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Escher y el
arte imposible
M. C. Escher es conocido por la mayoría como el artista de lo
imposible. Cuando hablamos de Escher nos vienen a la mente
imágenes de escaleras que suben interminablemente o de edificios
irreales. Pero este artista holandés fue mucho más que eso: fue un
magnífico dibujante, un maestro de la litografía y un genio que unió
las matemáticas con el arte. En este artículo intentaremos acercar-
nos un poco a su vida, su obra y, cómo no, a sus célebres cuadros
imposibles.
Fernando Acevedo
AUTORES CIENTÍFICO-TÉCNICOS Y ACADÉMICOS
61
à
Breve biografía de Escher
Maurits Cornelis Escher (M. C. Escher) nació en Holanda en junio
de 1898. Fue el menor de cinco hermanos y nunca destacó como un
gran estudiante, ni siquiera en las asignaturas de matemáticas (aritméti-
ca, álgebra ) por las que, años más tarde, mostraría un gran interés.
Su padre, ingeniero civil, deseaba que su hijo siguiera sus pasos y
estudiara arquitectura, pero las malas notas de Maurits impidieron que
llegara siquiera a graduarse. En 1920, se mudó
a Haarlem, donde, por presión familiar, comen-
zó sus estudios de arquitectura. Sin embargo, los
abandonó al conocer a Samuel Jessurun de
Mesquita, profesor de artes gráficas, que descu-
brió en Escher un gran potencial y le enseñó la
técnica de la xilografía (grabado en madera) en
la que Escher destacaría.
Dos años después, Escher comenzó a viajar
por Europa, principalmente a Italia, donde se
dedicó a dibujar paisajes, y a España, donde
quedó maravillado por los diseños geométricos
de la Alhambra de Granada, que potenciaron su
ya innata atracción por la división del plano. Tal Autorretrato (1929)
fue su interés, que años después volvería a visitarla
para dedicar varios días a copiar los motivos que la
adornan.
En Italia conoció a la que sería su esposa, Jetta
Umiker, con la que se casó en 1924, y que fue la
madre de sus tres hijos. Durante 11 años vivieron en
Roma, pero la situación política del país les obligó a
huir de Italia en 1935 y establecerse en Suiza, donde
vivieron tan sólo dos años.
El recuerdo de los paisajes italianos hizo que
Escher no fuera feliz en Suiza, de modo que volvieron
a cambiar de país, en esta ocasión a Bélgica. Pero en
1941, la Segunda Guerra Mundial les forzó a trasla-
darse a Holanda, que sería su hogar definitivo.
A finales de los años 50, Escher era ya un afama-
do artista, premiado en numerosas ocasiones y recla-
mado habitualmente para dar conferencias.
Precisamente, fue durante unas conferencias en
Estados Unidos cuando Escher cayó enfermo en
1964. A partir de aquí redujo su actividad artística,
hasta su muerte, en marzo de 1972.
à
La obra de Escher
M. C. Escher es conocido por todo el mundo
como el artista de lo imposible, debido a que algunas
de sus obras representan construcciones tridimensio-
nales imposibles de realizar físicamente.
Sin embargo, estos dibujos no son más que una
mínima parte de la extensa obra del artista holandés,
que se caracterizó por la minuciosidad con que dibu-
jaba los más mínimos detalles y por su manera única
de fusionar arte y matemáticas.
Genio indiscutible de la pintura, Escher dominó
las técnicas de la xilografía (impresión mediante plan-
chas de madera), la litografía (mediante planchas de
piedra) y el grabado a media tinta.
Su obra se puede dividir según los períodos por
los que atravesó su vida y los países en los que vivió,
ya que éstos influyeron de manera decisiva en su
estado de ánimo y en su creatividad.
Primera etapa holandesa: hasta 1922
En esta primera época, Escher vivió en Holanda y
su obra consiste fundamentalmente en retratos de
hombres y mujeres, entre los que se incluyen algunos
autorretratos, y dibujos de naturaleza: animales, plan-
tas y algunos paisajes.
En 1922, Escher realizó su primera obra relacio-
nada con la división del plano, “Ocho cabezas”, en la
que, a partir de 8 rostros diferentes encajados entre sí,
construyó una tesela que se repite periódicamente
cubriendo todo el plano.
Etapa italiana: de 1922 a 1935
Durante este período, Escher se sintió tan maravi-
llado por los paisajes italianos que, durante los 13
años que vivió allí,
éstos fueron los prota-
gonistas casi únicos de
su obra, salpicada por
algún que otro retrato.
Tanto es así que aban-
donó por completo su
interés por la división
del plano, que no vol-
vería a retomar hasta
que abandonó el país.
Los paisajes italia-
nos dibujados por
Escher destacan por el
extremo detallismo y el
magistral uso de las
luces y las sombras.
ACTA
ACTA
Escher y el arte imposible
62
Conejos (1920)
La obra Ocho cabezas (1922) y la tesela básica utilizada
Tropea, Calabria (1931)
Al final de esta etapa, Escher comenzó a jugar con
otro concepto que sería muy importante en su obra
posterior: los reflejos. Así, en 1935 realizó una de sus
más célebres litografías: “Mano con esfera de espejo”,
en la que, con una precisión milimétrica, se retrata a
sí mismo reflejado en una bola que sostiene con su
mano izquierda.
Mano con esfera de espejo (1935)
Suiza y Bélgica: de 1935 a 1941
Tras huir de Italia, Escher se sentía tan infeliz por
no disfrutar de sus paisajes que abandonó el dibujo
de naturaleza y se centró en el concepto de la división
del plano, estudiándolo tanto desde el punto de vista
artístico como matemático.
Desarrollo II (1939)
Segunda etapa holandesa:
de 1941 a 1955
Escher era ya un artista maduro y combinaba
todos los elementos desarrollados hasta el momento,
en obras mucho más complejas y ricas.
Trasladó los conceptos de división del plano y
metamorfosis al mundo tridimensional, como en sus
famosos “Reptiles” y “Espejo mágico”.
Reptiles (1943)
Escher y el
arte imposible
63
Día y noche (1938)
San Michele, Roma (1932)
Y comenzó a desarrollar un gran interés por el
mundo de lo infinito y las geometrías imposibles,
como en su obra “Relatividad”, comentada más
ampliamente al final del artículo.
Algunas obras importantes de esta época, no
basadas en la geometría, son “Tres esferas II”, “Ojo”
o “Manos dibujando”.
Manos dibujando (1948)
Última etapa: de 1955 a 1972
En esta época, Escher era ya un artista reconoci-
do mundialmente, y su trabajo se centró, casi exclusi-
vamente, en la división del plano y los límites.
