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1
Cómo contruye su objeto la historiografía: los
irmandiños de Galicia*
Carlos Barros
Universidad de Santiago de Compostela
El resultado del trabajo del historiador, ¿es la verdad histórica
o es la verdad que él mismo fabrica? La duda asalta al investigador,
consciente de las mediaciones existentes entre los hechos tal cómo
sucedieron y la reconstrucción posterior que él lleva a cabo. A las
limitaciones derivadas de las fuentes conservadas, hay que sumar la
propia subjetividad del historiador, quien selecciona tema,
documentos, métodos, e interpreta continuamente la información de
ese modo obtenida, sin para ello despegarse totalmente de sus
preconceptos, de su mentalidad como historiador y como ciudadano.
Sin embargo, la ciencia histórica ha progresado enormemente. El
historiador al construir su objeto, lo descubre: cada vez sabemos más
y mejor los hechos del pasado. Mediante aproximaciones sucesivas
conocemos una verdad cuyo relativismo es garantía de su carácter
científico.
Factor de progreso del conocimiento histórico es la resurgencia
cíclica ese leitmotiv de que la historia es imposible, se reduce a una
"invención" de quienes la cultivan, toda ella es contemporánea, la
historia no es una ciencia, etc.; contrapeso necesario y revulsivo
crítico para que así el historiador no se duerma en los laureles de un
* Publicado en “Cómo construye su objeto la historiografía: los irmandiños de Galicia”, Hispania, nº
175, Madrid, 1990, pp. 841-866; “Invención irmandiña”, ¡Viva El-Rei! Ensaios medievais, Vigo, 1996,
pp. 137-170 (https://h-debate.com/wp-content/uploads/2016/07/viva_rei.pdf).
2
neopositivismo, a menudo ingenuo, fundado en la creencia de que
basta con un estudio crítico y/o cuantitativo de las fuentes -condición
necesaria pero no suficiente- para asegurar el resultado científico de
una investigación.
Los dos pilares que han hecho avanzar la historia como
disciplina científica son: las fuentes depuradas críticamente, y el
análisis de éstas por medio del conocimiento general acumulado por
el historiador. En las dos direcciones el impulso recibido
últimamente, es impresionante.
Vamos hacia una nueva erudición: el concepto de fuente
histórica se ha ampliado enormemente, de lo narrativo a lo notarial,
de lo escrito a lo oral, la propia inexistencia de documentos -el
silencio- es un dato de primera mano; las ciencias auxiliares se
ensanchan para hacer espacio a la informática, y junto con
disciplinas tradicionales como la Diplomática, la Numismática o la
Genealogía, actualmente el método crítico exige la colaboración con
las disciplinas vecinas y con las ciencias sociales, no sólo con la
Geografía y la Linguística, también con la Economía y la Sociología,
y más recientemente con la Sicología y la Antropología; para
obtener la verdad contenida en los documentos es preciso añadir
pues en los manuales de historia un apartado para las ciencias
cooperantes, al objeto de no marginar a la historia de los avances
científicos que afectan a los métodos, las técnicas y a las teorías para
obtener la información veraz que se encuentra en los testimonios del
pasado.
Por otro lado, integrar la subjetividad del historiador en el
discurso histórico es requisito previo y científico para evaluar su
objetividad, y un factor enriquecedor de los estudios históricos por
comportar pluralidad de enfoques y metodologías, pero, ante todo,
3
este conocimiento no directamente basado en fuentes, es "la
principal condición del progreso de la investigación histórica"1,
permite al investigador buscar, inventariar y utilizar los datos de las
fuentes, que a su vez a continuación pasan a formar parte del
conocimiento no basado en fuentes.
Debemos a Jerzy Topolsky el desarrollo teórico de este
concepto del conocimiento no basado en fuentes, y la plena toma de
conciencia de su rol esencial en la investigación histórica. El
conocimiento no basado en fuentes está constituido por dos partes:
el conocimiento general y corriente del historiador (sentido común,
cultura, sistema de valores), que hace posible su labor de búsqueda
de datos, selectiva e interpretativa, y el conocimiento estrictamente
científico, compuesto por el saber histórico, el saber científico
referido a las restantes ciencias y el saber filosófico, teórico y
metodológico2. La no integración de la subjetividad del observador
en el proceso de la investigación es frecuentemente germen de mala
conciencia en el historiador, cuando no fomenta la desconfianza en
la propia cientificidad y utilidad de la historia, desconociéndose no
pocas veces que las ciencias de la naturaleza, punto de referencia
supremo de la historiografía más empirista, contemplan asimismo
en su proceder científico un importante componente filosófico,
metodológico y cultural no basado en fuentes.
Los documentos históricos proveen de datos al historiador de
acuerdo con los esquemas previos de éste, y hacen posible la
verificación de hipótesis, la respuesta de preguntas y la elaboración
de conclusiones: el vaivén entre la fuente y el conocimiento, la
experiencia investigadora y la teoría, es la clave de la historia como
1
J. TOPOLSKY, Metodología de la historia, Madrid, 1982, p. 309.
2
ídem, pp. 309-329.
4
disciplina científica, y elucida lo que queremos decir cuando
aseveramos que el objeto histórico se descubre conforme se
construye.
El objeto histórico como edificio está formado por materiales
muy diversos, con frecuencia de origen extra-histórico en el sentido
más restrictivo y empírico del término "histórico". La toma de
conciencia de la importancia capital del conocimiento no basado en
fuentes es de especial utilidad si hacemos la historia de la historia;
no es otro el enfoque de este trabajo, tratamos de entender cómo el
presente del historiador ha influído en la reconstrucción del pasado,
comprobando que el avance historiográfico en Galicia -sus luces y
sus sombras- resulta tributario de múltiples factores no basados en
fuentes, desde la difusión del liberalismo a la formación de la
ideología nacionalista.
Pretendemos esbozar brevemente la evolución, y el progreso,
del conocimiento como objeto historiográfico de la revuelta popular
de la Santa Irmandade, que tuvo lugar en el reino de Galicia entre
1467 y 1469, partiendo de las fuentes y de la tradición oral
producidos por los protagonistas, analizaremos las aportaciones de
la historia pragamática, crónicas y nobiliarios, y de la historia
romántica que dará paso a la historiografías nacionalista y
positivista.
La historiografía gallega ha descubierto la revuelta de 1467
como objeto histórico a mediados del siglo XIX. El hallazgo de los
irmandiños posibilita la fundación de una historiografía netamente
gallega, y, más allá, constituye una seña de identidad nacional, es en
la actualidad uno de los acontecimientos históricos más conocidos
en Galicia, y por todo ello uno de los más necesitados de la atención
de los historiadores de profesión. Todavía hoy, recuperadas ya las
5
fuentes más directas del levantamiento y de sus protagonistas, no se
ha superado enteramente la mitificación que ha acompañado la
representación del hecho irmandiño desde su reentrada en la historia
de la mano de los historiadores románticos y galleguistas.
Cada historiador contribuirá al conocimiento de la revolución
gallega de 1467, según sus conocimientos no basados en fuentes, sus
concepciones y conocimientos históricos, poniendo el acento en tal
o cual fuente o método de análisis, dando mayor o menor
importancia histórica al evento irmandiño, caracterizándolo social y
nacionalmente de distinta manera, valorando más lo qué tuvo de
victoria o lo qué tuvo de derrota, posicionándose en general a favor
o en contra de los sublevados, sobre todo al principio.
Este problema de que el observador toma partido ante el
acontecimiento irmandiño, tiene vigencia mientras permanecen
activas las tradiciones opuestas que nacen en los años 1467-1469,
mientras siguen vivos los problemas histórico-sociales de fondo que
la rebelión de los vasallos contra los señores medievales suscita: a
lo largo del siglo XX, a quinientos años de la revolución irmandiña,
existen plenas condiciones científicas y culturales para una síntesis
objetiva e imparcial de los hechos. La polémica historiográfica
prosigue, pero los temas a debate hace mucho que no derivan de
unos posicionamientos favorables o contrarios a los irmandiños, que
habrían llevado a una nefasta historia de buenos y malos3, ni aún
en las épocas romántica y nacionalista, cuyas historiografías
respectivas hicieron suyo el carácter antiseñorial del levantamiento,
la idealización de los irmandiños supuso la satanización de sus
3
“Una historia edificada en torno a buenos y malos imposibilita entender el pasado tal como sucedió (...)
tenemos que dedicar un poco de tiempo a examinar nuestros propios prejuicios (...) utilizar la historia como
arma en la lucha política es contraproducente. Uno llega a creerse su propia propaganda (...) Uno llega a
idealizar su propio bando y a dividir a los seres humanos en dos grupos: ‘nosotros’ y ‘ellos’, "Historia popular
o historia total”, Historia popular y teoría socialista, Barcelona, 1984, pp. 76-77.
6
enemigos, muy al contrario puesto que también algunos los ensalzan
e mitifican, como es notorio en el caso del mariscal Pardo de Cela y
de Pedro Alvarez de Soutomaior, llamado Pedro Madruga, sin dejar
de revelarse decididos partidarios de los irmandiños.
Tradición oral
Las fuentes susceptibles de ser interrogadas acerca de los
hechos del pasado, sufren una triple selección: a) la huella que dejan
los actores de su participación en los acontecimientos es muy
desigual, según sean alfabetos o no, urbano o rurales, populares o
señoriales, y según la edad, el sexo y la profesión; b) no todos los
documentos producidos en su momento se han conservado por igual,
y durante el mismo período de tiempo; c) el historiador explora y
maneja normalmente una parte de los testimonios disponibles, que
enfoca metodológicamente de acuerdo con su personal
conocimiento no basado en fuentes.
La historiografía de los irmandiños es, en primer lugar, la
historia de la recuperación de todas las fuentes irmandiñas, desde el
nobiliario de Vasco de Aponte a las probanzas del pleito Tabera-
Fonseca.
Las primeras fuentes en encontrarse fueron las narrativas, en
especial los nobiliarios, después salieron a la luz documentos
entresacados de los archivos catedralicios y monásticos, y por último
las actas notariales de algún concejo urbano (Ourense). Conforme la
historia se hace más erudita, se amplía el concepto de fuente
histórica, se dan a conocer más documentos y más puntos de vista
7
sobre la revuelta -cuya importancia ya había sido descubierta por la
historia romántica-, acercándonos así a sus protagonistas populares.
Pero hemos llegado demasiado tarde, por ejemplo, para rastrear
testimonios irmandiños en los archivos municipales, la mayor parte
de su documentación medieval ya no existe, con el agravante de que,
entre los principales sujetos sociales de la revuelta, sólo las ciudades
habían llegado a generar un sistema de notarios oficiales y archivos.
El hallazgo del pleito Tabera-Fonseca (1926), y en especial su
edición completa (cincuenta y ocho años después) por parte de
Ángel Rodríguez González 4 , compensa el relativo vacío de
testimonios urbanos y resuelve sobre todo un problema
fundamental, que en muy pocas revueltas medievales está
solventado: dar la voz al mundo campesino y rural, y en general a la
gente común, protagonista masiva de los hechos revolucionarios de
1467 a 1469. Se cierra de esta manera un ciclo heurístico que va
desde la fuente literaria y nobiliaria más contraria a los testimonios
orales y populares más favorables5. Sobra decir que dicha gradación
social, actitudinal y tipológica de las fuentes irmandiñas con que el
historiador se ha ido encontrando, influye en la reconstrucción de la
revuelta como objeto histórico.
A la función complementaria, respecto del estudio del
documento escrito, que la historia oral de los tiempos presentes le
asigna al análisis de los testimonios orales6, hay que añadir, para la
Edad Media, el carácter casi siempre insustituible de los documentos
que podemos considerar orales para acceder al punto de vista
4
A. RODRIGUEZ GONZALEZ, Las fortalezas de la mitra compostelana y los
"irmandiños". Pleito Tabera-Fonseca, 2 vol., Santiago, 1984.
5
Hemos estudiado el pleito Tabera-Fonseca como fuente oral, directa y popular de la
revolución de 1467 en Mentalidad y revuelta en la Galicia irmandiña: favorables y
contrarios, tesis doctoral, Santiago, 1988.
6
P. JOUTARD, Esas voces que nos llegan del pasado, México, 1986, pp. 255-256.
8
popular de los hechos, cuando no la manera de obtener datos
factuales. Una buena parte de las noticias que conocemos sobre la
insurrección de la primavera de 1467, proceden del pleito Tabera-
Fonseca, si bien la aportación histórica más importante de esta
fuente emana, en nuestra opinión, del examen cuantitativo de las
doscientas cuatro declaraciones orales (sobre el cómo y el porqué
del derrocamiento de fortalezas en 1467, entre otras preguntas y
respuestas) transcritas de que constan las probanzas, con el fin de
indagar la mentalidad colectiva de los sublevados y de sus
descendientes, y el impacto de la gran hermandad en la memoria
colectiva del reino de Galicia. Medios y fines factibles con las cotas
alcanzadas hoy por el conocimiento histórico no basado en fuentes,
concretamente, la revalorización de determinadas fuentes notariales
como peculiares archivos orales y la convergencia de la historia
social de las mentalidades con la sicología social y la antropología.
Las pruebas orales del pleito Tabera-Fonseca tienen lugar en
1526 y en 1527, sesenta años después de la revuelta; la mayoritaria
tradición oral favorable que allí hemos detectado, principalmente
sustentada por testigos campesinos y artesanos, ¿hasta cuándo dura?
No más de cien años. Ya Mircea Eliade precisó que la memoria
popular tenía serias dificultades para mantener en el tiempo el
recuerdo fiel de un acontecimiento histórico, sin transformarlo en
arquetipo7, y no hemos hallado indicio alguno que indique la
pervivencia de la Santa Irmandade como mito tradicional en la
cultura popular moderna. En 1604 los campesinos ya no recuerdan
la revuelta de 1467, que sin embargo permanece oralmente viva
todavía (aunque confundida con la memoria de las comunidades de
1520-1521), a lo largo de todo el siglo XVI, entre canónigos y
7
El mito del eterno retorno, Madrid, 1984, pp. 48-49.
9
eclesiásticos favorables8. En colectividades que no usan la escritura
como medio de trasmisión, difícilmente se mantiene la memoria de
un hecho histórico más de ciento cincuenta años en la época
moderna y actual9, si bien es verdad que en la Edad Media lo
habitual es concederle a una memoria fiel una duración de cien
años10.
Los recuerdos permanecen más o menos tiempo según la
importancia que tengan para sus portadores sociales; al desaparecer
primero -a finales de siglo XV y a principios del siglo XVI- la
generación campesina que hizo la revolución irmandiña, y después
-hacia la segunda mitad del siglo XVI- la generación que vivió los
enfrentamientos posteriores alrededor de la reedificación de los
castillos derrocados en 1467: la tradición oral y popular irmandiña
se extingue. Conforme el peligro de qué vuelvan las fortalezas, la
violencia y sobreexplotación señoriales se alejan, y las causas
mayores que desencadenaron los hechos de 1467 pierden vigencia
en la Galicia del siglo XVI, la mentalidad de revuelta propiamente
irmandiña se queda sin el contexto social que la mantenía activa, y
es progresivamente reemplazada por la memoria escrita, nobiliar y
contraria, que predomina ya abiertamente en el siglo XVII 11 ,
sirviendo de base para algunos lugares comunes y mistificaciones
8
Mentalidad y revuelta..., pp. 258-260, 355-356, 360; en general, el paso del tiempo hace que los testimonios
orales sean más indirectos y estén más mediatizados por la clase señorial, cuya tradición escrita desplaza
poco a poco a la tradición oral y popular, ídem, p. 483 nota 511.
9
A. VAN GENNEP, La formación de las leyendas, Barcelona, 1982, p. 152; P. THOMPSON, La voz del
pasado. Historia oral, Valencia, 1988, p. 36.
