imágenes e historia en el Occidente medieval (1200-1348), Madrid, 1988; Ermelindo PORTELA, Manuel NÚÑEZ, edits., La idea y el sentimiento de la muerte en la historia y en el arte de la Edad Media, Santiago, 1988; M. A. MARTÍN, Iñaki BAZÁN, "La idea de la muerte renacentista a través de los sepulcros de la Iglesia de San Pedro de Vitoria", Congreso de filosofía, ética y religión, Vitoria, 1988; Ariel GUIANCE, Muertes medievales, mentalidades medievales. Un estado de la cuestión sobre la historia de la muerte en la Edad Media, Buenos Aires, 1989; José Miguel ANDRADE, Lo imaginario de la muerte en Galicia en los siglos IX al XI, A Coruña, 1992. 112 J. A. VAQUERO IGLESIAS, Muerte y ideología en Asturias (siglo XIX), Universidad de Oviedo, tesis doctoral, 1989; Juan MADARIAGA ORBEA, “Mentalidad: estabilidad y cambio. Un estudio de actitudes ante la muerte en los siglos XVIII y XIX”, Historia Contemporánea, nº 5, 1991, pp. 73-106. 113 E. PORTELA, M. C. PALLARES, loc. cit., p. 190.
  • 44. 44 historia de las mentalidades, a fines de los años 80, ha traído consigo la superación monotemática, y un creciente acortamiento del desfase temporal con la historiografía foránea. Otros objetos de investigación mental y psicológica ganan espacio historiográfico en nuestro país: imagen del rey; justicia, criminalidad y violencia; conflictos y revueltas; caballeros y clérigos; judíos y conversos; tiempo; espacio... A los que hay que sumar los propios de la antropología histórica: familia, cultura popular, tradición oral, enfermedad, fiesta, alimentación, sexualidad, infancia, vida cotidiana, alteridad y religiosidad popular. Sin olvidar la renovación metodológica de la historia cultural y sus temas específicos. Todo indica que, en la década de los 90, vamos a vivir la generalización y -es de desear- la consolidación de estas nuevas historias de la subjetividad114 . Otro síntoma, indirecto pero significativo, de este apogeo de la historia de las mentalidades en España es el (re)descubrimiento, por parte de la psicología y de la antropología, de la noción de mentalidad como objeto de estudio, lo que crea precondiciones para un diálogo inexcusable de la historia con dichas disciplinas al objeto de hacer avanzar una temática de investigación que, no lo olvidemos, ha de tener como pilar básico de su metodología la interdisciplinaridad. La verdad es que la apertura de estas ciencias de la subjetividad hacia la historia no encuentra fácil correspondencia entre los historiadores, hasta el momento alejados, salvo raras 114 En el momento de revisar este texto, a finales de 1996, se ha producido más bien lo segundo que lo primero, lo que no está nada mal considerando la tendencia dominante a la fragmentación posmoderna.
  • 45. 45 excepciones, de las materias de investigación de la antropología y más aún de la psicología, llegándose al extremo de negar algunos estatus científico a la investigación de la psique y de otras actividades humanas como los sentimientos, la sexualidad o los grupos de edad. ¿Cómo se puede entender que estos temas sean importantes para el conocimiento científico de las sociedades actuales, o para las llamadas primitivas, y no lo sean para las sociedades históricas? Otra cuestión es cómo compatibilizar, y sintetizar, los nuevos con los viejos enfoques; para muchos está por ver la productividad de los nuevos temas y métodos a la hora de explicar la historia, dubitación que pierde su legitimidad y efectividad cuando se encasillan a priori, apresurada, interesada115 e indiscriminadamente, tal o cual tema de la antropología o de la psicología en el campo de una historia frívola, infra divulgativa... Sin la alianza interdisciplinar de la historia con la psicología y la antropología no es viable una renovación historiográfica que se apoye en la historia de las mentalidades, no es otra la experiencia de las historiografías, en este orden, más avanzadas. Veamos los pronunciamientos españoles a que hicimos referencia antes. José Luis Pinillos enlaza la historia de las mentalidades de Annales, y la psicohistoria americana, con la preocupación de la filosofía alemana por la psicología de los pueblos, y anima a los psicólogos de hoy -cognitivos- a 115 Es sabido lo mucho que pesa todo lo relativo al poder académico en las polémicas intelectuales en las universidades españolas.
  • 46. 46 considerar la historicidad de las mentalidades colectivas que "poseen un espesor, una profundidad histórica y no son puramente actuales", valora autocríticamente que "la hegemonía de un modelo epistemológico inspirado en la ciencia natural del siglo pasado (...) ha dificultado quizá la debida incorporación a la psicología científica de un ingrediente del comportamiento humano tan importante com es de hecho la mentalidad dominante en un momento dado", y termina por plantear la investigación de la mentalidad global como vía de renovación para la psicología española: "Honestamente creemos que la psicología debe esforzarse por abordar la cuestión, actualizando sus planteamientos. El momento es propicio para ello"116 . Por su lado, Julio Caro Baroja, en el homenaje de la Universidad de Barcelona a Antonio Domínguez Ortiz, escribe Sobre el estudio histórico de las llamadas mentalidades en una dirección bastante parecida a la del psicólogo Pinillos, partiendo de la antropología y de su propia obra117 , llama la atención sobre el estudio de las mentalidades globales y esboza asimismo una clasificación según los ámbitos o los sujetos, tomando por mentalidad "la diversidad de lo pensado en una misma 116 "El problema de las mentalidades", Creencias, actitudes y valores, Tratado de Psicología General, nº 7, Madrid, 1989, p. 467. 117 Julio CARO BAROJA, Las formas complejas de la vida religiosa. (Religión, sociedad y carácter en la España de los siglos XVI y XVII), Madrid, 1978, precedente inexcusable para la historia de la religiosidad moderna, y para otros temas como la muerte (utilizando fuentes narrativas), la marginalidad (representación colectiva del pobre), etc.; una experiencia reciente de cooperación antropólogos-historiadores, Religiosidad popular, 3 vol., Madrid, 1989.