En 1956, gracias a unas conversaciones con el
matemático Coxeter, Escher se interesó por el con-
cepto de división hiperbólica y realizó una serie de
obras tituladas “Límite circular”.
Límite circular (1958)
También de esta época son las cuatro obras que,
junto a “Relatividad”, le han dado su fama de artista
de lo imposible, y que analizaremos más en profundi-
dad en este artículo: “Cóncavo y convexo” (1955),
“Belvedere” (1958), “Subiendo y bajando” (1960) y
“La cascada” (1961).
Otros trabajos importantes de esta última etapa
son “Cinta de Moebius II” y “Serpientes”, su última
obra, realizada sólo tres años antes de morir.
ACTA
ACTA
Escher y el arte imposible
64
Espejo mágico (1946)
Tres esferas II (1946)
Ojo (1946)
Cinta de Moebius II (1963)
Serpientes (1969)
à
La división del plano
La división del plano fue una de las obsesiones de
Escher a lo largo de toda su vida. Desde su primera
obra, “Ocho cabezas”, y sobre todo después de visi-
tar la Alhambra de Granada, gran parte de sus cua-
dros consisten en teselas, geométricas o no, que uni-
das cubren todo el plano a modo de mosaico.
Para conseguirlo, el artista partía de las figuras
básicas que cumplen esta condición: el triángulo
equilátero, el cuadrado y el hexágono.
División regular del plano con triángulos
equiláteros, cuadrados y hexágonos
A partir de ellas, las modificaba creando otros
patrones que, igualmente, llenaban por completo el
plano.
Escher y el
arte imposible
65
Algunos ejemplos de otras divisiones del plano de Escher
Transformación de las 3 teselas básicas
Sin embargo, Escher no se detuvo ahí, llegando a
crear obras en las que cada tesela es diferente a las
demás, como en “Relleno del plano II”, en la que uti-
lizó humanos, animales y una guitarra.
Aparte de los mosaicos básicos que hemos visto,
Escher desarrolló dos formas especiales de dividir el
plano: las metamorfosis y los ciclos.
Las primeras son particiones del plano en las que
las teselas tienen una forma en un extremo de la obra
y, poco a poco, se van transformado para convertirse
en otras totalmente diferentes en el otro extremo,
siempre sin dejar de cubrir totalmente el plano.
Los ciclos no son sino metamorfosis en los que el
final del proceso coincide con el inicio, cerrándose de
modo cíclico. Quizá el más famoso ciclo de Escher sea
su obra “Reptiles”.
Ya iniciado en el mundo de la división del plano,
Escher leyó un artículo de George Pólya sobre crista-
lografía y, aunque no entendió los fundamentos
matemáticos, sí comprendió los 17 grupos de simetría
del plano allí expuestos. Comenzó a experimentar
con ellos y a realizar grabados utilizando cada uno de
dichos grupos.
Estos grupos de simetría se refieren a las 17 for-
mas que existen de llenar un plano a partir de un
motivo, o tesela, trasladándolo o rotándolo según
varios ejes, y que Escher estudió y dominó en su
obra. En la siguiente figura se muestra un cuadro en
el que el patrón (un pez) sufre rotaciones de 60 gra-
dos para llenar el plano.
A finales de los 50, Escher leyó otro artículo, en
este caso del matemático Harold Coxeter, en el que,
a pesar de seguir sin comprender los fundamentos
matemáticos, descubrió y se interesó por la división
hiperbólica del plano y la manera de representar el
infinito en dos dimensiones. Este interés le llevó a rea-
lizar su célebre serie de límites circulares.
Límite circular III (1959)
Tras la muerte de Escher, Coxeter, del que llegó a
hacerse gran amigo, calificaría su obra “Límite circu-
lar III” como la perfección matemática.
A continuación, trataremos más en profundidad
las cinco obras más importantes que Escher realizó
basándose en geometrías imposibles, analizando los
efectos visuales logrados por el artista y tratando de
descifrar cómo los logró.
ACTA
ACTA
Escher y el arte imposible
66
Relleno del plano II (1957)
Simetrías de una tesela en una obra de Escher
Un fragmento de Metamorfosis II (1940)
à
“Cóncavo y convexo”
Esta litografía de 1955 representa una construc-
ción, recorrida por diversas escaleras, que, aunque a
primera vista da la sensación de ser completamente
normal, encierra numerosos elementos contradicto-
rios con la perspectiva, que hacen de éste un cuadro
complejo de analizar.
La curiosidad principal de este cuadro radica en
que casi todos los elementos que lo componen
poseen una ambigüedad geométrica.
Éste es el caso de las columnas. Una columna
como las representadas aquí por Escher es, si la saca-
mos de su contexto, un elemento que puede interpre-
tarse como cóncavo o como convexo, dependiendo
únicamente del criterio del observador.
¿Cómo ve usted la siguiente columna? ¿Cóncava
o convexa?
Columna fuera de contexto
Cada cual la verá de un modo, y es necesario un
sistema de referencia, un contexto, para definirla uní-
vocamente como cóncava o como convexa. Así, en la
siguiente figura tenemos la misma columna anterior
en dos contextos diferentes: en el de la izquierda es
claramente una columna cóncava (hacia dentro) –y
por tanto no es propiamente una columna– mientras
que en el de la derecha es convexa (hacia fuera).
Sin embargo, en esta obra no existen elementos
de referencia para diferenciar si una columna es cón-
cava o convexa, ya que dichos elementos, que debe-
rían servir de contexto, son también ambiguos, como
los muros, que pueden estar orientados al este o al
oeste, o las escaleras, que pueden subir o bajar. Así,
el cuadro completo se convierte en un enorme obje-
to ambiguo, y cada observador lo verá de una mane-
ra diferente. Aquél que, por ejemplo, vea la columna
central cóncava (hacia adentro), verá que frente a
ella, en el suelo, hay un hueco con forma de concha.
Sin embargo, para quien vea la columna convexa,
dicha concha no será un hueco en el suelo, sino un
saliente en el techo. Y así con todos y cada uno de los
objetos que pueblan esta obra.
Para comprender mejor este efecto, basta con
darle la vuelta al cuadro y observar que todos los ele-
mentos cambian radicalmente de perspectiva: lo cón-
cavo se vuelve convexo, los techos se convierten en
suelos y las escaleras dejan de ser escaleras.
Cóncavo y convexo del revés
Escher y el
arte imposible
67
La misma columna en dos contextos diferentes
Cóncavo y convexo (1955)
Pero para lograr este efecto, Escher tuvo que recu-
rrir a incluir objetos incoherentes con la perspectiva.
Un ejemplo: en las paredes que hay junto a la colum-
na central encontramos dos ventanas; en una descan-
sa una maceta y por la otra se asoma un trompetista.