10
B. GUENEE, "Temps de l'histoire et temps de la mémoire au Moyen Age", Bulletin de la Société de
l'Histoire de France, núm. 487, 1976-1977, p. 35; el siglo como el límite máximo que alcanzaba la memoria
colectiva es un dato que aparece confirmado en la documentación gallega de los siglos XIV, XV y XVI,
existiendo una correspondencia notable entre las formulas rituales y la práctica real, véase E. CAL PARDO,
El monasterio de San Salvador de Pedroso en tierras de Trasancos. Colección documental, A Coruña, 1984,
p. 263; E. IGLESIAS ALMEIDA, Los antiguos "portos" deTuy y las barcas de pasaje a Portugal, Tui, 1984,
p. 69; Mentalidad y revuelta..., p. 258.
11
Mentalidad y revuelta..., p. 344.
10
todavía hoy difundidos acerca de los irmandiños. La memoria corta
del campesinado frente a la memoria larga de la nobleza, para quien
la conservación del recuerdo familiar y colectivo era un medio y una
expresión de su poder social12. A mediados del siglo XVI se corta
la posibilidad de conocer y estudiar, por los métodos históricos
tradicionales, la visión que de la irmandade tenían sus propios
protagonistas populares: hasta prácticamente los tiempos
presentes...
Crónicas
Simultáneamente con la tradición oral de los vasallos
participantes en 1467, se desenvuelve una tradición escrita de tipo
narrativo y savante, plasmada singularmente en las crónicas de los
reyes y en las genealogías de la nobleza, expresión de una memoria
culta que se distingue de los documentos orales de origen notarial en
que, siendo asimismo fuentes bastante directas13, son también los
primeros pasos de la historiografía irmandiña, respondiendo a fines
propagandísticos precisos en pro de una monarquía en auge o de una
nobleza medieval en declive, que ya no existe. Predominando en el
primer caso la actitud positiva hacia los rebeldes, y en el segundo
más bien lo contrario, continuando así unos y otros los
posicionamientos que los oficiales reales por un lado y los grandes
señores laicos por el otro, habían adoptado ya en 1467.
El hecho de que algunas crónicas inserten las noticias
12
R. PASTOR, Resistencias y luchas campesinas en la época del crecimiento y consolid
de la formación feudal Castilla y León, siglos X-XIII, Madrid, 1980, pp. 33-37; G. DUB
Historia de la vida privada, 2, Madrid, 1988, pp. 98, 260.
13
Sus autores están en contacto con testigos directos, y recogen la tradición oral espe
de su medio social, según informan en sus obras, algunas de las cuales fueron inc
redactadas después de los hechos, tal es el caso del nobiliario de García de Salazar y
crónica de Palencia.
11
irmandiñas entre otras que atañen a los reinos de Castilla y León,
viendo a los gallegos como una parte más de la Corona real, y que
los nobiliarios por el contrario subrayen el carácter y el contexto
gallego de los hechos relatados, sin establecer una conexión especial
por aquellos años con la situación de Castilla y con sus reyes, y
dándoles en suma más trascendencia: facilita la divergente fortuna
que tendrán en la cultura gallega del siglo XIX una y otra tendencia
historiográfica. Las crónicas se mantendrán más en el olvido como
fuentes y relatos historiográficos de los sucesos de la hermandad de
1467; las narraciones nobiliarias serán pues la principal referencia
historiográfica, es decir, aquéllo que contaban los representantes y
herederos de los antagonistas de los sublevados permanecerá hasta
el siglo XX casi como la versión oficial, culta y además para muchos
la única conocida, de los hechos de la Santa Irmandade del reino de
Galicia.
Alonso de Palencia, cronista oficial del reino de Castilla, nos
ha legado una relación breve pero sustanciosa, redactada hacia 1477,
de la formación y actividad de la irmandade gallega. Presenta la
hermandad de Galicia como la máxima realización de la hermandad
general de Castilla y León nacida hacia 1465 en Segovia, y muestra
su entusiasmo por la eficacia de su labor justiciera y antiseñorial,
tomando fortalezas tenidas por inexpugnables y persiguiendo hasta
el exterminio al señor más poderoso de Galicia, el conde de Lemos,
escribe el oficial real14. El mismo Palencia cuenta como trabajó con
riesgo para su vida para implantar -1466- la hermandad en
Andalucía, intentándolo de nuevo -1476- en tiempos de los Reyes
Católicos 15 . Brinda incluso, en su afán por defender a los
hermandinos, una peculiar explicación de sus "excesos" haciendo
14
Crónica de Enrique IV, I, BAE núm. 257, Madrid, 1973, pp. 191-192.
15
ídem, I, BAE núm. 257, p. 206; II, BAE núm. 258, p. 303; III, BAE núm. 267, p. 21.
12
responsables a los mismos nobles que fingiéndose sus partidarios,
exageraron sus facultades llevándolas al borde del precipicio...16.
Después del testimonio de Alonso de Palencia, objetivamente, no
quedan dudas sobre la conexión entre la irmandade de Galicia y la
hermandad de Castilla y León, en ésta estaba en principio integrada
la primera, como sabemos de otro lado por las fuentes coetáneas.
Salvo la crónica de Enrique IV de Galíndez de Carvajal que recoge
de las Décadas de Palencia parte de dicha información sobre Galicia,
las restantes crónicas de los reinados de Enrique IV y de los Reyes
Católicos no hacen especial mención a la Santa Irmandade de
Galicia, pero abundan en referencias generales a las hermandades
que se formaron de 1465 a 1468 y a las Juntas en que coordinaban
su acción, siendo la tónica general que los cronista vean con simpatía
el citado movimiento popular sin dejar por ello de denunciar sus
"demasías" antiseñoriales.
La mal llamada "primera guerra irmandiña"17, la sublevación
de los vasallos de Andrade en 1431, fue reconstruida
indirectamente en el siglo XIX a través de unas líneas que, en
un tono muy negativo para los rebeldes, le dedica Pérez de
Guzmán en su crónica del reinado de Juan II, sin embargo no
se siguió el mismo camino para narrar la revuelta de 1467, ¿por
qué? Circulaban copias manuscritas de las crónicas reales, que
aparecían citadas en las historias españolas decimonónicas. La
propia crónica de Palencia es editada parcialmente en latín en
1834 (en castellano la primera edición es de 1904-1908), si bien
16
ídem, I, BAE núm. 267, pp. 192, 206, 210-211.
17
En rigor la primera revuelta organizada como hermandad en la Baja Edad
gallega es la de 1418-1422 en Santiago de Compostela, y entre 1431 y 1467 tienen luga
tres movimientos irmandiños locales, alguno de gran trascendencia, tampoco nos p
correcto el uso del sustantivo guerra puesto que contradice la mentalidad y la práct
dichos levantamientos, véase Mentalidad y revuelta..., p. 482 nota 509.
13
es más que probable que dicho texto no ha sido conocido por
Vicetto y los historiadores gallegos del romanticismo.
En todo caso, a partir de finales del siglo XVIII y a lo largo
del siglo XIX, se publican las crónicas de Enríquez del Castillo,
Bernáldez, Pulgar (que sí manejó Murguía) y Valera, aportando
datos que evidencian la existencia de una corriente testimonial
y historiográfica culta y oficial -más si cabe que las versiones
genealógicas- que ve con buenos ojos los movimientos
hermandinos populares de los años 60 (considerándolos
precedentes de la hermandad de 1476 tutelada por los Reyes
Católicos). La monarquía, interesada en refrenar a la nobleza
medieval, apoya a las hermandades, reconociendo un
protagonismo del pueblo en la historia, que separa
notablemente las crónicas de los clásicos relatos
nobiliarios18. Pese a lo cual, el monarquismo propagandístico
de estas fuentes narrativas no deja de se un obstáculo para que
en Galicia los historiadores liberales y regionalistas19 del siglo
XIX, las buscasen y estudiasen con interés.
Nobiliarios
La historia de los siglos XVI y XVII no se plantea la búsqueda
de la verdad como su finalidad principal, es una historia pragmática,
enfocada hacia un objetivo utilitario, bien cantar en forma de
18
J. I. GUTIERREZ NIETO, Las comunidades como movimiento antiseñorial, Madrid, 1973,
p. 23.
19
La exaltación de Castilla es uno de los componentes ideológicos de las crónicas
bajomedievales, E. MITRE, Historiografía y mentalidades históricas en la Europa medieval,
Madrid, 1982, pp. 139-148.
14
crónicas de reinados las excelencias de los monarcas y/o procurar la
educación del príncipe, bien ensalzar la la antigüedad y las proezas
de la nobleza, bien contar los hechos de los monasterios e iglesias
episcopales y la vida de sus prelados. Es propio de la clase dirigente
desvelarse por dejar una memoria escrita de sus virtudes y hazañas.
El problema irmandiño está presente, desde el siglo XV, en una
serie de genealogías. Lope García de Salazar, viejo caballero vasco
de 72 años, prisionero de su propio hijo en su casa-torre, redacta
entre 1471 y 1475 Las Bienandanzas e Fortunas, sirviéndose -dice-
"de la memoria de mis antepasados e de las oydas e vistas mjas",
buscando en el buen ejemplo de una historia providencialista y en
los grandes hechos y antigüedad de los linajes, el antídoto contra la
decadencia de la nobleza bajomedieval, de la cual su dramática y
contradictoria situación era bien representativa20. Su visión de la
revuelta irmandiña no tiene mucha influencia en la historiografía
gallega por tratarse de una obra foránea, que por lo demás no se edita
hasta 1965. Con todo, Malaquías de la Vega hacia 1622 se sirve del
original, que estaba -dice- en el Escorial, para hacer referencia al
levantamiento de la hermandad de Galicia en su Cronología de los
Jueces de Castilla, único conflicto social importante que menciona
en esta larga obra todavía hoy inédita y manuscrita. Siguiendo con
este tipo de genealogías familiares, también escribe -mal, como en
los casos anteriores- sobre los hechos de 1467, Diego de Sotomayor,
hijo de Pedro Madruga, en su nobiliario manuscrito Relación
genealógica de los Sotomayor (AHN Diversos, Colección
diplomática), datado a principios del siglo XVI; y mucho más
adelante, en 1674, Fernando de Saavedra da a la imprenta, en
20
“estando preso en la my casa de Sant Martjn de los que yo engendré e crié e acr
(...) por este libro hallen memoria de todos estos fechos (...) aquellos que de mj suçe
(...) acostunbrasen de leer en este libro por que por él se fallaran de buena genera
mereçedores de faser todo bien”, Las Bienandanzas..., I, Bilbao, 1965, pp. XX-XXI.
15
Granada, su Memorial de la Casa de Saavedra, donde viene a
justificar la demolición de las fortalezas de Alonso López de
Saavedra y la destrucción de sus estados, porque este antepasado del
autor "se avía señalado tanto en la persecución de la Hermandinos"
(fol. 136), basándose para dicha valoración en fuentes notariales y
en el libro del licenciado Molina; tenemos aquí, en cierta forma, una
supervivencia de la tradición nobiliaria favorable a la gran
hermandad, que tanta importancia había tenido en 1467 y que con el
paso del tiempo resulta marginada por la representación que
elaboraron de la revuelta los grandes señores que en 1467 huyeron
de Galicia, perseguidos por sus vasallos: Andrade, Ulloa, Pimentel,
Sotomayor, Pardo de Cela, conde de Lemos, etc.
La mayor amplitud de información sobre el levantamiento
irmandiño, en una fuente nobiliaria contraria, la encontramos en la
obra cumbre del coruñés Vasco de Aponte, criado de Fernando de
Andrade, Recuento de las Casas antiguas del Reino de Galicia
(1530-1535), de la cual corrieron múltiples copias manuscritas en
los siglos XVI, XVII y XVIII, hasta que Benito Vicetto la edita
(Ferrol, 1872). La relación directa con la nobleza gallega cuyo poder
y patrimonio había sido objeto de las iras irmandiñas está en este
caso garantizada a través de los Andrade. La información de primera
mano contribuye mucho a que durante siglos, hasta el hallazgo del
pleito Tabera-Fonseca, el nobiliario de Aponte sea la fuente
principal para el estudio del acontecimiento irmandiño. Aponte
inspira, entre otros, al primer cronista oficial de Galicia, Felipe de la
Gándara, nombrado por la Junta de Galicia en 1654, que imprime en
1662 en Madrid su nobiliario Armas y triunfos. Hechos heróicos de
los hijos de Galicia.
La nueva representación de la revuelta irmadiña que se infiere
del nobiliario de Aponte, y en general de la tradición narrativa
16
nobiliar, tiene las siguientes características:
a) Presenta los hechos como una lucha social entre vasallos y
señores, punto en el que no se distinguen de entrada los nobiliarios
de las crónicas o de la tradición popular, salvo en la radicalidad
conque lo manifiestan, sin parangón en las fuentes anteriormente
citadas. Se habla poco o nada de la base legitimadora21 de los
insurrectos de 1467 (agravios y abusos que perpetraban los señores
laicos desde sus fortalezas), centrando en la conciencia antiseñorial
absoluta de los vasallos el motor de una sublevación que tiene como
consecuencia la desobediencia de los vasallos a sus naturales
señores, la negativa al pago de rentas y la ocupación indebida de
fortalezas, tierras y jurisdicciones. Por todo ello le dicen la
hermandad loca, y llenan de insultos a los vasallos insubordinados
(villanos, chusma, gente vil 22 ), mostrando de este modo la
continuidad existente entre la actitud de dichos genealogistas y la
mentalidad señorial de los poderosos caballeros que huyen en 1467,
organizan la reacción militar en 1469, integran las confederaciones
nobiliarias de la década de los 70 y son en su mayor parte desterrados
de Galicia y llevados a la fuerza a la Corte de los Reyes Católicos en
los 80 y 90. Creemos que la imagen radical de la revuelta de 1467-
1469, que por una u otra razón queda a un segundo plano en las
fuentes favorables, es la mayor aportación de los nobiliarios a la
historiografía irmandiña, y anima altamente a que la historiagrafía
romántica se identifique con dichas fuentes (leyéndolas al revés,
naturalmente, en cuanto a definir a buenos y malos) en el momento
21
Tardíamente, y lejos del escenario gallego, Malaquías de la Vega intenta contradecir e
justiciera del levantamiento inculpando a sus promotores malhechores, puesto que ac
contra toda razón y justicia al querer destruir a los señores, robándoles las tierras
fortalezas, etc., llamando a sus jefes cabezas de maldades, Cronología de los Juec
Castilla, BN ms. 19.418, fol. 341r, 349v, 354v.
22
Epítetos que hemos estudiado en Mentalidad y revuelta..., pp. 244-255.
17
de redescubrir la revolución de 1467.
b) Tampoco mencionan los representantes literarios del punto
de vista nobiliario nada sobre la autorización, demostrable
documentalmente, que Enrique IV había concedido a los gallegos
para formar la hermandad y para derrocar las fortaleza-nidos de
malhechores del reino. Engorroso asunto puesto que en los tiempos
de los nobiliarios las relaciones de la nobleza oriunda de Galicia con
el Estado son excelentes; por ejemplo, Gándara pretendía con su
obra demostrar los servicios que en todo tiempo el reino de Galicia,
es decir su nobleza, había prestado a los reyes de Castilla y León.
Claro que la opinión de la monarquía tampoco permanece
invariable 23 , y la orientación antireal de la revolución de las
comunidades de Castilla, facilitará la relectura de los hechos de 1467
que pretende la nobleza cortesana gallega, cuyos portavoces de
inmediato asemeja, llamándoles comuneros, a los irmandiños de
1467 con los revolucionarios que en 1520-1521 se levantaron contra
Carlos V y los señores. La rigidez estamental y jerárquica del Estado
y de la sociedad absolutistas favorecen, en suma, la victoria póstuma
de la versión del levantamiento que caracterizaba a los caballeros
feudales vencidos en 1467. Si no el poder social en Galicia, la
nobleza gallega servidora ahora de la Corte de Castilla, recupera en
el siglo XVII el poder de la palabra escrita, diciendo la última
palabra -la que queda escrita- sobre 1467 y sus circunstancias,
dejando en consecuencia al historiador futuro una mayor
23
En 1491, la reina Isabel llega a decir que las gentes de la hermandad gallega se habían levantado de su
abtoridad, influida por Fernando de Andrade (el señor y protector de Aponte), que vivía con ella en la Corte,
y se quejaba de que los vasallos no les quería de nuevo pagar sus rentas, ADA, c-3-124.