  • 47. 47 lengua"118 . Historia total 118 Reflexiones nuevas sobre viejos temas, Madrid, 1990, p. 72.
  • 48. 48 Las tentativas individuales de historiadores españoles de abrir paso, hace 30 ó 10 años, a la historia de las mentalidades fracasaron... a corto plazo. La mayor parte volvieron a la historia económico-social -de cuya madurez y calidad no hay dudas-, o, en el mejor de los casos, buscaron la innovación en terrenos antropológicos o culturales de entrada menos conflictivos (cultura popular, familia, oralidad, lectura), quizás más alejados de la denostada por algunos historia francesa de las mentalidades o más cercanos a la historiografía inglesa o italiana, y por tanto a nuestra propia tradición de historia social. Ahora bien, ¿no está cambiando la dirección del viento? Vimos como la presente irrupción de las mentalidades implica un descubrimiento acelerado de nuevos territorios de la investigación. ¿Adónde nos puede llevar una eclosión más que previsible de todas estas novedades subjetivas? Tanto puede valer para trivializar y fragmentar todavía más el oficio de historiador como para renovar la historia que se hace en España. Y hasta es probable que, inicialmente, sirva para las dos cosas119 . 119 Podemos afirmar que lo primero no se ha cumplido, al menos si hablamos de la historia de las mentalidades que se hace en las universidades, otra cosa es el mundo de la divulgación histórica, hoy por hoy, como es sabido, ocupado por historiadores no profesionales; los historiadores de oficio se prestan, frecuentemente, a escribir un folleto divulgativo de historia política o acontecimental tradicional, pero no de historia de las mentalidades -comúnmente sustituida por un apartado de cultura-, todavía pesa la (de)formación recibida y, claro está, la falta de bibliografía. La dispersión temática y metodológica de la historia es hoy por hoy un problema generalizado, en parte consecuencia del crecimiento y de la especialización, cuyo antídoto no es
  • 49. 49 obviamente retroceder un discurso historiográfico monocorde, limitado en sus temas y encerrado sobre sí mismo, sino conservar el vigente y necesario concepto de una historia total de la sociedad, alternando síntesis con análisis, pactando con las disciplinas vecinas, sin por ello diluir el papel de la historia ni renunciar a su aportación en el conjunto de las ciencias sociales. Junto con el peligro evidente de eclecticismo, ante la proliferación de temas y métodos, y la relativización de las teorías, urge también contemplar el riesgo inmovilista, conservador, de colocar bajo sospecha todos los intentos de renovar nuestra historiografía, que no siempre van a ser -son- acertados. El quid de la cuestión está en contrarrestar la tendencia pendular ocupando los nuevos territorios de la investigación sin renunciar a los viejos, la innovación que perdura es aquella que debe menos a la “moda”, porque se impone científicamente, convenciendo, esto es, conservando todo lo que es válido de los paradigmas anteriores, dicho metafóricamente: echando el agua sucia de la bañera pero dejando al niño dentro. La gran ventaja del retraso español reside en que podemos aprender en cabeza ajena. La historia de las mentalidades resulta viable como factor de renovación en la medida en que aparezca vinculada a la historia social, esto es, siempre y cuando nos aproxime a la meta antedicha de la historia total120 , entendida ésta como articulación compleja y no como simple adición de 120 Posteriormente, hemos abandonado el concepto idealista de historia total por el de aproximaciones globales, véase La historia que viene (tesis 10).
  • 50. 50 los diversos niveles de la realidad. Constituyendo la historia social la parte más sólida de nuestra reciente historiografía, el primer objetivo del historiador de las mentalidades es, pues, completar la investigación social anterior analizando su dimensión psicológica, cultural, antropológica, y planteando, desde el punto de vista de la subjetividad, nuevas preguntas o procurando para las viejas preguntas nuevas respuestas. La originalidad española -y latinoamericana- de una línea de investigación sobre mentalidades colectivas está entonces, según nuestro criterio, en una historia social de las mentalidades, que no tiene porque comportar el abandono de la indagación de cualquier aspecto de la actividad humana en el pasado que pueda contribuir, desde la primera instancia, directa o indirectamente, a explicar una historia que es producto del hombre como sujeto colectivo en ciertas condiciones objetivas, ante todo materiales, con las cuales establece una relación dialéctica (más fácil de enunciar que de concretar). Una historia social de las mentalidades que tienda por consiguiente a la historia total. Una historia social de las mentalidades que sabe que no es más, pero tampoco menos, que la parte subjetiva de la historia.