Una de las dos es ‘incorrecta’. ¿Cuál? Depende del
observador. Para quien vea la columna convexa
(hacia fuera) la ventana errónea es la de la maceta,
ya que está orientada al oeste en una pared orienta-
da al este. Sin embargo, para quien vea la columna
cóncava, esta ventana es totalmente correcta, mien-
tras que la del trompetista será una ventana que mira
al oeste en una pared orientada al este.
Para ver mejor este efecto, volvemos a darle la
vuelta al cuadro. Si usted es de los que ve la columna
cóncava, en la imagen de la izquierda verá que la
ventana del trompetista está mal, según la perspecti-
va, y en la imagen de la derecha verá incorrecta la de
la maceta. Si usted ve la columna convexa, le ocurri-
rá totalmente lo contrario.
Las ventanas al derecho y al revés
Es imposible que ambas ventanas sean correctas
al mismo tiempo para todos los observadores. Si
ambas estuvieran correctamente dibujadas para
unos, ambas serían erróneas para otros. Este es el
caso de las dos puertas que hay en la parte inferior
izquierda del cuadro: si a usted le parecen perfecta-
mente normales, dele la vuelta al cuadro y las verá
incorrectas. Si, por el contrario, las ve erróneas, al
darle la vuelta le parecerán normales.
Pruebe a analizar el resto de ventanas y otros ele-
mentos del cuadro.
à
“La cascada”
“La cascada”, una de las obras más célebres de
Escher, es una litografía de 1961 que representa un
pequeño molino de agua frente a un paisaje de huer-
tas en terrazas.
Se trata de un dibujo paradójico, ya que si segui-
mos la trayectoria del agua, observamos que sigue un
circuito imposible: discurre por un acueducto, aparen-
temente horizontal, hasta llegar al final, desde donde
cae en forma de cascada hasta un punto que coinci-
de con el inicio del mismo acueducto.
La cascada (1961)
Si dividimos el cuadro en dos mitades según un
corte vertical, observamos que la parte izquierda
podría representar una cascada normal y corriente, sin
ninguna imposibilidad geométrica. Del mismo modo,
la parte derecha representa dos acueductos, uno por
encima del otro, perfectamente posibles. Sin embargo,
la unión de ambas partes produce un efecto óptico
que no se puede representar en el mundo real.
La cascada dividida en dos
Escher logró este maravilloso efecto gracias al uso
de un elemento conocido como ‘triángulo de Penrose’.
ACTA
ACTA
Escher y el arte imposible
68
El triángulo de Penrose
También llamado “tribar”, se trata de una figura geo-
métrica bidimensional que representa un triángulo cuya
construcción es imposible en el mundo tridimensional.
El tribar fue concebido, independientemente, por
dos grandes creadores: el artista Oscar Reutersvärd
en 1934, y el matemático Roger Penrose, que fue
quien lo popularizó y le dio nombre en los años 50.
El triángulo de Penrose
Su diseño se basa en la combinación de tres seg-
mentos sólidos cuya unión sólo es posible dos a dos,
pero que contravienen las leyes de la geometría cuan-
do se unen los tres.
Pese a que la realización de un tribar es imposible
en el mundo real, existen construcciones que, obser-
vadas desde una perspectiva concreta, aparentan ser
un modelo de esta figura. Una manera de lograr este
efecto es curvando uno de los segmentos del triángu-
lo de modo que sea capaz de soldarse a los extremos
de los otros dos pero de manera que, desde un cier-
to punto de vista, parezca ser totalmente recto.
Otro modo de crear un triángulo de Penrose es
construir una figura formada por tres segmentos que
no se cierren, y que, por tanto, no formen un triángu-
lo, pero colocados de modo que, desde cierta pers-
pectiva, nuestra vista haga coincidir los extremos no
unidos, dando apariencia de triángulo cerrado.
El triángulo de Penrose en “La cascada”
Como ya hemos dicho, el efecto óptico consegui-
do por Escher en esta obra se basa en la utilización
del triángulo de Penrose como elemento de construc-
ción para el edificio que sustenta la cascada. En con-
creto, se trata de tres tribares, unidos entre sí gracias a
que comparten segmentos comunes.
Los tres segmentos que forman el primer triángu-
lo de Penrose son los dos primeros tramos del acue-
ducto y las columnas situadas junto al molino.
El primer triángulo de Penrose en La cascada
El segundo triángulo está formado por el segundo
y tercer tramo del acueducto y las columnas que unen
dichos tramos.
Escher y el
arte imposible
69
Construcción de un triángulo de Penrose con segmentos
no cerrados. A la derecha, visto desde la perspectiva adecuada
Construcción de un triángulo de Penrose con segmento
curvo. A la derecha, visto desde la perspectiva adecuada
Los segmentos del triángulo de Penrose dos a dos
El segundo triángulo de Penrose
en La cascada
Y el último lo comprenden los dos últimos tramos
del acueducto y las columnas que los unen.
El tercer triángulo de Penrose
en La cascada
à
“Subiendo y bajando”
Esta litografía de 1960 es, sin duda alguna, la
obra más famosa y reproducida del artista holan-
dés, y una de las paradojas visuales más curiosas.
En ella se representa un edificio coronado por una
escalera sin fin. Es decir, que si seguimos la escale-
ra en uno de los sentidos, cada escalón está siem-
pre a un nivel superior que el anterior, de forma
cíclica. De este modo, dicha escalera siempre sube,
y si la recorremos en el sentido contrario, obvia-
mente, siempre baja.
Para recalcar más este efecto, Escher dibujó dos
hileras de monjes, una ascendiendo perpetuamente y
la otra descendiendo.
En este caso se trata de un efecto meramente
visual. Para explicarlo del modo más sencillo posible,
no analizaremos los escalones, sino los niveles de
altura de la torre. Es sencillo comprobar en el cuadro
que el edificio asciende (o desciende) un nivel por
cada tres escalones recorridos.
Subiendo y bajando (1960)
Cada tres escalones, un nivel
A primera vista, parece que nos encontramos con
una torre de planta cuadrada, pero si observamos el
dibujo con detenimiento vemos que el número de
niveles que asciende en cada uno de sus lados es dife-
rente: cuatro niveles en el lado suroeste (el más cerca-
no a nosotros), seis niveles en el lado sureste, seis en el
lado noreste y sólo tres en el noroeste. Es decir, que si
presuponemos que todos los escalones son de igual
tamaño y que los lados de la torre son perpendiculares
unos a otros, nos encontramos con una torre cuya
planta es cuadrada, sí, pero no cerrada
La planta real de la torre
ACTA
ACTA
Escher y el arte imposible
70
Y precisamente, gracias a esto, Escher consigue el
efecto de escalera sin fin. Lo que estamos viendo real-
mente es una escalera no cerrada, con un principio y
un fin a alturas totalmente diferentes, pero vista desde
una perspectiva concreta según la cual, para nuestros
ojos, el primer escalón coincide con el último, dándo-
nos la sensación de que el principio y el fin se encuen-
tran a la misma altura, a pesar de haber recorrido
varios escalones.