18
información sobre 1469 y sus circunstancias, esto es, sobre las
derrotas militares de la Santa Irmandade. Gracias al interés por
destacar todo lo que hubo de victoria señorial en el período 1467-
1469, los genealogistas -sobre todo, Aponte- acumulan datos
importantes de la fase final del poder irmandiño, complementando
así los testimonios populares del pleito Tabera-Fonseca que se
centran principalmente en los detalles de la insurrección de la
primavera de 1467, y en todo lo referido a la irmandade como
victoria de los vasallos contra los señores del reino de Galicia.
c) Tanto el Recuento de Vasco de Aponte como Armas y
triunfos de Felipe de la Gándara son textos redactados en Galicia y
dan cuenta de los linajes más importantes del reino, yendo por
consiguiente más allá que las habituales y numerosas genealogías
unifamiliares cuyos autores, con menos vocación que los citados de
crear una conciencia histórica, no suelen pararse en relatos e
informaciones que les apartarían de su finalidad estrictamente
genealógica. La galleguidad de estas fuentes implica en verdad
cierta reivindicación del reino de Galicia...a través de enaltecer la
gloria pasada y presente de su nobleza, y de cantar sus servicios
inmemoriales a los reyes de Castilla. Reivindicación de un pasado
reciente que para Aponte está cargada de fascinación por aquellos
grandes caballeros que con sus hazañas habían conmovido Galicia,
anunciando el fin de la Edad Media. Nostalgia caballeresca que
sintonizará a los historiadores del siglo XIX con unos documentos
representativos de ese mundo perdido de la caballería que el
imaginario romántico quiere a toda costa recobrar.
Antes de pasar a hablar de los linajes y blasones "de donde
proceden muchas y señaladas casas en España", el licenciado y
canónigo magistral de la catedral de Mondoñedo, el malagueño
Bartolomé Molina, refiere en su Descripción del Reyno de Galicia y
19
de las cosas notables del (primera impresión en 1550, Mondoñedo),
en tono positivo como la gran Hermandad había derrocado las
fortalezas señoriales, gobernando Galicia la gente común: "no
consintiendo ser mandados ni regidos por otro". Toma de posición
que se desmarca claramente de la hegemónica y contraria memoria
savante nobiliaria de la modernidad, muy distinta a la de los
canónigos -medianos señores eclesiásticos- que se alinearon en 1467
con los comunes contra los señores de las fortalezas, mucho después
representados por el licenciado Molina.
Justamente casi siempre en relación con el tema de la fortalezas
-excepto el arzobispo de Santiago, los restantes prelados del siglo
XV no tenían practicamente fortalezas-, durante el siglo XVI se
revela muy activa una tradición oral entre los canónigos y otros
eclesiásticos en favor de la hermandad de 1467. En las historias de
las iglesias episcopales y de los monasterios de Galicia que
proliferan en los siglos XVII y XVIII, el tema irmandiño está
ausente, poniéndose así de manifiesto cierto corte de la cadena
eclesiástica de trasmisión favorable a comienzos del siglo XVII; no
sabemos si está extinguida la tradición oral, pero sí es seguro que los
escritores de genealogías quedan como los únicos intérpretes cultos
de los sucesos de 1467-1469. En 1603, Pedro Salazar y Mendoza,
cronista del arzobispo absentista de Santiago, Juan Tabera, gran
cortesano y antagonista de Fonseca y de los supervivientes de la
Santa Irmandade en el famoso pleito de las fortalezas, adopta ya la
posición de la aristocracia laica llamando a la gran hermandad:
comunidades locas 24 . Aquella parte de la tradición irmandiña
24
Este autor sitúa la irmandade en los tiempos de Berenguel de Landoira, a principios del
siglo XIV, Chronico del Cardenal Don Juan Tabera, Toledo, 1603, p. 31; Salazar era
canónigo de Toledo y cronista de Carlos V y de Felipe II; su total inexactitud al recordar los
hechos gallegos de 1467 es un reflejo de su olvido creciente por parte de la historiografía
española de los siglos XVI y XVII, que tanto exasperará a Benito Vicetto.
20
representada por canónigos y monjes y clérigos no se redescubrirá
hasta la consolidación de la historiografía erudita, hasta Antonio
López Ferreiro. Mientras, se sigue citando al respecto la Descripción
del Licenciado Molina pero como una fuente genealógica o
geográfica, no eclesiástica.
Descubrimiento historiográfico
El pensamiento ilustrado gallego de Lucas Labrada centra sus
esperanzas reformistas en el poder real, enfatizando por ello el rol
justiciero de los reyes de Castilla y León en la Galicia de la Edad
Media, apoyándose en crónicas medievale25.Tomando seguramente
la expresión de Molina, refiere Lucas como la "gran Hermandad del
común" había derribado las fortalezas señoriales de Galicia, para a
renglón seguido hacer hincapié en cómo los Reyes Católicos no
consintieron la reconstrucción, valorando en definitiva
positivamente la actuación de dichos monarcas "minorando la
opresión con que eran tratados los labradores", y concluyendo que
"la reunión de todo el poder en manos del Rey y de sus Ministros ha
sido el mayor consuelo para sus súbditos", de manera que aplaude la
devolución de jurisdicciones y tierras a iglesias y monasterios por
parte de los Reyes Católicos, rectificando la negativa política de las
mercedes a los nobles laicos gallegos practicada por Enrique II y
Enrique IV26. Esta concepción del despotismo ilustrado sobre el
25
José Lucas Labrada recoge del Sumario de los Reyes de España del siglo XV (edita
1781) los ejemplos de Alfonso VII y de Fernando IV haciendo justicia en el reino de G
contra hidalgos malhechores, Descripción económica del Reyno de Galicia (1804),
1971, pp. 183-186.
26
ídem, pp. 187-188.
21
tránsito de Galicia a la modernidad tiene una indudable apoyatura
documental y es la continuidad de la versión propangandística de las
crónicas de los Reyes Católicos; su propia insistencia en la iniciativa
"desde arriba" y en el protagonismo del Estado, mantiene a la
revuelta irmandiña en un segundo plano, haciendo desaparecer al
pueblo como sujeto de la historia.
Hacia la mitad del siglo XIX nace la historiografía romántica
en Galicia a manos de escritores liberales, rompiendo con el
testimonialismo de las crónicas y la historia pragmática, bajo el
denominador común del historicismo -la historia como la clave del
presente-, la vocación literaria 27 y la búsqueda de la
fundamentación del hecho diferencial gallego en su pasado
histórico, sin adoptar aún ni siempre una posición netamente
nacionalista28. El romanticismo contrarresta en el plano de la
historia29 la concepción elitista de la Ilustración promoviendo un
populismo progresista, que en Galicia nadie encarna mejor que
Vicetto.
En las historias locales que preludian la nueva historia, la de
Taboada Leal sobre Vigo (1840), la de Vedia sobre La Coruña
(1845), la de Montero Aróstegui sobre Ferrol (1859), nada se dice
sobre el levantamiento irmandiño, todavía no estamos ante una
historia plenamente romántica30, les falta una cosa: la voluntad de
hacer una historia de Galicia y de reseñar los hechos históricos
específicamente gallegos. De todos los historiadores románticos, el
27
Verea y Aguiar entiende la historia como la parte más instructiva de la literatura (Historia
de Galicia, Ferrol, 1838, p. 9), y tanto Vicetto como Murguía combinan la novela con los
ensayos históricos.
28
A. MATO DOMINGUEZ, "Historiografía", Gran Enciclopedia Gallega, tomo 17, 1974,
p. 136.
29
J. FONTANA, Historia. Análisis del pasado y proyecto social, Barcelona, 1982, p. 121.
30
R. VILLARES, "López Ferreiro e a historiografía galega", Grial, 66, 1979, p. 429.
22
único que consigue terminar su historia de Galicia es Benito Vicetto
(1824-1878), a él debemos el descubrimiento de los irmandiños
como objeto de la historiografía moderna. Y la cosa no era fácil:
antes de Vicetto (y después, también) se entiende por hechos
históricos exclusivamente los grandes actos de los reyes, nobles,
prelados y letrados, relegándose las intervenciones históricas del
estado llano a un lugar secundario, en el mejor de los casos se
interpretaba que la gente común estaba movida por los hilos de los
grandes hombres, verdaderos artífices de la historia.
Vicetto es el más fecundo representante de la novela romántica
en Galicia. La literatura lo lleva a la Edad Media, a los temas
caballerescos. Como una gran parte de la juventud intelectual del
siglo XIX, acoge ideas revolucionarias sobre el feudalismo que lo
vuelven particularmente atento y sensible a las luchas medievales de
los vasallos -con quienes se identifica apasionadamente- contra los
señores. La intersección romanticismo/antifeudalismo dará lugar a
su novela más exitosa (cuatro ediciones en vida del autor), Los
hidalgos de Monforte (1851), donde encontramos por vez primera a
la gente de la hermandad de 1467 protagonizando una historia,
entremezclada imaginativamente con la tradición caballeresca del
mariscal Pardo de Cela, a quien muy equivocadamente Vicetto pone
a la cabeza de los irmandiños contra el conde de Lemos31.
En 1865 inicia Benito Vicetto su oficio de historiador
publicando el primer tomo de su Historia de Galicia; cuando llega
en 1872 al tomo VI, anuncia como título de la tercera parte de su
historia: Desde la guerra de los hermandinos hasta nuestros días.
31
La realidad es que Pedro Pardo de Cela aparece junto al conde de Lemos contra los rebeldes, desta
sobre cualquier otro caballero gallego en sus intenciones represivas después de la hermandad, pues in
Pedro Paxariño, vecino de Monforte, que “Pedro Pardo, Mariscal dixera al dicho Conde que ynchie
carballos de los dichos vasallos e quel dicho Conde dixera que no quería que no se abía de mantener
carballos”, Fortalezas..., p. 162.
23
Todo un programa: la primera época se inicia con el Diluvio
Universal, la segunda con el nacimiento de Jesús, y la tercera, lo que
para nosotros es la Edad Moderna y la Edad Contemporánea,
empieza con la gesta heroica de los irmandiños, que califica
exageradamente como “la epopeya más grande y admirable que
registran en sus anales, todos los antiguos reinos de la antigua
Iberia” 32 . Considera por consiguiente que para Galicia es
"indiferencia, desprecio y error" que el Padre Mariana nada diga en
su historia de España 33 acerca de la revuelta irmandiña;
justificando la necesidad del descubrimiento historiográfico de los
irmandiños (que él lleva a cabo de forma plenamente consciente), y
de toda su Historia de Galicia, por causa del grosero olvido de tan
"grande y trascendental revolución contra el feudalismo", y entendía
que dicho desconocimiento era debido a que "Galicia jamás tuvo un
libro propio que hubiera recogido sus triunfos y reveses (...) como
ya lo tiene hoy, gracias al sacrificio que le hemos hecho de nuestra
inteligencia, de nuestra carrera, y hasta de nuestro bienestar
material"34.
Tres conocimientos no basados en fuentes confluyen en la
Galicia de mediados del siglo XIX para hacer posible el hallazgo del
levantamiento de 1467 como objeto historiográfico: 1) la voluntad
de hacer una historia de Galicia35, expresión del regionalismo y
galleguismo que está naciendo en ese momento; 2) la fascinación
literaria por la Edad Media y la historia medieval, influjo del
romanticismo de la época; y 3) el interés por la historia de las luchas
32
B. VICETTO, Historia de Galicia, VI, Ferrol, 1872, p. 130.
33
Vicetto y los historiadores de su tiempo no conocen las crónicas de Palencia y de Galíndez
de Carvajal.
34
ídem, p. 259.
35
“hacemos historia de Galicia y no de España (...) un libro de Galicia para Galicia; y todo
por consiguiente, lo subordinamos a este propósito”, ídem, p. 134 nota 1.
24
sociales, derivado de la ideología liberal y progresista de los
historiadores románticos. Con Vicetto -y Murguía- nace sin lugar
a dudas la historia social de Galicia36: los conflictos y revueltas
sociales no sólo son para el historiador romántico por excelencia
importantes como tema descriptivo, literario, determinan además
acontecimientos y cambios sociales de gran trascendencia37, y sin
abandonar la atención a la clase dirigente y a las luchas
caballerescas, el primer historiador de los irmandiños hace emerger
al pueblo y a la gente común como un nuevo sujeto de la historia, a
la manera de Guizot y Michelet.
El deficiente conocimiento histórico basado en las fuentes, y el
peso excesivo de la ideología en la interpretación de los hechos,
conducen a que la historiografía romántica caiga frecuentemente en
manifiestos errores y deformaciones (que combatirá Murguía, al
menos en el tema que nos ocupa), que harán alzarse voces urgiendo
justamente el desarrollo de un método crítico y de una mayor
erudición. Lo cual no quiere decir, naturalmente, que debamos
subestimar los primeros e indispensables pasos dados por la
historiografía romántica y nacionalista, que introduce en Galicia los
conocimientos históricos, que sienta las bases de una historia de
Galicia, y que crea una verdadera conciencia histórica entre los
gallegos, hasta ese momento alimentados al respecto de una
36
Vicetto contrapone una historia de España que, denuncia, se reduce a un cuadro de f
y de fechas, con su historia de Galicia como “historia social de los pueblos”, pretendiend
“historia social de una nación” que sea una historia humana, donde lo principal se
“desenvolvimiento político del hombre, su lucha palpitante y progresiva desde su con
de siervo del señor feudal teocrático o aristócrata hasta llegar a conquistar su dig
moderna”, ídem, pp. 30-31.
37
Nuestro autor, rompe con el concepto de las crónicas y de la Ilustración, juzgando q
fueron los Reyes Católicos sino el movimiento popular irmandiño quien logró concluir
nobleza gallega, minando el terreno sobre el que actuaron después los monarcas, en un t
histórico en que tocaba al feudalismo espirar, ídem, pp. 230-231.
25
tradición oral que le limitaba sus recuerdos históricos al pasado
inmediato, dominando más allá el mito y la leyenda. La capacidad
vulgarizadora demostrada por los historiadores gallegos del siglo
XIX y primer tercio del siglo XX, sigue siendo hoy un ejemplo.
El problema concreto de Vicetto es que quería hacer una
historia popular con fuentes nobiliarias, y no era conocedor de las
consecuencias que dicha contradicción suponía para sus estudios
históricos bajomedievales38. En los archivos de Ferrol y La Coruña,
que Vicetto conoce, no había documentación de la hermandad de
1467; por otro lado, su anticlericalismo no era precisamente un
estímulo para la inspección de los archivos eclesiásticos (el pleito
Tabera-Fonseca estaba, y está, depositado en el archivo arzobispal
de Santiago); las crónicas del reinado de Enrique IV tampoco las
maneja. Sus fuentes de información sobre los hechos de 1467-1469
son nobiliarias y muy contrarias a los vasallos sublevados: el
nobiliario de Aponte, el nobiliario de Gándara y la no encontrada
historia manuscrita de Allariz, más la Descripción de Molina como
excepción en cuanto a actitud hacia los irmandiños.