La siguiente figura es una representación de la
escalera vista desde la misma perspectiva que en el
cuadro de Escher. Aquí creemos ver que el principio
(A) es anexo al final (B) y que se encuentra más bajo
que éste.
Sin embargo, basta con cambiar levemente el
punto de observación de la figura para darnos cuen-
ta de que se trata simplemente de un efecto visual y
que realmente el punto B se encuentra 15 niveles más
bajo que el punto A.
El artista potencia este efecto jugando con el
tamaño de los monjes, que modifica a su antojo para
simular que se encuentran a alturas similares. Así, el
monje 1 de la siguiente figura está realmente en el
punto A de la imagen anterior, es decir, mucho más
alto que el monje 2, que se encuentra en el punto B,
y, por tanto, debería verse mucho más grande.
El monje 1 se encuentra mucho
más alto que el monje 2
à
“Relatividad”
Esta obra de 1953 es una de las primeras incursio-
nes de Escher en el mundo de las geometrías tridi-
mensionales imposibles.
Relatividad (1953)
La paradoja de esta obra no radica, como las
explicadas anteriormente, en representar una estruc-
tura imposible de crear en el mundo real. Al contra-
rio: aquí Escher dibuja una construcción, formada
por tres escaleras, que, por sí misma, es totalmente
factible en un mundo tridimensional.
La ‘imposibilidad’ de la obra se basa en que el
artista aplica a su mundo no una, sino tres fuerzas de
gravedad diferentes, actuando al mismo tiempo a lo
Escher y el
arte imposible
71
La escalera desde la perspectiva adecuada
La escalera desde otra perspectiva
largo de los tres ejes cartesianos. Así, a cada uno de
los personajes que habitan el cuadro le afecta una de
las tres gravedades, lo que provoca una extraña sen-
sación de irrealidad.
En las siguientes figuras se representan las direc-
ciones de las tres fuerzas de gravedad existentes en el
cuadro, así como los personajes a los que afecta cada
una de ellas.
Las 3 fuerzas de gravedad en Relatividad
à
“Belvedere”
Belvedere es una litografía impresa en mayo de
1958 que representa un edificio de tres plantas, apa-
rentemente normal.
Belvedere (1958)
Sin embargo, al analizar la obra vemos que exis-
ten elementos incongruentes. Por ejemplo, la escalera
de mano, por la que ascienden dos personas, tiene su
base apoyada en el suelo interior del segundo piso y,
sin embargo, apoya su parte superior en el exterior
del tercero, cosa imposible en una construcción real.
Este efecto se produce porque se trata, una vez más
en la obra de Escher, de un edificio imposible. El efec-
to se puede ver con más claridad en la siguiente figu-
ra, sobre la que se ha marcado una hipotética orien-
tación del edificio.
Orientación del Belvedere
ACTA
ACTA
Escher y el arte imposible
72
Según esto, el piso primero (el que tiene puerta y
ventanas) y el segundo (el inmediatamente superior)
tendrían una orientación Norte-Sur, mientras que el
tercero –y último– tendría una orientación Este-
Oeste. Es decir, el edificio visto desde arriba tendría la
siguiente forma.
Si dividimos el cuadro en dos partes, dejando por
un lado el piso 3º y, por otro lado, los dos inferiores,
tenemos que ambas partes son totalmente coherentes
y factibles en el mundo real.
Lo que hizo Escher para crear esta irrealidad es
enlazar estas dos mitades de la obra, uniendo las par-
tes superiores de las columnas con las partes inferio-
res que no les corresponden. Si quisiéramos ver un
Belvedere posible arquitectónicamente, sólo tendría-
mos que seguir estos tres sencillos pasos que cual-
quiera puede realizar con un programa de retoque
fotográfico: dividir el cuadro en dos mitades según un
corte horizontal, invertir horizontalmente la parte
superior y volver a unirla a la parte inferior. Así, a
excepción de las sombras, que quedan invertidas, o la
escalera de mano, que queda partida en dos, pode-
mos comprobar cómo la estructura del edificio es
totalmente correcta: las columnas están unidas con
sus partes correspondientes y los tres pisos del edifi-
cio tienen la misma orientación.
El Belvedere, tal y como debería ser
El cubo imposible
Pero la obra “Belvedere” no es sólo un edificio
imposible. Si nos fijamos en la parte inferior del cua-
dro, nos encontramos con un personaje sentado en
un banco que sostiene entre sus manos otra estructu-
ra imposible: un cubo.
El cubo imposible del Belvedere
Del mismo modo que el propio Belvedere está
construido a partir de un edificio correcto, invirtiendo
su parte superior, este cubo imposible también se
construye partiendo de un cubo tridimensional per-
fecto.
Escher y el
arte imposible
73
El Belvedere dividido en dos
El Belvedere visto desde arriba
A partir de un cubo (1), nos quedamos con la
parte superior (2), duplicamos dicha parte y la gira-
mos 180º (3), la unimos por las aristas a la parte
superior sin girar (4) y, por último, modificamos las
sombras que han quedado invertidas (5), obteniendo
un cubo idéntico al representado por Escher en su
cuadro.
Esta idea del cubo imposible se basa en una figu-
ra geométrica denominada “cubo de Necker”.
El cubo de Necker
Se trata de una figura publicada en 1832 por
Louis Necker, al que debe su nombre, y que consiste
en un cubo en perspectiva isométrica
en el que las aristas están representadas
por líneas (sin volumen), y que se
caracteriza porque, en las interseccio-
nes de las líneas, no se define en qué
plano se encuentra cada una, es decir
cuál está delante y cuál detrás.
Esta característica convierte al cubo
de Necker en una figura ambigua que,
según el observador, puede interpretarse
como un cubo en una dirección o en otra, al igual que
vimos que ocurría con las columnas de “Cóncavo y
convexo”.
Sin embargo, al existir dos intersecciones en el
cubo, el número de interpretaciones posibles es real-
mente cuatro. Lo que ocurre es que el cerebro huma-
no tiende a desechar las otras dos posibilidades por
tratarse de figuras incoherentes en el espacio. Y una
de estas interpretaciones es, precisamente, la que
aprovechó Escher para construir su cubo imposible.
De hecho, en el propio cuadro se puede ver cómo,
ante los pies de la figura que sostiene el cubo, se
encuentra un papel en el que se representa el cubo de
Necker con las dos intersecciones remarcadas.
El cubo de Necker en el Belvedere
Y para terminar, sólo destacar una “curiosa” coin-
cidencia entre la dama que aparece en este cuadro y
uno de los personajes que pueblan el infierno de “El
jardín de las delicias” de El Bosco, del que Escher era
gran admirador.
ACTA
ACTA
Escher y el arte imposible
74
Construyendo un cubo imposible como el de Escher
Las dos posibles interpretaciones
del cubo de Necker
Las otras dos posibles interpretaciones del cubo de Necker
La dama de El Bosco y la de Escher.
¿Coincidencia?
El cubo de Necker

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  • 1. Escher y el arte imposible M. C. Escher es conocido por la mayoría como el artista de lo imposible. Cuando hablamos de Escher nos vienen a la mente imágenes de escaleras que suben interminablemente o de edificios irreales. Pero este artista holandés fue mucho más que eso: fue un magnífico dibujante, un maestro de la litografía y un genio que unió las matemáticas con el arte. En este artículo intentaremos acercar- nos un poco a su vida, su obra y, cómo no, a sus célebres cuadros imposibles. Fernando Acevedo AUTORES CIENTÍFICO-TÉCNICOS Y ACADÉMICOS 61 à Breve biografía de Escher Maurits Cornelis Escher (M. C. Escher) nació en Holanda en junio de 1898. Fue el menor de cinco hermanos y nunca destacó como un gran estudiante, ni siquiera en las asignaturas de matemáticas (aritméti- ca, álgebra ) por las que, años más tarde, mostraría un gran interés. Su padre, ingeniero civil, deseaba que su hijo siguiera sus pasos y estudiara arquitectura, pero las malas notas de Maurits impidieron que llegara siquiera a graduarse. En 1920, se mudó a Haarlem, donde, por presión familiar, comen- zó sus estudios de arquitectura. Sin embargo, los abandonó al conocer a Samuel Jessurun de Mesquita, profesor de artes gráficas, que descu- brió en Escher un gran potencial y le enseñó la técnica de la xilografía (grabado en madera) en la que Escher destacaría. Dos años después, Escher comenzó a viajar por Europa, principalmente a Italia, donde se dedicó a dibujar paisajes, y a España, donde quedó maravillado por los diseños geométricos de la Alhambra de Granada, que potenciaron su ya innata atracción por la división del plano. Tal Autorretrato (1929)
  • 2. fue su interés, que años después volvería a visitarla para dedicar varios días a copiar los motivos que la adornan. En Italia conoció a la que sería su esposa, Jetta Umiker, con la que se casó en 1924, y que fue la madre de sus tres hijos. Durante 11 años vivieron en Roma, pero la situación política del país les obligó a huir de Italia en 1935 y establecerse en Suiza, donde vivieron tan sólo dos años. El recuerdo de los paisajes italianos hizo que Escher no fuera feliz en Suiza, de modo que volvieron a cambiar de país, en esta ocasión a Bélgica. Pero en 1941, la Segunda Guerra Mundial les forzó a trasla- darse a Holanda, que sería su hogar definitivo. A finales de los años 50, Escher era ya un afama- do artista, premiado en numerosas ocasiones y recla- mado habitualmente para dar conferencias. Precisamente, fue durante unas conferencias en Estados Unidos cuando Escher cayó enfermo en 1964. A partir de aquí redujo su actividad artística, hasta su muerte, en marzo de 1972. à La obra de Escher M. C. Escher es conocido por todo el mundo como el artista de lo imposible, debido a que algunas de sus obras representan construcciones tridimensio- nales imposibles de realizar físicamente. Sin embargo, estos dibujos no son más que una mínima parte de la extensa obra del artista holandés, que se caracterizó por la minuciosidad con que dibu- jaba los más mínimos detalles y por su manera única de fusionar arte y matemáticas. Genio indiscutible de la pintura, Escher dominó las técnicas de la xilografía (impresión mediante plan- chas de madera), la litografía (mediante planchas de piedra) y el grabado a media tinta. Su obra se puede dividir según los períodos por los que atravesó su vida y los países en los que vivió, ya que éstos influyeron de manera decisiva en su estado de ánimo y en su creatividad. Primera etapa holandesa: hasta 1922 En esta primera época, Escher vivió en Holanda y su obra consiste fundamentalmente en retratos de hombres y mujeres, entre los que se incluyen algunos autorretratos, y dibujos de naturaleza: animales, plan- tas y algunos paisajes. En 1922, Escher realizó su primera obra relacio- nada con la división del plano, “Ocho cabezas”, en la que, a partir de 8 rostros diferentes encajados entre sí, construyó una tesela que se repite periódicamente cubriendo todo el plano. Etapa italiana: de 1922 a 1935 Durante este período, Escher se sintió tan maravi- llado por los paisajes italianos que, durante los 13 años que vivió allí, éstos fueron los prota- gonistas casi únicos de su obra, salpicada por algún que otro retrato. Tanto es así que aban- donó por completo su interés por la división del plano, que no vol- vería a retomar hasta que abandonó el país. Los paisajes italia- nos dibujados por Escher destacan por el extremo detallismo y el magistral uso de las luces y las sombras. ACTA ACTA Escher y el arte imposible 62 Conejos (1920) La obra Ocho cabezas (1922) y la tesela básica utilizada Tropea, Calabria (1931)
  • 3. Al final de esta etapa, Escher comenzó a jugar con otro concepto que sería muy importante en su obra posterior: los reflejos. Así, en 1935 realizó una de sus más célebres litografías: “Mano con esfera de espejo”, en la que, con una precisión milimétrica, se retrata a sí mismo reflejado en una bola que sostiene con su mano izquierda. Mano con esfera de espejo (1935) Suiza y Bélgica: de 1935 a 1941 Tras huir de Italia, Escher se sentía tan infeliz por no disfrutar de sus paisajes que abandonó el dibujo de naturaleza y se centró en el concepto de la división del plano, estudiándolo tanto desde el punto de vista artístico como matemático. Desarrollo II (1939) Segunda etapa holandesa: de 1941 a 1955 Escher era ya un artista maduro y combinaba todos los elementos desarrollados hasta el momento, en obras mucho más complejas y ricas. Trasladó los conceptos de división del plano y metamorfosis al mundo tridimensional, como en sus famosos “Reptiles” y “Espejo mágico”. Reptiles (1943) Escher y el arte imposible 63 Día y noche (1938) San Michele, Roma (1932)