El efecto más notorio de la parcialidad de las fuentes que usa
Vicetto son las páginas y páginas donde se cuentan, copiando
literalmente los textos de Aponte y Gándara, todas las derrotas
militares de los irmandiños, la prisión y muerte de su jefes hidalgos,
etc. Imagen heróica del sacrificio de los rebeldes y de sus dirigentes
que conectaba con la idea romántica del Vicetto revolucionario que
38
Cuando era muy evidente notaba las diferencias existentes entre él y el autor del
nobiliario: lo que Gándara llama chusma y nosotros pueblo, ídem, p. 103; sin embargo, recoge
de Aponte el apelativo villanos dirigido a los vasallos rebeldes de 1467 sin percatarse de su
sentido peyorativo, y es que su entusiasmo por se genealogía cegaba su criticismo; admiraba
en Vasco de Aponte, y así lo escribió, su candoroso estilo, su exactitud y veracidad, el que
hubiera sido el primer escritor de historia en Galicia no clérigo, considerando su obra la
primera que encontramos del país para el país, valorando en particular: Su preciosísima
narración sobre la revolución popular de Galicia en el siglo XV, ídem, pp. 270-272.
26
se conmovía ante la "sangre derramada por el pueblo combatiendo a
sus tiranos de horca y cuchillo"39. Con todo, algunos datos no le
casaban a Vicetto con la idea nobiliaria de una gran derrota final
irmandiña: "esas derrotas sucesivas no quiere decir que fuesen
exterminados definitivamente los villanos, puesto que aún luchaban
en algunos obispados (...) El pensamiento social que los hermanos
de Galicia entrañaban, quedaba aún en pie a la muerte de Enrique
IV", precisando como los nobles reanudan las divisiones y guerras
entre ellos después de la hermandad40. Vicetto acaba contradiciendo
las conclusiones de Aponte y Gándara cuando afirma que no fueron
tanto los Reyes Católicos con la Audiencia de Galicia, derrocando
fortalezas, decapitando a Pardo de Cela y desterrando a los nobles
más soberbios, quienes "concluyeron con la nobleza", sino que
fueron las hermandades, que habían carcomido la estructura y el
poder feudal "imposibilitándolo en el porvenir"41.
El otro tema historiográfico que Vicetto saca a la luz en Los
hidalgos de Monforte es la figura controvertida del mariscal Pardo
de Cela, y en general el problema de la nobleza gallega del siglo XV,
cuyo poder en Galicia resulta quebrado por la tenaza de la revolución
antiseñorial por un lado y del Estado de los Reyes Católicos por el
otro. Aunque el problema es de las fuentes42, mejor dicho de no
apoyar las afirmaciones con documentos históricos43, también es
una cuestión de interpretación del significado histórico de la
39
Apreciación referida a la represión de la hermandad de 1431, ídem, p. 46.
40
ídem, pp. 131-132.
41
Véase la nota 37.
42
Vicetto compensa la falta de datos o el silencio sobre Pardo de Cela (caballero de se
orden) en los nobiliarios de Aponte, Gándara y Molina, con notas aisladas y ap
biográficos que han llegado a nuestro poder, y a la fuerza de la tradición aún vibrante
norte del país , op. cit., p. 188-189.
43
El autor reconoce en su Historia que los datos que utiliza no se apoyan en monum
conocidos, ni responden a datos autorizados, op. cit., p. 202.
27
ejecución en 1483 de Pardo de Cela por los representantes de los
Reyes Católicos; de entrada el romanticismo del autor le lleva a
simpatizar con el noble ajusticiado, forma de reacción que desde
finales el siglo XV genera una tradición, oral y escrita, reivindicativa
del caballero de Mondoñedo.
Es cierto que Vicetto acude a la imaginación cuando junta a
Pardo de Cela con sus enemigos irmandiños y cuando asevera que
el mariscal y sus nuevos aliados tenían intenciones independentistas
en su enfrentamiento con los Reyes Católicos 44 , tratando de
proyectar hacia el pasado cierto anhelo de una Galicia unida
alrededor de su clase dirigente frente al Estado centralizador: el
objetivo supremo de dotar a Galicia de una identidad diferencial
basada en una historia propia puso al descubierto acontecimientos,
planteó problemas y preguntas, pero también forzó claramente los
datos disponibles para adaptarlos a un esquema protonacionalista
preconcebido.
En 1872, Vicetto se hace eco de las críticas recibidas por su
versión novelada de la actuación de Pardo de Cela antes de morir,
acusando sobre todo las muy duras que -lo veremos después- le
había dirigido Murguía. Es consciente del peligro de falsear la
historia "haciéndola tal vez inverosímil y por consiguiente
inarmónica en el cuadro de la guerra de los villanos", pero reincide,
sacrifica la ciencia a la ideología, la historia tal cómo fue a la historia
cómo debía haber sido, obstinándose en defender, con algunos
matices, que el mariscal Pardo de Cela ("figura altamemte
simpática para el país", "la figura más bella y magestuosa de la
historia de Galicia"), se alinea con las hermandades -que pasan de la
revolución social a la revolución política- contra los partidarios de
44
A quienes Vicetto hace aparecer a veces com verdugos (ajusticiamiento de Pardo de Cela),
a veces como continuadores y ejecutores de la obra antiseñorial irmandiña (véase nota 37).
28
la reina Isabel, "aspirando a la independencia de Galicia",
encarnando, junto con Pedro Madruga, el espíritu santo de
emancipación heredado de la nobleza sueva45. Es la sustitución de
las fuentes, de la necesaria erudición, por un conocimiento no
basado en fuentes que, amén de sus virtudes, legitima la ficción y la
empatía como método histórico.
La verdad no tiene patria
El contrapunto positivista y racionalista de Benito Vicetto es
Manuel Murguía: primer historiador gallego que plantea la
objetividad como la meta del conocimiento histórico, que define del
todo a la historia como la búsqueda de la verdad.
Así mismo novelista, liberal y romántico, Murguía se estrena
como historiador en 1861 con un artículo, De las guerras de Galicia
en el siglo XV y de su verdadero carácter46, destinado a desmitificar
la versión que Vicetto había dado en los Hidalgos de Monforte sobre
los irmandiños y Pardo de Cela. Lúcido trabajo sobre la revolución
de 1467 que Murguía escribe a partir del momento en que su
criticado antecesor descubre en ese hecho un hito esencial,
imprescindible, para la recién nacida historia de Galicia.
¿Qué conocimiento no basado en fuentes aporta Murguía? El
conocimiento de la historiografía francesa del momento; el
convencimiento inquebrantable de fundar en documentos la
45
ídem, pp. 130-131, 175, 202-204.
46
Galicia. Revista Universal de este Reino, tomo I, La Coruña, 1861, pp. 118-120, 12
145-149.
29
escritura de la historia; y el uso del sentido común, de la razón para
interpretar los hechos.
Para argumentar la imposibilidad de que Pardo de Cela se
hubiera puesto al frente de las hermandades de Galicia, Murguía dice
a Vicetto: "la razón bastaría para decirnos que el uno [el señor]
pretendería conservar sus inicuos privilegios, mientras el otro [el
vasallo] tendería a emanciparse de ellos"47. Raciocinio materialista
en el sentido de buscar la verdad en las contradicciones de los
intereses de clase, que coexiste en el joven Murguía con influencias
intelectuales de signo distinto. La concepción que Murguía tenía de
la revuelta irmandiña y en general de los movimientos sociales del
siglo XV gallego como luchas de clases48, converge con una
semejante preocupación de Vicetto, fundando ambos la historia
social de Galicia49; muy probablemente aquí Murguía esté influido
por Augustin Thierry que, como Guizot, comprende la historia en
términos de lucha de clases50, y de enfrentamientos de razas.
47
ídem, p. 146.
48
la mayor parte de las insurrecciones populares de Galicia, durante este período, no tuvieron
otro carácter que una lucha entre el débil y el fuerte, entre el señor y el vasallo que siente
pesado el yugo de su servidumbre, ídem, p. 120.
49
Una parte de la historiografía nacionalista posterior que reivindica a Murguía como el más
grande historiador de Galicia, a pesar de sus limitaciones que son las de la época, no ha
mostrado la misma capacidad para valorar objetivamente las aportaciones de Vicetto, por
algunos injustamente tratado; se toma retrospectivamene partido por Murguía contra Vicetto
en relación con la enemistad personal que existió entre ellos, y por causa de sus diferencias
metodológicas, olvidando que el nacimiento de la historiografía gallega es una obra conjunta
de Vicetto y Murguía (A. R. CASTELAO, Sempre en Galiza, Madrid, 1977, pp. 430, 466);
no se valora por tanto igual aquello que comporta un mayor mérito para Vicetto, gracias al
cual da sus primeros pasos la historia social en Galicia, y en consecuencia, por las mismas
razones (desde posiciones historiográficas más conservadoras que las de Vicetto y del primer
Murguía), se olvida la excepcional contribución de Murguía a la historia social, su trabajo
sobre los irmandiños; sobre la notable ausencia de De las guerras de Galicia en el siglo XV
en bibliografías autorizadas, véase V. RISCO, Historia de Galicia (1952), Vigo, 1971, pp.
249-256; Manuel Murguía, Vigo, 1976.
50
Marx se inspira en estos dos historiadores burgueses para elaborar su teoría de la lucha
30
de clases, véase A. BURGUIERE dir., Dictionnaire des Sciences Historiques, París,
1986, p. 663; la declaración explícita de Murguía por el método histórico de Thierry,
excluyendo el método racionalista de la Ilustración que llama filosófico, está en el
prólogo del volumen I de su Historia de Galicia (1865).
31
Murguía alaba, en 1856, Los hidalgos de Monforte, y cree
como Vicetto que la Edad Media, especialmente sus momentos
finales, es la "época más interesante" de la historia de
Galicia51, pero el medievalismo de Murguía es más racional
que literario, no le arrastra a confundir la historia medieval con
la novela caballeresca. Pero no es en la historia social, o en el
medievalismo, dónde Murguía se separa de Vicetto: es en la
manera de hacer la historia de Galicia, de combinar el enfoque
social con el enfoque nacional, donde existe el mayor
desacuerdo. Murguía preconiza: “una historia fría, severa,
imparcial (...) nos hemos desprendido de todas nuestras
simpatías, de toda idea preconcebida, antes de hacer un
detenido estudio de la época que historiamos, y juzgamos tal
como nuestra razón nos dicta”52. Refiriéndose a la consabida
cuestión de Pardo de Cela, confiesa: “francamente que nos
duele tocar un asunto sobre el cual la poesía y la tradición han
derramado todas sus flores, y que un laudable espíritu de
provincialismo ha levantado más alto de lo que debiera”53. Y
termina diciendo que prefiere llevar una piedra al monumento
de los poetas al héroe querido que "echarlo por tierra" falseando
la verdad histórica. Poco después en el Discurso preliminar
(1865) de su Historia de Galicia, porfía: “La verdad histórica
fría, desnuda, imparcial, la verdad que no tiene patria reparte
con mano leal y justiciera a cada uno su parte de gloria y en
vano será demandarla para halagar la vanidad de los pueblos;
ella se niega a semejante profanación”54.
51
"De las guerras de Galicia...", loc. cit., p. 118.
52
ídem, p. 145.
53
Ibidem.
54
Historia de Galicia, (Resumen esencial), Bos Aires, 1933, p. 43.
32
La valiente toma de posición de Murguía optando -en el
tema concreto de la leyenda de Pardo de Cela- por la verdad
histórica, que no tiene patria, frente a sus sentimientos
galleguistas y a interpretaciones hechas desde -y a favor- de su
propia ideología, tiene más valor si consideramos que esta
defensa de una historia basada en fuentes, coincide en el tiempo
y en el lugar con su aportación fundacional y teórica al
nacionalismo gallego55.
La lectura desmitificadora de Murguía establece una
relación documentada entre las tres fuerzas sociales que
determinan, dialécticamente, en el último tercio del siglo XV el
origen de la Galicia moderna: los vasallos, los señores y la
monarquía. Afrontando así los tres problemas historiográficos
de la transición: el carácter y los resultados de la revuelta
irmandiña, la valoración del fin del poder nobiliario y el juicio
sobre la actuación de los Reyes Católicos.
Conviene Murguía con los ilustrados enjuiciando
positivamente la intervención social e institucional de los
Reyes Católicos en Galicia. Impresionado sin duda por el
testimonio56 de la Crónica de los Reyes Católicos escrita,
hacia 1492, por Fernando de Pulgar, que muestra la
beligerancia de Acuña y Chichilla contra la nobleza gallega y
su alineación con los antiguos protagonistas del levantamiento
irmandiño. Murguía infiere que los Reyes Católicos y sus
oficiales, ayudados por los restos de las hermandades de 1467,
55
Importantísimo "Discurso preliminar" que constituye, sin duda, la primera piedra del
nacionalismo gallego en el plano conceptual, J. G. BERAMENDI, "Manuel Murguía", Gran
Enciclopedia Gallega, 22, p. 46.
56
De las guerras..., pp. 118, 120.
33
acaban "para siempre con el poder de la nobleza gallega"57,
sobreviviendo un "tiempo de justicia", "el reinado de la paz",
"una nueva era de felicidad(...) Unida Galicia al resto de la
península, libre de la tiranía que la agobiaba", dice en el
Discurso preliminar58.
Siete años después, Vicetto va más lejos que Murguía y su
discurso ilustrado, y sitúa el comienzo del fin de la nobleza
gallega en 1467, de modo que, después de la revolución
irmandiña, la actuación de los Reyes Católicos es para Vicetto
secundaria59, así como la ayuda prestada, desde 1480, por las
hermandades renovadas a Acuña y Chinchilla para derribar más
castillos y domar a la nobleza rebelde.
En relación con la nobleza medieval gallega Murguía es
categórico: “a los nobles gallegos nada debe Galicia, más que
sus antiguos males y su postración de siempre, sin que en sus
aspiraciones lograsen nunca consolidar un poder fuerte y
poderoso, pues ellos, que debían ser su amparo y protección y
sostén más seguro, eran los primeros en conmoverlo
hondamente”60.
Celebrando, por tanto, la derrota nobiliaria a manos de la
Santa Irmandade y el ocaso final de su poder en Galicia, como
57
ídem, pp. 119-120, 131-132, 148.
58
ed. cit., pp. 49-50
59
Historia de Galicia, VI, 1872, pp. 230-231; el autor no cita la crónica de Pulgar, pero sí
publica la cedula de los Reyes Católicos del 3 de agosto de 1480 concediendo poderes
excepcionales a Acuña y Chichilla para pacificar y hacer justicia en el reino de Galicia,
convocando a las hermandades para que se juntasen con ellos con sus armas, ídem, pp. 175-
180.
60
Discurso preliminar, p. 31
34
un hecho feliz para el reino61. Y desde esta visión antiseñorial
sacada de las fuentes, y de su propia actitud antifeudal62,
Murguía critica despiadadamente a Vicetto por inventarse un
Pardo de Cela que luchaba por la independencia de Galicia al
frente de los restos de la irmandade de 1467, exigiendo
documentos que certificasen una y otra aseveración63. Cuando
las fuentes si decían que había sido el mariscal un "tiranuelo
feudal" que no aspiraba a "otra cosa que a ensanchar sus estados
y a enriquecer sus arcas", y que si sus vasallos le traicionaron,
nada más natural, pues estaban con la gente del rey, puesto que
"los pueblos gallegos estaban ligados al trono castellano por
lazos de común interés"… antifeudal 64 . En opinión de
Murguía: "las justicias de Mondoñedo fueron para ellos [los
nobles gallegos] ejemplo saludable (...) fueron
aquietándose"65.
En resumen, para Manuel Murguía la revuelta irmandiña
había sido un lucha social de vasallos contra señores, no un
movimiento independentista gallego; y la hermandad gallega
era la misma que el rey Enrique IV había autorizado en Castilla
y León para perseguir malhechores y refrenar a la nobleza;
destacando, por último, los momentos de victoria irmandiña. El
no depender tanto como Vicetto del nobiliario de Aponte, y su
concepción global de los irmandiños, facilita que Murguía
ponga el acento en cómo, en 1467, los nobles huyeron de los
61
De las guerras..., pp. 129-133, 148; Discurso..., p. 45.
62
De las guerras..., p. 118.
63
Grandes, grandísimos deseos tenemos de conocer los curiosos y extraños datos..., De las
guerras..., p. 147.