  • 4. Y comenzó a desarrollar un gran interés por el mundo de lo infinito y las geometrías imposibles, como en su obra “Relatividad”, comentada más ampliamente al final del artículo. Algunas obras importantes de esta época, no basadas en la geometría, son “Tres esferas II”, “Ojo” o “Manos dibujando”. Manos dibujando (1948) Última etapa: de 1955 a 1972 En esta época, Escher era ya un artista reconoci- do mundialmente, y su trabajo se centró, casi exclusi- vamente, en la división del plano y los límites. En 1956, gracias a unas conversaciones con el matemático Coxeter, Escher se interesó por el con- cepto de división hiperbólica y realizó una serie de obras tituladas “Límite circular”. Límite circular (1958) También de esta época son las cuatro obras que, junto a “Relatividad”, le han dado su fama de artista de lo imposible, y que analizaremos más en profundi- dad en este artículo: “Cóncavo y convexo” (1955), “Belvedere” (1958), “Subiendo y bajando” (1960) y “La cascada” (1961). Otros trabajos importantes de esta última etapa son “Cinta de Moebius II” y “Serpientes”, su última obra, realizada sólo tres años antes de morir. ACTA ACTA Escher y el arte imposible 64 Espejo mágico (1946) Tres esferas II (1946) Ojo (1946)
  • 5. Cinta de Moebius II (1963) Serpientes (1969) à La división del plano La división del plano fue una de las obsesiones de Escher a lo largo de toda su vida. Desde su primera obra, “Ocho cabezas”, y sobre todo después de visi- tar la Alhambra de Granada, gran parte de sus cua- dros consisten en teselas, geométricas o no, que uni- das cubren todo el plano a modo de mosaico. Para conseguirlo, el artista partía de las figuras básicas que cumplen esta condición: el triángulo equilátero, el cuadrado y el hexágono. División regular del plano con triángulos equiláteros, cuadrados y hexágonos A partir de ellas, las modificaba creando otros patrones que, igualmente, llenaban por completo el plano. Escher y el arte imposible 65 Algunos ejemplos de otras divisiones del plano de Escher Transformación de las 3 teselas básicas
  • 6. Sin embargo, Escher no se detuvo ahí, llegando a crear obras en las que cada tesela es diferente a las demás, como en “Relleno del plano II”, en la que uti- lizó humanos, animales y una guitarra. Aparte de los mosaicos básicos que hemos visto, Escher desarrolló dos formas especiales de dividir el plano: las metamorfosis y los ciclos. Las primeras son particiones del plano en las que las teselas tienen una forma en un extremo de la obra y, poco a poco, se van transformado para convertirse en otras totalmente diferentes en el otro extremo, siempre sin dejar de cubrir totalmente el plano. Los ciclos no son sino metamorfosis en los que el final del proceso coincide con el inicio, cerrándose de modo cíclico. Quizá el más famoso ciclo de Escher sea su obra “Reptiles”. Ya iniciado en el mundo de la división del plano, Escher leyó un artículo de George Pólya sobre crista- lografía y, aunque no entendió los fundamentos matemáticos, sí comprendió los 17 grupos de simetría del plano allí expuestos. Comenzó a experimentar con ellos y a realizar grabados utilizando cada uno de dichos grupos. Estos grupos de simetría se refieren a las 17 for- mas que existen de llenar un plano a partir de un motivo, o tesela, trasladándolo o rotándolo según varios ejes, y que Escher estudió y dominó en su obra. En la siguiente figura se muestra un cuadro en el que el patrón (un pez) sufre rotaciones de 60 gra- dos para llenar el plano. A finales de los 50, Escher leyó otro artículo, en este caso del matemático Harold Coxeter, en el que, a pesar de seguir sin comprender los fundamentos matemáticos, descubrió y se interesó por la división hiperbólica del plano y la manera de representar el infinito en dos dimensiones. Este interés le llevó a rea- lizar su célebre serie de límites circulares. Límite circular III (1959) Tras la muerte de Escher, Coxeter, del que llegó a hacerse gran amigo, calificaría su obra “Límite circu- lar III” como la perfección matemática. A continuación, trataremos más en profundidad las cinco obras más importantes que Escher realizó basándose en geometrías imposibles, analizando los efectos visuales logrados por el artista y tratando de descifrar cómo los logró. ACTA ACTA Escher y el arte imposible 66 Relleno del plano II (1957) Simetrías de una tesela en una obra de Escher Un fragmento de Metamorfosis II (1940)
  • 7. à “Cóncavo y convexo” Esta litografía de 1955 representa una construc- ción, recorrida por diversas escaleras, que, aunque a primera vista da la sensación de ser completamente normal, encierra numerosos elementos contradicto- rios con la perspectiva, que hacen de éste un cuadro complejo de analizar. La curiosidad principal de este cuadro radica en que casi todos los elementos que lo componen poseen una ambigüedad geométrica. Éste es el caso de las columnas. Una columna como las representadas aquí por Escher es, si la saca- mos de su contexto, un elemento que puede interpre- tarse como cóncavo o como convexo, dependiendo únicamente del criterio del observador. ¿Cómo ve usted la siguiente columna? ¿Cóncava o convexa? Columna fuera de contexto Cada cual la verá de un modo, y es necesario un sistema de referencia, un contexto, para definirla uní- vocamente como cóncava o como convexa. Así, en la siguiente figura tenemos la misma columna anterior en dos contextos diferentes: en el de la izquierda es claramente una columna cóncava (hacia dentro) –y por tanto no es propiamente una columna– mientras que en el de la derecha es convexa (hacia fuera). Sin embargo, en esta obra no existen elementos de referencia para diferenciar si una columna es cón- cava o convexa, ya que dichos elementos, que debe- rían servir de contexto, son también ambiguos, como los muros, que pueden estar orientados al este o al oeste, o las escaleras, que pueden subir o bajar. Así, el cuadro completo se convierte en un enorme obje- to ambiguo, y cada observador lo verá de una mane- ra diferente. Aquél que, por ejemplo, vea la columna central cóncava (hacia adentro), verá que frente a ella, en el suelo, hay un hueco con forma de concha. Sin embargo, para quien vea la columna convexa, dicha concha no será un hueco en el suelo, sino un saliente en el techo. Y así con todos y cada uno de los objetos que pueblan esta obra. Para comprender mejor este efecto, basta con darle la vuelta al cuadro y observar que todos los ele- mentos cambian radicalmente de perspectiva: lo cón- cavo se vuelve convexo, los techos se convierten en suelos y las escaleras dejan de ser escaleras. Cóncavo y convexo del revés Escher y el arte imposible 67 La misma columna en dos contextos diferentes Cóncavo y convexo (1955)
  • 8. Pero para lograr este efecto, Escher tuvo que recu- rrir a incluir objetos incoherentes con la perspectiva. Un ejemplo: en las paredes que hay junto a la colum- na central encontramos dos ventanas; en una descan- sa una maceta y por la otra se asoma un trompetista. Una de las dos es ‘incorrecta’. ¿Cuál? Depende del observador. Para quien vea la columna convexa (hacia fuera) la ventana errónea es la de la maceta, ya que está orientada al oeste en una pared orienta- da al este. Sin embargo, para quien vea la columna cóncava, esta ventana es totalmente correcta, mien- tras que la del trompetista será una ventana que mira al oeste en una pared orientada al este. Para ver mejor este efecto, volvemos a darle la vuelta al cuadro. Si usted es de los que ve la columna cóncava, en la imagen de la izquierda verá que la ventana del trompetista está mal, según la perspecti- va, y en la imagen de la derecha verá incorrecta la de la maceta. Si usted ve la columna convexa, le ocurri- rá totalmente lo contrario. Las ventanas al derecho y al revés Es imposible que ambas ventanas sean correctas al mismo tiempo para todos los observadores. Si ambas estuvieran correctamente dibujadas para unos, ambas serían erróneas para otros. Este es el caso de las dos puertas que hay en la parte inferior izquierda del cuadro: si a usted le parecen perfecta- mente normales, dele la vuelta al cuadro y las verá incorrectas. Si, por el contrario, las ve erróneas, al darle la vuelta le parecerán normales. Pruebe a analizar el resto de ventanas y otros ele- mentos del cuadro. à “La cascada” “La cascada”, una de las obras más célebres de Escher, es una litografía de 1961 que representa un pequeño molino de agua frente a un paisaje de huer- tas en terrazas. Se trata de un dibujo paradójico, ya que si segui- mos la trayectoria del agua, observamos que sigue un circuito imposible: discurre por un acueducto, aparen- temente horizontal, hasta llegar al final, desde donde cae en forma de cascada hasta un punto que coinci- de con el inicio del mismo acueducto. La cascada (1961) Si dividimos el cuadro en dos mitades según un corte vertical, observamos que la parte izquierda podría representar una cascada normal y corriente, sin ninguna imposibilidad geométrica. Del mismo modo, la parte derecha representa dos acueductos, uno por encima del otro, perfectamente posibles. Sin embargo, la unión de ambas partes produce un efecto óptico que no se puede representar en el mundo real. La cascada dividida en dos Escher logró este maravilloso efecto gracias al uso de un elemento conocido como ‘triángulo de Penrose’. ACTA ACTA Escher y el arte imposible 68
  • 9. El triángulo de Penrose También llamado “tribar”, se trata de una figura geo- métrica bidimensional que representa un triángulo cuya construcción es imposible en el mundo tridimensional. El tribar fue concebido, independientemente, por dos grandes creadores: el artista Oscar Reutersvärd en 1934, y el matemático Roger Penrose, que fue quien lo popularizó y le dio nombre en los años 50. El triángulo de Penrose Su diseño se basa en la combinación de tres seg- mentos sólidos cuya unión sólo es posible dos a dos, pero que contravienen las leyes de la geometría cuan- do se unen los tres. Pese a que la realización de un tribar es imposible en el mundo real, existen construcciones que, obser- vadas desde una perspectiva concreta, aparentan ser un modelo de esta figura. Una manera de lograr este efecto es curvando uno de los segmentos del triángu- lo de modo que sea capaz de soldarse a los extremos de los otros dos pero de manera que, desde un cier- to punto de vista, parezca ser totalmente recto. Otro modo de crear un triángulo de Penrose es construir una figura formada por tres segmentos que no se cierren, y que, por tanto, no formen un triángu- lo, pero colocados de modo que, desde cierta pers- pectiva, nuestra vista haga coincidir los extremos no unidos, dando apariencia de triángulo cerrado. El triángulo de Penrose en “La cascada” Como ya hemos dicho, el efecto óptico consegui- do por Escher en esta obra se basa en la utilización del triángulo de Penrose como elemento de construc- ción para el edificio que sustenta la cascada. En con- creto, se trata de tres tribares, unidos entre sí gracias a que comparten segmentos comunes. Los tres segmentos que forman el primer triángu- lo de Penrose son los dos primeros tramos del acue- ducto y las columnas situadas junto al molino. El primer triángulo de Penrose en La cascada El segundo triángulo está formado por el segundo y tercer tramo del acueducto y las columnas que unen dichos tramos. Escher y el arte imposible 69 Construcción de un triángulo de Penrose con segmentos no cerrados. A la derecha, visto desde la perspectiva adecuada Construcción de un triángulo de Penrose con segmento curvo. A la derecha, visto desde la perspectiva adecuada Los segmentos del triángulo de Penrose dos a dos
  • 10. El segundo triángulo de Penrose en La cascada Y el último lo comprenden los dos últimos tramos del acueducto y las columnas que los unen. El tercer triángulo de Penrose en La cascada à “Subiendo y bajando” Esta litografía de 1960 es, sin duda alguna, la obra más famosa y reproducida del artista holan- dés, y una de las paradojas visuales más curiosas. En ella se representa un edificio coronado por una escalera sin fin. Es decir, que si seguimos la escale- ra en uno de los sentidos, cada escalón está siem- pre a un nivel superior que el anterior, de forma cíclica. De este modo, dicha escalera siempre sube, y si la recorremos en el sentido contrario, obvia- mente, siempre baja. Para recalcar más este efecto, Escher dibujó dos hileras de monjes, una ascendiendo perpetuamente y la otra descendiendo. En este caso se trata de un efecto meramente visual. Para explicarlo del modo más sencillo posible, no analizaremos los escalones, sino los niveles de altura de la torre. Es sencillo comprobar en el cuadro que el edificio asciende (o desciende) un nivel por cada tres escalones recorridos. Subiendo y bajando (1960) Cada tres escalones, un nivel A primera vista, parece que nos encontramos con una torre de planta cuadrada, pero si observamos el dibujo con detenimiento vemos que el número de niveles que asciende en cada uno de sus lados es dife- rente: cuatro niveles en el lado suroeste (el más cerca- no a nosotros), seis niveles en el lado sureste, seis en el lado noreste y sólo tres en el noroeste. Es decir, que si presuponemos que todos los escalones son de igual tamaño y que los lados de la torre son perpendiculares unos a otros, nos encontramos con una torre cuya planta es cuadrada, sí, pero no cerrada La planta real de la torre ACTA ACTA Escher y el arte imposible 70