64
ídem, pp.146-149.
65
Discurso..., p. 49.
35
sublevados, volviendo después de recuperar sus tierras, en
1469, a dividirse y luchar entre ellos. Explicando que la
hermandad, que vuelve a derrocar fortalezas en los años 80,
guardaba continuidad con la anterior, y como, en definitiva, los
nobles enemigos de los irmandiños, empezando por Pardo de
Cela, vieron destruido al final su poder. Ante todo, escritor,
Murguía describe así 1467: “Desde el momento en que los
villanos vencieron a sus señores, los signos de la servidumbre
cayeron rotos y se sepultaron bajo los escombros de las
destruidas fortalezas feudales, y el cántico de la victoria que
entonaron los vencedores fue el himno con que saludaba el
siervo, el nuevo día de su redención”66.
66
De las guerras..., p. 130.

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Historia de la revuelta irmandiña

  • 1. 1 Cómo contruye su objeto la historiografía: los irmandiños de Galicia* Carlos Barros Universidad de Santiago de Compostela El resultado del trabajo del historiador, ¿es la verdad histórica o es la verdad que él mismo fabrica? La duda asalta al investigador, consciente de las mediaciones existentes entre los hechos tal cómo sucedieron y la reconstrucción posterior que él lleva a cabo. A las limitaciones derivadas de las fuentes conservadas, hay que sumar la propia subjetividad del historiador, quien selecciona tema, documentos, métodos, e interpreta continuamente la información de ese modo obtenida, sin para ello despegarse totalmente de sus preconceptos, de su mentalidad como historiador y como ciudadano. Sin embargo, la ciencia histórica ha progresado enormemente. El historiador al construir su objeto, lo descubre: cada vez sabemos más y mejor los hechos del pasado. Mediante aproximaciones sucesivas conocemos una verdad cuyo relativismo es garantía de su carácter científico. Factor de progreso del conocimiento histórico es la resurgencia cíclica ese leitmotiv de que la historia es imposible, se reduce a una "invención" de quienes la cultivan, toda ella es contemporánea, la historia no es una ciencia, etc.; contrapeso necesario y revulsivo crítico para que así el historiador no se duerma en los laureles de un * Publicado en “Cómo construye su objeto la historiografía: los irmandiños de Galicia”, Hispania, nº 175, Madrid, 1990, pp. 841-866; “Invención irmandiña”, ¡Viva El-Rei! Ensaios medievais, Vigo, 1996, pp. 137-170 (https://h-debate.com/wp-content/uploads/2016/07/viva_rei.pdf).
  • 2. 2 neopositivismo, a menudo ingenuo, fundado en la creencia de que basta con un estudio crítico y/o cuantitativo de las fuentes -condición necesaria pero no suficiente- para asegurar el resultado científico de una investigación. Los dos pilares que han hecho avanzar la historia como disciplina científica son: las fuentes depuradas críticamente, y el análisis de éstas por medio del conocimiento general acumulado por el historiador. En las dos direcciones el impulso recibido últimamente, es impresionante. Vamos hacia una nueva erudición: el concepto de fuente histórica se ha ampliado enormemente, de lo narrativo a lo notarial, de lo escrito a lo oral, la propia inexistencia de documentos -el silencio- es un dato de primera mano; las ciencias auxiliares se ensanchan para hacer espacio a la informática, y junto con disciplinas tradicionales como la Diplomática, la Numismática o la Genealogía, actualmente el método crítico exige la colaboración con las disciplinas vecinas y con las ciencias sociales, no sólo con la Geografía y la Linguística, también con la Economía y la Sociología, y más recientemente con la Sicología y la Antropología; para obtener la verdad contenida en los documentos es preciso añadir pues en los manuales de historia un apartado para las ciencias cooperantes, al objeto de no marginar a la historia de los avances científicos que afectan a los métodos, las técnicas y a las teorías para obtener la información veraz que se encuentra en los testimonios del pasado. Por otro lado, integrar la subjetividad del historiador en el discurso histórico es requisito previo y científico para evaluar su objetividad, y un factor enriquecedor de los estudios históricos por comportar pluralidad de enfoques y metodologías, pero, ante todo,
  • 3. 3 este conocimiento no directamente basado en fuentes, es "la principal condición del progreso de la investigación histórica"1, permite al investigador buscar, inventariar y utilizar los datos de las fuentes, que a su vez a continuación pasan a formar parte del conocimiento no basado en fuentes. Debemos a Jerzy Topolsky el desarrollo teórico de este concepto del conocimiento no basado en fuentes, y la plena toma de conciencia de su rol esencial en la investigación histórica. El conocimiento no basado en fuentes está constituido por dos partes: el conocimiento general y corriente del historiador (sentido común, cultura, sistema de valores), que hace posible su labor de búsqueda de datos, selectiva e interpretativa, y el conocimiento estrictamente científico, compuesto por el saber histórico, el saber científico referido a las restantes ciencias y el saber filosófico, teórico y metodológico2. La no integración de la subjetividad del observador en el proceso de la investigación es frecuentemente germen de mala conciencia en el historiador, cuando no fomenta la desconfianza en la propia cientificidad y utilidad de la historia, desconociéndose no pocas veces que las ciencias de la naturaleza, punto de referencia supremo de la historiografía más empirista, contemplan asimismo en su proceder científico un importante componente filosófico, metodológico y cultural no basado en fuentes. Los documentos históricos proveen de datos al historiador de acuerdo con los esquemas previos de éste, y hacen posible la verificación de hipótesis, la respuesta de preguntas y la elaboración de conclusiones: el vaivén entre la fuente y el conocimiento, la experiencia investigadora y la teoría, es la clave de la historia como 1 J. TOPOLSKY, Metodología de la historia, Madrid, 1982, p. 309. 2 ídem, pp. 309-329.
  • 4. 4 disciplina científica, y elucida lo que queremos decir cuando aseveramos que el objeto histórico se descubre conforme se construye. El objeto histórico como edificio está formado por materiales muy diversos, con frecuencia de origen extra-histórico en el sentido más restrictivo y empírico del término "histórico". La toma de conciencia de la importancia capital del conocimiento no basado en fuentes es de especial utilidad si hacemos la historia de la historia; no es otro el enfoque de este trabajo, tratamos de entender cómo el presente del historiador ha influído en la reconstrucción del pasado, comprobando que el avance historiográfico en Galicia -sus luces y sus sombras- resulta tributario de múltiples factores no basados en fuentes, desde la difusión del liberalismo a la formación de la ideología nacionalista. Pretendemos esbozar brevemente la evolución, y el progreso, del conocimiento como objeto historiográfico de la revuelta popular de la Santa Irmandade, que tuvo lugar en el reino de Galicia entre 1467 y 1469, partiendo de las fuentes y de la tradición oral producidos por los protagonistas, analizaremos las aportaciones de la historia pragamática, crónicas y nobiliarios, y de la historia romántica que dará paso a la historiografías nacionalista y positivista. La historiografía gallega ha descubierto la revuelta de 1467 como objeto histórico a mediados del siglo XIX. El hallazgo de los irmandiños posibilita la fundación de una historiografía netamente gallega, y, más allá, constituye una seña de identidad nacional, es en la actualidad uno de los acontecimientos históricos más conocidos en Galicia, y por todo ello uno de los más necesitados de la atención de los historiadores de profesión. Todavía hoy, recuperadas ya las
  • 5. 5 fuentes más directas del levantamiento y de sus protagonistas, no se ha superado enteramente la mitificación que ha acompañado la representación del hecho irmandiño desde su reentrada en la historia de la mano de los historiadores románticos y galleguistas. Cada historiador contribuirá al conocimiento de la revolución gallega de 1467, según sus conocimientos no basados en fuentes, sus concepciones y conocimientos históricos, poniendo el acento en tal o cual fuente o método de análisis, dando mayor o menor importancia histórica al evento irmandiño, caracterizándolo social y nacionalmente de distinta manera, valorando más lo qué tuvo de victoria o lo qué tuvo de derrota, posicionándose en general a favor o en contra de los sublevados, sobre todo al principio. Este problema de que el observador toma partido ante el acontecimiento irmandiño, tiene vigencia mientras permanecen activas las tradiciones opuestas que nacen en los años 1467-1469, mientras siguen vivos los problemas histórico-sociales de fondo que la rebelión de los vasallos contra los señores medievales suscita: a lo largo del siglo XX, a quinientos años de la revolución irmandiña, existen plenas condiciones científicas y culturales para una síntesis objetiva e imparcial de los hechos. La polémica historiográfica prosigue, pero los temas a debate hace mucho que no derivan de unos posicionamientos favorables o contrarios a los irmandiños, que habrían llevado a una nefasta historia de buenos y malos3, ni aún en las épocas romántica y nacionalista, cuyas historiografías respectivas hicieron suyo el carácter antiseñorial del levantamiento, la idealización de los irmandiños supuso la satanización de sus 3 “Una historia edificada en torno a buenos y malos imposibilita entender el pasado tal como sucedió (...) tenemos que dedicar un poco de tiempo a examinar nuestros propios prejuicios (...) utilizar la historia como arma en la lucha política es contraproducente. Uno llega a creerse su propia propaganda (...) Uno llega a idealizar su propio bando y a dividir a los seres humanos en dos grupos: ‘nosotros’ y ‘ellos’, "Historia popular o historia total”, Historia popular y teoría socialista, Barcelona, 1984, pp. 76-77.
  • 6. 6 enemigos, muy al contrario puesto que también algunos los ensalzan e mitifican, como es notorio en el caso del mariscal Pardo de Cela y de Pedro Alvarez de Soutomaior, llamado Pedro Madruga, sin dejar de revelarse decididos partidarios de los irmandiños. Tradición oral Las fuentes susceptibles de ser interrogadas acerca de los hechos del pasado, sufren una triple selección: a) la huella que dejan los actores de su participación en los acontecimientos es muy desigual, según sean alfabetos o no, urbano o rurales, populares o señoriales, y según la edad, el sexo y la profesión; b) no todos los documentos producidos en su momento se han conservado por igual, y durante el mismo período de tiempo; c) el historiador explora y maneja normalmente una parte de los testimonios disponibles, que enfoca metodológicamente de acuerdo con su personal conocimiento no basado en fuentes. La historiografía de los irmandiños es, en primer lugar, la historia de la recuperación de todas las fuentes irmandiñas, desde el nobiliario de Vasco de Aponte a las probanzas del pleito Tabera- Fonseca. Las primeras fuentes en encontrarse fueron las narrativas, en especial los nobiliarios, después salieron a la luz documentos entresacados de los archivos catedralicios y monásticos, y por último las actas notariales de algún concejo urbano (Ourense). Conforme la historia se hace más erudita, se amplía el concepto de fuente histórica, se dan a conocer más documentos y más puntos de vista
  • 7. 7 sobre la revuelta -cuya importancia ya había sido descubierta por la historia romántica-, acercándonos así a sus protagonistas populares. Pero hemos llegado demasiado tarde, por ejemplo, para rastrear testimonios irmandiños en los archivos municipales, la mayor parte de su documentación medieval ya no existe, con el agravante de que, entre los principales sujetos sociales de la revuelta, sólo las ciudades habían llegado a generar un sistema de notarios oficiales y archivos. El hallazgo del pleito Tabera-Fonseca (1926), y en especial su edición completa (cincuenta y ocho años después) por parte de Ángel Rodríguez González 4 , compensa el relativo vacío de testimonios urbanos y resuelve sobre todo un problema fundamental, que en muy pocas revueltas medievales está solventado: dar la voz al mundo campesino y rural, y en general a la gente común, protagonista masiva de los hechos revolucionarios de 1467 a 1469. Se cierra de esta manera un ciclo heurístico que va desde la fuente literaria y nobiliaria más contraria a los testimonios orales y populares más favorables5. Sobra decir que dicha gradación social, actitudinal y tipológica de las fuentes irmandiñas con que el historiador se ha ido encontrando, influye en la reconstrucción de la revuelta como objeto histórico. A la función complementaria, respecto del estudio del documento escrito, que la historia oral de los tiempos presentes le asigna al análisis de los testimonios orales6, hay que añadir, para la Edad Media, el carácter casi siempre insustituible de los documentos que podemos considerar orales para acceder al punto de vista 4 A. RODRIGUEZ GONZALEZ, Las fortalezas de la mitra compostelana y los "irmandiños". Pleito Tabera-Fonseca, 2 vol., Santiago, 1984. 5 Hemos estudiado el pleito Tabera-Fonseca como fuente oral, directa y popular de la revolución de 1467 en Mentalidad y revuelta en la Galicia irmandiña: favorables y contrarios, tesis doctoral, Santiago, 1988. 6 P. JOUTARD, Esas voces que nos llegan del pasado, México, 1986, pp. 255-256.
  • 8. 8 popular de los hechos, cuando no la manera de obtener datos factuales. Una buena parte de las noticias que conocemos sobre la insurrección de la primavera de 1467, proceden del pleito Tabera- Fonseca, si bien la aportación histórica más importante de esta fuente emana, en nuestra opinión, del examen cuantitativo de las doscientas cuatro declaraciones orales (sobre el cómo y el porqué del derrocamiento de fortalezas en 1467, entre otras preguntas y respuestas) transcritas de que constan las probanzas, con el fin de indagar la mentalidad colectiva de los sublevados y de sus descendientes, y el impacto de la gran hermandad en la memoria colectiva del reino de Galicia. Medios y fines factibles con las cotas alcanzadas hoy por el conocimiento histórico no basado en fuentes, concretamente, la revalorización de determinadas fuentes notariales como peculiares archivos orales y la convergencia de la historia social de las mentalidades con la sicología social y la antropología. Las pruebas orales del pleito Tabera-Fonseca tienen lugar en 1526 y en 1527, sesenta años después de la revuelta; la mayoritaria tradición oral favorable que allí hemos detectado, principalmente sustentada por testigos campesinos y artesanos, ¿hasta cuándo dura? No más de cien años. Ya Mircea Eliade precisó que la memoria popular tenía serias dificultades para mantener en el tiempo el recuerdo fiel de un acontecimiento histórico, sin transformarlo en arquetipo7, y no hemos hallado indicio alguno que indique la pervivencia de la Santa Irmandade como mito tradicional en la cultura popular moderna. En 1604 los campesinos ya no recuerdan la revuelta de 1467, que sin embargo permanece oralmente viva todavía (aunque confundida con la memoria de las comunidades de 1520-1521), a lo largo de todo el siglo XVI, entre canónigos y 7 El mito del eterno retorno, Madrid, 1984, pp. 48-49.
  • 9. 9 eclesiásticos favorables8. En colectividades que no usan la escritura como medio de trasmisión, difícilmente se mantiene la memoria de un hecho histórico más de ciento cincuenta años en la época moderna y actual9, si bien es verdad que en la Edad Media lo habitual es concederle a una memoria fiel una duración de cien años10. Los recuerdos permanecen más o menos tiempo según la importancia que tengan para sus portadores sociales; al desaparecer primero -a finales de siglo XV y a principios del siglo XVI- la generación campesina que hizo la revolución irmandiña, y después -hacia la segunda mitad del siglo XVI- la generación que vivió los enfrentamientos posteriores alrededor de la reedificación de los castillos derrocados en 1467: la tradición oral y popular irmandiña se extingue. Conforme el peligro de qué vuelvan las fortalezas, la violencia y sobreexplotación señoriales se alejan, y las causas mayores que desencadenaron los hechos de 1467 pierden vigencia en la Galicia del siglo XVI, la mentalidad de revuelta propiamente irmandiña se queda sin el contexto social que la mantenía activa, y es progresivamente reemplazada por la memoria escrita, nobiliar y contraria, que predomina ya abiertamente en el siglo XVII 11 , sirviendo de base para algunos lugares comunes y mistificaciones 8 Mentalidad y revuelta..., pp. 258-260, 355-356, 360; en general, el paso del tiempo hace que los testimonios orales sean más indirectos y estén más mediatizados por la clase señorial, cuya tradición escrita desplaza poco a poco a la tradición oral y popular, ídem, p. 483 nota 511. 9 A. VAN GENNEP, La formación de las leyendas, Barcelona, 1982, p. 152; P. THOMPSON, La voz del pasado. Historia oral, Valencia, 1988, p. 36. 10 B. GUENEE, "Temps de l'histoire et temps de la mémoire au Moyen Age", Bulletin de la Société de l'Histoire de France, núm. 487, 1976-1977, p. 35; el siglo como el límite máximo que alcanzaba la memoria colectiva es un dato que aparece confirmado en la documentación gallega de los siglos XIV, XV y XVI, existiendo una correspondencia notable entre las formulas rituales y la práctica real, véase E. CAL PARDO, El monasterio de San Salvador de Pedroso en tierras de Trasancos. Colección documental, A Coruña, 1984, p. 263; E. IGLESIAS ALMEIDA, Los antiguos "portos" deTuy y las barcas de pasaje a Portugal, Tui, 1984, p. 69; Mentalidad y revuelta..., p. 258. 11 Mentalidad y revuelta..., p. 344.
  • 10. 10 todavía hoy difundidos acerca de los irmandiños. La memoria corta del campesinado frente a la memoria larga de la nobleza, para quien la conservación del recuerdo familiar y colectivo era un medio y una expresión de su poder social12. A mediados del siglo XVI se corta la posibilidad de conocer y estudiar, por los métodos históricos tradicionales, la visión que de la irmandade tenían sus propios protagonistas populares: hasta prácticamente los tiempos presentes... Crónicas Simultáneamente con la tradición oral de los vasallos participantes en 1467, se desenvuelve una tradición escrita de tipo narrativo y savante, plasmada singularmente en las crónicas de los reyes y en las genealogías de la nobleza, expresión de una memoria culta que se distingue de los documentos orales de origen notarial en que, siendo asimismo fuentes bastante directas13, son también los primeros pasos de la historiografía irmandiña, respondiendo a fines propagandísticos precisos en pro de una monarquía en auge o de una nobleza medieval en declive, que ya no existe. Predominando en el primer caso la actitud positiva hacia los rebeldes, y en el segundo más bien lo contrario, continuando así unos y otros los posicionamientos que los oficiales reales por un lado y los grandes señores laicos por el otro, habían adoptado ya en 1467. El hecho de que algunas crónicas inserten las noticias 12 R. PASTOR, Resistencias y luchas campesinas en la época del crecimiento y consolid de la formación feudal Castilla y León, siglos X-XIII, Madrid, 1980, pp. 33-37; G. DUB Historia de la vida privada, 2, Madrid, 1988, pp. 98, 260. 13 Sus autores están en contacto con testigos directos, y recogen la tradición oral espe de su medio social, según informan en sus obras, algunas de las cuales fueron inc redactadas después de los hechos, tal es el caso del nobiliario de García de Salazar y crónica de Palencia.
  • 11. 11 irmandiñas entre otras que atañen a los reinos de Castilla y León, viendo a los gallegos como una parte más de la Corona real, y que los nobiliarios por el contrario subrayen el carácter y el contexto gallego de los hechos relatados, sin establecer una conexión especial por aquellos años con la situación de Castilla y con sus reyes, y dándoles en suma más trascendencia: facilita la divergente fortuna que tendrán en la cultura gallega del siglo XIX una y otra tendencia historiográfica. Las crónicas se mantendrán más en el olvido como fuentes y relatos historiográficos de los sucesos de la hermandad de 1467; las narraciones nobiliarias serán pues la principal referencia historiográfica, es decir, aquéllo que contaban los representantes y herederos de los antagonistas de los sublevados permanecerá hasta el siglo XX casi como la versión oficial, culta y además para muchos la única conocida, de los hechos de la Santa Irmandade del reino de Galicia. Alonso de Palencia, cronista oficial del reino de Castilla, nos ha legado una relación breve pero sustanciosa, redactada hacia 1477, de la formación y actividad de la irmandade gallega. Presenta la hermandad de Galicia como la máxima realización de la hermandad general de Castilla y León nacida hacia 1465 en Segovia, y muestra su entusiasmo por la eficacia de su labor justiciera y antiseñorial, tomando fortalezas tenidas por inexpugnables y persiguiendo hasta el exterminio al señor más poderoso de Galicia, el conde de Lemos, escribe el oficial real14. El mismo Palencia cuenta como trabajó con riesgo para su vida para implantar -1466- la hermandad en Andalucía, intentándolo de nuevo -1476- en tiempos de los Reyes Católicos 15 . Brinda incluso, en su afán por defender a los hermandinos, una peculiar explicación de sus "excesos" haciendo 14 Crónica de Enrique IV, I, BAE núm. 257, Madrid, 1973, pp. 191-192. 15 ídem, I, BAE núm. 257, p. 206; II, BAE núm. 258, p. 303; III, BAE núm. 267, p. 21.
  • 12. 12 responsables a los mismos nobles que fingiéndose sus partidarios, exageraron sus facultades llevándolas al borde del precipicio...16. Después del testimonio de Alonso de Palencia, objetivamente, no quedan dudas sobre la conexión entre la irmandade de Galicia y la hermandad de Castilla y León, en ésta estaba en principio integrada la primera, como sabemos de otro lado por las fuentes coetáneas. Salvo la crónica de Enrique IV de Galíndez de Carvajal que recoge de las Décadas de Palencia parte de dicha información sobre Galicia, las restantes crónicas de los reinados de Enrique IV y de los Reyes Católicos no hacen especial mención a la Santa Irmandade de Galicia, pero abundan en referencias generales a las hermandades que se formaron de 1465 a 1468 y a las Juntas en que coordinaban su acción, siendo la tónica general que los cronista vean con simpatía el citado movimiento popular sin dejar por ello de denunciar sus "demasías" antiseñoriales. La mal llamada "primera guerra irmandiña"17, la sublevación de los vasallos de Andrade en 1431, fue reconstruida indirectamente en el siglo XIX a través de unas líneas que, en un tono muy negativo para los rebeldes, le dedica Pérez de Guzmán en su crónica del reinado de Juan II, sin embargo no se siguió el mismo camino para narrar la revuelta de 1467, ¿por qué? Circulaban copias manuscritas de las crónicas reales, que aparecían citadas en las historias españolas decimonónicas. La propia crónica de Palencia es editada parcialmente en latín en 1834 (en castellano la primera edición es de 1904-1908), si bien 16 ídem, I, BAE núm. 267, pp. 192, 206, 210-211. 17 En rigor la primera revuelta organizada como hermandad en la Baja Edad gallega es la de 1418-1422 en Santiago de Compostela, y entre 1431 y 1467 tienen luga tres movimientos irmandiños locales, alguno de gran trascendencia, tampoco nos p correcto el uso del sustantivo guerra puesto que contradice la mentalidad y la práct dichos levantamientos, véase Mentalidad y revuelta..., p. 482 nota 509.
  • 13. 13 es más que probable que dicho texto no ha sido conocido por Vicetto y los historiadores gallegos del romanticismo. En todo caso, a partir de finales del siglo XVIII y a lo largo del siglo XIX, se publican las crónicas de Enríquez del Castillo, Bernáldez, Pulgar (que sí manejó Murguía) y Valera, aportando datos que evidencian la existencia de una corriente testimonial y historiográfica culta y oficial -más si cabe que las versiones genealógicas- que ve con buenos ojos los movimientos hermandinos populares de los años 60 (considerándolos precedentes de la hermandad de 1476 tutelada por los Reyes Católicos). La monarquía, interesada en refrenar a la nobleza medieval, apoya a las hermandades, reconociendo un protagonismo del pueblo en la historia, que separa notablemente las crónicas de los clásicos relatos nobiliarios18. Pese a lo cual, el monarquismo propagandístico de estas fuentes narrativas no deja de se un obstáculo para que en Galicia los historiadores liberales y regionalistas19 del siglo XIX, las buscasen y estudiasen con interés. Nobiliarios La historia de los siglos XVI y XVII no se plantea la búsqueda de la verdad como su finalidad principal, es una historia pragmática, enfocada hacia un objetivo utilitario, bien cantar en forma de 18 J. I. GUTIERREZ NIETO, Las comunidades como movimiento antiseñorial, Madrid, 1973, p. 23. 19 La exaltación de Castilla es uno de los componentes ideológicos de las crónicas bajomedievales, E. MITRE, Historiografía y mentalidades históricas en la Europa medieval, Madrid, 1982, pp. 139-148.
  • 14. 14 crónicas de reinados las excelencias de los monarcas y/o procurar la educación del príncipe, bien ensalzar la la antigüedad y las proezas de la nobleza, bien contar los hechos de los monasterios e iglesias episcopales y la vida de sus prelados. Es propio de la clase dirigente desvelarse por dejar una memoria escrita de sus virtudes y hazañas. El problema irmandiño está presente, desde el siglo XV, en una serie de genealogías. Lope García de Salazar, viejo caballero vasco de 72 años, prisionero de su propio hijo en su casa-torre, redacta entre 1471 y 1475 Las Bienandanzas e Fortunas, sirviéndose -dice- "de la memoria de mis antepasados e de las oydas e vistas mjas", buscando en el buen ejemplo de una historia providencialista y en los grandes hechos y antigüedad de los linajes, el antídoto contra la decadencia de la nobleza bajomedieval, de la cual su dramática y contradictoria situación era bien representativa20. Su visión de la revuelta irmandiña no tiene mucha influencia en la historiografía gallega por tratarse de una obra foránea, que por lo demás no se edita hasta 1965. Con todo, Malaquías de la Vega hacia 1622 se sirve del original, que estaba -dice- en el Escorial, para hacer referencia al levantamiento de la hermandad de Galicia en su Cronología de los Jueces de Castilla, único conflicto social importante que menciona en esta larga obra todavía hoy inédita y manuscrita. Siguiendo con este tipo de genealogías familiares, también escribe -mal, como en los casos anteriores- sobre los hechos de 1467, Diego de Sotomayor, hijo de Pedro Madruga, en su nobiliario manuscrito Relación genealógica de los Sotomayor (AHN Diversos, Colección diplomática), datado a principios del siglo XVI; y mucho más adelante, en 1674, Fernando de Saavedra da a la imprenta, en 20 “estando preso en la my casa de Sant Martjn de los que yo engendré e crié e acr (...) por este libro hallen memoria de todos estos fechos (...) aquellos que de mj suçe (...) acostunbrasen de leer en este libro por que por él se fallaran de buena genera mereçedores de faser todo bien”, Las Bienandanzas..., I, Bilbao, 1965, pp. XX-XXI.
  • 15. 15 Granada, su Memorial de la Casa de Saavedra, donde viene a justificar la demolición de las fortalezas de Alonso López de Saavedra y la destrucción de sus estados, porque este antepasado del autor "se avía señalado tanto en la persecución de la Hermandinos" (fol. 136), basándose para dicha valoración en fuentes notariales y en el libro del licenciado Molina; tenemos aquí, en cierta forma, una supervivencia de la tradición nobiliaria favorable a la gran hermandad, que tanta importancia había tenido en 1467 y que con el paso del tiempo resulta marginada por la representación que elaboraron de la revuelta los grandes señores que en 1467 huyeron de Galicia, perseguidos por sus vasallos: Andrade, Ulloa, Pimentel, Sotomayor, Pardo de Cela, conde de Lemos, etc. La mayor amplitud de información sobre el levantamiento irmandiño, en una fuente nobiliaria contraria, la encontramos en la obra cumbre del coruñés Vasco de Aponte, criado de Fernando de Andrade, Recuento de las Casas antiguas del Reino de Galicia (1530-1535), de la cual corrieron múltiples copias manuscritas en los siglos XVI, XVII y XVIII, hasta que Benito Vicetto la edita (Ferrol, 1872). La relación directa con la nobleza gallega cuyo poder y patrimonio había sido objeto de las iras irmandiñas está en este caso garantizada a través de los Andrade. La información de primera mano contribuye mucho a que durante siglos, hasta el hallazgo del pleito Tabera-Fonseca, el nobiliario de Aponte sea la fuente principal para el estudio del acontecimiento irmandiño. Aponte inspira, entre otros, al primer cronista oficial de Galicia, Felipe de la Gándara, nombrado por la Junta de Galicia en 1654, que imprime en 1662 en Madrid su nobiliario Armas y triunfos. Hechos heróicos de los hijos de Galicia. La nueva representación de la revuelta irmadiña que se infiere del nobiliario de Aponte, y en general de la tradición narrativa
  • 16. 16 nobiliar, tiene las siguientes características: a) Presenta los hechos como una lucha social entre vasallos y señores, punto en el que no se distinguen de entrada los nobiliarios de las crónicas o de la tradición popular, salvo en la radicalidad conque lo manifiestan, sin parangón en las fuentes anteriormente citadas. Se habla poco o nada de la base legitimadora21 de los insurrectos de 1467 (agravios y abusos que perpetraban los señores laicos desde sus fortalezas), centrando en la conciencia antiseñorial absoluta de los vasallos el motor de una sublevación que tiene como consecuencia la desobediencia de los vasallos a sus naturales señores, la negativa al pago de rentas y la ocupación indebida de fortalezas, tierras y jurisdicciones. Por todo ello le dicen la hermandad loca, y llenan de insultos a los vasallos insubordinados (villanos, chusma, gente vil 22 ), mostrando de este modo la continuidad existente entre la actitud de dichos genealogistas y la mentalidad señorial de los poderosos caballeros que huyen en 1467, organizan la reacción militar en 1469, integran las confederaciones nobiliarias de la década de los 70 y son en su mayor parte desterrados de Galicia y llevados a la fuerza a la Corte de los Reyes Católicos en los 80 y 90. Creemos que la imagen radical de la revuelta de 1467- 1469, que por una u otra razón queda a un segundo plano en las fuentes favorables, es la mayor aportación de los nobiliarios a la historiografía irmandiña, y anima altamente a que la historiagrafía romántica se identifique con dichas fuentes (leyéndolas al revés, naturalmente, en cuanto a definir a buenos y malos) en el momento 21 Tardíamente, y lejos del escenario gallego, Malaquías de la Vega intenta contradecir e justiciera del levantamiento inculpando a sus promotores malhechores, puesto que ac contra toda razón y justicia al querer destruir a los señores, robándoles las tierras fortalezas, etc., llamando a sus jefes cabezas de maldades, Cronología de los Juec Castilla, BN ms. 19.418, fol. 341r, 349v, 354v. 22 Epítetos que hemos estudiado en Mentalidad y revuelta..., pp. 244-255.
  • 17. 17 de redescubrir la revolución de 1467. b) Tampoco mencionan los representantes literarios del punto de vista nobiliario nada sobre la autorización, demostrable documentalmente, que Enrique IV había concedido a los gallegos para formar la hermandad y para derrocar las fortaleza-nidos de malhechores del reino. Engorroso asunto puesto que en los tiempos de los nobiliarios las relaciones de la nobleza oriunda de Galicia con el Estado son excelentes; por ejemplo, Gándara pretendía con su obra demostrar los servicios que en todo tiempo el reino de Galicia, es decir su nobleza, había prestado a los reyes de Castilla y León. Claro que la opinión de la monarquía tampoco permanece invariable 23 , y la orientación antireal de la revolución de las comunidades de Castilla, facilitará la relectura de los hechos de 1467 que pretende la nobleza cortesana gallega, cuyos portavoces de inmediato asemeja, llamándoles comuneros, a los irmandiños de 1467 con los revolucionarios que en 1520-1521 se levantaron contra Carlos V y los señores. La rigidez estamental y jerárquica del Estado y de la sociedad absolutistas favorecen, en suma, la victoria póstuma de la versión del levantamiento que caracterizaba a los caballeros feudales vencidos en 1467. Si no el poder social en Galicia, la nobleza gallega servidora ahora de la Corte de Castilla, recupera en el siglo XVII el poder de la palabra escrita, diciendo la última palabra -la que queda escrita- sobre 1467 y sus circunstancias, dejando en consecuencia al historiador futuro una mayor 23 En 1491, la reina Isabel llega a decir que las gentes de la hermandad gallega se habían levantado de su abtoridad, influida por Fernando de Andrade (el señor y protector de Aponte), que vivía con ella en la Corte, y se quejaba de que los vasallos no les quería de nuevo pagar sus rentas, ADA, c-3-124.