  • 11. Y precisamente, gracias a esto, Escher consigue el efecto de escalera sin fin. Lo que estamos viendo real- mente es una escalera no cerrada, con un principio y un fin a alturas totalmente diferentes, pero vista desde una perspectiva concreta según la cual, para nuestros ojos, el primer escalón coincide con el último, dándo- nos la sensación de que el principio y el fin se encuen- tran a la misma altura, a pesar de haber recorrido varios escalones. La siguiente figura es una representación de la escalera vista desde la misma perspectiva que en el cuadro de Escher. Aquí creemos ver que el principio (A) es anexo al final (B) y que se encuentra más bajo que éste. Sin embargo, basta con cambiar levemente el punto de observación de la figura para darnos cuen- ta de que se trata simplemente de un efecto visual y que realmente el punto B se encuentra 15 niveles más bajo que el punto A. El artista potencia este efecto jugando con el tamaño de los monjes, que modifica a su antojo para simular que se encuentran a alturas similares. Así, el monje 1 de la siguiente figura está realmente en el punto A de la imagen anterior, es decir, mucho más alto que el monje 2, que se encuentra en el punto B, y, por tanto, debería verse mucho más grande. El monje 1 se encuentra mucho más alto que el monje 2 à “Relatividad” Esta obra de 1953 es una de las primeras incursio- nes de Escher en el mundo de las geometrías tridi- mensionales imposibles. Relatividad (1953) La paradoja de esta obra no radica, como las explicadas anteriormente, en representar una estruc- tura imposible de crear en el mundo real. Al contra- rio: aquí Escher dibuja una construcción, formada por tres escaleras, que, por sí misma, es totalmente factible en un mundo tridimensional. La ‘imposibilidad’ de la obra se basa en que el artista aplica a su mundo no una, sino tres fuerzas de gravedad diferentes, actuando al mismo tiempo a lo Escher y el arte imposible 71 La escalera desde la perspectiva adecuada La escalera desde otra perspectiva
  • 12. largo de los tres ejes cartesianos. Así, a cada uno de los personajes que habitan el cuadro le afecta una de las tres gravedades, lo que provoca una extraña sen- sación de irrealidad. En las siguientes figuras se representan las direc- ciones de las tres fuerzas de gravedad existentes en el cuadro, así como los personajes a los que afecta cada una de ellas. Las 3 fuerzas de gravedad en Relatividad à “Belvedere” Belvedere es una litografía impresa en mayo de 1958 que representa un edificio de tres plantas, apa- rentemente normal. Belvedere (1958) Sin embargo, al analizar la obra vemos que exis- ten elementos incongruentes. Por ejemplo, la escalera de mano, por la que ascienden dos personas, tiene su base apoyada en el suelo interior del segundo piso y, sin embargo, apoya su parte superior en el exterior del tercero, cosa imposible en una construcción real. Este efecto se produce porque se trata, una vez más en la obra de Escher, de un edificio imposible. El efec- to se puede ver con más claridad en la siguiente figu- ra, sobre la que se ha marcado una hipotética orien- tación del edificio. Orientación del Belvedere ACTA ACTA Escher y el arte imposible 72
  • 13. Según esto, el piso primero (el que tiene puerta y ventanas) y el segundo (el inmediatamente superior) tendrían una orientación Norte-Sur, mientras que el tercero –y último– tendría una orientación Este- Oeste. Es decir, el edificio visto desde arriba tendría la siguiente forma. Si dividimos el cuadro en dos partes, dejando por un lado el piso 3º y, por otro lado, los dos inferiores, tenemos que ambas partes son totalmente coherentes y factibles en el mundo real. Lo que hizo Escher para crear esta irrealidad es enlazar estas dos mitades de la obra, uniendo las par- tes superiores de las columnas con las partes inferio- res que no les corresponden. Si quisiéramos ver un Belvedere posible arquitectónicamente, sólo tendría- mos que seguir estos tres sencillos pasos que cual- quiera puede realizar con un programa de retoque fotográfico: dividir el cuadro en dos mitades según un corte horizontal, invertir horizontalmente la parte superior y volver a unirla a la parte inferior. Así, a excepción de las sombras, que quedan invertidas, o la escalera de mano, que queda partida en dos, pode- mos comprobar cómo la estructura del edificio es totalmente correcta: las columnas están unidas con sus partes correspondientes y los tres pisos del edifi- cio tienen la misma orientación. El Belvedere, tal y como debería ser El cubo imposible Pero la obra “Belvedere” no es sólo un edificio imposible. Si nos fijamos en la parte inferior del cua- dro, nos encontramos con un personaje sentado en un banco que sostiene entre sus manos otra estructu- ra imposible: un cubo. El cubo imposible del Belvedere Del mismo modo que el propio Belvedere está construido a partir de un edificio correcto, invirtiendo su parte superior, este cubo imposible también se construye partiendo de un cubo tridimensional per- fecto. Escher y el arte imposible 73 El Belvedere dividido en dos El Belvedere visto desde arriba
  • 14. A partir de un cubo (1), nos quedamos con la parte superior (2), duplicamos dicha parte y la gira- mos 180º (3), la unimos por las aristas a la parte superior sin girar (4) y, por último, modificamos las sombras que han quedado invertidas (5), obteniendo un cubo idéntico al representado por Escher en su cuadro. Esta idea del cubo imposible se basa en una figu- ra geométrica denominada “cubo de Necker”. El cubo de Necker Se trata de una figura publicada en 1832 por Louis Necker, al que debe su nombre, y que consiste en un cubo en perspectiva isométrica en el que las aristas están representadas por líneas (sin volumen), y que se caracteriza porque, en las interseccio- nes de las líneas, no se define en qué plano se encuentra cada una, es decir cuál está delante y cuál detrás. Esta característica convierte al cubo de Necker en una figura ambigua que, según el observador, puede interpretarse como un cubo en una dirección o en otra, al igual que vimos que ocurría con las columnas de “Cóncavo y convexo”. Sin embargo, al existir dos intersecciones en el cubo, el número de interpretaciones posibles es real- mente cuatro. Lo que ocurre es que el cerebro huma- no tiende a desechar las otras dos posibilidades por tratarse de figuras incoherentes en el espacio. Y una de estas interpretaciones es, precisamente, la que aprovechó Escher para construir su cubo imposible. De hecho, en el propio cuadro se puede ver cómo, ante los pies de la figura que sostiene el cubo, se encuentra un papel en el que se representa el cubo de Necker con las dos intersecciones remarcadas. El cubo de Necker en el Belvedere Y para terminar, sólo destacar una “curiosa” coin- cidencia entre la dama que aparece en este cuadro y uno de los personajes que pueblan el infierno de “El jardín de las delicias” de El Bosco, del que Escher era gran admirador. ACTA ACTA Escher y el arte imposible 74 Construyendo un cubo imposible como el de Escher Las dos posibles interpretaciones del cubo de Necker Las otras dos posibles interpretaciones del cubo de Necker La dama de El Bosco y la de Escher. ¿Coincidencia? El cubo de Necker