  • 18. 18 información sobre 1469 y sus circunstancias, esto es, sobre las derrotas militares de la Santa Irmandade. Gracias al interés por destacar todo lo que hubo de victoria señorial en el período 1467- 1469, los genealogistas -sobre todo, Aponte- acumulan datos importantes de la fase final del poder irmandiño, complementando así los testimonios populares del pleito Tabera-Fonseca que se centran principalmente en los detalles de la insurrección de la primavera de 1467, y en todo lo referido a la irmandade como victoria de los vasallos contra los señores del reino de Galicia. c) Tanto el Recuento de Vasco de Aponte como Armas y triunfos de Felipe de la Gándara son textos redactados en Galicia y dan cuenta de los linajes más importantes del reino, yendo por consiguiente más allá que las habituales y numerosas genealogías unifamiliares cuyos autores, con menos vocación que los citados de crear una conciencia histórica, no suelen pararse en relatos e informaciones que les apartarían de su finalidad estrictamente genealógica. La galleguidad de estas fuentes implica en verdad cierta reivindicación del reino de Galicia...a través de enaltecer la gloria pasada y presente de su nobleza, y de cantar sus servicios inmemoriales a los reyes de Castilla. Reivindicación de un pasado reciente que para Aponte está cargada de fascinación por aquellos grandes caballeros que con sus hazañas habían conmovido Galicia, anunciando el fin de la Edad Media. Nostalgia caballeresca que sintonizará a los historiadores del siglo XIX con unos documentos representativos de ese mundo perdido de la caballería que el imaginario romántico quiere a toda costa recobrar. Antes de pasar a hablar de los linajes y blasones "de donde proceden muchas y señaladas casas en España", el licenciado y canónigo magistral de la catedral de Mondoñedo, el malagueño Bartolomé Molina, refiere en su Descripción del Reyno de Galicia y
  • 19. 19 de las cosas notables del (primera impresión en 1550, Mondoñedo), en tono positivo como la gran Hermandad había derrocado las fortalezas señoriales, gobernando Galicia la gente común: "no consintiendo ser mandados ni regidos por otro". Toma de posición que se desmarca claramente de la hegemónica y contraria memoria savante nobiliaria de la modernidad, muy distinta a la de los canónigos -medianos señores eclesiásticos- que se alinearon en 1467 con los comunes contra los señores de las fortalezas, mucho después representados por el licenciado Molina. Justamente casi siempre en relación con el tema de la fortalezas -excepto el arzobispo de Santiago, los restantes prelados del siglo XV no tenían practicamente fortalezas-, durante el siglo XVI se revela muy activa una tradición oral entre los canónigos y otros eclesiásticos en favor de la hermandad de 1467. En las historias de las iglesias episcopales y de los monasterios de Galicia que proliferan en los siglos XVII y XVIII, el tema irmandiño está ausente, poniéndose así de manifiesto cierto corte de la cadena eclesiástica de trasmisión favorable a comienzos del siglo XVII; no sabemos si está extinguida la tradición oral, pero sí es seguro que los escritores de genealogías quedan como los únicos intérpretes cultos de los sucesos de 1467-1469. En 1603, Pedro Salazar y Mendoza, cronista del arzobispo absentista de Santiago, Juan Tabera, gran cortesano y antagonista de Fonseca y de los supervivientes de la Santa Irmandade en el famoso pleito de las fortalezas, adopta ya la posición de la aristocracia laica llamando a la gran hermandad: comunidades locas 24 . Aquella parte de la tradición irmandiña 24 Este autor sitúa la irmandade en los tiempos de Berenguel de Landoira, a principios del siglo XIV, Chronico del Cardenal Don Juan Tabera, Toledo, 1603, p. 31; Salazar era canónigo de Toledo y cronista de Carlos V y de Felipe II; su total inexactitud al recordar los hechos gallegos de 1467 es un reflejo de su olvido creciente por parte de la historiografía española de los siglos XVI y XVII, que tanto exasperará a Benito Vicetto.
  • 20. 20 representada por canónigos y monjes y clérigos no se redescubrirá hasta la consolidación de la historiografía erudita, hasta Antonio López Ferreiro. Mientras, se sigue citando al respecto la Descripción del Licenciado Molina pero como una fuente genealógica o geográfica, no eclesiástica. Descubrimiento historiográfico El pensamiento ilustrado gallego de Lucas Labrada centra sus esperanzas reformistas en el poder real, enfatizando por ello el rol justiciero de los reyes de Castilla y León en la Galicia de la Edad Media, apoyándose en crónicas medievale25.Tomando seguramente la expresión de Molina, refiere Lucas como la "gran Hermandad del común" había derribado las fortalezas señoriales de Galicia, para a renglón seguido hacer hincapié en cómo los Reyes Católicos no consintieron la reconstrucción, valorando en definitiva positivamente la actuación de dichos monarcas "minorando la opresión con que eran tratados los labradores", y concluyendo que "la reunión de todo el poder en manos del Rey y de sus Ministros ha sido el mayor consuelo para sus súbditos", de manera que aplaude la devolución de jurisdicciones y tierras a iglesias y monasterios por parte de los Reyes Católicos, rectificando la negativa política de las mercedes a los nobles laicos gallegos practicada por Enrique II y Enrique IV26. Esta concepción del despotismo ilustrado sobre el 25 José Lucas Labrada recoge del Sumario de los Reyes de España del siglo XV (edita 1781) los ejemplos de Alfonso VII y de Fernando IV haciendo justicia en el reino de G contra hidalgos malhechores, Descripción económica del Reyno de Galicia (1804), 1971, pp. 183-186. 26 ídem, pp. 187-188.
  • 21. 21 tránsito de Galicia a la modernidad tiene una indudable apoyatura documental y es la continuidad de la versión propangandística de las crónicas de los Reyes Católicos; su propia insistencia en la iniciativa "desde arriba" y en el protagonismo del Estado, mantiene a la revuelta irmandiña en un segundo plano, haciendo desaparecer al pueblo como sujeto de la historia. Hacia la mitad del siglo XIX nace la historiografía romántica en Galicia a manos de escritores liberales, rompiendo con el testimonialismo de las crónicas y la historia pragmática, bajo el denominador común del historicismo -la historia como la clave del presente-, la vocación literaria 27 y la búsqueda de la fundamentación del hecho diferencial gallego en su pasado histórico, sin adoptar aún ni siempre una posición netamente nacionalista28. El romanticismo contrarresta en el plano de la historia29 la concepción elitista de la Ilustración promoviendo un populismo progresista, que en Galicia nadie encarna mejor que Vicetto. En las historias locales que preludian la nueva historia, la de Taboada Leal sobre Vigo (1840), la de Vedia sobre La Coruña (1845), la de Montero Aróstegui sobre Ferrol (1859), nada se dice sobre el levantamiento irmandiño, todavía no estamos ante una historia plenamente romántica30, les falta una cosa: la voluntad de hacer una historia de Galicia y de reseñar los hechos históricos específicamente gallegos. De todos los historiadores románticos, el 27 Verea y Aguiar entiende la historia como la parte más instructiva de la literatura (Historia de Galicia, Ferrol, 1838, p. 9), y tanto Vicetto como Murguía combinan la novela con los ensayos históricos. 28 A. MATO DOMINGUEZ, "Historiografía", Gran Enciclopedia Gallega, tomo 17, 1974, p. 136. 29 J. FONTANA, Historia. Análisis del pasado y proyecto social, Barcelona, 1982, p. 121. 30 R. VILLARES, "López Ferreiro e a historiografía galega", Grial, 66, 1979, p. 429.
  • 22. 22 único que consigue terminar su historia de Galicia es Benito Vicetto (1824-1878), a él debemos el descubrimiento de los irmandiños como objeto de la historiografía moderna. Y la cosa no era fácil: antes de Vicetto (y después, también) se entiende por hechos históricos exclusivamente los grandes actos de los reyes, nobles, prelados y letrados, relegándose las intervenciones históricas del estado llano a un lugar secundario, en el mejor de los casos se interpretaba que la gente común estaba movida por los hilos de los grandes hombres, verdaderos artífices de la historia. Vicetto es el más fecundo representante de la novela romántica en Galicia. La literatura lo lleva a la Edad Media, a los temas caballerescos. Como una gran parte de la juventud intelectual del siglo XIX, acoge ideas revolucionarias sobre el feudalismo que lo vuelven particularmente atento y sensible a las luchas medievales de los vasallos -con quienes se identifica apasionadamente- contra los señores. La intersección romanticismo/antifeudalismo dará lugar a su novela más exitosa (cuatro ediciones en vida del autor), Los hidalgos de Monforte (1851), donde encontramos por vez primera a la gente de la hermandad de 1467 protagonizando una historia, entremezclada imaginativamente con la tradición caballeresca del mariscal Pardo de Cela, a quien muy equivocadamente Vicetto pone a la cabeza de los irmandiños contra el conde de Lemos31. En 1865 inicia Benito Vicetto su oficio de historiador publicando el primer tomo de su Historia de Galicia; cuando llega en 1872 al tomo VI, anuncia como título de la tercera parte de su historia: Desde la guerra de los hermandinos hasta nuestros días. 31 La realidad es que Pedro Pardo de Cela aparece junto al conde de Lemos contra los rebeldes, desta sobre cualquier otro caballero gallego en sus intenciones represivas después de la hermandad, pues in Pedro Paxariño, vecino de Monforte, que “Pedro Pardo, Mariscal dixera al dicho Conde que ynchie carballos de los dichos vasallos e quel dicho Conde dixera que no quería que no se abía de mantener carballos”, Fortalezas..., p. 162.
  • 23. 23 Todo un programa: la primera época se inicia con el Diluvio Universal, la segunda con el nacimiento de Jesús, y la tercera, lo que para nosotros es la Edad Moderna y la Edad Contemporánea, empieza con la gesta heroica de los irmandiños, que califica exageradamente como “la epopeya más grande y admirable que registran en sus anales, todos los antiguos reinos de la antigua Iberia” 32 . Considera por consiguiente que para Galicia es "indiferencia, desprecio y error" que el Padre Mariana nada diga en su historia de España 33 acerca de la revuelta irmandiña; justificando la necesidad del descubrimiento historiográfico de los irmandiños (que él lleva a cabo de forma plenamente consciente), y de toda su Historia de Galicia, por causa del grosero olvido de tan "grande y trascendental revolución contra el feudalismo", y entendía que dicho desconocimiento era debido a que "Galicia jamás tuvo un libro propio que hubiera recogido sus triunfos y reveses (...) como ya lo tiene hoy, gracias al sacrificio que le hemos hecho de nuestra inteligencia, de nuestra carrera, y hasta de nuestro bienestar material"34. Tres conocimientos no basados en fuentes confluyen en la Galicia de mediados del siglo XIX para hacer posible el hallazgo del levantamiento de 1467 como objeto historiográfico: 1) la voluntad de hacer una historia de Galicia35, expresión del regionalismo y galleguismo que está naciendo en ese momento; 2) la fascinación literaria por la Edad Media y la historia medieval, influjo del romanticismo de la época; y 3) el interés por la historia de las luchas 32 B. VICETTO, Historia de Galicia, VI, Ferrol, 1872, p. 130. 33 Vicetto y los historiadores de su tiempo no conocen las crónicas de Palencia y de Galíndez de Carvajal. 34 ídem, p. 259. 35 “hacemos historia de Galicia y no de España (...) un libro de Galicia para Galicia; y todo por consiguiente, lo subordinamos a este propósito”, ídem, p. 134 nota 1.
  • 24. 24 sociales, derivado de la ideología liberal y progresista de los historiadores románticos. Con Vicetto -y Murguía- nace sin lugar a dudas la historia social de Galicia36: los conflictos y revueltas sociales no sólo son para el historiador romántico por excelencia importantes como tema descriptivo, literario, determinan además acontecimientos y cambios sociales de gran trascendencia37, y sin abandonar la atención a la clase dirigente y a las luchas caballerescas, el primer historiador de los irmandiños hace emerger al pueblo y a la gente común como un nuevo sujeto de la historia, a la manera de Guizot y Michelet. El deficiente conocimiento histórico basado en las fuentes, y el peso excesivo de la ideología en la interpretación de los hechos, conducen a que la historiografía romántica caiga frecuentemente en manifiestos errores y deformaciones (que combatirá Murguía, al menos en el tema que nos ocupa), que harán alzarse voces urgiendo justamente el desarrollo de un método crítico y de una mayor erudición. Lo cual no quiere decir, naturalmente, que debamos subestimar los primeros e indispensables pasos dados por la historiografía romántica y nacionalista, que introduce en Galicia los conocimientos históricos, que sienta las bases de una historia de Galicia, y que crea una verdadera conciencia histórica entre los gallegos, hasta ese momento alimentados al respecto de una 36 Vicetto contrapone una historia de España que, denuncia, se reduce a un cuadro de f y de fechas, con su historia de Galicia como “historia social de los pueblos”, pretendiend “historia social de una nación” que sea una historia humana, donde lo principal se “desenvolvimiento político del hombre, su lucha palpitante y progresiva desde su con de siervo del señor feudal teocrático o aristócrata hasta llegar a conquistar su dig moderna”, ídem, pp. 30-31. 37 Nuestro autor, rompe con el concepto de las crónicas y de la Ilustración, juzgando q fueron los Reyes Católicos sino el movimiento popular irmandiño quien logró concluir nobleza gallega, minando el terreno sobre el que actuaron después los monarcas, en un t histórico en que tocaba al feudalismo espirar, ídem, pp. 230-231.
  • 25. 25 tradición oral que le limitaba sus recuerdos históricos al pasado inmediato, dominando más allá el mito y la leyenda. La capacidad vulgarizadora demostrada por los historiadores gallegos del siglo XIX y primer tercio del siglo XX, sigue siendo hoy un ejemplo. El problema concreto de Vicetto es que quería hacer una historia popular con fuentes nobiliarias, y no era conocedor de las consecuencias que dicha contradicción suponía para sus estudios históricos bajomedievales38. En los archivos de Ferrol y La Coruña, que Vicetto conoce, no había documentación de la hermandad de 1467; por otro lado, su anticlericalismo no era precisamente un estímulo para la inspección de los archivos eclesiásticos (el pleito Tabera-Fonseca estaba, y está, depositado en el archivo arzobispal de Santiago); las crónicas del reinado de Enrique IV tampoco las maneja. Sus fuentes de información sobre los hechos de 1467-1469 son nobiliarias y muy contrarias a los vasallos sublevados: el nobiliario de Aponte, el nobiliario de Gándara y la no encontrada historia manuscrita de Allariz, más la Descripción de Molina como excepción en cuanto a actitud hacia los irmandiños. El efecto más notorio de la parcialidad de las fuentes que usa Vicetto son las páginas y páginas donde se cuentan, copiando literalmente los textos de Aponte y Gándara, todas las derrotas militares de los irmandiños, la prisión y muerte de su jefes hidalgos, etc. Imagen heróica del sacrificio de los rebeldes y de sus dirigentes que conectaba con la idea romántica del Vicetto revolucionario que 38 Cuando era muy evidente notaba las diferencias existentes entre él y el autor del nobiliario: lo que Gándara llama chusma y nosotros pueblo, ídem, p. 103; sin embargo, recoge de Aponte el apelativo villanos dirigido a los vasallos rebeldes de 1467 sin percatarse de su sentido peyorativo, y es que su entusiasmo por se genealogía cegaba su criticismo; admiraba en Vasco de Aponte, y así lo escribió, su candoroso estilo, su exactitud y veracidad, el que hubiera sido el primer escritor de historia en Galicia no clérigo, considerando su obra la primera que encontramos del país para el país, valorando en particular: Su preciosísima narración sobre la revolución popular de Galicia en el siglo XV, ídem, pp. 270-272.
  • 26. 26 se conmovía ante la "sangre derramada por el pueblo combatiendo a sus tiranos de horca y cuchillo"39. Con todo, algunos datos no le casaban a Vicetto con la idea nobiliaria de una gran derrota final irmandiña: "esas derrotas sucesivas no quiere decir que fuesen exterminados definitivamente los villanos, puesto que aún luchaban en algunos obispados (...) El pensamiento social que los hermanos de Galicia entrañaban, quedaba aún en pie a la muerte de Enrique IV", precisando como los nobles reanudan las divisiones y guerras entre ellos después de la hermandad40. Vicetto acaba contradiciendo las conclusiones de Aponte y Gándara cuando afirma que no fueron tanto los Reyes Católicos con la Audiencia de Galicia, derrocando fortalezas, decapitando a Pardo de Cela y desterrando a los nobles más soberbios, quienes "concluyeron con la nobleza", sino que fueron las hermandades, que habían carcomido la estructura y el poder feudal "imposibilitándolo en el porvenir"41. El otro tema historiográfico que Vicetto saca a la luz en Los hidalgos de Monforte es la figura controvertida del mariscal Pardo de Cela, y en general el problema de la nobleza gallega del siglo XV, cuyo poder en Galicia resulta quebrado por la tenaza de la revolución antiseñorial por un lado y del Estado de los Reyes Católicos por el otro. Aunque el problema es de las fuentes42, mejor dicho de no apoyar las afirmaciones con documentos históricos43, también es una cuestión de interpretación del significado histórico de la 39 Apreciación referida a la represión de la hermandad de 1431, ídem, p. 46. 40 ídem, pp. 131-132. 41 Véase la nota 37. 42 Vicetto compensa la falta de datos o el silencio sobre Pardo de Cela (caballero de se orden) en los nobiliarios de Aponte, Gándara y Molina, con notas aisladas y ap biográficos que han llegado a nuestro poder, y a la fuerza de la tradición aún vibrante norte del país , op. cit., p. 188-189. 43 El autor reconoce en su Historia que los datos que utiliza no se apoyan en monum conocidos, ni responden a datos autorizados, op. cit., p. 202.
  • 27. 27 ejecución en 1483 de Pardo de Cela por los representantes de los Reyes Católicos; de entrada el romanticismo del autor le lleva a simpatizar con el noble ajusticiado, forma de reacción que desde finales el siglo XV genera una tradición, oral y escrita, reivindicativa del caballero de Mondoñedo. Es cierto que Vicetto acude a la imaginación cuando junta a Pardo de Cela con sus enemigos irmandiños y cuando asevera que el mariscal y sus nuevos aliados tenían intenciones independentistas en su enfrentamiento con los Reyes Católicos 44 , tratando de proyectar hacia el pasado cierto anhelo de una Galicia unida alrededor de su clase dirigente frente al Estado centralizador: el objetivo supremo de dotar a Galicia de una identidad diferencial basada en una historia propia puso al descubierto acontecimientos, planteó problemas y preguntas, pero también forzó claramente los datos disponibles para adaptarlos a un esquema protonacionalista preconcebido. En 1872, Vicetto se hace eco de las críticas recibidas por su versión novelada de la actuación de Pardo de Cela antes de morir, acusando sobre todo las muy duras que -lo veremos después- le había dirigido Murguía. Es consciente del peligro de falsear la historia "haciéndola tal vez inverosímil y por consiguiente inarmónica en el cuadro de la guerra de los villanos", pero reincide, sacrifica la ciencia a la ideología, la historia tal cómo fue a la historia cómo debía haber sido, obstinándose en defender, con algunos matices, que el mariscal Pardo de Cela ("figura altamemte simpática para el país", "la figura más bella y magestuosa de la historia de Galicia"), se alinea con las hermandades -que pasan de la revolución social a la revolución política- contra los partidarios de 44 A quienes Vicetto hace aparecer a veces com verdugos (ajusticiamiento de Pardo de Cela), a veces como continuadores y ejecutores de la obra antiseñorial irmandiña (véase nota 37).
  • 28. 28 la reina Isabel, "aspirando a la independencia de Galicia", encarnando, junto con Pedro Madruga, el espíritu santo de emancipación heredado de la nobleza sueva45. Es la sustitución de las fuentes, de la necesaria erudición, por un conocimiento no basado en fuentes que, amén de sus virtudes, legitima la ficción y la empatía como método histórico. La verdad no tiene patria El contrapunto positivista y racionalista de Benito Vicetto es Manuel Murguía: primer historiador gallego que plantea la objetividad como la meta del conocimiento histórico, que define del todo a la historia como la búsqueda de la verdad. Así mismo novelista, liberal y romántico, Murguía se estrena como historiador en 1861 con un artículo, De las guerras de Galicia en el siglo XV y de su verdadero carácter46, destinado a desmitificar la versión que Vicetto había dado en los Hidalgos de Monforte sobre los irmandiños y Pardo de Cela. Lúcido trabajo sobre la revolución de 1467 que Murguía escribe a partir del momento en que su criticado antecesor descubre en ese hecho un hito esencial, imprescindible, para la recién nacida historia de Galicia. ¿Qué conocimiento no basado en fuentes aporta Murguía? El conocimiento de la historiografía francesa del momento; el convencimiento inquebrantable de fundar en documentos la 45 ídem, pp. 130-131, 175, 202-204. 46 Galicia. Revista Universal de este Reino, tomo I, La Coruña, 1861, pp. 118-120, 12 145-149.
  • 29. 29 escritura de la historia; y el uso del sentido común, de la razón para interpretar los hechos. Para argumentar la imposibilidad de que Pardo de Cela se hubiera puesto al frente de las hermandades de Galicia, Murguía dice a Vicetto: "la razón bastaría para decirnos que el uno [el señor] pretendería conservar sus inicuos privilegios, mientras el otro [el vasallo] tendería a emanciparse de ellos"47. Raciocinio materialista en el sentido de buscar la verdad en las contradicciones de los intereses de clase, que coexiste en el joven Murguía con influencias intelectuales de signo distinto. La concepción que Murguía tenía de la revuelta irmandiña y en general de los movimientos sociales del siglo XV gallego como luchas de clases48, converge con una semejante preocupación de Vicetto, fundando ambos la historia social de Galicia49; muy probablemente aquí Murguía esté influido por Augustin Thierry que, como Guizot, comprende la historia en términos de lucha de clases50, y de enfrentamientos de razas. 47 ídem, p. 146. 48 la mayor parte de las insurrecciones populares de Galicia, durante este período, no tuvieron otro carácter que una lucha entre el débil y el fuerte, entre el señor y el vasallo que siente pesado el yugo de su servidumbre, ídem, p. 120. 49 Una parte de la historiografía nacionalista posterior que reivindica a Murguía como el más grande historiador de Galicia, a pesar de sus limitaciones que son las de la época, no ha mostrado la misma capacidad para valorar objetivamente las aportaciones de Vicetto, por algunos injustamente tratado; se toma retrospectivamene partido por Murguía contra Vicetto en relación con la enemistad personal que existió entre ellos, y por causa de sus diferencias metodológicas, olvidando que el nacimiento de la historiografía gallega es una obra conjunta de Vicetto y Murguía (A. R. CASTELAO, Sempre en Galiza, Madrid, 1977, pp. 430, 466); no se valora por tanto igual aquello que comporta un mayor mérito para Vicetto, gracias al cual da sus primeros pasos la historia social en Galicia, y en consecuencia, por las mismas razones (desde posiciones historiográficas más conservadoras que las de Vicetto y del primer Murguía), se olvida la excepcional contribución de Murguía a la historia social, su trabajo sobre los irmandiños; sobre la notable ausencia de De las guerras de Galicia en el siglo XV en bibliografías autorizadas, véase V. RISCO, Historia de Galicia (1952), Vigo, 1971, pp. 249-256; Manuel Murguía, Vigo, 1976. 50 Marx se inspira en estos dos historiadores burgueses para elaborar su teoría de la lucha
  • 30. 30 de clases, véase A. BURGUIERE dir., Dictionnaire des Sciences Historiques, París, 1986, p. 663; la declaración explícita de Murguía por el método histórico de Thierry, excluyendo el método racionalista de la Ilustración que llama filosófico, está en el prólogo del volumen I de su Historia de Galicia (1865).
  • 31. 31 Murguía alaba, en 1856, Los hidalgos de Monforte, y cree como Vicetto que la Edad Media, especialmente sus momentos finales, es la "época más interesante" de la historia de Galicia51, pero el medievalismo de Murguía es más racional que literario, no le arrastra a confundir la historia medieval con la novela caballeresca. Pero no es en la historia social, o en el medievalismo, dónde Murguía se separa de Vicetto: es en la manera de hacer la historia de Galicia, de combinar el enfoque social con el enfoque nacional, donde existe el mayor desacuerdo. Murguía preconiza: “una historia fría, severa, imparcial (...) nos hemos desprendido de todas nuestras simpatías, de toda idea preconcebida, antes de hacer un detenido estudio de la época que historiamos, y juzgamos tal como nuestra razón nos dicta”52. Refiriéndose a la consabida cuestión de Pardo de Cela, confiesa: “francamente que nos duele tocar un asunto sobre el cual la poesía y la tradición han derramado todas sus flores, y que un laudable espíritu de provincialismo ha levantado más alto de lo que debiera”53. Y termina diciendo que prefiere llevar una piedra al monumento de los poetas al héroe querido que "echarlo por tierra" falseando la verdad histórica. Poco después en el Discurso preliminar (1865) de su Historia de Galicia, porfía: “La verdad histórica fría, desnuda, imparcial, la verdad que no tiene patria reparte con mano leal y justiciera a cada uno su parte de gloria y en vano será demandarla para halagar la vanidad de los pueblos; ella se niega a semejante profanación”54. 51 "De las guerras de Galicia...", loc. cit., p. 118. 52 ídem, p. 145. 53 Ibidem. 54 Historia de Galicia, (Resumen esencial), Bos Aires, 1933, p. 43.
  • 32. 32 La valiente toma de posición de Murguía optando -en el tema concreto de la leyenda de Pardo de Cela- por la verdad histórica, que no tiene patria, frente a sus sentimientos galleguistas y a interpretaciones hechas desde -y a favor- de su propia ideología, tiene más valor si consideramos que esta defensa de una historia basada en fuentes, coincide en el tiempo y en el lugar con su aportación fundacional y teórica al nacionalismo gallego55. La lectura desmitificadora de Murguía establece una relación documentada entre las tres fuerzas sociales que determinan, dialécticamente, en el último tercio del siglo XV el origen de la Galicia moderna: los vasallos, los señores y la monarquía. Afrontando así los tres problemas historiográficos de la transición: el carácter y los resultados de la revuelta irmandiña, la valoración del fin del poder nobiliario y el juicio sobre la actuación de los Reyes Católicos. Conviene Murguía con los ilustrados enjuiciando positivamente la intervención social e institucional de los Reyes Católicos en Galicia. Impresionado sin duda por el testimonio56 de la Crónica de los Reyes Católicos escrita, hacia 1492, por Fernando de Pulgar, que muestra la beligerancia de Acuña y Chichilla contra la nobleza gallega y su alineación con los antiguos protagonistas del levantamiento irmandiño. Murguía infiere que los Reyes Católicos y sus oficiales, ayudados por los restos de las hermandades de 1467, 55 Importantísimo "Discurso preliminar" que constituye, sin duda, la primera piedra del nacionalismo gallego en el plano conceptual, J. G. BERAMENDI, "Manuel Murguía", Gran Enciclopedia Gallega, 22, p. 46. 56 De las guerras..., pp. 118, 120.
  • 33. 33 acaban "para siempre con el poder de la nobleza gallega"57, sobreviviendo un "tiempo de justicia", "el reinado de la paz", "una nueva era de felicidad(...) Unida Galicia al resto de la península, libre de la tiranía que la agobiaba", dice en el Discurso preliminar58. Siete años después, Vicetto va más lejos que Murguía y su discurso ilustrado, y sitúa el comienzo del fin de la nobleza gallega en 1467, de modo que, después de la revolución irmandiña, la actuación de los Reyes Católicos es para Vicetto secundaria59, así como la ayuda prestada, desde 1480, por las hermandades renovadas a Acuña y Chinchilla para derribar más castillos y domar a la nobleza rebelde. En relación con la nobleza medieval gallega Murguía es categórico: “a los nobles gallegos nada debe Galicia, más que sus antiguos males y su postración de siempre, sin que en sus aspiraciones lograsen nunca consolidar un poder fuerte y poderoso, pues ellos, que debían ser su amparo y protección y sostén más seguro, eran los primeros en conmoverlo hondamente”60. Celebrando, por tanto, la derrota nobiliaria a manos de la Santa Irmandade y el ocaso final de su poder en Galicia, como 57 ídem, pp. 119-120, 131-132, 148. 58 ed. cit., pp. 49-50 59 Historia de Galicia, VI, 1872, pp. 230-231; el autor no cita la crónica de Pulgar, pero sí publica la cedula de los Reyes Católicos del 3 de agosto de 1480 concediendo poderes excepcionales a Acuña y Chichilla para pacificar y hacer justicia en el reino de Galicia, convocando a las hermandades para que se juntasen con ellos con sus armas, ídem, pp. 175- 180. 60 Discurso preliminar, p. 31
  • 34. 34 un hecho feliz para el reino61. Y desde esta visión antiseñorial sacada de las fuentes, y de su propia actitud antifeudal62, Murguía critica despiadadamente a Vicetto por inventarse un Pardo de Cela que luchaba por la independencia de Galicia al frente de los restos de la irmandade de 1467, exigiendo documentos que certificasen una y otra aseveración63. Cuando las fuentes si decían que había sido el mariscal un "tiranuelo feudal" que no aspiraba a "otra cosa que a ensanchar sus estados y a enriquecer sus arcas", y que si sus vasallos le traicionaron, nada más natural, pues estaban con la gente del rey, puesto que "los pueblos gallegos estaban ligados al trono castellano por lazos de común interés"… antifeudal 64 . En opinión de Murguía: "las justicias de Mondoñedo fueron para ellos [los nobles gallegos] ejemplo saludable (...) fueron aquietándose"65. En resumen, para Manuel Murguía la revuelta irmandiña había sido un lucha social de vasallos contra señores, no un movimiento independentista gallego; y la hermandad gallega era la misma que el rey Enrique IV había autorizado en Castilla y León para perseguir malhechores y refrenar a la nobleza; destacando, por último, los momentos de victoria irmandiña. El no depender tanto como Vicetto del nobiliario de Aponte, y su concepción global de los irmandiños, facilita que Murguía ponga el acento en cómo, en 1467, los nobles huyeron de los 61 De las guerras..., pp. 129-133, 148; Discurso..., p. 45. 62 De las guerras..., p. 118. 63 Grandes, grandísimos deseos tenemos de conocer los curiosos y extraños datos..., De las guerras..., p. 147. 64 ídem, pp.146-149. 65 Discurso..., p. 49.
  • 35. 35 sublevados, volviendo después de recuperar sus tierras, en 1469, a dividirse y luchar entre ellos. Explicando que la hermandad, que vuelve a derrocar fortalezas en los años 80, guardaba continuidad con la anterior, y como, en definitiva, los nobles enemigos de los irmandiños, empezando por Pardo de Cela, vieron destruido al final su poder. Ante todo, escritor, Murguía describe así 1467: “Desde el momento en que los villanos vencieron a sus señores, los signos de la servidumbre cayeron rotos y se sepultaron bajo los escombros de las destruidas fortalezas feudales, y el cántico de la victoria que entonaron los vencedores fue el himno con que saludaba el siervo, el nuevo día de su redención”66. 66 De las guerras..., p. 130.